Haru No Yurei - Volumen 1: 3. Los pechos no lo son todo
Saliendo de la casa de la señora Kaoru, lo único de lo que me dio tiempo fue de darme un baño antes de tener que ir a trabajar, pero con todo lo que había pasado la noche anterior no tuve tiempo de bañarme por la noche.
Y como sin duda se entiende, eso no era bueno.
Después de bañarme, salí con rumbo a la panadería con un poco de prisa.
Cuando llegué allí, Minase estaba sentada cerca de la caja, el señor estaba afuera fumando.
–Ya estoy listo, señor Akiyama. –
Fue lo que le dije cuando lo saludé, el señor asintió.
–Me alegra que hayas llegado muchacho. Nuestra casa no está lejos de aquí, mi esposa te servirá té, por favor. –
Minase salió entonces, al darse cuenta de que yo estaba aquí.
–¿Vas a ser mi tutor? Mi padre dijo que me ayudarías con mis lecciones. –
Comentó ella, parecía alegre, yo asentí.
–Pórtate bien Minase, el chico está haciéndonos un gran favor, debes prestar atención a sus explicaciones, ¿Entiendes? –
–Sí. –
Minase asintió animadamente, luego volteó a verme.
–Nos esforzaremos. –
Aseguré, el señor asintió y entró a la panadería.
–De acuerdo, andando. –
Dijo ella, y comenzó a caminar, yo la seguí.
–La aritmética es la más problemática de todas, y no me gusta mucho, ¿Podemos dejarla para el final? –
Pensaba como una niña pequeña.
–Si es la más problemática yo diría que es mejor si comenzamos con ella. –
Respondí.
Minase bajó la cabeza.
Cuando llegamos a su casa, y luego de que me presentó a su madre, una señora común y corriente, diría yo, comenzamos a estudiar en la sala de la casa.
Después de unos momentos bajó un chico de las escaleras.
–Si mejoras tus calificaciones te compraré un helado. –
Le dijo a Minase, ella levantó las manos.
–Yay, gracias Onii–san. –
Dijo, y volvió a su libro. Así que tenía un hermano mayor.
–¿Es tu hermano? –
Pregunté casualmente, mientras ella sacaba sus libros del colegio.
–Si… va en primer año de instituto… –
Respondió ella, sin prestar demasiada atención.
–¿Él no puede ayudarte? –
Pregunté, no es que no quisiera ayudarla, pero si tenía un hermano mayor…
–Mi madre dice que no es bueno porque él me consiente mucho. –
–Ah, entiendo. –
Le dije.
–Este es mi libro de Química, el maestro dice que tengo que aprenderme las formulas, pero yo no las comprendo. –
Dijo, tratando de retrasar el momento de la aritmética. Tal como había mencionado el señor Akiyama, su madre puso té y galletas en la mesa.
–Gracias señora. –
Le dije, luego continuamos.
Minase no era mala estudiando, pero se distraía con facilidad. Hizo falta devolverla al mundo varias veces, por lo que también tuve que tratar de no hacer preguntas que no tuvieran que ver con lo que estábamos estudiando.
Después de una hora y algo, escuchamos a su madre llamar desde la puerta de la casa.
–Hija, iré al súper con tu hermano. ¿Quieres que te traiga algo? –
Da la casualidad que habíamos comenzado con la aritmética y su nivel de distracción estaba al máximo.
–Repuestos para mi lapicero. –
Respondió ella.
–De acuerdo… veré si los encuentro. –
–Y un borrador con chispitas. –
Agregó mientras la señora abría la puerta de la casa.
Al menos pidió cosas para la escuela, tuve que hacer un esfuerzo por no reírme, porque reírme significaba distraerse.
– Otagane–kun tiene que irse a su hora, no lo distraigas ¿De acuerdo? –
–Si Okaa–san. –
–Tu hermana está dormida en la habitación… cuando despierte dile que me marque por teléfono. –
–Si Okaa–san. –
Y después de todas esas indicaciones, salieron.
Después de unos momentos más, Minase arrojó el lápiz y se recargó sobre la mesa de la sala.
–Me cansé ¡No quiero! –
Dijo. Estábamos viendo algo sobre las ecuaciones, no deberíamos detenernos ahora, pero la verdad es que no le había dado ni un descanso, y faltaba poco tiempo para que tuviera que irme.
–Tenemos que terminar. –
Insistí, sin muchas ganas de presionar, a decir verdad.
–No… ya estoy cansada, no puedo más… avanzamos mucho ¿No podemos parar un momento? –
–De acuerdo, tienes razón, te esforzaste mucho. –
Le dije, ella asintió y se recargó en la mesa un momento, usando sus brazos como almohada. Nos quedamos en silencio unos momentos, iba a preguntar por su hermana (a la que yo no conocía) cuando ella habló primero.
–Oye… hay algo que quiero preguntarte. –
Me dijo de pronto. Yo voltee a verla y asentí.
–¿Tu sabes mucho sobre chicos? –
Sonreí un poco.
–Bueno… soy un chico, no sé si eso sea mucho o poco. –
–¿Por qué los chicos le miran los pechos a las chicas? –
Preguntó de pronto, yo tuve que hacer un esfuerzo para no reírme a carcajadas. ¿Qué clase de pregunta sin sentido es esa?
–Bueno… yo… ¿Tu Onii–san no pudo responderte? –
–Onii–san dice que es porque son tontos, pero incluso Ma–kun, el más listo del salón, parece interesado en esas cosas, Onee–san no me diría, ella no me dice nunca nada porque piensa que soy una niña pequeña. –
Se quejó Minase.
–Bueno, tengo que admitir que el hecho de que sea tonto… –
–¿Cómo sabes si le gustas a un chico? –
No me dejó terminar. Yo suspiré.
–¿Por qué no mejor me dices que ocurre? –
Minase suspiró.
–De acuerdo, pero promete que no se lo dirás a nadie. –
Me dijo, acercándose a mí y susurrándome como si alguien estuviera escuchando.
–De acuerdo, te guardaré el secreto. –
–Hay un chico en mi salón que me gusta, se llama Kagerou, pero él parece interesado en otras cosas, lo he seguido sin que se dé cuenta un par de veces, mientras está con sus amigos, y de lo único que hablan es sobre los pechos. Si tal persona ya tiene pechos, si los de otra son muy grandes… ¿Alguien les dice que se fijen en eso? ¿O por qué parece que es todo lo que les importa? –
Preguntó ella, parecía seriamente preocupada por aquello.
–Mira… el colegio en primer lugar… –
–A Ma–kun le gusta una chica llamada Himezame, ¿Sabes porque? Sólo porque es la chica con los pechos grandes del salón de al lado. –
Se quejó.
–Los chicos de colegio suelen pensar demasiado en esas cosas, está en su naturaleza. –
Yo no era quien para decirlo, yo no era diferente. Lo sé.
–Kirara me dijo que me pusiera relleno en el sostén… pero no es eso como… ¿Mentir? Además ¿Para que los quieren en primer lugar? –
–Pueden… acariciarlos. –
Comenté.
Se me salió lo juro.
Minase me miró con la boca abierta. Su cara se puso roja y evadió mi mirada después de aquello. Fue entonces que me di cuenta de que había dicho una tontería, pero estaba hecho.
–Ahh. –
Dijo ella, como tratando de asimilar la información que le había dado.
Mejor que lo escuche de mi ahora, que de sus padres cuando tenga edad.
Ya estaba en edad a decir verdad, es decir, tenía trece años, quizá catorce, porque estaba en segundo año en el colegio, pero creo que por ser la más pequeña, su familia la trataba siempre como a una niña chiquita. Eso y que sus pensamientos estaban en otro lado.
–Yo… no creo que dejaría a Kagerou acariciarme incluso aunque tuviera los pechos más grandes. –
Comentó.
–En eso tienes razón. –
Le respondí, ella me miró, aun roja de la cara.
–¿Sabes? Una vez… en clase de gimnasia, alguien nos roció a mí y a mis amigas con agua, y estábamos frente a Kagerou y los otros chicos… ellos se fijaron en nuestros sostenes que se transparentaban por un largo rato… ¿Eso es normal? –
Preguntó. Parecía que la duda le carcomía la mente.
–Pues… sí. Es normal, al menos hasta donde yo puedo decir. –
Cada vez, ella hablaba más bajo y se acercaba más a mí.
–Voy a contarte un secreto…Yo… sentí algo raro por la forma en como me miraban, la piel se me erizó, pensé que era por lo frio del agua, pero… cada vez que me acuerdo, me siento extraña… No soy rara ¿verdad? –
Me dijo ella, susurrándome, cosa sin importancia porque estábamos solos.
Hey, estábamos solos.
–Bueno… no lo sé ¿Qué fue lo que sentiste? –
Pregunté, susurrando igual, para que ella se diera cuenta de que entendía que esto no se podía ventilar a cualquier persona.
–Pues… la piel se me erizó… y mi corazón latía con fuerza… y… –
El mío también, lo juro, el mío también.
–Sentí un cosquilleo… ahí abajo. –
Susurró ella.
–¿En dónde? –
Soy un mal sujeto por preguntar eso, pero la verdad es que esta conversación me estaba levantando los ánimos de una forma increíble. A ella pareció gustarle que yo estuviera interesado en saber, lo digo porque sonrió.
–En mi parte especial. –
Susurró.
Sentí la erección presionar contra mi pantalón mientras la miraba balancearse de un lado a otro.
–¿Eso es malo? –
Claro que no era malo, era absolutamente normal, pero… bueno, es que yo quería ver a donde podíamos llegar con esto.
–Bueno… no lo sé… no sé cómo es el cosquilleo, quizá haría falta que volvieras a sentirlo. –
Minase se rio con vergüenza.
–No puedo… –
–Hagamos esto… Yo soy un chico, muéstrame tu sostén, y me dices si lo sientes. –
Propuse.
Era arriesgado, sí, pero valía la pena.
–¿No se lo dirás a nadie? –
Preguntó ella, casi había accedido.
–Me llevaré este secreto a la tumba conmigo. –
Ella mostró su menique, yo lo tomé. Hicimos una promesa de menique.
–De acuerdo. –
Dijo ella, y comenzó a levantar su blusa con nerviosismo, se detuvo después de un momento. Yo suspiré, quizá la estaba forzando demasiado.
–No puedo, siento mucha pena. –
Respondió ella, riendo y volviendo a bajar su blusa, yo no había visto otra cosa que su ombligo.
–Puede ser que estamos en la sala. –
Comenté, con la intención de que ella no se culpara y de disipar un poco el ambiente.
–Ven conmigo. –
Me dijo, y me guio, subiendo las escaleras.
En el camino, me explicó.
–Onee–san es programadora, trabaja mucho y siempre se queda hasta muy tarde, por eso es que los domingos no hace otra cosa que dormir. –
Y subimos las escaleras, ella abrió la puerta de su cuarto y me jaló dentro, cerró la puerta detrás de ella y caminó dos pasos.
–Si Otou–san se entera de que te he traído aquí me matará. –
Me advirtió, yo tragué saliva.
–Me imagino. –
Le dije, asintiendo. En ese momento, ella miró a mi pantalón, notando la erección, luego me miró a los ojos.
–Oye… yo… siento ese hormigueo. –
Me dijo ella, ya no estaba susurrando, pero tampoco estaba gritando.
–¿Y cómo es? –
–No sé… no lo entiendo. –
Me dijo ella, sonriendo y negando con la cabeza.
–¿Puedo revisar? –
Le dije, Minase miró a todos lados, indecisa, luego me miró a los ojos y asintió.
Me acerqué a donde estaba y me hinqué para tener su botón frente a mí, ella llevaba un short de mezclilla color verde, desabroché el botón.
Tembló cuando eso pasó.
–No voy a hacerte daño. –
–Estoy muy nerviosa, nunca nadie había desabrochado mi botón. –
Me dijo, no le presté atención a eso. Con delicadeza, bajé el short lentamente, dejando ver unas pantis color blanco.
La miré luego de eso, estaba roja de la cara, con los ojos a punto de las lágrimas, pero sonreía.
–Son lindas. –
Le dije, refiriéndome a sus pantis.
–No sé qué me pasa, algo dentro de mí me dice que está bien que las veas… yo nunca me había sentido así, quiero mostrártelas… –
Acerqué mi cara a sus pantis y sople un poco, luego voltee hacia arriba, ella había cerrado los ojos y se tomaba una mano con la otra.
–¿Qué tal el cosquilleo? –
Pregunté.
–Aumenta a cada momento… –
–Está bien, voy a quitarte las pantis y podré revisar ¿De acuerdo? –
–No le vayas a decir a nadie. –
Me dijo, con la voz nerviosa que tenía.
–No lo diré, ya te lo prometí. –
Aseguré, y comencé a bajar sus pantis.
Un lindo durazno, rosado y húmedo, con algún vello muy discreto color café claro, apareció cuando sus pantis estuvieron en sus rodillas.
–¿Qué ves? –
Preguntó ella, sin abrir los ojos.
–Es linda, pero no puedo revisar así… siéntate en la cama. –
Le pedí, ella retrocedió hasta que pudo sentarse en su cama, yo me hinqué en la orilla de la cama, en medio de sus piernas y acerqué mi cara.
–Nunca creí que le mostraría mi parte especial a alguien…. –
–No comprendo porqué… es linda. –
Le dije, Minase se llevó una mano a la boca.
–¿De verdad lo piensas? –
Preguntó a media voz.
–Claro que lo pienso, voy a comenzar a revisar ¿de acuerdo? Me dices si te molesta para detenerme. –
–De acuerdo. –
Fue lo que escuché, ya no podía ver su cara, pero imagino que la vergüenza estaba en su punto máximo, comencé a acariciar la vagina de Minase de arriba abajo, estaba húmeda y caliente. Ella ahogó un grito mientras que sus rodillas perdieron fuerza.
–¿Estas bien? –
Pregunté.
–No sé. –
Respondió ella. Su voz comenzaba a escucharse de una forma diferente.
–Siento bonito. –
Dijo después. Introduje un dedo.
–Está un poco mojado aquí. –
–Te juro que no me he hecho del baño… te lo juro… no sé qué me pasa. –
–Tranquila, es normal, trataré de averiguar qué es lo que causa el cosquilleo. –
Anuncié y comencé a mover mi dedo, hacia adentro y hacia afuera. Lo mojada que estaba ayudó a que se deslizara con la mayor de las normalidades.
Minase comenzó a lanzar pequeños gemidos mientras mi dedo entraba y salía. No me detuve.
–¿Estas segura de que no te duele? –
Pregunté, ella levantó la cabeza para mirarme.
–No sé qué estás haciendo, pero por favor, no te detengas. –
–De acuerdo, de acuerdo. –
Respondí, al parecer esto le gustaba mucho más de lo que creí.
–¿Nunca habías hecho esto antes? ¿Ni siquiera sola? –
–Claro que no… yo no sabía que…. Algo podía sentirse… así de especial. –
Su respuesta estuvo entrecortada con varios gemidos y suspiros involuntarios, que Minase luchaba por reprimir. Para molestarla un poco, comencé a acelerar el ritmo, sus gemidos se volvieron más constantes, y ella comenzó a moverse violentamente.
–Algo está pasando… –
Me dijo, con la respiración entrecortada, su cara, sus piernas, su cuello, todo estaba enrojecido por el súbito flujo de sangre. Comencé a usar dos dedos mientras me ponía medio de pie para poder emplear más fuerza, esta vez no cambie el ritmo, solo la fuerza de cada entrada.
Minase levantó sus piernas y las colocó sobre mis hombros. Iba a detenerme y a usar otra cosa que no fueran mis dedos, pero me pareció demasiado cruel negarle este que a leguas se veía que sería su primer orgasmo.
–¿Cómo va el cosquilleo? –
Pregunté, ella cerró los ojos y su columna se estiró para responder.
–Es intenso… como nunca antes había sido. –
Me respondió ella, entre gemidos y chillidos.
Empezaba a pensar que podríamos despertar a su hermana.
–Tienes que mantener tu voz baja. –
Le dije.
–¡Imposible! –
Gimió ella.
Continúe usando mis dedos durante unos momentos más, después de eso, ella tiraba de sus sabanas con fuerza mientras sus caderas trataban torpemente de seguir el movimiento de mi mano.
–Algo viene… puedo sentirlo… –
Me dijo ella, apenas respirando. Era tarde, de cualquier modo.
Un grito que ella ahogó con su codo antes de que se escuchara, y su pelvis que se contrajo, contrayendo todo su cuerpo en el acto, indicaron que ella estaba en el cielo. Pude sentir como de su vagina salió mucho más néctar que el que había estado allí, al tiempo que las contracciones se volvieron intensas por unos momentos.
Fue muy estético en realidad.
Después de aquello, las fuerzas abandonaron el cuerpo de Minase, quien quedó tumbada en su cama boca arriba, con las pantis y el short de mezclilla en los tobillos, jadeando y sonriendo como una tonta. Con las mejillas rojas y los ojos cerrados.
–¿Estas bien? –
Pregunté, separándome unos momentos.
–Si… eso fue… maravilloso. –
Dijo ella, sin moverse un milímetro. Luego se rio tontamente.
–Creo que el cosquilleo se detuvo. –
Dijo ella.
–Bueno, eso nos deja en claro que los pechos no lo son todo en la vida. –
Comenté, ella asintió con una risita tonta.
En ese momento escuchamos que tocaban la puerta.
–Minase ¿estas allí? ¿Qué pasa allí dentro? ¿Dónde está Okaa–san? –
Eso nos hizo alarmarnos inmediatamente, ella se puso de pie, subiendo sus pantis como pudo, yo me paré detrás de la puerta para que ella abriera, después de que se puso su short.
–Si Onee–san, todo está bien… Okaa–san dijo que le marcaras en cuanto despertaras. –
Me tape la boca.
–¿No era hora de que estuvieras estudiando? ¿Y tú tutor? –
Preguntó, maldición.
–Este… ya… se fue… solo le pagaron hasta las dos… –
–Ah ¿Tan tarde es? –
Preguntó.
–Si… se fue hace un rato… ¿Por qué no le marcas a Okaa–san? –
Preguntó ella, nerviosa.
–A ti te pasa algo… –
Por supuesto que las pobres excusas de Minase no iban a servir del todo. Vi la cara de su hermana (me imagino) asomarse a su cuarto, pero ella no me vio a mí.
–No husmees, Onee–san, no hay nada que quieras ver… ahora ve a la sala y márcale a Okaa–san, dijo que era urgente. –
Minase dijo eso y cerró la puerta tras de sí.
–¿Qué hacemos ahora? –
Preguntó.
–Mis zapatos aún están en la puerta… se dará cuenta si los ve. –
–De acuerdo. –
Dijo ella, y salió corriendo. Regresó momentos después, con ellos en la mano.
–¿Te vio? –
–No… bueno, me vio subir, pero no miró los zapatos. Fue directamente a la cocina. –
–Bien… –
Dije, suspirando. De todos modos aún estaba en problemas, hasta que ella abrió la pequeña cortina.
–Puedes salir por la ventana, yo me escapaba para ir con mis amigas al parque cuando mis padres me castigaban. –
Me aseguró. Ni que hacerle, tenía que intentarlo.
Tomé mis zapatos y tratando de no hacer ruido, subí a la ventana.
–Gracias por todo. –
Dijo Minase. ¿Por qué me estaba agradeciendo en realidad? No quise ahondar más en el tema, además de que era un pésimo momento para ello.
–Puedes ir con ahora con el chico que te gusta y mostrarle lo que aprendimos hoy… seguro que le gustará. –
Le comenté, después de todo, no es como que la quisiera para mí.
–De acuerdo. –
Dijo ella, y yo salí por la ventana luego de eso, pisando por una de las rejas de las ventanas de abajo, y una vez que toqué el patio, eché a correr a todo lo que mis pies lo permitieran.