Haru No Yurei - Volumen 2: 6. Decepcionante
Bajé la cabeza.
–Eso es… verás… –
Comencé a explicar.
–Oh, no, no importa, hagamos lo que tenemos que hacer, después hablamos de esto. –
Respondió ella y se dio la vuelta. No sabía decir si ella estaba enfadada o no lo estaba, pero a decir verdad, por el momento no quería averiguarlo. Al menos estaba ahora consiente de que ella sabía algo, pero la idea de eso no me iba a dejar en paz.
Akane me llamó desde arriba de las escaleras.
–¿Puedo entrar al baño primero? –
Preguntó ella. Pregunta vana porque ella ya estaba preparándose para bañarse y yo estaba acomodando los platos en la cocina.
–De acuerdo. –
Por mi estaba bien. Yo no estaba acostumbrado a bañarme por la mañana, pero en vista de que tenía que salir y que además ayer había llegado cansado luego de toda esa actividad el día anterior, necesitaba el baño.
Ella también.
Después de que Akane entré yo. Estaba terminando de lavarme cuando tocaron la puerta.
–¿Si? –
Me pareció un poco extraño viniendo de ella. Admito que por unos momentos pensé que ella entraría, pero no lo hizo, en lugar de eso, ella parecía querer decirme algo, así que comenzó a hablar desde detrás de la puerta.
–Sobre lo que pasó ayer… –
Comenzó ella, al parecer con dificultades para comenzar. No sabía que era lo que ella quería decir acerca del tema, así que no supe que responder, la dejé continuar.
–Tú… ¿Piensas bien de ello? –
Preguntó ella.
–¿Qué quieres decir? –
Pregunté desde donde estaba, no tenía mucho tiempo para entrar a la tina, así que no lo hice.
–Yo… Emm… hice muchas cosas ¿no es cierto? Tu… ¿Qué piensas? –
Lo admito, ni siquiera lo había pensado.
–No es que piense algo en particular, Akane. –
Al parecer, hasta donde yo podía entender, estaba atacándola la culpa y la vergüenza, quizá incluso se desconocía a ella misma en este momento. Pero no estaba seguro de, tratándose de ella ¿Cómo debería lidiar con la situación?
–Iba a decírtelo antes, pero… no me atreví… Yo… –
Y terminé de secarme.
–Estoy agradecida de ser tu mujer –
Ella usó exactamente esas palabras. Entiendo que le diera pena decirlo, aunque como de costumbre, ella parecía poder usar las palabras correctas para hacerlo sonar puro aunque no lo fuera.
Abrí la puerta, ella me miró con la cara roja.
–También me alegra que estés aquí. –
Respondí, ella me miró por unos momentos, con la cara roja como un tomate, luego se dio la vuelta.
–Voy… a mi cuarto… –
Dijo y corriendo, cerró la puerta tras de ella. Pude escuchar como ponía el seguro mientras yo iba a mi cuarto para cambiarme.
Estaba seguro de que ella no se había olvidado del asunto de la máscara, y todavía estaba pensando en cómo se lo iba a explicar, pero por el momento, ella parecía tener muchas otras cosas en la cabeza.
El corazón de las chicas es complejo.
Me pregunto si estará bien que ambos tengamos alcobas separadas. Supongo que es normal para gente que se “casa” de esta forma tan poco común en estos días. También pienso que ella todavía necesitaba un lugar a donde correr sin estar en peligro de que yo entrara.
Ahora ¿Qué debería hacer con Mizore?
Me preguntaba mientras me vestía. Después de unos momentos, mientras salí de mi cuarto, me di cuenta de que Akane se había cambiado también.
–Promete que no irás a pelear. –
Le dije, casualmente, ella me miró sonriendo.
–No prometo nada. –
Dijo ella. Me acerqué y pellizqué sus mejillas levemente.
–Sin peleas. –
Le recordé, ella se rio ligeramente cuando la solté.
–¿Quieres que le mienta a mi esposo? –
Preguntó ella, poniendo sus manos atrás y haciendo cara de inocente.
–Quiero que te lleves bien con tu padre, eso es lo que quiero, es tu padre, después de todo. –
Akane giró la cara con un Hmph.
–Si quisiera llevarme bien con él, no iría. –
Explicó.
–¿Qué es lo que vas a decirle? –
Debí preguntar eso en primer lugar. Akane lanzó un largo suspiro.
–Que si me hubiera educado correctamente y no me hubiera ocultado tantas cosas, yo sabría cómo debo comportarme ahora. –
–No es que no te haya educado bien… –
Respondí. Ahora fue ella quien se acercó a pellizcar mis mejillas.
–Si fuera por él, yo todavía creería que el hada de los dientes es real. –
Me dijo, y solo entonces, me soltó. Yo me sobé la cara.
–Bueno, eso es… –
Comencé, Akane negó con la cabeza y se puso sería un momento.
–Dime ahora ¿De qué sirvió? Solo lo arruinó todo, ni siquiera puedo entender mi propio corazón ahora, quiero que hagas cosas que se supone son terribles… –
–No son terribles… –
–¡No! No lo son, y yo he crecido pensando que lo son por ¡su culpa! –
Me dijo, a punto de las lágrimas.
–¿Dónde está el “vivieron felices para siempre”? ¿Cómo voy a ser feliz si me siento culpable por ser feliz? Ahora no sé si sentirme bien está mal o no lo está, no sé si obedecer a mi esposo está bien o no lo está. No sé si quererte está bien… no sé si sentirme así está bien… no sé nada. –
Akane comenzó a mover los brazos para hablar, exasperándose. La tomé de la mano.
–Las cosas no son así. –
–No… no lo son, y yo he tenido que figurarme todo eso por mi cuenta ¿Y que si mi marido hubiera sido malo? ¿Qué si no le importo? –
Parecía verdaderamente asustada por la idea.
–Bueno eso, no es verdad. –
–Ya sé que no es verdad, pero ¿Puedes imaginarlo? ¿Puedes imaginar mi situación de haberme equivocado de sujeto? Tu eres lindo y paciente y te preocupaste mucho por si yo me sentía bien… –
–Bueno, en realidad te forcé… –
Akane me miró a los ojos, con lágrimas en los suyos.
–Si… yo te pidiera seriamente que te detuvieras… si te hubiera dicho que estabas lastimándome otra vez… ¿Igual lo hubieras hecho? –
No respondí porque ella ya sabía la respuesta. No quería verla llorar de nuevo, no diré que me siento culpable por nuestra primera vez pero… eso estaba en el pasado. Ahora mismo quería disfrutar las cosas como estaban. No, no habría continuado.
No en vano le pregunté varias veces si estaba doliéndole. Entre jugueteos y un poco de sadismo quizá, pero lo hice.
Se sintió extraño saber que Akane lo sabía. Porque sonrió y sin aviso, me dio un beso fugaz en los labios.
–¿Lo ves?–
Preguntó ella, y tomando su bolsa, salió de la casa.
No, no era la misma Akane que era cuando me rechazó. Sonreí para mí mismo mientras pensaba en eso y terminaba de arreglarme.
––––––––––
Mizore llegó a mi casa a las dos de la tarde como había dicho. Algo extraño, es que llegó sola. Tocó el timbre, yo ya estaba listo y esperando, así que salí tranquilamente.
Ella mee sonrió alegremente cuando me vio, a pesar de que, se notaba que había estado llorando. No sabía cómo debería reaccionar a eso.
–Hola, ya estoy aquí… –
Dijo ella, sonriendo.
–Hola, te esperaba… ¿Y tus padres? –
Pregunté, Mizore asintió.
–En la otra calle ¿Nos vamos? –
Preguntó, tome mi mochila con la ropa que llevaba y la seguí. Nos fuimos caminando hasta la esquina donde estaba estacionada una camioneta color azul, bastante grande diría yo.
–Es la camioneta del trabajo de mi padre, se la prestaron el día de hoy. Genial ¿No lo es? –
Preguntó ella.
–Sí, es genial. –
Le dije, un hombre de apariencia elegante se bajó de la camioneta.
–Así que… eres el novio de Mizore. –
– Otagane Toshikane. Un placer señor. –
Respondí, haciendo una reverencia, el hombre sonrió.
–No te preocupes, he escuchado bastante de ti, pero no había tenido la oportunidad de conocerte. –
Su madre se asomó por la ventana.
–¿Podemos irnos ya? –
Preguntó la señora.
–Bien, mi mujer está impaciente ¿Por qué no subes? En el camino podemos hablar. –
Comentó el hombro y subió a la camioneta.
Mizore parecía feliz ante la perspectiva de no hablar, lo cual a mí me incomodaba un poco porque estaba sentado al lado de ella, pero ella básicamente me ignoró todo el camino. Su padre se dedicó a hacerme preguntas, varias de ellas de carácter casual.
Su mujer estaba pintándose las uñas, a veces decía unas cuantas cosas, el pequeño Itto venía con ella.
Así trascurrió mi viaje, pasó una hora y media para que nosotros estuviéramos ya en las montañas, y pasó todavía otra media hora para que hiciéramos nuestro registro y rentáramos el equipo. Por suerte, había traído algo de dinero, que al menos pude ofrecer al señor aunque no lo aceptara.
Después de eso, me quedé a solas un momento.
–Le agradas a mi padre. –
Comentó Mizore, mirando hacia otro lado.
–Bueno, puede ser… –
Comenté. No entendía todavía el propósito de seguir fingiendo que todo estaba bien, pero tampoco es como que me decidiera a hablar.
–Todavía va a tardar un poco ¿Quieres ir afuera? –
Preguntó ella.
–Deberías abrigarte. –
Comenté. Ella negó con la cabeza.
–Estoy bien. –
Respondió, es cierto que tenía puesta una chaqueta, pero no pensaba que eso fuera suficiente, ella encogió de hombros.
Salimos después de eso.
–No entiendo cuál es la necesidad de fingir que todo está bien, Mizore. –
Le dije, una vez que estuvimos en el estacionamiento, que estaba directamente al otro lado del edificio donde rentabas el equipo y lo demás.
–¿Lo sabes? –
Preguntó ella, yo asentí con la cabeza.
–Yo… no sé cómo debería reaccionar a esto. –
Explicó Mizore.
–Por eso te lo pregunto. –
–¿Por qué lo hiciste? –
Preguntó ella, mirándome fijamente.
–No estoy seguro, pero no pensé que terminaría así. –
–Dijiste que me querías. –
Se quejó ella.
–Lo lamento. –
Mizore suspiró, limpiándose una lagrima necia que resbalaba por su cara contra su voluntad.
–Supongo que después de todo si prefieres a alguien normal. –
Se quejó ella, pateando algo que golpeó a uno de los autos en el estacionamiento, levemente. Ya no podía decirle que no se trataba de eso, en parte porque ya se lo había dicho muchas veces, en parte porque, no importaba lo que le dijera ahora, mis acciones mostraban otra cosa.
Finalmente, Mizore suspiró.
–Mis padres van a pasar un buen momento, se suponía que nosotros también. Hay un pequeño corredor en estas montañas que lleva a un claro poco frecuentado. Mi madre dice que ha venido antes, existe la posibilidad de que yo misma haya sido concebida aquí… según mi madre dice… mi padre planeaba mostrarte ese lugar. –
Explicó ella, parecía desanimada.
–Aun lo hará, yo creo. –
Respondí. Mizore me miró.
–Por favor, tienes que mostrarte sorprendido, y… bueno, supongo que cariñoso conmigo… hazle creer que quieres a su hija… él es el único que lo creerá ahora. –
Dijo ella, y dándose la vuelta, entró al edificio, secándose las lágrimas.
Esquiamos después de eso en la ladera de la montaña, es cierto que había más gente, pero no era la clase de lugar que tiene muchos clientes en esta época del año, sobre todo porque no son vacaciones. Durante el resto de la tarde, todos nos comportamos como una familia completamente normal.
Fuimos a la montaña un momento, antes de que el sol se fuera y comenzaran a pedirle a la gente que permaneciera dentro.
Solo que… bueno, el doctor no dijo que podía esquiar. Mientras estaba practicando, porque no puedo decir que supiera hacerlo muy bien, el dolor en mi espalda regresó y me caí de cara en la nieve.
Mizore se apresuró a ayudarme a levantar. Fue un poco extraño darme cuenta de que ella estaba conteniendo la risa, pero cuando quise caminar por mí mismo, el dolor me lo impidió y eso borró la risa de su cara, quizá recordando que yo había sido arrollado.
–¿Ha pasado algo? –
Preguntó el señor Hanagima, cuando me puse de pie.
–No es nada… es solo que… estoy un poco… lesionado. –
El hombre se quitó las gafas para nieve.
–Bien, en realidad pienso que deberíamos parar, es hora de comer también. –
Comentó él. Mizore asintió.
–¿Vamos a ir adentro ahora? –
Preguntó ella, juntando los dedos. El señor Hanagima hizo como si no entendiera nada.
–Bueno… es que tengo hambre, seguro que tu madre nos espera… –
Explicó él. No dijo de qué tenía hambre ni para qué nos esperaba. Batí la cabeza. Mizore se acercó detrás de mí.
–¿Estas bien? –
Preguntó en el camino de vuelta.
–Si… no es más que una leve molestia. –
Expliqué, ella asintió con la cabeza, se quedó en silencio unos cuantos pasos, y luego volvió a hablar.
–¿Es cierto lo que ella dijo? –
Al parecer, el recordar que todavía estaba lesionado también le recordó a Mizore su plática con Akane.
–Pues… no sé qué fue lo que te dijo, pero en vista de cómo te hizo sentir, creo que si… es cierto. –
Todo esto en voz baja para que no nos oyera su padre.
–Pero yo… –
Y habló demasiado fuerte, su padre volteó a vernos y ella le sonrió, su padre sonrió también y siguió su camino.
–Veo que están impacientes, no se preocupen, también habrá tiempo para esas cosas. –
Dijo él, bastante seguro.
–Si… ¿Verdad?… claro… –
No estaba seguro de lo que pasaba por la cabeza de Mizore cuando dijo esas cosas. ¿Estaba asustada de que la descubrieran? ¿De qué nos descubrieran a nosotros? ¿Se avergonzaba? Imposible saberlo. El corazón de las mujeres es complejo.
–No estoy seguro de querer fingir. –
Le dije a Mizore al oído, ella me miró asustada.
–¿Qué quieres decir? –
Preguntó ella, alarmada, y no pudo decir nada más porque llegamos. Su madre estaba allí, y estaba sonriendo.
–Creo que tanto yo como Mizore vamos a necesitar un baño. –
Dijo la señora y tomando a su hija del brazo, se fueron juntas, El señor Hanagima y yo fuimos a la habitación.
––––––––
Una vez a solas, nos sentamos en la cama de la habitación. Mientras estábamos allí, el señor sacó una caja color gris y la puso a un lado. Luego me miró.
–¿Querías tomar un baño? –
–No… creo que estaré bien. –
Respondí, ya no había ninguna necesidad de hacerse el inocente, yo sabía lo que estaba a punto de pasar. Esta era la presentación más extraña que yo hubiera tenido nunca, pero a decir verdad, supongo que no estaba aquí para juzgar a nadie.
Después de eso el hombre sacó dos latas de cerveza y me ofreció una.
–Soy menor. –
Respondí. Él encogió de hombros.
–Solo es una lata. –
Dijo él, y la puso en mis manos. Yo la abrí y bebí un poco.
–Así que sales con mi hija. –
Comentó él. Yo asentí con la cabeza.
–¿Y cómo es? –
Preguntó, yo lo pensé un momento, aquello me dio tiempo de pensar una cosa, ya había venido hasta aquí, no podía desperdiciar la oportunidad. Haría lo que Akane hacía, quizá era lo mejor, quiero decir, dejar los detalles difíciles para luego.
–Es muy amable. –
–No hablo de eso… –
Respondió el señor.
–Ah, sobre lo otro… bueno, aun no me acostumbro. –
Expliqué.
–Así pasa al principio, pero si quieres mantenerlas contentas lo mejor es que sepas algunas cosas, creo que por eso te trajimos aquí, verás, quiero que mi hija esté feliz. –
–Ya entiendo. –
¿Qué más le respondía?
–Bien, comenzaré yo ¿de acuerdo? Eso ayudará a que ella se ponga un poco de humor, sé que nos ha espiado antes, a mí y a mi mujer, pero como no había allí un hombre que se encargara de ella como es debido, no podía decir nada… –
En otras palabras, este sujeto era el completo opuesto del padre de Akane. Yo no era capaz de discernir cuál de los dos extremos era el mejor. O el menos malo.
Las chicas llegaron momentos después, ambas envueltas en toallas, hablo de las chicas porque la señora también se veía bastante joven, o es que el baño había hecho milagros.
–Estamos listas. –
Dijo la madre de Mizore, sentándose en el piso.
–Mizore, ve a la cama… –
Dijo su madre, empujándola, ella se sentó en la cama a mi lado, sin mirarme. El señor Hanagima suspiró y se paró detrás de su esposa.
–En primer lugar, no entiendo qué es lo que tratas de cubrir. –
Dijo, quitando la toalla que cubría a su mujer, un par de senos parecidos a los de Mizore, solo que más grande, se descubrieron frente a mí.
–Wooow. –
Dije, más por la impresión de verlos que porque realmente estuviera al pendiente de ella. Nunca imagine que detrás de esas vestimentas tan prudentes, la señora escondiera un cuerpo tan lascivo. Si así se vería Mizore cuando creciera… vaya que estaba interesado en ella.
Mizore sin embargo, al notar que no dejaba de mirar a su madre, me dio un pellizco fuerte en la espalda. Yo fingí que no lo sentía.
–El novio de mi hija… me mira con… ojos lascivos… –
Reclamó la señora, quien no hizo nada para cubrirse de todos modos.
–Y tú lo estas disfrutando ¿No es cierto? –
Preguntó él, haciéndose el enfadado.
–No… eso no… –
Jalaron el cabello de la madre de Mizore, hacia atrás.
–No me mientas mujer, por eso querías venir, para impresionar al jovencito ¿No es verdad? –
Mizore permaneció con la mirada en sus piernas, yo comencé a acariciar su espalda y ella se movió. Eso me hizo sentir mal, pero también me ofendió. Sus padres siguieron un momento.
De pronto el madre de Mizore se detuvo.
–¿Qué tal un paseo?–
Preguntó, yo no lo entendí hasta que él sacó un par de collares. Puso uno en el cuello de la señora y me dio uno a mí, para ponerlo en el cuello de Mizore. Eso hice, Mizore no dijo que si ni que no, al parecer estaba enfadada, pero lo cierto es que yo tampoco pregunté, solo le puse el collar.
Luego me dieron una correa, y ya sabíamos todos por donde iba esto. Salimos del lugar con las mujeres a gatas sobre el suelo nevado.
–Ah, nada mejor que un paseo antes de ir a casa ¿No crees? –
Preguntó el hombre, dirigiéndose a mí. La madre de Mizore se detuvo a medias y recibió una patada.
–Muévete, no tenemos todo el día. –
Comenté que le habían quitado la toalla a la señora, bueno, yo no se la quité a Mizore, por lo que ella anduvo con la toalla un momento, pero luego esta resbaló por su cuerpo y quedó en el mismo vestuario que su madre, ninguno.
–Si… si amo… –
Respondió la señora.
Y continuamos otro poco. Mizore se detuvo sin que yo me diera cuenta y jalé la correa.
–No puedes quedarte atrás. –
Le dije, halando con fuerza, eso la hizo caer, desnuda, sobre la nieve.
–Esta frio. –
Se quejó ella.
–Puede que mi hija necesita algo que… le caliente el cuerpo. –
Comentó el señor, sonriendo. Yo asentí y voltee a ver a Mizore.
–Ah, ya veo… quieres calor ¿No es verdad? –
Mizore me miró, desde donde estaba, sin levantarse.
–Incluso una perra necesita mantenerse caliente en ocasiones ¿No es cierto? –
Y puse la toalla en el suelo.
–Bien entonces, muéstrame tu pechos. –
Mizore se irguió sobre su rodillas sosteniendo su tetas con las manos. La tumbé bocabajo sobre la toalla y comencé a masajear sus pechos con fuerza, ella se retorció.
–Tus manos… están calientes… –
–Claro que están calientes, yo soy una persona normal, no voy a salir desnudo en la nieve. –
–Mi padre… me está mirando… –
Comentó, yo no voltee a ver a sus padres, que estaban parados justo al lado de nosotros, la señora parece haberse cansado de esperar por lo mismo y comenzó a rogar a su esposo, pero éste no hizo caso.
–¿Ah? ¿No quieres que te mire? Entonces me detendré… –
Le dije. Mizore me miró con horror.
–No… no… –
–Entonces andando. –
Respondí, poniéndome de pie. No hubo golpes esta vez, no había necesidad de ellos porque el ambiente ayudaba mucho. Mientras caminábamos, el padre de Mizore me explicaba.
–Hay ocasiones, como en esta por ejemplo, en que no se necesita la violencia, recuerda, el objetivo de esto es ejercer dominancia, es cierto que a veces son necesarios unos cuantos golpes, pero en circunstancias como esta, tu eres la única fuente de calor que ellas tienen, por supuesto que quieren más… –
Todo esto mientras madre e hija iban delante de nosotros, exponiendo sus traseros en lo que hacía una bella vista para nosotros.
Después de unos momentos de caminar así, el señor jaló la correa un poco, la señora se detuvo y separó las piernas instintivamente porque la cuerda de la correa pasaba justo por en medio de ellas.
–Estamos cerca del auto ¿Te molesta si comienzo? –
Preguntó.
–No, no, adelante. –
Respondí, sonriendo. El señor Hanagima fue hasta donde su esposa y hundió la cara de ella en la nieve, por sorpresa, Mizore se detuvo para mirar la repetición de cómo había sido concebida, mientras la señora comenzaba a hacer ruidos obscenos. Yo seguí un momento más, alejándome de ellos un poco.
–Ya no puedo… –
Reclamó Mizore.
–¿No podemos hacer eso? –
Preguntó después, cuando se dio cuenta de que la ignoré al propósito.
–Bueno, no. –
Respondí, ella me miró consternada.
–Pero… –
–Eso es lo que estas esperando ¿No es cierto? –
–Pues… si… –
Replicó Mizore, como si estuviera convencida de que para eso estábamos aquí, pero… creo que estaba un poco enojado con ella por cómo me había tratado antes que esto. Es difícil concentrarse en hacer esto cuando tienes tantas cosas en la cabeza.
Era de esperarse, el viaje y sus motivos, se diluyeron lentamente en los acontecimientos que siguieron al día en que ella lo propuso.
–No lo sé… no tengo tantas ganas. –
Respondí, ella se irguió de nuevo, y volteó a verme.
–Entonces… ¿Para qué estamos haciendo esto? –
Preguntó ella, con lágrimas en los ojos.
–Bueno, creo que es mejor si no desperdicio mis energías en mujeres que van a dejarme en cuanto este acto termine. –
Respondí.
–No me vengas ahora con esas cosas… estás aquí… yo estoy aquí… –
–Tengo derecho a ser selectivo. –
Respondí, Mizore se puso de pie.
–Creo que prefiero tener esta conversación en una situación más cómoda. –
Y tomando la correa me quitó la toalla de las manos y caminó hasta el auto. Y como no podía ser de otra forma, fui tras de ella. Cuando me acerqué a la camioneta, ella estaba sentada en el asiento de tras, cubierta miserablemente con la toalla húmeda. La puerta estaba abierta, así que imaginé que ella quería que entrara.
–Te resfriarás si no te pones ropa. –
Le dije, sentándome al lado de ella.
–No estaría en peligro de resfriarme si no te hubieras negado a hacerlo conmigo, estaríamos allá afuera, disfrutando. –
–No puedo disfrutarlo si estoy pensando a cada momento que terminarás conmigo. –
Repliqué, ella se enfadó.
–Pues ya está, terminamos. –
Me dijo ella, y se dio la vuelta para no mirarme.
Puse una mano en su hombro y ella la quitó con violencia.
–Déjame. –
–No quiero. –
–¡Ya no soy tu novia! –
Replicó ella, suerte que estábamos dentro del auto.
–Pero me gustas… –
Repuse, ella negó con la cabeza.
–Eres idiota ¿Por qué iba a querer estar con alguien como tú? Solo me has traído malos ratos. –
Eso fue duro de tragar. No porque no supiera que era mentira, tampoco por que no entendiera la razón detrás de su comportamiento. Pero al menos hasta donde me fue posible, pienso que la traté bien. Suspiré.
–Bien, siempre podemos decir a tus padres que estuvimos juntos de todos modos. –
Mizore ya no respondió, y cuando sus padres llegaron, que no fue mucho después, porque ahora era de noche y era peligroso permanecer afuera desnuda, Mizore hizo como que dormía. Sus padres parecían estar exhaustos, y el señor me comentó que era un milagro que pudiera manejar.
–Me hubiera gustado observar más de cerca, pero supongo que eso era demasiado pedir para una primera vez. –
Comentó él. Su madre asintió.
–Le he dado unos cuantos consejos, espero que los hayas disfrutado. –
Comentó ella, acomodándose la ropa interior. Nos dirigimos a casa después de eso. Mizore “no despertó.” Otra cosa fue que Akane tuvo razón, no hubo forma de salvar este viaje del desastre. Bueno, no se puede complacer a todo el mundo. Ya bastante era todo lo que había logrado el día anterior, y los días anteriores a ese.
Ya después le enviaría un mensaje a Mizore, disculpándome por todo este fiasco. Ahora que lo recordaba, todavía tenía un asunto pendiente con Akane, dentro de mi corazón, estaba deseando que ella lo olvidara, pero sabía que aquello no iba a pasar.
Pensaba en esas cosas cuando me despedí de los padres de Mizore y bajé del auto. Incluso le di un beso a Mizore en la mejilla, ella no pudo resistirse porque se supone que estaba dormida.
Que decepcionante.
El auto arrancó, y yo entré a casa. Eran aproximadamente las diez de la noche. La máscara seguía en la mesa cuando voltee a ver, pero no había señal de Akane, aparte de que sus zapatos estaban en la entrada.