Haru No Yurei - Volumen 3: 17. ¿Quién Soy Yo para Discrepar?
Habara le acababa de gritar a Akane que quería que la amara. Usó incluso términos de pareja. Akane tardó un poco en procesar esas palabras.
–¿Qué? –
Vale, mirando el lado bueno, creo que es mejor que lo dijera de todos modos. Es decir, no ahora mismo pero… creo que se entendía mejor si Akane se enteraba de qué tan grande era el problema aquí, o más bien, del tipo de problema en realidad.
–Esa es la verdadera razón… –
Replicó Habara. El coraje de Akane volvió a elevarse.
–No… es decir… tú… tú… ni siquiera sabes lo que estás diciendo. Vete a casa, Habara–san… –
Akane se dio la vuelta. No le creyó y no la culpo. Habara la tomó del hombro y comenzó a lloriquear.
–No, por favor… espera… yo… tú… –
–Eso no tiene sentido. No hay un “tú y yo” Habara–san. Esto ha ido demasiado lejos. No vuelvas a hablarme. No vuelvas a dirigirme la palabra nunca. –
Replicó Akane, y se dio la vuelta, abrió la puerta. En ese momento, Habara volteo a verme. Ya que habíamos llegado tan lejos, creo que apoyaba un poco a Habara.
Al menos entendía su punto porque, bueno, a los dos nos gustaba Akane.
–Ten valor… –
Le dije a Habara en voz baja, ella suspiró, y conteniendo sus lágrimas todo lo que podía, fue y detuvo a Akane.
–Por favor… sólo escucha lo que tengo que decir… –
Dijo. Akane se detuvo y la miró. La realidad es que ella no le creía a Habara para nada.
–Me has gustado desde que te transferiste… esa es la verdad. Eres tan linda y amable que… yo… –
–¿Qué mentiras me estás contando? Eso no tiene nada de sentido, Habara. –
Al menos omitió el honorifico, pero cruzó los brazos, recelosa.
–No… es la verdad, esa es toda la verdad. Lo juro. –
Aseguró Habara, volviendo a limpiarse las lágrimas.
–Ah, ya entiendo, me hiciste tener problemas con él. Le dijiste a toda la clase que me lo ibas a quitar. Eso sí que es amable de tu parte. Seguro que así consigues que te tome en cuenta ¿No crees? Tus sentimientos me llegaron. –
Le dijo ella, sin quitar un dedo del renglón. Habara se acercó a ella un paso, Akane puso su mano frente a ella.
–Yo sé que no pero… –
Akane volvió a interrumpirla. Estaba muy enojada.
–Además de que bueno, te acostaste con él… –
Le dijo, mirándola con desprecio.
–Yo… creí que si te demostraba lo malos que eran los hombres… tal vez… me darías una oportunidad… –
Replicó Habara, mientras se limpiaba las mangas con su blusa.
–Pues te equivocaste. Porque estoy casada, y me gusta mucho ser su esposa. –
Le dijo. Aquello era una advertencia, si seguía golpeando el mismo clavo… y lo hizo.
–Sí pero… –
Y entonces, Akane la aplastó.
–¿Pero? No, no… No. ¿Sabes algo? Ni siquiera me conoces como tú piensas que me conoces. Te voy a contar un secreto. No soy lo que todos piensan. Soy una maldita. Así que no, no tienes oportunidad. Oink–Oink. –
En los ojos de Habara se reflejó algo intermedio entre shock, locura, tristeza y dolor. Luego bajó la cabeza, y se puso a llorar.
Eso es lo que a mí me pasó. Eso pasa cuando eres idiota.
–Rayos… lo volviste a hacer ¿No? –
Pregunté. Era mi forma de decirle que se estaba excediendo. Akane volteó a verme con los ojos llenos de coraje.
–¿De qué hablas? –
Preguntó ella, molestándose.
–Bueno, es que, yo sé lo que se siente. –
Respondí simplemente, Habara, que ahora estaba detrás de ella, me miró.
–Así que vas a defenderla, lo sabía… –
¿Qué sabía? No sabía nada. Akane a veces es un poco irracional.
–Sé lo que se siente, amarte con locura y ser rechazado, a eso me refería. –
Repliqué. Akane tuvo que contener la risa.
–¿Ese es tu argumento? ¿Estás loco por mí? –
Preguntó Akane, suavizándose inmediatamente. Es que estaba apelando a su vanidad. Y ese es su punto débil.
–Vi la oportunidad de recordarte eso, y la usé. –
Akane la miró por un momento.
–¿Y qué quieres que haga? –
Preguntó, dirigiéndose a mí, pero la señaló. Habara mantuvo la cabeza abajo.
–Haz lo que quieras hacer. –
Respondí.
–Una bofetada… por ser idiota… –
Dijo Akane. Yo asentí. Cerré los ojos. Me dio una bofetada. Me lleve la mano a la cara para soportar el dolor. Akane sonrió.
–Y un beso… porque eres el mejor… –
Dijo.
De pronto parecía… excitada. ¿Será porque me pegó?
Comenzó a besarme y me echó los brazos al cuello.
No tengo intenciones de permitirlo siempre, que se la pase pegándome, quiero decir. Pero al parecer no iba a ser necesario. Lo digo por lo que pasó después. También es cierto que Habara se puso celosa de que ella me besó, y tal vez Akane lo sabía.
Ella se desabotonó la blusa, eso fue sorpresivo. Volteó hacia atrás de ella, donde Habara se había quedado perpleja viendo la espalda desnuda de Akane.
O más bien, fascinada.
–Ven aquí, cerdita… –
Le dijo. Por poco me rio.
–¿Aún vas a llamarla así? –
Pregunté, Akane sonrió. Es que es Sadista, no puede evitarlo.
–Le mostraré exactamente cómo soy. Si quiere, puede quedarse. –
Respondió Akane. Para mi sorpresa, (bueno, no tanto) Habara Mizumi obedeció. Akane se volvió hacia ella y comenzó a desabotonarle la blusa. Habara enrojeció.
–Te voy a dar una oportunidad… ¿No es eso lo que quieres? –
Dijo, respirando agitadamente.
–Sí… es decir… –
Comenzó a decir Habara, su cara tornó a un semblante feliz inmediatamente. Akane pareció calmarse por unos momentos, puso las manos sobre los hombros de Habara.
–Escúchame… allá afuera, voy a ser amigable contigo, comeremos juntas, incluso puede que salgamos a pasear… –
Le explicó, Habara asintió con la cabeza, sin entender mucho de la situación en la que se hallaba.
–Pero aquí dentro… eres ¡MÍA! –
Y jaló su blusa con fuerza, casi se rompe. Habara la miró, atónita. Puedo asegurar que la pobre chica se mojó.
–¿Está claro? –
Preguntó. Habara asintió, con la cara roja, me miró por unos momentos, luego a Akane de nuevo.
–Y seré sincera… no cuido mucho mis cosas… –
Agregó Akane, y tomándola de la cara, le dio un beso, Habara solo se dejó besar. Akane puso una mano en sus pechos y apretó ligeramente. A través del delgado sostén de Habara, pude ver sus pezones muy erectos.
–Pero… esto… –
Comenzó a decir Habara, quien no entendió por qué de un momento a otro la estaban tratando así otra vez.
–¿Eh? ¿No es esto lo que quieres? –
Preguntó Akane, llevando una mano a uno de los pechos de ella. Arrancó el sostén de su pecho, Habara trató de cubrirse.
–Sí… pero él… –
Me señaló como pudo, aún tratando de cubrir sus pechos.
Habara pensó hasta el último momento, que era mi idea. Esto es lo que yo trataba de advertirle, no soy yo, es Akane. A ella le gusta esto. Y Habara tendría que aprender a gustar de ello si quería estar así de cerca de Akane.
Akane encogió de hombros de todos modos.
–¿Qué tiene? Eres mía y yo suya. Si yo quiero puedo entregarte a él para que juegue contigo… tal como la última vez… –
¿Todas las chicas serán intuitivamente buenas en el Yuri? Lo digo porque Akane lo parecía. Tal vez era que Habara sí tenía sentimientos por ella, pero se notaba mucho que Habara estaba completamente a su merced.
No estaba acostumbrada a lidiar con una Akane agresiva como esta, eso es cierto, pero no había duda de que estaba disfrutándolo, muy en contra de su voluntad.
Akane arrojó a Habara sobre la cama y, sin darle tiempo a reaccionar, metió la mano entre sus muslos.
–Lo gozaste tanto… tener al marido de otra dentro de ti… aquí… –
Dijo, acariciando con fuerza su entrepierna, primero por encima del short que tenía.
–No, por favor… por favor… –
Comenzó a suplicar, pero estaba demasiado absorta en la sensación de las manos de Akane para darse cuenta de que sus suplicas y su llanto estaban haciendo a Akane babear.
Sin hacer caso a sus suplicas (que en realidad estaba suplicando por nada) Akane desabrochó el short de Habara y metió su mano debajo de él. Habara trató de resistirse sin tratarlo realmente.
Fui allí donde nos dimos cuenta que esto no era un acto como el que interpretó la última vez. Me refiero a que esta vez ella simplemente no podía contener la excitación. Tenía sentido si hablamos de que la última vez, Habara no empezó a lubricar hasta que Akane abrió su blusa.
–Sigues siendo la misma cerdita sucia de antes… –
Le dijo, Habara trató de cerrar las piernas, inútilmente, yo diría, pero Akane lo notó y la amenazó.
–Déjate o te entregaré a él para que haga lo que quiera contigo. –
En Habara se dibujó el rostro del miedo, volteó a ver a Akane, suplicante.
–No, por favor… lo que sea… menos eso… se lo suplico… –
Para mí, era evidente que la mayor parte de la súplica, era para que Akane no se detuviera en realidad. Pero Akane lo interpretó a su manera, y tengo que admitir, que ella estaba disfrutando mucho esto.
No siempre tenía la posibilidad de ser mala con alguien.
–¿Eso te asusta? –
Preguntó, deteniendo un poco sus caricias. Habara sostuvo el brazo de Akane con las dos manos.
–Sí… duele mucho… duele mucho… –
–Pero dijiste que no dolía… eres una cerdita muy mentirosa. –
Akane dijo eso por el evidente placer al insultarla. Mizumi balbuceaba.
–Lo siento… mentí… sí duele mucho. –
Se quejó, Akane aumentó su ritmo.
–¿Eh? No entiendo. ¿Qué es lo que duele? –
–Eso… –
–¿Qué? –
Preguntó Akane, pellizcando uno de sus pezones. Habara lloró más.
–Que lo haga… un hombre… –
–Por supuesto que duele. Más aún si es el marido de otra ¿No crees? –
Preguntó. Estaba especialmente interesada en dejar eso en claro.
–Sí, lo es… lo es y lo siento… –
Respondió Habara, Akane hizo más presión en sus pechos y su entrepierna. Las rodillas de Habara se separaron
Akane se llevó la mano a la boca y lamió sus dedos, luego volvió a llevarlos a la entrepierna de Habara, pero no los metió.
–Quítate esos trapos… –
Le ordenó. Habara se quitó el short y las pantis como pudo. Cayeron al piso.
–Parece el de una niña pequeña… –
Dijo Akane, mirándola con desprecio. Habara intentó cubrirse, Akane quitó su mano con violencia.
–No es eso… no es eso… casi no me sale… –
Explicó. Habara tenía poco vello púbico. Akane comenzó a acariciar sus muslos y su vientre.
–Le diré que lo haga de nuevo… que haga un desastre de tu cuerpo como antes. A ver si con eso puedes hacer que al menos crezca algo allí. Es asqueroso.–
Preguntó Akane. Habara tenía lágrimas en los ojos cuya procedencia y motivos eran difíciles de adivinar.
–Van a destrozar esta partecita de aquí… –
Le dijo, y pasó sus dedos por en medio de sus muslos. Tocó su entrada. La respiración de ambas estaba tan acelerada que yo podía verlas respirar desde un metro de distancia que es donde estaba parado.
–No, por favor… –
Akane metió sus dedos dentro de ella.
Qué envidia. Akane podía hacer que esta chica se excitara tanto con solo sus dedos. Lo digo porque Habara no fue capaz de controlar nada después de eso, ni su voz, ni sus acciones, ni siquiera lo que la hicieron decir, y sí, la humillaron… otra vez.
–Qué desagradable… tu cuerpo está reclamando por placer… no eres más que una perra que solo piensa en eso… –
Vaya. Estaba siendo mala. Pero Habara no parecía enojada por ello, de hecho creo que no le quedaba voluntad para enojarse.
–Pero… pero… –
–Tienes mis dedos dentro de ti ahora. ¿No tienes algo que decir? –
–Sí… gracias… –
–¿Eh? ¿Lo estás disfrutando? –
Preguntó Akane, en tono burlesco.
Que no se haga, ella también lo estaba gozando de lo lindo aquí.
–Sí… sí… –
Respondió Habara.
–Qué perra… –
Respondió Akane, moviendo sus dedos hacia adentro y hacia afuera, Habara separó sus piernas, y hubiera enrollado las caderas de Akane de haber podido, con todo lo que ese gesto significara.
Akane suspiró y comenzó a jugar con sus pechos y con su entrepierna, a cambio de eso, cambió el enfoque.
–¿Quién te gusta? –
Preguntó. Maldita vanidosa.
–Fumishi Akane… –
Respondió ella.
–¡Sama! –
Replicó Akane, deteniéndose de pronto.
–Sí… sí… –
Fue lo único que Habara podía responder. Estaba a su merced ahora.
–¿En verdad te gusto yo? –
Preguntó Akane. Bien, esto no era un acto, pero Akane quería comprobarlo. Me refiero a que ella no estaba preguntando esto por atormentarla. Aunque sí la torturó de todos modos.
Comenzó presionando sus pechos con fuerza. Eso tiene que doler.
–Sí, Fumishi–sama. –
Respondió Habara entre gemidos.
–¡Qué desagradable…! Pero además de eso te acostaste con mi marido. Eso te hace una puta. –
Le dio una bofetada. Habara lloriqueó.
–Lo siento… lo siento… –
¿Cómo es que esto era un poco diferente de lo que yo le hacía a Mizore? No lo sé. Pero Akane había encontrado un juguete nuevo. Habara encontró su sueño, un tanto diferente de como ella pensó que sería, yo creo.
–Vas a tener que disculparte mucho más que eso. Si quieres que llegue a sentir algo más que asco por ti… –
Le dijo. Habara se disculpó más.
–Me disculpo… lo siento, fui tonta. Por favor… por favor… –
Akane se detuvo en seco.
–¡Me humillaron! –
Ese era un reclamo serio. En medio de todo esto, Akane se detuvo.
Siendo Akane como era, aquella humillación estaba muy por encima de cualquier otra cosa que Habara pudiera haber dicho o hecho. El que su marido le dijera cosas tan horribles y que (ella sintiera) tuviera razón en decírselas.
En ese momento, a Habara no le quedó opción más que callarse y someterse.
Y eso hizo, quiero decir que pidió perdón nuevamente y tomando la mano de Akane, la besó.
–Perdón. –
Dijo, y besó su mano otra vez. Akane le quitó la mano.
–¿Te gusta mi marido? –
Akane le dio una bofetada, así, de la nada Habara se llevó la mano a la cara, llorando.
–Quiero la verdad esta vez… –
Dijo ella, poniéndose seria.
–No, no me gusta, lo juro… por favor… créeme, lo digo en serio…–
Aseguró ella, bastante nerviosa. Pero si algo noté, es que Habara jamás dijo nada como “deja de lastimarme”.
Quizá ella sentía que merecía esto.
O quizá le estaba tomando cierto gusto. No lo sé. Akane puso una mano en su cara y la besó. Comenzaron a besarse bastante apasionadamente. De pronto, Akane se detuvo y la empujó de nuevo.
–Basta… me contagiarás lo sucia… –
Habara comenzó a llorar.
–¿Qué pasa? ¿No se puede? –
Preguntó Akane, Habara la miró, como apelando a su lástima…
–No es eso… es que… nunca me han tratado así antes… –
Explicó.
–Oh, qué pena, nunca te han tratado como lo que eres… –
–Perdóname… por favor… –
Suplicó Habara. Lo dije antes, ella pensó que Akane la estaba castigando. Y aunque en parte es cierto, esa no era toda la verdad.
–¡Deja de mentirme! –
Akane volvió a ponerse seria.
–No miento… lo juro… –
Se quejó Mizumi. Akane pellizcó su pezón, Habara gritó.
–Me duele… me duele… basta… –
Se quejó ella. Akane debe haber comprendido que Mizumi no estaba en posición de confesar nada ni de ponerse seria. En estos momentos, lo único que ella deseaba era la aprobación de Akane.
Diría cualquier cosa que fuera necesaria para obtenerla, incluso si mentía. (De hecho siempre había sido así, por eso se metió en este follón, para empezar.)
Ya ni siquiera era su culpa.
Akane quitó la mano de su pecho. Y la miró. Lamió sus dedos y los llevó a sus rodillas después. Habara solo la miraba, expectante.
–Muy bien, vamos a repasar lo que aprendiste… ¿Qué eres? –
Preguntó Akane, llevando sus dedos por en medio de sus muslos. Como dije, Habara diría lo que fuera, y eso hizo.
–Una cerda gorda… y puta… –
Respondió ella, cerrando sus piernas débilmente para atrapar los dedos de Akane entre sus muslos. Akane se acercó a ella y la recompensó, quiero decir que lamió su cuello levemente.
Para mí que estaba mirando todo, fue muy obvio que su vagina se contrajo por ello.
–Y de mi propiedad. –
Agregó Akane, y poniendo sus dedos en la entrepierna de ella, comenzó a hacer círculos lentamente. Habara gimió al tiempo que Akane la estimulaba.
–Sí… soy suya… –
Respondió Habara, Akane puso dos de sus dedos en la entrada de Habara y se detuvo. La miró fijamente.
–Aún hay cosas que quiero entender… pero por ahora, admito que te lo ganaste… –
Explicó Akane, Habara solo la miraba perpleja.
–Es tu elección si quieres decirle a la gente lo que tenemos tú y yo… –
Dijo.
Hey, eso era una aceptación de algo… incluso Habara se quedó perpleja. A su modo y dentro de sus limitaciones, Akane le dijo que sí.
¿Eso no es mejor que lo que me pasó a mí?
Maldita Akane.
Habara interpretó eso como un permiso y extendió su mano, iba a tocar la entrepierna de Akane y ella le golpeó la mano.
–¿Qué te ocurre? Todavía no tienes derecho a eso. Esa parte tiene un dueño y no te la van a dar así nada más. –
Akane me dio poder con eso, que estoy casi seguro que ella pretendía usar para su propio placer.
–Pero… –
–Silencio… ese es el trato. Salimos juntas, paseamos cuando tenga tiempo y ganas, y tal vez, solo tal vez, cuando estemos a solas, y me sienta de muy buen humor… –
Decía eso mientras presionaba su mano en círculos contra las paredes exteriores en la vagina de Habara, quien separó sus piernas instintivamente.
–Y te hayas portado bien, yo decida, que esta cerda asquerosa, mentirosa y perra, puede tener un poco de placer… aquí… –
Akane metió dos dedos en ella con fuerza. Comenzó a moverlos con violencia. Habara ahogó un grito después.
–Sí… sí… gracias… –
Respondió Habara, en medio de sus gemidos. Akane no estaba siendo discreta, sus dedos entrando y saliendo de Habara sonaban fuerte en la habitación.
–Hmph. Después de todo, al final no eres más que una pequeña cerdita desviada y sucia. ¿Verdad? –
–Sí… tiene razón… Fumishi–sama… –
Respondió Habara.
–Te educaré tal como lo hicieron conmigo, vamos a pasarlo muy bien… –
Le anunció Akane. Habara estaba tratando de abrazarla, pero ella fue cruel y no se lo permitió.
–Haz como un cerdo… –
Ordenó Akane. Eso hizo que Habara entendiera que a Akane le excitaba eso. Por supuesto que lo hizo.
–Oink… Oink… –
–Más fuerte… –
Ordenó Akane de nuevo, aumentando el ritmo en la entrepierna de Habara de nuevo.
–Oink… –
Los gemidos de Habara se mezclaron con eso, mientras Akane, así como si nada, aumentaba su excitación como si conociera a Habara desde hacía mucho, como si fuera una experta en esto…
Luego cerró la nariz de Mizumi con la otra mano.
–Tu lengua… –
Le ordenó Akane, Habara sacó la lengua y Akane la besó, sin dejar de mover sus dedos. Estaba asfixiándola mientras la estimulaba.
Eso bastó para que Habara se viniera, y vaya que se vino. Todo su cuerpo se retorció y su jugo de amor salió disparado de ella, mojando un poco a Akane.
Dejó de besarla luego. Habara estaba en el cielo.
–Waaa… que asco… no volveré a hacer eso… –
Dijo Akane, mirándose a sí misma.
–¿Eh? –
Preguntó Habara.
–Me manchaste cerda… ¿Qué vas a hacer? ¿Eh? –
–No fue mi intención… –
Se quejó Habara. Estaban arrebatándole su momento y creo que Akane no se daba cuenta. Ella quería continuar con el acto, pero por ahora, lo mejor era dejar las cosas como estaban.
Quiero decir que intervine.
–Hey, tú… ¿No tienes obligaciones que atender? –
Pregunté, hablándole en mal tonto. Akane se sobresaltó, eso cambió su enfoque por completo.
–Sí… sí, es cierto… –
Dijo Akane, iba a girarse cuando miró a Habara, quien no entendió muy bien qué estaba pasando.
–Tengo que atender a mi esposo… –
Le anunció Akane, en voz baja.
–Santo cielo mujer… puedes jugar luego… –
Le dije, haciendo como que me impacientaba y allí donde estaba levanté su falda, y quité sus pantis del camino.
–Perdón… me distraje un poco… No te enojes… –
Respondió Akane.
–Y pensar que planeaba lamerte, ahora no tengo tiempo… –
Me quejé.
–¿Eh? No… espera… yo… –
Comenzó a decir, como arrepentida por lo que se había perdido… que no se había perdido de nada pero ya se entiende. Hablo de que el sexo oral era su favorito y ahora no se lo daría. En realidad fue porque estaba muy mojada, supuse que no había necesidad de juegos previos, coloqué mi pene en su entrada, la vagina de Akane se expandió para recibirme.
Akane volteó a ver a Habara, quien todavía estaba conmocionada por haber manchado a Akane, y realmente pensaba que Akane sintió asco. No del todo, Akane estaba feliz de tener algo que echarle en cara a Habara para maltratarla.
Lo sé porque usó esto también. Quiero decir que le reclamó a Habara.
–¡Mira lo que has hecho, estúpida! –
Habara no entendió qué le estaban reclamando.
–Pero estabas tan distraída con tu nuevo juguete que no puedes cumplir con tus obligaciones. –
Reclamé, para distraer su atención un poco y que la pobre tonta de Mizumi se diera cuenta de qué iba este nuevo acto.
Las cosas que tiene que hacer uno a veces.
–¿Eh? Eso no es cierto… eso no es cierto… –
Se quejó Akane, pero todavía sostenía la mano de Habara, yo entré profundamente, de un solo golpe, con la violencia acostumbrada en Akane. Ella gimió.
–Está grande… –
Dijo.
–No la lastimes… –
Gimoteó Habara, sorprendida porque yo usara tanta fuerza, es decir, mi empuje sonó como una nalgada.
Akane intervino.
–Cállate idiota. ¿Qué no vez que me están regañando por tu culpa? –
Preguntó Akane, más excitada que enojada.
–No culpes al juguete, la irresponsable eres tú… me tienes ahí esperando como tonto, mientras tú te divertías de lo lindo… –
Reclamé. Akane trató de voltear a verme, porque estaba tomándola por detrás, pero usé una mano para empujar su cara contra la cama.
Muy cerca de Habara, por cierto, quien tenía a Akane respirándole pesadamente muy cerca de su vagina ahora.
No podía tocarla todavía, y seguro que Akane no iba a hacer algo como lamerla. Además de que pedir eso sería muy obvio que estaba complaciendo a Mizumi.
Era tal vez, mi modo de enmendarme por lo que le hice. Ella me miró desconcertada, porque no entendió por qué estaba yo siendo agresivo con Akane, que tan agresiva fue con ella.
–¿Tanto te gusta tu nuevo juguete? –
–Le pregunté. –
–No es eso… no es eso… –
–Di la verdad. –
Repliqué, Akane se rindió. No es como que ella pudiera pensar mucho su respuesta de todos modos.
–Sí me gusta, es linda… es linda… pero no más que tú… –
Era bastante obvio la parte que Habara escuchó de eso, lo digo porque sonrió para sí misma mientras bajaba la cabeza.
–A mí no me importa, siempre y cuando a mí me cumplas… –
Respondí.
–Sí, perdón por distraerme, no volverá a ocurrir. –
–¿Entonces? ¿Te gusta o no? –
Pregunté de nuevo, poniendo una mano sobre su trasero. Akane se giró casi por completo para responderme.
–Sí me gusta… sí me gusta… –
Sonreí, Habara también sonrió.
–¿Tienes una idea de lo mucho que tuve que contenerme? –
Pregunté.
–¿De verdad? –
Preguntó Akane, llorando.
Habara permaneció en silencio mirándonos, se llevó un brazo al pecho, eso sí, pero no apartó la mirada. Es decir no podía. Akane estaba literalmente llorando de placer en su entrepierna, seguro que era lo más excitante que ella hubiera visto jamás.
–Después de todo… esta es mi favorita… –
Comencé a empujar con más fuerza aún, los golpes sonaron en la habitación. Habara miraba con una mezcla de admiración y excitación que eran difíciles de describir.
–¿De verdad? Dices cosas muy bonitas… –
Respondió Akane, llorando. Habara me miró.
–¿La estás lastimando? –
Preguntó ella, con algo de miedo, porque… a ella le dolió, al menos al comenzar y yo no estaba siendo amable con Akane, pero es que a ella le gusta así.
Akane negó con la cabeza, pero preferí responderle yo.
–Claro que no… por esto me casé con ella… –
Respondí, hice que Akane se pusiera de pie, sin salir de ella, y de pie, comencé a empujarla desde atrás, exponiendo frente a Habara la vagina de Akane siendo penetrada.
–Lo mejor de Akane, es que siempre tiene ganas. Es una esposa calenturienta… y eso me encanta.–
–No le digas eso… tonto… –
Respondió Akane.
Me reí levemente, luego comencé a besar a Akane.
Habara extendió su mano, eso sacó a Akane de su trance. Ya recordaría advertirle sobre esto. En ese momento, y antes de que la alcanzara, Akane le gritó a Habara.
–¡No toques! –
Gritó, ella recogió su mano inmediatamente.
–Es mi momento… es mi momento… –
Le reclamó, a media voz y entre chillidos.
–Envidiosa… –
Le susurré. Ella volteó a verme, quizá enojada de que defendiera a Habara, pero es que no se trataba de eso.
–¿Y qué? –
Preguntó ella con una pataleta.
–Que me encanta cuando eres mala… –
Respondí, la vagina de Akane se contrajo. Ella pasó sus brazos sobre mí para abrazar mi cuello y halarme hacia ella. Aumenté el ritmo de mis embestidas.
–No tienes que estar celosa. La única que me gusta eres tú… –
Akane no pudo evitar sonreír ampliamente frente a eso.
–Eso no es cierto… –
Respondió Akane,
–¿Llamas mentiroso a tu marido? –
Pregunté. Ella negó con la cabeza.
–No… no… es que tú… solo lo dices… porque me lo estás haciendo… –
Se quejó Akane, llorando.
–¿Y sabes por qué lo hago? –
Pregunté, Akane trató de voltear para besarme, pero no era precisamente la mejor posición para eso.
–Porque… ¿Porque te gusto? –
Preguntó Akane, apenas con aliento para responder.
–Me vuelves loco… –
Respondí, Akane tuvo un sobresalto.
–Tú… tú eres… el mejor… te amo… te amo… te amo –
Habara solo se quedó mirando mientras yo usaba mis manos para pasarlos alrededor de ella y acariciar ambos pechos a la vez.
–Toshikane… quiero venirme… termina pronto. ¿Sí? –
Preguntó ella, hay que notar que había estado jugueteando antes de empezar. Y que los halagos aumentaban mucho su ritmo.
Tengo la impresión de que a ella le estaba gustando ser mirada de esa manera por Habara, pero no dijo nada al respecto en ese momento.
–¿Dónde? –
Pregunté.
–Dentro… por favor… –
La complací inmediatamente, el semen incluso salió a presión por sus paredes y escurrió por sus muslos.
–Caliente… –
Dijo Akane, y comenzó a venirse también. Comenzamos a besarnos en ese momento. Hasta que Akane me interrumpió.
–Dime… –
No la dejé terminar su petición. Ya sabía que su pregunta era ¿Soy una buena esposa? Así que le respondí.
–Eres una esposa maravillosa… –
Le dije, y mientras la besaba, salí de ella. Me desplomé en el piso después. Lo hice muy fuerte en muy poco tiempo, así que me quedé sin aliento.
Akane se dejó caer sobre la cama, junto a Habara quien todavía miraba la escena desnuda.
–Necesitamos darnos un baño… –
Comenté.
–Vayan ustedes primero. –
Le dije a Akane, porque, bueno, las dos eran chicas, pero Akane todavía sospechaba un poco de Mizumi. Es decir ¿Qué tal si esto era un truco para quitarle a su marido?
–Yo voy primero… ella me ensució… –
Se quejó Akane, Habara iba a pedir perdón cuando Akane se puso de pie, la miró con desprecio, hizo ¡Hmph! y se fue.
Yo suspiré. Tengo la impresión de que Akane quería que esperara aquí y hablara con Habara.
–¿Ella siempre es así? –
Preguntó Habara luego de que Akane cerró la puerta detrás de ella.
–Bueno, ya la conoces… tú decides… –
Respondí, tratando de respirar. Habara Mizumi me miró consternada.
–Estoy asustada… creo que soy anormal… –
Respondió Habara.
–¿Anormal? –
Pregunté yo, mirándola, ella se cubrió el pecho y la entrepierna.
–Sí… es decir… me dolió, y me dijo cosas… pero creo que aun así me gusta… –
Explicó Habara.
–¿Te agrada el maltrato? –
Pregunté, volteando a verla, ella enrojeció.
–Bueno, para empezar ella nunca me ha tratado como todos los demás. Incluso Senpais. A ella no le importó quien era mi familia y solo dijo “genial” cuando se lo dijeron. Yo… pensaba que ella tenía que ser muy especial para actuar tan tranquila. –
Explicó. Es que todos siempre la trataban con un respeto reverencial. Tiene sentido, pero es que eso también vuelve a la gente distante. No te invitan a salir por miedo a decepcionarte, esa clase de cosas.
–Es un buen punto… –
Comenté, porque no sabía que decirle.
–Admito que sus insultos me hacen sentir mal… –
Agregó después, como reconsiderándolo en su mente.
–Con respecto a eso, voy a decirte un secreto, ella no lo piensa de verdad. –
–¿Cómo lo sabes? –
Preguntó Habara.
–Pues… lo sé. Puedes simplemente no creerme. Pero realmente la lastimaste con todo aquello de que le quitarías a su marido. Ella realmente se sintió intimidada. Por eso es que pienso que esto salió bien en realidad –
Expliqué.
–Entiendo muchas cosas ahora. –
Respondió Habara, todavía asombrada.
–Yo pensé que estabas lastimándome para que no me acercara a Fumishi–chan, ahora entiendo que no es eso. –
Explicó. ¿Tenía que ser el malo del cuento de todos modos? Me preguntaba. Pero no dije nada. Habara continuó.
–Es que ustedes están locos, y trataban de compartirme su locura… –
Respondió. Bueno no, pero ya no tenía sentido decirle eso ahora.
–Esa es una forma de decirlo… –
Respondí.
–Sin agregar que… A ti… bueno… Te agradan un poco demasiado ¿no? Las cosas pervertidas. –
Dijo, mirándome sospechosamente, recuperando un poco su aire de niña rica.
–Un poco, sí… ¿A ti no? –
Pregunté, ella me miró y sonrió levemente.
–No lo sé muy bien. A decir verdad, es la primera vez que se siente bien para mí… sin ofender… –
Dijo. No había necesidad de disculpas, fue mutuo, el disgusto por hacerlo con el otro, quiero decir. Es cierto que hubo placer y dijimos un par de cosas, pero no puedo decir que realmente lo disfruté. Supongo que aplicaba igual para ella.
–No te preocupes. Es probable que ella te obligue a hacerlo de nuevo, conmigo, quiero decir. Ella es así… –
Expliqué.
–Lo sé ahora. No me molesta. –
Respondió Habara.
–¿Estás segura? –
Pregunté, porque yo estaba casi seguro de que ella estaba fanfarroneando.
–Bueno, la razón real de por qué acepté, es porque pensé que así podría compartir el momento con ella, eso de quitártela era una fantasía, siempre lo supe, muy dentro de mí, que no podía. Está loca por ti, todas en la clase lo saben. Yo tenía envidia de ti, pero también sabía que un momento con ella no iba a conseguirlo de otro modo. Supongo que la envidia fue la razón de que yo dijera tantas tonterías. No sabía que a quien más daño le hacía, era a ella, y por ende, a mí misma. –
Lo decía porque la opinión que Akane tenía sobre ella empeoraba con cada cosa que decía, y Habara no se daba cuenta de ello.
–No te sientas tan mal… te trató mejor de lo que a mí me trató la primera vez que me confesé… –
Expliqué.
–¿En serio? –
Preguntó ella, mirándome perpleja.
–Al menos contigo hizo cosas, te dijo que sí… –
Respondí, riéndome un poco, porque, cuando yo me confesé, eso hubiera sido completamente inaceptable para ella.
–No puede ser cierto, es decir, la acabo de ver… Sí que te ama… –
Dijo Habara, mirando la ventana.
–Me lo he ganado. –
Respondí, no estaba alardeando, lo que quería decirle es que ella se lo tenía que ganar también.
Eso fue lo que ella preguntó.
–¿Crees que yo pueda? Hacer que ella me quiera… –
Preguntó Habara, con cierta inseguridad.
–No diré que no le agradas, su opinión cambió mucho de ayer a ahora, pero esto es poco a poco, un paso a la vez. –
Habara asintió con la cabeza.
–¿Me dejarás tocarla pronto? –
Preguntó Habara, haciendo una mirada pervertida.
–No te engañes, ella es quien decidirá eso. No yo. –
–Ella dijo que tú… –
Replicó Habara.
–Sí, eso dijo. Pero será ella quien me dé permiso de decir que sí… –
Expliqué. Habara se rio levemente, y se puso las pantis. Parecía que quien acababa de tener sexo éramos nosotros dos. Pero en ese momento, Akane entró al cuarto con una toalla en la cabeza.
–¿No se están llevando muy bien? –.
Preguntó ella, celosa.
–Claro que sí… hablábamos de ti… –
Respondí, Akane trató de no sonrojarse.
–¿Y qué hablaban de mí? –
–De lo hermosa que eres… –
Respondí, pasando de ella, porque era mi turno de bañarme.
–Eres un manipulador… –
Respondió Akane, y me dio un beso. Nos separamos después de eso. Habara se acercó con la cabeza baja.
–Tú puedes tener un empleo en la compañía de papá… –
Dijo ella. Mal momento, Akane me miró mal.
–¿Por eso lo hiciste? –
Preguntó Akane, yo negué con la cabeza. Admito que era una parte, pero no todo.
–Bueno, no realmente. –
Respondí. Akane suspiró y la miró peligrosamente, Habara bajó la cabeza.
–¿Te gusta ella? –
Me preguntó Akane.
–No, Akane… –
Respondí. Ella suspiró, se llevó la mano a la cabeza y trató de tranquilizarse.
–No me mientas… lo preguntaré de nievo… ¿Te gusta ella? –
–Bueno, un poco… –
–¿Lo ves? Era fácil… –
Respondió Akane, y se sentó en la cama, comenzó a ponerse el sostén.
–No me gusta cuando me mienten. Ninguno de los dos. –
Dijo. Ella estaba realmente molesta por ello. Pero hasta ahora podía decirlo libremente. Si yo le hubiera dicho esto a Akane cuando me lo pregunto la primera vez, seguro que me hubiera cortado mi ya–saben–qué.
–Sobre lo del empleo, no es necesario que me ayudes con nada en realidad. –
Expliqué, pero Akane intervino.
–Sí es necesario… –
Dijo.
Pensé que iba a seguir con su acto sadista, y podía haberlo hecho, pero Akane se puso seria un momento, fue esta parte la que me dio a entender que Akane estaba pensando en esto seriamente y no como parte de una fantasía.
–Bueno… entenderás que no quiero que mi esposo llegue cansado a casa todos los días. ¿Harías eso por mí? –
Preguntó Akane. Como dije, era una pregunta, y eso significó mucho para alguien como Habara, porque entendió que aquello de los insultos solamente eran una fantasía, y que, en realidad, Akane la reconocía lo suficiente como para atreverse a pedirle un favor.
Habara Mizumi asintió y se acercó a ella mientras se vestía.
–Sí… Fumishi… –
–Chan está bien… –
Dijo Akane. Mizumi sonrió.
–De acuerdo, haré todo lo que pueda. –
Dijo. Akane la miró por un momento, y le sonrió.
–Me sentía sola… no dejes de hablarme… –
Se quejó Habara, Akane la miró y asintió.
–No voy a quitarte a tu marido. Fue una estupidez que dije y lo siento… no quise decir eso. –
Dijo Habara finalmente. Akane la miró, eso devolvió un poco el coraje de Akane, sin duda tardaría un poco en superarlo, pero luego sonrió y acarició su cara, algo muy extraño, si se me permite, ella todavía tenía esa sonrisa sádica en su cara, pero no le dijo nada malo.
–¿Sabes? Creo que… después de todo… sí eres un poco linda. –
Esa fue la señal para mí de que debía salir de allí. Para cuando terminé de bañarme, ellas hablaban y reían como si fueran las mejores amigas.
Lo hiciste bien, Toshikane, lo hiciste bien.
––––––––––
Cuando Kurimo llegó, Habara y Akane estaban sentadas en el sillón de la sala, comparando no sé qué cosas con sus teléfonos. Creo que de una tienda de ropa.
Kurimo saludó y luego se acercó a mí.
–¿Quién es ella? ¿Tú la invitaste? –
Preguntó Kurimo, mirándolas reírse mientras estaban en la sala. Yo me acerqué a su oído y le respondí.
–La novia de Akane, te explico luego. –
Kurimo me miró perpleja.
–¿Eso se vale? –
Preguntó Kurimo, atónita. Yo encogí de hombros.
–¿Quién soy yo para discrepar? –
Respondí.
Kurimo me miró y encogiéndose de hombros, sonrió.