Haru No Yurei - Volumen 1: 13. Sueño olvidado
Quizá el conocer aquella parte de Mizore me hizo entender algo importante: Las chicas que parecían las más dulces y tiernas solían ser las que realmente eran pervertidas. No es que sea cosa mala, al menos eso pienso yo, en fin.
Ahora que me había hecho con la suficiente confianza por parte de Mizore, ella comenzó a abrirse un poco más a mí, lo cual considero que es algo bueno. De todas formas, en el primer mensaje que me mandó aquella noche, luego de que volvió a su casa, me pedía que no comentara con nadie lo que había pasado, y quizá estoy rompiendo esa promesa por estarlo relatando aquí, pero eso no es importante.
Al día siguiente de aquello, luego de la escuela, mee preparaba para ir a trabajar, cuando alguien tocó la puerta de mi casa.
Como no podía ser otra persona, le abrí la puerta a Kamine para que entrara. Ella entró saltando como una niña pequeña.
–Lo tengo. –
Dijo ella.
–¿Qué es lo que tienes? –
Pregunté, ella me miró con los ojos a medio cerrar.
–El pretexto. –
Con todo lo que había pasado, yo había olvidado que estábamos tratando de crear una leyenda urbana aquí. Se me fue de la mente por completo, y Kamine se dio cuenta y comenzó a reír.
–Podemos parar si quieres. –
Comentó.
Lo cierto es que no tenía muchas ganas de hacer esto, no por otra razón sino porque la señora Fushima (que era la mujer a la que le estábamos apuntando, por si alguien no lo recuerda) no me atraía en absoluto, no es que fuera desagradable, es solo que… no es la clase de ama de casa que uno espera cuando hablas de follarte a una.
Es una mujer tranquila, muy delgada, bajita y plana. De carácter, al menos a simple vista, muy pasivo y dócil, no creo que se resistiría siquiera. En algún momento, planee solo entrar a su casa y hacerlo, seguro que me lo permite, pero por otro lado, eso eliminaba el punto principal de todo esto.
–¿Cómo sé que la señora no se olvidará de ello en cuanto pase? ¿Eso no haría nuestros esfuerzos inútiles? –
Llevaba pensándolo un buen tiempo, creo que se me salió sin pensar. Kamine se rio de mi por ello.
–¿De dónde esa humildad ahora? No te preocupes, hablará de ello, tienes una buena arma allí… –
Respondió ella, sonriendo y mirándome, yo asentí y suspiré.
–Escucha, puede ser esta noche, mi madre me ha pedido que vaya antes de que oscurezca porque la señora ha terminado de reparar su vestido. –
–Tengo que trabajar. –
Repliqué, para eso estaba preparándome.
–Lo sé… por eso dije esta noche… –
Respondió ella.
–Todavía no entiendo porque pareces tan emocionada con estas cosas. –
–Digamos que tengo mis razones. –
–¿No puede ser otra persona? –
Volví a preguntar. Kamine finalmente se enfadó.
–¿Qué pasa contigo? En serio, se supone que eres un devorador de mujeres. –
Preguntó ella, acercándose a mí.
–¿De dónde sacas esas ideas acerca de mí? –
Pregunté, algo ultrajado. ¿En verdad es la imagen que me había dado a mí mismo?
–¿O es que te has aburrido de las mujeres? No estoy segura, pero un par de compañeros de mi clase son gays, si es lo que quieres… –
Agregó ella, dándose la vuelta.
–¡No soy gay! –
Repliqué.
–Entonces hagamos esto, no sabes cuánto he tenido que convencer a mi madre de que ha sido un fantasma, y ahora que ella quiere creer en ello, tú te das la vuelta… hazte responsable. –
Se quejó ella, parecía bastante enfadada si cualquiera me lo pregunta, seguro que ella había puesto algo de esfuerzo en todo esto, siendo así, pensé que estaba mal si no acudía, una vez de cuando en cuando por cuestiones de trabajo no hacía ningún daño, pienso yo.
–De acuerdo, no tienes que sermonearme, lo haré. –
Kamine finalmente sonrió.
–De acuerdo, entonces, iré a donde tu trabajas esta tarde, te daré las llaves de la señora, y tu harás lo tuyo. –
–Repito ¿Qué hago con el perro? –
Pregunté, estaba dispuesto a trabajar en esto, no a que me mordiera un perro por ello.
–De perro me encargo yo. –
Dijo Kamine y salió de mi casa. Yo me fui al trabajo después de aquello.
Durante el trabajo, el jefe me preguntó si había ocurrido algo cuando me quedé a solas con Sanae, el día en que ella se quedó atorada.
Tenía la impresión de que el hombre sabía algo, pero yo negué con la cabeza.
–Para nada, todo tan normal como siempre. ¿Por qué? ¿Le paso algo? –
Pregunté, él negó con la cabeza también.
–Más que pasarle algo… se rehúsa a venir aquí, pensé que puede que haya peleado contigo, siempre ha sido de carácter muy duro, pero cuando la confronté y le pregunté si ocurría algo ella dijo que no… pensé que tú lo sabrías. –
Estaba horneando pan mientras hablábamos.
–Quizá simplemente no estaba de humor, estaba de mal humor la última vez que estuvo aquí, eso es cierto. –
Comenté.
–Pero… Sanae nunca se había negado a venir, le encanta el pan… habrás notado que ella está un poco… arriba del peso normal, es culpa del pan. –
Que difícil tiene que haber sido para el señor admitir que su hija estaba un poco rellena de pan.
–Quizá la ofendí sin darme cuenta, no suelo ser cuidadoso con las chicas, y por eso acabo metido en muchos problemas. –
Comenté, el señor asintió.
–Pienso lo mismo, aunque Minase nunca se ha quejado, puede ser porque ella es más sincera que su hermana, solo quiero pedirte que, si vuelve a venir… seas… amable con ella, especialmente con ella. –
–De acuerdo, si es que accede a venir, trataré de hacer las paces, y me disculparé si le ofendí sin darme cuenta. –
Expliqué, el señor asintió, yo seguí en lo mío y el en lo suyo, pasaron dos horas antes de que Kamine llegara a la panadería.
–¿Hola? ¿Puedo llevar pan? –
Preguntó ella cuando entró y me vio con las pinzas de acomodar pan todavía en las manos.
–Está recién hecho. –
Respondí, ella se acercó a mí y le cedí las pinzas, y hábilmente, ella utilizó eso para depositar las llaves en mi bolsa, luego tomó su pan, pagó, y se fue. Hay que ver que era eficiente cuando se trataba del secretismo.
Sin decir nada más, y sin más necesidades de planes, al salir del trabajo, fui a mi casa, me bañé, y me preparé con ropa limpia para ir a donde la señora.
Al mal paso darle prisa.
Me dije a mi mismo mientras caminaba. Cuando llegué allí, reja estaba abierta y no parecía haber luz en la casa, la cadena del perro estaba suelta, pero el perro no estaba en su casa tampoco. ¿Qué había hecho Kamine con él? Llegó un mensaje a mi celular, era de Mizore.
“Espero que ya estés descansando, no he parado de pensar en ti, no pretendo ser una molestia, pero quería decírtelo antes de ir a dormir, dulces sueños.
–Mizore.”
Eso fue lo que mandó, me recargué en la puerta de la casa para responder el mensaje, vi una patrulla pasar, pero eso fue todo.
Después de eso, abrí la puerta de la casa, y entré, no había luz en la sala tampoco, y la única luz visible, era el pequeño foco de la cocina. Me asomé para saber si la señora estaba allí, pero no parecía ser el caso. Lentamente y tratando de no hacer ruido, subí las escaleras de la casa, no estaba allí, de hecho, no parecía haber nadie.
Aquello me puso nervioso, pero no tanto como para abandonar todo e irme a casa, así que esperé, más o menos treinta minutos. Mientras tanto, llevé a cabo un reconocimiento rápido de la casa, tratando de establecer mi ruta de escape por si algo salía mal. Estaba en el baño cuando escuché el ruido de la puerta de afuera.
Me asomé por las escaleras para mirar a la señora poner las compras en la mesa y suspirar.
Encendió el televisor y se sentó. Yo no sabía dónde estaba la estación de energía de esta casa, y no podía moverme de donde estaba para ir a apagarla. ¿Por qué rayos tenía que encender el televisor ahora? Me preguntaba. Posiblemente era lo que una mujer sola hacía en casa. Lo malo de esto, es que la luz del televisor me iluminaría perfectamente si me acercaba a ella.
¿Porque tenía esto que ser tan difícil? Me preguntaba, sintiéndome algo frustrado, pero, lo admito, me estaba emocionando, la emoción era bastante parecida a la del día del sostén, incluso mayor, la señora en si había dejado de importar, la idea era tenerla, a toda costa.
Bajé las escaleras, a gatas, y en silencio, mientras ella seguía viendo una especie de dorama, y me acomodé detrás del sillón. Ahora estaba tan cerca que podía escucharla suspirar, en ese momento, alguien llamó por teléfono. Tuve que darle la vuelta al sillón para esconderme mientras ella se paraba e iba al teléfono.
Era su esposo.
Hablaron de que él estaría en su viaje todavía varios días, ella terminó la llamada con un “Te echo de menos” y colgó. Para cuando colgó estaba hecho, el televisor estaba apagado, y yo estaba de pie. Ella sabía que había alguien allí ahora. Colgó el teléfono y se acercó, creo que todavía no estaba segura de que lo que estaba viendo era real.
–¿Quién… quien está allí? –
Preguntó con voz trémula, y como la última vez que hice esto, me dije a mi mismo que era una mala idea responder. Me acerqué a uno de los muebles, cuya sombra tendría que haber difuminado mi presencia todavía más a ojos de la señora.
–Hay alguien allí ¿No es cierto? No… no me hagas daño… –
Dijo, pero avanzó otro paso.
–No me hagas daño, no llamaré a la policía, solo… vete ahora. –
Pidió, con el tipo de petición que no convence a nadie.
Me acerqué a ella, todavía cubierto por la oscuridad del lugar y la tomé de la mano.
–Esto… yo… –
No supo que decir, y lo siguiente que hice fue halar de ella con suavidad y darle un beso en los labios. Y como estaba oscuro, no vi venir su bofetada.
–¿Qué estás haciendo? Yo no puedo hacer eso, soy una mujer casada… –
Se arrepintió inmediatamente de haberme golpeado, incluso aunque no sabía de qué se trataba todo esto, por eso es que digo que es una mujer muy pacífica.
–Yo… nunca he tenido una aventura, no quiero ser desleal a mi esposo. –
Dijo ella, palabras que cayeron en oídos sordos porque fue en ese momento que me di cuenta de que en realidad, ella no iba a resistirse. La tomé de la mano de nuevo y la halé hacia mí, esta vez colocando ambas manos en su trasero. Comenzó a forcejear un poco.
–No… espera… yo no quiero esto… sé quién eres… eres el fantasma… yo estoy bien así… no quiero esto. –
En ese momento, se escuchó una sirena afuera de la casa y las luces de la patrulla estacionada afuera comenzaron a brillar. Esto era malo, muy malo.
–Diles que está todo bien. –
Ordené, con la voz más ronca que pudiera, ella negó con la cabeza, yo pellizqué su trasero con fuerza, ella chilló. Se hizo el silencio luego, pude escuchar como los policías cruzaban la cerca y se aproximaban a la puerta de la casa. Mi corazón estaba latiendo con mucha intensidad, si abrían la puerta, la que me iba a caer sería sin duda grande.
Era una fortuna que ella todavía no pudiera ver mi rostro, me puse detrás de ella y la sostuve con fuerza detrás de mí, su pequeño trasero hizo contacto con mi pantalón a punto de estallar.
–Diles que todo está bien. –
Quité su cabello del camino y comencé a lamer su cuello suavemente, finalmente, ella se estremeció, lo sabía, podía disfrutarlo si se olvidaba por un momento de que estaba casada. Había que convencerla, de todos modos.
–Tienes la piel tan suave. –
Le dije, subiendo una de mis manos para acariciar uno de sus pechos.
Tocaron la puerta.
–¿Hay alguien allí dentro? –
Preguntaron desde fuera. Sin soltarla, comenzamos a caminar hacia la puerta, a cada paso que daba, su trasero rozaba una y otra vez mi pene, el tocar su pecho me permitió darme cuenta de que su corazón también estaba acelerado.
–¿Por qué me haces esto? –
Preguntó ella, lloriqueando. ¿Todavía no se hacía a la idea? Que señora tan problemática, presioné mi pene contra su trasero y ella volvió a estremecerse.
–Tu querías esto. –
Respondí. Solo deseaba que no fuera a reconocer mi voz, aunque, bien pensado, yo apenas si le había dirigido la palabra un par de veces.
–No es verdad… yo… no es cierto… –
La policía de nuevo habló.
–¿Está todo bien allí dentro? –
–¿Por qué no abres la puerta? Y dejas que te vean en este estado tan vergonzoso. –
Pregunté, ella se estremeció mientras yo presionaba sus pechos una y otra vez.
–No… por favor… –
Gimoteó ella, ahora estaba hablando más silenciosamente, soplé su oreja un poco y aproveché que tuvo un sobresalto para acomodar mi pene por debajo del pantalón, en medio de su trasero, su delgado vestido dejó sentir el calor que ella estaba acumulando entre ellas
–¿Hay alguien allí? –
Volvió a preguntar el policía desde fuera.
–Yo… yo estoy… aquí… –
Respondió finalmente la señora, con voz trémula y respirando pesadamente.
–Señora, nos informaron que habían visto algo sospechoso ¿Está todo bien allí dentro? –
Preguntó el policía. Yo bajé el cierre de su vestido, que cayó de sus hombros y se detuvo en su antebrazo, dejando ver el sostén que llevaba.
–Está… todo bien… muy bien… –
Respondió la señora, pasé mi nariz por su espalda ahora desnuda.
–¿Necesita que abramos la puerta? –
Preguntaron desde afuera, yo no tuve que decir nada, ella se negó desde el principio.
–No, claro que no… es decir, estoy bien… estoy… ocupada… márchense por favor. –
Vaya, que tipos tan insistentes, ¿Qué no se daban cuenta de que esta mujer estaba gozando de lo lindo aquí dentro? Lo digo porque con la mano con la que sostenía su cintura, levanté su vestido un poco y la metí entre sus piernas, estaba húmedo y caliente, y ya había empezado a palpitar, exigiendo ser usada.
Bueno, para eso es que estaba yo aquí.
Escuchamos como se daban la vuelta y se marchaban, aquello estuvo muy cerca, por suerte, esta mujer había cedido una buena parte de su auto–control.
–Ya se han ido. –
Apuntó la señora, quien con trabajos podía formular sentencias completas. Luego volvió a las preguntas.
–¿Qué es lo que buscas? ¿Por qué está pasándome esto? –
Analizando un poco la situación, y esto lo hice antes de empezar, era muy lógico que la señora estaría necesitada luego de todo este tiempo sin su esposo, así que bueno, eso fue lo que usé. No parecía que fuera a callarse pronto, de todos modos.
Esta vez, con un poco de confianza en que la señora se dejaría llevar, le susurré al oído, intentando soplar un poco.
–Tu querías esto ¿No es cierto? –
Ella tuvo de nuevo un sobresalto, puede que fuera mi impresión, pero su trasero comenzó a rozar mi entrepierna intencionalmente.
–No… –
Respondió ella, presioné sus pechos un poco, y, sin hacer mucho movimiento, quité su ropa interior del camino para poder tocar su vagina directamente. Estaba totalmente mojada a este punto.
–Pero mira como está esto… no estas siendo sincera. ¿Por qué no lo admites de una vez? –
–Pero… soy casada… mi marido… –
Era obvio que eran pretextos porque ella ya no estaba intentando liberarse, lo cual era una pena en realidad, porque era divertido forzarla un poco, pero ya no había necesidad de ello.
–Puedo irme ahora, si lo prefieres. –
–Yo… Nadie lo sabrá ¿Cierto? No… se lo dirás a nadie. –
–Soy un fantasma… no podría hacerlo aunque quisiera. –
Mentira por supuesto, pero seguro que ella ya no pensaba con suficiente claridad, y también era evidente que ella lo creyó desde el principio.
–Estoy tan sola… –
Dijo, pegando su cuerpo al mío, yo dejé de acariciar sus pechos para bajar mi cierre y liberarme de aquella molesta situación, en cuanto mi pene estuvo libre, ella lo tomó con una mano y lo condujo a la entrada de su vagina.
–Despacio… sé amable… por favor. –
Dijo.
Si algo me agradó de todo esto, es que ella ni siquiera intentó voltear, algo me dice que ella había estado… esperando por algo así, quizá desde antes de que le contaran lo del fantasma, antes de que su marido saliera de viaje.
Los hombres tenemos todos fantasías raras, pero creo que si algo está dentro de las fantasías de una mujer casada, es precisamente, no estar casada. Déjenme explicarme, una fantasía como la que yo representaba, estaba ligado dentro de su pensamiento a la época en la que podían hacerlo con quien quisieran, a la época en la que solo se trataba de ser atractiva.
Confinadas dentro de una casa, normalmente solas, seguro que poco a poco iba creciendo una especie de… nostalgia por el tiempo en que ellas se sentían importantes. No digo que ninguna mujer quisiera estar casada, solo que… no creo que esa parte de Kamine, por ejemplo, muriera en Kamine en cuanto ella contrajera matrimonio. Quedaba relegada a segundo término, en tanto el marido y los hijos distrajeran su atención pero… estando solas, seguro que esa parte de ellas despertaba.
Quizá era eso lo que me permitía actuar con esa libertad con la que hacía estas cosas.
Lo digo porque, la señora actuó como si fuera mi novia, y a pesar de que no tenía un cuerpo excepcional, ni parecía muy experimentada de todos modos, era una de las mujeres más ardientes que yo he conocido. Quizá el tener sexo conmigo, le permitió recordar un poco, cómo era ella antes de que todo esto pasara.
Terminó dos veces mientras lo hacíamos, y se quedó dormida en el sofá luego de eso, no quiso prender la luz, ni intentó saber quién o qué era yo, terminamos, y sosteniéndose de la pared, caminó sin voltear hasta caer sobre el sillón, y se quedó dormida.
Creo que tuvo miedo de arruinar su propia fantasía. Para mí era muy excitante, para ella era muy dulce.
Por ello pienso que lo que hago, no esta tan mal después de todo.