Haru No Yurei - Volumen 3: 24. Limando Asperezas
Luego de haber hablado esas cosas con Kurimo, salí de su habitación pensando en lo que fuera que estuviera pasando con Minase. Escuché que estaba peleando con Sanae. Últimamente no se estaban llevando muy bien. Eso era un poco preocupante para mí.
Iba a tocar la puerta cuando Minase salió, parecía enfadada.
-¿Pasa algo? –
Pregunté. Ella me miró por unos momentos, luego batió la cabeza.
-No es nada… cosas de hermanas… –
Dijo ella. Y pasó de mí. Yo suspiré, no había mucho que pudiera responder a eso, y por otro lado, quería ver como estaba Sanae.
Entré a la habitación encontrando a Sanae, cruzada de brazos, y muy evidentemente, enfadada también.
-Vete… –
Dijo ella. yo batí la cabeza, un poco aturdido porque eso era lo único que no esperaba escuchar de ella.
-¿Cómo? –
Pregunté.
-Vete… no quieres verme, no engañas a nadie, viniste aquí porque estaba gritándole a Minase. –
Respondió Sanae, sin mirarme, solo sentada allí con su aire de chica encaprichada. Yo fui y me senté en la cama, junto a ella. Sanae se separó de mí.
Tenía la impresión de que ella estaba enfadándose conmigo para no afrontar lo que le había dicho antes.
-¿Por qué no me dejas ser yo el que decida si quiero verte o no? –
Pregunté, ella me miró por unos momentos, luego giró la cara.
-Pero no quieres. –
Replicó. ¿quería que le dijera que quería verla? Me preguntaba en ese momento. No es que fuera difícil de leer pero, es que Sanae estaba actuando… justo como cuando recién llegó.
Y yo que creí que había terminado con ese largo estira y afloja. Posiblemente la discusión con Minase.
-Si quiero. –
Repliqué. Ella me miró, abriendo un ojo, luego hizo un gesto y se dio la vuelta.
-No me mientas… sé que quieres echarme de aquí… no me molesta si lo haces, de todos modos. –
Respondió Sanae.
-¿De que estas hablando? –
Pregunté. En serio. ¿De qué estaba hablando?
-Yo, de nada. No quiero hablar ahora… –
Respondió Sanae. Suspiré. Yo quería ser amable con ella, pero es que no me lo estaba dejando fácil. Siendo sinceros, si me enfadé. Ella estaba allí, enojada por algo que yo no entendía.
-Pues resulta que yo si quiero hablar… –
Repliqué. Ella se puso de pie con un sonido de “Hmph” e iba a irse, la detuve de la muñeca y la devolví a la cama con fuerza. Eso la hizo enojar. Se puso de pie de nuevo y trató de irse, otra vez. Y la devolví a la cama con más fuerza.
Casi se cae. Sanae me miró con cara de enfadada, iba a hacerlo por tercera vez cuando el que se puso de pie fui yo, y tomándola de los hombros, la hice sentarse en la cama firmemente. Sanae me miró atónita y ultrajada, pero no dijo nada.
Podía ver sus ojos marcados con coraje, pero ya no se movió.
-No hagas eso. –
Dijo ella, pero no era para nada un reclamo.
-Dije que quiero hablar contigo. –
Repliqué. Ella giró la cara.
-¿De qué vas a hablar? Seguro que me dices cosas malas… –
Replicó Sanae, encogiendo de hombros.
-Cosas malas o no eso no importa. Quiero saber ¿Que se te metió en la cabeza esta vez? –
Repliqué.
-Pues te pusiste del lado de Okaa-san. ¿Qué esperabas? –
Finalmente, ella soltó la verdadera razón de su coraje. Yo suspiré.
-Te portaste mal allá afuera. –
Repliqué.
-No es mi culpa… –
-¡Si es tu culpa! –
Respondí gritándole, los ojos de Sanae se llenaron de lágrimas.
-Me gritaste… –
Dijo Sanae, luego no fue posible que ella dijera nada claro. Comenzó a llorar y su llanto pronto se convirtió en una pataleta.
-Claro que te grité. Lo que hiciste estuvo muy mal. –
Repliqué. Ella negó con la cabeza.
-No es mi culpa… no es mi culpa… –
Replicó Sanae. En estas ocasiones solo hay una cosa que hacer. Y tengo que admitir que algo dentro de mí me obligó a hacerlo. Le di a Sanae un beso, ella solo lo recibió y la empujé con fuerza, caímos en la cama.
-Espera… yo… –
-Tu ¿Qué? –
Pregunté, interrumpiéndome.
-No estoy lista… –
Se quejó ella. Yo encogí de hombros.
-No me importa. –
Respondí, volviendo a lo mío, es decir, comencé a besar su cuello, Sanae quiso resistirse pero le sostuve ambas manos con las mías.
Sanae comenzó a llorar. Después de unos momentos, me detuve.
-¿Qué pasa ahora? –
Pregunté, ella se limpió las lágrimas cuando me levanté. Se reincorporó luego, sentándose en la cama.
-No me he dado un baño… –
Dijo ella entre llantos.
-Y eso es un problema… –
Respondí, aunque en realidad yo no creía que fuera un problema, Sanae asintió con un chillido.
-Bien… ve a darte un baño, ya no importa… –
Le dije, estaba enojado porque esa fue la primera vez que ella me rechazó consistentemente, o más bien la primera vez que me detuve.
-Estás enojado… –
Replicó ella.
-Bueno, si… –
Repliqué, pero es que yo ya estaba enojado cuando entré al cuarto de Sanae. Quiero creer que eso no tenía nada que ver con el hecho de que ella se resistiera.
Tengo que calmarme.
-Te vas a ir… –
Se quejó Sanae, volviendo a llorar.
-ve a darte un baño. Eso es lo que querías hacer ¿No es cierto? –
Pregunté, dándome la vuelta, Sanae me abrazó por la espalda en un gesto que casi nunca tenía.
-No te vayas… en verdad no te vayas… –
Me dijo ella, sus pechos se pegaron a mi espalda. No me moví, solo voltee a ver a Sanae quien estaba abrazada de mi espalda y con la cabeza agachada detrás de mí.
-Pero… –
-Solo quédate… si quieres enojarte conmigo por lo que hice está bien… solo quédate… –
Respondió Sanae.
-Estas actuando como una niña malcriada… –
Repliqué. Ella asintió.
Sanae comenzó a mover sus manos en mi pecho.
-Tal vez… si soy una niña malcriada… ponme atención a mi…
Si bueno. En todo momento supe que se trataba de que le pusiera atención a ella. Desde que llegué. De hecho, por eso es que estuvo tratando de llamar la atención antes.
Ella continuó pegando su cuerpo a mi todo lo que se podía, podía escuchar el sonido de nuestra ropa tallarse.
-Me siento solita si no estás… desperté pensando en ti… y no estabas… me sentí mal… –
Explicó ella, sin dejar de mover sus manos, creo que estaba seduciéndome, pero no estaba demasiado al tanto de eso porque ya tenía una tienda de campaña en el pantalón.
-Sanae, no puedo pasar cada instante contigo… –
-Yo quiero… –
Se quejó ella, haciendo una pataleta. Finalmente me solté de ella y me di la vuelta parar mirarla. Ella no era asio de asertiva a menudo, eso tengo que reconocérselo, pero llegaría el momento de preguntar después.
Ahora mismo solo quería tenerla. Eso estaba bien para mí.
-Pensé que ibas a tomar un baño. –
Le dije, avanzando un paso, ella retrocedió y se sentó en la cama.
-Puedo bañarme luego… no tiene que ser ahora mismo… –
Respondió Sanae, moviendo sus piernas, tallando sus muslos, volviéndome loco.
Pude notar también que ella estaba mirando el problema que yo tenía en el pantalón.
-¿No tiene que ser ahora mismo dices? Eso está muy mal, Sanae… –
Respondí, Sanae tragó saliva.
-He hecho cosas malas antes…una mas no… –
Y se interrumpió. O más bien dicho la interrumpí, porque estaba tocándole los pechos, ella puso sus manos atrás de ella.
-No… espera… yo… –
-No me digas que espere… –
Respondí, quitando su blusa del camino, abriendo el escote. Un sostén con encajes salió a la vista. Ella no usaba ropa interior así a menudo.
-Perdón… yo… me volveré loca si continuas… –
Respondió Sanae, con el aliento acelerado y los ojos cerrados. Me detuve. Ella abrió los ojos, y lo primero que vio, es que mi pantalón estaba en el suelo.
-¿Vas a abusar de mí? –
Preguntó ella, mirando con interés el bulto que se hacía en mi ropa interior.
-No lo sé… ¿No te has portado muy mal? –
Pregunté, Sanae asintió con la cabeza.
-Pero ya no lo haré… por favor… tienes que creerme. –
En cierto modo, ella estaba rogando por sexo. No sé porque, pero tengo la impresión de que algo de lo que había pasado había hecho a Sanae cambiar algo. Que no dejara de gustarme es otra historia.
-Veo que estas interesada… ¿por qué no quitas mi ropa interior? –
Pregunté, no pensé que ella lo haría de verdad.
Sanae me miró por unos momentos, y luego, contra toda su vergüenza, hizo lo que había pedido. Mi pene salió de su prisión buscando aire y Sanae se lo metió a la boca sin decir nada, solo mirándome y sosteniéndolo con sus manos.
Acaricie su cara suavemente.
-Bien, comienza ahora a lamerlo ¿está bien? –
Pregunté, ella hizo un asentimiento y comenzó a succionar. Yo acariciaba su cabeza.
-Esta grande… –
Comentó Sanae, tratando de metérselo a la boca completo, usando su lengua para acariciarlo. Tuve que hacer algunos trabajos para no venirme. Después de unos momentos hice que Sanae lo sacara de su boca. Algún reflejo en su instinto hizo que ella volviera a buscarlo pero la detuve.
Sanae me miró por unos momentos.
-Sube a la cama… –
Ordené. Ella estaba actuando completamente obediente en ese momento. Pensé que estaba bien si la molestaba un poco, asi que tome sus piernas y las separé. Ella estaba bocarriba y sostuvo sus rodillas con las manos. coloqué mi pene en su entrada, pero no lo metí.
Sanae contuvo el aire, pero lo solt+ó cuando se dio cuenta de que no estaba haciéndolo.
-Estoy lista… –
Dijo ella, empujando levemente sus caderas hacia mi, eso hizo que mi pene rozara su vulva pero no lo suficiente para que entrara.
-¿No hay nada que debas decir? –
Pregunté, sonriendo. Sanae negó con la cabeza.
-Entonces no podemos hacer nada… –
Repliqué, ella abrió los ojos.
-Pero… eso es… –
Se quejó.
-Te portaste mal antes… –
Repliqué. Sanae asintió.
-Si… hice un berrinche… pero… pero… es porque te quiero… –
Chantaje, si cualquiera me lo pregunta.
-Esa no es excusa… –
Repliqué.
-No lo haré de nuevo… –
Se quejó ella.
-¿Y? –
Insistí, Sanae giró la cara.
-¿No lo harás? –
Pregunté, ella finalmente cedió.
-Por favor… abusa de mi… –
Dijo Sanae finalmente. Quizá podía llevarlo un poco más lejos que la última vez.
-Sensei… –
Le dije. Pude sentir como su vagina escurrió cuando ella escuchó eso. Me miró con los ojos abiertos por unos momentos, y luego se puso a llorar.
-No puedo… es muy vergonzoso… –
Se quejó ella. yo negué con la cabeza.
-No lo haré si no puedes decirlo correctamente… –
Repliqué, ella comenzó a hacer una pataleta, llorando y agitando sus manos.
-¿Por qué no? Eso no es justo… eres malo… Te odio… –
Dijo ella, me acerqué hasta donde estaban sus labios, y le di un beso que duró unos momentos, mientras seguía tallando mi pene una y otra vez en su vagina, evitando que se secara.
-Dilo… –
Insistí. Finalmente ella cedió, y como estaba tan cerca de mi rostro, me susurró.
-Sen… Sensei… –
Fue lo que dijo. Y como ya lo había dicho y como además yo no podía soportarlo mucho, metí mi pene dentro de ella. Era cálido, y estaba más mojada de lo que normalmente estaría. De hecho, era un poco un problema porque tenía que tener cuidado de no venirme.
Sanae dejó salir un pequeño “Auh” mientras entraba, pero una vez que estuve dentro de ella, sus paredes comenzaron a moverse en todas direcciones, como tratando de envolverme.
-Tan duro…tan grande… –
Dijo ella, con menos presencia mental ahora que, de todos modos, ella tenía lo que quería. Comencé a empujar lentamente, con fuerza. Sus pechos rebotaban sin que ella hiciera nada por detenerlos, solo tomaba aire mientras apretaba las sabanas.
-¿Soy buena? –
Preguntó ella, sin mirarme. Emocionado, le di una ligera nalgada. Ella me chilló.
-Oye… –
Se quejó.
-Callate… eres mia… –
Fue lo que le dije. pocas veces he sido tan directo con Sanae, eso la hizo girar la cara.
-Soy suya… pero… tráteme bien… –
Se quejó Sanae, usé aquello como una excusa para levantar sus piernas y colocarlas sobre mis hombros, sosteniéndome de su rodilla.
-Eres muy buena… muy bonita, Sanae… –
Le dije, sin dejar de empujar, y sin cambiar el ritmo de ningún modo. Sanae me miró con lágrimas en los ojos y la respiración acelerada.
-Eso… no es cierto… –
Puse mi otra mano en su clítoris, la estimulé un poco y ella arqueó la espalda.
-Claro que es cierto… no me contradigas… –
Respondí.
-Pero es la verdad… yo… solo quiero tu atención… quiero que me veas a mi… solo a mi… –
Se quejó Sanae.
-Ahora mismo te estoy viendo… –
-Pero… mas… –
Se quejó Sanae. Lo único que se me ocurrió fue aumentar el ritmo, pero gracias a eso, estaba a punto de venirme. Ya no podía seguirme mentalizando. Sanae por su parte, comenzó a tener espasmos también.
-Bésame… –
Pidió Sanae. Apenas pude escucharla, pero no es como que no supiera lo que quería, así que me incliné, y mientras la besaba, comencé a lanzar mi semen dentro de ella. Después de unos momentos, me dejé caer en la cama al lado de ella.
Sanae tenía todavía dificultades para respirar, pero eso no evitó que se acercara y me abrazara.
-Me hiciste decirlo… –
Comentó Sanae.
-Si… querías hacerlo ¿No es cierto? –
Pregunté. Ella asintió con la cabeza. Su mente todavía parecía estar en las nubes.
-Se sintió bien… –
Admitió Sanae, metiendo su nariz en mi hombro.
-¿Fui una niña buena? –
Preguntó Sanae. Sabía que en algún momento ella haría esa pregunta.
-Si lo fuiste, pero no me lo digas porque puede que vuelva a empezar… –
Respondí, amenazándola, y acariciando un poco su espalda, Sanae se contorneó.
-Si Sensei quiere… puede abusar de mi todo lo que quiera… yo seré buena. No voy a decir nada. –
No debió decir eso. Lo siguiente que hice fue levantarme y colocarla de espaldas, que de hecho a ella le agrada así, supongo que tiene que ver con su vergüenza. De lo que me di cuenta es de que Sanae estaba todavía muy excitada.
Comencé a tocarla un poco, ella volteó a verme, cansada, pero halagada de que yo pareciera querer seguir haciéndolo con ella. Tal vez ella todavía no se sentía en confianza para pedir más. Eso no significa que no quisiera.
Entré de un solo golpe. Pude sentir como eso envió pulsaciones eléctricas a través de ella, sus manos se cerraron, y ella ahogó un grito.
-Muy bien, aquí voy de nuevo. –
Le anuncié, comenzando a empujar. Con la poca presencia de mente que Sanae tenía, asintió. Comencé a empujar, más suavemente que antes, lo admito, pero también es cierto que podía llegar más profundo. Sus paredes hacían un ruido obsceno cuando entraba y salía de ella.
Todo esto en medio de los gemidos de Sanae que poco a poco fueron haciéndose más altos.
-Sensei…Está haciendo sonidos extraños… –
Se quejó ella a media voz, yo solo acaricie su trasero. Tengo que admitir que se me veía como un pervertido si lo pensabas desde su punto de vista.
-Me gusta cuando hace esos sonidos… –
Respondí, Sanae arqueó su espalda.
-Pero… me da… vergüenza… –
Se quejó ella.
-Sopórtala… –
Respondí, mi pene estaba tocando varios puntos en su interior. Ella no tardó en venirse. Es decir, ya estaba bastante estimulada y además, creo que la idea en su cabeza hacía las cosas mucho más fáciles.
-Pero… me voy a mojar… voy a mojar a Sensei… –
Se quejó Sanae. Ignoro si era desesperación o si simplemente quería que yo lo dijera, pero al fin y al cabo, solo podía decirle una cosa.
-Eso es lo que quiero… –
Respondí, y como si hubiera estado conteniéndose, comenzó a venirse luego de eso, tapándose la boca como pudo. Yo no tardé mucho y me vine también, pero esta vez, fuera de ella, manchando todo su trasero con mi semen.
-Está caliente… se siente raro… –
Se quejó ella, respirando pesadamente. Coloqué mi pene sobre su trasero mientras mi semen salía y escurría por su trasero y sus muslos. Su vagina siguió palpitando, y si no hubiera estado tan cansado, lo habría hecho de nuevo.
Sanae tenía trabajos para recuperar su ritmo de respiración normal. Me acerqué a ella y puse mi mano en su mejilla, acariciando su cara.
-Que buena eres, Sanae… –
Le dije, ella comenzó a besar mi mano dócilmente.
-Gra… gracias… –
Respondió ella. Se quedó dormida luego. Me imagino que, como de costumbre, se había desvelado.
Después de que yo recuperé el aliento, salí del cuarto de Sanae y fui a lavarme la cara. En eso estaba cuando Mizore y Akane regresaron. Como de costumbre, tenían bolsas que no me iban a permitir hurgar.
-Hare la cena en un momento. –
Comentó Akane mientras bajaba las escaleras.
Hablando de la cena. Tenía hambre. Fui a la cocina para husmear y saber que era lo que Akane iba a hacer.
-Bien, ahora que tienes un empleo nuevo, imagino que no hay necesidad de seguir cocinando solo con lo indispensable. –
Comentó Akane, sacando cosas de la despensa.
-Más que solo eso… –
Iba a continuar diciendo cuando me acerqué a ella y la abracé por la espalda.
-Oye espera… no puedes hacer eso… tengo que hacer la cena… –
Se quejó Akane. Volteó a verme con una sonrisa, sin embargo.
-Si quieres quedarte con hambre entonces no te detendré, en caso contrario, déjame hacer la cena. –
Se quejó, poniendo una mano en su cintura.
No sé qué me pasó, es decir, no debería tener ganas de hacerlo ahora mismo, pero creo que de haber insistido habría podido. Si saben a qué me refiero. ¿Qué clase de cosa me había dado Kurimo? Me preguntaba.
Mizore entró en ese momento a la cocina.
-Puedo ayudar. –
Comentó, inmediatamente se llevó la mano a la boca.
-Olviden eso… yo no vi nada… –
Dijo, dándose la vuelta. Akane se hizo la enfadada.
-¿Ves lo que provocas? Ahora… –
La callé con un beso en los labios.
-Espera, no puedes… –
Se quejó, una queja no muy convincente, diría yo, porque ella estaba sonriendo.
-Shhh… si no haces ruido, no se enterarán… –
Dije, ya estaba metiendo mi mano en su blusa, por debajo del mandil.
-Claro que se van a enterar… no son tontas… y… –
Akane se inclinó por el ataque tan repentino, comenzó a respirar con dificultad.
-Pero tú eres mi esposa… –
Respondí, tomándola del brazo, y haciéndola sentarse en unos de los muebles de la cocina. Unas cosas a las que no presté atención se cayeron.
-Si pero… –
Se quejó Akane por última vez, después de eso, metí mi mano entre las piernas de Akane.
-La cena… –
Se quejó.
-Yo ya estoy comiendo… –
Respondí. Akane negó con la cabeza y me echó los brazos al cuello.
-No estas comiendo… estás solo allí… tocando tu comida… –
Se quejó ella, ahora quería hacerlo.
-Pero tengo que saber si está lista… –
Repliqué, acariciando su entrepierna por encima de su ropa interior. De algún modo, Akane consiguió sacarse el mandil. Su entrepierna se sentía cálida y su ropa interior estaba muy húmeda a este punto.
-Esta lista… por favor… –
Respondió Akane, no me lo dijo dos veces, literalmente arranqué su ropa interior para quitarla del camino y puse mi pene dentro de ella. Los muebles de la cocina temblaron mientras Akane se sostenía como podía.
-Estás loco… en verdad que estás loco… –
Se quejó Akane, yo comencé a hacerlo con mas fuerza.
-Loco por ti… –
Repliqué. Frase cursi del manual, y ella lo tomó como tal, porque aun mientras estaba haciéndolo con ella, me pellizcó.
-No creas que no me doy cuenta, estabas con alguna de ellas… hace un momento. –
Se quejó Akane.
-Esperaba a que llegaras… –
Repliqué, presionando con más fuerza. Akane no pudo refutar eso.
-Pues entonces cómeme… –
Se quejó Akane, abrazándome con más fuerza. Comenzamos a besarnos y a hacerlo con violencia mientras varias otras cosas caían al suelo. Akane no hizo nada para contener su voz, que pronto imagino que se escuchó en toda la casa.
Se abrazó a mi cuello con todas las fuerzas que tenía, mientras yo empujaba con fuerza en su interior. Admito que fue un milagro que mi erección no despareciera, pero lo cierto es que estaba encantado de estar haciéndolo con Akane de todos modos.
Después de un rato de eso, estaba cansado y a punto de venirme.
-Akane… ya no puedo… –
Le dije, ella asintió, y se recargó sobre mí, enrollando sus piernas alrededor de mí. Ahora estaba prácticamente cargándola.
-Dentro… hazlo dentro… –
Suplicó Akane, con el poco aliento que le quedaba. Lo hice como ella me había pedido. Una vez que pude venirme, me dejé caer en el suelo, Akane cayó justo sobre mí, y su cara quedó a escasos dos centímetros de la mía. Comenzó a besarme.
-Eres el mejor… eres el mejor… –
Comenzó a decir, como todavía estaba dentro de ella, Akane comenzó a venirse, creo que fue la caída.
-¿Debí dejarte hacer de cenar? –
Pregunté, sabiendo que su respuesta sería negativa. Ella negó con la cabeza.
-Traté de actuar madura… pero necesitaba esto… necesito de ti… hagamos esto más veces… –
Respondió Akane, dejándose caer luego sobre mí.
Tuvimos que ordenar algo de fuera de nuevo.
———-
Si algo malo tuvo el haberlo hecho así, quiero decir, acostarme con Akane y con Sanae con un descanso de menos de diez minutos, es que… comenzó a arder.
No había tenido esta sensación desde que era un muy joven y lo descubrí. La única forma que yo conozco de hacer que eso se le quite a uno, es tomar un baño.
Como fuera, espero no haberme visto extraño durante la cena, aunque ahora mismo, todas estaban tan silenciosas y se miraban entre ellas que nadie me prestó demasiada atención, y lo agradezco.
Después de la cena, yo subí las escaleras, mientras Akane limpiaba el desastre que se había hecho en la cocina con nuestro pequeño encuentro.
Fuera como fuere, Kurimo y Minase me siguieron al baño luego de la cena. Yo voltee a ver a Kurimo, quien sonrió. Minase no dijo nada, solo me miraba.
-Tomaré un baño… –
Anuncié. Con la intención de que se fueran, pero aquello no pasó, en lugar de eso, Kurimo tomó una toalla.
-¿Quieres que lave tu espalda? –
Preguntó ella. Por alguna extraña razón, ella estaba ignorando el hecho de que Minase estaba allí, o quizá solo era un acuerdo que tenían entre ellas.
-No… estoy bien… –
Respondí, retrocediendo. Kurimo sonrió.
-No, yo insisto… –
De acuerdo, eso me dejó en claro que no, no era una pregunta. Quizá había algo en esto que yo no estaba viendo. Nos metimos al baño… si… los tres.
Una vez adentro, Kurimo se quitó la ropa y se envolvió en una toalla. Minase permaneció como estaba, algo extraño, si se me permite.
Decidí que no iba a replicar mientras Kurimo tomaba una esponja y comenzaba a tallar mi espalda. Minase estaba parada a un lado, con los brazos cruzados.
-¿Y bien? ¿Qué tienes que decir? –
Preguntó Minase.
-¿Qué tengo que decir? ¿De qué me hablas? –
Pregunté. Minase se dio la vuelta.
-¿Lo ves? Él no ha dicho nada… no necesitas llegar a tanto. –
Se quejó, Kurimo volteó a verla.
-No sabe de qué le estás hablando, de hecho, creo que ni siquiera sabe por qué estas tu aquí. ¿Cómo quieres que responda si no se lo preguntas? –
Preguntó Kurimo, con voz tranquila.
Ahora los patos le tiran a las escopetas. Minase cedió.
-Si bien, verás… ya sabes que mañana es mi cumpleaños ¿No es cierto? –
Preguntó ella. En ese momento yo comprendí de qué iba todo esto. Kurimo no dijo nada, solo comenzó a lavarme los hombros.
-Si, por eso es que quiero saber si podía tener una cita contigo… –
Respondí. Minase suspiró.
-Solo dime que ha sido idea tuya… –
Replicó ella. Yo negué con la cabeza.
-No ha sido idea mía. Es solo que bueno, escuché que irías con tu madre temprano. Yo quería saber si estabas libre por la tarde. –
En todo momento, Kurimo se ocupó de no coquetear conmigo, hablo de que no puso sus manos sobre mi en ningún momento, quizá ella lo entendía como algo de mal gusto, o quizá solo quería ayudar a su amiga.
-Pero Hatami-chan ha dicho que quiere pasear conmigo también… –
Se quejó Minase.
-¿Eso es un no? –
Pregunté. Ella suspiró.
-Si bien… sino tienes nada que hacer… –
Replicó Minase. Yo encogí de hombros. Fue entonces que Kurimo se decidió a hablar.
-Minase-chan conoce un sitio lindo, creo que sería una buena idea. Puedo llevarte hasta allí. Esta cerca del centro comercial. –
Explicó Kurimo. Minase no pudo evitar la sonrisa.
-Si Onee-chan te deja… –
Argumentó finalmente Minase. De algún modo, tengo la impresión de que ya había tenido esta conversación antes.
-¿Y que si no quiere? Yo hago lo que me viene en gana. –
Respondí, comencé a enjuagarme luego. Kurimo fue hasta donde Minase.
-¿Lo ves? Eso quiere decir que si… ¿No es cierto? –
Preguntó. Finalmente, pude ver a Minase sonrojarse un poco.
-Si bien… él siempre ha hecho lo que le viene en gana… eso no es nuevo para mí. –
Respondió Minase, pero no parecía enojada para nada.
-Si es todo, entonces ya pueden salir. No sé si me siento cómodo con dos chicas lindas en el baño ahora mismo. –
Les dije. Minase se rio.
-Esa es una excusa para decir que quieres acostarte con Hatami-chan… –
En ese momento se me ocurrió una buena idea.
-Tal vez no es de ella de quien estoy hablando… –
Respondí. Minase negó con la cabeza mientras salía.
-No te creo nada… –
Respondió con voz cantarina y salió del baño. Creo que estaba feliz. Y yo también lo estaba, aunque a decir verdad, también estaba cansado.
Lo siguiente que hice fue preparar mi ropa para mi primer día de trabajo. Admito que estaba emocionado por ello. Akane entró a la habitación, balanceándose como hacía cuando estaba feliz. Se puso a “revisar” uno de los cajones mientras yo colocaba mi ropa en un colgador.
-¿Pasa algo? –
Pregunté, Akane me miró y sonrió.
-Nada… –
Respondió, y cambió de mueble para revisar otro cajón. Un poco extraño, pero no es como que no entendiera que ella estaba feliz.
-Mejor dime que es lo que estás haciendo… –
Insistí, ella fue hasta donde yo estaba, y fingiendo una voz inocente respondió:
-No estoy haciendo nada… –
Respondió ella. Yo me acerqué, Akane volteó a ver a la puerta, y luego me miró a mí.
-Ya terminé de limpiar el desastre que mi esposo dejó en la cocina. –
Dijo ella triunfalmente.
-Y me imagino que quieres algún otro desastre que limpiar. –
Comenté, Akane puso sus manos atrás al tiempo que se recargaba en el mueble, mirándome coqueta.
-No sé… tu… ¿quieres hacer un desastre? –
Preguntó Akane. Más tiempo tardó en decir eso que en lo que yo estaba besándola de nuevo, metiendo mi mano por debajo de su ropa y lanzándome con ella a la cama. Lo hicimos hasta muy tarde en la noche.