Haru No Yurei - Volumen 1: 29. “Vete al infierno, Toshikane.”
“Pues ya no te ayudaré” Fue lo que susurró Akane antes de abrir la puerta.
El señor nos dijo que nos quería a los dos en la sala al momento. Luego volvió a salir. Creo que no hizo falta mucho para que él se diera cuenta de lo que había pasado. El olor, las manchas en el suelo de sangre y semen y jugos de amor de su hija… el estado a medio vestir en que nos encontró.
Etc… etc… etc.
Una vez abajo, el señor comenzó con todo.
–Quiero que ambos me digan ¿Quién les dijo que tenían el derecho de faltarle así el respeto a esta casa? –
Preguntó el hombre, estaba colérico. La madre de Akane intervino en favor de su hija antes de que está pudiera responder.
–Este sujeto abusó de tu hija, deberías protegerla, no regañarla… –
Fue todo lo que pudo decir, el señor se puso de pie.
–¿Abusó de ti? –
Preguntó el señor a Akane. Si Akane decía que había abusado de ella, yo estaba perdido.
–Sí, Otou–sama. –
Maldita hija de…
La señora se puso de pie ahora.
–Llamaré a la policía. –
Dijo la señora, tomando el teléfono, pienso que la señora estaba tratando de salvar a toda costa el cuello de su hija, porque bueno, aparte de que era su hija, y que era lo lógico, también estaba el asunto de que su hija sabía acerca de los encuentros que su madre tenía. Una mano lava a la otra, eso dicen. Pero el señor no era estúpido.
–Espera, mujer. –
Respondió él.
–Akane… mírame a los ojos… no puedes mentirme en esto… ¿Abusó de ti? –
Akane volteó a verme, luego volteó a ver a su madre, y asintió con la cabeza. A decir verdad, pensé que estaba perdido.
El señor se llevó las manos a la cara, sentándose por un momento.
–¿Qué he hecho? –
Preguntó a la nada. Akane dio un paso al frente, sin mirarme, mirando solo a su padre.
–Otou–sama. –
Llamó, el hombre se puso de pie de nuevo y miró a su hija con desagrado.
–No me llames así, tu eres una desgracia. –
Aquello dejó helada a Akane y a su madre, quienes no supieron por qué el señor actuaba así, ni yo sabía porque estaba actuando de esa forma, a decir verdad.
–Pero… –
Akane replicó con lágrimas en los ojos.
–Presiónale el hombro al chico. Con fuerza. –
Akane obedeció, con miedo primero, pero cuando su padre volvió a llamarla apretó. Fue como si me hubieran dado un martillazo en el hombro, fue un dolor tan intenso que me hizo caer al piso. El señor Fumishi miró a su esposa, sarcástico.
–Pues a mi parecer tu hija no se resistió demasiado. El chico sigue lesionado ¡Porque lo arrollé con el auto ayer en la mañana! –
Dijo el hombre. Eso tenía sentido para mí, y sonreiría si no fuera porque estaba tratando de no llorar por el dolor.
–Puede estar fingiéndolo… –
Replicó la mujer.
–¡Soy un maldito doctor! –
Se quejó el señor.
–¿Crees que no sé cuando alguien finge dolor? ¿Me llamas estúpido? ¿Es eso? –
–No… –
Respondió la señora.
–Pues por lo visto todos aquí piensan que soy un estúpido, lo creo posible de él, el chico es un extraño, que cree que es listo cuando es idiota, pero ¿Mi familia llamándome estúpido a la cara? –
Nunca me había dado tanto gusto que me hubieran llamado idiota. ¡Jódete Akane!
El señor suspiró y miró a su hija, quien ahora temblaba.
–¿Y tú? ¿Por qué le mientes así a tu padre? ¿No te lo he dado todo acaso? ¿No te he dicho antes que mentir no está bien? –
–Perdón padre… no quise hacerlo… tengo miedo… –
Ahora usaba el chantaje, lo digo porque tenía lágrimas en los ojos. Su mujer intervino también.
–No es que quisiéramos faltarte el respeto, te lo aseguro… pero mira a tu hija, está asustada… no la desampares. –
El señor negó con la cabeza.
–No, por supuesto que no voy a desampararla, pero no puedo decir que lo que hizo estuvo bien, mucho menos condonarlo como si no hubiera pasado nada. ¿Qué ocurre si está embarazada? –
Preguntó, mirando a Akane, quien solo bajó la cabeza.
–¿Quieres enviar al chico a la cárcel sin saber eso? –
–No… por supuesto que no… pero… –
Respondió la señora. Akane no levantó la cabeza para nada. “por supuesto que no” los cojones. A ella le importaba muy poco lo que pasara después de hoy. Eso era visible para mí y por supuesto que su marido también podía verlo.
–Bien, todo lo que hacemos tiene consecuencias, y esta no va a ser excepción. –
Dijo el señor, mirando a Akane, quien asintió con la cabeza.
Lo cierto es que era muy obvio que el señor estaba herido por el modo en que su esposa y su hija lo habían tratado, pero no creo que las odiara, por otro lado, seguro que a mi si me odiaba.
–Y tu… El haberte herido con el auto puso culpa en mi cabeza… quizá de haber sido más sincero conmigo mismo habría recordado que eres un joven. No debí confiar en ti, no se puede confiar en un hombre joven cuando se tiene una hija. Mi error, pero yo me he hecho responsable de lo que hice, y espero que hagas lo mismo. ¿Entiendes? –
–Sí, señor. –
Respondí. ¿Qué otra cosa podía decir? Ignoro porque estaba siendo tan benevolente conmigo. Cualquier otro hombre me había golpeado. O habría llamado a la policía.
–¿Y tú? ¿Qué puedo decirte, hija? No estoy orgulloso, es cierto, pero… eres ya una mujer. Lo entiendes ¿Verdad? –
Preguntó el hombre.
–Sí, Otou–sama. –
Respondió Akane, bajando aún más la cabeza.
Pero yo pienso que en ese momento los dioses decidieron que necesitaba un cambio de vida.
Aunque en realidad, puede que lo que hayan querido decir fuera “Vete al infierno, Toshikane.”
–Muy bien, me alegra que lo entiendan, ambos, joven, como dije antes, necesitabas recuperarte para poder ir a casa, y viendo que estas totalmente recuperado, creo que puedes irte hoy. –
–Sí, señor. –
Bajé la cabeza.
–Akane, hija, toma tus cosas, te vas con él. –
Dijo, poniéndose de pie. Espera ¿Qué?
–Eso no… –
Iba a replicar, pero el señor me dirigió una fulminante mirada, como si quisiera decirme que las consecuencias podían ser peores que esto en caso de replicar.
–Eso no… me lo esperaba. –
Le dije, arreglando mi negativa, o mi posible negativa, yo ya no sabía.
–¿Por qué? Tú la tomaste ¿No es cierto? Si la tomaste para ti, es porque la querías para ti… bien, es tuya. Confío en qué cuidarás de ella. –
Akane se lanzó a las rodillas de su padre, llorando.
–Otou–sama, no puedes hacerme eso… yo… –
–Yo no he hecho nada, tu eres quien escogió a este hombre ¿No es así? Como dije, es momento de que te hagas responsable. –
Respondió él. De una o de otra forma, incluso aunque pienso que obviamente intentó que su… moralidad no tomara parte en la decisión, su comportamiento fue en todo momento el de un hombre recto. Aterradoramente recto.
–Pero… no lo quiero… es un animal… no quiero nada con él. –
–No hables así, estoy seguro de que algo importante tiene, ya que sin ningún esfuerzo y en un par de días le entregaste lo más sagrado que tenías. –
Akane volteó a verme, con el rencor grabado en sus gestos. ¿De que servía ahora? Me preguntaba yo. De nada. Nada de lo que ella o yo dijéramos iba a cambiar este hecho, porque seguro que si yo me negaba iría a parar a la cárcel, y si ella se negaba le esperaba un destino igual de horrible.
–Tienes media hora para tomar tus cosas, Akane. –
Repitió su padre.
–Por favor, no me hagas esto… yo… –
–¡Basta! –
Akane se quedó callada.
–Ya estoy siendo todo lo amable que puedo ser con ustedes dos. ¿Es acaso que estas desafiando mi decisión? Tu tomaste tu decisión cuando te entregaste a este hombre, hazte responsable de una maldita vez. –
Se quejó su padre, La madre de Akane, que estaba a punto de replicar, se quedó callada. No importaba como lo miraras, el señor tenía razón.
Akane se dio la vuelta y subió las escaleras, yo suspiré.
Ella no le dijo que sabía que yo tenía una novia. Hubiera sido estúpido de su parte decir “me acosté con él sabiendo que tiene novia” es cierto, pero, quizá eso la hubiera salvado. ¿Tan lejos estaba dispuesta a llegar por no decepcionar a su padre? Me preguntaba en ese momento.
Para el señor, todo esto se había tratado de algo muy parecido a amor a primera vista, puede que por ello no se diera cuenta de las fallas en su idea. Si era amor a primera vista, entonces no había nada que temer en realidad, ambos estábamos “parcialmente de acuerdo”. Otra cosa es que él quizá no habría podido aceptar que Akane se acostó conmigo movida por quien sabe que cosas, ni que yo tenía otros compromisos.
–Sírvele de cenar a tu nuevo yerno, mujer. –
Dijo el señor, tallándose la frente, la señora me miró con odio, pero no dijo nada.
–Bienvenido a la familia, supongo. –
Comentó el señor, quizá sabiendo lo difícil que era aceptar esto para todos, pero nada le iba a sacar a este hombre la idea de la cabeza, de que así es como se deben hacer éstas cosas. Eso estaba más que claro.
–Gracias… –
Bajé la cabeza, mis sentimientos dejaron de importar cuando el señor se recargó en la mesa.
–Me has hecho pagar muy duro el haberte arrollado, hijo. –
Dijo el hombre.
–Esa niña es la luz de mi vida. –
Agregó. Eso me golpeó. En ese momento todo lo que yo hubiera sentido por Akane se desvaneció. Nada se comparaba al sentimiento de ver a este hombre en ese estado. Él no había hecho nada, y ahora estaba obligado a entregarle a un desconocido una parte muy grande de su alma.
Puede que para mí Akane no significara mucho en realidad, no era diferente a todas aquellas chicas que había en el mundo. Es cierto que tenía mis asuntos con ella, es cierto que la odie muchas veces, y la ame muchas veces también, estuve loco por ella, me rechazó, me humilló… me gustaba también, pero para este hombre, era su hija, quizá a la que más quería. No había comparación.
–Todos debemos hacernos responsables de lo que hacemos, eso me incluye… dime ¿Qué dirán tus padres cuando se enteren? –
Preguntó él.
–Si estuvieran vivos, puede que dirían lo mismo. –
Respondí, bajando la cabeza. El señor sonrió amargamente.
–Ya entiendo. Lo siento mucho. –
–No se preocupe, la cuidaré bien. –
Aseguré, luego de eso, la señora nos sirvió de cenar.
–Harás infeliz a tu hija… –
Se quejó la señora, mientras le ponía los platos.
–Eso no depende de mí, sino de ella… y ella escogió esto. –
Respondió el señor, batiendo la cabeza. Como dije, nadie iba a sacarle a este sujeto la idea de que no había opción, era solamente demasiado recto. Por ello y por mirar de frente el dolor que le producía la partida de su hija, fue que acepté mi castigo.
Ya vería que pasaría con todo lo demás. Eso no era importante ahora. Después de que terminamos de cenar, Akane bajó con un par de maletas.
El señor se puso de pie.
–Bien… no hay para que prolongar esto… si no te importa, Toshikane–kun, me gustaría llevarlos personalmente ¿Esta eso bien para ti? –
Preguntó. No entendí porque había decidido cambiar la forma en que se refería a mí, pero si entendí que quería saber en dónde iba a vivir su hija.
–De acuerdo… –
No podía negarme a nada de lo que me dijera en ese momento. Suspiré, y como si estuviera a punto de saltar de un precipicio, al abrir la puerta solo pude decir:
–Aquí vamos… –
Dije. Akane se aceró a mí.
–Te odio. –
Me susurró. Yo bajé la cabeza. Tenía razón en odiarme, estaba arruinándole la vida justo ahora. Pero ¿Qué quería que hiciera? No había nada que hacer en este momento, solo aceptarlo.
Nos subimos al auto y arrancamos, nos sentamos el uno al lado del otro y el señor que iba conduciendo nos miraba por el retrovisor.
–Sonríe, hija, no es un funeral. –
Le dijo el hombre. No sé si estaba burlándose, si estaba diciéndolo en serio, o si se supone que eso fuera lo que decía, quizá pensó que Akane estaba solo nerviosa. Yo estaba nervioso.
–Pues como si lo fuera. –
Respondió ella, girando la cara para evadir mi mirada. El señor suspiró. Después de unos momentos, Akane preguntó a su padre.
–¿Seguiré yendo a la escuela? –
Preguntó.
–Eso lo decide tu esposo, no yo… puedo seguir pagando la colegiatura, sin ningún problema, pero lo mejor sería que lo hablaran tranquilamente una vez que estén solos. –
Explicó el hombre, porque Akane ya estaba mirando para presionar por mi respuesta, que… obviamente sería afirmativa.
–Y ¿a casa? –
Preguntó ella.
–Lo mismo… aunque ahora ya no es tu casa, hija mía. –
Respondió su padre.
Y llegamos. No sé por qué sentí alivio al bajarme. Akane se iba a quedar allí de todos modos, conmigo. Esto acababa de empezar.
–¿Quiere pasar? –
Pregunté, al ver que el señor dudaba en bajar o no.
–Sí. –
Respondió Akane inmediatamente.
–Me encantaría, pero… quizá en otra ocasión… –
Respondió el hombre, yo lo sabía, él también tenía que pensar algunas cosas. Y dicho esto, dejándonos en las puertas de la casa, el auto arrancó. Akane se adelantó hasta la puerta de mi (ahora, nuestra) casa, sin mirarme.
–Así que aquí vives. –
Comentó ella, mirando la casa de arriba abajo. Yo no le puse mucha atención, buscaba la llave.
–Me la dejaron mis padres. –
Comenté, solo por si acaso. No quería que ella se enfadara más de lo que ya estaba.
–¿Y eso que? –
Preguntó ella sin interés, cuando abrí la puerta. Ella entró sin decir nada, dejando sus zapatos en la entrada. Luego se volvió hacia mí.
–No esperarás que te prepare de cenar ni nada. –
Dijo ella.
–No importa, tu madre me dio de cenar. –
Respondí.
–¡Qué bueno! –
Akane volvió a girar la mirada. Dejó las maletas en donde estaban y se sentó en el sillón de la sala. Yo no fui tras de ella, era la primera vez que me sentía tan triste al volver a casa. Creo que lo que hice realmente estuvo mal, pero si se lo decía a Akane no dejaría de hincharse en orgullo nunca.
–¿Ya cenaste? –
Pregunté, buscando algo en la alacena, después de todo, su madre no le sirvió de cenar, no que yo supiera.
–No tengo hambre. –
Dijo ella, mirando algo en su celular. Encogí de hombros, eso estaba bien para mí. ¿Cómo iba a vivir con una mujer así? Le mentimos a su padre, o al menos así me lo parecía. ¿Por qué le mentimos? No podría decirlo.
–Solo para que te quede claro, seguiré yendo a la escuela ¿comprendes? Mi vida no tiene por qué cambiar en nada ¡Nada! –
Me chilló Akane, desde donde estaba, sentada en el sillón, con las piernas recogidas y las manos abrazando sus rodillas.
–Sí, si… lo que digas. –
Respondí, tratando de no prestarle mucha atención. En aquellos momentos lo único que podía pensar era en cómo iba a decirle a Mizore acerca de esto, si le diría, si iba a hablarlo con Kurimo–chan, si Kamine estaría de acuerdo o lo que diría al respecto.
–¿Por qué esta todo tan sucio? Hay polvo por todos lados ¿Hace cuánto que no limpias? –
Preguntó ella, mirando a todos lados, no le respondí, apenas si escuché su queja.
–Hey… ¿Me oyes? –
–¿Eh? ¿Qué? perdona… no pude oírte. –
–Dije ¿Por qué esta todo lleno de polvo? –
Preguntó ella. No es que hubiera basura ni nada por el estilo, es que la mayoría de los muebles estaba cubiertos de polvo porque yo nunca los usaba, nunca estaba en casa de todos modos.
–Bueno… –
Iba a decirle eso cuando ella volvió a quejarse.
–¿Hace cuánto que no limpian este sitio? –
Preguntó ella, de nuevo, yo voltee a verla, quizá sin entender que se trataba de que le pusiera atención, o tal vez molesto porque ella estaba siendo tan poco razonable.
–No lo sé, desde que la heredé, yo creo. –
Le dije. Nunca había limpiado los muebles, no sentí que fuera importante. Me di la vuelta después de eso, buscando un número de teléfono, no tenía gas LP desde hacía un par de días, no me importó porque yo siempre comía cosas afuera. Ahora lo necesitaba… también tenía que hablar con Kamine antes de que se diera cuenta y fuera corriendo a decirle a Mizore, no podía estar seguro de nada.
–No te hagas el enfadado conmigo, sé que todo esto es tu culpa, si hubieras dicho que no… –
Voltee a ver a Akane, ella me miró perpleja. Quizá en ese momento se dio cuenta de que no estaba evitándola porque estuviera enfadado. Cruzó los brazos.
–No estoy enfadado. –
Le dije, algo extrañado también. ¿Parecía enfadado? Me preguntaba.
–No esperes tampoco que me ponga a limpiar. –
Aseguró ella, girando la mirada. No sé qué impresión me dio de que ella prefería pelear a ser ignorada, pero… yo no quería pelear con ella ahora.
–No importa, si no quieres limpiar… –
Le dije, suspirando. No iba a haber forma de que ella aceptara todo esto así nada más, y siendo sinceros, yo tampoco quería cambiar de vida ahora y lo mejor era que aprovechara esta situación para tomar mi parte del pastel antes de que terminara de pudrirse.
–Hagamos un trato. Yo no diré nada sobre ti, puedes seguir con tu vida tal cual estaba, no creo que puedas volver a casa ahora mismo, pero… vas a la escuela, sales con tus amigas, puedes tener novio si quieres. No me importa. Y yo sigo haciendo mi vida. –
Akane me miró, por primera vez en todo este tiempo realmente escuchando lo que estaba diciéndole. Creo que entendió que… yo no estaba precisamente contento por ello. Una mirada desconfiada se marcó en sus ojos azules.
–Tampoco puedes tocarme. –
Repuso Akane.
–De acuerdo. –
Respondí, levantando las manos. Aquello era conveniente para mí. Quizá ni ella ni yo nos dimos cuenta de que, el diablo está en los detalles, como dicen, pero admito que en aquellos momentos, parecía algo razonable. Y lo único que podía hacerse.
Creo que, en el fondo de mí, todavía albergaba la esperanza de que su padre se retractara de lo que dijo, viniera aquí, se llevara a su hija y no tener que volver a verla. Pienso que ella también alimentaba esa esperanza.
Suspiré luego de eso.
–Tampoco dormimos juntos ¿verdad? –
Preguntó ella, tal vez todavía a la defensiva.
–No. –
Respondí, sonriéndole un poco, pero ella no sonrió, en lugar de eso, asintió con la cabeza y suspiró. Todavía faltaba saber cómo explicaría a Mizore el hecho de que hubiera una chica viviendo conmigo, pero dejaría ese asunto para después.
–Admito que no eres un horrible monstruo. –
Dijo ella, con la cabeza baja. Espera ¿Cuándo me llamó así? Posiblemente lo había pensado, no dije nada.
–Y perdón por lo que dije antes, es linda, tu casa quiero decir. –
–Gracias, aunque no está muy limpia porque casi no estoy aquí… –
Respondí, y me di la vuelta.
–¿A dónde vas? –
Preguntó ella.
–Arriba, necesito arreglar el cuarto donde vas a quedarte. –
Respondí, y subí las escaleras, mientras me bañaba, pude escuchar a Akane llorar.
Arreglé uno de los cuartos para que ella se quedara, en mi casa sobraban dos, en total eran cuatro recamaras, contando la de mis padres, a la que no entraba, más que para responder el teléfono si estaba aquí arriba. Claro que nadie nunca llamaba, porque vivía solo.
La única razón por la que lo pagaba, era porque venía obligatorio en mi plan de teléfono móvil.
Después de acomodar el cuarto para que no se viera tan desordenado y poner mantas sobre la cama, bajé de nuevo a la sala, pero Akane no estaba allí. Dando la vuelta pude ver que estaba en la cocina y había abierto la alacena.
–En verdad solo tienes esto… –
Comentó ella asombrada.
–Si bueno… compraré más cosas luego… tu cuarto está listo.–
Le dije. Akane volteó y asintió con la cabeza, luego subió sus maletas y cerró el cuarto con seguro desde dentro. Hay que decir que la razón por la que escogí ese es porque todavía tenía seguro por dentro. No sé, pensé que se sentiría cómoda.
Tomé mi celular en cuanto me cercioré de que no saldría de nuevo, solo para recordar que no tenía forma de contactar a Mizore. Quería hablar con ella, realmente necesitaba hablar con ella, pero, el no tener forma de comunicarme me hizo tranquilizarme por la fuerza.
Quizá si intentaba buscarla, tendría problemas ahora. No debería ser tan irracional. Simplemente envié un mensaje a Kamine. Decía:
“Tenemos problemas. Te cuento mañana.”
Y me eché sobre el sillón.
¿Qué va a ser de mi vida?