Haru No Yurei - Volumen 2: 25. Cruzar la Línea
Al día siguiente tenía que ir a trabajar.
Cuando me desperté, Akane estaba preparando el desayuno.
–Estas muy feliz. –
Le dije cuando bajé.
Ella estaba tarareando alguna cancioncita mientras iba de aquí para allá con el delantal puesto.
–Lo estoy. –
Dijo Akane, y me sonrió. Luego se acercó a mí y me dio un beso en la mejilla.
–Soy feliz. –
Dijo. Y se dio la vuelta luego.
–Soy una esposa, recién casada, mi marido me cumple hasta el último de mis caprichos, me llevó al cielo anoche, me llevó en brazos hasta la cama como a una princesa, y me dijo antes a la cara que me ama. ¿Cómo podría ser más feliz? –
Preguntó ella.
–Así que lo recordaste… –
Dije, rascándome la mejilla con algo de vergüenza.
–No se me va a olvidar, puede que no haya estado lo suficientemente consciente anoche, pero claro que lo recordaba. –
Se quejó ella, inflando sus mejillas.
–Hice panqueques… ¿te gustan? –
Preguntó ella, sonriéndome.
Amo los panqueques… no es por nada, mi madre los hacía cuando era pequeño.
–Me encantan… –
Respondí, ella colocó un plato con tres panqueques en la mesa. Luego se llevó la mano a la barbilla.
–No creo que pueda hacerlos todos los días… pero si un día quieres más, me dices, yo estaré más que encantada de hacerlos para ti. –
Explicó ella.
Luego se sentó a comer conmigo, puso leche en dos vasos y crema en sus panqueques y sonrió. Puso un dedo sobre la crema.
–Ya sé lo que estás pensando… –
El modo en que ella tocaba la crema sobre sus panqueques era sugestiva.
–No es verdad… –
Respondí, riendo.
–Oh, no mientas, sabes que es inútil… –
Respondió ella.
–Solo… terminaré de comer. –
Akane me miró comer con una sonrisa, luego ella comenzó a comer también.
–¿Y bien? ¿Trabajarás hoy?–
Preguntó ella.
–Si… no puedo dejar solo a mi jefe, van varias veces que se queda solo… –
Respondí.
–¿Por qué? –
Preguntó Akane, ladeando la cabeza.
–Porque… digamos que su hija no es muy buena en la escuela, y me ha pedido antes que le ayude a estudiar y esas cosas… –
–Y cómo eres buen empleado… –
Se quejó Akane.
–Me paga de todos modos, pero… bueno, es que eso no es trabajar en la panadería, mi trabajo se sigue acumulando de todos modos. –
Expliqué.
Akane cambió el tema.
–Quiero ver a mis hermanos… estoy preocupada por ellos… pero no quiero ver a mi padre ahora mismo. Estoy en un dilema. –
Explicó Akane. Suspirando.
–Puedes marcar a tu casa para saber si tu padre está allí ¿No es cierto? –
–Estoy segura que no está allí hoy… es domingo, trabajará hasta tarde. –
Explicó Akane.
–Pero… no sé si tú quieras a tu esposa en casa temprano… es decir… es domingo y… –
–¿Qué quieres hacer? –
Pregunté. Tampoco había olvidado que tenía una cita con Mizore, pero la cancelaría si Akane me pedía el día para ella. No pasó.
–Ver a mi familia. –
Respondió ella, bajando la cabeza. Tal vez se sentía culpable luego de todo ese cariño, dejar a su esposo el día que se supone tendríamos libre. Pero… es que nuestra situación no era normal.
–A decir verdad, Akane, tengo que decirte algo. He acordado verme con Mizore después del trabajo. Llegaría tarde a casa de todos modos. –
–¿Ehh? Que conveniente… –
Preguntó ella. No sonaba a que me creyera para nada.
–Lo digo en serio. –
Respondí.
–Entonces… si yo le marco a Mizore y le pregunto, ella me dirá que tiene planes contigo… –
Acusó Akane, yo asentí con la cabeza.
–Efectivamente. –
–¿Y que si hubiera dicho que quiero estar contigo?–
Preguntó Akane, fingiendo enfadarse.
–Tendría que cancelarle a Mizore… o invitarla… dependiendo de lo que mi linda esposa me diga que quiere. –
Akane se rio.
–No… ella se merece su cita, dio un muy buen espectáculo ese día. –
Reconoció Akane.
–¿A qué hora te vas? –
Pregunté.
–Pues… mi padre sale en su auto a las diez de la mañana todos los domingos. Se había vuelto tan rutinario que… bueno… mi madre siempre quedaba con sus amantes a esa hora… ya sabíamos que iba a llegar tarde… –
Admitió Akane, deprimiéndose. El día en que me encontró dentro del minisúper que su madre tenía, era domingo. Se me ocurrió algo con respecto a eso que podía hacer que ella recuperara los ánimos.
–Ah… de haber sabido que tenías tanto tiempo lo habría hecho ese mismo día en local de tu madre. –
Akane levantó la vista en ese momento, sorprendida.
–¿Habrías hecho que? ¿Que estabas haciendo allí? –
Preguntó Akane acalorada.
–Pues… buscándote… –
Respondí. Hubiera sido una completa idiotez decirle que iba tras su madre.
–¿Eh? Pero… me viste… –
–Bueno, sí, te vi… iba a asegurarme de que no había nadie más, pero tu madre me vio y vio la máscara. Ya no podía ocultarme, tenía que salir… –
–Ya no me digas mentiras… ¿Cómo sabías que estaba allí? ¿Cómo sabías que era de mi familia en primer lugar? –
Preguntó.
–Kamine me ayudó a planearlo. –
–Es decir… tú y ella… planearon… –
–Perdón… –
–No… no, está bien ahora, es decir… me hubiera gustado… ah, una gran incógnita que desaparece. –
Dijo, suspirando, luego se enfadó y me tomó por el cuello.
–Entonces no estaba loca, ¡Si estabas obsesionado conmigo! –
–Si… –
Respondí, ella comenzó a zarandearme.
–Dijiste que no… dijiste que eran coincidencias… ¿Tienes una idea de cómo me sentí? ¿Eh? ¿Eh? –
–Lo siento… lo siento… –
Respondí, ella me soltó. Había lágrimas en sus ojos.
–Me sentí horrible cuando dijiste “es casualidad” sentí que no te importaba… –
Se quejó.
¿Eh? Un minuto…
¿No es esto lo que Kamine me había dicho ayer por la tarde?
Akane se calmó un poco después de eso. Luego restiró su falda, como haciéndome notar lo blanco de sus piernas, o recordándome lo bien que se sentía cuando las separaba.
–Y Emm… sigues… ¿obsesionado?–
Preguntó ella.
–Como un loco… así que no hagas eso. –
Respondí. Ella se rio.
–¿Por qué no? –
Preguntó ella. Aquí vamos de nuevo. Esta era la actitud que le había ganado todo lo que teníamos ahora, por supuesto que era su carta de triunfo.
–Porque si lo haces, no voy a ir a trabajar y no vas a salir de aquí. Y hoy es día de paga. –
Expliqué.
Akane bajó la cabeza.
–De acuerdo… –
Dijo, parecía desanimada.
–Solo tienes que esperar a que oscurezca. –
Respondí, finalmente ella sonrió.
–Está bien. –
Dijo ella. Para ese momento, habíamos terminado de desayunar, y era hora de salir.
–Le preguntaré a Mizore después como le ha ido con su cita. –
Se burló Akane después.
–Puedes preguntarle, hemos quedado que sería una cita de lo más normal… –
Respondí, no le dije que después iríamos a su casa, ni del mensaje que me había mandado. Para mi desgracia, ella lo había leído.
–En una cita normal, los padres no esperan a que llegues para que castigues a su hija. –
Me dijo ella, acomodando los platos.
–¿Lo leíste?–
Pregunté. Ella se llevó la mano a la boca.
–Upps. –
Luego se acercó a mí.
–¿Te enojaste?–
Preguntó ella, mimosa. Yo negué con la cabeza.
–No te enojes conmigo… soy curiosa… es uno de mis defectos… pero te puedo asegurar que, como los otros, encontrarás la forma de usarlo a tu favor… –
Me dijo. Y me dio un beso en los labios. Mejor salí antes de no salir nunca de allí.
Al salir de mi casa, lo primero que me encontré, fue a Hatami Kurimo.
Es decir ¿Qué?
Ella me miró con recelo, luego se giró.
–¿Qué ocurre? –
Pregunté. Ella ni siquiera sabía dónde vivía… aunque supongo que todo lo que hizo falta fue preguntar un poco y apelar a la culpa de Sanae.
Tenía que hacer algo con eso de una vez.
–Panqueques… de verdad que vives bien… –
Comentó ella, era el sarcasmo frio que la había caracterizado los últimos días.
–¿Qué haces aquí? –
Pregunté, yendo directo al grano.
–Nada, pasaba por aquí… y te vi… con la mesera, no sabía que vivías con ella. –
Comentó.
–Pues… es que es mi esposa. –
Expliqué.
–Ah, ya veo… en tal caso, supongo que te he ahorrado un problema al no ir y tocar la puerta. Puedes agradecerme después. –
Me dijo ella, o más bien dicho me amenazó.
–Sabe que existes, si es lo que te estas preguntando. También que terminaste conmigo… –
Respondí, y luego recordé las palabras de Kamine. Valía la pena intentarlo.
–Eso la hizo feliz. –
Agregué. Encogiendo de hombros. Ella me miró con coraje.
–Tan feliz como te hizo a ti. –
Reclamó. No puedo decir que si abiertamente ¿cierto? Se dará cuenta de que estoy siendo cruel aposta. Ignoré el comentario.
–Ahora tengo que ir a trabajar. –
Respondí, y me di la vuelta, ella me siguió, poniendo distancia entre nosotros, pero no se fue.
–Lo sé… Minase–chan me dijo que entrabas temprano… –
Ella llevaba un envoltorio en las manos. Obento. Hice como que no me di cuenta.
–Entonces no pasabas por aquí… –
–Tenía algo para ti… –
Respondió Hatami.
–No hace falta, no tenías que molestarte, Hatami–san. –
Pude ver como algo se quebró en su interior. Aun así hice como que no me di cuenta de nada.
–Ah, así que… así es como se siente… –
Comentó ella, a la nada, al parecer, quería responder “No hablaba contigo” si mi respuesta no le satisfacía.
No le di ese lujo, en lugar de eso, seguí caminando directo a mi trabajo. Cuando llegué allí, voltee a verla, ella tenía la cabeza baja.
–Tengo que entrar a trabajar. –
Le dije, Kurimo asintió.
–Cuando salgas… –
Comentó ella, es que era bastante temprano.
–Tengo algo que hacer. –
Respondí. Encogiendo de hombros y sonriéndole un poco. Justo lo suficiente para no parecer triste. La verdad es que me daba algo verla así.
–Oh… ya veo… entiendo… perdón. –
Iba a seguirme cuando ella me sostuvo de la manga. Volteé a verla, incluso se había arreglado. Daban ganas de decirle lo linda que se veía.
–¿Se puede “chan”? –
Preguntó. ¿Estaba conformándose? Me preguntaba en ese momento, si le decía que no, podía tomarse como que estaba enfadado con ella… eso no era lo que me convenía. Me convenía que ella pensara que estoy muy feliz, aunque eso significara acceder en este pequeño punto.
–De acuerdo. –
Le dije y entré.
No volteé porque si volteaba corría el riesgo de decirle que era linda. Eso no era bueno.
Sin más comencé a trabajar. Mi jefe parecía feliz de que hubiera llegado, lo digo porque había muchos clientes y no podía ponerse a hacer pan y atender al mismo tiempo.
Yo me fui directamente al horno.
Habían pasado un par de horas y la gente estaba disminuyendo, cuando, mientras sacaba las charolas con pan recién horneado, llegaron Minase y Sanae a la panadería.
Yo seguí en lo mío, Minase hablaba con su padre de algo y Sanae fue directamente al horno.
–Hola… –
Dijo ella, entrando y recargándose en la pared, con las manos detrás de ella.
–Hola… –
Respondí, y voltee a verla. Estaba muy arreglada esta vez, parecía que iba a salir.
–Te ves muy linda. ¿Vas a algún sitio? –
–¿Qué? No… no digas esas cosas en voz alta… yo… venía… a… aquí… –
Respondió Sanae, evidentemente feliz de que yo hubiera notado que se había puesto linda.
–Vaya… me siento halagado… –
Respondí.
–¿Puedo quedarme a ver? No… no daré problemas. –
–Si bueno, si no te molesta verme todo lleno de harina… –
Sanae soltó una risita.
–Tu siempre estás todo lleno de harina. –
Respondió.
En ese momento, entró Minase.
–Onee–chan ¿Dónde estabas? Ah… ya estás coqueteando… –
Se quejó. Sanae enrojeció.
–No digas “coquetear” –
Se quejó.
–Hola Minase. –
Saludé. Para recordarle que estaba allí.
–Hola, perdona, no se suponía que… –
Y se volvió a su hermana mayor.
–Onee–chan, desapareciste sin decir nada. No puedes hacer eso, estás siendo muy obvia. Se supone que vienes a ver a Otou–san, como cualquier día… –
–Sí pero… –
–Nada, puedes coquetear con él después… ahora mismo tienes que fingir que nada pasa, Otou–san comenzará a sospechar. –
Se quejó Minase. Y la tomó del brazo.
–Perdón, Toshikane–kun. Onee–chan no debería estar aquí ahora. Si Otou–san la encuentra empezará a preguntar y… no queremos eso. –
¿No fue esa la primera vez que Minase me llamó por mi nombre? Me refiero a en público. Encogí de hombros. Creo que si, tal vez no.
Minase se llevó a su hermana mayor del brazo, quien se dio la vuelta y me hizo “adiós” con la mano. En verdad que es como una niña pequeña. Costaba trabajo saber quién era la mayor ahora.
Después de un rato, mi jefe entró a los hornos.
–Buen trabajo aquí, de verdad que no podías llegar en mejor momento. –
Me dijo, limpiándose la frente.
–Sí, bueno, yo hubiera querido llegar antes… –
–No, no pasa nada, podemos preparar el pan para mañana por la mañana cuando termines tu descanso, ahora mismo la gente ya ha terminado sus compras, puedes descansar ahora, si quieres. –
Comentó. Eran más o menos las once de la mañana, y como acababa de meter las últimas dos charolas al horno, pensé que era un buen momento para salir. Tardarían treinta minutos, en los que de todos modos no había nada que hacer.
Deje el mandil y me lavé las manos, luego salí.
Me encontré con que ambas hermanas habían estado afuera hablando entre ellas. Sentadas cerca de un árbol que estaba en el parque cerca de la panadería. Minase me hizo una señal con la mano, parecía que estaban esperando por mí. Aun así, si su padre las veía… Bueno, no es que Minase fuera una experta escondiéndose tampoco.
–Buen trabajo… –
Comentó Sanae, sonriendo y bajando la cabeza después.
–Buen trabajo, ¿Qué tal estuvo el obento? –
Preguntó Minase. Ah… el que se suponía que traía Kurimo.
–Ah… no lo comí, es decir, ni siquiera me lo dio. –
Expliqué.
–¿Por qué? –
Preguntó Minase. Yo miré hacia arriba para evitar mirarlas a ellas.
–Verás… Kurimo rompió conmigo ayer… ya no somos novios. –
Expliqué. Minase me tomó del brazo, tal vez asombrada por lo que estaba diciéndole.
–Espera… yo no he escuchado nada de eso. –
Se quejó Minase.
–Si bueno, tuvimos una cita ayer, se suponía que arreglaría algunas cosas, pero todo se fue a mal y… terminó conmigo. –
Expliqué. Minase comenzó a marcar el teléfono en ese momento, supongo que no me creyó. Sanae se puso de pie y se acercó a mí.
–¿Estas bien? –
Preguntó.
–Pues… sí. La verdad es que creo que si me lo merecía, no fui muy bueno con ella. Pero bueno, darme cuenta no evitó que la relación se terminara, estas cosas pasan. –
De nada servía ocultarlo. Tenía que recordarlo, no estaba siendo indiferente porque estuviera enojado, en realidad fui yo quien lo arruinó. Estaba bien consciente de eso.
–No fue… culpa mía ¿cierto? –
Preguntó, bajando la voz.
–No, no fue culpa tuya, ella aún no sabe que estamos saliendo, Sanae. –
A Minase le llegó un mensaje en ese momento. Ella lo mostró. Era una descripción, muy detallada, de lo que había pasado en la cita de ayer. Lo único que importó en ese momento, fue que lo confirmó. Pensé que Sanae se pondría del lado de Hatami, porque el mensaje hacía un gran énfasis en mi pregunta estúpida, pero ella cruzó los brazos.
–Está actuando como una tonta. –
Comentó Sanae. Su opinión de Hatami había cambiado bastante según veía. Minase negó con la cabeza.
–No es su culpa… la hiciste llorar, eso no estuvo bien. –
Reclamó Minase.
–Ya sé que la hice llorar, no estaba pensando con claridad… es la verdad, como dije, me lo merecía. –
Sanae me miró por unos momentos, luego reclamó:
–Aun así, no terminas una relación por eso. Los corazones son valiosos, no los tiras solo porque un día no fue lo que esperabas. –
Se notaba que había experiencias personales en ello, más concretamente, ella sentía que Hatami estaba echando a la basura así tan fácil, todo eso que ella había anhelado durante tantos años.
–Está bien si la defiendes, es tu amiga, pero estas cosas no se toman a la ligera. Te diré lo que ocurrirá, encontrará a otro, se enamorará, y la hará pedazos. Ya vi esa película. –
Se quejó Sanae.
–Tal vez si su hermano no estuviera en contra de eso. O mejor aún, que apoyara a Otagane–kun, eso sería bueno. –
–¿Cómo sabes eso? –
Pregunté. Aquella era la primera vez que escuchaba algo así
–¿Cómo sé qué? ¿Qué está en contra de que salgas con ella? Bueno, Hatami–chan siempre ha sido así, su Onii–chan es muy especial para ella, ya que… bueno… su padre… –
–Entiendo. –
Asentí con la cabeza.
–A él no le agrada que ella tenga novio. Tal vez eso forma parte de porque decidió que era una buena idea romper contigo. –
–¡Que ridículo! –
Se quejó Sanae. Yo puse una mano sobre la de Sanae para evitar que ella se exaltara. Estaba tomándolo demasiado personal.
–Si bueno… estoy un poco harto de pelearme con las familias por las chicas. Siempre termina igual, ya no quiero hacer eso.–
–Y eso que todavía no te has peleado con mi padre. –
Se quejó Sanae, Minase sonrió maliciosa.
–Si quieres, puedo ir a decirle a Otou–sama que su hija predilecta se mete con su empleado. –
Dijo, Sanae la miró alarmada, iba a decir algo, pero yo negué con la cabeza.
–Lo están entendiendo mal… yo ya pelee con la familia Akiyama una vez, esta sería la segunda. –
Tanto Minase como Sanae me miraron incrédulas.
–¿Cuál fue esa? –
Preguntó Minase.
–Yo no recuerdo nada. –
Se quejó Sanae.
–Cuando Sanae vino a pelear conmigo demandando que dejara de ver a Minase, tuve que pelear con ella para conseguir que me dejara verla de nuevo. –
Minase levantó los brazos
–¡Viva! –
Sanae me miraba con coraje.
–Es decir, peleaste por Minase y no por mi… No volveré a besarte nunca.–
Se quejó ella.
–Eres mi novia, me besarás cuando yo quiera. –
Respondí.
–¡No! Quieres más a Minase ¿No es cierto? –
Preguntó Sanae, celosa.
–No quiero escuchar eso de la chica que vino a gritarme: ¡Devuélvemela! Como si la hubiera secuestrado. –
A este punto, Sanae volteó a ver a Minase, completamente roja de la cara.
–Onee–chan… yo no iba a apartarme de ti… –
A Minase tiene que haberle parecido repentino, Sanae iba a reclamarme por haber dicho eso cuando Minase le sonrió a ella y le dijo eso.
–Si bueno… yo… –
Sanae no sabía que decir a este punto. Miró a su hermana, luego a mí, luego a su hermana de nuevo.
–Onee–chan… te quiero… –
Le dijo Minase, y así sin más, le abrazó. Sanae me miró con la cara completamente roja, como si no estuviera segura que debería decir.
Minase se separó de ella entonces y me miró con una sonrisa.
–Así está mejor… –
Le dije. Minase sonrió.
–¿No es Onee–chan la persona más correspondida del mundo? –
Preguntó Minase, yo asentí con la cabeza. Era la preferida de papá, la hermana mayor admirada. Y una novia adorable y bonita.
–Si bien… no es como que lo merezca… –
Yo me acerqué a ella y le di un fugaz beso en los labios.
–Y si quieres saberlo, por supuesto que me pelearía con medio mundo para seguir saliendo contigo… –
Le dije, Sanae bajó la cara a punto del llanto.
–Ejem. –
Minase tosió para recordarnos que estaba allí, y que estábamos en público. Por suerte, no había nadie cerca. Nos separamos inmediatamente. Yo suspiré.
–De cualquier forma, no sé si digo lo mismo de Hatami… creo que simplemente no quiero pasar por esos problemas. –
Expliqué, volviendo a la conversación.
Aunque, en realidad, lo que no quería era encontrarme con ese sujeto de nuevo, habría problemas.
–Eres cruel… –
Respondió Minase, batiendo la cabeza. Sanae volvió a cruzar los brazos.
–Pues te abandonó. Eso no se hace. –
Estaba más que claro que Sanae tenía un especial interés en que las cosas con Kurimo permanecieran frías. Tenía sentido desde su punto de vista. Una chica menos en la lista de competencia. Pero Minase era su amiga, y al menos ella, estaba de su lado, en la parte que podía.
Tampoco es que pudiera ponerse directamente a defenderla estando su Onee–chan presente, eso también se notaba.
–Entonces… ¿No piensas perdonarla? –
Preguntó Minase. Yo asentí con la cabeza, pero no porque fuera a volver con ella.
–La perdono… si es que hay algo que perdonar. Que no creo. Como dije antes, me lo merecía. Tal vez ella tiene razón y nuestra relación no funcionaba, no puedo culparla por ello. Otra cosa es que me gustaría… intentar vivir mi vida sin ella, eso ni que decir tiene. –
Minase se llevó una mano al pecho y retrocedió.
–Wow… los hombres son crueles a veces. –
–Así es como me siento… –
Mentira, por supuesto, pero… tenía que mostrar un lado genial sin importar qué.
–Es decir… si Onee–chan terminara contigo… –
–¡Yo no voy a hacer eso! –
Se quejó Sanae.
–Pero y si… –
–No hay un “y si” Minase. No voy a hacer eso. Nada de lo que haga o diga nadie me hará cambiar de parecer. Incluso si peleamos, incluso si dice cosas tontas, incluso si a veces me hace enfadar tanto que quisiera ahorcarlo… abandonar es algo que no se hace. –
–¿Tan malo es? –
Preguntó Minase, quien no entendía porque su hermana mayor llegaría a esos extremos con tal de proteger algo que… para ella todavía no tenía valor.
Pero nada te hace amar más una flor que un invierno largo y cruel. Y Sanae entendía eso mejor que nadie aquí. Retiro lo que dije antes. Sanae es mayor. Sin duda alguna.
–Terminas con alguien porque no lo quieres, no porque has peleado con él… es diferente. –
Aclaró.
–¿Una pelea muy fuerte? –
Preguntó Minase.
–Otou–san y Okaa–san han peleado a veces. Una vez Okaa–san rompió varios platos por una pelea… aun así… Okaa–san nunca le diría a Otou–san algo como “terminamos.” Ella sabe que Otou–san le atesora a pesar de que a veces peleen. Es una línea que no debes cruzar. –
–Cruzó la línea. –
Repitió Minase, sonriendo, y guardó su teléfono. Estoy seguro que ella atesoraba las enseñanzas de su Onee–chan en lo más profundo del corazón, aunque no lo dijera.
Impedida como estaba, de seguir defendiendo a Hatami, encontró la forma de escapar, cuando dijo que iría a decirle algo a su padre. Sanae y yo nos quedamos allí mientras ella echaba a correr.
–Eres genial, Sanae. –
Le dije, ella me miró sonrojada.
–No lo dije para… ser genial… –
Respondió ella.
–Lo sé… aun así lo eres. –
Repliqué, Sanae batió la cabeza. Y se sentó a mi lado.
–Dije todas esas cosas vergonzosas enfrente de ti. –
Se quejó.
–Bueno, antes de que tenga que volver al trabajo. –
Dije, y me acosté en su regazo, sin avisar ni nada. Sanae reprimió un grito.
–No hagas eso… estamos en público… –
–Pero no es nada malo… allá lo estaban haciendo también… –
Había una pareja de enamorados que estaban haciendo lo mismo. No se veía tan indecente si tomabas en cuenta que esto era un parque y que en realidad, estábamos lejos de la vista de la gente.
–Sí pero… estas lleno de harina… –
–Dijiste que no te molestaba… –
–No me molesta pero… –
–¿Por favor? –
Pregunté. Ella se enfadó.
–De nada sirve que lo preguntes ahora, de todos modos lo estás haciendo ¿No es cierto? –
–No te enfades… –
Respondí, estaba tranquilo ahora que estaba acostado sobre sus muslos.
–Eres un aprovechado. –
Se quejó.
–Oye… estoy poniéndote toda la atención que puedo ponerle a alguien ¿Por qué los insultos? –
–Para… me hace cosquillas. –
Volvió a quejarse. Me levanté sin decir nada. Ella permaneció en silencio. No estaba mirándola, así que no la vi hasta que ella puso sus manos en mis hombros y volvió a acostarme sobre su regazo.
–No te vayas… –
Dijo.
–No quería hacerte cosquillas… –
Respondí, sonriendo. Esto era la buena vida.
–De verdad ¿No te sientes mal? –
Preguntó ella. Supuse que estaba hablando sobre Kurimo, pero evadí el tema.
–¿Cómo podría sentirme mal ahora mismo? –
Pregunté, ella se rio levemente.
–Solo hasta que tengas que volver a trabajo… –
Me dijo ella, girando la mirada.
–Sí, sí, trabajaré muy duro para complacer a tu padre… –
Respondí, ella se sonrojó. Luego sonrió levemente y me miró, puso su mano sobre mi cabello.
–Seguro que estás pensando cosas indecentes ahora mismo… –
Aseguró, pero a pesar de que estaba sonrojada, no dejó de sonreír.
–¿Cómo sabes? –
Pregunté, eso le anunció mi respuesta positiva.
–Porque… yo también las estoy pensando… –
Respondió ella, riéndose con culpa, se explicó luego:
–Estoy aquí, con el empleado de mi papá, a escondidas… y él esta acostado sobre mis piernas, mirándome de forma lasciva… pensando cosas sucias sobre mi… me hace sentir cosquillas… –
Explicó ella, moviendo sus piernas levemente.
–¿Cosquillas? ¿Dónde? –
Pregunté. Era una pregunta tonta, lo sé, pero y que ella estaba de humor, pensé que estaba bien si iba un poco más allá. Sanae tragó saliva antes de responder.
–Ya sabes… en… mi parte especial… –
–¿Solo por un Hizamakura? –
Pregunté, ella asintió con la cabeza.
–Está mojando mi ropa interior… y tú… estás tan cerca de esa parte… que… –
Y bajó su cara hasta que pudo darme un beso en los labios. Comenzó a besarme aprovechando que no había nadie cerca, luego se retiró, con la respiración acelerada.
Permanecimos así un momento.
–Si mi papá me encontrara ahora… –
Comenzó a decir. Yo puse una mano en su rodilla, ella se sobresaltó.
–¿Qué haría?–
Pregunté, interesado.
–Pues… me gritaría… y me pegaría… y me echaría a la calle… –
¿Por qué Sanae estaba excitándose al decir esas cosas? Bueno, no es como que no lo supiera.
–¿Qué harías tú? Si eso pasa… –
Preguntó Sanae, mirándome a los ojos.
–Te llevaría a mi casa… –
Respondí, encogiendo de hombros.
–¿Y la mujer que tienes allí? –
Preguntó ella.
–Obviamente te escondería… –
Respondí, como si fuera lo más obvio.
–Ah, es decir… me ocultarías… ¿Y luego qué?–
–No le diría a nadie que estas allí… te guardaría solo para mi… –
Sanae no soportó eso y comenzó a reírse con pena. Pellizcó mi mejilla después.
–Eres un tonto… ¿Te harías cargo de mí? ¿Es eso? –
No me dieron tiempo de responder. Minase estaba allí parada con aires de coraje.
–Onee–chan… –
Y suspiró.
–Ah… ¿Qué se supone que voy a hacer contigo? ¿Eh? –
–Co… ¿conmigo? ¿Por qué? –
Preguntó Sanae, me puse de pie inmediatamente. Ella se sacudió la falda.
–Nada de por qué… Otou–san está cerca, puede salir en cualquier momento y tú no estás siendo nada reservada. ¿Quieres que se dé cuenta? No ¿Verdad? ¿Entonces? –
–Pues yo no sé cómo… disculpa si no tengo gran experiencia en esto como tu esperas que sea. –
Minase se dio cuenta de que había herido los sentimientos de su hermana. Debe ser difícil que tu hermana menor te tenga que decir estas cosas.
Se acercó a Sanae y tomó su mano.
–Perdón Onee–chan. Sé que quieres pasar tiempo con él, y lo entiendo. Solo… no es el momento, ¿Está bien? Supongo que es cruel de mi parte hacerte venir sin que puedas acercarte, lo siento. Pueden buscar otro momento y puedes estar todo lo acaramelada que quieras con él… solo… resérvalo para cuando no haya peligro ¿sí? –
Sanae tenía la cabeza baja, yo intervine.
–Minase, no le digas esas cosas, no la culpes si fui yo quien insistió en ello. Tú sabes que ella no es así normalmente, si les he ocasionado problemas, enójate conmigo ¿De acuerdo? –
Minase suspiró.
–Yo solo quiero protegerla, no será feliz si Otou–san se entera… en verdad se enfadará mucho. Y si empieza a sospechar puede prohibir a Onee–chan que venga aquí. No hay razón para complicar las cosas si pueden verse después. –
Explicó. Yo me acerqué a Sanae e hice una reverencia.
–Perdóname, no era mi intención que pasaras una vergüenza. Nos vemos después ¿Está bien? –
–¿Promesa? –
Preguntó ella, mirándome de reojo.
–Si, por ahora, solo sonríe ¿De acuerdo? –
Sanae volvió a ser la misma chica caprichosa de siempre… más o menos.
–¿De que estas hablando? Yo no sonrío si no estás tú… –
Se quejó ella. Girando la cara. Eso fue tan tierno que por poco me da un paro cardiaco. No me constaba que fuera mentira, de todos modos.
–Pues porque volveremos a vernos pronto, es porque quiero ver tu sonrisa. Todavía estoy aquí, de todos modos. –
Expliqué. Sanae soltó una risita.
–Debo volver al trabajo… –
Les dije.
–Yo me iré a casa. –
Respondió Sanae.
–Te agradezco que hayas venido a verme. –
Respondí.
–Onee–chan se tomó una hora completa decidiendo su atuendo cuando Otou–san mencionó que estarías aquí hoy. –
Comentó Minase. Sanae volteó a verla, roja de la cara. Pero no lo negó. Yo asentí con la cabeza.
–Verla así de linda le hace bien a mi corazón. –
Respondí, y sin decir más, me di la vuelta.
Vaya que esta chica podía ser acaramelada si se lo proponía. Aquello fue algo nuevo para mí, pero sinceramente, comparado con lo desesperado de sus lágrimas cuando recién la conocí, prefería esto.