Haru No Yurei - Volumen 3: 18. La Peor Parte de Mí
Mientras Akane y Habara conversaban alegremente acerca de cosas que yo no comprendía para nada (más que nada de moda), Kurimo y yo subimos a su cuarto. Ella dijo que había algo importante que quería decirme. Así que, solo las dejamos allí y subimos.
Hay que decir que Akane parecía mucho más tranquila ahora que había descubierto el gran misterio sobre la chica que, de buenas a primeras, fingió ser su némesis durante todo este tiempo. Mientras subíamos las escaleras, Kurimo se sostuvo de mi brazo.
–¿Pasa algo? –
Pregunté, ella me miró, y negó con la cabeza.
–Solo… quiero estar lo más cerca posible de ti… –
Respondió ella simplemente.
Pero… yo acababa de…
–Sí, bien… estoy un poco sudado. –
Le expliqué, con algo de vergüenza. Ella asintió.
–No importa… –
Respondió Kurimo. Yo suspiré.
–Es que no solo es mi sudor… –
Respondí, ella encogió de hombros.
–Ya sé… tú siempre hueles a otras mujeres. A cosas sucias… –
Respondió ella, en voz baja, aunque ahora estábamos en el pasillo.
–¿Eh? –
Pregunté.
–Pensé que esa era tu intención… es gracioso. –
Dijo. Abriendo la puerta de su cuarto. Ella había arreglado un poco este lugar. Ahora parecía mucho más la habitación de una chica. Aunque de algún modo, daba la impresión de que no, no es la habitación de una chica de colegio. Ya no, al menos.
–¿Gracioso? –
Pregunté, extrañado, por la cara que puse, ella pensó que estaba enfadado.
–No intento burlarme, es solo que… bueno… se siente como si quisieras decir “no eres la única y si quieres mi atención tienes que rogarme por ella” –
Dijo Kurimo. No entiendo qué tiene eso de gracioso. Conozco a mucha gente que lo encontraría de mal gusto o grosero.
–No es mi intención… –
–Yo te rogaría mucho… –
Respondió Kurimo, e inmediatamente se inclinó y puso sus manos en el suelo.
–Por favor, Toshikane-kun, por favor, ponme atención. –
Dijo, y luego levantó la cara y me miró con una sonrisa extraña.
–No tienes que rogarme… –
Comencé a decir, ella asintió con la cabeza.
–Lo sé… pero a mí me gusta, es gracioso… –
Respondió Kurimo, sin mover un dedo del renglón.
–Bueno, es que… –
Quería decirle que eso daba un poco de vergüenza, pero no sabía cómo decírselo sin ofenderla o lastimarla. Con Kurimo hay que andarse con cuidado.
–¿No debo? –
Preguntó Kurimo, juntando sus manos. Yo la dejé ser.
–Bueno, está bien, por mí no hay problema. –
Le dije. Ella asintió y volvió a inclinarse, incluso llevó su cabeza al suelo.
–Por favor, Toshikane–kun, dale a esta pobre chica un beso… –
Espero que no le tomara demasiado gusto a esto. Resultaba un poco, extraño para mí, no diré que era malo, vamos, ni siquiera era tan obsceno como podría parecer.
Esta chica era lo opuesto de Sanae, en todo sentido.
–Está bien. –
Dije, hincándome frente a ella, la tomé de los hombros y la atraje hacia mí. Nos besamos. Después de un momento la solté, ella sonreía.
–¿Lo ves? Es gracioso. –
Dijo. Sigo sin verle la gracia, pero ¿Qué más da? Mientras ella esté feliz.
–Creo que entiendo. –
Respondí, rascándome la cabeza. Ella miró hacia otro lado.
–No hace falta que lo ocultes. Ya sé que piensas que soy rara. –
Dijo Kurimo a esto. Yo negué con las manos.
–Yo jamás dije eso. No es lo que pienso, en absoluto. –
Le dije, ella mostró una cálida sonrisa. Un segundo. ¿Estaba haciéndolo aposta para molestarme? Eso podía ser, pero es que Kurimo nunca hacía bromas.
–Dijiste que tenías algo importante que decir… –
Comenté para recordarle que, si tenía algo que decir, que lo dijera, no me molesta pasar tiempo con ella pero si es importante, bueno, prioridades son prioridades. Ella me miró por unos momentos, luego su semblante se tornó extraño, preocupado, diría yo.
–Fue mientras no estabas… –
Dijo ella. Oh, cielos, espero que no haya peleado con alguien de nuevo.
–Mi madre llamó. –
Agregó después. Bueno, no era mejor de lo que esperaba, pero sí era diferente. Digo que no era mejor, porque su semblante se tornó sombrío.
–¿Tú crees que soy una buena persona? –
Preguntó Kurimo, mirando hacia un lado, hacia la puerta.
–Buena persona… no estoy seguro de lo que eso significa para ti, Kurimo. Lo eres para mí, sin embargo. –
Expliqué, ella asintió. Siempre hacía eso cuando se daba cuenta de que soy un idiota al que hay que explicarle las cosas una y otra vez.
–Abandoné a mi madre. Ella me necesita, y yo la abandoné. –
Explicó Kurimo. Yo suspiré.
–No la has abandonado, Kurimo. Estuviste con ella antes ¿no es cierto? –
Pregunté, tratando de animarla. Ella asintió y se puso de pie, se acercó a uno de los pequeños cajones que había ahora en un pequeño ropero que tenía allí, y lo abrió. Luego me miró.
–Es cierto que fui a ver a mi madre al hospital, pero ella ya había terminado cuando llegué. Dijo que estaba bien, pero… –
Y se quedó en silencio.
–Pero no está bien. –
Respondí, completándolo. Ahí lo tenía, una probada de su propia medicina.
–Mi madre siempre me acompañaba a donde quiera que yo quisiera ir, no importaba lo cansada o lo ocupada que estuviera. Ella siempre estuvo a mi lado. –
Explicó Kurimo, tomando una fotografía que ella tenía allí. Y me la mostró. Era la señora, cargando un bebé en una manta color azul celeste. Tenía puesto un sombrero de verano de esos que aparecen en las postales de Okinawa en las agencias de viajes.
–El bebé soy yo… –
Dijo Kurimo.
–Desde ese momento, desde que me tuvo, ella siempre estaba allí. Yo estaba mirado esa fotografía cuando ella llamó. Estaba llorando… –
Dijo, y ya estaba a punto de llorar otra vez.
–No puedo decir que te entiendo. Se lo estás diciendo a alguien que pasó la segunda mitrad de su infancia en un orfanato. Lo siento si no te entiendo como te mereces, Kurimo. Pero sí sé una cosa. Si tu madre está enfadada, es porque te echa de menos. –
Expliqué, Kurimo asintió mientras devolvía la fotografía. Ella siempre fue linda, eso es todo lo que puedo decir.
–Yo sé que mi madre está enfadada… pero ella no me lo diría. Yo quiero que ella me diga la verdad. Ha estado enfadada conmigo desde que me fui. Pero se sintió acorralada y tuvo que decir que sí. Yo no quiero que mi madre me odie. –
Explicó Kurimo, con lágrimas en los ojos. Tengo la impresión, de que eso no era todo lo que ella tenía que decir al respecto, pero de nada servía que ella se atormentara más. También creo que la razón real de que ella perdiera los estribos por lo de Sanae, era esta.
–Tu madre no va a odiarte. –
Respondí.
–Extraño a mi madre… –
Explicó Kurimo. Aquello me rompió el corazón, tengo que decirlo. Ella comenzó a llorar.
–¿Lo ves? Soy solo una niña. Ya estoy llorando porque quiero a mi mamá… –
Explicó ella, secándose las lágrimas.
–Solo tienes que ir a verla. Ahora mismo, si quieres. –
Expliqué. Kurimo permaneció allí mirándome por unos momentos.
-¿De verdad? –
Sollozó Kurimo. Había una sonrisa en medio de su llanto, como si estuviera feliz de que me ofreciera sin que ella tuviera que pedirlo.
–Sí, yo te llevo. Vamos… –
Respondí, ella me abrazó.
–Gracias. –
En resumen, lo que Kurimo quería, es que la llevara a ver a su madre. Ella quería ir, pero… es que su hermano también va a estar allí y, por lo complicado de la situación, ella no pudo decirlo antes.
De hecho, ahora que lo pensaba con detenimiento, Kurimo esperaba que la echara de aquí. Eso habría hecho que ella volviera con su madre. Y también le habría dado la excusa perfecta para volver aquí una vez que su madre entrara al hospital… que complicada es esa situación.
Ni hablar. Kurimo sabía que a mí no me gusta ir allá, sabe que su hermano y yo pelearemos si nos vemos, pero es que tampoco puede ir sola. No puedo decirle a ninguna de las otras que la lleve así pues… tengo que contenerme.
Salí del cuarto.
–Te espero afuera. –
Le dije, ella estaba acomodándose el cabello, volteó a verme, y asintió.
Cuando salí del cuarto y fui por algo que ponerme para salir, me encontré con Sanae. Ella tenía los ojos hinchados por el llanto.
–Sanae… –
–Aléjate… no me veas… –
Dijo ella, se dio la vuelta y se encerró en su cuarto.
Necesito que esas dos se lleven bien o esto va a ser el pan de cada día.
Un momento…
Yo iba a hacer un gran sacrificio ahora mismo ¿No es cierto? ¿No es justo si le pido a Kurimo lo mismo? digo… tengo que hacerlo. Por otro lado, Kurimo también necesitaba arreglar este desastre o Sanae va a acabar tan deprimida que estará completamente fuera de mi control arreglarlo.
–Sanae… voy a salir… –
Le dije, para que no esperara que fuera a buscarla ahora. Es mejor así. Fui hasta su cuarto, porque ella se encerró.
–No me veas… vete… –
Gritó desde dentro. Como si hubiera sido yo el que le reclamó todas esas cosas. Suspiré. Minase salió del cuarto de su hermana mayor, me miró y negó con la cabeza.
–Hatami-chan se excedió… –
Dijo ella.
–Kurimo tiene muchas cosas en la cabeza. Lamento que sea Sanae quien siempre paga los platos rotos. –
–Onee-chan quiere irse de aquí… –
Respondió Minase.
–Lo sé… tiene razón en querer hacerlo. Voy a salir ahora. Hablaré con Kurimo mientras tanto. ¿Puedes hablar tú con Sanae? –
Pregunté. Minase me miró como si le estuviera pidiendo algo que ella no quería hacer.
–Si se queda y algo malo le pasa, será mi culpa… –
Dijo Minase.
–Por favor… fue mi error por dejar que algo así pasara. Es solo que… –
–¿Qué? –
Preguntó una voz en mi espalda. Minase miró a Kurimo allí parada.
–Hatami-chan… –
Dijo Minase, retrocediendo.
–¿Qué pasa? ¿Sigue llorando? –
Preguntó Kurimo, sin la menor muestra de pena por Sanae, eso puso a Minase a la defensiva.
–Hatami-chan, realmente, realmente lastimaste a Onee-chan. –
Explicó ella. Kurimo me miró por unos momentos, como para saber a quién apoyaba yo.
–Esto es algo serio… –
Le dije, ella ladeó la cabeza.
–¿Es algo serio porque ella está llorando? ¿Cómo es que no es serio cuando ella le grita cosas malas y todas se ríen? Les dije–que–no–lo–lastimaran. –
Respondió Kurimo.
Finalmente me decidí a intervenir. La última vez, me tomó por sorpresa, pero no puedo seguir dejando que estas cosas pasen.
Puse una mano en el hombro de Kurimo.
–Minase, por favor, dile a tu Onee-san que me espere. Tengo que salir ahora. Kurimo… tú ven conmigo. –
Le dije, Minase miró a Kurimo de mala manera, pero ella no le dio importancia. Luego de eso bajamos las escaleras.
Akane seguía platicando con su amiga (o novia, se lo preguntaría luego) así que le dije que saldríamos y ellas dijeron que sí, luego dejamos la casa. Kurimo venía caminando a mi lado con la cabeza baja.
–Kurimo… –
Comenté mientras caminábamos.
–Si vas a defenderla… –
Dijo ella, la interrumpí, estirándome.
–¿Qué? No… para nada. Es solo que me estaba preguntando… si ese sujeto va a estar allí… –
Por algo quería que la acompañara en primer lugar. Ella bajó la cabeza.
–Puede ser… –
Dijo ella, desanimada.
–Genial… porque realmente, realmente voy a partir su cara esta vez… –
Dije, estirándome más. Ella me miró sorprendida.
–¿Qué? –
Preguntó Kurimo.
–Bueno, es que él te metió en la cabeza aquello de que eres una mala persona ¿No es cierto? Ha estado viniendo a mi casa en la noche a buscarte y eso. Se lo merece. –
Expliqué. Kurimo me miró con miedo.
–No, por favor. No hagas algo así. Él no tiene la culpa… lo juro. Es culpa mía. –
–Claro que no, él te metió esa idea en la cabeza, pero eso no tiene sentido. Ahora mismo lo haré que se retracte. –
Respondí. No habíamos caminado ni cien pasos y ella estaba nerviosa como si ya estuviéramos en la puerta.
–Por favor, por lo que más quieras. No le hagas daño. Él nunca le ha pegado a nadie. No es mala persona. Actúa muy fuerte pero… él… –
Y enmudeció, estaba a punto de llorar.
–¿Por qué lo defiendes? No lo comprendo. –
Respondí. Ella se detuvo y yo me detuve para mirarla. Estaba alterada, de hecho, hacía falta muy poco para que estallara. Que era lo que quería en realidad.
–Porque… lo quiero. No me gusta y no pienso en él de ese modo, pero, crecí junto a él. Yo todavía pienso en él como mi familia. Y estoy segura de que, en el fondo, él realmente me quiere como a una hermana, es solo que todo esto se metió en medio de nosotros… no es su culpa… en verdad, no es su culpa. –
Aseguró Kurimo, tratando de convencerme. Le di la mano, y la atraje hacia mí.
–Pues te hizo daño. Bastante. Y eso me molesta. –
Repliqué. Ella me miró de mala manera.
–¡Pues entonces desquita tu coraje conmigo! Si vas a pegar a alguien pégame a mí. Fui yo quien hizo esa estupidez. Dijiste que me perdonabas. –
Replicó Kurimo, ahora enojada.
–Yo dije que te perdonaba a ti. Nunca dije que lo perdonaba a él. –
Repliqué.
–No puedo creerlo… estás utilizando mis necesidades para tu venganza. Eres un hombre cruel. –
–Y yo no puedo creer que sigas defendiéndolo después de lo que pasó. Es ridículo. Tal vez debería pensar que te agrada más de lo que te agrado yo. –
Eso puso a Kurimo fuera de sí.
–¿Quién ha dicho algo como eso? –
Gritó, a todo pulmón.
–Eso no tiene sentido. ¿Qué no te he demostrado lo que siento? ¿Estás mal de la cabeza acaso? –
Preguntó ella.
Por si alguien se lo pregunta, aparte de todo, necesitaba que ella sacara su coraje de algún modo. No quiero que vea a su madre cargada de rencores y disgustos.
Prefiero que llegue y se queje a su madre ¡Toshikane es un idiota! A que llegue y diga algo malo a su madre por un coraje que no tiene nada que ver. Kurimo es alguien cuyo coraje hace un efecto dominó.
–Pues lo defiendes así de fervientemente ¿Qué esperas que piense? –
Pregunté. Ella se acercó a mí.
–¡No sabes lo que dices y…! –
La interrumpí, poniéndole ambas manos en los hombros, ella se sobresaltó porque yo nunca hacía esta clase de cosas, al menos no en público.
–De acuerdo, tú ganas. –
Respondí
–¿Qué? ¡No! No puedes solo decirme que vas a hacerle daño y luego actuar como si nada pasara. No puedes solo esperar que no me moleste… Eso es solo horrible de tu parte, y desconsiderado y… y… –
Kurimo me miró a los ojos, llorando. Dio rienda suelta a sus lágrimas luego. Iba a decir algo cuando ella se dio la vuelta y comenzó a caminar.
–Me voy sola. –
Dijo ella. Creo que entendió mi punto.
–Kurimo, vuelve acá. –
Respondí, alcanzándola.
–No. Está visto que solo sé dar problemas. Ya no quiero esto. Solo déjame sola. –
–Kurimo por favor, no se trata de eso… –
Respondí, pero ella siguió caminando.
–No. ¡Ya entendí! Todo esto es por lo que le dije a Akiyama. Ya está visto que soy una desconsiderada. Y que solo sé dar problemas. Ella es mejor que yo. –
Respondió Kurimo. No parecía que realmente lo creyera, pero sí estaba enfadada, y bastante celosa, al parecer, el único problema es que lo juzgué de poca monta.
–No he dicho ninguna de esas cosas. Y tampoco mentía cuando dije que apreciaba lo que hiciste. Tal vez tienes razón y yo estaba demasiado embriagado con eso. –
Respondí. Al menos eso hizo que se detuviera.
–Sí aprecias lo que hice pero la quieres más a ella. Ella te importa más. –
Respondió Kurimo, sin mirarme.
–Esto no se trata de eso… si los papeles estuvieran vueltos al revés, estaría diciéndole lo mismo a Sanae. –
Respondí. Kurimo se volvió a mí, mirándome con una expresión que yo no veía desde hacía no sé cuánto.
–Eso… no es cierto… –
Respondió Kurimo. Nuevamente, este problema tenía que ser mi culpa. Eso es lo que digo. Los dioses no estaban contentos, porque el eco de mis palabras siguió sonando y ellos solo repitieron:
“Vete al infierno, Toshikane.”
–Tú lo dijiste… Le dijiste a Akiyama… que estabas harto de mí… que no querías verme más… –
Respondió Kurimo. No puedo describir bien lo que sentí, a pesar de que no era la primera vez. La sensación de que mis palabras resonaban en lo profundo. La sensación de comprenderlo todo cuando es tarde.
–¿Minase te lo contó? –
Pregunté. Ella solo dejó sus lágrimas salir. Las luces de la calle se encendieron.
–¿Minase-chan? –
Preguntó Kurimo, luego negó con la cabeza. Quise acercarme y ella dio un paso atrás. Luego explicó.
–Te seguí todo el día… incluso… en ese momento. Yo estaba allí… “quisiera intentar vivir mi vida sin ella” les dijiste… y yo… –
El llanto apagó su voz.
No, esto no es el infierno, tiene que ser algo peor, sin duda alguna. ¿Cómo le digo que no es cierto? Es decir, sí se los dije pero… la verdad es que me relajé demasiado en aquel momento. Kurimo hizo lo que pudo para contener su llanto.
–Siempre la has preferido… Yo solo fingí que no lo sabía… no iba a decir nada pero… pero… –
Suspiré. Esto… va a ser largo. Al menos entendí una cosa, algo que no se dijo en ningún momento, pero que era sumamente importante aquí, y que explicaba todo su comportamiento.
Kurimo estaba aterrada de Sanae.
¿Por qué? Pues porque yo soy un idiota, por eso.
Esperé un momento a que se calmara, eso podía darme algo que decirle porque ahora mismo mi mente estaba en blanco. Kurimo poco a poco fue dejando de llorar, pero no nos movimos de allí. Se limpió las lágrimas luego.
Ni siquiera me atreví a pedirle que no llorara.
–Yo… no tenía idea de que… estabas allí. –
Le dije, ella asintió con la cabeza.
–Me escondí… y escuché a pesar de que no quería oír nada más. Le dijiste a Sanae que no querías pasar por esos problemas. Incluso… le pediste “por favor” y… te trató mal… y aún le rogabas… –
Se quejó Kurimo, estaba llorando de nuevo.
–¿Has estado guardándote esto todo este tiempo? –
Pregunté, un poco asombrado de que ella no dijera nada de esto en el hospital, pero bien pensado había cosas más importantes.
–¿Por qué lo diría? Estaba más que claro. Ella es mucho más importante para ti de lo que yo lograré serlo jamás. A mí jamás me has rogado por nada. ¿Por qué lo harías? Soy solo una niña tonta, que solo hace problemas, rara, desagradable, aterradora además… –
Kurimo dijo todas esas cosas mientras lloraba, a mí me vino a la mente aquel día en que ella intentó hacer un cumplido, y yo respondí que era aterrador.
Ah, soy un idiota.
–Que sigue y sigue, mientras suplica por un poco de atención… –
Me quedé en silencio. Todos los momentos que habíamos pasado juntos pasaron frente a mis ojos. Quizá tratando de encontrar algo con qué contradecir todas las cosas que me estaba diciendo. No lo encontré.
Kurimo dejó de llorar. Me miró, me arrebató el aliento con la imagen de esa chica frágil y pequeña que parece resignada a su sufrimiento.
–Al final, nada cambia. –
Hice lo único que un idiota como yo podía hacer en esos casos. La abracé con fuerza. Antes de terminar sumergido en ese espiral de depresión que ella parecía colocar alrededor de sí misma. Ella se quedó estática por un momento.
–Te escojo a ti. –
Le dije.
–No mientas…. Y no podemos hacer nada aquí… –
Respondió ella. Y trató de separarse. Por toda respuesta, hice que pegara su cabeza a mi hombro y acaricié su cabello.
–No te muevas… por favor… por favor… –
Respondí. Esa fue, en efecto, la primera vez que yo le pedía así algo a ella. Por supuesto que lo notó, aunque eso no la complació mucho que digamos.
–No sientas lástima por mí… –
Respondió Kurimo a media voz.
–No es lástima… –
Respondí, Kurimo finalmente se separó de mí.
–Claro que sí. –
Y bajó la cabeza, comenzó a caminar, ahora era yo quien la seguía. Ella se volvió a mí.
–No sabes lo que daría por escuchar esas cosas de ti con sinceridad. Pero ahora solo pienso que te burlas de lo que siento. –
Nada está arreglado, hasta que no lo arreglas manualmente, eso es lo que digo, por eso es que la seguía. Porque permanecer callado me jodió la vida la última vez.
–Nunca voy a ser capaz de decirte lo que tú esperas escuchar, Kurimo. –
Le dije, ella bajó su ritmo para poder hablar conmigo, al menos no intentó escapar.
–Mejor di que soy demasiado frágil… –
Respondió ella, no me miraba, de todos modos.
–Lo eres. Y tengo el extraño don de no saber manejar las cosas con cuidado, eso no es sorpresa para ti. Aun así, te niegas a dejar de quererme. ¿Por qué lo haces? –
Pregunté.
–Ya sabes por qué. No tiene caso hablar de lo que ya sabemos. –
Replicó Kurimo. Yo puse mis manos atrás mientras caminaba. Fue entonces que me percaté de que nos habíamos desviado. No estábamos en el camino correcto.
–¿A dónde vamos? –
Pregunté, ella me miró de reojo. Se detuvo.
–No puedo ir a casa de mi madre así… no quiero que piense mal de ti. Tampoco puedo dejar que le pegues a Onii-san. –
Explicó ella, cruzando los brazos.
–No voy a pegarle a nadie, Kurimo. –
Respondí, ella encogió de hombros.
–Quién sabe… –
Respondió ella.
–¿Me perdonarías si lo hiciera? –
Pregunté, ella me miró consternada.
–Con todos los problemas que he causado, estoy segura de que sería hipócrita de mi parte no perdonarte por eso. Aun así… no quiero que hagas nada malo. –
Respondió ella, con la misma voz carente de emoción de antes, aun así, al menos ya no estaba gritando. Creo que se vació. Sonaba a deja vú, pero se calmó un poco al menos.
–¿Y qué hay de lo que ya hice? –
Pregunté. Kurimo sonrió amargamente.
–Tampoco importa. Es decir… la verdad duele a veces. –
Respondió.
–Igual no vas dejarme ¿No es cierto? –
Pregunté, quizá picando un poco su orgullo, o tal vez recordándole el hecho de que, ella no era una santa. Kurimo lo entendió al vuelo, pero negó con la cabeza.
–Aprendí mi lección. –
Dijo ella.
–Qué bueno, porque yo no aprendo la mía. Por más que lo intento. Quizá el problemático soy yo. –
Respondí, rascándome la cabeza para aligerar el ambiente, Kurimo me miró de mala manera.
–Ya lo sabía. Eres un chico malo. Siempre lo has sido. Es solo mi culpa. Por enamorarme de ti sin pensarlo, por eso es que no dije nada. –
Respondió Kurimo, pero permaneció en silencio después de ello.
–Tienes razón, soy un tipo malo. Un sujeto que solo sirve para dar problemas. Eso también lo sé, no tienes que decírmelo… –
Expliqué. Ella se enfadó.
–¿Quién habló de eso? Yo dije que eras cruel, no que dabas problemas. No digas cosas que no vienen al caso, me confundes… –
Se quejó ella.
–Oh, es cierto, también soy cruel. Juego con tu corazón. Te hago sentir horrible, ya ni siquiera puedo contar las veces que he pisado tu corazón sin darme cuenta. –
Expliqué. Ella tuvo que darse la vuelta. Es que es difícil que ella maneje este nivel de cinismo.
–Oye… eso es… –
–Quizá debería haber hecho como dijiste entonces, y dejarte allí en el hospital… pero soy tan egoísta que ni siquiera eso pude hacer. ¿Lo notas? Soy un desastre… –
Kurimo se rebatió entre la ira intensa y satisfacción por el halago implícito en esas palabras.
–¿Qué se supone que quiere decir eso? –
Preguntó ella. Estaba manipulándola… un poco. No estoy seguro de cuánto. Lo que trataba de demostrarle es que, incluso si no sé cómo se hace, quería hacerla feliz.
–Una vez alguien me dijo, que no sé cuándo hay que abandonar. No recuerdo quién lo dijo, pero tenía razón, es decir. Te digo que eres rara, pero quiero que me ruegues. Aplasto tu corazón sin razón, pero quiero que me quieras, no puedo contar las veces que has llorado por mi culpa y actúo luego como si fuera tu culpa… –
Expliqué.
–¿Por qué me estás diciendo esas cosas? No lo comprendo. –
Eso sonaba a que la estaba dejando. Podía ver el miedo crecer en su expresión a medida que le decía esas cosas. Así que decidí que estaba bien si cambiaba el panorama.
–Y si esto es una excusa Kurimo, y lo que en realidad quieres es no volver a verme, por mí está bien. Tiene sentido en realidad. –
–Lo sabía, estás abandonándome… –
Gimoteó Kurimo.
–No es eso lo que digo. El caso es que te quiero a mi lado, pero no puedo hacerte feliz, solo te hago miserable, basta con leer entre líneas para darte cuenta de que has estado sufriendo por mi causa todo este tiempo, y ni siquiera le puse atención, y si quieres terminar aquí, entonces lo acepto, tiene sentido para mí. –
–¡Pero para mí no! –
Gritó, y comenzó a limpiar sus lágrimas. Estaba llorando otra vez.
–¿Eso es todo? Un pequeño disgusto, una pequeña pelea y ya quieres abandonarme… –
Se quejó ella llorando.
–Jamás he dicho que te abandonaré. Todo lo contrario en realidad, lo que he dicho es que no puedo. –
Respondí, Kurimo me miró enojada otra vez.
–¿Entonces para qué pierdes tu tiempo diciendo esas cosas? –
Se quejó ella, estaba llorando de nuevo y se había vuelto a limpiar las lágrimas con sus mangas. Era linda, hay que decirlo, y admito que verla llorar así tiene su encanto. No es que quiera estarla haciendo llorar siempre, de todos modos.
–Pues hace un momento dije la verdad y no la creíste. –
Respondí, encogiendo de hombros. Ella negó con la cabeza.
–Pero antes has dicho que… –
–Fanfarroneaba. –
La interrumpí. Kurimo se enojó, pero esta vez solo infló sus mejillas, molesta porque no quería dejarla hablar.
–¿Por qué? –
Preguntó ella, antes de que la interrumpiera de nuevo. Di un paso adelante, pero esta vez ella no retrocedió, solo se quedó allí.
–No lo sé, tal vez porque soy idiota, tal vez porque… –
–¡Que no! –
Me gritó.
–Deja de hablar. Me confundes. No sé en qué punto dejamos de hablar de mis errores y empezamos a hablar de los tuyos pero ya no importa. Solo cállate… –
Dijo ella, se llevó las manos a la cara, llorando. Lo cierto es que solamente estando así dejó que le abrazara de nuevo.
Esperé a que volviera a calmarse, ella se separó de mí con timidez después de eso.
–¿Puedes decir la verdad? –
Preguntó Kurimo a media voz. Yo asentí con la cabeza.
–¿De verdad piensas que soy problemática? –
Preguntó ella. Hablaba de que dije que estaba fanfarroneando cuando hablé con Sanae.
–Pienso que eres muy emocional. Te molestas con facilidad y no dejas que nadie lo note, te guardas los problemas por mucho tiempo, estallas aparentemente por nada, te estresas con facilidad… –
Expliqué, ella me interrumpió.
–Ya entendí. –
Dijo. Lo que yo le dije a Kurimo, podía traducirse en un sí. Pero es que eso no es todo lo que quería decir.
–También malinterpretas con facilidad, y si lo que dicen no te gusta, ni siquiera escuchas el resto. –
Agregué. Una nube negra se paró sobre ella al tiempo que ella perdía todos los ánimos que le quedaban.
–¿Algo más? –
Preguntó Kurimo.
–Tú sacas lo peor de mí. –
Respondí. Ella me miró con ojos carentes de luz. Aquello era, yo creo, lo peor que le había dicho. Me paré frente a ella, y tomé su mano. Ella ni siquiera hizo el esfuerzo de quitar su mano, solo miró hacia otro lado.
–Por eso… por favor, por favor… por favor. Kurimo. Cásate conmigo. –
–¿Eh? –
Ni siquiera era una pregunta. Kurimo hizo ese sonido al tiempo que volteaba a mirarme, sin entender nada de lo que estaba pasando.
–Yo simplemente no puedo renunciar a ti. –
–Pero acabas de decir que… –
–Por eso mismo. –
Respondí, asintiendo, ella negó varias veces, tratando de asimilar algo que ni siquiera sentido tenía. ¿Quién dijo que el amor tiene que tener sentido? Yo no.
–Pero tú estás enamorado de Sanae… y… –
–Ella no es importante ahora. –
Respondí. Kurimo negó con la cabeza varias veces.
–Claro que es importante, es decir… estás conmigo por lástima… siempre ha sido así… yo ya me había hecho a la idea… –
Explicó Kurimo.
–Pues tendrás que quitártela. Porque ahora mismo, te rogaría que te casaras conmigo… –
Expliqué. Ella negó con la cabeza.
–No tienes que hacerlo… yo… Yo te amo. Supongo que ya lo sabías. También te odio a veces, odio como me haces sentir. Siento que me falta el aire cuando no estás. Odio que te traten mal y odio que no entiendas que, yo daría lo que fuera por estar en su lugar. Odio que me confundes y cuando te veo ni siquiera puedo pensar bien… pero amo estar confundida. –
Explicó ella, yo le tomé la mano con delicadeza.
–Lo repetiré ahora. Solo estamos tú y yo ahora así que eso debería ser normal. ¿Te casas conmigo? –
Pregunté, tratando de que ella se enfocara porque de otro modo esto no tendría fin. También estoy consciente de que este no es el único problema que la atormenta. Ella no mentía sobre lo de su madre, por ejemplo.
–No es justo… yo esperé mucho para escuchar algo como eso… –
Se quejó Kurimo. Yo negué con la cabeza.
–Con lo idiota que soy, pudo haber sido más tiempo y jamás me hubiera dado cuenta. Eres la única mujer a quien se lo he pedido. Si eso vale de algo para ti. ¿Lo harías? –
Expliqué, ella continuó limpiándose las lágrimas.
–Eso no puede ser verdad… Es decir, estás casado y… –
–Jamás se lo pedí. Soy idiota, después de todo. –
Respondí, y encogí de hombros.
Expliqué después, Kurimo volvió a desviarse.
–Pero Akiyama… –
–Ella no importa ahora. –
Respondí, Le puse un dedo en los labios, silenciándola. Ella me miró a los ojos, creo que ella estaba haciendo lo posible por creerme.
–¿Entonces? ¿No quieres? ¿Sí quieres? –
Pregunté.
Kurimo asintió con la cabeza, pero no dijo nada, le quité la mano de la cara para que ella pudiera hablar.
–Pero mi madre… –
–¿Sí o no? –
Pregunté.
–Ya dije que sí… –
Replicó ella. Yo negué con la cabeza.
–No olvides a quién le estás diciendo que sí, Kurimo. –
Respondí, caminado alrededor de ella. Ella me siguió con la mirada.
–Yo no lo he olvidado… –
–Voy a seguir siendo yo. Eso es lo que quiero decir… Igual de idiota, igual de desconsiderado, igual de problemático… –
Repliqué. Hice el listado frente a ella. Incluso así, Kurimo pareció irritarse por ello. Es como si le molestara que incluso yo hablara mal de mí mismo.
–A mí… no me importan esas cosas… –
Replicó ella. Me paré detrás de ella y puse las manos en sus hombros. Hay algo que tienen estos momentos, hay algo que Kurimo tiene. Después de esta clase de corajes, me resulta inmensamente atractiva. No sé qué es, quizá… mi subconsciente ha estado traicionándome, haciéndola sufrir para luego alimentarme de este momento.
No estoy seguro de cómo explicarlo, pero admito, que la única razón para no ser solo dulce y bueno con ella desde el principio, es este momento. Es triste, pero Kurimo saca la peor parte de mí, y la amo por ello.
–Yo también soy una mujer problemática… estamos iguales… –
Agregó después. Eso era lindo de su parte, pero ese no era el punto.
–Volveré a hacerte llorar… –
Le dije, ella volteó.
–Lo sé. –
Dijo ella, no sé si estaba consciente de lo increíblemente deseable que la encontraba justo ahora.
–También te confundiré de nuevo. –
Agregué. Pasando a un lado de ella. Cualquiera hubiera dicho que yo era un depredador. Ella se mantuvo en donde estaba.
–Eres un hombre cruel… –
Respondió ella. Creo que había cogido el juego, porque su tono de voz era ahora diferente, ya no estaba enfadada. Al contrario, creo que, en realidad, le gustaba esto.
–¿Aun así te casas conmigo? –
Pregunté, sonriéndole. Kurimo asintió.
–Me enamoré de ti porque eres cruel. Porque no te importa torturar mi corazón si con eso puedes hacer que te lo entregue. Porque prefieres tenerme enjaulada y contigo que verme libre y feliz. Porque cuando me confundes no puedo dormir, mi cabeza se hace nudos pensando en ti, me vuelvo loca… y todo lo que haces es esperar a que no pueda más y vaya corriendo a tus brazos. Y entonces solo dices algo lindo y yo soy feliz otra vez. Incluso ahora, todas las cosas que dijiste antes, solo para pedirme algo tan dulce… es tu modo de hacer las cosas… –
Explicó Kurimo, tragó saliva para poder continuar. Su llanto se detuvo por fin.
–Si es cierto que, como tú dices, yo saco la peor parte de ti entonces puedo decir que tú también sacas lo peor de mí, a cada momento, me conviertes en una chica tonta, dependiente, obsesiva, gritona, egoísta y problemática que solo piensa en sí misma. No te entiendo para nada y cuando estás cerca de mí, tampoco puedo entenderme a mí misma, pero… no puedo vivir sin ti. –
Esa era una relación extraña supongo, pero para empezar creo que ella nunca fue normal, y yo tampoco lo era. Creo que eso estaba bien, en algún momento dije que a veces, todo lo que se necesita, es un empujón. Creo que eso es lo que ambos necesitábamos en realidad.
¿Estábamos teniendo problemas por la falta de sexo?
Muy posiblemente era eso. No diré que no lo consideré antes pero…
–¿Qué hacemos ahora? –
Pregunté, ella se dio la vuelta, sin mirarme.
–Vas a venir conmigo. –
Respondí.
–Yo sabía que no venías conmigo solo para llevarme con mi madre. –
Dijo ella, suspirando. Es que no tengo remedio.
La tomé por los hombros, y la llevé hacia las paredes, apartándola de la iluminación y, con ello, de las vistas curiosas. Algo en particular de este sitio es que, era un callejón, como esos que aparecen en las películas. A pesar de que estaba empujándola, ella fue allí por sus propios pies.
Caminamos hasta que estuvimos lejos de la vista de las personas.
–Has estado mirándome de forma extraña desde que empecé a llorar. Eso también me confunde… ahora ¿te gusta que llore? –
Preguntó ella, sin voltear a verme.
–Lo admito… sí. –
Respondí, presionando sus hombros.
–Eso es horrible… y enfermo… –
Respondió ella, hice que se pusiera de frente a mí, empujándola contra la pared, un carro pasó. Esto daba una sensación completamente diferente a hacerlo en casa.
No le di mucho crédito a sus palabras. Ella caminó hasta aquí, después de todo. Quizá ella había visto este sitio con anterioridad e imaginó esto. No lo sé.
–Muéstrame tus pantis. –
Ordené, ella me miró por un momento, había humillación en su mirada, pero también deseo. A esta chica le gustaba ser molestada así. No estoy seguro de hasta dónde se extendiera esto, pero en cierto modo, a ella siempre le gustó la idea de ser una especie de prisionera.
Quizá es porque ella sentía que eso es lo que era en realidad, ya que no podía liberarse aunque quisiera. Hablo de que me amaba aunque ella sabía perfectamente que no debería. Cerró los ojos y se levantó la falda.
Estaba muy mojada.
–¿Desde cuándo te estás mojando? –
Pregunté, ella me miró por unos momentos, luego apartó la mirada.
–Desde que te propusiste… o antes… –
Respondió ella. Al menos no había perdido el toque romántico, si es que lo tenía. La besé en los labios. Como de costumbre, ella lo permitió, pero siguió manteniendo sus manos en su falda, puse una mano en su entrepierna y ella se mojó más. Pude sentir un espasmo correr por todo su cuerpo por ello.
Dejé de besarla. Nuestra saliva cayó al suelo. Ella solo me miraba en silencio.
–Así no puedo verlas bien… quítatelas… –
Le ordené. Ella asintió levemente, y se quitó las pantis. Extendí la mano. Ella puso su ropa interior mojada en mis manos, sin mirarme.
Las miré por un momento, incluso las exprimí frente a ella. Kurimo al parecer hubiera querido decirme que no lo hiciera, pero no se atrevió.
Antes de que dijera o hiciera cualquier otra cosa, puse mi mano en su entrepierna de nuevo y comencé a acariciarla, ella comenzó a dar pequeños suspiros al tiempo que se recargaba en la pared. Sus piernas se separaron muy ligeramente, casi imperceptiblemente, mientras su vagina comenzaba a palpitar.
Este era el modo de Kurimo, siempre lo ha sido. Y tengo que decir que me gusta mucho.
Usé toda la habilidad que me fue posible en el momento y la situación, al poco tiempo, Kurimo estaba respirando pesadamente, con los ojos cerrados y recargada en la pared. Sin mirarme.
El detenerme la hizo abrir los ojos. Yo iba a quitar mi mano, ella me sostuvo el brazo con ambas manos, y me miró a los ojos, con lágrimas en los suyos.
–¿Qué ocurre? –
Pregunté. Ella negó con la cabeza.
–No… no te detengas… –
Dijo Kurimo finalmente. De pronto ocurrió. Ella comenzó a acariciar mi brazo con sus dedos. De pronto toda mi cabeza se iluminó. Fue como entender algo que ella tendría que haber dicho desde hace días.
–Así que eso es… estás celosa. –
Respondí, estimulándola. Ella sostuvo mi brazo con ambas manos allí donde estaba.
–No… no… yo… –
Apenas podía hablar.
–No me mientas. Estás celosa de Akane y de Sanae; y de ellas porque pueden hablar y gritar durante el sexo. Y tú, que no puedes hacer ni un ruido, te sientes menos por ello. Estabas escuchando ese día deseando ser tú la que pudiera hacer esas cosas así. ¿Por qué? –
Kurimo permaneció en silencio. Amenacé con sacar mi mano, ella detuvo mi brazo.
–Ellas son… mucho mejores en… las cosas pervertidas. –
Respondió ella en una voz apenas audible.
–Por eso es que haces esas cosas mientras duermo, por eso te apartaste cuando Sanae entró ese día. Por eso es que te irrita que ella se porte así después, porque no es para nada como tú te portarías si pudieras ser ella.–
Kurimo levantó la mirada por un momento, luego volvió a bajarla.
–Tú siempre me entiendes… –
La entendí.
–Te entendí. –
Respondí.
–Y supones que todo lo que te he dicho al respecto es mentira… –
Agregué, ella bajó aún más la cabeza.
–Estás siendo considerado… –
Yo suspiré.
Los problemas con su familia, la falta de sexo adecuado, la idea de que Sanae y Akane son más atractivas que ella y… por supuesto, lo que me escuchó decir sobre el tema de nuestra relación (que ella trajo totalmente fuera de contexto) finalmente tomaron forma. Por supuesto, no había forma de que ella lo soportara todo.
–Ahora entiendo todo… ah, cielos. Cometí un error. Creo que he estado siendo demasiado bueno últimamente. –
Le dije, quitando la mano de su entrepierna. Ella me miró con los ojos llenos de lágrimas.
–Tenía que haber sido malo desde el principio… Eres una chica linda… –
Respondí. Ella se quedó perpleja.
–Y hay chicas, como tú por ejemplo… que se ven más lindas… cuando tienen la boca cerrada y las piernas abiertas. –
Expliqué, y tomando sus pantis, que yo todavía tenía en la mano, las arrugué, y las metí dentro de su boca. Kurimo trató de decir algo, pero ya no pudo. Todo lo que salió fue un “Mfff.”
–No, no. No digas nada, ya entendí todo lo que tenía que entender. –
Respondí, la hice que se diera la vuelta luego. Y metí una mano debajo de su falda, tocando su trasero a voluntad, sus piernas
–¿Algo que tengas que decir? ¿No? Bien… –
Me burlé de ella un poco mientras bajaba mi cierre, ella entregó su vagina exponiendo su trasero. Fue bueno porque ella no tuvo que decir una palabra y yo entendí lo que ella estaba tratando de decir. Esto es verdadera comunicación.
Comencé a meterlo, me quedé a la mitad mientras pasaba una mano por su trasero, recorriendo su falda. Ella cerró los ojos. Le di una ligera nalgada y ella levantó un poco más sus caderas para que yo pudiera entrar completo.
Ella entendía de lenguaje corporal, supuse que era una buena idea usarlo para esto. En cuanto la penetré por completo sus piernas comenzaron a temblar, escuché algo en el suelo. Estaba viniéndose.
Siempre era tan sensible que bastaba muy poco para hacerla terminar. Pero supuse que ella no quería solo un poco, así que comencé a empujar con fuerza, igual pasé mi mano hacia enfrente, metiéndola dentro de su blusa. Kurimo abrió los ojos. Estaba increíblemente mojada y caliente, y su cuerpo respondió como mejor pudo al estímulo.
Por unos momentos incluso olvidé que estábamos en plena calle mientras empujaba con fuerza su interior. Pude ver que una de sus manos luchaba por agarrar algo mientras se sostenía de la pared. Puse mi mano sobre la suya. Ella me miró, sorprendida y excitada.
Y como resultaba muy excitante verla con sus propias pantis en la boca, comencé a empujar más.
–No sé de qué te sorprendes. Siempre he tenido que entender sin que tú digas una palabra. –
Le dije, sin dejar de empujar, ella cerró su mano, sosteniendo la mía, y me miró.
–No… eso no me molesta. –
Respondí, y tomé su oreja con la boca. Un ligero chillido salió de su garganta, ahogado bastante por la prenda que tenía en la boca, pero aun así, lo escuché. Aumenté el ritmo, más pequeños chillidos se escucharon, al tiempo que comenzaba a ser evidente que sus pantis le estorbaban, de una forma diferente a lo habitual. La solté para volver a meterlas bien en su boca.
–Estamos en la calle, si haces ruido con la boca nos escucharán… –
Le dije, ella negó con la cabeza.
Una situación en donde ser silenciosa tuviera su premio.
Volví a tomar su oreja con mis labios, eso le puso una expresión de placer en la cara que era difícil de describir. Comencé a empujar con fuerza. A cada empuje, ella soltaba uno de sus pequeños chillidos
–Estabas esperando por esto ¿No es cierto? Estabas esperando por sexo. ¿Qué tan desvergonzada puedes ser? –
Pregunté. Kurimo negó alarmada con la cabeza.
–Tú dices que no… pero sigues insistiendo… –
Respondí, Kurimo volteó a verme, al parecer no sabía de qué estaba yo hablando, yo metí la mano dentro de su sostén ahora y tomé uno de sus pechos con fuerza. Kurimo trataba de tomar aire.
–Hablo de que este cuerpo, sigue suplicando que lo usen… hablo de que ahí abajo, sigue haciendo ese sonido… ¿Lo escuchas? –
Kurimo dijo que no, o más bien dicho, negó con la cabeza, lamí su cuello y le susurré al oído.
–Escucha con atención. –
Le dije, y comencé a empujar con más fuerza y más rápido. El sonido de su vagina siendo penetrada se escuchaba claramente, su trasero hacía eco al ser golpeado.
–¿Lo escuchas? Es un sonido muy sucio. Creo que no eres tan silenciosa como creías. –
Le dije, volví a lamer su cuello. Kurimo chilló.
–Tu cuerpo está siendo muy honesto… no tienes que decir nada en realidad. –
Le dije, abriendo su sostén casi por la fuerza.
Saqué mi mano de su blusa, que ahora estaba completamente abierta y su sostén colgaba sin motivo de ella. Sus pechos estaban al descubierto y tocaban la pared de cuando en cuando. Empujé hacia adelante y se presionaron contra la pared.
Me detuve por un momento, tratando de tomar aire. Sentía su vulva palpitar, a decir verdad, enviaba pulsaciones eléctricas a todo mi cuerpo con ella. Me vine un poco, lo admito, pero me detuve. Me decidí a seguir siendo malo con ella (si es que se le puede llamar ser malo a esto) con tal de distraerme del hecho de que su cuerpo seguía siendo especialmente delicioso.
–Naciste para esto… esta es la única razón por la que existes… –
(Y por la que existimos todos, en realidad, pero eso no se lo dije.)
Kurimo asintió varias veces con la cabeza.
–Lo haré más fuerte ahora. No vayas a gritar… –
Le dije. Ella volteó, y antes de que pudiera hacer cualquier cosa, tomé sus dos manos con las mías y las coloqué atrás de ella. Su cara y sus pechos se pegaron a la pared.
Luego comencé a empujar, lentamente primero, pero profundo y hacia arriba. Kurimo perdió el control de sí misma, arqueó su espalda mientras empujaba. Sus paredes se contrajeron nuevamente al tiempo que comencé a venirme.
La última vez que fui así de intenso estábamos en su casa y ella trató de escapar. Ahora, al parecer, no le quedaban fuerzas para intentarlo, así que solo lo permitió. Poco a poco, fui aumentando el ritmo, sus chillidos se hicieron más intensos.
–¿Qué pasa? ¿No puedes con esto? –
Pregunté, molestándola y pellizcando ligeramente una de sus nalgas. Su trasero se separaba con cada golpe, ella asintió con la cabeza, restregándola contra la pared. Como estaba atacándola en este momento, cada vez que empujaba, su ano quedaba expuesto. Comencé a pensar en usarlo también, aunque fuera un poco.
Puse un dedo cerca, y comencé a acariciarlo hacia arriba y hacia abajo, Kurimo se sorprendió, pero no pudo hacer gran cosa.
–¿Qué sientes? –
Pregunté. Ella negó con la cabeza, cerrando los ojos. Estaba llorando, su cabello estaba revuelto y su cara estaba muy sudada y llena de lágrimas. Sostuve sus manos contra su espalda más firmemente y empujé de nuevo.
–No sabes… ¿eh?–
Pregunté, ella negó con la cabeza, alarmada, y lanzó un par de chillidos.
–¿Se siente bien que te toquen aquí? –
Kurimo solo me miró. Su rostro tenía una expresión extraña, mezcla de vergüenza, excitación y curiosidad.
Ahora sí estábamos en un nuevo nivel. Comencé a empujar con todas mis fuerzas mientras ella ahora luchaba por mantenerse silenciosa (sí, aún con sus pantis en la boca) y comenzaba a arquear su espalda más y más. En ese momento, mientras estaba distraída, mi pulgar pasó por en medio de su trasero. No hizo falta empujar mucho y entró por detrás como si nada.
Kurimo comenzó a venirse en ese momento, o a orinarse, no lo sé. Solo se escuchó un chorro caer al suelo. Ella lloraba.
–También te gusta ahí por lo que veo… ¿se siente bien? –
Pregunté. Kurimo me miró, apenas sosteniéndose contra la pared con su rostro, llorando, como suplicándome que no le obligara a responder eso. Se lo concedí.
–Supongo que eso es un sí… –
Empujé de nuevo, esta vez más rápido, pero, evidentemente con menos fuerzas, porque de otro modo, el que habría terminado era yo. Aún estaba sosteniendo sus manos en su espalda, pero ella de algún modo consiguió tomar mi mano y la apretó.
Mi otra mano estaba ocupada estimulando su trasero, así que solo la dejé ser. Ella no hizo intento de quitar sus manos de allí, de todos modos. Seguí empujando y estimulándola todo lo que su cuerpo me lo permitió, hasta que fue muy obvio que ya no podría resistirlo mucho.
–Creo que ya no vamos a necesitar esto… –
Dije, sacando las pantis de su boca y besándola. Ella se dejó besar. No es como que le quedara mucha conciencia para evitarlo, de todos modos, y si no hubiera estado sosteniéndola, se habría caído. Hacía buen rato que sus piernas se estaban negando a sostenerla.
–Voy a llenarte ahora… me enojaré mucho contigo si dejas caer una sola gota ¿comprendes? –
Le dije, acariciando su cabello, una vez que dejé de besarla. Kurimo asintió con la cabeza. Arrojé mi semen dentro de ella luego de eso. Había logrado un buen control de esto, hay que decirlo. Luego de eso lo saqué. Kurimo se desvaneció, recargándose contra la pared.
Respiraba con mucha dificultad.
Pareció esforzarse porque el semen no saliera de ella, pero obviamente no lo consiguió.
–Perdón… no pude… no pude… pensé que iba a desmayarme… –
–¿Convencida? –
Pregunté, ella me miró con los ojos cuajados en lágrimas. Asintió con la cabeza luego.
–Soy una cualquiera… lo hice afuera… –
Comentó ella, mientras recuperaba el aliento. Le di la mano para ayudarla a levantarse, ella me miró por unos momentos, luego la tomó.
–Eso no es importante ahora. –
En ningún momento mencionamos nada sobre un dedo travieso entrando donde nunca antes había entrado nada. Supuse que necesitaría un poco más de tiempo para hacer algún comentario sobre eso. Luego de que ella se puso de pie, lo único que hizo fue caer sobre mis brazos. Nos besamos de nuevo.
–Como animales… –
Dijo ella.
–Así es como me agrada más… –
Respondí. Hablo de que ella siempre ha relacionado el sexo así de duro con el apareamiento de animales. Lo tomé por ello como un cumplido.
Kurimo se puso las pantis con las piernas temblorosas. Era algo de noche, supongo. Aun así ella parecía feliz. Más que solo feliz, en realidad.
–No sabía… que me deseabas tanto… –
Dijo Kurimo, aún respirando pesadamente, apenas podía sostenerse en pie.
–Supongo que me excedí un poco… –
Respondí. Ella se acomodó la ropa como pudo. Sus pantis permanecieron en el suelo.
–Mi cabeza sigue flotando… está escurriendo, entre mis piernas… –
–¿Quieres ir a casa? –
Pregunté, ella negó con la cabeza.
–No… quiero… disfrutarlo un poco más… –
Respondió, y comenzó a caminar, tambaleándose un poco y sosteniéndose de la pared. Aquella era una escena muy extraña, y si yo fuera la policía, pensaría que algo muy malo le pasó. Por suerte, no soy la policía, ni vi a ninguno.
Me acerqué a ella a medida que caminábamos. Ella me miró, y sonrió. Para ser sinceros también me esforcé bastante. Lo suficiente para que a ella no le quedara ninguna duda.
Poco a poco, la conciencia de Kurimo fue regresando. Cuando habíamos andado un momento más, ella se volvió a mí. Ya no estaba sosteniéndose de la pared al menos.
–¿Me llevarás a casa de mi madre? –
–¿Quieres ir así? –
Pregunté. Aquello era extraño para mí.
–Mi madre pensará bien de mí… pensará que me estoy esforzando… –
Explicó Kurimo.
–¿Por qué no… nos sentamos por un momento? –
Pregunté. Sus rodillas seguían pareciendo incapaces de sostenerla correctamente.
Kurimo asintió y buscamos un sitio en la calle principal donde sentarnos, eran aproximadamente las nueve de la noche. No duramos gran cosa, como la última vez, pero sí fuimos muy intensos.
–Fuiste malo conmigo… fuiste bueno también… yo también, fui una mujerzuela, pero eso te hace feliz… ya no sé qué pensar… pero te amo. –
Dijo ella, una vez que estuvimos sentados.
Kurimo se recargó sobre mí, la gente nos miraba al pasar, pero no le di importancia. Supongo que ella no podía darle importancia tampoco.
–¿De verdad piensas todas esas cosas bonitas que dijiste? –
Preguntó ella en voz baja.
–No he dicho nada bonito en todo el día excepto que quiero casarme contigo. Y sí, lo pienso. –
Respondí.
–Eso… eso dijiste… estabas proponiéndote… cuando dijiste que… pues… me escogías a mí… –
Explicó ella, con evidentes trabajos al hablar, y ya no eran por el cansancio. Mejor se lo decía antes de que su vergüenza regresara por completo.
–Sí, lo pienso de verdad. Nuestra relación es algo extraña, estoy consciente de eso, pero si a ti te agrada entonces no tengo problemas. –
–¿No te molesta que sea silenciosa? –
Preguntó ella. Yo acaricié su cabeza.
–No… me gusta eso de ti, en realidad–
Respondí.
–¿Tampoco te molesta que llore o grite? –
Yo solo me quedé mirándola.
No quería que dijera algo así ahora mismo ¿O sí? Es decir, era raro de mi parte, yo en serio lo pensaba. Kurimo lo entendió.
–Te gusta eso también… –
Dijo ella.
–Sí… es la verdad. Perdóname. –
Me disculpé, al tanto de que era cruel de mi parte hacerla llorar solo porque a mí me gustaba. Hablo de llanto verdadero.
–No hay nada que perdonar. Y estoy tan loca por ti que realmente no me importa si haces cualquier cosa… solo no me dejes. –
Eso sonaba también bastante aterrador, pero no me importó tanto esta vez. Ella es así de todos modos. Poco a poco se fue tranquilizando.
–Llegaremos muy noche a este paso… –
Comenté. Kurimo asintió y se puso de pie.
–Ya le dije que iría, se entristecerá mucho si no llego. Le dije que iría tarde, pero… –
Explicó Kurimo, yo me puse de pie también. Si ella quería esto. Dicho esto, su falta aún estaba hecha girones. Caminamos algunas calles después de eso, hasta que llegamos
¿Por qué no lo vi venir? Es decir, había más problemas. Siempre más. Revoloteando alrededor de nosotros como moscas molestas.
Lo primero que pasó es que, cuando llegamos, estaba allí una chica que yo no conocía. Era linda, de cabellos casi tan negros como los de Kurimo, arreglados elegantemente, con una blusa color naranja y una falda bastante corta, color beige. Imagino que vendrían a juego con su bolsa o sus zapatos.
Allí estaba ese sujeto también.
–¿Y tienes el descaro de venir aquí? –
Preguntó el sujeto, dirigiéndose a mí. Kurimo se puso delante de mí.
–No viene a verte a ti. ¿Dónde está Okaa-sama? –
Comparado con cómo se hablaban la última vez, había cambiado mucho.
–Salió… –
Respondió él. De mal humor. ¿Quién estaría de mal humor si estaba con su novia? Me preguntaba, bueno, yo lo estaría, lo supe después de que la chica me miró por un momento, y me saludó “tímidamente” con la mano, mostrando una sonrisa.
Lo digo porque no era tímida para nada, solo fingía serlo. Yo conozco muchas chicas tímidas.
Kurimo volteó a verme con cara de pocos amigos, yo encogí de hombros. Misato pasó de mí. Yo solo lo ignoré, tenía ganas de golpearlo, pero no quería ridiculizarlo frente a su novia.
Hay que ver que todavía me considero un hombre. Hay cosas que no se hacen.
–Usaré el teléfono… –
Respondió Kurimo, su hermano la siguió. Eso la hizo enfadar, a pesar de que, bueno, es que… ella lo respetaba hasta no hace mucho. Fue raro de ver porque en realidad yo nunca los había visto así.
–Puedo subir por mí misma. ¿Por qué no vas a atender a esa chica tuya? –
Preguntó Kurimo, hostilmente. Su hermano mayor la miró por un momento.
–No es tu asunto. –
Fue lo que le dijo, y siguió “guiándonos por las escaleras.” Kurimo suspiró. Ahí la razón real de por qué tenía yo que estar si ella visitaba a su madre, este sujeto tenía una especie de control extraño aquí. Yo solo permanecí en silencio. Una vez que subimos, Kurimo se adelantó y tomó el teléfono, marcando un número. Yo suspiré. Quizá sería mejor si solo esperaba afuera de la habitación.
Misato se había quedado afuera incluso, pero Kurimo sostuvo mi mano mientras hablaba por teléfono.
…Puedes decirme qué pasa. Yo escucharé…
Comentó Kurimo al teléfono. Yo puse una mano en su hombro, ella me miró y asintió.
La conversación implícita aquí, es que tal vez su madre quería asegurarse de que nadie más escucharía la conversación.
Eso me incluía. Por lo que yo bajaría a esperar. No debería pasar nada si este tal Misato no entraba.
Salí de la habitación con un suspiro. El chico seguía sin quitarme la mirada de encima. Si sabía que su hija iba a venir ¿Por qué salió? Y a estas horas de la noche, no menos.
En ese momento, algo más distrajo mi atención. La chica de antes subió las escaleras también. A Kurimo no le caía muy bien, eso pude verlo. La miró feo incluso con el teléfono al oído.
–Oye, Misato. Si vas a estar pendiente de otras cosas será mejor que me vaya. –
Dijo ella, cruzando los brazos.
–No es nada… vamos… –
En ese momento, ella reveló (para empeorar todo) la verdadera razón de que estuviera aquí.
–¿No vas a presentarme? –
Preguntó.
–¿A él? ¿Por qué? –
Preguntó Misato. La chica puso una mano en la cintura, parecía molesta.
–Ah, cielos. Lo haré yo. –
Dijo y se volvió hacia mí.
–Hola, soy Kaminari Nowaki. Un placer. –
Dijo. Misato me miró con cara de pocos amigos. Kurimo tampoco parecía muy contenta y su madre, menos.
–Hola. Mucho gusto, soy el prometido de Kurimo. Mi nombre es Otagane Toshikane. –
Eso hizo que Nowaki (que ahora sabía su nombre) mirara a Misato con coraje.
–¿Lo ves? –
–¿Qué tengo que ver? –
Preguntó Misato, dirigiéndose a ella.
–Dijo pro–me–ti–do. Así. Yo sabía desde un principio que no eres confiable ¿Te parece que “novia” es lo que quiero ser siempre? –
Preguntó ella, yo me llevé la palma a la cabeza e ignorándolos, decidí que estaba bien bajar las escaleras. Más que bien en realidad, creo que los interrumpimos en medio de un pleito de enamorados.
–No creas que has ganado… –
Me dijo Misato. Yo suspiré, tratando con todo lo mejor de mí para no golpearlo. Solo tenía que ignorarlo por un momento. Iba a salir de la casa y esperar un rato, por desgracia, Kaminari-san fue tras de mí.
–Oye… Oye… dime. ¿Cuánto se tardó Hatami-chan en decir que sí? –
Preguntó ella. Yo voltee. Parecía genuinamente interesada. Misato me miró, creo que él también estaba interesado. Lo dije más por él que por su “novia” o lo que sea que fuera.
–Tres segundos. –
Respondí, encogiendo de hombros.
–¿Eh? ¿En serio? –
Preguntó Kaminari. Yo encogí de hombros.
–Bueno, ya vivimos juntos. –
Respondí, mientras me ponía los zapatos. Misato entró a una de las habitaciones, molesto, pero Kaminari se quedó allí.
–¿Y no piensas que es una “fácil”? Di la verdad… –
Preguntó Kaminari. Ya iba entendiendo que esta era una chica bastante problemática. Y yo podía meterme en problemas con Kurimo, incluso con las demás, si hablaba demasiado con ella.
–¿Por qué no solo… vas con tu novio? –
Pregunté, a razón de ese pensamiento, ella se llevó las manos detrás de la cabeza, despreocupada.
–No lo sé. Es aburrido. Vine porque dijo que tenía algo que decirme… pero siempre está tratando de besarme… ya le dije que no… –
Explicó ella, con expresión aburrida. Misato se paró detrás de ella. Era problemática. Luego cambió el tema.
–Entonces cuéntame… ¿Cómo la convenciste? –
Preguntó ella, cambiando de tema.
–No lo hice. Estábamos peleando. Se lo pregunté y ella dijo que sí. –
Respondí. Eso hizo que Misato se enfadara, y que tratara de recuperar su posición. Es decir, él la entregó cuando entró en la habitación pero… imagino que estaba tratando de no pelearse conmigo. Posiblemente al igual que yo, tendría problemas por algo así.
En esa parte lo entiendo.
–Nowaki-chan… vamos a la sala ¿Quieres? –
Preguntó él. Ni siquiera lo preguntó en mal modo. Pero ella pareció molestarse.
–¿Eh? ¿Quieres dejar de actuar como un niño pequeño? Estoy ocupada ahora… –
Se quejó ella. Misato resopló y se dio la vuelta.
–Creo que se enfadó. –
Dijo, señalándolo y abriendo la puerta.
–Déjalo… ya me aburrí de estar allí dentro de todos modos. ¿Vas a ir afuera? ¿Puedo ir contigo? –
Preguntó ella. Yo suspiré.
–Tendrás problemas después ¿No es cierto? Y lo que es más importante, Yo tendré problemas después. –
Ella ignoró mis quejas al tiempo que se ponía los zapatos también. Yo salí de la casa, a través del jardín. Escuché que discutían de algo y ella salió después.
Se recargó en la valla del jardín con expresión aburrida.
–Lo sabía, debiste quedarte adentro con tu novio… esto se puede poner muy mal. –
Le dije, apartándome.
–Huyes de mí como si fuera yo la peste. Eso no es justo. –
–Pues lo eres, eres la novia del hermano de Kurimo. En lo que a mí respecta, sí, eres la peste. –
Al menos estaba aprendiendo a no ser amable a lo loco con cualquier cosa que tuviera falda, pienso yo. Ahora que también creo que Kurimo ya había llorado bastante por un día. Y sinceramente, tenía ganas de regresar a casa feliz con ella.
–Pero también soy una chica. No va a pasar nada si hablas conmigo. –
–Sí va a pasar, tu novio se molestará. –
Respondí. Como si lo hubiera invocado. En ese momento salió Misato de la casa, enfadado, y celoso. También recordaba esa sensación.
Era la misma cara que yo ponía cuando Yagami-chan se veía con algún otro sujeto.
Por supuesto, yo era un idiota, así que no tuve idea de cómo reaccionar en aquellos tiempos. Reaccioné justo como él ahora… de la peor manera.
–¿Nowaki-chan? ¿Qué pasa? Vamos adentro, deja a este tonto aquí… –
Fue lo que dijo. Ni siquiera me importó como me dijo. Yo ya estaba viéndolo todo en mi cabeza. La chica debería reclamarle acerca de cosas que no tienen nada que ver con esto, para deshacerse de él.
–¿Es que no tienes consideración? –
Preguntó Kaminari-san. Ahora él debería intentar apartarme por la fuerza, pero sin hacerla enfadar.
–Si solamente viniste aquí a traer a Kurimo ya puedes marcharte. –
Me dijo Misato, refiriéndose a mí. Aquí viene, la gran hipérbole de las chicas. Agrandan tu falta para convertirlo en un problema serio, con eso te distraen, cuando están completamente conscientes de que el problema aquí es su actitud.
–El problema es que tú siempre haces estas cosas. Deja de decirme qué hacer. No eres mi dueño. –
Ah… incluso sus palabras fueron las mismas. Las mismas. No variaron en nada.
¿Qué respondes a eso?
Fue como estar de vuelta en el colegio.
Una vez más.