Haru No Yurei - Volumen 3: 10. Aterrador a Su Manera
Kurimo estaba parada afuera cuando cerré la puerta. Su cabello largo y negro caía a los lados de su bata de dormir blanca. Al fondo del pasillo. Solo faltó un trueno.
Ella se acercó caminando con normalidad.
–Hiciste las paces con ella… –
Comentó Kurimo. Yo suspiré.
–No estaba enojado con ella… –
Respondí, ella asintió con la cabeza.
–Eso dices, pero no le habías prestado nada de atención… ella también decía que antes eras mucho más indecente y que la forzabas de cuando en cuando. –
Explicó.
–Sí, bueno… –
Me dio un poco de vergüenza que Kurimo precisamente me estuviera diciendo esas cosas. No estaba acostumbrado a esa clase de platica con ella. Siempre era tan ensimismada que ahora que lo decía abiertamente era extraño para mí.
–También he escuchado que lo haces con tu esposa por la fuerza… –
Agregó después, viendo que yo estaba guardando silencio.
–Sí pero… –
Quise responder, pero ella no lo permitió.
–También a mí me obligas a veces… –
Se quejó Kurimo. Yo me llevé la palma a la cabeza, pero Kurimo me puso una mano en el codo, y negó con la cabeza.
–Se siente bonito… a veces todo lo que necesitas es un pequeño empujón para demostrar tu amor. –
Dijo Kurimo. Ni siquiera me dejaba hablar. Yo suspiré. Luego ella me miró con su cara de pajarito despistado.
–Gracias por lo que me dijiste antes… entiendo que fue difícil para ti… –
Dijo, y se dio la vuelta.
Iba a alcanzarla en ese momento, pero quise dejarla ser. Era bastante que estuviera feliz por el momento. Luego de eso, fui a buscar un vaso de agua, y después, entré a la recámara de Akane.
Ella estaba dormida para ese momento, así que solo me acosté tratando de no despertarla. Mañana era ya el último día de clases. Y la ceremonia de graduación. Ya no me sentía con fiebre ni nada, así que pienso que estaría bien si solo fuera a la escuela mañana.
––––––––––
Era poco más de media noche cundo la sed me hizo levantarme. Normalmente me levantaría con algo de sueño, pero, algo dentro de mí me dijo que había algo extraño.
Por unos momentos incluso pensé que estaba soñando.
Es como esa sensación que uno nunca ha sentido pero que identificas inmediatamente. Me puse de pie, y traté de que mis ojos se adaptaran a la oscuridad, miré a todos lados, pero nada parecía extraño, y sin embargo, seguía sintiéndome así.
Salí de la recámara más con curiosidad que con miedo. Escuché algo en el piso de abajo, en la sala. Así que bajé las escaleras para ver como Kurimo cerraba la ventana.
En la más completa oscuridad.
La ventana está dentro de la cocina y el apagador de la luz este en la entrada de la cocina, así que todo lo que tuve que hacer fue pararme allí y encender la luz. Kurimo volteó a verme como si hubiera sido descubierta en algo malo.
–¿Pasa algo? –
Pregunté. Más extrañado que enojado. Kurimo me miró asustada y puso sus manos atrás.
–No… no es nada… –
–No me parece que “nada” sea una respuesta. Kurimo… –
Le dije, ella retrocedió.
–No pasa nada, absolutamente nada… es solo que… la ventana estaba abierta. –
Explicó.
Su habitación es la última en el pasillo de arriba. Era imposible que aquello la hubiera molestado tanto como para hacerla levantarse.
Me senté en una silla que estaba en la sala. Ella salió de la cocina.
–Si no quieres decirme está bien pero… tú… no saliste a esta hora de la noche ¿verdad? Mucho menos por la ventana… –
Le dije, ella negó con la cabeza.
–Por supuesto que no… –
Dijo ella. Bueno, al menos no creo que ella estuviera mintiendo. Kurimo se acercó a mí lentamente, como si dudara acerca de decirme lo que sea que estuviera pasándole.
–Deberías estar durmiendo… –
Le dije, sonriendo. Ella negó con la cabeza.
–Lo sé… pero… yo… –
Y se quedó callada. Me puse de pie y acaricié su cabeza.
–Vamos… ve a dormir. Tomaré un poco de agua… –
Le dije, y me separé de ella, antes de volver a entrar a la cocina, pero ella me detuvo de pronto.
–¿Podemos hablar? –
Preguntó ella. Yo encogí de hombros.
–Está bien… por mí no hay problema. Tú tienes escuela mañana. –
Le recordé.
–Sí… lo sé, pero solo será un momento… es decir. –
Y se quedó callada de nuevo. Yo me senté y la hice que se sentara frente a mí.
–Está bien. Te entiendo. –
Le dije. Ella tomó mi mano por unos momentos, luego la soltó.
–Tú crees… que yo… Emm… ¿soy desvergonzada? –
Preguntó.
Aquella pregunta no tenía mucho sentido para mí, así que no sabía cómo responder.
–Me refiero a que… puedo provocar a alguien… sin darme cuenta. Eso es lo que trato de decir. –
Explicó después. Evidentemente estaba teniendo muchos trabajos para decirlo, pero no era para nada como ella se había comportado la última vez que tuvimos una conversación seria. Como he dicho antes, era más adulta y sinceramente más directa, aunque no dejara de avergonzarse por ello.
–Bueno… a decir verdad no lo sé. Todavía no estoy en el punto en que pueda decir si lo haces aposta o si es inconscientemente, y sinceramente te encuentro linda a menudo. Pero… también creo que no estamos hablando de lo que yo piense aquí. –
Le dije. Ella asintió.
–Es que… verás… Onii–Sa… Onii–san me llamó ayer. –
Tenía que ser este sujeto ¿No es cierto? Suspiré para tranquilizarme. Kurimo todavía no me había dicho nada.
–¿Y? ¿Qué fue lo que te dijo? –
Pregunté, Kurimo bajó la cara.
–Que me echa de menos. –
Respondió Kurimo.
–¿Y tú lo echas de menos? –
Pregunté. Ella negó con la cabeza.
–Ese no es el punto… él se disculpó por lo que había pasado. Le dije que sabía lo que había pasado con mi ropa interior, y él se disculpó más y colgué. –
Explicó ella, me tomó de la mano.
Suspiró y guardó silencio durante un rato.
–Ha venido a buscarme hasta aquí… –
Confesó después de un rato. Yo suspiré. No es que fuera muy difícil para nadie dar con este sitio, aun así, eso empezaba a darme miedo, era persistente, recordaba un poco a su hermana menor a decir verdad.
–¿Qué fue lo que dijo? –
Pregunté después de un momento. Kurimo asintió.
–Él dijo que quería que yo volviera a casa. Yo respondí que me encantaría volver a ver a mi hermano… pero no así. No me agrada el modo en que me ve… creo que él me hizo entender lo mal que se siente tener a alguien siguiéndote… –
Explicó Kurimo después. Yo acaricié su cara, es que ella solía hacer esas cosas a menudo… supongo que el tener a alguien persiguiéndola a ella la hizo cambiar de parecer más de lo que lo habría hecho hablar con maestros en su escuela.
Quiero decir, que esa fue la excusa que ella dio aquella vez.
–No sé si comprendo lo que sientes, pero te apoyaré en lo que sea que quieras. –
Le dije. Ella negó con la cabeza.
–No quiero irme. Eso se lo dejé bien claro… fue entonces que él dijo que, era mi culpa… porque soy linda, no puede evitarlo… –
Explicó. Luego me miró a los ojos.
–¿Tiene razón? –
Preguntó. ¿Qué le decía? Tuve que decir la verdad.
–Sí. –
Ella no quiso creerlo, o más bien, supongo que le dolió que tuviera que darle la razón a su hermano, pero no podía mentirle, porque de ahora en adelante, muchos iban a voltear a verla con deseo.
Es que si es normal.
Eso no lo hace menos desagradable.
–Es decir… estoy destinada a ser perseguida… ¿por mi cuerpo? ¿Solo eso? –
Preguntó Kurimo, bastante ofendida, diría yo.
–No es que estés destinada a ello, es solo que sí eres linda, y tienes una figura bonita. A muchos les gustaría acostarse contigo. –
No es como que eso debería incluirlo a él, de todos modos.
–Tú no me quieres solo por mi cuerpo ¿cierto? es decir… lo que hacemos… es especial… –
Sugirió ella, limpiándose una lágrima que salió contra su voluntad.
–Bueno, la verdad es que sí eres especial para mí. No sé si sé demostrarlo muy bien, pero no es tu cuerpo lo único que me importa. –
Expliqué, Kurimo asintió.
–Todos en la clase me miran siempre. Le dije a Minase–chan que se burlaban de mí, pensé que me miraban feo por ser tímida… no es eso… quieren tener sexo conmigo… –
Sé que muchas chicas estarían felices de poder decir eso, pero a Kurimo no le causaba otra cosa que malestar. Se notaba en la forma en la que lo decía.
–Kurimo… ¿recuerdas a aquel extraño? El día en que te grité esas cosas. –
–El hombre malo… sí. –
–Bueno… no es que fuera malo… es que eres linda. –
Respondí. No me gusta la idea de estar defendiendo a ese sujeto, ni a cualquier otro. Eso no implica decirle a Kurimo que el mundo es color de rosa. Ese sujeto no fue la excepción, es la regla.
–Quiero vomitar… –
Dijo.
Supongo que es una revelación algo dura para una chica de colegio.
–¿Dónde están los sentimientos? ¿No importan? –
Preguntó ella, su coraje subía y bajaba como una montaña rusa.
–Claro que importan, pero la mayoría de las personas piensa en los instintos primero, y en los sentimientos después, no todos los mezclan como tú lo hiciste… –
Expliqué. Ella me miró enfadada.
–Los hombres son horribles… –
–Lo sé. –
Sonaba extraño viniendo de alguien que se aprovechó mientras dormía, pero puede que mis razones y las suyas variaran mucho, y no quería arriesgarme a preguntar ahora.
–No quiero volver a salir de mi habitación… –
Se quejó ella, cruzando los brazos.
–No puedes hacer eso. Tienes que seguir, eso es parte de lo que significa crecer. Kurimo. –
Repliqué.
–Pero no quiero… tengo miedo… si incluso mi hermano mayor no puede contenerse. ¿Qué esperar de los demás? Y tú acabas de decir que todos son igual de aterradores. –
Se quejó ella, a punto del llanto.
Suspiré. Tenía que haber una forma de decirle que, a pesar de que es cierto, podemos resultar aterradores, el mundo sigue girando, las personas siguen enamorándose y la vida continúa.
–Las mujeres también son aterradoras entonces… –
Me quejé. Ella volteó a verme, enfadada.
–No es cierto. Puede que seamos un poco extremas, pero no hacemos esas cosas por nada. No vamos por allí, deseando el cuerpo de los chicos como si quisiéramos devorar su alma… –
Se quejó ella, moviendo las manos para expresarse.
–Entonces ¿Por qué lo hacen? Dime. ¿Por qué es que esta tarde desperté con una chica linda sobre mí? Muchos dirían que es aterrador. –
Me quejé. Ella pareció enojarse en realidad.
–No es verdad. No hay impulsos mundanos en ello. Yo nunca he sido así. Lo hago porque quiero estar cerca de ti… lo más cerca posible… –
Explicó.
Me puse de pie, y la abracé. Ella se dejó abrazar, aunque parecía enojada todavía.
–Listo, estamos pegados. No podemos estar más cerca que eso. –
Le dije… ella negó con la cabeza, pero no se separó de mí, por cierto.
–No es eso a lo que me refiero. Quiero decir, conectados, ser una contigo… sentir tu pulso y el mío fusionarse. De eso se trata para mí. En realidad no importa siquiera lo que hagas con mi cuerpo… si mi alma está mezclada con la tuya, nada más importa… esa es la razón. –
Explicó Kurimo.
Siempre supe que estas cosas tenían un significado diferente para ella. Es que ella piensa en todo el acto de un punto de vista distinto al mío. Lo acababa de decir, ni siquiera se trataba de su cuerpo o del mío. Para ella, era una conexión espiritual.
No es como que pueda comprenderlo, pero al menos respeto su punto de vista. Eso no quiere decir que no pueda dar miedo.
–No puedes mezclar mi alma con la tuya… –
Respondí. Kurimo se apartó.
–Pues lo más cerca que se pueda… En realidad… te comería si pudiera… –
Respondió Kurimo, muy segura de sí misma, hasta que se dio cuenta de que “lo dijo” en verdad. Supongo que es un pensamiento que ella se guardaba para ella.
–Eso es aterrador. –
Repliqué. Kurimo guardó silencio y bajó la cabeza, como si estuviera considerándolo muy seriamente.
–¿Lo ves? Las chicas también son aterradoras, si indagas lo suficiente… –
Repliqué. Ella ahogó una risita que cambió su humor por completo.
–Perdón… –
Dijo ella, pero no sonaba a arrepentida para nada.
–No pidas perdón… es así como te sientes. –
Respondí, encogiendo de hombros.
–Pero da miedo… –
Replicó ella.
–Siempre has dado miedo, Kurimo… desde que te conocí. –
Expliqué. Eso la tomó por sorpresa.
–¿Qué? –
Preguntó ella con una vocecita. Eso detuvo su risa, pero también cortó su coraje por completo.
–Bueno… es que siempre supe que tu amor era un poco intenso, para ser sincero. –
Expliqué.
–¿Intenso? ¿No desagradable? –
Preguntó ella.
–Bueno, la forma en que te comportabas siempre, daba a entender que eras especialmente receptiva cuando de sentimientos se trata… también bueno, me di cuenta de que estabas poniendo todo tu ser desde el primer instante. –
Lágrimas acudieron a los ojos de Kurimo, quien me miraba absorta.
–¿Cómo sabías? –
Preguntó ella, parecía nerviosa.
–Me di cuenta… –
Respondí, rascándome la mejilla porque era un poco vergonzoso de admitir, ella se dio la vuelta, llevándose las manos al pecho.
–Perdóname… –
–¿Eh? –
Pregunté, ella comenzó a llorar.
–Kurimo… ¿Estás bien? –
Pregunté, ella hizo lo posible por tranquilizarse, sin éxito.
–Sí… bueno… no sé. Es decir… yo tenía razón… sí estabas mirando mi interior… –
Explicó, luego se dio la vuelta.
–Yo he dudado de ti antes… he pensado muchas, muchas veces que yo no te importaba en absoluto, pero eso no es verdad… tú te diste cuenta. –
Explicó ella. Empezó a hablar montón de sin sentidos luego. Llorando y sonriendo a la vez, hasta que limpió las lágrimas de su rostro.
–No debo llorar… no debo… –
Dijo para sí misma, aunque alcancé a escucharla perfectamente.
–Puedes llorar si quieres… –
Le dije. Ella negó con la cabeza.
–No… soy feliz ahora. No tengo por qué llorar… –
–Suena a que no eras feliz antes… –
Comenté. Kurimo asintió con la cabeza.
–Hubo algo entre todo lo que dijo Onii–san que me dejó pensando. Él dijo que tú no estás realmente interesado en mí tampoco… y admito que lo que dijiste antes, lo hizo sonar como si no hubiera ninguna diferencia entre tú y cualquier otro… pero eso no es verdad… y entenderlo me hace muy feliz. –
Explicó ella. Tal vez al fin había logrado explicarme bien… al menos una parte de todo.
–Bueno… es un alivio que comprendas ahora, a pesar de lo que diga tu Onii–san. –
Comenté. Ella asintió.
–Sigo con la idea de que no quiero irme. Soy feliz aquí, y… espero hacerte un poco más feliz también. Ya no me importa lo que pase con Onii–san. Él tiene que aprender por el mismo lo que esto significa. Ahora entiendo que la realidad es que Onii–san no puede entrar en el corazón de su novia como tú has entrado en el mío. –
Dijo ella, sonriendo.
–¿Qué quieres decir? –
Pregunté. Ella asintió.
–Creo que… el problema con él es que no sabe cómo expresar lo que siente. Él es como yo, espera que los otros comprendan cómo se siente sin decir nada. Y… no todos son como tú. –
Y me abrazó.
–No más sobre él… volverá en algún momento, pero ahora mismo… no más sobre él… –
Dijo. Tal vez ella había tenido una discusión muy acalorada con su hermano mayor antes de que yo bajara.
–Como digas. Por mí no hay ningún problema. ¿Es por eso que cerraste la ventana? –
Pregunté. Solo por si acaso.
–Bueno… no quise dejarle entrar, así que hablamos a través de la ventana… lo eché antes de que bajaras. –
Explicó Kurimo.
Subimos las escaleras tomados de la mano. Luego le acompañé hasta su recámara.
–Nada de tener miedo de salir ¿de acuerdo? –
Pregunté.
–No… hoy aprendí que en realidad, todos somos aterradores a nuestra propia manera. –
Dijo Kurimo, y sonriendo, me dio un beso en la mejilla y entró a su alcoba. No quise hacer mención de nada en ese momento, sobre todo porque ambos teníamos que dormir.
–––––––––
Por la mañana, lo primero que supe es que había un automóvil afuera que estaba haciendo ruido. Eso me hizo despertarme.
Todavía faltaban algunos minutos para que tuviera que despertarme, así que me quedé acostado un momento. Hoy era la ceremonia de graduación, después de eso, pasarían al menos dos semanas antes de comenzar el nuevo curso.
Necesitaba conseguir un empleo mientras tanto.
El resfriado parecía haberse esfumado y me sentía con energías para ir a la escuela
Sonó el despertador, Akane no se movió.
–Oye… tienes que despertar… –
Akane se dio la vuelta, todavía dormida.
–Akane… –
La moví del hombro, pero no se despertó. Entonces se me ocurrió algo mejor.
–Vamos… quiero hacerlo antes de irnos… –
Le dije, metiendo mi mano en su blusa, Akane seguía dormida mientras comencé a apretar sus pechos un poco pude sentir como su respiración aumentaba levemente, pero no tanto como para pensar que había despertado.
Para quienes nunca lo han sentido, no hay nada más agradable que meter tu mano dentro del pijama de una chica dormida, es una sensación muy especial.
–Ya… estoy despierta… –
Se quejó, pero no estaba despierta.
–Vamos… apresúrate… –
Le susurré al oído. Ella solo se movió un poco, y se volteó… rara casualidad, si lo fue, que lo hizo de manera que mi mano no tuviera problemas al seguir acariciándola.
Quité su cabello de su espalda un poco, porque estaba de lado, y besé su cuello. Eso la hizo despertar por fin, se abrazó a mi mano que estaba acariciándola.
–Soy la esposa más feliz del mundo… –
Dijo. Eso me hizo entender que ella estaba despierta. Comenzó a acariciar mi mano con las suyas.
–Mira que despertarme así… –
Dijo ella, aunque no sonaba en desacuerdo para nada.
–¿No te agrada? –
Pregunté, y le di un beso en el cuello de nuevo. Ella asintió.
–Sí pero… es demasiado… –
Respondió.
–Bueno, ahora quizá tendremos algo que esperar cuando las clases terminen… –
Respondí, de algún modo implicando que no iba a hacerlo con ella en ese momento, Akane pellizcó mi mano.
–Y ahora eres cruel conmigo. –
Se quejó.
–En realidad quería que despertaras… –
Le dije. Ella se separó de mí y me miró entrecerrando los ojos.
–Más vale que merezca la pena la espera. –
–Llegaré tarde hoy, de todos modos. Así que tendré tiempo para pensar en las muchas cosas que quiero hacer contigo. –
Expliqué, sonriendo.
–Ya, tengo que hacer el desayuno. Deja de hablar de esas cosas o no querré salir de aquí. –
Dijo, desvistiéndose.
Me quedé mirándola ahí acostado mientras ella se desvestía con la mayor de las naturalidades, cuando se dio cuenta, Akane volteó a verme, se acomodó sus pantis, y me sonrió.
–Pervertido. –
Dijo, y se dio la vuelta para buscar su uniforme en el closet. Yo suspiré y me puse de pie. Mejor la dejaba en paz si quería llegar a tiempo a la escuela.
Fui al baño a lavarme la cara.
Cuando llegó aquí, ella ni siquiera podía mirarme a la cara. Me parecía impresionante el cambio de actitud que había tenido. No es que haya sido por nada, muchas cosas pasaron. Pero me gustaba mucho como era Akane ahora.
Tan sincera y libre, y al mismo tiempo tan dedicada y tan estricta.
Luego voltee a la entrada del baño, Kurimo estaba allí esperando con un vaso y su cepillo de dientes. Me dio los buenos días mientras pasaba. Yo me secaba el cabello y la cara.
Si Akane había cambiado así ¿en qué clase de mujer se convertiría Kurimo? Me preguntaba.
Ella apenas estaba creciendo.
Resultaba intrigante para mí pensarlo. Le dije que se veía linda, mientras acariciaba su cabeza y salía del baño para poder ponerme el uniforme.