Haru No Yurei - Volumen 2: 26. Es mi vida
Luego de aquello volví al trabajo. Y como he dicho, trabajé duro y con más ánimos, al menos hasta que vinieron a quitármelos. Hablo de que Kurimo se presentó en la panadería mientras mi jefe aún estaba allí.
Ahora, según mi jefe, ella era mi novia. No podía echarla de allí solo así. Y fue inteligente, porque faltaban menos de cinco minutos para mi hora de salida.
–Solo vengo a entregarle algo. –
Fue lo que dijo.
Y eso le bastó para que la dejaran entrar. Pasó hasta donde estaban los hornos.
Ella fue directo al grano.
–Te vi antes… con… Akiyama–chan. –
Comentó ella.
–Tienes que dejar de seguirme a donde quiera que voy. Eso no está nada bien. Hatami–chan. –
–Es solo que estoy libre el día de hoy. –
Respondió ella.
–¿Lo sabe tu esposa en casa? –
Preguntó después, yo suspiré.
–Algo así… ¿a qué quieres llegar? Hatami–chan. –
Ella negó con la cabeza.
–A nada…es solo que, dijiste que tenías algo que hacer después del trabajo. Quería darte esto antes de que te fueras. –
Yo suspire y tome el papel que ella tenía en las manos.
–Sé que no te gusta cargar con mis sentimientos, así que no te forzaré a nada. Ya no diré nada… por lo visto… eres feliz. –
Y pareció querer llorar, pero se detuvo.
–No perderé más la compostura… vine a darte mi poema, ya no interrumpiré tu trabajo. –
Dijo y se dio la vuelta.
“La flor ya no tiene pétalos. Solo espinas
A la abeja no le gustan las espinas.
Y dejó a la flor. ¿Para qué sirven las espinas?
Pero claro, hay más flores en el campo.”
…
…
Esta hija de…
Ella me dejó, con un demonio. ¿De qué estaba tratando de culparme? Convirtió una bella metáfora de lo que pasó antes en un sucio reclamo. Y luego ¿Qué hay con ese último verso? Es decir, ella lo sabía, desde siempre.
Suspiré. Por algo no quiso esperar a que lo leyera. La primera vez fue vergüenza, esta vez fue porque estaba segura de que me enfadaría.
En eso estaba cuando mi jefe me llamó. Suspiré y salí de allí. Lo que sea que fuera, puede esperar. Todavía estaba trabajando.
Me tranquilicé antes de hablar con mi jefe, pero de todos modos él notó mi malestar.
–¿Qué ocurre? –
Preguntó.
–No es nada, problemas de mujeres… –
Respondí.
–¿Eh? Pero si es una jovencita tan amable… –
Se quejó él.
Sí, lo es… hasta que la conoces.
Pero eso no se lo dije.
–Ya no importa.. –
–No deberías dejar que te afecte, las mujeres son así, en especial las jóvenes, saben cómo hacer que a uno se le meta un gusano a la cabeza. –
Explicó.
–Tiene razón… –
Respondí, no sabía hasta qué punto tenía la razón. Me reí interiormente de eso.
–En fin, tengo algo que sé que te animará. –
Explicó mi jefe. Y extendió un sobre amarillo.
Por fin… día de paga. El señor parecía tener algo que decir.
–¿Sucede algo? Señor… –
Pregunté. Él asintió con la cabeza.
–Verás… Sanae parecía pensar que mereces un aumento. No quiero que te ofendas, pero bueno, es que puede que haya más allí de lo que normalmente hay… –
–Le puso un gusano en la cabeza ¿cierto?–
Pregunté. Esa chica. Mi jefe se rio.
–Si… puede ser. –
Respondió el.
–El caso es que yo no creo que Sanae estuviera equivocada, pero todas las cosas alrededor de la panadería le mantienen a uno con la mente ocupada. Perdona si me tardé en esto, entiendo que estas solo y que, ahora que tienes novia, tienes ciertos gastos que… merecen atención. –
Explicó.
–No quiero que cambies de trabajo, esa es otra razón. –
Admitió con algo de pena. Así que eso era, Sanae insinuó que yo podía acabar buscado un mejor empleo si no me pagaba lo suficiente, porque ahora salgo con Hatami–chan. Casi podía escucharla palabra por palabra.
–Si bien, agradezco mucho su consideración. –
Respondí, haciendo una reverencia.
–Para nada, eres alguien muy responsable, eso siempre es bienvenido. –
Explicó.
Debe ser difícil para él estar atado a los caprichos de sus hijas.
Sin más que decir, salí del trabajo, y lo primero que hice fue enviar un mensaje a Mizore. Eran aproximadamente las tres de la tarde.
“Acabo de salir de trabajar. ¿Estas lista?”
Pregunté. Tal vez tendría tiempo de pasar a casa.
“¿Lista para qué?”
Fue el mensaje que envió de vuelta.
“Teníamos una cita.”
Respondí.
“Ah, es la cita, iremos hoy a una cita, claro que estoy lista… no tardes ¿de acuerdo?”
Suspiré.ni que decir tenía, había que apurarse, quizá estaba tan distraída que no entendió de que estaba yo hablándole. Eso me pasa por no ser claro con lo que digo.
Cuando llegué a la estación del autobús, eran las tres y cuarenta. No pude llegar antes, bajé un poco avergonzado de haberme tardado, pero Mizore me recibió con una sonrisa.
Llevaba un vestido azul con tirantes y zapatos de fiesta, además de un sombrero que la hacía parecer mayor de lo que era.
–Lamento la espera… –
Le dije cuando llegué. Mizore negó con la cabeza.
–No pasa nada… yo… bien… podemos ir a algún sitio cercano… no tiene que ser lejos… –
Explicó ella. Yo asentí con la cabeza. Podía llevarla a la plaza comercial que estaba cerca de donde ella vivía, hablo de aquel lugar donde me encontré con Akane mientras iba con Sakyomi.
–De acuerdo, entonces vamos. –
Fue lo que le dije.
En el camino, Mizore se quedó mirando una tienda de artículos de cocina, la jalé del brazo cuando me di cuenta de que lo que ella realmente estaba viendo, eran las espátulas.
No le dije nada al respecto, pero seguro que esta mujer estaba esperando por algo. Suspiré para evitar pensar en ello por ahora. Tenía que concentrarme en la cita.
Cuando pasamos por un arcade, ella quiso entrar.
–Allí… vamos allí… –
Comentó ella, saltando.
–¿Te gustan? –
No sentí que fuera común que a las chicas les gustaran estas cosas.
–Me encantan. –
Respondió ella.
Y por eso fue que entramos al arcade. Fui por algunas fichas para empezar a jugar, Mizore encogió de hombros, tomó un par de fichas y fue directamente a un juego de golpear unos tambores.
–¿Estas segura de que bastan? –
Pregunté, ella encogió de hombros.
–Soy buena. –
Respondió ella, muy orgullosa de sí misma.
–Eso me gustaría verlo. –
Respondí, ella hizo una señal de “V” con la mano.
–Espera y te mostraré, creo que si no fueras tu como eres, nunca me habría atrevido a hacer esto en una cita. –
Comentó, poniendo una moneda en la máquina.
–¿Cómo soy? –
Pregunté. Ella me miró y me sonrió.
–Así… tu no piensas cosas malas… –
Explicó ella y el juego comenzó. Tengo que decir que no se mucho de ese juego, pero era buena. Eso se notaba. Después de unos momentos, Mizore me miró con los ojos llorosos.
–Ya no tengo fichas… –
Me dijo.
–Te advertí que esas no iban a ser suficientes… –
–Pero quiero más… –
–Pues vamos… –
Respondí.
–No… si me voy mi puntuación se perderá… –
–De acuerdo, voy entonces por ellas. –
Tengo la impresión de que ella quería que fuera por las fichas, quería muestras de amabilidad ahora. No me costaba nada. En el camino, me llegó un mensaje al teléfono. Sinceramente, recé para que no fuera Akane diciendo que se había peleado con su familia. Ya era hora de que estuviera allá.
No…
Era aún peor que eso…
Hatami Kurimo.
“Sé que estas ocupado, así que no te molestaré mucho. Le dije a Minase–chan que vendría a buscarte cuando salieras del trabajo. Si te habla, dile que estoy contigo. No quiero tener que decirle lo feliz que eres de haberme apartado de tu vida, con tus citas en el arcade y esas cosas que no le gustan a nadie.”
Era lo que decía. Yo suspiré.
Esto se estaba convirtiendo en algo serio muy rápido.
“Ve a casa.”
Fue lo que le puse, y pedí las fichas. Iba de regreso cuando la vi parada junto a uno de los pilares en la entrada del arcade.
Estaba empezando a darme algo de miedo, a decir verdad.
Llegó un nuevo mensaje.
“No puedo ir a casa, le dije a Onii–sama que iría a buscarte, no puedo simplemente llegar a casa ahora… él está pasando tiempo con su novia, no voy a interrumpir. Yo salgo sobrando ahí… siempre sobro en todos lados. ”
No… no. No va a arruinar mi cita con Mizore. Kurimo puede esperar. Ahora mismo estoy en una cita, si me altero o algo ella pensará que no lo disfruto.
Eso convertiría la situación en una con dos chicas enojadas en lugar de solo una.
Iba a poner algo como “Perdón por no poder hacer que confíes en mi” porque, ella me abandonó… pero eso demostraría coraje ¿no es cierto? Necesito mostrarme como si no me importara.
Aunque era difícil cuando la chica te acosa y te molesta a cada paso que das. Quizá lo que ella quería es que me alterase para ella poder decir: “No sé porque estas así”
Típico.
Volví con Mizore sin responder ese mensaje, concentrándome para no voltear a buscar por Kurimo a ver si estaba en alguna parte. Si ella quería caminar por la plaza comercial yo no soy quien para detenerla. Sin embargo, y a pesar de mis esfuerzos, Mizore notó mi malestar.
–¿Pasa algo? –
Preguntó ella, completamente ausente de lo que estaba ocurriendo. No sonaba enojada, lo que ya era lo suficientemente bueno.
Dejó de jugar cuando me preguntó.
–Tus puntos… –
–Ah, no importan… creo que algo importante pasa. –
Dijo ella, sin quitar el dedo del renglón.
–No es nada, me llegó un mensaje algo aterrador, es todo. –
Expliqué. Ella asintió.
–No peleaste con Akane ¿cierto? –
Preguntó ella, mirándome feo. Hay que recordar que ella sentía que había un lazo especial entre ellas, y lo más probable era que Akane se sintiera igual, siendo francos.
–No, no es eso, más bien, ella ha ido a pelear con su familia. –
Expliqué. Excelente acción evasiva, aun así…
–No creo que sea lo que quieres hablar en una cita. –
Le dije, bajando la cabeza. Mizore sonrió.
–No te preocupes. Si es sobre ella, entonces me importa… sobre ti también, no pienses mal, pero… bueno. –
Comenzó a decir ella.
–Más bien creo que hay algo de todo esto que te interesa. –
Respondí. Ella bajó la cabeza.
–Pu… puede ser… pero no creo que quieras hablar de eso ahora. –
Respondió Mizore.
Lo que sea estaba bien para mí, pero eso no se lo dije.
Al menos no estaba arruinando mi cita. Lo siguiente lo pensé en cinco segundos.
–Ven… vamos por pastel… –
–Yay. –
Fue lo que dijo ella, alzando los brazos. Y subimos al segundo piso. Donde estaban las cosas de “comida” que casi todas eran de dulces y cosas como café y pasteles y ese tipo de cosas.
Mizore pidió un trozo de tarta de manzana y jugo, yo pedí una tarta de fresa también. Nos sentamos un momento.
–Pensaba que… bueno, es difícil que, tengamos tiempo últimamente. Estoy feliz de que hayas podido, pero no quiero que eso te provoqué problemas. Admito que estoy preocupada. –
Comentó Mizore.
–No te preocupes, hablé con Akane sobre esto, de hecho. Ella dijo que quería que nos viéramos. –
Respondí.
–A eso me refiero… ella… no parece muy molesta con esto. Que… tengas novias y así… a mí me da la impresión de que le gusta. –
Explicó.
–Si… a mí también. –
Respondí.
–Sinceramente, pensé en… bueno…. Invitarla a… lo de después de esta cita… pero no tuve coraje para decirlo… no es algo que pueda decirle a ella con facilidad. –
Explicó Mizore. Ella quería que Akane…
Cambió el tema después, ni siquiera me dejó responder a eso. Se pasó la mano por el cabello.
–¿Cómo es estar casado? –
Preguntó.
–Es… extraño… –
–¿Malo? –
Preguntó ella inmediatamente, yo negué con la cabeza.
–No, al contrario, se siente bien pero… bueno, es que ella y yo nunca tuvimos el tipo de relación que tengo contigo, no es lo mismo. –
Expliqué. Ella asintió con la cabeza.
–Lo decía porque, bueno, me da un poco de envidia, ella pasa mucho más tiempo contigo y… yo no he dejado de pensar en esto desde la última vez que nos vimos… no sé si tu… me ves cómo alguien… igual, o si tengo menos valor porque estoy tan lejos… –
–No es así como se mide la cercanía, Mizore. –
Respondí. Ella asintió.
–Lo sé, lo sé pero… bueno… si soy sincera, yo todavía estoy arrepentida de lo que pasó en aquel viaje, cuando tu esposa apareció de la nada y yo te dije, que no quería nada contigo… todavía siento un hueco. –
Genial… otra.
Mizore continuó, de todos modos.
–Y quiero que sepas, que significó mucho para mí, que no me echaras de tu vida cuando tuviste la oportunidad. También agradezco la ayuda de Akane, pero eso… me dejó en claro, que… no estoy en igualdad de condiciones. –
Explicó Mizore, con evidentes trabajos para hablar.
–No entiendo lo que quieres decir, habla claro. –
Respondí. No me gustaba que ella se sintiera menos todo el tiempo.
–Tengo la impresión, de que solo pudimos arreglarnos porque una figura con mucha más importancia en tu vida intercedió por mí, y no importa como lo mires, eso no está bien. –
–No es que tenga más importancia… –
–Lo sé… lo sé pero… así es como se siente. Se siente como si ella pudiera echarme de tu vida en el momento en que ella quiera. Y me da miedo. Estoy obligada a llevarme bien con ella, estoy obligada a hacer lo que ella dice, salí contigo hoy porque ella dijo que estaba bien. No es que no quiera llevarme bien con ella… solo quiero sentirme segura de que, eso no tiene nada que ver con lo que tú y yo tenemos. –
–¿Quieres que le guarde silencio con esto? –
Tal vez el hecho de que le dijera que lo había hablado con Akane no fue una buena idea. Pero no era eso. La cosa iba mucho más allá en realidad.
–No… no se sentiría bien. –
Acaricié su cara con cariño, sea como fuere, ella estaba teniendo muchos trabajos para poner sus pensamientos en orden. Eso tenía que reconocérselo, al menos no estaba haciendo un coraje.
–¿Puedo… ser egoísta?–
Preguntó Mizore.
–Puedes decir todo lo que tú quieras, yo escucharé todo. –
Respondí, sonriendo.
–Quiero lo que ella tiene. –
Respondió Mizore, con la cara seria.
–Esto no basta. No es que te exija nada ni que piense qué no haces suficiente, si fueras un chico como tantos otros, no me molestaría, lo juro, pero no me siento bien… pidiéndote prestado a otra chica. Y eso no va a cambiar, mientras ella sea tu esposa y yo… una novia. Sólo una novia. –
Me quedé perplejo, sin saber qué decir, no esperaba algo así. Mizore puso sus manos frente a ella.
–Te dije que iba a ser egoísta, no tienes que tomártelo tan en serio… es decir… estoy siendo completamente irracional aquí ¿no es cierto? Tu… –
Y sus ojos se llenaron de lágrimas.
–Tú ya tienes una vida ¿no es cierto? –
Canté victoria demasiado pronto. Esto iba para reclamo que volaba.
–¿Por qué asumes que tú estás fuera? ¿Por qué te dejas sin un sitio tu misma? Yo todavía no he dicho nada.–
Pregunté.
–Porque sé que lo tengo, solo que, sé también que es el lugar que sobra, y no me puedo acostumbrar. –
Explicó Mizore.
–¿Eso es lo que quieres? ¿Vivir conmigo? –
Pregunté. Mizore puso sus manos enfrente y negó con la cabeza.
–Ya te dije que estaba siendo egoísta, es solo una idea. No te lo tomes tan en serio. Con que me escuches y no te enfades conmigo por ser así, me basta. –
–Son palabras serias… –
Repliqué.
–Sí pero, imagina lo que diría… tu esposa… –
Respondió Mizore, deprimiéndose. Me puse de pie y la miré con coraje. ¿Tiene que vivir comparándose con ella?
–Estás viendo a Akane como algo que no es… no es mi dueña, esta es mi vida, y hago lo que yo quiera con ella. No creo siquiera que tenga el derecho de replicarme. Después de todo lo que he hecho por ella… –
Mizore me miró, su coraje y su… frustración desaparecieron de su rostro cuando ella perdió el aliento. Se quedó boquiabierta durante un momento, luego se llevó la mano al pecho.
–Wow…. Hiciste que mi corazón latiera muy fuerte… –
Me dijo ella, acalorada.
–Es decir… vaya un hombre…. –
Ignoré eso. Me di la vuelta.
–Si tus padres están de acuerdo… –
Le dije, y luego fui a pedir un nuevo jugo. Encontré a Mizore roja de la cara cuando volví.
–Pasa algo… –
Pregunté. Ella asintió, y mirando a todos lados, se acercó a mí y me habló en voz baja.
–Quiero irme… –
Eso me sacó por completo de mi tren de pensamiento.
–¿Justo ahora? –
Pregunté.
–Ya sé que estoy mal de la cabeza, y ya sé que lo que digo suena extraño… solo… vámonos ahora ¿sí? –
Me respondió ella.
–No es que… –
Iba a decirle que no es que estuviera mal de la cabeza, pero ella se me puso de pie, sin mirarme, completamente sumergida en sus sueños ahora, aunque luego me explicó, no eran sueños, eran recuerdos.
Salimos de allí después. Pasamos por una máquina expendedora y ella compró un par de jugos, me dio uno y se bebió el otro. Sin decir nada, parecía que necesitaba tranquilizarse.
Luego seguimos caminando.
Mizore no me miraba para nada, iba con la cabeza baja y caminando rápidamente a través de la plaza comercial. Luego de que salimos de allí, ella suspiró y explicó.
–Me hiciste mojarme. –
Me dijo en voz muy baja.
–¿Eh? ¿Ahora? –
Pregunté. Aquello no tenía nada de sentido.
–¿Por qué tenías que decir eso? Me trajo todo a la cabeza de nuevo, yo no quería pensar en eso ahora. Es tu culpa. –
Se quejó Mizore.
–¿Qué tiene que ver lo que dije con lo que acabas de decirme? –
Pregunté. Ella me tomó del brazo y me guio hasta un sitio más o menos apartado de la gente, no estábamos escondidos, pero al menos no podrían escucharnos.
–Eso… que… lo que dijiste… esa fue la causa de que yo… espiara en primer lugar. –
Respondió Mizore.
–No comprendo. –
Respondí, negando con la cabeza. Ella suspiró, luego se explicó a sí misma.
–Otou–san siempre ha tenido amantes, no puede evitarlo, le gustan las mujeres, y según mi madre las mujeres lo buscan mucho. Lo buscaban mucho más antes. Una tarde, Okaa–san se enteró de ello… hizo un coraje como nunca en su vida. Yo tenía doce años. Okaa–san le habló a Otou–san por teléfono y le gritó, llorando, un montón de cosas acerca de terminar con él. Yo creo que ella estaba seriamente enojada con él. No creo que haya pensado que Otou.–san volvería a casa en ese mismo instante… Mi padre llegó furioso a la casa, y lo único que pasó, fue que tomó a mi madre del cabello, y a golpes y patadas, la metió al cuarto. –
Explicó Mizore, con los ojos abiertos y la cara roja.
–Yo me asusté muchísimo, es decir, le estaban pegando a mi mamá. Pero la mirada enojada de mi padre bastaba para hacerme correr, y no tuve el valor de abrir la puerta, aunque… bueno, agradezco no haberlo hecho. Esa fue la primera vez que los vi… haciendo esas cosas. Me asomé sin que se dieran cuenta, Okaa–san tenía las piernas abiertas y estaba sobre la cama. Mi padre estaba… pues… haciéndolo con ella, tenía algo en las manos, creo que una cuerda o un cable o algo así… la golpeaba y le gritaba cosas, palabras horribles que yo jamás había escuchado en mi vida. –
Explicó Mizore, luego tragó saliva.
–Pero entre eso, le dijo… lo mismo que tú ahora… “¿Quién te crees que eres?… haré lo que yo quiera con mi vida… después de todo lo que he hecho por ti” Okaa–san pedía perdón llorando, pero no por eso dejaron de golpearla… supongo que su pecho era lo que Otou–san golpeaba… yo no recuerdo incluso otra ocasión, que haya sido tan violenta como esa…. Pero, al día siguiente, como no llevaba marcas en la cara, mi madre se levantó sonriendo como una boba… y yo fui con ella y le dije “vámonos de aquí” y ella me miró y me dijo algo como “¿de qué estás hablando?” yo la abracé llorando y le dije que mi padre había sido malo con ella, que la había golpeado y le había hecho llorar. Y mi madre se hincó y me dijo con una sonrisa en el rostro… “me pega porque me ama, no es nada malo, es la forma en que lo muestra… un día, encontrarás a alguien así y me entenderás.” A mí me pareció algo difícil de creer, hasta que me explicó que Otou–san volvió del trabajo inmediatamente, porque la atesoraba, y entre los golpes y gritos, le hizo prometer a ella que nunca le iba dejar. –
Explicó Mizore.
–Es posible que tu hermano pequeño… –
Comenté. Las fechas coincidían.
–Yo también pienso que Itto nació de ese día… fue brutal… y bueno, después de eso, cada vez que esas cosas pasaban, yo me tranquilizaba a mí misma diciéndome, lo que me había dicho mi madre. “Le pega porque la ama” y… más cosas comenzaron a pasar en mi interior, a medida que los espiaba y los escuchaba… Mi madre nunca volvió a reclamarle esas cosas, de todos modos… se limita a aceptar cuando él tiene tiempo y quiere… y… bueno, Otou–san siempre quiere… ya deben de haber comenzado…–
Y giró la cabeza, Suspiró, nerviosa.
Y lo que yo le dije sobre Akane se parecía bastante, creo que entendía. Mizore me llamó tomándome de las mangas de la camisa.
–No quiero estar aquí… quiero que me lleves a mi casa… –
Se quejó.
–¿Estas segura? Tenemos tiempo… –
Pregunté.
–Ya sé que no tiene mucho sentido, Esperé mucho por una cita, y ahora que la tengo, lo único que quiero es que termine. –
Se quejó ella, moviendo sus piernas nerviosamente. Yo suspiré y tome mi jugo.
–Sí, pero, todavía tengo jugo… –
Ella tomó el jugo qué yo tenía y lo dejó caer, manchándose el vestido y mirándome fijamente.
–De acuerdo, es todo…. vamos. –
Respondí, poniéndome de pie.
–Gracias… –
Íbamos caminando de vuelta a su casa, algo apresurados, cuando se me ocurrió algo intrigante.
–Tu padre… ¿nunca le dice nada bonito a tu madre? me refiero a… en esas circunstancias. –
Pregunté, me refiero pues, a que a Mizore le gustaban ambas formas, de eso estaba hablando, pero ella negó con la cabeza.
–Bueno… no. Él es mucho más duro con Okaa–san de lo que tú lo eres conmigo. –
–¿Eso te parece bien? –
Pregunté. Ella asintió.
–Pues soy primeriza… me asustaría mucho si fueras solo cruel y malo… creo que no estoy lista para algo así. Pienso que si lo he hecho tan bien y si ha sido tan dulce, es que siempre sabes hasta donde llegar y que tanto tienes que hacer para no asustarme, eso me reconforta. –
Era difícil ver esa línea, pero me alegraba de, al menos, no estar haciéndolo mal. Lo he dicho antes, hay un límite en esas cosas y si no tienes cuidado, puede terminar muy mal.
–Ahora que recuerdo… una vez, solo una vez, recuerdo que le haya dicho algo lindo. Tal vez por error, pero él le dijo “Eres bonita, pero que no se te suba a la cabeza” mi madre gimió y gritó como nunca ese día, también estuvo especialmente feliz durante una semana… –
Comentó Mizore con una sonrisa en el rostro.
–Tú estabas espiando ese día ¿No es cierto? –
Pregunté. Mizore asintió.
–Y… bueno… tocándome… espiarlos se volvió algo diferente. En un principio, lo único que quería era comprobar que eso hacía feliz a mi madre, luego empecé a sentirme rara al verlos, y… empecé a hacerlo por gusto… –
.–Me parece un poco… extraño, que me digas esas cosas sobre tus padres, en la calle y a plena luz del día… –
Comenté.
–Oh, incluso lo hacen en público… y bueno… tu no vas a decir cosas malas sobre eso ¿cierto? –
Respondió Mizore, encogiendo de hombros. Yo negué con la cabeza.
Me alegraba que al menos esa parte, hubiera quedado clara. Mizore pasó mucho tiempo con miedo a ser rechazada por cómo era. Ese miedo parecía ausente ahora. Se sujetó de mi brazo después.
–Ya… llévame a mi casa… en verdad… –
Urgió. Yo sonreí. Era una chica muy desesperada, pero si algo así había avivado sus recuerdos acerca de cómo ella comenzó a descubrir su sexualidad, entonces se lo perdonaba, no todos los días te enteras de algo tan interesante sobre las cosas privadas de una chica.
Entramos a los departamentos donde ella vivía.