El Harem del Emperador - 44. La Reina de los acertijos
– Pero miren lo que tenemos aquí. Mi tonto y terco hijo hizo un descubrimiento dignó de elogió.
Parado en el umbral de la puerta, mi auto proclamado padre se jactó con petulancia.
Él se encontraba vistiendo una túnica color azafrán, mucho más vistosa que las que normalmente usaba al visitarme. Esta se encontraba lujosamente bordada con escenas de héroes que parecían sacadas de algún poema épico.
– ¡Muévete de una vez anciano sicópata! ¡¡Grrrh!! ¡Algo, algo en ese collar está controlando mi cuerpo!
A sabiendas que Claudia no iría en su contra, simplemente levanté la voz y le exigí que nos permitirá salir de la habitación. Mi cuerpo aún forcejeaba contra mi voluntad, sin dar tregua o señales de detenerse. Pero al menos podía hablar.
Por su parte, Claudia solo se limitada a sostenerme firmemente, mientras bajaba la cabeza sin decir palabra alguna.
– ¿Incluso en ese estado te rehúsas a dejar tu impertinencia aún lado? Y yo que pensé que vendrías llorando a mis brazos pidiendo ayuda.
Irritado por el ligero monólogo en medio de está crisis. Simplemente exploté mientras desahogaba mi frustración.
– ¡¡¿Correr a tus brazos en busca de ayuda?!! ¡¡¿Siquiera tienes la más vaga idea de lo asqueroso que suena eso?!! ¡Enserio viejo, incluso con mis recuerdos recuperados, no puedo verme haciendo algo como eso, ni en un millón de años. Es más, se me pone la piel de gallina con la sola idea de recibir un abrazo de tu parte. Por favor no hagas comentarios tan repugnantes de la nada, sólo porque te gusta jugar al padre para fastidiar!
– ¡Maestro Vettel!
Bastante sobresaltada por mis palabras, Claudia intento impedir que continuará, pero con sus manos ocupadas, poco o nada podía hacer al respecto.
– ¡No Claudia, dejemos esto en claro de una vez!
Respondí completamente irritado por mi condición actual.
– ¡Puedo aceptar el hecho de que comparto sangre contigo, incluso el hecho de que tienes completo control sobre mí y mi vida. Pero nunca de los nunca, aceptaré verte cómo padre o llamarte como tal. Es más, estoy completamente seguro que tú no tienes no la mínima idea de lo que es realmente ser un… !
Antes de que me diera cuenta, Claudia utilizó su generoso pecho para silenciarme. Ella simplemente presionó mi rostro contra su pecho a pesar de mis protestas.
– Perdónelo su majestad, la influencia del catalizador tiene al joven maestro completamente fuera de sí.
Con mi rostro completamente cubierto, solo era capaz de escuchar y deducir lo que sucedía a mí alrededor.
– … Lo dejaré pasar solo por hoy.
– Se lo agradezco profundamente.
Al mismo tiempo, Claudia hizo una pequeña reverencia.
– Más importante aún.
Tras un leve silencio escuché los pasos del vejestorio dirigirse a aquel busto de mármol con el collar maldito.
– Después de tantos años y penurias, al fin. Otro de los legados dejados atrás por nuestra fundadora, vuelven a estar en poder de la casa Lafou.
Casi al mismo tiempo, algo extraño pareció cambiar en la habitación. Fue como si una hasta entonces, imperceptible presión fuera levantada de mis hombros, y con ello me fuera devuelto el control de mi cuerpo.
– [ ¿Puedo moverme?… ¡Al fin! ¡Ya nada controla mi cuerpo!]
Feliz por recuperar el control de mi cuerpo, célebre internamente. Sin embargo, una repentina sensación de asfixia, me tomo por sorpresa obligándome a abandonar mis festejos.
– ¿Mmm?… ¡Mmm! ¡Mmm! ¡¡Mmmmm!!
Con mi cuerpo aún inmovilizado y mi rostro cubierto por su pecho, luche desesperadamente por hacerle saber a Claudia, que me estaba quedando sin oxígeno.
Algunos dicen qué cuando estás cerca de morir, puedes ver toda tu vida pasar frente a tus ojos. Pero en este caso lo que vi fueron todas las veces que estuve a punto de morir asfixiado por el cofre de Claudia.
Tristemente fue ahí donde me di cuenta qué el antiguo Vettel la habría tenido muy difícil si hubiera conseguido llegar a la pubertad. Sin duda ese niño había desarrollado una fijación por los pechos grandes.
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– Nunca comprendí a esa mujer. Cuando era niño, recuerdo admirarla como un modelo a seguir, una noble ejemplar que se preocupaba genuinamente por esta nación y su gente. Pero entonces maduré, crecí y con ello perdí toda aquélla ingenuidad que me impedía ver más allá de mis narices. Me di cuenta de que detrás de cada obra de caridad, de cada maga proyecto de infraestructura, de cada revolucionaria reforma, solo existían los caprichos de alguien que nunca se dignó a madurar.
– Por la forma en que lo dices, suena como si mi tatarabuela hubiera sido todo un personaje.
– Puedes apostarlo, nunca en mi vida conocí a otro noble tan rebosante de talento, y sin embargo, tan egoísta, cobarde e infantil. Ella fue la responsable de que muchos tesoros familiares se perdieran, así como conocimientos invaluables.
Tras burlar milagrosamente a la muerte, terminé atrapado en una pequeña fiesta de te con el vejestorio. Por supuesto esto había sido en parte mi culpa, pues le había exigido algunas respuestas.
– Debió haber sido todo un dolor en el culo tratar con ello. Sin embargo, aún no me has dicho por qué mi cuerpo se volvió loco cuando entre a esta habitación. Y más importante aún ¿Porque es tan valioso ese maldito collar?
Señalando el collar ahora en manos del anciano, exclamé antes de tomar un puño de galletas de la mesa y llevármelo a la boca.
Había demasiado cosas raras sobre ese collar y el estudio donde nos encontrábamos. Más ahora, que veía con cautela como el gran diamante cambiaba frente a los ojos.
No era un experto en joyas, pero dado a cierta experiencia, sabía una o dos cosas sobre diamantes. Y por supuesto estaba seguro, que los diamantes trasparentes no se convertían en diamantes negros solo por sostenerlos en la mano. Ahora ni mencionar la proeza de lograr meter algo dentro de uno.
– ¿Puedes sentir como la sangre en todo tu cuerpo palpita cada vez que tus ojos se posan sobre la luz sagrada de esta pequeña pluma? Esa es la prueba inequívoca de que eres mi hijo, un Lafou.
Al mismo tiempo el vejestorio saco de entre sus ropas otro collar, uno con una gran gema de corté oval. Se trataba de un hermoso diamante negro, que no perdía en tamaño con la gema en su otra mano. Pero lo que realmente me sorprendió, fue observar cómo se iluminaba su interior, revelando una hermosa pluma blanca.
– Originalmente existían 24 de estás reliquias, pero con el pasar de la eras y las guerras se redujeron a 16. La tradición en aquel entonces era que se le otorgará una a cada miembro de la familia que hubiera alcanzado la edad adulta, y hubiera demostrado su valía. Así con su poder, podría poner de rodillas a ejércitos enteros.
Al escuchar tan exagerada declaración, no pude evitar inclinarme hacia el frente y entrecerrar los ojos mientras veía ambas jemas alternadamente.
– Ho, ho, ho, ¿Pero miren que tenemos aquí? ¿Ocaso escuchar del increíble poder de estás reliquias, encendió tu curiosidad?
– Lo que me interesa de ellos es su valor. Y ahora gracias a tus palabras, ahora estoy completamente seguro de que son, del tipo de objetos que uno nunca se podría conseguir con dinero, aún sin importar cuan asquerosamente rico se sea. Lo que significa que sería tonto de mi parte no exigir una recompensa por el descubrimiento.
Tras esa declaración, aparte mis ojos de las joyas y miré a mí auto proclamado padre a los ojos.
– Tu mismo lo dijiste ¿Verdad? Un buen general también debe saber dar incentivos a sus hombres, para sacar lo mejor de ellos.
Mi acción recibió como pago, una severa mirada por parte del vejestorio. Sus ojos parecían inspeccionarme en busca de algo. Pero tras un prolongado silencio, él finalmente pareció tirar la toalla.
– ¿Realmente eres mi hijo?
Con palpable disgusto en su voz, él simplemente escupió.
– Tomaré esas palabras cómo un halago, viniendo de ti.
Ante mi respuesta, él solo exhaló un pesado suspiro.
– Vaya forma de destruir las esperanzas de una reliquia, después de más de un siglo de espera. Pero supongo que se lo tiene bien merecido, por elegir a un mocoso impertinente como su nuevo maestro.
– ¿Elegirme, a mí?
Completamente confundido, incline la cabeza mientras un gran signo de interrogación aparecía sobre está.
– Los objetos mágicos, ya sean simples o complejos, suelen adquirir algo parecido a una voluntad, con el uso y el pasar de las eras. En el caso de objetos hechos con partes de bestias mágicas, suele ser un fragmento de la conciencia de la bestia cuando está vivía.
– ¿Me estás diciendo qué el mal rato que pasé hace un momento fue poque….?
– La reliquia te eligió cómo su nuevo maestro y quería que la tomarás.
– Me eligió ¿A mí?
– No te emociones por tan poca cosa, no es como si este collar tuviera una mejor opción. Eres el único Lafou con vida sin su propia reliquia, después de todo.
Ante tal revelación, mi mirada volvió a pasarse sobré el collar, cuya joya se había vuelto completamente negra hace solo un par de segundos.
E involuntariamente fruncí las cejas, al recordar cómo mi cuerpo se había vuelto loco.
– Listo, ya se encuentra completamente cargado. En estas condiciones, su influencia sobre ti no debería ser ningún problema. Si tienes tanta curiosidad, puedo permitirte jugar con el unos minutos, siempre y cuando te moderes lo suficiente.
Tan pronto el vejestorio extendió su mano ofreciéndome tomar el collar, yo instintivamente retrocedí.
– Creo recordar que dijiste qué esa cosa puede derrotar ejércitos enteros ¿Y me lo estás entregando así tal cual, como si se tratara de un juguete? ¡¡Tengo al menos un poco de conciencia, lunático!!
Al ver mi reacción, mi auto proclamado retiro su oferta.
– Muy bien, dejemos de perder el tiempo. Hoy me encuentro de buen humor, así que te dejaré conservar parte del botín. Adelante, escoge tres objetos de esta habitación, esos serán tu recompensa. Pero si lo prefieres, puedo darte algo de dinero de bolsillo en su lugar.
Ante tan generosa palabras me quedé plasmado con incredulidad.
– Esto es algún tipo de trampa ¿Verdad?
Ante mi evidente desconfianza, el anciano sentado frente a mí sonrió con malicia.
– “Un buen general, también debe saber dar incentivos a sus hombres, para sacar lo mejor de ellos.” Esa a sido mi lema desde la primera vez que tome tropas a mi cargo, y también una de las razones, por las que grandes talentos hacen cola para estar a mi servicio.
– Déjame adivinar ¿Sospechas que hay más objetos importantes ocultos en este palacio?
Sin dejarme llevar por sus palabras señalé mis sospechas.
– La gran emperatriz, tenia un gusto muy peculiar por los rompecabezas y los acertijos. Llegando a los extremos que cada regalo que ella otorgaba, tenía que venir en una caja rompecabezas. (Suspiro) Ella incluso fue tan lejos, como resolver todos los acertijos de una esfinge haciéndola llorar en el proceso, solo para auto proclamarse la reina de los acertijos. Supongo que te vas haciendo a la idea, de la clase de personas que ella era. Por eso a nadie se sorprendió cuando tras su muerte, todos los tesoros y hechizos originales en su posesión se esfumaron.
Visiblemente avergonzado se llevó una mano al rostro antes de poder continuar.
–? En aquella época todos éramos demasiado orgullosos como para seguirle el juego a una mujer muerta. Por eso nadie se molestó en rastrear el paradero de los tesoros hasta la fecha.
–…
Tras oír la historia, varios detalles así como misterios que rodeaban este palacio, parecían adquirir un matiz diferente dentro de mi cabeza. Si mi tatarabuela era una persona tan excéntrica como imaginaba, tenía sentido que hubiera colocado huevos de pascua por todo el lugar. Sin embargo, aún había una extraña familiaridad entre estos y algunos detalles provenientes de mi vida pasada.
– Lo haré.
Dando un saltó de fe hacía lo desconocido, tome está nueva oportunidad frente a mí.
– Dime ¿Que harás exactamente?
Interesado en mi propuesta, el anciano cuestionó.
– Dentro de lo que me es posible, te ayudaré a rastrear cualquier posible tesoro que se pueda encontrar oculto es este palacio. A cambio quiero recompensas acordé al valor de lo encontrado.
Tras unos segundos de meditación, el anciano me dio luz verde para continuar con un gesto de su mano. Tal parecía que había comenzado a tomarme más enserio.
– Quiero que todo se haga de forma legal, con un contrato mágico de por medio. Así tú podrás tener la certeza que los objetos más peligrosos vuelven de manera segura, y yo que recibiré un pago justo por ello.
– ¡Hahaha! Cada día suenas más como una sucia comadreja del ministerio de finanzas ¡Acepto! Incluso si no eres capaz de encontrar otro tesoro, no estará de más tener este contrato.
La rápida aceptación de mi propuesta dibujo una sonrisa en mi rostro, al mismo tiempo que me animaba a continuar.
– Solo tengo dos condiciones. Primero, quiero más libertad para moverme dentro de lo que sea posible, no solo dentro de ala oeste, sino también dentro de las demás. Y segundo, pero no menos importante, quiero que me presentes a los tipos invisibles que tienes vigilándome.
Tan pronto mencioné qué sabía que estaba siendo vigilado, la expresión en el rostro del viejo cambio.
Sin duda la noticia no le había echo mucha gracia.
– Acepto tus condiciones, pero te advierto que el tema de la vigilancia, no es negociable.
Habiendo obtenido una mejor respuesta de la que esperaba, mi estado de ánimo mejoro considerablemente
– Ya tengo a al menos una Maid mirando sobre mi hombre día y noche. En este punto, no podría importarme menos, tener a una o dos personas más cerca.
Por el rabillo del ojo mire a Claudia, quién se encontraba completamente en silencio en espera de órdenes.
– Muy bien, demos por terminado está reunión. Espero que no hagas olvidado que tienes una visita que atender en unas horas. Elige tus recompensas, para que pueda marcharme.
Visiblemente decepcionado, el vejestorio dio por terminada la reunión.
– No hace falta que me apresures, al decir verdad ya sé muy bien cuales serán mis recompensas.
Sintiendo la emoción de un niño florecer dentro de mi pecho, mire la colección de barcos en botellas sobre uno de los estantes.
Gracias
Gracias por continuar
Al fin un nuevo capitulo de la historia principal, por otro lado ya quiero saber quien será la cuarta visita.