Haru No Yurei - Volumen 2: 29. Tomando responsabilidad
–¿Por qué tenías que hacer eso? Onee–chan. –
Se quejó Minase.
Estábamos los tres justo fuera de la panadería.
Después de aquello. El señor hizo un coraje como nunca, tanto, que su esposa tuvo que detenerlo para evitar que se me fuera encima a golpes. Sanae estaba frente a mí y probablemente también lo hubiera evitado, pero el señor estaba loco de furia.
La señora lo convenció de subir las escaleras mientras le dirigía a Sanae una mirada de desprecio.
Sanae ni siquiera se inmutó.
Una vez que subieron las escaleras, yo miré a Sanae, quien suspiró.
Fue entonces que Minase le preguntó ¿Por qué tenía que hacer eso? Y Sanae solo encogió de hombros.
–Ya no quiero esconder esto. Es todo. –
–Si pero… ¿Qué ganaste? –
Preguntó Minase.
–Mi libertad. –
Respondió Sanae simplemente.
–Yo no soy buena escondiéndome… se iba a dar cuenta un día, muy pronto yo creo. Y él desapareció todas las dudas que me quedaban justo el día de hoy… si todo lo que me dijo hoy es cierto yo… –
Minase volteó a verme, como su fuera yo el culpable de que ella hubiera decidido accionar una bomba justo el día de hoy.
–Claro que es cierto. –
No iba a negarlo a estas alturas, e incluso aunque lo negara, eso no iba a salvar mi cuello de todos modos.
–Ya está… yo ya no quiero esconderme… no estoy haciendo nada malo. Ya he desperdiciado muchos años de mi vida. No voy a desperdiciar más. –
–No lo entiendo… –
Respondió Minase, desanimada.
–Claro que no lo entiendes. –
Repuso Sanae. Eso hizo que Minase bajara la cabeza.
–No pienses mal, eres joven. Yo tampoco lo entendía, y me negué a entenderlo por mucho tiempo más del normal. Pero ya lo entendí, quiero una vida diferente. Quiero poder amar sin tener que preguntarme si alguien me va a descubrir. –
Explicó. No dije nada. No sentí que tuviera derecho a decir nada a pesar de que ahora estaba metido en un problema de los grandes. Quizá el más grande de toda mi vida.
El señor bajó furioso y sin mirarme, me extendió un sobre amarillo.
–Toma… es tu paga por los días que te debo… ya no trabajas aquí. –
Claro. Me iban a despedir. Eso era más que lógico. Sanae se acercó a su padre. El señor la miró.
–Y tú… no volverás a salir en… –
–Lo despediste… que bueno. Me alegro por ti. –
Dijo Sanae.
–Escúchame cuando te hablo… –
Sanae giró la cara y cruzó los brazos.
–No, ya no te voy a escuchar. –
–Esto no es un juego, Sanae. –
Se quejó su madre. Ella asintió.
–Ya sé que no es un juego. Yo tampoco estoy jugando. Ya no soy una niña pequeña, tengo derecho a tener novio. –
–Si pero… –
Su madre trataba de razonar con ella.
–Él es mi novio. –
Dijo, señalándome.
–¡Sanae! Es un empleado… –
Se quejó la señora.
–Yo lo quiero. –
Respondió Sanae. La señora incluso enrojeció al escuchar eso tan llanamente de Sanae, luego volteó a ver a su marido.
–Digo lo mismo que antes… NO. –
Sanae encogió de hombros.
–Bien, es todo. Me voy de casa entonces. –
Respondió Sanae, encogiendo de hombros.
–¿Eh? –
Minase, su padre y su madre preguntaron eso juntas.
–Estas echando tu futuro por la borda, Sanae, por un capricho. –
Se quejó su madre.
–Apenas lo conoces… –
Regañó su padre.
–¿Un capricho? –
Preguntó Sanae ofendida. Tal y como había dicho, había estado ignorando completamente a su padre.
–Yo, he pensado mucho en esto, desde que comencé a salir con él ¿Qué quiero? Tengo veintiún años, y una carrera universitaria, ¿Qué más? Me siento tan sola que a veces quisiera morir. No quiero esto. Quiero ser amada, quiero ser consentida, quiero amar y consentir… quiero ser mujer. –
Explicó. Y finalmente se volvió hacia su padre. Suspiró, con lágrimas en los ojos, respondió.
–Tienes razón. Apenas lo conozco. Lo único que sé, es que es el indicado. No me interesa si no lo entiendes, pero, él me conoce. Se ha dado a la tarea de sacar a la luz cada pequeño detalle de mí. Cada secreto, cada miedo, cada sueño. No tiene otros medios, no tiene padres, y lo estás dejando sin trabajo. Y aun así, no me ha detenido. No se está acobardando. ¿Eso que te dice? ¿No es eso suficiente para decidirme? Tendría que ser muy estúpida para seguirme preguntando, si es o no es lo que quiero. –
El señor se volvió a mí.
–¿Estás dispuesto a llegar tan lejos? Muchacho. No volveré a admitirla en casa. Tampoco trabajaras aquí. No solo estarás arruinando tu vida, sino también la de ella. –
Amenazó.
Sanae me miró. Supongo que no hace falta decir que… la respuesta era automática. Yo suspiré, me acerqué al señor y tomé el sobre.
–Bueno. También es cierto que ya me estaba hartando de hacer pan. –
Lee dije, y encogí de hombros. El señor suspiró.
–Ve a casa por tus cosas. –
Le dijo a Sanae. Y se dio la vuelta.
Minase permaneció en silencio, estaba ocupada con algo en su celular. Supongo que entendió que era una mala idea decir cualquier cosa ahora, porque si se ponía del lado de su hermana estaría en problemas, y ella no tenía forma ni razón para huir de casa también.
Me refiero a que podían encerrarme por llevarme a Minase, pero no por llevarme a Sanae.
Su madre encogió de hombros y se dio la vuelta.
–Espero que sepas lo que haces, Sanae. –
Le dijo, y entró.
Yo me quedé sin nada que decir. ¿Qué podía decirle a Sanae? Ella se volvió a mí.
–No te preocupes por dinero. Yo tengo mucho. –
Dijo ella.
Bueno, es que incluso tenía su propio auto.
–No me vas a mantener. Conseguiré otro empleo. Pero… supongo que es tonto preguntarte, si estás segura ¿No es cierto? –
–Es tonto… tan tonto como que yo te pregunte si te harás responsable. –
–Aun así, quieres que lo diga. –
Repliqué.
–Y tú quieres escucharme diciendo que estoy segura. –
Replicó ella.
–Yo sabía, que mis días en casa de mis padres estaban contados, desde la primera vez que me dijiste que me querías. Era cuestión de tiempo. –
–Bueno, esa es una forma un poco extraña de verlo. –
Respondí, sonriéndole y tomándola de la mano.
–No entiendes… eres el único que se va a dar a la tarea de averiguar todas esas cosas sobre mí, de hacerme feliz del modo en que lo has hecho. No me voy a casar con nadie más, y si no eres tu… me quedaré sola. Era cuestión de tiempo también para que mi padre se enterara, es que esconderme era demasiado difícil para mí. Yo… quería estar acaramelada contigo, no puedo evitarlo. Era cuestión de tiempo para que, me echaran de casa de todos modos, no había forma de que mi padre aceptara esto. No importaba si era ahora o en un mes o en diez años, él seguiría diciendo que no. Y no importaba lo que pasara, mi corazón no iba a aceptar eso. –
–Ni que hacerle ahora. Hice una promesa y eso es lo que haremos. Ve por tus cosas. –
Expliqué. Quería decir que la llevaría a mi casa.
Como si la cosa no pudiera complicarse más. Mizore había pedido lo mismo antes. Todavía ni siquiera se lo decía a Akane y ahora eran dos.
Tengo cuatro cuartos en casa. Uno de ellos ni siquiera tiene muebles.
¿Qué va a ser de mi vida?
Voltee a ver a Minase. Ella seguía en el celular.
–Oye tu… ¿Te parece que deberías estar en el celular justo ahora? –
–Es importante… –
Respondió Minase, Sanae la miró extrañada.
–¿Mas importante que esto? –
Pregunté, algo ofendido a decir verdad. Su hermana se iba a mudar.
–No es eso… –
Dijo, sin dejar de mirar a la pantalla por un momento.
–¿Minase? –
Preguntó Sanae, confundida, pero no parecía ofenderse.
–Hay problemas… –
Dijo Minase y volteó a verme con la cara llena de terror.
–Hatami–chan está en el hospital… –
–––––––––––
Me tomó un momento procesar aquello. Me llevé ambas manos la cara. Sanae asintió y dijo:
–Voy por el auto. –
Y se fue corriendo. Yo me quedé allí, parado sin entender que había pasado. Lo que sea que fuera, era grave.
Minase se acercó a mí.
–Creo que ella hizo algo… –
Explicó.
–¿Algo como qué? –
Pregunté, sin quitar mis manos de la cara.
Ella me mostró el mensaje. Era una nota de suicidio.
“Ya no sé qué hacer, he intentado todo y nada funciona. Ya no quiero sentirme así. Quiero desaparecer. Dile a ya–tu–sabes–quien que lo amo y que me perdone.”
Era lo que decía.
–¿Hace cuánto que llegó esto? –
Pregunté.
–No lo sé… acabo de revisarlo, envié un mensaje de vuelta y… esto es lo que respondió. –
“No quiero hablar de eso, no quiero hablar de nada. Estoy en el hospital ahora. Ya no entiendo nada. No quiero entender nada. No quiero ver a nadie. No voy a ir a la escuela en un buen tiempo.”
–Esa hija de… –
Minase me miró con lágrimas en los ojos.
–¿Eso es lo único que puedes decir? –
Parecía súbitamente decepcionada de mí. Yo suspiré.
–No… pero, las otras cosas se las diré a ella. –
–Si vas a insultarla otra vez… –
–¿Qué es lo que quieres que diga?–
Pregunté, enfadado.
En ese momento, el auto se estacionó frente a nosotros. Sanae abrió la puerta.
–Suban… vamos a ir a verla ¿no es cierto? –
Minase volteó a verme. Luego batió la cabeza y subió al auto.
–Te estás casando con un monstruo, Onee–chan. –
Tragué saliva, lagrimas resbalaban por mi cara. No estaba seguro de por qué.
–Un monstruo… un monstruo sin corazón… –
Repetí, Sanae se acercó a mí.
–Estoy segura de que han sido muchas emociones. Si quieres, puedes ir a casa ahora. –
Me dijo Sanae. No parecía una pregunta sincera. Se sintió como si ella estuviera tratando de ser comprensiva, pero de algún modo, insinuaba que arruinaría mi relación con ella si me quedaba.
Lo entendí de pronto.
Si me quedaba, estaría mostrando un lado malo a Sanae. Un lado débil y patético que no era capaz de hacerse cargo de esto también.
Entendí mal a Kamine, creí que “un lado genial” era un lado duro sin sentimientos. Alguien a quien no le afectan estas cosas. Ahora que lo pensaba, eso no era genial en absoluto. Era patético.
Era cobarde. Era la actitud de alguien que permanece aparte porque no es capaz de soportar el rechazo, o el miedo, o el dolor. Era como ir a la batalla con miedo a las flechas del lado contrario. Genial es alguien que sortea todas estas cosas, y sale victorioso. Genial es alguien que se hace cargo de los problemas sin importar lo difíciles que puedan ser. Genial es el que es fuerte cuando hay que serlo, y el que sabe cuándo es necesario que sea sensible y atento.
Genial es alguien que se responsabiliza de sus propios desastres, y no importaba como lo miraras, esto tenía que ser mi culpa de alguna forma también.
–Claro que no. Tengo que verla. Ahora mismo. –
Sanae sonrió.
Subí al auto, al lado de Sanae, Minase estaba en el asiento de atrás.
–Empezabas a asustarme. –
Se quejó Minase.
–Lo siento, es que me dio mucho miedo. –
–Pero no ibas a huir ¿verdad? –
Insistió ella. Me volví hacia ella para mirarla a los ojos.
–Por supuesto que no. Aun con todo, nunca, y me refiero a nunca, me he retractado de nada. Nunca he huido de una situación. Bueno, solo de una persona, y Hatami Kurimo no es esa persona. –
Listo, ese soy yo.
Ya había dicho eso antes.
La persona a la que me refería, era Akane. Y escapé porque era joven entonces. Pero es todo.
Eso no se los dije, de todos modos.
–¿Decías? –
Preguntó Sanae, con una sonrisa.
–Nada… me retracto… me asustó que dijera solo maldiciones. –
–Es un hombre… –
Respondió Sanae.
Un hombre… de algún modo, entendí que esas eran palabras mayores. Era la primera vez que alguien me reconocía como “hombre” en vez de “chico” y… se sintió bien.
Otra cosa es que no estaba muy de humor para sentirme halagado
–¿En qué hospital está?–
Pregunté.
–En la clínica de Sahishima. Al otro lado del puente. –
Explicó Minase. Minutos después, cruzábamos el puente y estábamos acercándonos al hospital.
Lo primero que hicieron Sanae y Minase fue ir a la recepción. Una vez allí, nos encontramos con la madre de Kurimo, y por supuesto, con su hermano. Sanae estaba revisando algunas cosas y Minase estaba en el teléfono, imagino que informando a Kurimo que estábamos aquí.
Junto con la señora, estaba su hijo. El “Onii–sama” de Kurimo. Tragué saliva.
Se acercó a mí.
“No lo hagas… te golpearé aquí y ahora” Fue lo que pensé.
–Tu ocasionaste esto… –
Reclamó él, yo lo tome por el cuello de la camisa.
–Tú lo permitiste. –
Respondí, él se soltó.
–No puedes pasar. –
Replicó él, mostrándose amenazante. Tenía ganas de partirle esa cara de una vez… pero logré contenerme.
–Fuera de mi camino. –
Faltando un ínfimo segundo para soltar el golpe, su madre intervino.
–Mirato. –
Llamó, su hijo volteó a verla.
–Ve al auto. –
–Pero… –
Su madre le dio una bofetada allí mismo, su nariz comenzó a sangrar. Me miró con los ojos llenos de rabia.
–Ve al auto. –
Ordenó su madre de nuevo. El chico escupió en mi dirección, y se dio la vuelta. No lo golpee solamente porque aquello hubiera hecho que me sacaran del hospital.
La señora me miró con gravedad, como esperando cualquier signo de duda en mí. Pero ahora que estaba asustado, enojado, y estresado, no tenía forma de mostrar dudas.
–Admito que te estaba esperando. –
–Vine tan rápido como me enteré. ¿Qué ocurrió?–
–Ella tragó varias pastillas para dormir. Un poco más de tiempo y hubiera sido letal. ¿Sabes porque? –
La señora estaba embarazada, no podía tener esta clase de preocupaciones.
–No… se lo preguntaré. Esta clase de tonterías… –
La señora me interrumpió.
–Está enamorada. ¿Qué esperabas? –
Se quejó. No pude responder. Tenía razón.
¿Que esperaba? ¿Cordura?
Ajá… como la cordura de Akane, que fue hasta donde yo estaba esperando a que la violara. O la de Sanae, quien acababa de huir de casa aun sabiendo que tenía esposa… o la de Mizore, que me pidió vivir conmigo justo el mismo día en que me “regaló” a su madre por su cumpleaños. O tal vez como la de Mizuki Sensei, que estaba coqueteando con su alumno cuando sabía que toda su vida se iba a ir al diablo si alguien se enteraba. O como la de tantas otras…
O como la mía, seguro. Que golpee al padre de Akane, me acosté con la madre de Mizore, dejé que me despidieran a pesar de que, como dijo Sanae, no tengo otros ingresos y soy casado. Que estaba a punto de llevar a dos mujeres a vivir a mi casa, donde me esperaba mi esposa, a quien tenía que explicarle además que ahora no tengo trabajo.
Y que sabiendo todo eso, estaba aquí, en el hospital, pensando en decirle a una chica de colegio, que no debería actuar como una loca.
¿Con que derecho le digo eso?
–¿Algo que tengas que decir? –
Preguntó la señora. Negué con la cabeza.
–A usted… nada. –
–Bien… ve con ella entonces… –
Dijo la señora. Y se dio la vuelta para ir a sentarse. No debería estar de pie, eso sí lo puedo decir.
Suspiré y volví donde Minase y Sanae. Quienes ya tenían el pase de visita.
–Las enfermeras dicen que solamente puede pasar una persona a la vez… iré primero ¿sí? –
Comentó Minase.
–Yo… creo que esperaré afuera… –
Respondió Sanae.
–¿Eh? ¿Por qué? –
Preguntó Minase, yo también quería saber.
–Me basta con que sepa que estoy aquí… no puedo mirarla a la cara después de todo lo que pasó hoy. –
Explicó. Bueno, es que ella tenía sus propios asuntos con Kurimo.
Minase entró luego de eso. Me senté con Sanae en la sala de espera.
–¿Qué ocurrió? ¿Lo sabes? –
Preguntó ella. Yo asentí con la cabeza.
–Su madre dice que ella tomó varias pastillas con somníferos.. –
Expliqué, llevándome las manos a la cara.
–Entonces… si trató de matarse… –
Comentó Sanae.
–No te vayas a culpar. –
Respondí.
–Sé que no es mi culpa. –
Respondió ella a su vez.
–¿Por qué no quisiste entrar? –
Pregunté.
–Bueno, una razón es que no quiero verla porque estoy enfadada con ella. Sé que eso no importa ahora, pero no quiero decirle nada feo. La otra es que… bueno, posiblemente quieras hablar con ella detenidamente, y si entro… les faltará tiempo. La hora de visita es corta. –
Explicó.
Terminaban a las diez de la noche. Eran las ocho y media.
–Y admitámoslo… ella necesita verte a ti… –
Explicó.
–¿Estas bien con eso?–
Pregunté.
–Ella pensó en ti en ese último minuto… no digo que sea tu culpa lo que paso pero… tal vez, si tuviste algo que ver, al menos dentro de su corazón. –
–Fue bueno que Minase entrara primero. No quiero decir alguna idiotez, necesito calmarme. –
Respondí, suspirando.
–Se bueno con ella… eres bueno conmigo, sé que puedes ser bueno con Hatami–chan. –
En ese momento salió Minase. Suspiró.
–Dijo que te fueras. –
Explicó.
–Oh no… al demonio con eso. Voy a entrar. –
Respondí.
–Supongo que ella quiere eso en realidad. –
Comentó Minase. Tome el pase y fui hasta su habitación.
Era la numero 409.
Aquí cada paciente tiene una sola habitación. Y puedes ver lo que ocurre en las habitaciones a través del vidrio, claro, si no cierran las cortinas.
Entré sin tocar la puerta.
Ella me miró por unos momentos, luego se volteó.
–Vete… –
–Tenía que verte. –
Respondí.
Ella se cubrió con las cobijas.
–Ya me viste. –
–¿Cómo estás? –
Pregunté.
–Estoy en el hospital, y frente a mi esta la última persona que quiero ver en el mundo. –
Se quejó. ¿Cómo es que podía ser honesta con esto? Me preguntaba.
–Mírame. –
Le dije, ella se descubrió por unos momentos.
–¿Qué quieres? –
–No tenías que hacer esto. –
Respondí.
–No sabes nada… vete. –
–No me voy a ir solo así, Hatami. –
Repliqué. Kurimo se dio la vuelta, renuente.
–Vete… no quiero verte. –
Dijo.
–Hatami… –
Sus problemas no iban a desaparecer solo porque ella se daba la vuelta.
–¡Vete! No quiero verte, no quiero hablar contigo… solo… vete… –
–¿Y esto es lo que quieres? –
Pregunté. La respuesta era más que obvia, pero quería que ella lo admitiera. Ella no habló. Comencé a reclamar entonces.
–Causaste problemas a mucha gente, Preocupaste a Minase… preocupaste a tu madre, que va a tener un bebé, no puede preocuparse ahora… preocupaste a tu “Onii–sama” que está allí afuera y no entiende porqué su hermanita pequeña hizo algo como eso. –
Ella perdió la paciencia. Me miró con lágrimas en los ojos y el rostro lleno de coraje. Últimamente veía mucho esa expresión en ella.
–¡No me hables de consideración! Tú no tienes derecho a hablarme de esas cosas. No quiero escuchar eso del hombre que me gritó en plena calle cosas horribles y no tuvo ni un poco de consideración de mis sentimientos. No quiero escuchar sobre consideración del hombre que me trató como basura. ¡Vete! –
–No estamos hablando de mi aquí… –
–¡Es por eso que quiero que te vayas! –
Me gritó. Estaba increíblemente enojada, su rostro incluso estaba rojo de coraje, me hubiera reído si no se tratara de una situación tan lúgubre.
–¡Nunca se trata de ti! Nunca tomas responsabilidad por nada, siempre estás aparte ¡Quédate aparte entonces! Deja de fingir que te importa. Solo te importa cuando tu estas fuera del problema. ¡No te metas entonces! Solo… vete… déjame sola… –
Paciencia… paciencia… si algo me faltó la última vez, fue paciencia. Acabó así por mi causa. Por mi falta de paciencia… es una chica de colegio.
Me senté sobre la cama, ella haló la sabana.
–Kurimo… –
Llamé. Ella sollozaba.
–¿No entiendes japonés? Quiero que te vayas… Y no me llames así. Parecerá que somos cercanos…–
Respondió ella.
–¿Puedes perdonarme? –
Pregunté. Eso era lo primero que tenía que haber dicho. De hecho, esa disculpa tenía muchos días de retraso.
–No me digas eso, no quiero que sientas lastima. –
Se quejó ella.
–No es lastima. –
–Sientes lastima por mí. No quiero eso. Y estoy llorando ahora, y a ti no te agradan mis lágrimas, seguro que son muy pesadas para hacerse responsable de ellas. Déjame sola. –
Repuso Kurimo, estaba muy ofendida por ello. Ella malinterpretó todo, o más bien yo no supe explicarme.
–Por favor… –
–Llamaré a seguridad. –
Amenazó. Yo suspiré. Ella había tomado el mando de la conversación con una rapidez impresionante. Ahora era ella quien estaba reclamando. Suspiré.
–Bueno, si me sacan, no tendré otro remedio, pero antes de eso, déjame decir lo que quiero decir. ¿Puedes? Luego de eso no te molestaré más, esperaré a que te recuperes… –
–Y luego seguirás atormentándome… –
Se quejó ella, con sarcasmo. Se sentó sobre la cama un momento y se quitó las lágrimas de la cara.
–No es eso… estoy aquí, porque quiero tomar responsabilidad… –
Ella se mofó de mí, conteniendo una risa enfadada.
–Ya te estoy creyendo… tu vienes aquí luego de todo esto, y te creo… soy patética… –
Cambió luego de eso a una expresión seria.
–Vete, en serio… déjame sola. –
Se recostó en la cama otra vez, pero al menos ahora no se volteó.
–Lo que dije, aquel día, estuvo mal, y… no disculparme estuvo más mal aun. Me disculpé con tu madre por los problemas, pero… bueno, es que nunca te dije que lo lamentaba. Eso era lo que tenía que haber hecho en realidad. Me disculpo ahora… de verdad, lo lamento. –
–Tus disculpas no me sirven ya. –
–Jamás volveré a decir esas cosas. –
Agregué. Kurimo me miró, como si dudara acerca de creerme o no. Se enfadó inmediatamente.
–¡Ese no es el problema!… es cierto que me sentí mal, pero eso no fue lo que me convenció de que… tu no sientes nada por mi… Tu forma de evadir responsabilidades es el problema ¿Lo notas? Justo ahora, lo has hecho de nuevo… “Mi madre se preocupó, mi hermano se preocupó, incluso Minase–chan se preocupó” dijiste… nunca dijiste que tú estabas preocupado… Siempre es lo mismo, si te perdono o no te perdono, a ti no te ocurre nada. La única que seguirá sufriendo seré yo. La única aquí enamorada soy yo. Sigo estando sola, como al principio, Me hiciste creer que me entendías. Cuando en realidad ni siquiera te importaba… solo te aprovechaste… y ahora vienes hasta aquí diciendo que buscas mi perdón… ¿Eso es? ¿Sentirte mejor contigo mismo? ¡Bien! Te perdono… ahora vete. –
Dijo eso haciendo una señal de “shuu” con las manos.
–¿Qué es lo que quieres que haga? –
Pregunté.
–Que te vayas… –
Repitió Kurimo, cruzando los brazos.
–Ya me habías echado de tu vida… y no me dejaste ir de todos modos. ¿Quieres hablar de ser honestos? Bien, realmente creí que lo había arruinado, y estaba feliz de que al menos ya no tenías que seguir cargando con esta clase de cosas, pero seguiste allí… todo el tiempo.–
Kurimo me chilló.
–¿Eres tonto? Si pudiera dejarte ir lo habría hecho. No estaría en el hospital ahora… ¿Tú crees que verte ser tan feliz con todas ellas se sintió bien? Fue horrible. ¿Por qué podías hacerlas felices y a mí me lo negabas? Con lo fácil que es…–
Ella comenzó a llorar. Me puse de pie.
–¿Fácil? ¡No me jodas! –
Le grité. Ella de verdad me sacaba de mis casillas a veces. Pero al menos esta vez le dije la verdad. Aparte de que no la insulté.
–Eres la mujer más complicada que me he encontrado en la vida. ¿Tienes una idea de lo que te estoy diciendo? Nunca sé si lo que hice estuvo bien o estuvo mal contigo, no tengo forma de saber que estás pensando, no me has dejado conocerte ni un poco, quieres mis disculpas pero no las quieres, quieres escucharme pero no quieres escucharme, si te hago cumplidos, estoy siendo deshonesto, si no te los hago, estoy siendo desinteresado… Malo si lo hago, malo si no lo hago… ¿Dónde está lo fácil? –
Me quejé, ella alzó la voz todavía más.
–¡Pues ya está entonces! Si soy tan complicada ¿Por qué no te largas? ¡Déjame sola! No me veas, no necesito tu lastima, ya entendí… ¿Por qué tienes que venir a atormentarme si soy una mujer tan problemática? No te entiendo para nada. –
Hice un esfuerzo por contener las lágrimas, porque realmente me las estaba sacando. Ella se dio cuenta, pero eso no me importó en ese momento.
–Por la misma razón que tú. No pude dejarte ir. ¿Qué tiene de extraño? –
Kurimo se quedó en silencio.
–Y ya… me voy ahora… recupérate pronto. –
Le dije, tratando de salir de allí antes de mostrar una cara patética.
–Ven… –
Dijo ella.
–Pero acabas de decir que… –
Me quejé, enfadándome y cerrando el puño. Paciencia… Paciencia…
–Cambie de opinión. –
Respondió ella.
–Si voy a darme la vuelta, quiero que seas honesta. Si quieres que me responsabilice por lo que sientes, al menos ten la amabilidad de decirme ¿de qué exactamente tengo que responsabilizarme? –
–Ahí vas de nuevo… fingiendo demencia. –
Se quejó ella. Me enojé.
–¡Pues no te entiendo! ¿Me quieres a tu lado o no? –
Pregunté, volteando a verla.
–¡Sí! ¿Qué es tan difícil de entender? Si te quiero conmigo… pero ¡Siempre! No solamente cuando quieres tener sexo. Quiero que estés a mi lado, que me apoyes, que me mimes, que me dejes mimarte a ti, quiero confiar en ti y que confíes en mi… No son tus disculpas lo que esperaba, esperaba la promesa de que no volverías a tratarme mal… eso era todo. Pero tenías que complicarlo hasta el punto del desastre. –
Aquella fue la primera vez que ella dijo la palabra “sexo” en voz alta, y la dijo gritando. Una enfermera que pasaba por allí se nos quedó viendo a través del cristal.
–Tú dices que yo te entiendo, y no niego que a veces puedo entenderte, a veces puedo saber qué es lo que quieres, pero no sé leer la mente. No puedes pedirme eso como un requisito para ser feliz, no puedo hacerlo. Si no me dices lo que quieres, estas dejándoselo a la suerte. No tienes derecho a molestarte conmigo por fallar. –
Reclamé. Ella se limpió las lágrimas con coraje, volvió a reclamar, ofendida.
–No me enojo por que fallas, me enojo por que no te tomas la mínima molestia de intentarlo –
–Esto no está yendo a ningún lado… –
Me quejé. Ella parecía perfectamente bien ahora, me refiero a su salud. Estaba reclamándome como si nada, tenía ánimos para pelear. Incluso se llevó las manos a la cintura.
–Ah, otra vez vas a huir… Mphf –
Fui hasta ella y la interrumpí poniendo un beso en sus labios.
–¿Lo ves? Era fácil… –
Me dijo, con lágrimas en los ojos, acariciando mi cara con cariño. La abracé con fuerza, mejor se lo decía antes de que todo el ambiente se perdiera.
–No vuelvas a hacer nada como esto ¿entiendes? Me asusté muchísimo… –
Le dije, poco a poco, ella comenzó a relajarse, y comenzó a llorar.
–No lo haré… perdóname… –
Dijo, conteniendo sus lágrimas.
–No llores… –
Pedí, pero ella lo malinterpretó.
–¡Cállate! No me digas que no llore… no me digas eso… soy mujer, y las mujeres lloramos… sopórtalo… –
Ella creyó que a mí me resultaba desagradable su llanto, no es así, me resultaba doloroso, que es diferente.
–Pero te he hecho llorar tanto que… –
Kurimo hizo lo posible por tranquilizarse.
–Las espinas son parte de las flores… acéptalas… también te quiero a mi lado cuando estoy llorando… ¿a quién voy a acudir si me echas lejos cuando quiero llorar? –
Preguntó ella.
–Estaba siendo egoísta ¿No es cierto? –
Pregunté, separándome para poder mirarla.
–Me hace feliz que quieras verme feliz siempre, pero no siempre puedo complacerte en ello… no soy una muñeca, y llorando, o enojada, o feliz… sigo sintiendo lo mismo por ti… estaba tan desesperada…–
Explicó.
–Aun así… esto… –
No quería reclamarle, pero es que todavía no entendía que fue lo que la llevó a esto en primer lugar. ¿Mis negativas? ¿Los insultos? ¿Mi falta de responsabilidad? Exactamente ¿Qué? Kurimo bajó la cabeza.
–Yo… lamento todos los problemas que causé con esto, hay una razón, sin embargo… –
Explicó, al parecer, insegura de querer hablar de ello.
–¿No quieres decirme? –
Pregunté, ella asintió con la cabeza.
–Quiero decirte… pero tienes que prometer, que no se lo dirás a nadie nunca… nunca hablarás de esto con nadie… de verdad… es muy personal. –
Explicó ella.
–Lo prometo… jamás mencionaré nada. –
–No importa lo que sea. –
Repitió ella.
–No importa. –
–Te vas a enfadar, querrás golpear a alguien… prométeme que no dirás nada, no harás nada que revele que lo sabes. –
Quiso corroborar por tercera vez.
–Lo prometo, Kurimo… no saldrá nada de este cuarto. –
–Es Onii–sama. –
Respondió ella.
–El no… te incitó a esto ¿o sí? –
Pregunté, algo confundido. Dijo que querría golpear a alguien.
–No… no conscientemente, al menos… –
Explicó Kurimo, yo suspiré. Ella continuó.
–Voy a decirte un secreto… Onii–sama… me quiere para él… –
Explicó ella.
–Eso no es un secreto. –
Le dije, pero ella negó con la cabeza.
–Me ha tocado… –
Eso sí me sorprendió.
–Le dije a mi madre, y ella lo golpeó… –
Explicó después, yo me quedé callado. Kurimo hizo un esfuerzo para mirarme a los ojos.
–De eso estabas hablando ese día. ¿No es cierto? A eso iba tu pregunta… –
Hablaba de la vez que le pregunté si era virgen cuando la conocí. Yo no quería que se acordara de eso. Mucho menos ahora.
–Bueno… es que… fuiste muy amable con él… –
Respondí, bajando la cabeza porque ella se había dado cuenta de que yo estaba celoso.
–Si… lo hice, pero no es que quisiera causarte celos… tú…¿Dudaste de mí? –
Preguntó finalmente. Le dije la verdad.
–Sí, un poco… –
Admití. Ella asintió con la cabeza.
–Lo sabía… de hecho, creo que en ese momento sabía de qué iba tu pregunta, por eso me molestó tanto… –
Explicó, iba a decir que lo sentía cuando ella se explicó.
–Me ha tocado antes… la primera vez, estábamos en casa, antes de conocerte… y… me dijo “eres linda” mientras comíamos. Pensé que era un cumplido tonto como los que a veces me hace… pero él puso su mano en mi trasero luego de eso y… comenzó a apretarlo… yo… me asusté mucho y me quedé callada… dije que iba al baño y me encerré en mi cuarto… y no salí hasta que le dije a mi madre lo que había pasado. –
Explicó Kurimo, con bastante trabajos al decir esas cosas, estaba tan roja que podría freír un atún en su cabeza, y no de la forma agradable. Tampoco me miraba.
–Pero la segunda vez fue hace unos días… mi madre había ido a ver cosas referentes al cuidado su nuevo bebé… estábamos solos en casa… y… fue hasta mi cuarto… su novia acababa de irse y ellos no hacen estas cosas, no sé porque… por eso… Onii–sama metió su mano dentro de mi blusa mi sostén… apretando mi pecho y aunque es cierto que también tuve mucho miedo… No pude evitar que se sintiera… verás… se sintiera… bien… –
Explicó, con lágrimas en los ojos.
Si bueno, es normal… si ella llevaba tantos días sin actividad… oh cielos.
Estuve a punto de gritar “es mi culpa” pero ella continuó, limpiándose las lágrimas.
–“Para” le dije… y él reaccionó y salió corriendo… le dije a mi madre cuando volvió, y creo que lo golpeó por ello. Pero el problema no era ese… el problema fue, que estuve muy cerca, de decir que… si quería. Luego te llamé y peleamos, y te dije que pasaras por mí a mi casa… porque… pensé que eso me haría sentir mejor, que me haría sentir seguridad… y me puse a llorar… pero te juro que no era por ti. Es que… yo no sabía… ¿Cómo debería sentirme? ¿Qué debería pensar de mi misma? Estaba asustada… y te causé problemas.–
Tragué saliva al pensar en el peligro que le había puesto con todas esas peleas. No acaricié su cabeza porque no quería interrumpirla, pero como quería mostrarle apoyo, tomé su mano. Ella sonrió levemente, luego continuó.
–Mi madre me dijo después, que él tenía necesidades, y que lo que hizo estuvo muy mal… pero que no lo hacía porque fuera malo… y que no debería odiarlo. Yo no lo odio… es Onii–sama… pero… yo no me siento segura con él. –
Dijo al final. Parecía que ella se sintiera culpable de pensar así de su hermano.
–El caso es que no lo hace con su novia y está usándote como escape… –
Respondí. Ella acarició mi cara.
–Por eso es que no le dejaron pasar… no quiero estar a solas con él… me da mucho miedo… ¿Qué si no puedo decirle que se detenga? Yo… tengo problemas para decir “No” y… creo que… también tengo necesidades. –
Admitió ella, apenas podía seguir hablando por la vergüenza.
–Pensé que si estaba a solas con su novia, estaría bien… pensé que ella accedería, pero empiezo a pensar que ella es una fachada y… ya no sé qué pensar de ellos. Tal vez no se gustan. Hay veces, en que te veo y siento que voy a explotar… ¿Ella no se siente igual? ¿Por qué no puede solo hacerlo con él? –
Bueno, para ella no tenía mucho sentido. Nunca se había opuesto a sus instintos antes, ahora mismo ella estaba tratando de explicar, que tenía problemas para controlar su urgencia sexual, y que su hermano mayor también los tenía.
–Por eso fui hasta tu casa y… vi lo de los panqueques, te seguí a esa cita… pero cuando volví, mi hermano dijo “me rechazó otra vez” y se fue a su cuarto. Y yo no sé qué me pasa. ¿Por qué había una voz en mi cabeza diciendo… “ve… es un chico y tu una chica… ve allí”? ¿Significa eso que…? –
No quiso decirlo. Bajó la cabeza.
–Tengo miedo. Mi madre entrará al hospital en un par de semanas, pasará algunos días allí… y yo… estaba cada vez más asustada. Ayer en la noche… lo hizo de nuevo, no a mi directamente pero… tomó mi ropa interior, y la usó para… ya–sabes–qué… me encerré en mi cuarto llorando… y no podía parar de pensar ¿Qué si lo intenta y estamos solos? ¿Qué si no puedo decir que “no” esta vez? ¿Qué si mi estúpida boca dice “hazlo”? ¿Cómo voy a mirar a mi madre a la cara? ¿Cómo voy a mirar a mi hermano a la cara? ¿Cómo voy a verte a ti? Y pensé que… si mi vida estaba acabada… lo mejor era… pues esto. –
Y suspiró.
–Onii–sama me encontró semi–consiente y llamó a una ambulancia. Mi madre también fue hasta allí y trató de levantarme… luego me trajeron hasta aquí. Mi madre dice que le dije “No me toques… tengo novio.” A Onii–sama, y… ahora ella tampoco quiere que me quede a solas con él. Dice que no es buena idea. –
–¿Tu madre sabe por qué hiciste esto? –
Pregunté.
–Si… le dije la verdad… cuando desperté ella estaba aquí… por eso te dejó pasar… ella no puede enojarse contigo por esto, porque sería admitir que… Onii–sama ha hecho esas cosas. –
–Primero que nada deja de llamarlo “Sama” –
–No lo odies… –
Se quejó Kurimo.
–Ya lo odiaba antes de saberlo, estuve a punto de golpearlo antes de entrar… no va a cambiar nada. –
Respondí. Kurimo bajó la cabeza.
–El no hace esto porque sea malo. Sólo quiere hacer cosas, yo también quiero, sé cómo se siente… ese es el problema, que ambos estamos… estresados por ello. Pero eso no quiere decir… que quiero que sea él… y seguro que él tampoco quiere que sea yo en realidad, solo está escuchando esa voz… que dice que la solución está allí, al alcance de la mano. Seguro que… él tampoco puede decir “no” con claridad… –
Explicó Kurimo.
–Bueno… de eso ultimo no estoy tan seguro. –
Le respondí. Kurimo asintió.
–No puedo evitar que lo odies… pero no le digas que lo sabes, por favor… –
–No diré nada. ¿Pero qué harás? Si hiciste una cosa como esta, es porque hay un problema muy grave…–
–No lo sé. No tengo más familia a quien acudir… y mi madre no puede solo echar a Onii–Sa… Onii–san a la calle. Iba a pedirle a Minase–chan que… me dejara pasar unos días en su casa. Especialmente los días en los que mi madre va a estar en el hospital, o llegara tarde de sus consultas médicas… pero, no quiero causarle problemas, y… bueno… no quiero ver a su Onee–san. –
–Es por lo de… –
Comencé a decir, ella me interrumpió.
–Yo también tengo derecho a odiar a alguien. –
Respondió Kurimo, y suspiró.
–Pero, la verdad es que, yo no puedo vivir así. Desde que Onii–san tiene novia… me mira diferente… yo ya no quiero dormir a puerta cerrada, tengo que poner candado a mi puerta, y si mi madre se descuida y él no puede contenerse… –
Yo suspiré.
–Mira, lo que realmente deberíamos hacer, es llamar a la policía. –
Repuse, ella tenía razón, estaba enfadado. Es que no era para menos. Pero ella no quería admitir que estas cosas pasaban frente a las personas. Mucho menos decirlo a un oficial de policía.
–¡No! dijiste que nada saldría de este cuarto. –
Se quejó ella, apretando los puños. Yo suspiré y miré hacia arriba por un momento. Sabía lo que tenía que hacer, pero… ya que diablos.
–¿Por qué no… bien… te quedas en mi casa?–
Pregunté. Era repentino, ella me miró a los ojos, un poco sorprendida.
–Bueno… sé que es repentino, y si quieres tiempo para pensarlo… –
–¿Lo dices en serio? –
–No recuerdo haber sido más serio en nada de lo que te he dicho, Kurimo. –
Kurimo hizo un esfuerzo para no llorar.
–Pero… yo te abandoné. Tenías que estar enojado. Estabas enojado hace unos días… ¿No me odias? –
–Me rompiste el corazón… es cierto. –
Admití, sonriendo amargamente.
–Yo… no quería… –
Ella me miró, con lágrimas en los ojos. Estaba a punto de pedir disculpas. Le puse un dedo en los labios.
–No lo digas ahora. Lo que sea que ibas a decir, no ahora. Resolveremos esto, y luego escucharé tus sentimientos. No quiero confundir una cosa con la otra. –
Expliqué. Si ella se explicaba ahora, podía tomarse por interés. No quiero eso. Quiero que ella sea libre de decidir lo que piensa de mí, sin que la necesidad le obligue a tomar un juicio apresurado.
Y Kurimo nunca decía cosas como esas. Tenía serios problemas siempre para poner sus pensamientos en orden. Si me pidiera perdón, que creo que es lo que iba a hacer, podría pensar que ella está desesperada y por eso lo hace.
–¿Me ofreces tu casa? Pero aun así… eso es… –
–Si es por lo de Akane, creo que sería mejor que hablaras con ella directamente, no va a oponerse, eso te lo aseguro, y puede ser muy comprensiva si le explicas. No tienes que decirle lo que me has dicho aquí, basta con que sepa que hay una razón importante. –
–¿Y luego qué? Simplemente no vuelvo a mi casa ¿nunca?–
Preguntó Kurimo, era difícil decir cómo se sentía con respecto a eso.
–Bueno, mientras tanto, puede que tu Onii–san encuentre la forma de obtener lo que necesita. Es cierto, es una necesidad. Y no sé si eso arreglaría el problema, pero al menos podrías estar en el mismo cuarto que él sin que esté pensando en todo momento en ti como un escape. –
Expliqué. Todavía no estaba convencido de que eso realmente ayudaría, pero tengo que admitir que, el estrés sexual le pone a uno muchas estupideces en la cabeza y que Kurimo siempre ha sido excepcionalmente atractiva. Aun para su edad.
Y su Onii–san seguro que estaba perfectamente consciente, que ella no es capaz de decir que no.
Para mí, se estaba aprovechando. Pero Kurimo insistía en creer en su madre, quien a su vez supongo que tendría vergüenza de admitir que su hijo realmente hacía esas cosas.
–Yo estoy tratando de creer en lo que mi madre dice… Onii–san me mira arrepentido cuando reacciona… pero… vuelve, cada vez más seguido. Si él tuviera novia, hicieran esas cosas… y aun así lo hiciera, realmente pensaría que está tratando de lastimarme. Yo misma llamaría a la policía. –
El mejor de los escenarios, era que el chico desquitara su frustración sexual en su novia y así Kurimo podría volver a casa tranquila. Ahora que, pedirme a mí, que le apostara al tipo que odio, era pedir imposibles.
–¿Me seguirás evitando aun así? –
Preguntó ella, recelosa.
–No estaba evitándote, pero… bueno, creo que no hay necesidad de estar peleados ahora ¿No? Arreglémonos… y entonces escucharé lo que piensas de mí. –
–Ya te lo dije… antes de que me dijeras esto… –
Se quejó ella.
–Es cierto, pero… me gustaría escucharlo… sin coraje de por medio. –
–Puedo intentarlo… –
Respondió Kurimo, finalmente se ruborizó y bajó la cabeza un momento, no me soltó de la mano, por cierto.
–Además, pienso que podríamos darnos tiempo también… de hacernos cargo de tu estrés en particular… –
Comenté, ella me miró y asintió.
–Te lo agradecería. –
Respondió Kurimo.
Yo la miré, esperaba que ella dijera que no. Esperaba que se avergonzara o que se quedara callada, pero bueno, es que ella había llegado a este extremo por no ser honesta… en lugar de ello, me miró como si fuera yo la culpa de todos sus males
Posiblemente si tenía una buena parte de la culpa, de todos modos.
–Ha sido duro ¿eh? –
Pregunté, ella me miró por unos momentos, entendiendo la verdadera razón de mi pregunta, suspiró.
–Prometí ser honesta contigo, no es que vaya a ser siempre pero… ahora mismo es importante. Si quiero que cumplas tus promesas debo cumplir las mías. Y si quiero ser comprendida, debo decir la verdad. Creo que comprendo un poco más sobre ti ahora, es cierto, ha sido duro… ha sido duro no tenerte para mí. He soñado cosas y me despierto pensando “Me gustaría que estuviera cerca de mi” Nunca me había sentido así antes, quiero creer que es amor. –
–Creciste. –
Respondí. Ella me miró sin comprender.
–Ya no eres más una niña. –
–¿Te parece? En realidad yo todavía me siento muy pequeña… –
Respondió Kurimo.
–Hablas como una mujer. Kurimo. –
Ella sonrió, tal vez halagada. No lo sé. Me acerqué a ella, y le di un beso en los labios. Ella lo permitió, incluso me dejó tocar su cara. Cuando terminó, le hable al oído.
–Reformularé mi petición, si no te importa… quisiera, que vinieras a mi casa, y pasaras unos días conmigo. –
Kurimo sonrió, enrojeció también, supongo que sabía que estaba hablando en un sentido más adulto y por ello, indecente. Pude ver en su mirada como su imaginación hacía el resto del trabajo.
–Si quiero… –
Respondió ella, y me besó de nuevo en los labios.