Haru No Yurei - Volumen 2: 30. Esposa modelo
La hora de la visita terminó después de eso. Tuve que despedirme de Kurimo a pesar de que ella parecía renuente a dejarme ir. Le dije que vendría mañana cuando la dieran de alta. Ahora mismo, estaba metido en un lio enorme.
¿Cómo diablos se lo digo a Akane?
Era lo que me estaba preguntando.
Habría podido manejarlo si fuera Mizore. Ellas se llevaban bien.
Cuando salí del hospital, me encontré con que Sanae hablaba por teléfono. Minase se acercó.
–Onee–chan habla con mi padre. Creo que quieren que saque sus cosas pronto. Esto es tu culpa. –
Se quejó.
–Ya sé que es mi culpa, no tienes que restregarme nada. –
–Si tu no la hubieras hecho enloquecer… –
Se quejó Minase. ¿De qué me estaba culpando? Si la que me besó fue ella a mí. Ella fue quien decidió que ya no quería esconderse.
Ahora mismo tenía otras cosas en que pensar. Revisé mi celular. Había un mensaje de Akane, ni siquiera me di cuenta de cuando llegó.
“¿Estas bien? Ya estoy en casa, y no has llegado, estoy preocupada. ¿Debería esperarte para cenar? ¿Estas con alguna chica? Si estas con alguna chica, preséntamela.”
Ella estaba tratando de sonar graciosa. Fue muy obvio.
–¿De quién es el mensaje? –
Preguntó Minase.
–De mi esposa. –
Respondí, batiendo la cabeza.
–¿Estás casado? –
Preguntó Minase sorprendida.
–Sí, tengo una esposa en casa. –
–Entonces… –
Minase retrocedió.
–No, no estaba jugando con los sentimientos de tu Onee–chan, no le mentí para nada. –
Respondí.
–¿Cómo puedes decir eso? –
Se quejó Minase enfadada.
–Es complicado. –
Respondí, suspirando.
–¿Que va a hacer Onee–chan entonces? –
Preguntó Minase, ultrajada.
–Lo mismo que ya había dicho, venir a mi casa. –
–¿Vas a…? –
No quiso terminar la frase, imagino que tenía problemas aceptándolo ahora que estaba pensando con más claridad.
–Bueno, ya tenía a Kurimo cuando comencé a ser novio de Sanae. Ella ya sabe todas estas cosas. –
–No me explico cómo puedes ser honesto y engañar a todas a la vez… de algún modo es hacer trampa… –
–Te dije que es complicado. –
Respondí, Minase me miró por un momento, luego suspiró.
–Bien, si haces feliz a Onee–chan no diré nada más. –
–Y a Kurimo. –
–¿Arreglaste las cosas con ella? –
Preguntó Minase.
–Si… por fin. –
–¿Y qué pasó? –
–También va a venir a mi casa. –
Minase me miró con una expresión que denotaba desprecio. Era difícil saber cuántos insultos había en esa mirada, los acepté todos, ninguno era injustificado. Otra cosa es que, aun así, iba a hacer esto.
Envié un mensaje a Akane luego de eso. No estaba seguro de que poner, así que simplemente decidí que por ahora solo le dirá una cosa:
“Estoy bien… tenemos un problema”
Sanae se acercó después.
–Toshikane–kun dice que Hatami–chan también viene. –
Minase me acusó en el instante en que Sanae colgó el teléfono.
–¿Eh? –
Preguntó Sanae. Yo suspiré y puse las manos en los hombros de Sanae.
–¿Por qué? ¿La vas a sacar de su casa? No la echaron por lo que pasó ¿o sí? –
–Hay un problema mucho más grande, Sanae, que los que tú y yo tenemos. No solo no la echaron de casa, corre peligro allí. Su madre no puede protegerla ahora. Por eso hizo esto. No podemos dejarla sola. –
Use la palabra “podemos” aposta, porque yo sabía que Sanae siempre gustó mucho de Hatami. Quizá solo un poco más de lo normal. Pero no dije nada sobre eso.
–Pero… seguro que ella me odia… –
Se quejó Sanae.
–Está enojada contigo, es cierto. Pero me he disculpado hace un momento. Creo que tenemos que pedirle disculpas por esto y pedirle que no te odie por ello. –
–Yo no voy a pedir disculpas por sentirme así. No voy a disculparme por enamorarme. –
Respondió Sanae, cruzando los brazos y girando la cara.
–No es eso, yo tampoco me disculpé por lo que siento por ti. No se trata de eso. El problema es que lo mantuvimos en secreto. Tuvimos muchas oportunidades de decirlo, y nos quedamos callados. –
–No es verdad, todo pasó muy rápido y… –
–No te engañes, Sanae. Tu ibas en el auto el día en que Kurimo y yo tuvimos nuestra primera cita. Es cierto que estuviste muy pendiente de Hatami ese día, pero también es cierto que volvimos a lo nuestro en cuanto ella nos dio la espalda. Eso estuvo mal, teníamos que haber dicho la verdad. –
–¿Es mi culpa? –
Preguntó ella, bajando la cabeza.
–Es de ambos. Y tenemos que disculparnos apropiadamente por ello. –
–Además, estoy enojada con ella por dejarte. Puso tu mundo de cabeza, y yo salí perjudicada. –
Se quejó Sanae. Fue muy obvio que era un pretexto, pero asentí con la intención de que ella se enfocara en lo que es importante.
–Kurimo iba a disculparse por ello, pero… prefiero que lo haga cuando las cosas estén tranquilas. Eso no quita el hecho de que, ahora mismo, no podemos abandonarla. –
Respondí. Sanae finalmente asintió.
–Pero… convéncela de que no me odie. –
–Lo prometo. –
Respondí, Minase suspiró.
–Ya no sé si es bueno o malo lo que estás haciendo Onee–chan, ya no se nada. –
–Pensé que bastaba con que fuera feliz. –
Comenté, acariciado la cabeza de Minase. Sanae suspiró.
–En realidad, una de las cosas que dijo mi padre al teléfono, es que, si lo dejaba ahora, podría seguir viviendo en casa. –
–No quieres ¿verdad? –
Preguntó Minase, tal vez desanimada.
Es decir, dejaría de vivir con ella, no es como que no pudiera entender el sentimiento de Minase.
–No puedo hacer eso. ¿Qué clase de mujer hace que echen a su novio del trabajo por salir con ella y luego le deja? Una tiene que tomar responsabilidad también, Minase. Tal vez… si hubiera dicho que le aceptaría de nuevo en el trabajo, lo reconsideraría. –
Me quedé en silencio en ese momento. Sabía lo que ella quería decir, pero es que estaba explicándoselo a Minase, ella estaba recibiendo otra lección de su hermana mayor. Por eso me quedé callado.
–Pero no lo haría… su orgullo es demasiado como para admitir que se equivocó. ¿Quién se deja llevar por un capricho entonces? –
Dijo y se dio la vuelta. Minase abrazó a su hermana y volteó a verme.
–Tienes que hacerla feliz luego de esto ¿entiendes? –
–Lo prometo. –
–¡No digan esas cosas frente a mí! –
Se quejó ella. Esa clase de declaraciones habían desatado todo este desastre. Pero pienso que estaba bien. Sanae suspiró.
–Tengo que llevar a Minase a casa y preparar mis cosas. Mi padre no me hablará de ahora en adelante, así que no debería haber problema. Creo que esta será la última noche que dormiré allí. ¿Qué harás tú? –
Comentó. Yo asentí.
–Tengo que hablar con Akane. –
Respondí.
–¿Tu mujer? Dijiste que me ibas a ocultar… –
Se quejó Sanae sonriendo.
–No quiero ocultarlo. –
Respondí. Sanae sonrió.
–En tal caso, te dejaré enfrente de tu casa ¿Está bien? Me apresuraré y tendré todo listo mañana. ¿Quieres presentarme? –
–No… será mejor mañana, también hay que hablar con la madre de Kurimo para que ella acepte, no es como que esté en condiciones de negarse pero tengo que decirle que su hija estará en buenas manos también. Además, estoy seguro de que Akane se enfadara muchísimo por esto. Mejor comienzo de una vez. –
Subimos al auto, una vez que se sentó, Minase se burló de mí.
–Ser popular debe ser muy duro. –
Comentó. Yo puse una mano en la pierna de Sanae, quien se sobresaltó, y haciendo un movimiento, pellizcó mi mano.
–Ahora no… –
Se quejó ella. Yo me sobé mi mano.
–Perdón… –
–Guarda tus energías para la mujer que tienes en casa, seguro que, especialmente ahora, las vas a necesitar. –
Se quejó Sanae.
–Puedes perdonarlo por estar loco por ti, Onee–chan… –
Se quejó Minase. Nos detuvimos, estábamos frente a mi casa. Sanae se volvió hacia Minase.
–No está loco por mí. –
Respondió ella, ruborizada. Yo negué su afirmación.
–Si estoy loco por ti. –
–¡Cállate! –
Se quejó, e inflando las mejillas, giró la cara.
–Siempre es lo mismo contigo, siempre tienes que estar avergonzándome… –
Dijo, refunfuñando. Yo la tomé del hombro y cuando ella volteó, le di un beso en los labios.
–Hasta mañana… –
Sanae se quedó en silencio por unos momentos, luego bajó la cara, y haciendo su voz infantil, respondió.
–Hasta mañana… –
Minase, que estaba mirando, suspiró.
–Ya entendí porque estas dispuesta a todo esto. Te tiene completamente dominada, Onee–chan. –
Sanae no quiso negarlo. En lugar de eso, solo asintió y dijo.
–No es mi culpa… –
Bajé del auto después de eso, y fui hasta mi casa, cuando llegué, lo único que hice fue decir “volví” y luego fui directamente al sillón. Me llevé las manos a la frente. Akane bajó corriendo las escaleras.
–¿Estas bien? Recibí tu mensaje extraño y… –
Dijo, todavía con el teléfono en la mano
–Creo que… vamos a tener compañía, Akane. –
Respondí. Su rostro se endureció.
–¿Qué quieres decir? Dijiste… que teníamos un problema… –
Preguntó ella. Poco a poco su semblante comenzó a cambiar por el de una mujer a la que hubiera sido mejor no molestar. Colérica.
–Un problema… como cuando yo llegué aquí… ¡¿Qué es lo que eso quiere decir?! Toshikane. –
Mejor se lo decía de una buena vez.
–Vas a tener a algunas compañeras… durante algún tiempo… –
–¿Compañeras? TUS NOVIAS querrás decir. –
Akane estaba gritándome.
–¿Cuánto es “algún tiempo”? ¿Veinte minutos? ¿Seis días? ¿Un año? –
–No grites, ya tengo mucho en que pensar ahora. No es que pretenda traerlas aquí porque sí, hay problemas. Es todo. Sé un poco más considerada. –
–Claro que hay problemas. ¿Por qué no iba a haber problemas? No pienso tolerar algo así ¿comprendes? no harás esto. –
–No me importa si no quieres. –
Respondí. Ella me dirigió una mirada de desprecio, y subió las escaleras corriendo. Escuché como azotaba la puerta de su cuarto.
Suspiré.
Round 1. Nueve puntos para Toshikane, diez puntos para Akane.
El segundo round comenzó mucho antes de que yo estuviera listo. Hablo de que ella volvió a bajar después, con lágrimas en los ojos y se paró frente a mí.
–No. Todavía no puedo creer que estás diciéndome esto. Después de todo lo que hago por ti… ¿decidiste que no soy suficiente? No me lo puedo creer –
Se quejó ella, dispuesta a asestar el segundo golpe antes de que yo pudiera reaccionar.
–Esto no es sobre nosotros, Akane. –
–¡No es sobre mí! Querrás decir. Pero si es sobre ti. A ti te importan, no me vengas ahora con que no es sobre ti. Esto es sobre nosotros. ¡Estás casado! –
Se quejó Akane, levantando las manos. Luego se puso a llorar.
–Quiero decir que no es sobre sentimientos. Maldición. Todavía no termino de decir… –
Me interrumpió, se paró frente a mí con los ojos encendidos.
–¿Qué es lo que quieres decir? ¿Eh? ¿Qué puedes decir que valga en esta situación? –
Comenzó a respirar pesadamente, se dio la vuelta.
–Necesito sentarme… –
Dijo y fue hasta la mesa. Fue bastante obvio que ella esperaba que fuera hasta allí, así que hasta allí fui.
–Akane… –
–No quiero escuchar tus excusas. Déjame sola… –
Y hablando entre dientes, pude escuchar la maldición.
–Maldito malagradecido… –
Suspiré y me di la vuelta. Yo sabía que ella iba a enojarse, es decir, por supuesto que tenía que enojarse. Sólo tenía que esperar a que su coraje pasara y entonces, estaba seguro de que ella comprendería. Akane siempre ha sido así.
–No voy a tolerar eso y es mi última palabra. –
Dijo ella de pronto y subió corriendo. Se encerró en su cuarto y escuché como se ponía a llorar.
–Akane… –
Llamé, ella abrió la puerta, pero se sentó en su cama luego de eso. Esto recordaba mucho a cierta escena que pasó cuando recién nos casamos.
–Estoy… tratando de no salir huyendo de aquí. En verdad, en verdad lo estoy intentando… así que… por favor, no digas nada estúpido ahora ¿quieres? –
–Tienes a donde ir ahora… –
Respondí. Akane me miró con lágrimas en los ojos, el coraje estaba marcado en su rostro.
–¿Tengo que ser yo la que abandone? ¿No pensaste para nada en mis sentimientos?–
Preguntó ella enfadada.
–No… no lo hice. –
Respondí, bajando la cabeza. Ella tenía la mano lista para darme una bofetada.
–Eres un… –
–Lo soy. –
Le respondí, mirándola a los ojos. Lo que sea que ella quisiera decirme, me lo merecía. Suspiré luego.
–No hubo tiempo ¿vale? Es eso. No hubo tiempo. –
Respondí, era lo que realmente había pasado. No sentía que hubiera sentido en embellecerlo, la verdad es que todo pasó demasiado rápido.
Tampoco es como que pudiera volverle la espalda a ninguna de ellas sólo así.
–¿No hubo tiempo? ¿Sólo así? ¿Esa es tu explicación? –
Se quejó Akane, haciendo una pataleta.
–No es ninguna explicación, es lo que pasó. No hubo tiempo de pensar en tus sentimientos, lo siento. No hubo tiempo de pensar en los sentimientos de Mizore cuando tu padre dijo que te casarías conmigo. No hubo tiempo de pensar en los de Kurimo tampoco que no entendió por qué de un día para otro tenía una esposa. No me arrepiento para nada de lo que pasó, soy feliz a tu lado. No es ningún secreto. Pero no te di la espalda entonces, y no se las daré a ellas ahora. –
–Solo… vete ahora ¿sí? En verdad, no quiero verte. –
Suspiré y me di la vuelta, Akane hizo ademan de limpiarse las lágrimas. Yo bajé las escaleras luego de eso y me recosté en el sillón. Necesitaba pensar.
No sé qué hora era, pero posiblemente sería tarde. Darían de alta a Kurimo mañana a las diez de la mañana, eso significa que tendría que estar allí a esa hora. No iba a ir a la escuela entonces. Pero estaba bien. Me tocaba clase con Ayasara–Sensei, seguro que puedo pedirle que me perdone.
Después de un buen rato, Akane bajó y se paró al lado de mí, con lágrimas en los ojos.
Es que simplemente no podía resignarse. Y la entiendo, nada de esto tenía sentido para ella. Admito que para mí tampoco tenía mucho sentido, solo sabía que tenía que hacerlo.
–Dímelo a la cara… acaba con todo de una vez. Dímelo a la cara para que pueda marcharme y terminar con esto. –
–¿Qué es lo que quieres que te diga? –
Pregunté. No pude reaccionar a la parte en donde ella me dijo que se iría. No esperaba que ella llegaría tan lejos. También tengo que admitirme que, pensé que ella no podría irse. Pero yo había olvidado algo importante. Akane está aquí porque quiere estar aquí.
Eso estaba dejando de ser así.
Aun así. No me puedo retractar. Eso es algo que Akane no entiende.
–Que no eres feliz… –
Akane mustió con temblor en las manos, haciendo lo posible para no llorar.
–¿Quieres que te mienta?–
Pregunté. Ella negó con la cabeza.
–Quiero que digas la verdad. –
–Te amo… –
Respondí, esa era la verdad. Akane negó con la cabeza.
–No quiero tus palabras bonitas. –
–Estoy siendo honesto aquí. –
–¡Eso no es cierto! –
Gritó ella.
–Si lo fuera no me harías algo así. –
Lloriqueó. Me puse de pie y la tomé de los hombros.
–Escúchame… Te amo ¿comprendes? Soy feliz a tu lado y si tienes la idea de que alguna de esas dos cosas ha cambiado estás equivocada. –
Ella se soltó con un jaloneo.
–¿Entonces porque lo haces? ¿Por qué quieres destruir lo que tenemos? Tienes a tus novias afuera ¿Por qué tienen que perturbar mi vida? ¿Es porque no soy lo suficientemente buena? Entonces solo di eso… porque he hecho mi mejor esfuerzo, y si eso no es lo bastante… no sé qué haré. Admitiré que perdí… –
Akane respiraba pesadamente, estaba muy enojada, más de lo que la había visto nunca.
–No has perdido. No es sobre eso. Y no lo hago porque quiera. No tengo opción. –
¡Bam!
Akane me dio una bofetada.
–Discúlpate por eso. –
Le dije.
–No. –
La miré enfadado. Pero retrocedí, porque ella estaba mucho más enfadada que yo.
–Voy a servirte de cenar, y me voy a ir a dormir… me marcharé mañana. –
Trató de aparentar tranquilidad, pero estoy seguro de que ella quería gritar esas cosas. Puso platos en la mesa y me miró.
–Hice los que te gustan… que seas feliz. –
Dijo y se dio la vuelta. Luego entró a la cocina.
Seguí a Akane a la cocina. A encontré sentada en la pequeña silla junto a la tetera, estaba allí, con los brazos cruzados.
–No terminaste de comer… –
Me dijo, pasando de mí. La detuve parándome frente a ella.
Akane me miró por unos momentos, luego giró la mirada. La tomé del brazo.
–¿Qué pasa? Espera… –
–Quiero tenerte. Ahora. –
–¿Qué? No, estás mal de la cabeza… no quiero. –
Respondió Akane, jalándose con fuerza. La sostuve de ambos brazos, Ella empezó a gritarme, con coraje.
–Dije que no. ¿Qué te pasa? ¿Estás loco? –
–Ya te escuché. –
Respondí, sin enfadarme… no mucho al menos, Akane incluso trató de darme una patada. La acomodé contra el lavabo por la fuerza.
–¿Entonces? –
–No te estoy preguntando. –
Respondí, levantando su falda.
–Pero no quiero… –
Arranqué sus pantis de un jalón, estas se rompieron porque no eran muy resistentes.
–Mi ropa… –
Se quejó ella.
–Yo no recuerdo haber educado a una mujer tan quejosa con estas cosas… –
Le dije, sonriendo.
–Pues ya no la necesitas… déjame… –
A este punto Akane seguía resistiéndose, pero no me importó, coloqué mi pene en su entrada y sosteniéndola del brazo, empujé con fuerza. Ella realmente estaba seca ahora, así que supongo que fue doloroso.
No tuve piedad, de todos modos. Akane ahogó un grito.
–Pero te quiero a ti. –
Respondí, empujando con fuerza. Akane se llevó una mano a la boca para ahogar su llanto.
–Está dentro… lo metiste… –
Se quejó. Ella dijo que estaba bien si la forzaba.
–No me importa lo que hagas con el resto de ti. Esta parte es mía. –
Akane dejó de pensar con claridad en ese momento.
–Pues aprovecha… ¿entiendes? Porque… es la última noche que la tendrás…. –
–Si te vas, te buscaré de nuevo, abusaré de ti de nuevo para que tu padre te mande aquí de nuevo. –
Amenacé, empujando. Akane volteó a verme.
–¿Eres idiota? Yo jamás… permitiría… que lo hicieras… otra vez…. –
Se quejó ella. Todavía estaba seca, pero al menos estaba concentrándose en soportarlo y no en resistirse, supongo que sabía que era inútil.
–Lo estás permitiendo ahora… –
Le recordé, ella se enfadó más. Me piso el pie, así como estaba.
–Es por lastima, siento lastima de que no volverás a verme… que no se te suba a la cabeza… –
–Lastima… Eso dijiste la última vez. –
Akane giró la cara.
–Esperaré a que lleguen tus invitadas… les diré que tienes la costumbre de hacer esto… ¿Qué van a pensar? De que… haces estas cosas… –
Amenazó Akane. No sé si era para que ellas pensaran que era yo un mal tipo, o si era para que ellas pensaran que ella es mi esposa y que ellas no estarían a la altura. Supongo que ambas cosas estaban mezclándose en su mente ahora.
Nuevamente, su orgullo actuaba por encima de su coraje.
–¿Qué van a pensar? Todas tus… novias… de que… te gusta forzar a tu mujer a hacer esto… –
A todas tenía que forzarlas, de una forma o de otra, ahora que lo pensaba. Pero la parte importante de todo eso, es lo que dijo al final. Ella aún se percibía como “mi” mujer.
–¿Qué van a pensar? Eres mi esposa, y tienes obligaciones. ¿Lo olvidas? –
Pregunté
–No pero… –
Se quejó.
–¿Pero? ¿Hay un pero? –
Pregunté. Ella tomó aire. Esta vez de verdad no esperaba que la tomara.
–Me harás quedar como un tonto… les dije que mi esposa es una mujer excepcional, y cuando te vean lo único que encontrarán es a una mujer tonta e ingrata. –
Akane se enojó.
Si, aun cuando su vagina comenzaba a mojarse, ella estaba enojada.
–¿Me tengo que disculpar? Después de todo este… desastre… ¿Soy la ingrata aquí? –
–Sí, eso eres. Estas casada conmigo, tienes tres obligaciones… cuando yo entre por esa puerta, quiero que tengas la cena lista, el baño caliente y las piernas abiertas. –
Repuse. Ella levantó su trasero, supongo que por reflejo, su respiración estaba acelerada y ella había comenzado a gemir.
–Pues eso hago… eso es lo que hago… No sé de qué te quejas… –
–Si me quejo es por tu culpa. Todavía no entiendes que ocurre… y ya quieres huir. Si no puedes cumplir con tus obligaciones… solo dilo. –
Respondí, Akane no lo pudo sufrir. Es decir, yo sabía que no podría. Se apartó de mí, y me empujó. Caí al suelo y ella se puso sobre mí. Y mirándome con rencor, ella incluso tomó mi pene con las manos y lo metió dentro de ella.
–Idiota… me casé contigo solamente por dos razones. Para que me mantengas, y para que me dejes satisfecha. Y no me voy a conformar con lo que sobra ¿Comprendes?… ¿Mis obligaciones? Yo cumplo con mis obligaciones. Siempre cumplo con ellas. No voy a ningún sitio…–
Comenzó a mover las caderas en círculos como la última vez. Se quitó el mandil y se abrió la blusa de golpe. Creo que me pasé con los reclamos, estaba increíblemente enojada, y aun así, estaba haciéndolo con vigor y decisión. Incluso se sentía como si ella estuviera forzándome a mí.
Ya no estaba llorando, por cierto.
–Siempre encuentras esta vagina bien húmeda y bien caliente ¿No es cierto? ¿Tienes alguna queja? Dime que no hago lo que debo. Dime que no soy lo suficientemente buena. ¡Dímelo! –
Me quedé perplejo. En parte porque esa fue la primera vez que ella dijo esa palabra, también porque parecía ahora que ella estaba abusando de mí, si es que eso es posible. No me molestaba, es decir, yo siempre estoy forzándola pero… era raro que ella encontrara el coraje para hacer todas esas cosas durante una pelea.
–Akane… –
–Cállate… deja que tu pene hable… él sí sabe dónde le conviene estar… su hogar es este… ¡Tu mujer soy yo!–
Se quejó Akane. Ya no sabía si estaba gritando por el coraje o por la excitación, posiblemente ambos.
–Eres mi mujer… yo nunca lo he negado. –
Respondí.
–A partir de ahora, dormirás en mi cama y solo conmigo. –
Amenazó ella.
–Y que yo no te vea que te pones de pegajoso con ninguna. Nada de besos enfrente de mí, nada de acariciar sus cuerpos, nada de nada. Si vas a hacer algo será donde yo no te vea y en silencio. –
Asentí con la cabeza.
–¡Y primero yo! –
Ordenó de nuevo. Sus demandas escalaron rápido.
–Todos los días, vas a llegar, y lo primero que harás será hacerte cargo de tu dulce esposa, ¡Yo!… que te espera con la cena lista, con el baño caliente y con las piernas abiertas. –
Se quejó. En teoría tenía razón. Ella nunca había fallado en esas cosas. Pero su orgasmo se acercaba y con ello, no pudo seguir enojada. En lugar de eso, se puso a llorar.
–¿Para qué me educaste entonces? ¿Para qué te tomaste el tiempo de volverme así? ¿De hacer esas cosas? Si de todos modos, no te importaba. –
Me chilló. Todo esto, sin dejar de mover sus caderas, incluso cambio después por un movimiento aún más erótico, serpenteando sus caderas sobre mí.
–Claro que me importa, eres mi mujer. Es lo que llevo diciéndote desde hace un rato… –
Me quejé, incorporándome y acercando mi cara a la suya. La besé en los labios.
–¿No es porque estas insatisfecho?¿No soy un fracaso como esposa? Dime la verdad ¿Te has hartado de mí? –
Preguntó ella. Dejó de moverse. No supe si se había venido o si la excitación se fue, era difícil decirlo con lo excitada que se puso mientras me forzaba.
–No tiene nada que ver con eso… hay una razón importante, que nada tiene que ver… pero no me has dejado explicarte. –
Respondí.
–Pruébalo… –
Respondió Akane, y se puso de pie. Yo permanecí en donde estaba, mirándola.
–Pruébame que todavía te gusto, que todavía te importo. Pruébame que nada va a cambiar entre nosotros. Y que de verdad hay esas razones que dices que hay. –
Me hinqué frente a Akane, y puse la cabeza en el suelo.
–Por favor, Akane, déjame lamerte… –
–Eres un maldito manipulador… sabes exactamente lo que hay que decir… –
Se quejó, pero separó sus piernas y se paró sobre mí, hincándose como si fuera a orinar en el suelo, me acercó su vagina a la cara.
–Creo que es porque te conozco… –
Respondí, e iba a comenzar cuando ella me detuvo.
–¡Yo también te conozco! Si te falta un poco de deseo… aunque sea solo un poco… si lo haces aunque sea un poco forzado, me daré cuenta ¿entiendes? Y jamás en tu vida me volverás a ver… –
Amenazó, con lágrimas en los ojos. Comencé a lamer, lentamente, cuidando de tocar cada extremo, cada centímetro, cada gota de su néctar de amor.
–Todavía no te creo… –
Aseguró ella, se puso de rodillas. Nunca habíamos hecho esto en la cocina, y supongo que para ella pronto resultó incómodo, se dejó caer un poco hacia atrás, sosteniéndose con las manos.
No sé qué fue, no sé si fue el coraje o si es que estaba realmente tratando de complacerla, pero sabía diferente. Sabía a lágrimas, a berrinche, a celos, a deseo y coraje. Sabía… a Akane. Sabía a lo que sabía su brazo aquella primera vez… Era un sabor muy particular ahora. Comencé a exaltarme un poco y a hacerlo con más fuerza.
Mi pene se levantó.
Akane me chilló.
–¿Por qué está duro? ¿Por qué se pone duro si yo no estoy haciendo nada? –
Preguntó Akane, emberrinchada como una niña. Ya lo hemos dicho, era extremadamente caprichosa en esta situación, más si hablamos de este acto en particular.
–Porque te amo… –
Respondí.
–Y amo hacer esto… –
Dije después, y tomándola desde el trasero, la atraje hacia mí con fuerza.
–No… no… –
Y comenzó venirse, manchando el suelo de la cocina, su ropa, la mía y por supuesto, mi cara. Yo no me detuve ni un segundo. Es más, lo hice incluso más atrevido, más rápido, más intenso.
–¿Por qué debería creerte? –
Preguntó ella, gimoteando. Me acomodé de diferente manera, todo esto sin quitar su vagina de mi boca.
–Tengo muchas novias… y le he hecho esto a varias.–
Akane me miró feo.
–Y esta es… la más deliciosa que existe… –
Eso hizo que sus caderas comenzaran a temblar. Akane había perdido el completo control de su libido y pronto, su conciencia sufriría el mismo destino.
–Cómela… cómela… –
Comenzó a decir.
–Es mi favorita… –
Ahora estaba acostada sobre el suelo, y sus caderas estaban levantadas hasta alcanzar mi boca. Su néctar de amor manchó mi cara, sí, pero también escurrió por su vientre y su estómago encogido por la posición en la que estábamos.
–¿Qué es tu favorita? Dímelo… dímelo ahora… –
–Aquí…
Respondí, y seguí lamiéndola. Akane se acercó a su tercer orgasmo.
–¿Dónde? –
Ella quería escucharme diciéndolo.
–Me gusta la vagina de Akane. –
–¿Más que ninguna otra? –
–Más que ninguna otra… –
–Si… si… Toshikane… me vengo… –
Ella tuvo un tercer orgasmo en ese momento. Ya para ese momento, había perdido todas las fuerzas que tenía y tal vez la cordura también. Se desplomó en el piso de la cocina, literalmente.
Akane suspiró, así, tirada en el suelo como estaba. Me puse de pie, y aprovechando el momento, sostuve sus caderas y comencé a hacérselo a media fuerza desde atrás. Ella no se resistió para nada.
–¿Te irás?–
Pregunté, ella negó con la cabeza, seguí empujando, aprovechando la posición para manosear su trasero muy bien.
–Ya te dije… que no… y no me digas nunca otra vez… que no cumplo… con mis obligaciones ¿entiendes? –
Preguntó ella, llorando. Luego reclamó:
–A mí me encantan mis obligaciones… especialmente esta… ¡Soy una esposa modelo! –
–Lo eres… –
–Entonces hazlo más fuerte… –
Se quejó ella, aumenté el ritmo a todo lo que tenía, ella comenzó a gritar.
Hubiera dado lo que fuera por escuchar su frase de siempre, pero ella no la dijo. Por más fuerte que lo hice, ella no dijo lo que siempre me decía. Solo pidió más.
–Más fuerte… más fuerte… hazlo como si sintieras deseos de tenerme… –
No importó que tan fuerte lo hice, o que tan rápido. Ella siguió diciendo eso. Me vine después de un rato. Se sintió algo extraño por dentro.
–No fue agradable ¿O sí?–
Preguntó Akane. Yo la miré por un momento,
–No. –
Respondí, sin mirarla.
–Así me sentí yo, cuando dijiste que no cumplo con mis obligaciones. –
Explicó Akane. ¿Fue aposta?
Por supuesto que fue aposta, es decir, ella nunca había sido así de… inalcanzable. Es cierto que pedía mucho pero… esta vez simplemente se sintió como si satisfacerla estuviera fuera de mi alcance. Por supuesto, es lo mismo que ella sintió cuando le dije “no cumples” y ella se esfuerza tanto por cumplir.
Fui demasiado lejos.
–Perdón… –
Respondí.
–No me pidas perdón… hazlo de nuevo. –
Iba a decir que no… pero siendo sinceros, sentí un golpe duro en mi… orgullo masculino, cuando ella no dijo lo que yo quería escuchar.
Le di la vuelta, la tome de las muñecas y puse sus brazos por sobre su cabeza. Akane reaccionó a lo que estaba pasando.
–Esta posición es… –
Comencé a empujar con fuerza. Akane fue directo a los gritos.
–Espera… espera… por favor… –
–Pero decías que… más fuerte… –
Akane negó con la cabeza.
–Si pero… no así… la otra es… más amable… hay más espacio. –
Se quejó Akane. En esta posición era menos profunda.
–Cambiaré a la otra si lo dices… –
–¿Decir qué? –
Preguntó ella, llorando. Volví a empujar.
–Ya lo sabes… –
Akane gritó.
–De acuerdo ¡de acuerdo! Eres el mejor… eres el mejor…–
Me detuve. Ella golpeó el suelo con una mano.
–Yo nunca he dicho que no lo seas… –
Se quejó Akane. Le di un beso en los labios. No cambie de posición, ella reclamó.
–Dijiste que… –
–Lo haré más suave… –
Respondí.
Lo hicimos hasta que ya no pudimos más. Cuando dieron las cuatro y media de la mañana, Akane estaba tirada en el suelo al lado mío. Tenía que haberme detenido mucho antes, pero no pude hacerlo.
Es que a mí me encanta Akane, nunca lo he negado. Esperaba que le hubiera quedado claro.
–No quiero ir a la escuela. –
Dijo Akane.
–¿No puedes moverte? –
Pregunté, ella negó con la cabeza. Finalmente, ella encontró la forma de ceder sin perder el orgullo y sin quedar como una tonta.
–Me rindo… pido tregua… trae más chicas… yo no puedo sola. –
Junté todas mis fuerzas restantes para ponerme de pie.
–Ni siquiera tú te crees eso. –
Le dije. Ella me miró desde donde estaba.
–¿Si cumplí?–
Preguntó ella, con los ojos llenos de lágrimas.
Por toda respuesta, me acerqué a Akane, la tomé en brazos y la levanté. No sé de donde saque fuerzas porque también estaba muy cansado. Ella me echó los brazos al cuello.
–Me llevas en brazos… como a una princesa… no lo merezco… –
Dijo ella.
–Eres una esposa modelo. Te mereces mucho más que solo esto. –
Akane se durmió con una sonrisa en el rostro. Considerando mi situación, no creo estarlo haciendo tan mal.