Haru No Yurei - Volumen 3: 2. Desde Su Perspectiva
Nos quedamos los tres congelados cuando Kurimo dijo eso. Sobre todo porque Kurimo no tenía idea de que el hombre era casado.
Akane se quedó estática, luego produjo un sonido parecido a la risa cortada por la incredulidad.
–Espera ¿Cómo? –
Dijo. Volteó a ver a su padre, quien se quedó tan absorto que no pudo responder. Akane se llevó la mano a la frente. Se volvió a hacia Kurimo sin saber realmente qué decir.
–Yo… etto…. –
Pude ver que la imagen que Akane tenía de su padre se hizo mil pedazos en ese momento.
–¿Dije algo malo?–
Preguntó Kurimo.
–No, no es eso. –
Respondí, en teoría no era eso. Quiero decir que el problema no era lo que Kurimo dijo, sino de quien estaba hablando.
–Descuida, sentí que algo se rompió en mi interior pero… no es tu culpa. –
Respondió Akane, tomando aire. Luego batió la cabeza sin procesar lo que Kurimo acababa de decir.
–Tal vez solo debí cerrar la boca… –
Se quejó Kurimo, bajando la cabeza, Akane se acercó a ella y acarició su cabeza.
–No, no… no te sientas mal… tú no tienes nada que ver… es solo que… el dueño de ese auto… es mi padre. Y está casado. –
–¿Ehhhh? –
Ahora va Kurimo, también, completamente aplastada por lo que dijo Akane.
–Pero… eso… mi madre… –
Y comenzó a llorar. Akane se apresuró a tranquilizarla, ni siquiera pudo recuperarse del primer golpe, cuando llegó el segundo.
–No, no tienes que llorar… está todo bien… no diremos nada y ya está. –
Comentó Akane, acariciando su cabeza.
–Pero… mi mamá…va a tener un bebé. –
Respondió Kurimo, lloriqueando. Si era quien Kurimo decía que era, el padre de ese bebé era el padre de Akane.
–¿Cómo voy a decirle esto a mi madre?–
Preguntó ella.
Akane estaba acariciando la cabeza de Kurimo, quien me miró sin saber exactamente qué decir. Yo tampoco estaba seguro de que estaba pasando, y por supuesto, el padre de Akane tampoco sabía lo que estaba pasando. Se quedó estático mientras miraba la escena. Fue hasta entonces, que intervino.
En su defensa solo puedo decir que aquello resultaba extraordinario y que quizá no pudo creerlo de primer instante. Akane y yo todavía teníamos problemas para asimilarlo.
–Hatami–kun. –
Llamó el señor Fumishi. Ambas chicas voltearon a verlo, Akane con coraje, Kurimo con decepción. Él bajó la cabeza.
–Eres… la hija de Hatami Miyafuji. ¿Es correcto? –
Kurimo asintió. El padre de Akane se explicó.
–Independientemente de lo que sientas por mí en este momento. No tienes por qué alarmarte por eso. No tengo ninguna intención de abandonar a mi hijo. Me haré responsable. La verdad nunca pensé que me encontraría aquí en esta situación. Ella nunca permitió que yo conociera a sus hijos, aunque siempre supe que estaban allí. Pero ante todo, mis intenciones para con tu madre, son sinceras. –
No hubo ni una pizca de duda en sus palabras. No trató de esconderse ni de evadir nada. Eso hizo que Kurimo dejara de llorar. Supongo que ella creyó que el señor estaba jugando con su madre y eso no le gustó.
Se aceró a él e hizo una reverencia.
-Estoy feliz de conocerlo, por favor, le encargo mucho a mi madre. –
El señor se rio levemente, era la primera vez que lo veía reír. Creo que le dio vergüenza una presentación así.
Akane se puso de pie y lo miró por un largo rato. Lagrimas acudieron a sus ojos que ella se apresuró a limpiar, Kurimo también se levantó y miró la escena. Akane estaba frente a su padre.
–Akane… yo…. –
Comenzó a decir su padre. Pensé que ella emitiría un juicio.
Eso era lo que él haría, lo que había hecho antes.
Pero no lo hizo. En lugar de eso, sonrió levemente, y después hizo una reverencia.
–Perdón… Otou–sama. –
Genial… ahora todos estábamos completamente estupefactos.
–Akane… Yo… lamento haberme quedado callado con eso pero… –
Es muy obvio que el señor se esperaba un berrinche, no esto. Pero Akane ya no era la chica berrinchuda que solía ser.
–Yo… tenía la idea de que eres perfecto. Toda mi niñez crecí con esa idea. Cuando me abandonaste, sentí que estabas echándome porque siendo tan perfecto, no eras capaz de perdonarme un solo error. Creí que si no podía vivir bajo tus estándares, entonces no te tomarías la molestia de quererme. Creí que me habías enviado aquí, con la excusa de la responsabilidad para no tener que perdonarme… –
Y se limpió nuevamente lágrimas de su cara.
–He estado tratando tan fervientemente de demostrarte que puedo vivir feliz a mi manera, todo este tiempo. Tal vez la razón por la que accedí a verlos en realidad, era para poder frotarte en la cara, que no te necesito. –
Akane podía guardar mucho rencor a veces.
–Pero te juzgué mal. Todo mal. Era yo quien tenía altos estándares que tú no podías cumplir, por eso te pido perdón. Y justo ahora acabo de darme cuenta de algo importante. No eres perfecto, y yo no soy perfecta. ¿Qué puedo decir? Quiero… conocer a mi nuevo hermano cuando nazca. Y al final del día resulta que sí somos iguales, obstinados, rencorosos, pero, tú has estado haciendo lo mismo que yo. Ambos estamos tratando de ser felices y eso no puede estar mal. –
Todas las miradas se fijaron en el hombre que escuchaba sorprendido Akane estaba diciendo.
–Hija… Has crecido tanto… –
Akane negó con la cabeza.
–Sé que Okaa–san se fue. Yo siempre supe lo que pasaba, pero guardé silencio porque pensé que si te enterabas te dolería. Ahora entiendo que Okaa–san y Otou–sama habían terminado mucho tiempo antes de que yo me enterase siquiera, y que en realidad, todo lo que quedaba era una fachada para que tus hijos no tuvieran que lidiar con el tema. Mientras tanto, por supuesto que tenías que encontrar la felicidad en otro lado. No ibas a contarle eso a la niña estúpida que cree que eres perfecto ¿verdad? –
El hombre aprovechó para disculparse también. Es decir, era un buen momento, posiblemente el mejor que tendría.
–Yo… lamento lo que dije la última vez. Lamento el modo en que te traté. Has crecido y eres mucho más confiable de lo que pensé. Otra cosa es que estuviera celoso. Ni siquiera pude decirle a Miyashi y Daito que te habías casado. Supongo que lo que dije, no era por ti… era por tu madre. Te culpe de ello y lo siento. –
Es decir, el señor estaba enojado porque la señora no pudo continuar con aquella fachada. Y los reclamos en realidad eran para la madre de Akane, al no poder reclamar a ella, el señor vino a pelear con su hija.
El señor se volvió a mí luego de eso.
–Yo… –
Parecía no saber cómo decir lo que quería decir. Yo simplemente suspiré.
–A usted… le gustan las mujeres embarazadas ¿No es cierto? –
Pregunté. Quizá la razón de la separación, es que la madre de Akane no quiso tener más hijos. Puede que no fuera lo único pero… ¿De dónde había sacado Kurimo la idea de que los hombres queremos bebés? De su madre.
Y su madre de… este sujeto.
–¡Oye, tú! ¿Qué cosas le estás diciendo a mi padre? –
Preguntó Akane acalorada, pero el silencio del señor lo confirmó.
–No es nada, es sólo que pensaba que ya que vamos a llevarnos bien, era mejor si éramos sinceros. –
Comenté.
–Admito que… me parecen encantadoras… –
Respondió el señor, bajando la cabeza. Vaya, eso era un gran paso. Akane se quejó.
–Yo no quiero saber esas cosas. –
Dijo y se dio la vuelta. Yo la detuve del hombro.
–No importa, ha sido un día de muchas emociones… ¿Por qué no cenamos ahora? –
Pregunté. Akane asintió y suspiró.
–Sí, sería lo mejor. –
–¿No hay más gente que la última vez? –
Preguntó el padre de Akane. Ambos lo miramos.
–Bueno… –
Comenzó a decir ella. Yo le puse al señor una mano en el hombro.
–No se fije en esos detalles. –
–Bien pensado. ¿Qué está haciendo Hatami-kun aquí? –
Nos quedamos sin habla por unos momentos. Akane hizo una seña que quería decir “Anda, explícaselo.” Pero yo solo batí la cabeza.
En ese momento, Sanae salió del baño y bajó las escaleras.
–¿Alguien se ha preguntado donde se va a sentar tanta gente? –
Preguntó Sanae.
La mesa grande estaba rota, en la pequeña cabían cuatro sillas. Teníamos un grave problema.
Akane me miró a mí y yo la miré, sin saber qué decir.
–Es cierto… –
Comentó el señor.
–Toshikane rompió la mesa. –
Se quejó Akane, culpándome inmediatamente. Estaba siendo mimada frente a su padre. Yo entrecerré los ojos y ella me mostró la lengua.
–Ambos la rompimos… –
Respondí. Iba a decir otra cosa cuando la pequeña Miyashi se acercó a Sanae.
–Onee-san… ¿puedes ayudarme a inflar mi globo? –
–Miyashi, es hora de cenar… –
Se quejó Akane. Pero Sanae tomó el globo.
–Pero… mi globo… –
–Después de cenar… –
Respondió Akane, pero Sanae infló el globo y se lo dio. Miyashi sonrió.
–Ahora guarda tu globo y vamos a cenar ¿Está bien? Después podrás jugar con él todo lo que quieras. –
Quien lo hubiera dicho. Sanae era buena con los niños pequeños.
Nos sentamos a cenar acomodándonos en la sala. No usamos la mesa porque esta solamente tenía cuatro sillas. Sanae incluso sentó al pequeño Daito en sus piernas porque Miyashi estaba sentada en el regazo de su padre. Así comimos. Fue un poco extraño.
–Necesitamos una nueva mesa. –
Comenté. Akane asintió.
–¿Cuándo se rompió? –
Preguntó Kurimo. El padre de Akane nos miró. En esa mesa, Akane le había dado una bofetada a su padre antes.
–Sí, bueno… verás… el día en que pelee contigo… pues… estuve en la mesa y… no soportó… –
Explicó. Kurimo se llevó las manos a la cara. El padre de Akane tuvo problemas para tragar.
–Perdón por preguntar… –
Respondió Kurimo.
Luego de eso, la cena con el padre de Akane transcurrió más normal. Kurimo dijo que no era una buena idea que su madre se enterara de que ella conocía a su novio.
Estábamos afuera de la casa, Sanae hablaba con los pequeños, al parecer se llevó bien con ellos. Recordaría recompensarla por ello después.
Hablábamos con el padre de Akane. En ese momento, a Akane debe haberle picado la curiosidad porque preguntó:
–¿Y cómo es? Ella… quiero decir… tu novia. –
Kurimo la miró de mala manera.
–Pues… es estricta. –
Yo asentí con la cabeza.
–Es cierto… –
Respondí. Akane me miró.
–¿La conoces? –
Preguntó ella.
–Pues sí… la he visto un par de veces… –
–Ah, cielos, y yo que había pensado que podía dejarte en tu casa… –
Comentó. Quizá con la esperanza de ver a la señora.
Kurimo negó con la cabeza. Akane intervino. Se puso delante de Kurimo, y suspiró.
–Vive aquí ahora. –
Confesó.
Kurimo, su padre y yo, miramos a Akane con desconcierto. No pensé que se atrevería a admitirlo.
–¿Cómo es eso? –
Preguntó el señor. Es que… necesitaba sorprenderse también. No estaríamos completos si no era para todo el mundo.
–No estoy muy dispuesto a decirle por qué. Quizá debería hablarlo con su madre una vez que tenga oportunidad, pero el principal responsable de que ella esté aquí, es usted. –
Le dije.
Akane suspiró.
–Pues… cuando me casaste… no diste tiempo de decir nada. ¿Sabes? Y… él tenía novia. –
El señor me miró de mala manera.
–¿Hiciste eso a mi hija y tenías un compromiso? –
Akane se adelantó.
–Como dije antes, no eres perfecto ¿cierto? Y yo no lo soy tampoco. Creo que tú mejor que nadie, entenderás que, fui yo. Yo fui hasta allí a provocarlo. –
Explicó. Gran cosa porque Kurimo estaba allí, presente.
–Y esta pobre chica no entendió por qué de un día para otro, su novio tenía esposa. –
Explicó. Kurimo bajó la cabeza.
–Tiene que ser una broma del destino que quien arruinó su relación haya sido el novio de su madre. –
Comentó Akane. Su padre bajó la cabeza.
–No arruinó nada. –
Se quejó Kurimo. Yo intervine.
–Estas aquí porque tu madre va a ir al hospital. Te recuerdo que la razón de que eso pase es precisamente que está embarazada y va a tener al bebé pronto. –
Akane miró a Kurimo. Ellas no habían hablado entre ellas para nada.
–¿Es eso cierto? –
Preguntó. Kurimo bajó la cabeza.
–En cierta forma… –
El padre de Akane batió la cabeza, algo confundido.
–A ver si entendí. Tú, joven, eras novio de Hatami-kun, antes de casarte con mi hija. ¿Es así? –
–Sí. –
Respondí.
–Ahora que Akane está aquí… has traído a Hatami también a vivir. ¿No sientes como que estas siendo irresponsable aquí? –
Me regañó.
–Es por responsabilidad que la traje aquí. –
Expliqué. El señor se volvió a su hija.
–¿Y tú estás bien con ello? –
Preguntó él. Akane echó toda la culpa sobre el señor.
–Supongo que también tengo que tomar responsabilidad por lo que hizo mi padre con la madre de ella entonces… –
Comentó.
El señor no podía refutar eso porque decir algo ahora podía llegar a oídos de su amante, o su novia o lo que fuera. De la madre de Kurimo.
–Yo no sabía, es decir, Miyafuji-chan no… –
–¿Chan? –
Preguntó Akane, arqueando una ceja. Kurimo soltó una risita. El hombre enrojeció hasta las orejas.
–Bueno… Es decir… ella no permitió que… –
Kurimo se adelantó y puso su mano sobre la de él. Algo extraño, si cualquiera me lo pregunta.
–Mi madre es muy feliz de que usted esté allí. Ella siempre sonríe cuando hablan por teléfono. Se la encargo. –
Explicó Kurimo, luego dio un paso atrás y miró a Akane.
–Supongo que… eso nos convierte en hermanas a ti y a mí. –
Comentó Akane.
Vaya, ese fue un desarrollo inesperado. Akane se volvió a su padre.
–¿Estoy bien con ello? Bueno… sí, creo que sí, y esto ha terminado por aclarar un poco las cosas para mí. Seguiré siendo una esposa modelo. Y el lugar de una esposa es con su marido. Si no puedo perdonar a mi madre por lo que hizo, es lógico que yo no haría lo mismo. ¿No crees? –
No importó en ningún momento que la mujer del señor hubiera terminado con él antes de que la madre de Kurimo apareciera en su vida. El padre de Akane se quedó sin nada que decir.
–Si eres feliz, entonces lo acepto. –
Respondió él. Akane sonrió.
–Gracias. –
Dijo, y miró a Kurimo. Ella sonrió. Después de eso, el señor llamó a los niños y se subieron al auto. Sanae se acercó luego.
–Tu padre parecía alguien amable. –
Comentó Sanae.
–Como dije, les toma tiempo aprender algunas cosas. Estoy segura de que tu padre lo aceptará también en algún momento. Solo tienes que darles tiempo. –
Comentó Akane, actuaba como una Sempai en estas cosas. Me dio un poco de vergüenza.
–Fumishi-san… ¿podemos hablar? –
Preguntó Kurimo a Akane, ella asintió.
–Solo si prometes no decirme Fumishi otra vez. Llámame Akane. –
Entraron a la casa luego de eso. Pensé que estaba bien si las dejaba hablar un poco a solas. Me acerqué a Sanae. Era toda una sorpresa que se hubiera llevado bien con los niños pequeños. No me parecía esa clase de persona.
–Hiciste una nueva amiga… –
Comenté, sonriendo. Sanae me miró sin entender.
–¿De qué hablas? –
Preguntó.
–Bueno, los hermanos pequeños de Akane te tomaron mucha estima… –
Respondí.
–¿Eso? Ah, bueno, es que por alguna razón les agrado. Siempre me pasa con los niños pequeños. También tengo un primo de tres años. Siempre que iba a casa se pegaba a mí. –
Explicó Sanae, sonriendo.
–¿A ti no te gusta? –
–Claro que sí, es decir, son lindos. –
Respondió ella, un tanto ofendida.
–Eso quiere decir que serás una buena madre… –
Respondí. Esperaba que ella enrojeciera, pero simplemente miró hacia arriba y negó con la cabeza.
–Una buena madre… no creo. –
–¿Por qué? –
Pregunté. Ella parecía haberlo pensado seriamente antes.
–Es decir, soy buena jugando con ellos y eso, pero… creo que si fueran mis hijos, sería muy, muy estricta. No tengo mucha paciencia para tratar con berrinches y cosas así… –
Explicó. Caminamos de vuelta a la casa.
–Tú… ¿has pensado en ello? –
Preguntó Sanae, deteniéndose antes de entrar. Yo me reí.
–¿En mi situación? No creo. –
Respondí. Eso la desanimo.
–Ya entiendo… –
Dijo ella y entró a la casa. Entré detrás de ella.
–Me refiero a que aún no estoy listo… Ni siquiera tengo un empleo. –
Expliqué.
–No hablaba de ahora mismo. –
Respondió Sanae y subió las escaleras. Se encerró en su (antes mi) cuarto, sin decir nada más. Akane y Kurimo estaban hablando entre ellas y preferí no interrumpir. Simplemente fui a la recámara de Akane (y, ahora, la mía) y me acosté por un momento.
No me di cuenta cuando me quedé dormido.
Desperté después de un rato. Lo primero que vi, fue a Akane, sentada junto a mí. Tenía puesta su pijama. Estaba acariciando mi cabello.
–Mira que eres un mal esposo… dormirte sin decir nada. –
–Perdón… no me di cuenta… –
Respondí. Iba a ponerme de pie, pero Akane no me lo permitió.
–Hablé con tu novia… su hermano es una persona horrible. –
Comentó Akane.
–¿Te lo contó? –
Pregunté, sorprendido más que nada. Es decir, si Akane lo sabía es porque Kurimo se lo había contado, es más que obvio pero…
–Sí… me alegra que no se lo hayas dicho a mi padre… se hubiera sentido muy mal por algo así… –
–Su novia se lo va a decir, de todos modos. –
Expliqué. Cuando el señor preguntara por Kurimo, era obvio que todo se iba a descoser.
–Tal vez tienes razón… yo… perdón. –
Akane se disculpó. Yo no sabía por qué.
–¿Perdón? –
–Yo tenía mis dudas acerca de todo esto. Sinceramente creí que era alguna tontería. Algún chantaje. O que simplemente, tú ya no estabas feliz conmigo. –
Pero si le repetí hasta el cansancio que… ah, no importa ahora.
–Pero admito que el tema simplemente superó mis fuerzas. Eso fue lo que le dije. Pero supongo que no me creyó. Ellas están asustadas. Creen que soy un ogro. –
Explicó Akane.
–No has sido mala con ellas… –
Respondí.
–Ella me reclamó por lo que dije en la mañana. Lo hizo parecer un comentario, pero… sí te traté mal. Y ella se dio cuenta. Por eso te pedí disculpas. –
–Bueno, un poco, yo creo… nada que no mereciera. –
Respondí. No era quien para ponerme exigente con Akane.
–Pero te fuiste a dormir… –
Se quejó Akane.
–Eso no tuvo nada que ver, sinceramente, estaba algo cansado. Han sido días muy difíciles, no estoy enfadado, ni nada por el estilo, Akane. –
Respondí.
–Pues… demuéstralo… –
Yo suspiré y me puse de pie.
–Voy por un poco de agua. –
Le dije a Akane, y salí de la habitación. Juraría que escuché una puerta cerrarse cuando salí de allí, pero no dije nada, solo fui por agua, luego fui al baño y me lave la cara. Las nueve de la noche en el reloj. Volví al cuarto con Akane.
Ella se fue sobre mí en el instante en que cerré la puerta, abrazándome con fuerza.
–Te atrapé. –
Dijo.
–¿Me atrapaste? Qué raro… juraría que quien tenía que correr eras tú. –
Respondí. Ella me dio un beso.
–¿Por qué? ¿Por qué voy a correr? No me dan miedo los lobos… –
Estaba especialmente animada ahora. Supongo que se sentía con ganas desde en la mañana, cuando me dijo que no la tocara.
–¿Estas segura? Pueden hacerte daño… –
–Ya sé… –
Respondió Akane, separándose de mí y caminando un par de pasos, balanceando su trasero y asegurándome de que yo notara que no llevaba puesta ropa interior.
–Oye, tú… últimamente te has vuelto muy pervertida ¿No crees? –
Pregunté, acercándome, ella volteó a verme por unos momentos, con una mirada de no entender.
–No tengo idea de qué estás hablando… –
Respondió ella, girándose de nuevo.
–Hablo de esto… –
Puse una mano en su trasero. Akane me lo ofreció, restregándolo sola contra mi mano, luego se separó.
–¿Qué tiene? Es mi pijama… no es pervertida… –
Apreté su trasero por unos momentos, tuve la ligera impresión de que era más grande que antes, pero como era solo un poco, no podía estar seguro.
–Hablo de esto. –
Respondí, y tomando el elástico, bajé su pijama a la mitad de sus muslos. Ella estaba escurriendo.
–Bueno… tú la bajaste… yo no hice nada… –
Respondió Akane, balanceándose, metí mi mano en medio de sus nalgas y la pasé lentamente a través de ellas, hasta llegar a su entrepierna. Estaba caliente.
–No llevas ropa interior… –
Le dije. Akane negó con la cabeza.
–Sí llevo… solo que los tontos no pueden verla… –
La empujé a la cama cuando me llamó tonto. Akane cayó sobre la cama y levantó su trasero un poco, exponiéndolo.
–¿La ves? –
Preguntó ella.
Obviamente no había nada allí. ¿Qué se le había metido en la cabeza? Bueno, no importa. Me bajé el cierre y acercándome, coloqué mi pene en su entrada.
–Si de verdad hay algo aquí, entonces no debería poder entrar ¿No es cierto? –
Pregunté. Ella volteó a verme desde donde estaba.
–Puede que no… –
La metí de un solo golpe, como a ella le gustaba. Akane ahogó un grito mientras intentaba controlarse.
–¿Lo ves? No llevabas nada… –
Le dije, acariciando su cadera y su trasero.
–Perdón… era mentira… quería que la metieras… –
Respondió Akane, comencé a moverme lentamente, intentando acariciar lo más profundo de ella. Akane comenzó a gemir muy suavemente.
–Eres una mujer desesperada… –
–¿Qué esperabas? Soy una esposa calenturienta… me lo has hecho todas las noches desde hace tiempo… –
Se quejó Akane.
Bien pensado tenía razón. No había faltado ninguna desde hace varios días. Podía haber dicho muchas cosas en ese momento, pero había una en especial, que yo sabía que ella quería escuchar.
–Es que no puedo resistirme… –
Akane volteó con lágrimas en los ojos.
–Claro que no puedes… yo soy tu esposa… –
Se quejó, ahora estaba llorando.
–Eres mi esposa… eres mi mujer… –
Respondí, aumentando la fuerza de mis empujes. Akane comenzó a gritar.
–Sí soy… sí soy… –
Empujé ligeramente hacia arriba. Akane gritó y comenzó a venirse.
–¡Toshikane! Espera… –
Su pijama se mojó, ella trató de ponerse de pie, pero sus brazos cedieron al instante.
–Perdón… perdón… normalmente dura más… normalmente soy mejor… –
Respondió Akane, tomando aire.
–Estás cansada. –
Respondí. Bien, veamos, ha estado haciéndolo todas las noches desde hace ya bastante tiempo, aparte de eso, estos días ha estado especialmente ocupada, aparte de eso, ayer en la noche peleamos y nos contentamos, y tuvo que atender a su padre y hermanos el día de hoy.
Creo que estaba pidiéndole demasiado.
–No estoy cansada… yo nunca estoy cansada para ti… soy… una esposa modelo… –
Se quejó ella.
–Apenas puedes sostenerte… –
Repliqué.
–¡No estoy cansada! –
–Deja de ser tan caprichosa… –
–Si te dejo ir… te irás con ellas… no quiero… es mi momento… –
Se quejó Akane, llorando.
–No voy a hacer eso… no soy esa clase de sujeto, si estoy contigo ahora estoy contigo y se acabó… –
–Entonces sigue… –
Ella comenzó a usar sus paredes para exprimir (así como suena) mientras jalaba mi pene hacia ella.
–¿Se siente bien? ¿Te gusta esto? –
Lo admito, nunca lo había sentido, sí me gustaba.
Me fui sobre ella poniendo mi peso encima, sus caderas cedieron y quedamos acostados en la cama, pero ella continuaba. Yo pasé mis manos por enfrente de ella para acariciar sus pechos y comencé a besarle la espalda y el cuello.
–Sí… es lo mejor… –
–¿Soy tu favorita? –
Preguntó ella, secándose las lágrimas como podía.
–Sí, lo eres… –
–Entonces termina… lloraré si no lo haces… lloraré en serio… pensaré que no me amas. –
Ya entiendo, es que todavía no me venía. Ella quería comprobar que esto se sentía bien para mí.
Akane se giró para besarme.
–El lugar de una esposa es la cama… y el lugar de su esposo es dentro de ella…–
Declaró Akane. Tenía ideas muy firmes al respecto. No puedo decir que fuera nuevo, de algún modo ella siempre pareció tener esa idea.
Que solo ahora pudiera decirlo claramente es diferente. De hecho creo que me lo había insinuado antes. Pero como estaba enojada no lo tomé mucho en cuenta.
–Pasaré más tiempo en mi lugar, lo prometo… –
–¿Y si me niego? ¿Y si no tengo tiempo? ¿Y si estoy ocupada? –
Preguntó ella.
–Pues lo haré… de todas formas. –
Respondí, empujando un par de veces, porque todavía estaba dentro de ella. Comencé a venirme sin avisar.
–Sí… sí… ese es mi esposo… que esté loco por mí… que solo piense en tenerme… que llegue a casa pensando en las cosas sucias que me va a hacer… –
Aseguró Akane, puedo decir que no estaba diciéndolo en voz baja.
–Qué bueno que me casé contigo… No puedo vivir sin tu cuerpo… –
Le dije. Ella volteó a verme con lágrimas en los ojos.
–Házmelo más… –
–¿Segura? –
Pregunté, ella apenas podía hablar ahora… pero tenía suficientes energías para emberrincharse, eso sí.
–¡Más! –
Gritó.
–Muy bien, no me culpes después. ¿De acuerdo? –
Pregunté, preparándome para volver a comenzar. Ella negó con la cabeza.
–Te culpo… ahora… dijiste cosas… tú siempre dices cosas bonitas, cosas que me hacen feliz, cosas que me ponen caliente… me vuelven loca… –
No pudo decir más, así como estaba, me acomodé un poco, y luego la tomé de las muñecas, halando sus brazos. Ella quedó suspendida en el aire. Pude sentir como se estremeció. Y el nuevo contacto con sus paredes me hizo reaccionar a mí también.
–Se hizo grande… se hizo grande justo ahora… se siente mejor… ¿Qué es esto? –
–Es tu cuerpo el que me pone así… –
Respondí, y comencé a empujar, sosteniéndome ahora de sus brazos, halándolos hacia atrás. Fue en ese momento que ella se olvidó de todo lo que había afuera, su trasero se apretó y comenzó a gemir de la forma más erótica que yo hubiera escuchado de ella.
Golpeando con fuerza desde atrás, la habitación se cubrió de sus gemidos sucios, sin que ella tuviera conciencia para poder decir cualquier cosa, y cada vez que ella se venía, yo aumentaba un poco el ritmo. Cuando conté cinco, la solté. Akane cayó sobre la cama, sin fuerzas, sin aliento, y con el cuerpo enrojecido y sudado por el esfuerzo y el placer.
–Eres el mejor. –
Aseguró ella a media voz.
Yo me acosté casi enseguida al lado de ella.
–No puedo moverme, pero si pudiera te abrazaría… –
Se quejó ella.
–¿Qué tal si yo te abrazo? –
Pregunté.
–Eso… estaría bien… –
Respondió Akane.
–Akane… ¿pasa algo? –
Pregunté. Todo su comportamiento parecía tener alguna razón, pero yo no lograba averiguar cuál era.
–Nada… –
Respondió ella.
–Akane… –
–Me acordaba de cosas… –
Respondió ella.
–¿Cosas malas? –
Pregunté. Ella negó con la cabeza. Luego suspiró. Poco a poco había ido recuperando el aliento.
–¿Recuerdas cuando le pegaste a mi padre? Te peleaste con él porque me pegó. –
Dijo Akane.
–Sí, lo recuerdo… –
–Eso se sintió bien… es decir, yo no creí que pasaría, pero lo agradecí entonces, lo agradezco todavía. –
Explicó ella.
–Pero te has reconciliado con él… –
Repliqué, Akane asintió con la cabeza.
–Es cierto, pero no he olvidado lo que pasó. Fuiste genial entonces. –
Explicó ella.
–¿Recuerdas cuando me mirabas en la escuela? –
–Sí, lo recuerdo también. –
Respondí, ese no era un recuerdo tan agradable para mí, pero para ella, era tan dulce como la miel. Ella me dijo:
–Yo era una niñita tan tonta entonces, y aun así, pensaba “Por supuesto que me mira, es decir, soy hermosa. Quizá si se esfuerza, pueda decirle “hola” pero solo si se lo gana.” Y tú… te esforzabas tanto para atraer mi atención… y yo me sentía bien. Por supuesto que todo lo que pensaba era “Que sea un poco más…” porque, admito que, nunca iba a ser suficiente. –
Explicó Akane. Yo tuve que reírme.
–Eres una creída. –
Le reclamé.
–Sí… lo soy. –
Dijo. Se hizo el silencio de nuevo.
–¿Te acuerdas cuando despertarse en mi casa? El día en que estaba viendo tu teléfono… –
–Lo recuerdo. Lo primero que me dijiste fue que no me acercara… –
Reclamé, pero ella solo se rio levemente.
–¡Me ofendí muchísimo!¿Por qué no estabas rogando por mi atención? –
Me reclamó ella.
–Bueno… es que no querías hacerme caso… –
Respondí.
–¿Sabías? En aquellos días, yo pensaba en un montón de requisitos que no eran importantes en absoluto. Pensé que para querer a alguien tenía que ser un príncipe, que se llevara bien con mi padre, que tuviera mucho dinero y una profesión… que mi sonrisa le bastara, sin que me pidiera nada pervertido, que siempre se acordara de nuestro aniversario, que viviera para hacerme cumplidos, y que siempre fuera yo lo único en su vida, y que nunca, nunca me lastimara… –
Dijo ella, como si le diera vergüenza recordar.
–Tenías estándares altos… –
–Siendo sincera, admito que pensé en algún momento que tú serías esa persona… algún día… que en realidad no esperaba que llegara nunca. –
Explicó Akane.
–Y luego apareciste en mi casa, y de un día para otro, todo mi mundo estaba de cabeza. Me di cuenta de que estabas siendo feliz por otro lado… ¡Sin mí! –
–Y no pudiste sufrir algo así… –
–Luego llegué aquí, y lo que pensé fue “Mi vida está arruinada, mi sueño esta arruinado. No me quiere, no le importo, me va a tratar mal” y bueno… no podía regresar a casa. Y me tomaste entre tus brazos, me cuidaste y me protegiste, y… –
Akane volteó a mirarme por un momento, luego la ayudé a subir bien a la cama, porque estaba todavía con los pies en el suelo. Subió y nos tomamos de la mano.
Akane suspiró. Algo me decía que ella había pensado muy seriamente en todas estas cosas. Quizá debí pensar un poco antes de solo venir a dormir.
-Incluso pensé que eras raro, es decir, no habían pasado dos días, y tú ya actuabas como si tenerme allí fuera lo más normal del mundo. Como si no fuera una carga en absoluto. Yo me sentía tan nerviosa, tan fuera de lugar. Y tú cambiaste de vida como si nada. Eres increíble… –
–No es nada increíble… –
Respondí, ella negó con la cabeza.
–Lo es… y… bueno, ahora has vuelto a hacerlo. Cambiar de vida, quiero decir. –
Explicó Akane. Yo bajé la cabeza, ella se puso delante de mí, con lágrimas en los ojos.
–Estoy nerviosa como antes. Para mí es difícil solo cambiar así nada más. Estoy confundida, insegura, asustada. Pero necesito que entiendas, que eso no significa que dejé de amarte. –
Finalmente, Akane confesó:
–No eres un pésimo esposo… si algo de lo que hice te hizo pensar que lo estaba diciendo de verdad, olvídalo. Quería impresionar mi padre, me dio miedo que pensara que soy una mujer tonta y que por ello estaban esas chicas aquí… pero olvidé que a la persona que tenía que impresionar no era mi padre. Como sea, no es verdad. Yo todavía pienso que eres el mejor. –
Explicó.
–Akane, lo primero que quiero que sepas es que no estaba pensando en ello de esa forma. Tú estás viéndolo como algo demasiado grave. –
Expliqué.
–Sinceramente, tal vez estoy malinterpretándolo, pero simplemente asumí que estabas nerviosa, y cansada. No pienso que sea algo de qué preocuparse. –
Expliqué.
–Por eso te lo estoy diciendo ahora. Tonto. Antes de que sea algo de qué preocuparse. Hatami-chan se encargó de recordarme eso. –
–¿Pelearon? –
–Me regañó. Dijo que estaba mirando el día de los panqueques… y que estaba siendo mala contigo… –
Explicó. Luego me miró a los ojos, y me sonrió.
–Perdón por cómo me porté… Me siento rara y estoy asustada… pero no importa realmente lo que pase, quiero ser tu esposa. Me gusta ser tu esposa, soy feliz así. Y no importa si me haces llorar a veces, o si te llevas mal con mi padre, o si no soy lo único… porque no quiero ninguna de las cosas que quería, eran tonterías. Hay muchas cosas que son más importantes. Quiero que mi esposo sea alguien especial, que me cumpla mis caprichos, que perdone mis errores, que me acepte, incluso mi lado sucio, o mi lado malo… que se dé tiempo de conocerme, que esté allí si necesito de él, que sea confiable, que aprecie lo que hago por él. Que me haga feliz, que ponga atención en las cosas que me gustan, especialmente esas que no se dicen, que sea paciente conmigo, que no se enoje por mi falta de experiencia, que me dé atención, y que me cuide y que me ame… –
Y me dio un beso en los labios.
–Eso es un marido de verdad. Eso es lo que hace a un hombre bueno. Lo demás son tonterías. Y… tú siempre has sido todas esas cosas. –
–Es un poco vergonzoso que lo digas así… sobre todo porque sigo pensando que tienes razón, eres una esposa modelo. Eres simplemente lo mejor, en todos los aspectos. –
Comenté. Akane se rio levemente. Akane asintió.
–Eso es porque me educaron muy cuidadosamente, te habrás dado cuenta luego de escucharme gritar. –
Comentó Akane, sonriendo con complicidad sexual. Sus pijamas todavía estaban abajo.
–No solo te escuché yo de todos modos. –
Respondí, sonriendo. Yo sabía que esto tenía que ser así. Akane suspiró,
–Sé que ellas se sienten inseguras ahora, pero ya comenzaron a competir por tu atención… antes que eso, quiero ser tu esposa. Quiero mi lugar. Admito que por eso hice esto. Es decir, sí quería pero… había una razón. Tú aún ¿Me ves como tu esposa? –
Preguntó Akane. Se subió arriba de mí.
–Claro que sí. –
Respondí. ¿Es que había algo diferente que responder en esta situación? Akane se recargó sobre mí luego de eso. No supe cuando me quedé dormido.