Haru No Yurei - Volumen 2: 2. Un monstruo sin corazón
A la mañana siguiente lo primero que Akane hizo fue ir hasta mi habitación a despertarme.
–Tienes que levantarte, no puedes estar dormido hasta tarde solo porque es fin de semana. –
Eso fue lo primero que escuché, y como no estaba acostumbrado a despertar de forma tan amable, lo único que hice fue tomarla del brazo y halarla hacia mí. Ella tuvo un sobresalto y entonces fue cuando reaccioné.
–Lo siento. –
Me incorporé luego. Akane negó con las manos y batió la cabeza.
–No… está bien… creo que esperaba eso… fue… lindo… –
–Tu eres linda. –
Respondí. Akane estaba todavía en pijama, se molestó conmigo.
–Deja de decir esas cosas y apresúrate… yo… prepararé el desayuno. –
Dijo y salió corriendo de mi habitación. Que buena forma de despertar. Momentos después ella estaba desayunando conmigo en la sala, me miraba de cuando en cuando, y luego volvía a fingir que nada pasaba. ¿Qué estaría pensando? Me preguntaba, sonrió cuando voltee a verla directamente.
–¿Qué ocurre? –
Preguntó ella, rascándose la mejilla avergonzada.
–Nada, es solo que es bueno despertar así. –
Dije, bajando la cara. Akane me miró por unos momentos.
–Si tú quieres, puedo… despertarte así más veces… –
Explicó ella, juntando sus dedos.
–¡Por supuesto que quiero! –
Respondí inmediatamente, alzando la voz un poco. Akane se rio levemente.
–Deja de ser así, y come, lo preparé con esmero para que no te falten energías, creo que una de las razones por las que a veces te ves desanimado es porque no has estado comiendo bien. –
Se quejó ella, poniendo aires de maestra o de hermana mayor.
–Bien, puede que en eso tengas razón, aunque también pienso que antes no había una chica linda que me despertara. –
Akane hizo señas de enfadarse, luego tomó una de sus croquetas y la metió en mi boca.
–¡Basta! Come ahora, no puedes decir esas cosas solo así siempre. –
Mastiqué la comida que ella me puso en la boca por sorpresa ante de asfixiarme, suspiré pesadamente cuando la tragué.
–Oh, eres un exagerado. –
Hasta un idiota como yo podía darse cuenta del esfuerzo que Akane estaba poniendo en esto,
–¿Por qué no puedo? –
Pregunté.
–Pues… por que no… –
Respondió Akane, mirándome a los ojos y comenzando a sonrojarse, yo me acerqué a ella poco a poco, iba a besarla cuando ella puso sus manos frente a ella.
–No… no ahora… –
Yo suspiré.
–De acuerdo. –
Asentí, alejándome, Akane se puso de pie
–Yo… creo que no tengo derecho a enfadarme si comes fuera ¿Verdad? –
. Preguntó ella,
Evidentemente “comer fuera” era una metáfora, y allí estaba, la respuesta a todos mis problemas… pero es que era muy evidente que ella sufría pensando en ello. Y como soy yo, no lo aceptaré así.
–Te lo dije antes… –
Iba a comenzar a decir, cuando ella hizo ademán de limpiarse una lagrima y se dio la vuelta.
–Está bien… yo soy la tonta aquí, yo no quise pensar en ello antes, y ahora pago las consecuencias. –
Me acerque a ella por la espalda y le abracé, ella quiso soltarse, pero no se lo permití, apliqué justo la fuerza necesaria para que ella permaneciera en donde estaba. Akane dejó de resistirse luego de unos momentos, y tembló de pies a cabeza.
–Quiero entregarme… en verdad que si… –
–Lo sé… –
Respondí, hablándole al oído, soplando sobre él, ella se estremeció.
–Pero no puedo… –
Akane comenzó a llorar.
–No te preocupes, llegará, como todo… –
–¡No es verdad! –
Akane hizo una pataleta, llorando.
–Claro que sí, es una promesa, terminarás suplicando que te tome. –
¿De dónde diablos saco yo esos diálogos tan cursis? Me preguntaba yo mismo, a mí mismo. Puede ser porque quedaban con la forma en la que ella hablaba de estas cosas.
De todos modos a ella le gustó mucho la idea, lo digo porque volteó a verme con la cara roja y los ojos llenos de lágrimas.
–Yo nunca… diría… algo tan indecente… –
Comenzaba a excitarse, pero bastaba con mirarla con detenimiento para verle temblar las piernas.
Evidentemente ella no estaba lista. Habíamos avanzado un poco anoche, pero no más que eso. Se acercaba ahora mi hora de trabajar.
–Lo dirás. –
Respondí, con plena seguridad de que así sería.
Volví sentarme en la mesa después de eso. Ella me miró con consternación.
–Hasta entonces… nada de preocuparse por ello ¿de acuerdo? Se buena. –
Akane asintió alegremente, mustiando un ligero “si” mientras bajaba la cabeza y trató de recuperar sus ánimos, incluso me tomó de la mano mientras desayunaba. Después de unos momentos, yo estaba listo para ir al trabajo. Akane se acercó a mí y acomodó mi cuello, supongo que aprovechó qué estaba desacomodado, porque ella había visto montones de escenas parecidas en su vida.
–No puedes tardar demasiado ¿De acuerdo? –
Preguntó ella.
–Creo que pasaré por algunas compras al volver, de todos modos. –
Le anuncié, Akane asintió con la cabeza. Creo que estaba feliz de que yo estuviera tomando esto de una forma tan… natural, y de algún modo tan seria.
–Entiendo, de todos modos, estaré esperando por ti. –
Aseguró ella, abrí la puerta.
–¿No me darás un beso de despedida? –
Pregunté, quizá sabiendo que era imposible, Akane enrojeció.
–No… no aun… –
Dijo ella, avergonzada.
–No te preocupes, está bien así por ahora. –
Le dije, aun así, ella se veía intranquila cuando salí de la casa. Me fui pensando en todas esas cosas mientras iba camino al trabajo. De algún modo, sabía que algo hacía falta para impulsar su deseo, pero en esta ocasión, no estaba seguro de qué era aquello. Tenía varias ideas, eso sí, pero nada concreto.
Al llegar a mi trabajo me percaté de que ninguna de las hijas de mi jefe estaban allí, lo cual me hizo sentir algo aliviado. Sentí que necesitaba resolver todo el asunto del fantasma antes de que se saliera de control ahora, así que no me convenía involucrarme con más chicas por el momento.
Aun no sabía lo que iba a decirle a Mizore, por ejemplo.
Mientras pensaba en esas cosa, un mensaje llegó a mi celular. Era de Akane.
“No puedo concentrarme, esto no deja de darme vueltas en mi cabeza, yo… necesito saber ¿Soy una buena mujer? ¿No te decepciona lo que pasó esta mañana? Lo siento por molestarte con esto mientras estás en el trabajo pero, en verdad necesito saberlo.”
Fue lo que decía. Ni que hacerle, le contesté durante un momento libre que tuve, después de lavar un par de charolas que acababa de usar.
“A decir verdad me impresiona lo bien que estás haciéndolo, me da mucho gusto qué estés a mi lado, no pienses mal de ello, estoy feliz.”
Un nuevo mensaje, después de ese. Trabajar mientras tienes a una chica en casa es difícil.
“Gracias por ser tan comprensivo, no sé qué haría si no fueras así, algún día pagaré por toda esta amabilidad, lo prometo, me esforzaré”
Respondió ella.
Lo leí, y no pude menos que sonreír. Cuando guardé el celular, mi jefe me llamó porque era día de paga.
–Bueno, me alegra que todo haya salido mejor de lo que parecía. –
Me dijo, viendo que ya podía moverme mejor. Al llegar le conté lo que había pasado con lo del auto, no le dije nada de la hija del conductor, por cierto.
–Puedes irte a casa. –
Dijo, cuando firmé el recibo que siempre firmaba por el sobre. Yo negué con la cabeza.
–No, estoy bien, en verdad, puedo terminar mi turno. –
Comenté, él negó con la cabeza.
–Puedo ver que estas bien, no es eso, es que… hay alguien esperándote afuera. –
Hatami Kurimo.
Yo todavía no sabía cómo responder a ella, así que no lo hice, bajé la cabeza frente a mi jefe, reverenciándolo, y luego de eso, salí de allí.
–Gracias por tu duro trabajo. –
Se despidió mi jefe cuando salí. Suspiré cuando me encontré con Hatami–chan, es cierto que no era un buen momento, pero ni era su culpa, ni tampoco lo sabía. Por otro lado, se veía linda, aunque no está de más decir, que se había vestido… un poco más provocativa que la vez anterior, si es que abrir un centímetro de escote y subirle dos centímetros a un kimono es verse provocativa.
Lo intentaba. Se estaba esforzando.
–Hola. –
Saludé cuando la vi, ella se cubrió la boca con la mano para hablar.
–Hola… –
–No pensé que te vería aquí… –
Comenté, mirando a todos lados, obviamente había venido sola.
–¿Te estoy molestando? –
Preguntó ella con timidez.
–Claro que no… –
Con lo que me molestaba que las chicas malinterpretaran las cosas.
–Al contrario, me alegro de verte… –
Ella me interrumpió extendiendo sus manos.
–No… no digas eso… soy yo quien te echó de menos y… –
Algo en mi interior me dijo que si no se lo decía ahora, su lindura me haría incapaz de decirle la verdad, suspiré, esto no iba a ser fácil, de todos modos. Y no quería lastimarla, pero si alguna vez mis amigos tuvieron razón, en eso de ser un monstruo sin corazón, ahora necesitaba serlo. Por mi bien, por el de Akane, y por el suyo también.
–No deberías echarme de menos. –
Respondí.
¿Cómo iba a rechazarla después de que le permití llegar tan lejos?
Diablos, esto se sentía bastante mal.
Hatami no entendió porque le dije eso, pero al parecer, ella no le tomó demasiada importancia, creo que pensó que estaba siendo tímido. Comenzamos a caminar, sin rumbo.
Permanecimos en silencio durante un momento, yo por culpa, ella por timidez, mientras caminábamos. Hatami volteaba a verme de cuando en cuando, y pude sentir que su mano golpeó la mía un par de veces.
–Hay algo que quiero decirte… –
Comenzó a decir ella, mientras caminábamos. Yo se asusté.
–Escucha… Hatami… –
Ella volteó a verme con los ojos llenos de ilusión. Esto se estaba poniendo increíblemente difícil. Luego bajó la cara.
–Tu… ya sabes lo que pienso de ti… –
Continuó ella, ni siquiera me estaba escuchando. Supongo que ella había pensado esto demasiado tiempo como para dejarlo sin decir ahora.
–Yo, quiero saber… si te sientes igual… –
Y estaba tan roja de la cara que tuvo que voltear la mirada. Aquí viene, respiré hondo y tragué saliva.
–Hatami–san… yo… –
–“Chan” está bien. –
Respondió ella. Yo me detuve, estábamos parados en la calle junto a una jardinera con pinos pequeños, los carros no podían vernos desde aquí. En teoría estábamos en privado, de no ser porque había varias personas en la esquina esperando cruzar.
De todos modos, no podrían escucharnos.
¿Ella planeó pasar por aquí?
Me preguntaba. De cualquier modo, tenía que hacer esto.
–No, no está bien… –
Respondí, el rostro de Kurimo se ensombreció. Mejor se lo decía ahora antes de retractarme.
–Yo… no puedo corresponder a tus sentimientos… –
Lo solté, ella permaneció mirándome como si no hubiera comprendido lo que estaba diciéndole, o más bien, creo que no lo comprendió.
–No es que no te encuentre linda, te encuentro bellísima, y muy amable también pero… –
Las disculpas de un idiota. Eso es lo que eran. Lagrimas acudieron a sus ojos, que ella se apresuró a limpiar.
–Yo… tengo a alguien más. –
Pude ver como su corazón se rompió. Y siendo sinceros, también sentí el mío quebrarse un poco, no es como que pudiera compararse, de todos modos. Hatami–chan suspiró y bajó la cabeza.
–Yo… entiendo. –
Dijo ella. Respuesta genérica, sin duda. ¿Qué era lo que entendía?
–Fui desagradable ¿No es cierto? –
–No… no es… –
–No tienes que sentir lastima por mi… es mi culpa, de todos modos. –
–No ere desagradable, me pareces linda y… –
Ella alzó una mano, cerrándome el pico.
–No, yo… no debí enamorarme de ti, es decir, no podía pasar de todos modos. ¿Por qué iba a encontrar a alguien lindo, amable, que me entendiera, y me hiciera sentir tan feliz? –
El problema no era ese, de todos modos. El problema es que ese alguien era yo. Hatami comenzó a llorar en silencio. Se limpió las lágrimas una vez más y me miró, tratando de mantener la compostura.
–Mi madre me lo advirtió… ella dijo “No puedes enamórate a esta edad.” –
–No te eches la culpa. –
Respondí, tratando de que ella entendiera que no se trataba de ella, pero aquello seguro que era pedir imposibles en este momento. Hice una inclinación, disculpándome, pero Hatami–chan me tomó de la cara y me hizo levantarla.
–No inclines la cabeza, tú no has hecho… nada malo… –
Comenzó a llorar de nuevo, mientras luchaba por terminar de decir lo que ella quería decir. Supongo que por respeto debería haberme ido ya, pero la verdad es que tampoco podía dejarla solo así. Si lo mirabas desde alguna forma, podía decirse que estaba deleitándome con su llanto, aunque esa no fuera mi intención.
Es cierto que era hermosa, incluso cuando lloraba.
Que horrible persona soy.
–Soy yo, quien no debió… enamorarse así, de un… hombre cruel. –
Y diciendo eso, se puso a llorar, se dio la vuelta, y luego de haberse alejado unos cuantos pasos de mí, se sentó en una de las bancas de la jardinera, y se puso a llorar.
Me debatí por unos momentos entre dejarla e irme, o ir hasta allí y decirle algo, el problema fue que no sabía que decirle, y tampoco quería dejarla allí, luego de que yo le había hecho llorar así.
Mientras estaba pensando en esas cosas, se acercó un sujeto a ella. El estómago se me revolvió de solo mirarlo.
–Oye, bonita… ¿Estás sola? –
Siempre pensé que esto solo pasaba en los dramas. Hatami–chan no le respondió, solo lo miró por unos momentos, y siguió llorando. El sujeto insistió. Es así como te das cuenta de que no tienen buenas intenciones.
–Si estas tan triste, puedes venir conmigo… te compraré algo… nos divertiremos. –
Y se acercó un paso a Hatami. Diablos, no podía dejarlo así, definitivamente no. Y luego sabiendo que esta chica era la clase de chica que por vergüenza no dice que no a nada. Bueno, la suma es simple.
Ni que hacerle, intervine.
–Kurimo, nos vamos de aquí. –
Me acerque a ella, y sin darle tiempo al sujeto a hacer nada, la tomé del brazo y jalé de ella. Y como me lo temía, ella no se opuso para nada. El sujeto solo nos miró al tiempo que me alejaba con ella, es decir, el que le haya llamado por el nombre aseguraba que estaba con ella. Creo que él lo entendió, porque encogió de hombros y se dio la vuelta.
Llevé a Hatami–chan a una banca en el parque que estaba cerca de allí, una vez allí, ella volvió a sentarse, ya no lloraba, aunque aún estaba sollozando. Sé que no he sido la mejor persona con ella, pero aquello fue simplemente demasiado.
Kurimo no lo entendió así, de todos modos.
–Tienes que tener más cuidado. ¿Estas consiente de lo que estuvo a punto de ocurrir? –
Ella se limpió una lagrima, sin mirarme.
–Sí. –
–¿Por qué no dijiste nada? –
Pregunté. Ella pudo haber respondido algo, pudo haberme llamado, o a un policía, como fuera. Lo que sea, menos quedarse callada.
–No tienes que fingir conmigo, sé que no te importa. –
Respondió ella. Era la primera vez que ella se enfadaba conmigo, y ni siquiera así alzó la voz.
–No estoy fingiendo nada, realmente iba a ocurrir algo malo. –
–Pues déjalo que pase, no importa ya. –
Me llevé las manos a la cara. Quería asumir que no era del todo posible que ella pensara en cumplir una estúpida fantasía sexual inmediatamente luego de haber sido rechazada, esa era la única razón lógica que se me ocurrió para que ella permitiera que un sujeto extraño abusara de ella.
–Claro que importa… –
–No es verdad, tú lo dijiste antes, hay alguien más… –
Replicó ella.
–Esto no es sobre mí, es sobre ti… –
–No me importa lo que hagan conmigo ahora, está bien de todos modos, porque tú rechazaste mis sentimientos. –
Espera ¿Qué?
–¿Y que con eso? –
Pregunté, desesperándome. Ella volteó a verme, y giró la mirada después. Respondió llorando:
–Eres el único que me entiende… nadie va a entenderme ahora, y tampoco puedo casarme ahora…así que ¿Qué más da? Nunca volveré a ser feliz de todos modos. –
Por esto es que odio a la chicas a veces.
–¡Al demonio conmigo! –
Le grité, ella volteó a mirarme con los ojos llenos de lágrimas.
–¿No puedes casarte? ¿Qué clase de estupidez es esa? Tuvimos sexo una vez y es todo, deberías odiarme en realidad, abusé de tu inocencia, odiarme es lo que deberías hacer, no declararme tus sentimientos y tener pensamientos lindos acerca de un futuro conmigo que no tienes ni idea de cómo sería en realidad. ¿Sabes porque? Porque soy un monstruo sin corazón ¿Entiendes? Soy una horrible persona, yo… ¡Yo no merezco tus sentimientos! No podría hacerte feliz. –
Bueno, alguien tenía que decírselo, y quizá a todas esas personas también. Me hinqué en el suelo después de eso, batiendo la cabeza y sintiendo algo de vergüenza por mí mismo. Si alguien le hubiera dicho esto a Akane o a Mizore o a ella, ellas no estarían aquí.
–Pero eso… –
–No sucederá de nuevo. –
Respondió ella, interrumpiéndome.
–¿Lo planeaste? –
Pregunté, ella negó con la cabeza, todavía tratando de detener sus lágrimas.
–No… solo pasó, pero, no pensé que te portarías así conmigo. –
Explicó, luego se retiró de mí un poco. Y dándose la vuelta suspiró. Caminó un poco, saliendo del parque, yo caminé detrás de ella.
Subió por uno de los puentes que se usaban para pasar.
–Sé que eres el indicado… y también sé que no soy la indicada. Tal vez si no me avergonzara con tanta facilidad. –
Explicó mientras yo iba siguiéndola, iba a repetirle que nada tenía que ver con ella, pero Hatami–chan no lo permitió.
–En verdad eres un hombre cruel, no me quieres para ti, pero tampoco puedo entregarme a nadie, soy una prisionera, enjaulada para tu diversión ahora. –
Reclamó ella, como de costumbre, en voz baja. Apenas si podía escucharla por el sonido de los carro abajo, se acercó al barandal.
–Quédate con mi corazón entonces, ya no lo necesito. –
Y comenzó a intentar escalar. Estaba llevándolo demasiado lejos otra vez.
–Oye, vuelve acá. –
Respondí, Hatami no me hizo caso, en lugar de eso, escaló y se paró peligrosamente sobre el barandal, y si no le hubiera jalado del cabello y arrojado al suelo, ella habría caído. Por supuesto que no iba a morir por eso, no era suficiente altura, y a no ser que la arrollara un auto, lo único que pasaría es que quedaría seriamente lastimada.
De cualquier forma, en ese momento me di cuenta de que algo estaba mal con ella.
Hatami cayó en el suelo con su trasero, mientras yo me disculpaba con una señora que venía pasando detrás de nosotros y por poco muere de un paro cardiaco..
–Ya me di cuenta cual es el problema contigo. –
Le dije, luego de disculparme y de dejar que la señora siguiera su camino.
–¡Eres estúpida! –
Hatami se puso de pie, limpió sus lágrimas y volvió a acercarse al puente. Yo me llevé una palma a la cabeza, seguro que ella intentaba hacer de esto un acontecimiento triste y trágico, pero lo único que estaba saliendo era un patético remedo de comedia.
De la que yo no quería ser parte.
–Se acabó, nos vamos a casa. –
Le dije, tomándola del brazo con fuerza.
–No quiero ir a casa. –
Respondió ella cuando la jalé, pero no se resistió.
–No me importa, estás causando problemas a la gente, esto es estúpido. –
–Pero… –
Comencé a jalar de ella mientras caminaba, me aseguré de sostenerla con fuerza en las esquinas para cruzar la calle, la gente me miraba, porque no la estaba sosteniendo como un enamorado, sino como un policía.
–No sé qué cosa se te metió en la cabeza, pero se acaba ahora ¿Entiendes? Te llevaré a tu casa y ahí termina todo… –
–Pero… –
–Sin peros… te dejaré en las manos de tu madre, o quien sea, y esa será la última vez que te vea. –
–Pero… –
Y comenzó a llorar, yo sólo la ignoré.
–¿Dónde es? –
Pregunté, ya bastantes problemas tenía como para encima hacerme cargo de esto. Es cierto que era linda, pero no había madurado nada.
–Allí… pero… –
Señaló una de las casas de la cuadra donde la habíamos llevado en coche la última vez, yo la llevé hasta la puerta y una vez allí, la solté y fui a tocar la puerta. No estaba seguro de querer decir lo que había pasado pero cuando menos me aseguraría de que ella entrara allí.
Después no era mi problema.
O eso pensé.
Toqué dos veces más, pero nadie respondió. Pensé que me había mentido, voltee a verla, ella se limpiaba sus lágrimas con las mangas de su extraño kimono color azul.
–No hay nadie en casa. –
Dijo ella finalmente.
–¿Y porque no me lo dijiste? –
Pregunté, todavía enfadado.
–Traté de decírtelo, llevo tratando de decírtelo todo el camino, pero no me escuchaste. –
Respondió ella llorando. Suspiré y me senté en el suelo.
–Bien, supongo que esperaré entonces. –
Dije, tratando de calmarme. Pasamos unos momentos de silencio luego de eso, ni siquiera estaba seguro de si todavía me correspondía regañarla, o si era mejor dejarlo así.
–¿Estas enfadado? –
Preguntó ella, nuevamente en voz baja.
–Claro que estoy enfadado. –
–Y es mi culpa… –
Agregó ella.
–¿De quién más va a ser la culpa? Tu… tienes que estudiar más física. –
Le dije, suspirando luego de eso. De nada servía gritarle a estas alturas, nuevamente se hizo el silencio.
–¿Quieres pasar? –
Preguntó ella de pronto.
–No. –
Respondí, tajante. Más por negarme a cualquier cosa que ella dijera en este momento que porque realmente quisiera quedarme afuera. Comenzaron a sonar truenos en el cielo, ella tenía que entrar o se resfriaría, pero si la dejaba entrar sola, seguro que pasaba alguna otra tontería, y si entraba con ella, ella pensaría que no estaba enfadado o que quería seguir con esto.
Comenzó a llover luego de eso, me paré junto a ella en el pequeño techo decorativo que había en la puerta de su casa.
–¿A qué hora llega tu madre? –
Pregunté, Hatami no respondió.
–Te hice una pregunta. –
Llamé, ella asintió con la cabeza.
–No tengo que responder, todo es mi culpa de todos modos… –
¿Estaba haciendo una pataleta? Es decir, después de todo lo que había pasado, ella aún se sentía con derecho de hacer una pataleta.
–Oye tu… –
La sostuve del brazo y la jalé un poco para llamar su atención, ella cerró los ojos, negando con la cabeza, y luego se acercó a mí y me besó por la fuerza, incluso usó su lengua, yo traté de separarme, pero siendo sinceros, lo intenté muy poco.
–Por favor, no me dejes, me volveré loca, no tengo idea de que hacer, solo sé que no puedo con esto, no lo soporto. –
Ella solía volverse increíblemente sincera luego de un beso. Al menos sentía que esto era más normal en ella.
–Hatami, yo… –
–¡No! –
Respondió ella, separándose un poco y poniendo un dedo en mis labios.
–No digas nada… por favor… –
¿Cómo esperaba que respondiera entonces? Tomó mis brazos y se arremolinó en ellos para que la abrazara, y estando así de espaldas y conmigo abrazándola, continuó:
–Yo quería que dijeras algo al sujeto… quería que me detuvieras en el puente, es cierto, soy estúpida, y lo siento. Pero si te vas lo haré de nuevo, causaré más problemas, si eso es lo que se necesita para que me pongas atención, para que me escuches, para que me entiendas, entonces lo haré. ¡Lo juro! –
No sé si era un berrinche, una reclamación, una amenaza o incluso una llamada de auxilio desesperada. Con lo silenciosa que era siempre, no me extrañaría si… nadie la escuchaba. Tenía sentido para mí.
Hatami comenzó a llorar después de eso, pero no me dejó que la soltara, mientras la lluvia comenzaba a arreciar.
–La lluvia está arreciando. –
Comentó ella, creo que era bastante obvio que estaba invitándome de nuevo a entrar.
–¿A qué hora llega tu madre? –
Volví a preguntar, esta vez por una razón completamente diferente, Hatami se dio cuenta, porque una de mis manos se había movido lentamente hacia arriba, acariciando la parte interior de sus senos por unos segundos.
–Bueno… tal–tal vez… no tarde mucho… –
–¿Tal vez? –
Pregunté.
–Sería un momento… a solas… –
Dijo, dándose la vuelta y abrazándome ella por la cintura, asegurándose de que el bulto en mi pantalón se acomodaba bien en su muslos.
Bueno, la verdad es que no me había acostado con nadie hacía bastantes días ya. Y siendo sincero, si me gustaba Hatami, mucho en realidad. Otra cosa es que ella fuera tan dramática y tan problemática.
No podía pedir mucho, yo creo, es decir, era una chica de colegio enamorada.
–Vamos adentro… –
Le dije, y ella asintió, y buscando su llave, abrió la puerta de su casa, entramos y dejamos nuestros zapatos en la entrada.
Una vez que estuvimos dentro, ella se quitó uno de los prendedores que sostenían su cabello, y esta cayó en una cola de caballo bastante larga.
Luego de eso volteó a verme.
–¿Quieres té? –
Preguntó ella, yo asentí con la cabeza. No sabía cuánto tiempo tenía así que simplemente dejé que ella fuera quien decidiera cuando era bueno comenzar. Ella volvió a la sala con dos vasos de té.
–Aquí esta… es de la reserva de mi madre, es bueno… –
Dijo ella, luego miró a todos lados, y bajó la cabeza. Pensé que estaba bien acercarme un poco, pero antes de eso…
–Ni siquiera deberíamos estar haciendo esto… –
Me quejé, no sé porque, no me gustaba que ella me viera tan bien. Es decir, por supuesto que era linda y todo pero… quizá lo único que me ocurría es que todo este asunto de Akane se me estaba subiendo a la cabeza.
Normalmente yo no era así, eso también es cierto, seguro que Kurimo no entendería por qué mi cambio de actitud de un día para otro.
Lo digo porque ella se acercó, y tomó mi mano, y yo iba a quitársela cuando ella sonrió.
–Yo te quiero. –
¿Qué no entendió? Me preguntaba, iba a enojarme, pero su sonrisa me lo impidió.
–No… deberías… –
Mis pensamientos se mezclaron cuando ella comenzó a hipnotizarme con su sonrisa.
–Pero… estas gritándome… me gritas porque te importo. –
Yo me puse de pie, ella se recargó en la pared detrás de ella un momento, sin dejar de mirarme. Creo que se dio cuenta de que si me miraba a los ojos yo no podía argumentar nada.
–Sí pero… –
Comencé a decir, y me perdí. Kurimo sonrió levemente.
–Tampoco sé cómo es que alguien abuse de mí. –
Dijo ella, resultaba un tanto… indecente que ella lo dijera así, pero había una razón.
–Tu no estabas abusando, estabas conteniéndote y esperando que yo me sintiera bien, tú no te sentiste bien en absoluto. –
Bueno tenía razón, otra cosa es que, ella no tenía forma de saberlo por sí misma.
–¿Cómo puedes decir eso tan claramente? –
Pregunté. Hatami bajó la cabeza enrojeciendo, tuve que acercarme un poco para escucharla responder.
–Yo le dije a mi madre lo que pasó, ella parece pensar que eres bueno, y yo también lo creo. –
Bien, supongo que también había esa clase de madres en el mundo. Su madre se dio cuenta de que yo no terminé, aunque no quería imaginar la cantidad de detalles que ella tuvo que preguntar para saberlo.
–Eso no tiene nada que ver con lo que pasó hace un momento. –
Respondí, recordándole mi problema principal. Kurimo se puso de pie y se acercó a mí.
–Has estado mintiendo todo el día, pero no importa, solo necesito saber una cosa, solo una cosa quiero que digas la verdad. –
Nada de lo que le había dicho era mentira, según yo, pero no había forma de convencerla en este momento de todo, así que me preparé mentalmente para rechazarla nuevamente, si esto es lo que ella necesitaba, entonces que así fuera, solo esperaba que no apareciera otro imbécil al querer llevársela. Pero su pregunta no fue lo que esperaba.
–¿Sentiste celos? –
Preguntó, sin mirarme, bajando la cabeza y acercándose un poco. A pesar de la cantidad de cosas que esa pregunta me puso en la cabeza, no pude responderlas todas. Respondí con otra pregunta, algo idiota de mi parte.
–¿Estabas castigándome? –
Hatami–chan negó con la cabeza.
–Respóndeme. –
Pidió ella. Y alzó la mirada un poco, luego ella volvió a bajar su cara, pero esperó por mi repuesta. No iba a decirme nada a no ser que tuviera su repuesta.
–Sí. –
De acuerdo, es la verdad. Podía dejarla tener esa pequeña victoria, además de que estaba seguro de que decir que “no” sonaría bastante falso.
–Entonces está bien, nos sentimos igual, yo creo… –
–No creo que sea así… –
Respondí, Kurimo sonrió y me miró.
–Me han dicho que a los chicos les molesta hablar sobre sus sentimientos, casi tanto como a nosotras nos molesta hablar de cosas sucias. No quiero que admitas cosas vergonzosas para ti ahora, pero si sentiste lo mismo que yo sentí cuando te acercaste a Minase–chan, entonces está claro que sentimos lo mismo. –
No eran celos, era miedo. Lo era ¿O no lo era?
¿En dónde diablos estaba ese monstruo sin corazón?
Ese a quien no le importaba nada excepto sentirse bien… ah, la vida cambia.