El señor de los anillos - 3. Prólogo - 3 De la ordenación de la Comarca
La Comarca se dividía en cuatro distritos, las Cuadernas, denominadas del Norte, del Sur, del Este y del Oeste y éstas a su vez en regiones que aún llevaban los nombres de algunas de las viejas familias principales, aunque en la época de esta historia esos nombres no se encontraban sólo en las regiones respectivas. Casi todos los Tuk vivían aún en las Tierras de Tuk, lo que no ocurría con muchas otras familias, tales como los Bolsón o los Boffin.
La Comarca en ese entonces apenas tenía «gobierno». Las familias cuidaban en general de sus propios asuntos y dedicaban la mayor parte del día al cultivo y consumo de alimentos. En otras cuestiones eran por lo común gente generosa, tranquila y poco ambiciosa, de modo que las heredades, granjas, talleres y pequeñas industrias tendían a conservarse invariables durante generaciones.
La antigua tradición que hablaba de un rey de Fornost o Norburgo, como lo llamaban muy al norte de la Comarca, se conservaba aún, por supuesto. Pero no había habido rey durante casi mil años y las ruinas de Norburgo estaban cubiertas de hierba. Sin embargo, los Hobbits se acordaban aún de pueblos salvajes y criaturas malignas (como los trolls) que no habían oído hablar del rey. Atribuían al antiguo rey todas las leyes esenciales y por lo general las aceptaban de buen grado, ya que eran Los Preceptos (como ellos decían) a la vez antiguos y justos.
Es verdad que la familia Tuk ocupó una posición preeminente durante mucho tiempo; el cargo de Thain había pasado de los Gamoviejo a los Tuk algunos siglos antes y desde entonces el jefe Tuk había llevado siempre ese título. El Thain era jefe de la Asamblea de la Comarca y capitán del acantonamiento y la tropa. Pero como la tropa y la Asamblea eran convocadas sólo en casos de emergencia, que ya no ocurrían, la dignidad del Thain era apenas nominal. A la familia Tuk se la respetaba especialmente, pues seguía siendo numerosa y muy rica y tenía la capacidad de producir en cada generación personajes recios, de costumbres peculiares, y aun de temperamento aventurero. Estas últimas cualidades, sin embargo, eran más toleradas (en los ricos) que generalmente aprobadas. No obstante, se mantuvo la costumbre de llamar el Tuk al jefe de la familia, y se agregaba al nombre —si era necesario— un número, como por ejemplo Isengrim II.
El único oficial verdadero en la Comarca era en esa época el Alcalde de Cavada Grande (o de la Comarca) y que era elegido cada siete años en la Feria Libre de las Quebradas
Blancas, en Lithe, es decir, a mediados del verano. Como alcalde, su casi única obligación consistía en presidir los banquetes en las fiestas de la Comarca, que se celebraban con frecuencia. Pero a la alcaldía se agregaban los oficios de jefe de Correos y Primer Oficial, de modo que el alcalde ordenaba tanto los servicios de mensajeros como los policiales. Estos eran los únicos servicios de la Comarca, y los mensajeros, los más numerosos y los más atareados. Los Hobbits no eran todos instruidos, de ningún modo; pero los que lo eran escribían constantemente a todos los amigos y algunos parientes que vivían más allá de una tarde de marcha.
Oficiales era el nombre que los Hobbits daban a sus policías o al equivalente más cercano. Por supuesto, no llevaban uniforme (cosas así eran completamente desconocidas), sino una simple pluma en el sombrero, y en la práctica eran guardias campestres, más que policías y se ocupaban más de los animales extraviados que de las gentes. En toda la Comarca sólo había doce: tres en cada Cuaderna, para trabajos internos. Un cuerpo bastante mayor, que variaba de acuerdo con la necesidad, estaba dedicado a «batir las fronteras» e impedir que los Extraños de cualquier clase, grandes o pequeños, molestaran demasiado.
En la época en que empieza esta historia, los Fronteros, como se los llamaba, se habían multiplicado mucho. Había numerosos informes y quejas acerca de personas y criaturas extrañas que merodeaban fuera o dentro de los lindes: primer signo de que todo no estaba completamente en orden, como lo había estado siempre, excepto en cuentos y leyendas de otro tiempo. Muy pocos prestaron atención a tales indicios y ni siquiera Bilbo tenía aún noción de lo que esto presagiaba. Habían pasado sesenta años desde que emprendiera el memorable viaje, y era viejo hasta para los Hobbits, quienes alcanzaban a veces los cien años, pero evidentemente conservaba mucho de la considerable fortuna que había traído de vuelta. Cuánto, o cuán poco, no lo había revelado a nadie, ni siquiera a Frodo, su sobrino favorito. Y todavía guardaba en secreto el Anillo que había encontrado.