El Harem del Emperador - 1. Tuve un sueño
Estoy soñando, puedo decirlo con certeza.
Es un sueño tan vivido que a veces olvidó que se trata de un sueño.
Sin embargo, es solo eso, un sueño. Un sueño sobre el día en que morí.
Ok, trataré de no ser melodramático, ese tipo de cosas no se me dan. Nadie quiere ver a un viejo ponerse sentimental.
Tan solo vean al yo de aquel entonces. Un cincuentón aburrido con un rostro igual de aburrido, solo un asalariado más del montón. Uno más entre los millones de esclavos corporativos obligados a trabajar en días feriados.
Y es en uno de esos días en el que mi sueño tiene lugar.
– ¡Cómo que las gráficas no están en las maletas!
Alejé mi teléfono de mi oído por la fuerza del grito.
– Señor, ya revisé dos veces las maletas para asegurarme, he incluso revisé el auto, pero no están por ningún lado.
– ¡Quién demonios era el encargado de esas gráficas, lo despediré, lo pondré patas en la calle en este maldito instante!
– Bueno, aun si lo pone así.
– ¡¡Dime quién es el imbécil que pone en peligro el futuro de mi compañía!!
La voz que sale de mi teléfono es tan potente que incluso algunas personas que pasaban voltean en mi dirección.
– Jefe ¿Ya lo olvido?
– ¡¡¡Dímelo en este instante!!!
Dudé por un segundo, pero finalmente me decidí.
– Fue Júnior… Usted le dio el trabajo a su hijo.
– …
– ¿Jefe?
– Escúchame bien, necesitamos esas gráficas si queremos cerrar el trato con los inversionistas. La oficina está cerrada y no hay nadie ahí con quién podamos contar, tienes que ir y traerlas lo más rápido posible.
– Pero señor…
– Entiende que si este trato no se lleva a cabo estaremos caminando sobre hielo muy delgado cuando las nuevas reformas fiscales entren en vigor el año que entra.
– Sí.
– Me alegró que entiendas, ahora toma mi auto, es mejor que esa chatarra tuya y ve lo más rápido que puedas, yo haré tiempo hasta que llegues.
* Colgar *
Bajé el teléfono ligeramente abatido mientras me encontraba parado en medio del lobby del hotel.
Era 25 de diciembre y el espíritu navideño impregnaba el aire a mi alrededor. Algunas parejas incluso se abrazaban mientras miraban el árbol navideño que adornaba el lobby.
(Y, sin embargo, yo…)
Alejo mi mirada de aquellas parejas y la dirijo a la entrada del hotel. Ahí más allá de las puertas dobles se encontraba un páramo completamente blanco.
(Era triste, pero trabajar en navidad aún seguía siendo algo mejor que pasarla completamente solo en mi departamento).
Y con ese pensamiento como único consuelo me dirijí al estacionamiento.
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Mi vida pasada fue lamentable, eso no lo puedo negar. Nunca me casé y tampoco tuve familia. Y no es que no quisiera hacerlo, varias veces se presentaron oportunidades frente a mí.
Es solo que… Toda mi vida estuve luchando en secreto con cierta condición.
Era mi secreto mejor guardado y era del tipo de cosa que si alguna vez se hiciera público me condenaría frente a la sociedad.
¿Han leído alguna vez Lolita del escritor ruso Vladímir Nabokov?
Si su respuesta es “Sí” entonces de una vez les aclaro.
No, no soy de ese tipo de persona.
Yo nunca he encontrado desagradable a las mujeres de mi propia edad. De hecho, soy perfectamente capaz de reconocer la belleza de las mujeres sin importar cuál sea su edad.
Sin embargo, he de reconocer que cuando se trata de sentir “deseo” entonces mi indicador es completamente incapaz de moverse más allá de cierto margen de edad.
Nunca comprendí el ‘porqué’ de esto, y de hecho con el tiempo llegué a creer que era algún tipo de desorden mental.
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– Que alivio el hotel debió haber contratado una máquina quita nieve.
Me encontraba conduciendo el Bentley de mi jefe mientras miraba con alivio la carretera despejada.
El hotel donde se llevaba a cabo la junta se encontraba a una hora de la ciudad. Pero aún por más presionado de tiempo que estuviera, no me atreví a aumentar la velocidad más allá de lo prudente.
Después de todo la nieve no es un obstáculo para tomar a la ligera.
* Derrape *
Las llantas del auto frente a mí derraparon un poco al pasar una curva, pero gracias a la pericia del conductor no pasó más allá de eso.
Todo conductor sabe que en los días como estos hay que estar alerta de los obstáculos invisibles como por ejemplo el hielo.
Mis manos se aferraban al volante y reduje aún más la velocidad al pasar por la misma curva, gracias a ello mis llantas no sufrieron ningún derrape.
Después de pasar la curva mantuve la misma velocidad solo para estar seguro de que nada malo suceda.
Lo se, aburrido, esa es la clase de persona que siempre he sido, siempre haciendo todo según las reglas, siempre siguiendo el manual al pie de la letra.
Solo un tipo común y corriente, una persona completamente normal.
.
…
……
* Suspiro*
Está bien dejaré de tratar de engañarme a mí mismo, eso nunca funcionó en aquel entonces y dudo que lo haga ahora… Después de todo fue gracias a esa misma condición que voy a morir como un héroe.
Detuve mi diálogo internó mientras miraba por el retrovisor.
Y entonces justo a tiempo un autobús escolar amarillo con un letrero que dice “Escuela cristiana para señoritas santa Marta” aparece.
* Claxon*
El autobús me hace una señal poco antes de comenzar a rebasar. Al parecer mi velocidad es demasiado lenta incluso para los estándares de un conductor escolar.
El autobús pasó a un costado de mí y entonces fui capaz de ver una pancarta pegada en su costado que dice “Concurso anual de villancicos” Al mismo tiempo por las ventanas era posible ver a un grupo de niñas de edades de 7 a 12 cantando alegremente.
Mis ojos fueron involuntariamente atraídos por la linda estampa, pero inmediatamente miré de nuevo al camino.
Liberé un pesado suspiro al saber lo que vendrá a continuación.
Solo un segundo hizo falta, un conductor ebrio, una curva, asfalto congelado y un chófer posiblemente distraído.
Todo se juntó frente a mí dando como resultado una tragedia.
El autobús escolar nunca tuvo oportunidad, a pesar de lograr esquivar el impacto con el auto contrario, nunca pudo recuperar el control proyectándose contra la berrera de contención y saliéndose del camino.
Por suerte no volcó, pero, en cambio, avanzó fuera de control hasta terminar sobre el hielo del río que corría a un lado de la carretera.
El impulso combinado con la resbalosa superficie del hielo, hizo avanzar el autobús hasta la parte más frágil y entonces con un fuerte crujido la parte trasera se elevó en el aire mientras el frente desaparecía bajo el hielo.
Vi todo desde una distancia segura mientras frenaba el auto.
El conductor ebrio ni siquiera se detuvo y continúo su loca carrera mientras pasaba a mi lado.
Pasaron unos segundos que parecieron una eternidad antes de que pudiera asimilar la escena frente a mí.
Y entonces me decidí.
Lo siguiente que hice fue o bien un acto estúpido o uno heroico según quién lo vea.
Sea lo que sea, yo no podía quedarme de brazos cruzados.
Abandoné mi auto a un lado de la carretera y tras pensarlo un segundo avance sobre la superficie congelada del río con solo una palanca en las manos.
El hielo crujía a mis pies con cada paso que daba, y grietas se extendían por todo el trayecto recorrido por el autobús.
El río tenía alrededor de 50 metros de ancho y el autobús se había hundido muy cerca de la mitad.
A cada paso me imaginaba a mí mismo desapareciendo bajo el hielo, sin embargo, continúe avanzando a pesar del miedo.
Pronto estuve lo suficientemente cerca del autobús como para escuchar los gritos de ayuda provenientes del interior.
El autobús se había hundido asta cerca de la mitad y posiblemente solo se mantenía a flote por el aire en su interior.
– ¡Ayuda!
– ¡Ayúdenos por favor!
– ¡La puerta de emergencia está atascada, no podemos abrirla desde adentro!
Entre el coro de gritos de terror y los golpes contra las ventanas distinguí la voz de una de las maestras.
– ¡Entiendo, intentaré abrirla desde aquí aguanten!
Sin perder tiempo me trepé sobre el autobús y comencé a intentar forzar la puerta de emergencia con la palanca.
* Tutututugrrrr*
La puerta crujió ruidosamente antes de ceder.
– ¡Vamos, salgan todos, el autobús no se mantendrá a flote por mucho tiempo!
Rápidamente, ayudé a las temblorosas niñas y sus maestras a escapar.
Una a una abandonaban el interior del autobús y pisaban sobre el inestable hielo.
Yo era el último en saltar del autobús justo antes de que esté desapareciera bajo las aguas.
– Niñas tengan cuidado donde pisan, formen todas una línea y síganme recuerden solo pisen donde yo pisé.
Una de las maestras tomo el liderazgo y comenzó a organizar al desordenado grupo.
Ella se encontraba igual de asustada y empapada que el resto, pero asumió la responsabilidad de liderar el grupo mientras caminaban hacia la orilla.
El grupo obedeció las instrucciones al pie de la letra y comenzaron a caminar ordenadamente mientras temblaban de frío.
Yo seguí el grupo desde atrás, claro, después de ceder mi abrigo y bufanda a una niña que no logró recuperar los suyos del autobús.
Sin embargo, el hielo comenzó a desquebrajarse, apenas el grupo avanzó la mitad del camino.
Grandes bloques de hielo se desprendieron desde donde el autobús se hundió y la corriente del río comenzó a arrastrarlos.
Las grietas se extendían cada vez más y amenazaban con extenderse hasta donde se encontraba el grupo.
Y entonces sucedido.
Una de las niñas frente a mí, una lindura de unos 8 años con gafas y cabello pelirrojo atado en coletas dobles, desapareció bajo el hielo.
– ¡Clara!
La maestra que caminaba frente a ella grito horrorizada al ver a la pequeña desaparecer dentro de una grieta.
Solo un segundo, eso fue lo que me llevo tomar la decisión antes de arrojarme al agua.
* Splas *
Tenía cierto grado de confianza en mí nado gracias al ver participado en el equipo de natación durante la preparatoria.
Así que di todo de mí mientras luchaba contra el agua congelada.
Gracias a Dios mis manos pronto lograron atrapar a la pequeña que era arrastrada por la corriente.
Y con algo de esfuerzo logré sacarnos a ambos a flote.
* Whaaf cof cof cof*
Ambos tosimos tratando de sacar el agua en nuestras gargantas mientras la corriente nos arrastraba.
– ¡Ahí están!
– ¡Por favor que alguien los ayude!
Gritos desesperados llegaron a mis oídos mientras trataba de luchar con la corriente.
El escenario no pintaba nada bien a medida que el frío calaba profundo en mi cuerpo y me robaba la fuerza.
Con la corriente cada vez más fuerte y sin nada a nuestro alcance para poder aferrarnos, las esperanzas de supervivencia se desvanecían.
Pero entonces Dios obró un milagro, en forma de otro héroe anónimo.
Una moto Harley de pronto apareció corriendo a toda velocidad por la orilla del río.
El conductor llevaba un grueso conjunto negro de motociclista provisto de un caso con visera negra.
Pero lo que más me llamo la atención fue la cuerda atada a su cintura.
El motociclista se adelantó a nosotros a toda velocidad mientras mis ojos lo seguían.
Su objetivo pronto se volvió claro cuando vi el gran banco de hielo adelante de nosotros.
Solo había una oportunidad.
Puse todo de mí en tratar de acercarnos lo más posible al banco de hielo.
El conductor abandonando su moto a la orilla del río y se echó a correr sobré el hielo mientras la cuerda se extendían detrás.
Él se lanzó sobré el hielo justo a tiempo para atrapar mi brazo extendido. Si hubiera corrido un poco más lento, o la cuerda hubiera sido unos centímetros más corta nunca lo hubiera logrado.
Sus manos tomaron mi brazo, he intentaron jalar de él. Pero pronto fue obvio que no sería fácil la tarea de sacarnos a ambos del agua.
Y por si fuera poco, la hipotermia ya comenzaba a amenazar con robarme la conciencia.
Miré a la pequeña que sostenía y me di cuenta de que ella se encontraba en estado crítico. Su rostro se encontraba tan blanco cómo un fantasma y estaba inconsciente.
Así que tomé una decisión.
Miré la visera negra del casco y moví la cabeza de un lado asía otro.
– ¡No te rindas, los sacaré a los dos!
Para mi sorpresa fue una voz femenina con un fuerte asentó sueco la que me respondió.
Pero yo ya había tomado la decisión. Era lógico, después de todo, la vida de una pequeña con familia y amigos con todo un futuro por delante o la de un viejo oficinista sin nadie que llore su ausencia.
Todavía recuerdo que en aquel momento pensé “Después de todo fue buena decisión, no haber conseguido un gato”
Con un último esfuerzo puse a la niña su alcance antes de sonreírle.
Después de dudar por un instante, ella liberó una de sus manos y tomó a la niña. Sin embargo, aún se negaba a soltarme por completo.
Pero en esta condición solo fue cuestión de tiempo hasta que su mano no pudo resistir más y entonces me soltó.
Mi cabeza se sumergió inmediatamente después, incapaz de luchar contra la corriente, fui arrastrado bajo el hielo.
Mi sueño acaba conmigo viendo desde abajo el hielo mientras mi cuerpo se hundía en el oscuro abismo.
Todo lo que mis ojos podían ver era el casi fantasmal brillo azul de los rayos del sol que se filtraba atreves del hielo.
A veces esta parte de mi sueño se extiende por lo que parece una eternidad y otras es lo único con lo que sueño.
Dicen que la muerte es algo así como el sueño eterno.
Pero realmente sorprende que sea algo tan literal.
Quiero decir es algo demasiado aburrido soñar con el mismo día una y otra vez.
Es como ser forzado a ver la misma película asta él atascó.
Supongo que esto es algo así como mi limbo personal. Lo digo por qué esto es algo demasiado lapso para considerarlo el infierno.
Y no digo que me merezca el infierno. Quiero decir tan solo vean la manera tan heroica en qué morí.
¿Qué ocaso todo eso sobré ser recompensado en tu siguiente vida por tus buenas acciones, es solo palabrería?