Haru No Yurei - Volumen 3: 22. Enseñar con el ejemplo
La conversación entre Habara y su tío siguió más o menos de la misma forma durante un rato. Al final el hombre aceptó, no sin antes dirigirme una mirada de odio.
–Muy bien… que así sea… Toshikane–san… quedas contratado. –
Admitió, sentándose de nuevo, y suspiró. Yo no estaba seguro de que decir, así que hice una profunda reverencia.
–Muchas gracias, estaré contando con su apoyo. –
Fue lo que dije. El señor suspiró e hizo un movimiento con la mano.
–De todos modos, alguien tenía que cubrir ese puesto. Estarás aquí mañana, tu horario es de las diez de la mañana a las nueve de la noche. –
Habara intervino.
–A las siete. –
.El hombre miró a Habara y se corrigió.
–A las siete… ¿Algo más que pueda hacer para complacerte? –
Preguntó el hombre a Habara, yo le hice una seña a ella para que dejara de pedir imposibles antes de que esto se saliera de control. El señor me miró.
–Dime algo chico… también te… “convenció” de venir ¿verdad? –
Preguntó él, mirándome con vergüenza.
–Bueno… no es que yo esperase un puesto que requiriese hablar con usted directamente y… –
Me puse muy nervioso.
–La verdad es que no siento que esté capacitado y, yo solo he hecho pan toda mi vida… –
Dije todo eso como si fuera una sola palabra, el hombre suspiró y se llevó una mano a la frente con lástima.
–Muy bien, muy bien, le encontrarás el modo, solo tienes que acostumbrarte. –
Me dijo. Y tomó uno de sus folders. Creo que tenía mis papeles allí.
–Muy bien, está hecho ahora, quedas aprobado… felicitaciones… creo. –
Cambió de odiarme a sentir lástima por mí de modo repentino.
–Eres muy amable, tío… –
Dijo Habara, dándose la vuelta. Me tomó del brazo y me sacó de allí casi a rastras.
–Creo que te excediste con eso… –
Comenté una vez que estuvimos de nuevo en el elevador.
–No sientas lástima por él. Es una de las peores personas que conozco. Mi tía es una mujer tan dulce y amable que no lo creerías, y aun así… –
Ella apretó los puños.
–Pero no puedo decírselo en serio. Puede que le dé un infarto si se entera. –
Dijo, y suspiró, batiendo la cabeza. Luego me miró feo.
–Los hombres son horribles. –
Espetó, enfadada.
–También hay algunas mujeres horribles… –
Comenté, pero ella no prestó atención a eso. Después de eso no hablamos más… continuamos en el elevador hasta que llegamos a la planta baja.
–Bien, ya escuchaste todo. Tienes que estar aquí mañana… –
Dijo ella cuando bajamos.
–Aún quiero agradecerte. –
Dijo.
Fuera como fuera, ella me había hecho un inmenso favor el día de hoy. Sus métodos no me incumben en absoluto. Habara me miró por unos momentos y comenzó a jugar con su cabello.
–Puedes… bien… ¿Hablarle de mí? Y también… Dile que… se veía linda. –
Respondió Mizumi, tratando de no mirarme. Cualquiera que la hubiera visto en ese momento habría pensado que estaba coqueteando conmigo.
Dijo ella.
–De acuerdo. –
De cualquier manera, era muy obvio que estábamos hablando de Akane aquí.
Lo primero que hice cuando salí del edificio fue tomar el teléfono. Tengo algo de tiempo libre ahora y quería ver a Mizore. Siendo más sinceros, quería saber qué había pasado con toda aquella idea de que quería vivir conmigo. No lo sé, no es que estuviera pidiendo más problemas, es solo que todo esto se sentía incompleto ahora.
“El número con el que usted intenta comunicarse está desactivado… por favor…”
Etcétera. Esa chica seguro que lo perdió de nuevo.
Ni qué hacerle, me dirigí a su casa. Puede que me sintiera mucho más seguro conmigo mismo ahora que tenía un empleo asegurado, eso también es cierto. Fui hasta los edificios donde ella vivía y toqué el timbre de su casa. Nadie respondió.
Aquello sí era extraño, iba a tocar una segunda vez cuando vi a la señora Hanagima llegar con bolsas.
–Ah, lo siento… no sabía que vendrías, estaba de compras y… –
Saludó la señora, alcance a notar un leve rastro de rencor en su voz, pero desapareció inmediatamente. Yo hice una reverencia.
–Perdone señora Hanagima. La verdad es que vine porque Mizore no contesta el teléfono. No es que pretenda interrumpir nada. –
Expliqué.
–Ah, yo sabía que esto iba a pasar. –
Dijo la señora. Amable, pero… como he dicho, uno alcanzaba a notar alguna especie de coraje en ella. Espero que no estuviera enfadada por haberme tardado tanto o algo así. Aunque siendo honestos, no hubieran pasado más de diez días, cuando mucho.
Tomé una de las bolsas mientras ella me sonreía y buscaba sus llaves.
–Ven, entra… imagino que te debe una explicación. –
Explicó la señora. Entramos y yo seguí a la señora a través del pasillo, cargando un par de bolsas. Pude notar que ella estaba complacida por eso, aunque su semblante fuera… duro.
–¿Pasó algo malo? –
Pregunté, temiendo lo peor.
–Sí… Pero nada que yo deba decirte… –
Respondió ella.
–.Por favor, señora Hanagima, comienzo a asustarme. –
Expliqué, suplicando.
–Pues arruinó sus vacaciones, eso pasó. –
Dijo, haciendo un desplante. Al menos creo que ella estaba enfadada con Mizore y no conmigo.
–Rayos… si era muy malo. –
Dije. No era tan malo, creo que eso me dio una idea de lo que estaba pasando. Pero quería estar de acuerdo con la señora, no puedo contradecirla en algo así.
Entramos a la casa. Pude ver la sonrisa en el rostro de Mizore cuando me vio, aunque se apagó segundos después porque su madre volteó a verla.
–Bien, aquí está él… ¿Por qué no le explicas que eres una niña estúpida? –
Dijo la señora y llevó la bolsa con compras a la cocina, luego regresó por las otras dos. Mizore dejó el mechudo en su lugar y se acercó.
–Hola… –
Dijo ella, e iba a besarme cuando su madre salió de no sé dónde y le pegó en la frente.
–Nada de eso. Estás castigada. Sírvele de comer. –
Ordenó la señora.
–¿Qué pasó? –
Pregunté mientras la señora se daba la vuelta. Mizore suspiró.
–Pues… quedé en clases de recuperación. –
Explicó Mizore en voz baja.
–Mis notas no fueron necesariamente buenas. Mi madre me quitó el teléfono y he estado castigada desde que terminaron mis clases. –
Explicó. Sus clases terminaron un día después que las mías. Eso lo sabía.
–No es mi culpa si quiere dejarte. Una chica que no puede hacerse cargo de la escuela no puede hacerse cargo de nada. –
Dijo la señora. El pequeño Itto se acercó corriendo a su madre.
–Okaa–san… Okaa–san… –
Exclamó él, llevaba puesta su mochila.
–Ah, es cierto, dijiste que jugarías con Maru–chan ¿verdad? ¿Estás listo? –
Preguntó la señora, cambiando su semblante.
–Maru–chan es la novia de Itto. –
Dijo Mizore en voz baja.
–¿Novia? –
Pregunté, contrariado.
–Pues eso dicen ellos… son muy graciosos. –
Respondió Mizore con una risita.
La señora vino hacia nosotros.
–Voy a dejarlos un momento. Tú atiéndele, y deja que se vaya. Ya vio que estás bien, ya vio que eres estúpida. Es todo lo que tiene que saber ahora. –
Se volvió a mí después.
–Por favor, te lo pido. Nada de cosas pervertidas por ahora. ¿Puedes hacerme ese favor? –
Preguntó ella. Es que, su hija estaba castigada.
–Sí, señora. –
Respondí. Tampoco es que hubiera venido solo a hacerlo con Mizore. La señora se dio la vuelta, haciendo un desplante, y salió de la casa.
–Volverá en un momento. –
Dijo Mizore, sentándose a mi lado. Se veía diferente para mí, pero no podría decir en qué.
–Pon los platos, si tu madre ve la mesa vacía… –
–Oh, por favor… está exagerando… –
Se quejó Mizore.
–¿Cómo voy a llevarte conmigo ahora? –
Pregunté, estaba un poco molesto a decir verdad. Es decir, no, no era tan malo, pero sí era malo. Mizore me miró fijamente.
–¿Estabas pensándolo? –
Preguntó ella, un poco sorprendida.
–¿Qué? Claro que sí. No he parado de pensarlo. –
Como si le hubiera dicho algo genial, ella alzó los brazos y comenzó a celebrar.
–Waay, Waay. –
Me puse de pie. Ella saltaba una y otra vez como si estuviéramos en la mejor de las situaciones.
–¿Entiendes la situación en la que estamos? –
Pregunté, enojado.
–Sí… –
Dijo ella y, sin dar tiempo de nada, me besó en los labios. Me separé de ella como pude. Me acababan de decir que no lo hiciera. No quería que ahora ni siquiera me dejaran entrar a la casa, que era lo que iba a terminar pasando si la señora nos encontraba acaramelados o algo.
–No hagas eso… –
Respondí. Mizore sonreía abiertamente.
–No me importa nada. Acaban de decirme que si… –
Respondió ella, ignorando mi coraje. Si bueno, en realidad no es como que no entendiera lo que pasaba por su cabeza. Fue como si por un momento, todo lo que hubiera entre ella y yo se evaporara. Podía alcanzarla con las manos si quería, ella debería sentirse igual.
Batí la cabeza. No sé qué fue, tal vez que no la había tenido para mí en mucho tiempo, tal vez su sonrisa o esa felicidad culposa que salía de ella cuando sonreía. Batí la cabeza porque de otro modo me habría lanzado sobre ella, y Mizore lo sabía.
–¿Qué vamos a hacer? –
Pregunté. Tratando de devolverla a la realidad.
–Nada… esperar a que mi madre se contente, por supuesto… –
Respondió ella. Mizore puso un plato de col salteada en la mesa. También uno de arroz blanco y uno con pescado.
–¿Hace cuánto que está así? –
Pregunté, ella me miró y encogió de hombros.
–Estaba de buen humor antes de que llegaras, no sé qué ocurrió. Es decir, si estoy castigada pero… Antes de que llegaras incluso me estaba enseñando algunas trucos y cosas de la cocina. –
Aseguró Mizore. Luego me miró y se llevó la mano a la boca.
–¿Qué? –
Pregunté, ella me miraba acusadoramente.
–Oh, tú eres suficientemente inteligente… –
Respondió Mizore, dándose la vuelta y asegurándose de exhibir su trasero mientras caminaba de vuelta a la cocina. Es decir, llevaba una especie de falda–short de mezclilla que se le veía bien. Yo suspiré.
Siendo sinceros tenía ganas de darle una nalgada, pero me contuve.
La señora Hanagima volvió después de eso.
–Muy bien, ya le serviste, sigue limpiando. –
Dijo la señora. Y se sentó en el sofá de enfrente. Se llevó la palma a la cabeza.
–Perdona a la hija tan irresponsable que tengo. –
Dijo ella, batiendo la cabeza con pena. Yo suspiré.
–Puede que su bajas notas hayan sido culpa mía en parte, señora Hanagima. –
Ella batió la cabeza.
–Lo único que ha salido de ella son decepciones. –
Yo suspiré.
Continúe comiendo mientras Mizore limpiaba. La señora solamente me miraba. Tosió después de unos momentos para tomar mi atención.
–Algo escuché de que… estabas siendo serio con ella. –
Comentó la señora. Al parecer no sabía cómo abordar el tema.
–Si bueno… –
–Comprendo si quieres darle la espalda ahora. No se merece más. –
Mizore volteo a ver a su madre.
–No es que quiera darle la espalda, pero si usted se opone yo aceptaré su juicio. –
Respondí. Es decir, era una gran decisión la que se estaba tomando aquí.
–Aprecio tus intenciones, pero aun es una chica escolar, que como puedes ver, no se esfuerza demasiado. –
Señaló la señora, y volteó a ver a Mizore.
–¿Me equivoco? –
Preguntó ella. Mizore negó con la cabeza.
–Lo siento, Okaa–san. –
Se disculpó, y continuó limpiando.
–Bien, como puedes ver, mis palabras son definitivas. Iré arriba un momento, si me disculpas… –
Dijo, poniéndose de pie. No comprendí en ese momento qué era lo que estaba pasando. Mizore se acercó a su madre y tomó su mano.
–Okaa–san, por favor, esto no es como… –
La señora se soltó de Mizore.
–¿Lo ves? Tengo razón… ya está haciendo una pataleta. –
Dijo la señora. Yo me llevé la palma a la cabeza. Después de eso, la señora Hanagima se fue de allí, y al parecer, se encerró en su cuarto. Yo suspiré pero Mizore aun sonreía.
–¿De qué te ríes? –
Pregunté, un poco enfadado.
–Ella quiere que tú seas quien ruegue por ello… –
Afirmó Mizore, ladeando su cabeza.
–No voy a hacer eso… –
Repliqué.
–Mi madre preguntó por ti antes. –
Aseguró Mizore.
–Eso no es cierto. –
Respondí.
–¿Quieres que te deje a solas con ella? –
Preguntó Mizore, sonriendo malévolamente.
–No… es decir si pero… –
A Mizore le gustaba molestarme con esas cosas por lo que veía, pero sinceramente, yo todavía pensaba que tenía que haber un significado más profundo que el solo hecho de que su madre quisiera tener algo conmigo justo ahora.
–No engañas a nadie… mujeriego… –
Respondió Mizore. Me puse de pie y me acerqué a Mizore, ella retrocedió.
–¿Qué? –
Preguntó ella.
–Creciste… –
Respondí, lo primero que hizo fue mirar sus pechos.
–No es cierto… –
Aseguró Mizore.
–No hablo de tu cuerpo… –
Respondí. No sé… era diferente, yo la veía diferente, es todo lo que puedo decir.
–Entonces… –
Y me miró… se quedó callada por un momento y retrocedió un paso. Avancé un paso hacia ella y ella puso la vara del mechudo entre ella y yo.
–A mí no… a mi madre… –
Dijo en voz baja.
¿Por qué no ambas? Me preguntaba en ese momento. Es decir, por algo nos habían dejado solos ¿No? Era solo lo normal.
–A mí no… –
Dijo Mizore.
Esta vez fui yo quien la besó, ella soltó lo que estaba haciendo y me echó los brazos al cuello.
–Creí que no volverías… creí que no volverías… –
Comenzó a decir Mizore. Así que por eso estaba tan feliz.
–Lo siento… me tardé mucho… –
Le dije, tomándola de los hombros.
–Le dije a mi madre lo que pasó… ella dijo que… tú no volverías, dijo que estaba presionando demasiado y… y… yo… –
Comenzó a llorar mientras se limpiaba las lágrimas con desesperación. Me abrazó después de eso, y comenzó a llorar.
–Conté los días… te esperaba… eres malo… me hiciste esperar demasiado. –
Se quejó ella.
–Ya está bien. Tuve muchos asuntos que resolver. Pasaron cosas. –
Expliqué, acariciando su cabello.
–Sé que hay más ahora… tu esposa me lo contó… –
Explicó ella, calmándose un poco, y limpiando sus lágrimas.
–Mi madre ya ha aceptado lo que quieres, pero tiene que fingir que no… yo también iba a fingir que lo había olvidado… pero tú eres solo demasiado directo. No podemos casarnos aún, de todos modos. –
Explicó Mizore. Si, bien, ni ella ni yo estábamos en condiciones. Pero si podíamos comenzar con llevarla a mi casa un tiempo, bueno, eso estaba bien para mí. Puede que sus padres esperasen que en ese tiempo ella quedara encinta.
–Con tenerte a mi lado basta por ahora, si tú quieres. –
Expliqué.
–Eres un mujeriego, mentiroso, manipulador, sádico hasta un nivel que no alcanzo a imaginar… ¡Sí quiero! –
Respondió Mizore, era difícil admitir la cantidad de ilusión que había en su mirada. Era la misma mirada que me dirigió cuando le dije que no me importaba que ella tuviera sus propios gustos al respecto, y que no la iba a dejar.
–Pero no puedes. –
Dijo la voz de la señora Hanagima detrás de mí. Mizore suspiró y se dio la vuelta.
–Perdón… Okaa–san. Yo… estaba limpiando… perdón… –
Mizore volvió a su “limpieza” mientras tomaba el mechudo. Me di cuenta porque ella no se había movido del mismo sitio en todo este tiempo. Yo me volví a la señora Hanagima, quien estaba cruzada de brazos.
–Creo que les dije que nada de cosas pervertidas. Te permití entrar porque eres el novio de mi hija, es todo. Yo todavía no sé de qué estás hablando. –
Dijo ella, y se dio la vuelta.
–Quiero que me dé a Mizore. –
Respondí.
–Pero ya has visto que es una tonta… –
Respondió la señora. En ese momento, entendí lo que ella quería escuchar. Se lo dije.
–Yo la quiero así. –
Respondí.
–Ni siquiera sabe limpiar, o cocinar… –
Replicó la señora, encogiendo de hombros.
–Puede aprender… –
Repliqué. Tenía la impresión de que esto no se trataba de lo que yo le dijera a la señora. Se trataba de lo que Mizore pensara de ello. Volteé a verla, ella me miraba fijamente. La señora continuó arrojando defectos.
–Tampoco es como que sea muy buena complaciéndote… –
Dijo la señora. Yo sonreí.
–Eso también puede aprenderlo… –
Le dije. La señora parecía haberse quedado sin alternativas.
–Pues estuvo conversando mucho con uno de los vecinos… –
Aseguró la señora, encogiendo de hombros.
–¡Okaa–san! –
La señora estaba vengándose de lo que pasó la última vez.
–Pues… hablaron mucho… y era tarde. ¿Te parece que eso es un comportamiento digno de alguien que espera casarse? –
Insistió la señora.
–Pues… también tendré que enseñarle, a no hablar con otros hombres. –
Respondí.
La señora giró la cara para mirarme, estaba ruborizada. Sonrió y luego bajó la mirada al suelo.
–Y… a no mirarlos a la cara… –
Añadió la señora. Yo asentí. Tengo la impresión de que ella había pasado por algo parecido con su marido y ahora pretendía que Mizore y yo repitiéramos el ritual. Puede ser.
A veces los padres tienen fijaciones extrañas por esta clase de cosas.
–Te juro que no pasó nada… solo hablamos… es todo… –
Respondió Mizore. Su madre pareció enfadarse.
–No le mientas. Estabas conversando con otro hombre… eso está mal. –
Se volvió hacia mí luego y se acercó corriendo. Se paró detrás de mí y puso su mano en mi hombro.
–Estaba con otro… sonreía y le hablaba como si se conocieran… –
Dijo ella, empujándome.
–No puedes dejarla sola… –
Ah… ahí está el meollo del asunto. La señora estaba reclamándome por no haberme aparecido durante ese tiempo. Quería que yo tuviera miedo de que Mizore fuera infiel, porque entonces estaría más al pendiente.
Me acerqué a Mizore y sonreí. Ella comprendió al vuelo, pero retrocedió.
–No es como lo estás pensando. –
–Eres una puta igual que tu madre. –
Le dije. Mizore miró a su madre, luego me miró a mí, yo no pude ver a la señora, pero me habría gustado. Ella protestó inmediatamente.
–No es verdad. Yo he sido buena. No hablo con otros hombres… –
Mizore también protestó.
–No lo soy… no pasó nada… lo juro… –
Le di una bofetada a Mizore muy leve.
–¿Me contradices? –
Pregunté, ella bajó la cara.
–No… no es eso pero… –
–Nada… –
Respondí, interrumpiéndola. Mizore reunió coraje para decir lo que ella quería decir.
–Es tu culpa. Me dejaste sola. –
Se quejó. Su madre hizo segunda.
–No puede estar sin supervisión, abrirá las piernas con cualquiera. –
Aseguró la señora.
–Yo no quería estar sola… es tu culpa… –
Se quejó Mizore, yo la abracé.
–Lo siento Mizore… no volveré a dejarte sola… fue mi error… –
Le dije. Ni la señora ni Mizore se esperaban eso. Creo que la intención de la señora es que castigara a su hija, y… iba a hacerlo, pero aprendí algo la última vez que algo así paso. Si espero, luego no hay forma de decir estas cosas. Si me voy con la idea del juego de castigo, no puedo pedir perdón.
Su padre me advirtió sobre eso.
–Perdón… si hablé con Takeru–kun… pero solo eso… lo juro… no es que quisiera ser infiel ni nada. Solo… salió. –
Respondió ella.
–Puedes quedártela… Toshikane–san. Al menos hasta que su padre regrese de su viaje. Yo iré a mi cuarto…–
Dijo la señora, se limpió las lágrimas con un pañuelo. Hay que ver a que ella le parecía lindo.
Se dio la vuelta después de eso. Solté a Mizore.
–Un momento… ¿Por qué iba a conformarme con ella justo ahora? –
Pregunté. Mizore sonrió ampliamente. Es que ella estaba esperando esto. Con lo que dijo la señora bastó para entender que ella estaba aceptando.
–¿Eh? Pero… –
Me acerqué a ella y le abracé por la cintura, desde atrás, pasé mi mano por su estómago, subiendo hasta tocar sus pechos por encima del vestido.
–Creo que… quiero el “plato grande” primero. –
Le dije. Ese fue el modo en que su marido se refirió a ella cuando me la ofreció.
–Soy… una mujer casada… –
Se quejó ella resistiéndose un poco. Yo me aferré a ella con fuerza.
–Qué raro… porque hablas con otros hombres ¿No es verdad? Los miras a la cara… ¿Qué diría tu marido si supiera que metes hombres jóvenes a tu casa? –
Pregunté, acariciando sus pechos con fuerza.
–Yo… lo hice porque eres el novio de mi hija… es todo… –
Se quejó ella.
–Eres una hipócrita, Tatami. –
Respondí, besando su cuello, ella dejó de resistirse.
–¿Ta…Tatami? Pero… pero… –
Comenzó a decir sin sentidos mientras ponía sus manos en el sofá. Mizore se acercó a nosotros, pero no dijo nada.
–Te diré la verdad… extrañaba tu piel… –
Le susurré al oído, su trasero dio un respingo.
–No… tu no viniste a esto… ya tienes a Mizore…suéltame… por favor… –
Protestó ella.
–Si no te dejas hacer esto, le diré a tu marido que eres una puta que se me ofreció… ya verás la de azotes que te da… –
Advertí.
–No… por favor… lo que sea menos… eso… mi amo no… –
Ya estaba excitada, lo sé porque estaba llamándolo “amo”… Comencé a acariciar su trasero obscenamente.
–Tu amo dijo que estaba bien… dijo que podía hacértelo las veces que yo quiera… le diremos a tu amo lo bien que lo has pasado… ya lo verás. –
Le dije, no estaba siendo nada discreto, estaba revolviendo su ropa, acariciando su trasero y su espalda con obscenidad.
–No… por favor no… Otagane–sama… haré lo que sea… lo que sea, lo prometo, pero evite que mi amo se enteré… me va a pegar… usará su horrible juguete conmigo… –
Suplicó Tatami.
–Nadie va a lastimarte por esto, lo prometo. –
Le dije, besando la parte de tras de su cuello y su espalda. Tatami comenzó a chillar como un perrito asustado
–Qué manipuladora… –
Se quejó Mizore.
–Mizore por favor… –
Se quejó la señora.
–Tú le contaste lo de Takeru… y ni siquiera estaba coqueteando con él… –
Comencé a tocar con fuerza el trasero de la señora. Mizore trataba de llamar mi atención, comenzó a darme besos en la mejilla.
–Espera allí… –
Le dije a Mizore, ella dio un paso atrás y bajó la cabeza, aun así, pude notar que una de sus manos tocaba el botón de su falda.
Levanté el vestido de la señora Hanagima para revelar unas pantis blancas con encajes. Tengo que admitir que eran muy invitantes, más con el temblor de su cuerpo. Tatami ya no se resistió, arqueó su espalda un poco.
–Pero qué recatada… Tatami… –
–Es… la ropa que mi amo compra para mí… él no me dejaría usar nada sucio… –
Explicó ella, tallé mi rostro contra su trasero. Se notaba que Mizore se moría de envidia, la miré y sonreí. Ella me devolvió la mirada con lágrimas en los ojos.
–Bueno, es un hecho que le eres infiel a tu marido. Dejas que otro vea la ropa interior que tu marido escogió para ti. –
Ella se quedó callada por la vergüenza. Tomé una de sus piernas y la levanté. Ésta se levantó como si nada, sin ningún trabajo. La puse sobre mi hombro.
Tatami era increíblemente elástica.
Incluso Mizore abrió los ojos todo lo que pudo.
–Asombroso… –
Comentó ella cuando vio la facilidad con la que Tatami puso su pierna sobre mi hombro.
–Cállate… –
Se quejó su madre, temblando. Sus pantis ahora completamente expuestas estaban muy mojadas. Toqué la mancha con mi mano y ésta comenzó a hacerse más y más grande.
–Ya estás manchando la ropa… qué sucia eres… –
Insistí, ella dio un respingo y trató de liberarse, yo la atraje hacia mí con más fuerza.
–Por favor… Otagane-sama… Otagane-sama… –
Tatami incluso fue más allá, exponiendo su pelvis (si es que eso se podía a estas alturas) y buscando mi pene con ella.
Un pequeño “Ohh” escapó de ella mientras quitaba su ropa interior apenas lo suficiente para que uno de mis dedos entrara en ella. Comencé a estimularla, pude ver como sus brazos perdían fuerza mientras ella se aferraba al sillón.
–Otagane-sama… esto es… yo no… –
–No hace falta mentir, Tatami-chan. Tu cuerpo estaba pidiendo esto. ¿No es cierto? Por eso te alegraste cuando me viste llegar. –
–Me alegré por mi hija… es todo… ella está loca por ti… –
Afirmó ella, su vagina hacía sonidos sucios cuando la estimulaba.
–¿Y tú? –
Pregunté, haciéndole ver que no estábamos hablando de Mizore aquí. Ella negó con la cabeza.
–Soy casada… –
Respondió ella, negando con la cabeza.
–Pero aun así esto te gusta. –
Repliqué, me incliné luego sobre ella para alcanzar uno de sus pechos, eso hizo que cambiara los puntos que estaba estimulando un poco. Ella ahogó un grito.
–Tú ya tienes a Mizore… es solo que… que un jovencito tan apuesto… se fije en mí… que me mire con deseo… me incendia… –
Explicó ella. Dejé de estimularla por unos momentos, mientras bajaba el cierre de mi pantalón, la señora miró a Mizore como esperando que ella lo evitara, pero se olvidó de que a Mizore le gusta ver… es decir, por eso la castigué en primer lugar.
En ese aspecto Mizore y Akane se parecen un poco. Ahora que lo pensaba, puede que eso haya despertado la simpatía de la una por la otra.
–Vendré por ti de nuevo… la pasaremos bien… Tatami… –
Dije, comenzando a meter mi pene, sus paredes se estrecharon para recibirme mientras ella soltaba un suspiro, muy sexy, tengo que decirlo. Mizore miraba con expectación.
–Mizore… por favor… date la vuelta… –
Gimoteó la señora. Por supuesto que, Mizore no hizo caso alguno mientras yo sostenía el más bien delicado cuerpo de la señora y comenzaba a empujar. Ella comenzó a gemir. Admito que extrañaba esta sensación.
Empujé suavemente mientras los gemidos de la señora se mezclaban con el sonido de sus paredes y con el chirrido del sillón.
–¿Se siente bien? –
Preguntó Mizore.
–Sí… se siente bien… –
Respondió la señora. Mizore puso sus manos en mi hombro y acercó su cara.
–Otagane-sama… por favor… no se detenga. –
Suplicó Tatami, por supuesto que no podía detenerme, estaba casi a merced de las extrañas ondulaciones que enviaban pulsos eléctricos a través de mí. Lo he dicho antes y lo repito, la madre de Mizore era excepcional.
–Y así te las das de buena mujer… eres una puta, Tatami. –
Le dije. Ella asintió.
–Sí… soy una puta… una puta que fantasea con un chico joven. –
–Eso está mejor… es más fácil si… eres sincera ¿No lo crees? –
Pregunté, empujando lo más profundo que podía.
–Sí… es cierto… es cierto… –
Respondió ella, estaba bastante más excitada que la vez anterior, puede que se estuviera acostumbrando a esto.
Volteé a ver a Mizore, quien ya no estaba siendo nada discreta para tocarse. Tenía ambas manos metidas entre sus piernas y se contorneaba mientras nos miraba.
–Y tú… una pervertida que le gusta ver como se lo hacen a su madre… –
Tatami volteó a verla, pero ya no estaba en condiciones de reclamar nada.
–Sí… Onii-san… hazlo más… embaraza a Okaa–san. –
Sonaba increíblemente sucio si tomabas en cuenta ambos nombres, pero no dije nada al respecto. Solo extendí mi mano, y quité las manos de Mizore de su entrepierna, comencé a estimularla yo, por encima de la ropa. Ella se acercó un par de pasos, seguí tocándola.
–Eso haré… –
Dije, aumentando la fuerza de mis empujes.
–Por favor… Otagane–sama… llene mi interior… ponga su semilla dentro de mi… –
No pude evitarlo después de eso. Las paredes de Tatami estaban exprimiéndome y no pude controlarme mucho. Arrojé mi semen dentro de ella. Saqué mi pene después, quizá preguntándome como es que me sentí así. Fue extraño como ella me hizo venirme incluso más fácil que la última vez.
–Gracias… haré buen uso de su semilla… –
Dijo Tatami. Esas palabras empezaban a asustarme, Mizore miraba todo eso con la respiración acelerada, las pantis de la señora comenzaron a escurrir el semen que yo había puesto dentro de ella.
–¿Lo viste? Así es como se hace… –
Preguntó la señora, respiraba con dificultad.
Mizore asintió con la cabeza.
–Incluso una mujer arruinada como yo… puede hacerlo bien si sabe lo que hace… abre las piernas cuando él diga que las abras… ¿entendido? –
La señora apenas podía recuperar el aliento, pero estaba dándole consejos a su hija. Mizore asintió.
–En esos momentos…Eres lo que él quiere que seas… si dice que eres una puta, lo eres… y dale una linda ropa interior para que la ensucie, agradécele después por ello… eso les encanta. –
–Si… Okaa–san… –
Respondió Mizore, su madre se acomodó el vestido, y el cabello.
–No pierdas, hija mía… –
Le dijo y sin siquiera voltear a verme, subió las escaleras.
¿Por qué me siento usado de nuevo? No lo sé.
Me incorporé, ya con la respiración normalizada, Mizore sonreía.
–Puedes explicarme ¿Qué ocurrió? –
Pregunté, ella se dio la vuelta.
–Le dije a mi madre que tienes mujeres en casa… y que si no hago nada… pues perderé… –
Explicó Mizore.
–¿Y exactamente qué significa perder? –
Pregunté. No es como que quisiera dejar a Mizore a estas alturas. Ella encogió de hombros.
–No sé… tal vez… debería hablarlo con Takeru–kun… –
Respondió ella. Eso me hizo enfadar… a medias. Me refiero a que tanto ella como su madre pusieron mucho énfasis en que yo debería estar celoso, aunque estaba seguro de que, si realmente fuera algo de qué preocuparse, no me lo habrían dicho. Fui hasta Mizore y la tomé por el cabello.
–Ahh… duele… –
Se quejó Mizore, poniendo sus manos sobre la mía.
–¿Exactamente qué quiere decir eso? Mizore… –
–Nada…. no quiere decir nada… –
Respondió Mizore. Quité sus manos de la mía con fuerza, ella alzó las manos indefensa.
–Es que quieres que me moleste contigo ¿Es eso? –
Pregunté, halando su cabello hacia abajo.
–No… no… perdón… –
–Ya me disculpé por lo que hice… ¿No te basta? ¿Qué tan engreída puedes llegar a ser? –
Pregunté, ella comenzó a llorar.
–No… lo siento… me dejé llevar… –
–No puedo comprenderte si no lo dices correctamente. –
Respondí, moviendo su cabeza de un lado a otro, Mizore dejó de resistirse por completo.
–Por favor… perdóname… no fue mi intención ofenderte. –
La arrojé con fuerza contra el sillón, Mizore me devolvió la mirada con lágrimas en los ojos.
–¿Cuál era tu intención? ¿Puedes decírmelo? –
Pregunté, ella puso sus manos frente a ella.
–Bueno… quiero decir… –
–No necesito tus excusas. Trae la espátula, antes de que me enfade más y traiga el látigo. –
Le ordené. Mizore me miró, palideciendo. Se puso sería un momento.
–El látigo no… –
Rogó, al parecer eso era demasiado para ella. La verdad es que solo estaba asustándola un poco. Por eso me volteé y encogí de hombros…
–Quién sabe… no tengo nada más con qué castigarte… –
Mizore corrió a la cocina y volvió con la espátula en las manos. La extendió.
–¿Y cómo se dice? –
–Por favor… castígame… –
Respondió Mizore.
–¿Por qué? –
Pregunté. Ella bajó la mirada.
–Por ser una perra… –
Respondió en voz baja.
–Más alto… quiero que se escuche. –
Mizore tomó aire y respondió.
–Castígame por ser una perra… –
Espero que su madre le haya escuchado.
–Híncate… –
Ordené. Mizore obedeció, hincándose ahí en donde estaba. Me acerqué a ella y extendí mi mano, luego toqué su mejilla con la espátula.
–Bésala. –
Mizore, un poco avergonzada por esto que nunca habíamos probado, tomó mi mano con las suyas y la besó como le había pedido.
Hasta ahora no sabía si ella estaba disfrutándolo, pero como era castigo, supuse que estaba bien. Le di luego con la espátula en la espalda.
–Duele… –
Se quejó Mizore. Le di un nuevo golpe. Esta vez no dijo nada, solo se quedó callada. Volví a ordenarle que la besara mientras le daba de nuevo. Y de nuevo… y otra vez.
En ese momento, Mizore se detuvo y se abrazó a mis piernas.
–Por favor… no quise hacerlo… no quise ser una perra mala… lo siento… –
Dijo. Acaricié su cara con mi mano y ella restregó su mejilla contra ella, sonriendo.
–Muéstrame el trasero… –
Le ordené, y una vez que ella se dio la vuelta, quité su falda-short con fuerza. Ella colocó sus manos en el mismo sillón que su madre, sonrió mientras me miraba, le di una leve nalgada.
–¿Te burlas de mí? –
Pregunté, Mizore negó con la cabeza, asustada.
–No… no es eso, pero… ah… –
La interrumpí pegándole con la espátula en el trasero. Su ropa interior se interponía, pero aun así sonó bien.
–No es eso… no es eso, lo juro… yo… estaba feliz de que estuvieras aquí ¿Lo ves? Por eso sonreía… no me burlo de ti… –
–¿Estás feliz? –
Pregunté, acariciando su espalda, Mizore volteó a verme.
–Sí… muy feliz… yo… creí que ya no te vería más… de verdad lo creí. –
–Y por eso es que fuiste a menearle la cola a otro… –
Le di de nuevo con la espátula, no estaba siendo demasiado duro, lo admito, no tenía ganas de pegarle. Otra cosa es que ella sí tenía ganas de que le pegara. ¿Qué voy a hacer con esta chica?
–No es verdad… no es verdad… yo soy… una perra ¿O no? Soy… fiel… –
Anunció Mizore desesperadamente, incluso movió el trasero de un lado a otro.
–¿Fiel dices? Eso quiere decir que no has usado esta parte para nada… –
Coloqué la punta de la espátula en su vagina, su ropa interior comenzó a mancharse mientras ella trataba de exponerse un poco más desde donde estaba.
–Por supuesto que no… eso es solo tuyo… lo recordé… –
Aseguró Mizore, yo moví su ropa interior con la espátula. Recordaba un poco a Akane con lo que le dije.
–Ah… no lo sé… me da un poco de asco… –
Ella negó con la cabeza.
–No… no… por favor… úsela… la lavo muy bien todos los días… para cuando mi dueño quiera usarla… está limpia… lo juro… –
Le di de nuevo con la espátula en el trasero. Esta vez bajé sus pantis a la altura de sus rodillas.
–¿Quién hubiera dicho que estás tan desesperada? Te dejo unos días y te vuelves toda una malcriada. –
Le dije y le di de nuevo con la espátula. Mizore asintió.
–Perdón… no quise decirlo así… lo siento… –
Coloqué mi pene en su entrada, ella separó su trasero todo lo que pudo, respirando con dificultad.
–¿Cómo se dice? No me hagas recordártelo por la fuerza. –
Le advertí.
–Por favor… usa la vagina de tu perra sucia. –
Pidió Mizore. No quise hacerla esperar, más que nada porque yo también tenía muchas ganas de ella. Mizore ahogó un grito cuando entré en ella. Yo tuve problemas para no pronunciar ningún sonido también. Es que era deliciosa.
–Voy a ocuparme de saborearte muy bien… –
Le dije, mientras comenzaba a empujar, con fuerza, pero no demasiado rápido porque no quería venirme aún. Ella asintió y se recargó sobre sus codos, exponiendo aún más su trasero. Sus jugos de amor salían de ella escurriendo por sus muslos y goteando sobre su falda.
–Sí… sí… por favor… –
Le di con la espátula en el trasero mientras empujaba, Mizore alzó la cabeza por el dolor repentino, pero no se quejó.
–¿Por qué no estás agradeciendo? –
Pregunté. Haciendo círculos con mi pene dentro de ella. Mizore se retorció.
-Gra-Gracias… gracias… –
Sui agradecimiento se mezcló con sus gemidos. La señora tiene razón, es una sensación muy dulce.
–Espera… eso es… –
Halé su cabello con fuerza.
–No te escucho… –
Le dije, pegándole de nuevo. Su trasero tembló porque aumenté el ritmo mientras jalaba su cabello.
–Se siente bien… se siente bien… –
Anunció Mizore, quien estaba teniendo bastantes problemas para definir si lo que sentía era dolor o placer. La verdad es que el dolor era muy poco por ahora, yo pienso, y por eso era tan difuso.
Comencé a empujar con más fuerza, los gemidos de Mizore se hicieron más intensos y más pervertidos también.
–¿El castigo se siente bien? ¿Eso no es lo que diría una pervertida? –
Pregunté, de nuevo aumentando el ritmo de mis embestidas, y la fuerza de los golpes. Comencé a pegarle en los hombros también, y en la espalda.
–Perdóname por ser tan pervertida… –
Dijo ella, solté su cabello y metí mi mano dentro de su blusa.
–Una pervertida que disfruta del maltrato… qué decepción… –
Le dije, ella arqueó su espalda cuando tomé su pecho con fuerza, ahogó un grito en medio de los gemidos de placer.
–Perdón… lo siento… no es que yo quiera… –
Se quejó ella, la respiración comenzaba a faltarle.
–¿Qué eres? –
Pregunté, soltando su pecho y empujando su cara contra el sillón, con lo súbito del empuje, Mizore alzó la voz.
–Una perra. –
Dijo, casi gritando. Estoy seguro de que su madre estaba escuchando. Estoy seguro de que todo el edificio estaba escuchando.
–¿Y quién soy? –
Pregunté, usando la espátula para golpear su cara, más concretamente, su mejilla.
–Mi dueño… ah… –
–No te escuché. –
–¡Mi dueño! –
Gritó ella, la tomé de las caderas con ambas manos, y solté la espátula, comencé a empujar con fuerza.
–Gracias… gracias por castigarme… soy una perra feliz… –
Dijo Mizore. Sus paredes comenzaban a envolver mi pene.
–Yo también… soy feliz… de tener una perra… tan buena… –
Le dije a Mizore, ella levantó su trasero un poco.
–¿Soy buena? ¿Mizore complace a su dueño? –
Lo admito, el modo en que ella se comportaba me resultaba encantador, no podía ser malo ahora. Traté de serlo por complacerla, pero no parecía tan necesario, acaricié su trasero con un poco de fuerza.
–Claro que sí… muy complacido. –
Le dije, ella movió su trasero de un lado a otro mientras empujaba, de modo que tocaba varios puntos en su interior a la vez.
–Por favor… dentro de mí. –
Pidió Mizore, entre gemidos.
–Si me lo pides adecuadamente, puede que lo considere… –
Respondí, ella batió la cabeza.
–Por favor… llena a tu perra con leche… –
Hice lo que me pidió, a sabiendas de que no estaba pensándolo demasiado. Comencé a arrojar mi semen dentro de ella
–No derrames nada… –
Le advertí, Mizore asintió como pudo, luego lanzó un chillido.
–Me vengo… –
Chilló, sus puños se apretaron y sus paredes se contraían. Me detuve en ese momento.
–Aún no… sopórtalo… –
Le ordené.
–Pero… no creo… que pueda… –
Se quejó Mizore, temblando. Me paré frente a ella y ella me miró con lágrimas en los ojos, acaricié su cara y ella volvió a restregar su mejilla contra mí, luego me hinqué para mirarla a la cara y puse mi mano en su pecho de nuevo.
–Ahora está bien… –
Le dije mientras apretaba su pezón un poco.
–Sí… sí… –
Respondió Mizore, hasta que la interrumpí besándola, sus besos fueron intensos a medida que ella alcanzaba el orgasmo, poco a poco se relajó. Luego de que se vino continuamos besándonos un buen rato. Me abrazó y caímos al suelo, ella seguía besándome, y yo continué respondiéndolos todo lo que ella quiso.
Cuando dejamos de besarnos, ella estaba recargada sobre mí, y estábamos acostados en el suelo
–Nunca habías sido así… –
Comentó Mizore.
–¿Cómo? –
Pregunté, porque no entendí a qué se refería.
–Así… dominante y… amable a la vez… –
Explicó ella, ahora que su pudor había regresado un poco tenía problemas para decirlo claramente, pienso yo.
–Puede ser que no había tenido la oportunidad. –
Respondí, encogiendo de hombros.
–Eso fue genial. Hay que hacerlo así más veces… –
Yo quería decirle que si iba a quedarse en casa teníamos que mantener estas cosas… al margen.
–Bien, puede que resulte un poco demasiado explicito para algunas personas en casa. –
Comenté, más concretamente, Sanae y Kurimo. Mizore comprendió lo que trataba de decir, porque se entristeció.
–Pero a mí me gusta así… –
Se quejó ella, y con justa razón.
–Lo sé. Solo digo que las cosas no van a ser tan privadas como tú piensas. –
Expliqué.
–No voy a perder. –
Respondió Mizore, creo que le habían puesto un poco de “demasiado espíritu competitivo”.
–No hablo de perder. Hablo de que… algunas de ellas son un poco… normales con estas cosas. Ya te enterarás de cómo está la situación. –
Mizore asintió con la cabeza, se hizo el silencio por unos momentos. Luego habló de nuevo.
–¿Por qué tardaste tanto? –
Finalmente Mizore se atrevió a hacer esa pregunta. Yo bajé la cabeza.
–Bueno… después de la última vez que nos vimos perdí mi empleo. No lo sé, supongo que no me atreví a pedirte que vinieras si no tengo un empleo. –
Expliqué. En parte era verdad, los problemas no me permitieron pensar en ella como debería. Eso no quiere decir que no le quisiera.
–Comprendo. –
Yo volteé a mirarla, ya que estaba siendo sincero, me gustaría que ella también lo fuera.
–¿Quién es ese Takeru…? –
Pregunté. Admito que me dio algo de miedo, Mizore se recargó en mi hombro.
–No existe… –
Dijo ella.
–¿Me mentiste? –
Pregunté, mirándola recelosamente. Ella asintió.
–Creo que vas a tener que castigarme otra vez. –
–Sí voy a castigarte… pero tendrá que ser en privado. –
Respondí, al final ella se había salido con su intención.
–No iba a decírtelo, yo realmente pensé que te estabas olvidando de mí… pero por como lo hiciste esta vez, me queda claro que sí me echabas de menos. Que no tuvieras empleo es la razón ¿O no lo es? –
Preguntó Mizore. Creo que eso la había calmado mucho más de lo que pensé. Asentí con la cabeza. Mizore suspiró.
–¿Qué dijo tu madre? –
Pregunté. Hablo de que, tal vez su madre realmente creía que había un “Takeru” en alguna parte. Ella negó con la cabeza.
–Cuando le conté lo que había pasado entre nosotros la última vez que estuviste aquí, ella me dijo que estaba siendo completamente irracional. –
En eso la señora tenía razón.
–Puede que ella tuviera miedo de perder lo que tiene contigo. Eso también es cierto. Pero cuando le dije que estabas teniendo más mujeres, ella se puso de mi lado, me dijo que tenía que inventarme un chico para darte celos. ¿Funcionó? –
Preguntó Mizore.
–Es que… nunca he pensado que me engañarías… no soy alguien que viva pensando en esas cosas. –
Expliqué. Mizore infló las mejillas.
–Admito que me alegra un poco que confíes en mí. Pero también me ofende que no seas celoso… –
Se quejó ella.
–Sí lo soy… Y también sé que estuve ignorándote deliberadamente durante estos días, solo que, como dije, las circunstancias eran laborales, no románticas. –
Bueno. No tenía caso pensarlo más. Me puse de pie y ella también. La miré mientras ella se percataba de que había semen escurriendo por sus muslos.
–Vamos… la cena debería estar lista a estas alturas. –
Comenté. Ella asintió
–Vístete antes de que vuelva a atacarte. –
Añadí, mirando su trasero. Mizore sonrió complacida, y asintió.
–Si… Onii-san… –
Dijo.
–Tienes que dejar de decirme así en público… por favor. –
Le dije.
–¿Y cómo debo decirte? –
Preguntó Mizore, acomodándose la falda.
–Toshikane está bien. Ahora hay que decirle a tu madre. Vendremos después por tus cosas. –
Respondí. Mizore asintió y subimos las escaleras.
Una vez arriba, encontramos a la señora con una caja en las manos. Se la entregó a Mizore.
–Ten… llévate esto… –
Le dijo. Parecía sorprendentemente calmada ahora. Tanto que no podría imaginar lo que pasaba por su cabeza.
–¿Qué es? –
Preguntó Mizore. Iba a abrir la caja cuando su madre puso una mano sobre ella.
–No es para que la abras ahora. –
Dijo. Mizore asintió. Yo… comenzaba a tener una idea de lo que había en la caja.
–Recuerda que es solo hasta que tu padre vuelva. Tienes que estar aquí cuando eso pase. –
Le advirtió su madre. Mizore asintió.
–¿Cuándo vuelve? –
Pregunté.
–Supuestamente, antes de que inicien las clases. –
–Eso es tiempo suficiente para que decidamos qué hacer. –
Respondí. La señora me miró gravemente.
–Supongo que no necesito decirte que esperamos que ambos tomen responsabilidad por lo que pueda pasar. –
Comentó la señora. Esta vez dirigiéndose a mí. Creo que ella estaba hablando de un posible embarazo. Como dije, ella podía estarlo esperando en realidad, cosa que haría que yo me casara con Mizore. Supongo que… esto es lo que ellas entendían por “ganar”.
Aunque no sé yo si quedaba algo que ganar para ellas.
–Se lo aseguro, señora. –
Respondí, esperando no tener que cumplir con ello. Uno nunca sabe.
Me despedí de la señora y Mizore también, y salimos. Ella llevaba un bolso grande, imagino que con algo de ropa y cosas que pudiera necesitar.
–Igual tienes clases de recuperación. –
Comenté. Ella asintió y bajó la cabeza.
–Las asignaturas fueron difíciles este año… –
Se quejó Mizore.
–Tienes que mejorar… te ayudaré en lo que pueda… –
De esas cosas veníamos hablando mientras caminábamos. Por como hablábamos y eso, nadie hubiera podido imaginar la clase de relación que teníamos Mizore y yo. Era algo extraño de pensarse, pero ahora que lo hacía, bueno… tal vez todas las personas son así en realidad.
Pero en lugar de poder presentarla, nos encontramos con un problema cuando llegamos a nuestra casa.
La escena con la que nos encontramos fue… extraña por decir lo menos.
Akane y Kurimo mirándose mutuamente y luego mirando a Sanae, quien estaba parada frente al sillón con los brazos cruzados en esa expresión que hacía de niña enojada. Frente a ella, en el sillón, estaba Minase, y sentada junto a Minase, llorando a lágrima viva, su madre.
Se preguntarán ¿Qué diablos está pasando aquí?
Bueno, yo también me lo preguntaba.