Haru No Yurei - Volumen 1: 24. Monstruo sin corazón
Akane me miraba sin entender nada. Yo volteé a todos lados, buscando en vano por algo que me excusara.
–No deberías estar aquí… cerramos hace media hora… Otagane–san. –
Me dijo ella, cruzando los brazos.
–Lo sé… –
Respondí, bajando la cabeza.
En ese momento, llegó un mensaje a mi celular que yo no pude leer.
–¿Qué hacías? … Tu… no tomaste nada ¿cierto? –
Preguntó Akane, con los brazos cruzados, quizá creyendo que estaba robando.
–¡Claro que no! –
Respondí, ofendido. Luego ella miró a las escaleras.
–¿Subsiste las escaleras? –
Ella tragó saliva cuando preguntó eso. ¿Sabía lo que estaba pasando arriba? No tenía tiempo de preguntármelo, ni forma de pensar en ello, solo quería salir de allí.
–Yo… me quedé atrapado aquí dentro… no sabía que hacer… buscaba al guardia. –
Guardia al que por cierto, por supuesto que no podía haber encontrado en todo este tiempo, porque estaba en la habitación, con la madre de Akane y ahora ambos lo sabíamos.
–¿Por qué no… me preguntaste? Pasaste por aquí antes… si subiste las escaleras… –
Esa chica no me comprendía ni un poco. Parecía que éramos de mundos distintos. Yo bajé la cabeza.
–Tu sabes por qué no te pregunté. –
Respondí.
–¿Viste algo? –
Preguntó ella, ahora preocupada, y vadeando, por supuesto, el tema de que me había rechazado. O quizá solo decidió que tenía que concentrarse en lo que era importante.
–Creo que… –
–No lo comentes. –
Respondió ella, autoritariamente, alzando la cara y tratando de mantenerse firme, aquello me comprobó que Akane sabía lo que estaba pasando allí arriba. No creo que, conociéndola, le agradara mucho la idea.
Llegó un nuevo mensaje a mi celular, el sonido del celular le molestó.
–Parece que tu novia te está esperando. –
Apuntó ella, haciendo una señal con los ojos para que mirara mi celular, yo negué con la cabeza.
–¿Podrías… abrirme la puerta? –
Pregunté.
Bien, las prioridades son así, escape primero, pechos después.
Akane suspiró.
–Te creeré por esta ocasión, no creo que seas un mal chico, ahora vete a casa, y no des problemas. –
Dijo, tomando un juego de llaves y guiándome después por un pasillo hacia una pequeña puerta, que imagino era por la que salían los empleados.
–Gracias. –
–Hablaremos después. –
Anunció ella, dándose la vuelta para dejarme pasar. ¿De qué íbamos a hablar? Me preguntaba.
Ahora Akane pensaba que yo era un ladrón. De todas las malas opiniones que ella podría tener de mí, esa era la única que no me gustaba para nada. Salí después de eso y ella me dirigió una sonrisa amarga cuando me di la vuelta para despedirme, agitando la mano.
Luego de que escuché que cerraban la puerta, respiré aliviado, y fue entonces cuando me encontré con Kamine, quien estaba bastante alterada.
–Pensé que te habías metido en un problema ¿Sabias? –
Preguntó Kamine, desesperada. Yo estaba bastante contento por la forma en que había salido de allí, por lo que no lo pensé demasiado.
Asentí con la cabeza.
–¿Qué quieres decir con que se te adelantaron? –
Preguntó Kamine después, mientras íbamos de regreso.
–Había alguien con la señora, digamos que no estaba precisamente trabajando. –
Kamine se llevó una palma a la cabeza.
–Genial. Ahí va nuestro pase a la grandeza. –
Dijo ella, yo la miré, entrecerrando los ojos.
–¿Por qué lo dices? –
Pregunté, Kamine me explicó.
–No había forma que eso no se hiciera público ¿Lo ves? Esa mujer es una especie de celebridad en el vecindario, es amiga de todas y todas la conocen, algo así como yo, pero en casada. –
Explicó.
–No creo que seas una celebridad. –
Le dije, mirándola de reojo. Estaba un poco enfadado con ella en realidad. La cosa pudo haberse puesto muy mal para mi si no hubiera sido porque Akane parecía en realidad molesta de saber lo que estaba pasando allí arriba.
¿Se molestó porque me enteré? Imposible saberlo en este momento.
–Cállate, déjame soñar. –
Respondió Kamine.
–El caso es que si algo así le ocurriera a ella, no habría forma de que todas las otras mujeres no lo supieran y no lo creyeran… pero parece que ella ha estado haciendo de las suyas durante el tiempo que su marido no está… debí haberlo sabido. –
Explicó Kamine, bajando la cabeza y batiéndola con desesperación.
–Akane estaba allí. –
–Sí, ya me lo dijiste, ahora deja de molestar con eso, o le diré a Mizore que la quieres dejar de nuevo. –
Respondió ella.
–¿Por qué iba a hacer eso? –
Pregunté, algo alarmado.
–Oh, tu siempre estas, Akane esto, Akane el otro, tengo la impresión de que todavía te gusta. –
Se quejó Kamine.
–No es que todavía me guste, solo… no me gusta la idea de que ella esté allí ¿entiendes? No quiero verla, es todo. –
Respondí, pero hasta para mí era obvio que era una mentira. Había algo allí, eso cualquiera podría verlo, pero ¿Qué era ese algo? Ni siquiera yo mismo podría decirlo.
–Muy bien, plan B entonces. –
Dijo Kamine suspirando.
–¿Hubo un plan b todo este tiempo? –
Pregunté, enfadado.
–Sí. –
Respondió Kamine, encogiendo de hombros.
–Pero no te gustará. –
Agregó. Yo me llevé la palma a la cabeza.
Volvimos a nuestra casa después de eso, y después de eso envié un mensaje a Mizore diciéndole que esperaba que le fuera bien en la escuela mañana y me acosté a dormir. Kamine había dicho que tendría que recolectar algo de información primero. Así que decidí simplemente no pensar en eso.
Después de eso, y de un día normal del escuela, en el que no ocurrió nada digno de mención, fui a mi trabajo en la panadería. Tanto Sanae como Minase estaban allí, yo traté de hacer mi trabajo normalmente. Fue mientras me ponía el delantal, que Minase se acercó.
–Espero que tengas un buen día, yo y Onee–chan nos vamos, pero… alguien me pidió que te entregara esto. –
No necesitaba decir “alguien” todos sabíamos de quien estaba hablando.
–,Me alegra que te lleves mejor con tu hermana, Minase, gracias. –
Le dije, cuando ella me extendió un sobre color amarillo y lo guardé en mi delantal.
Después de aquello, Minase y su hermana se fueron. Sanae me dirigió una mirada significativa, pero aparte de sonreírle, simplemente fingí que nada había pasado y volví a mi trabajo. Luego de un rato de eso, mientras esperaba a que el pan saliera del horno, tomé el sobre y lo abrí.
Era un Haiku.
“La flor se deshoja
Por el aguijón de la abeja
La que antes era niña, sonríe”
Eso era todo lo que decía el papel, no era demasiado descriptivo, pero si era muy indecente, al menos desde mi punto de vista. Otra cosa es que ella se hubiera decidido a mandar esto en vez de una nota de amor. Quizá supuso que si no sabías lo que significaba no lo entenderías, en cuyo caso, solo ella y yo lo entendíamos del todo.
Trabajé el doble de duro para tratar de olvidar el problema que su “poema” me provocó en la entrepierna.
Habiendo pasado un rato después de eso, Minase y Sanae regresaron a la panadería, parecía que habían ido a algún sitio las dos. A decir verdad me alegraba un poco que ellas parecieran llevarse mejor, eso no lo dudo. Sanae se quedó hablando con su padre mientras Minase entraba a donde estaba yo, terminando de lavar unas charolas para pan.
–Es bueno ver que te llevas mejor. –
Comenté, Minase negó con la cabeza.
–No es cosa mía, ella ha dejado de tratarme como si fuera una niña pequeña, yo nunca dije que me desagradara mi Onee–chan. –
Dijo ella, estaba comiendo un helado.
–Si te quedas aquí se derretirá. –
Comenté, acomodando la última charola.
–¿Quieres que me vaya? –
Preguntó ella, mirándome de forma extraña. No creo que pretendiera hacer cosas sucias ahora mismo, su padre y su hermana mayor estaban a unos pasos. Aun así, ella sonreía como si esperase algo.
–¿Qué ocurre? –
Pregunté. Minase se dio cuenta de que estaba esperando en vano y se llevó una palma a la cabeza.
–¿Leíste la carta siquiera? –
Pregunto ella. En ese momento, recordé que su padre había mencionado que Minase apoyaría a su amiga.
–La leí, pero no es como que pueda decir mucho de ella… es un poema, después de todo. –
Lee extendí la nota a Minase, teniendo cuidado de no mojarla con las manos, ella la miró y suspiró.
–Le dije que fuera clara. –
Comentó ella, entre dientes.
–Cada quien a su manera. –
Respondí, encogiendo de hombros.
–¿Te gusta? –
Me quedé penándolo un momento, supuse que la conversación iba dirigida al punto en el que Kurimo debería hablar de sus sentimientos, pero con la situación en la que estaba, prefería que ella se tomara su tiempo, mucho tiempo, de ser posible.
Eso no quiere decir que la encontrara fea.
–Sí, un poco. –
Respondí, encogiendo de hombros.
–Yo he prometido que la apoyaría. –
Comentó Minase “casualmente” Así que a eso había venido, sonreí para mí mismo.
–Tú también eres linda. –
Respondí. Ella me miró con la cara roja.
–Cállate, mentiroso. –
Respondió Minase.
–¿Ahora qué pasa? –
–Nada… es solo que… ella tiene los pechos grandes… y tu dijiste que eso no importaba. –
Respondió, pero… su coraje parecía diferente a los de las últimas veces. Parecía más… artificial.
–No son sus pechos, tu mejor que nadie sabes eso. –
–Pero los tiene grandes. –
Replicó.
–Sí, yo nunca dije que me gustaran solo los pechos pequeños. –
Comenté, haciendo el suficiente ruido con los trastes para que no nos escucharan allí fuera.
–Ella ha pensado mucho en ti… aunque… sólo haya podido sacar esto en limpio. –
Dijo, mostrando la nota con desdén.
–¿Tu estas bien con ello? –
Pregunté, algo confundido. Quizá estaba mirando las cosas del lado equivocado, pero ella se había molestado mucho cuando dejamos de vernos.
–He aprendido mucho de ti. –
Respondió, dándose la vuelta.
–Y eres alguien especial para mí, no voy a negarlo, calmaste muchas inseguridades que yo tenía, y… creo que has estado haciendo lo mismo con Onee–chan. –
Explicó ella, mirándome de reojo por unos momentos. Tosí para recuperar la compostura.
–Pero… ese no es para nada el modo en que Hatami–chan piensa de ti. –
–Ella está pensando en algo diferente sobre esto. –
Agregué, Minase asintió.
–¿Qué piensas de ello? ¿Está siendo ilusa? –
–No puedo decir que esa ilusa, ni siquiera creo que sea su culpa pensar de esa forma. –
Minase volteó a verme.
–Tú y tu Onee–san son distintas, no diré que esas cosas no son especiales para ustedes porque sería mentira, pero hasta yo me di cuenta de que lo que tu pensabas de esas cosas no se parecía en nada a lo que pensaba Hatami–chan cuando decidió que era una buena idea. Te lo dije antes, no debiste forzarla. –
–Me engaño diciendo que quería aprender… Hey, le llamaste “Hatami–chan” le diré eso… seguro que me compra un jugo mañana. –
Se interrumpió.
–¿Tan feliz se pondrá? –
Pregunté, con una sonrisa extraña.
Llamaron a Minase para que se fuera con su hermana. Sanae no me miraba.
–Se lo dije a Onee–chan hoy, apoyaré a Hatami–chan, ella no estaba contenta, pero creo que lo entendió. –
Eso explicaba por qué no quería mirarme. Ya lo resolvería luego. Después de eso y de que ambas se fueron, terminó mi turno de trabajo y salí de allí. Pensando en que necesitaba descansar un poco antes de irme a casa y prepararme para la escuela de mañana, lo único que pensé fue en ir a la plaza unos momentos y comprar algo de comer antes de ir a casa.
Cuando llegué allí, me senté cerca de la estatua de Kuma–san que estaba afuera de la plaza y comencé a pensar en todo lo que había pasado. Las chicas eran lindas, pero a veces uno tenía que descansar de esas cosas. En esos momentos me di cuenta de que alguien se acercaba.
Era Sushake.
–¿Qué ocurre? No pensé que estarías aquí solo… en domingo. –
Comentó él.
–Lo mismo digo. –
Respondí yo.
–No es que esté solo, he venido a acompañar a mis primos, pero ellos se fueron al estacionamiento por el auto. –
Explicó.
–Ya entiendo. –
Respondí, sin poner mucha atención en ese momento.
–Hay algo que quiero preguntarte. –
Comentó él, yo lo miré, en verdad que los dioses estaban siendo complacientes con él, si me habían puesto justo en su camino.
–Iba a preguntártelo mañana, pero me alegro de haberte encontrado aquí. –
Supuse que era algo importante.
–¿Cuánto tiempo hay que esperar para pedirle a una chica… ciertas cosas? –
–¿Ciertas cosas? –
Pregunté, no estaba siendo para nada especifico, así que no podía responder. Sushake suspiró y se sentó a mi lado.
–He salido con Sakyomi… –
–Ah, de eso se trata. –
Comenté.
–Fuimos al hotel de amor y todo estuvo bien pero… bueno… recordarás que cuando la conocí, la encontramos haciendo… ciertas cosas. Quería intentarlo con ella. –
Explicó.
–¿Te dijo que no? –
Pregunté, extrañado, Sushake negó con la cabeza.
–No estaba seguro de cómo decírselo. No quiero que piense en mi como un mal sujeto, y… no me gustaría hacerle recordar cosas que tal vez no quiera recordar. –
Yo suspiré, esto era patético.
–Escucha, no hay un momento adecuado ni una forma de decirlo adecuada, solo tienes que pedírselo y ya, es simple. –
–Es más simple cuando no tienes corazón. –
Replicó Sushake. Bueno, no lo voy a negar, aunque últimamente esa afirmación se había vuelto bastante falsa.
–Mira, en el peor de los casos, solo puedes fingir que te equivocaste de entrada. –
No quería decirle que Sakyomi me había comentado algo parecido, porque eso implicaría que lo había hecho con ella de esa forma, y si no estaba convencido a estas alturas, terminaría de convencerse, y bueno, es que él era su novio.
–¿Qué haré si se enfada? –
Preguntó él. El auto llegó y dos chicos lo llamaron desde la ventanilla.
–De verdad necesitas ayuda, olvídate de pensar… sólo hazlo. –
Repetí, Sushake batió la cabeza, luego de eso tuvo que irse. ¿Qué me había traído aquí? Pensaba, cerré los ojos un momento.
En ese momento me llegó un mensaje. Por unos momentos pensé que era Kamine con otro de sus planes. A decir verdad no quería acercarme a esas cosas ahora, pero resultó que era el mismo Sushake.
“Hey, monstruo sin corazón. Olvidé decirte que me he encontrado con la chica de la otra vez en la plaza. Si no quieres verla deberías irte de allí.”
¿De qué chica me hablaba? Fue lo que me pregunté en ese momento. Tenía que haber sido obvio, pero por estar pensando en todo lo que me había dicho, no pude relacionarlo. Además de que no esperaba para nada encontrarme con ella casualmente.
–¿Estas solo? –
Esa voz me hizo despertar del limbo mental en el que me hallaba, miré hacia el frente de nuevo, porque estaba mirando al cielo. Allí estaba ella, vestida con una blusa blanca y una falda negra, con su cabello peinado elegantemente hacia un lado. Fui traído abruptamente a la realidad por la voz de Akane, me incorporé como pude, mientras la miraba sonreír.
Ella era el verdadero monstruo sin corazón. No yo.
–No estas feliz de verme, por lo que veo. –
Comentó ella, con esa sonrisa que siempre tenía. Ah, como me gustaría que dejara de sonreír ahora, no era gracioso. Sentí que se estaba burlando de mí.
–¿Sabías que estaba aquí? –
Pregunté, todavía confundido.
–Bueno… podríamos decir que lo supuse, más importante que eso, creo que tengo… un par de cosas que decirte. –
Me dijo ella, sin dejar de sonreír. Admito que lo único que pensé fue “Sakyomi, sálvame por favor.”
–Un par de cosas ¿Es acerca de lo de ayer? –
–Bueno, es que tú sabes que no soy tonta ¿No es cierto? No esperarás que me crea todo aquello de que te quedaste allí por error. –
Respondió ella, acomodando su cabello detrás de la oreja. No parecía enfadada, tampoco parecía amigable, había un muro enorme entre ella y yo, y era un cristal de una sola vista, porque ella podía leer mis reacciones perfectamente, y yo no entendía nada de lo que ella estaba pensando.
–Más importante que ello, mi madre dijo que vio a alguien con una máscara… ¿Por qué llevarías una máscara? Eso no tiene nada de sentido ¿No es verdad? ¿Fuiste a pedir al guardia que te sacara usando una máscara? –
Explicó ella.
–¿Qué es lo que quieres comprobar? –
Pregunté. Aquello fue un grave error de cálculo, pero no entendía porque Akane había escogido decir todas esas cosas ahora. Tampoco parecía querer llamar a la policía. ¿Es porque sabía lo de su madre y el guardia?
–Antes que nada, quiero que admitas que no estabas buscando ayuda. –
¿Quería tener la razón?
–Eso no tiene sentido a estas alturas. ¿Por qué me dejaste ir si sabías que mentía? –
Retrocedí, estaba acorralándome. Esto sería mucho más fácil si me decía qué era lo que quería. Pero Fumishi Akane jamás decía lo que quería. Ella se llevó un dedo a la barbilla, pensativa.
–Podríamos decir que me apiadé de ti. –
Dijo ella. Aquello me golpeó mucho más duro que cualquier cosa que ella me hubiera dicho.
–Bueno, pues gracias, creo. –
Respondí, tratando de sonreír para que ella no se diera cuenta de que estaba enfadado. Por supuesto que se dio cuenta, es decir, es Akane de quien estamos hablando.
–¿Eso te hace enfadar? No ha sido mi intención, no vine aquí a pelear contigo, Otagane–kun. –
Aseguró ella, parecía sincera. Yo solo quería irme de allí.
–No diré nada de lo que vi, si eso es lo que quieres saber. –
Ella hizo un gesto con la mano, como si no fuera la gran cosa.
–Oh, no me importa eso para nada. Mi madre es una mujer adulta, ella sabe lo que hace, sabe que está mal, aun así lo hace. ¿Qué tenemos que ver tu y yo con eso? –
Es que eso es lo que cualquier chica NO diría. Cualquier persona hubiera tratado de proteger la reputación de la señora. Pero ni aun entonces quitó esa sonrisa de su rostro.
–¿No te molesta? –
Pregunté, sonriendo ahora yo. Es que si era muy raro. Ella lo notó.
–¿Te parece que debería? Lo único que me molestó al respecto fue que mi hora de la cena se retrasó pero… basta de hablar de mí. –
Repuso Akane. Se acomodó su falda que se movió un poco con el viento. Todo ello sin perder una miserable pizca de gracia y elegancia.
–Quiero saber ¿Qué estabas buscando? –
Preguntó ella.
–No buscaba nada. –
Repliqué. Ella suspiró.
–Deja de mentir, no soy tu enemiga. Creo que te lo demostré cuando simplemente te dejé ir, no hice preguntas porque sabía que no era el momento. –
–No se trata de que piense que eres mi enemiga. –
Le respondí. Akane negó con la cabeza y suspiró, como recuperando la compostura, la cual ella no había perdido.
–Algo no encaja allí. Si no me piensas como a una enemiga ¿Por qué no te acercaste a mí en primer lugar? Se supone que me estas evitando, no sé porque, pero siempre pareces no querer hablar conmigo… dime entonces, Otagane–kun ¿Por qué sigues apareciendo de la nada? –
–Tu viniste hasta aquí esta vez. –
Le respondí. No era mi culpa, no importaba como lo vieras.
–Tuve que hacerlo, tuve que buscarte. De otro modo me tomarías desprevenida justo como todas las otras veces… tarde o temprano, aparecerás de nuevo… a eso vine. A preguntar ¿Cuándo será eso? ¿Cuándo volverás a aparecerte de la nada diciendo “casualidad”? –
Preguntó ella, creo que Akane pensaba seriamente que estaba acosándola o algo así.
–No lo hago porque quiera, te juro que todas esas ocasiones han sido solo casualidades. –
–¿Incluso cuando me paseaste a tu novia en la cara? –
Preguntó ella. Ahí estaba la verdadera razón. Lo sé porque en ese momento ella se puso seria, su sonrisa se desvaneció. Aunque, bueno, la recuperó en seguida.
–No quise decir eso, olvida que lo dije. –
–Incluso en ese momento, no sabía que estabas allí. –
Ella se dio la vuelta.
–Creí que podríamos entendernos de algún modo, Otagane–san, pero eres igual de horrible que siempre. –
No puedo describir la escena, pero estaba claro que “horrible” era el peor insulto que ella conocía, tenía los puños apretados y no se volvió para mirarme.
–Habías dicho que amabas a todo el mundo… –
Respondí, fingiéndome desanimado. Ella volteó a verme, supongo que sabía que me estaba burlando de ella, aunque ahora yo bajaba la cabeza para ocultarle mi sonrisa.
–Es cierto, amo a todo el mundo… excepto a ti. –
Dijo Akane, y sin más, se marchó.
Soy un monstruo sin corazón. Lo sé.