Haru No Yurei - Volumen 3: 3. Por el Bien de las Reglas
Al día siguiente, prepararnos para ir a la escuela fue un verdadero problema sobre todo porque muchas pequeñas cosas cambiaron de la noche a la mañana.
Akane se encontró de frente con Kurimo, dos veces, en el pasillo y en las escaleras. Las dos veces, solo sonrieron, y siguieron en los suyo.
Sanae bajó después de un rato, arreglándose el cabello.
–Tú no vas a la escuela ¿O sí? ¿Akiyama–san? –
Preguntó Akane, contrariada.
–Bueno… verán, yo… solía llevar a Minase a la escuela en el auto… estoy acostumbrada. –
–Cosas de hermanas, supongo… –
Comenté, encogiendo de hombros, porque Sanae me miraba.
–No es de hermanas, mi padre también me llevaba cuando podía. –
Se quejó Akane.
Kurimo intervino también.
–En tal caso, podría haber terminado llevándome a mí también… –
Comentó. Akane la miró por un momento, y una risa cristalina salió de ella después. Yo suspiré. Al menos no estaban peleando.
–¿Puedes… llevar a ambas? –
Pregunté, Sanae asintió. Akane se opuso.
–No hay problema, puedo ir sola… –
Dijo.
–No… no vas a llegar… es tarde. –
Respondí, sí era tarde.
–De acuerdo… ¿es lejos? –
Preguntó Sanae, acomodándose la falda casualmente.
–No… bueno… algo… –
Respondió Akane.
–Entonces vamos… –
Apuntó Sanae. Akane miró a la cocina.
–El desayuno… –
–¡Compren algo! –
Me quejé.
–Yo sé dónde podemos comprar algo en el camino… –
Comentó Kurimo.
–¿De verdad? –
–Bueno… compro ahí seguido, si me van a llevar, podemos pasar por ahí… y compramos obento. No es como que puedan ser iguales a los de casa pero… es algo… –
Akane suspiró.
–Bien, si no queda otra… –
Me interesaba sobremanera que esas dos se llevaran mejor, sentí que era una buena idea.
–Puedes dejarme cerca de la torre de DW Radio. –
Comentó Akane, tomando su mochila.
–Sé a dónde vamos, fui a un festival allí… mi colegio está también cerca de allí. –
Explicó Kurimo.
Y se fueron. Yo suspiré y recé porque todo fuera bien entre ellas. Luego salí corriendo también.
Olvidé que yo no llevaba desayuno tampoco. Y como iba tarde, no compre nada.
––––––––––
Resultó que de todos modos llegué tarde, y me pusieron un reporte. Me arrepentí de no haberle dicho a Sanae que me llevara mí primero. Aunque, bien pensado, eso hubiera hecho que Akane llegara tarde.
Ni que hacerle, estas cosas pasan.
Mientras estaba en clase, llegó un mensaje a mi teléfono. Era Sanae.
“Eres un tonto… sentí que mi auto explotaría con ellas dos allí. Por si eso fuera poco, no pude mirar a tu esposa a la cara. ¿Tenías que hacer tanto ruido anoche? Como sea, al menos no pelearon, espero que estés contento… tonto”
Quedé en detención durante la hora del descanso a causa de mi retardo. Y sí… cubetas con agua. Aparte de todo, no traje desayuno conmigo, pensaba en comprar algo en la cafetería de la escuela, pero en estas circunstancias era pedir imposibles.
Ah, cielos, tenía tanta hambre que pensé que me iba a desmayar.
Kamine se acercó a donde estaba.
–Hola… ¿Por qué estás aquí? –
Preguntó ella, sonriendo.
–Llegué tarde… –
Respondí.
–¿Quieres de mi pan? –
Preguntó ella, y antes de que yo pudiera decir sí o no, ella puso un trozo en mi boca. Sushake llegó después.
–Ah, así que aquí estabas, mira que eres valiente, no vienes ayer y llegas tarde el día de hoy… –
Dijo. Kamine me dio más pan.
–¿Qué? ¿Las cosas se pusieron difíciles en casa? Pobre de ti –
Preguntó Kamine burlándose. En ese momento, alguien salió de la sala de maestros. Ayasara Sensei.
Colérica.
–No puedes hablar con nadie, estás en detención. –
Se quejó.
–Lo sentimos profesora. –
Respondió Sushake, Kamine bajó la cabeza.
–Perdón, estaba alimentándolo un poco… no ha comido nada. Yo ya me iba… –
Explicó Kamine. Tal vez esperando a que la profesora se apiadara de mí. No pasó. Ella estaba enojada.
–Pues eso debió pensar antes de llegar tarde… –
Respondió. Sushake decidió dejarlo por la paz.
–Que estricta… mejor nos vamos… antes de que nos ponga en detención también… vamos, Kaoru–chan. –
Comentó, Kamine asintió, dirigió una mirada de desprecio a Ayasara Sensei y se marchó. Ayasara Sensei me miró enfadada, como si pensara en algo. Se dio la vuelta después.
–No puedo hacer nada. –
Dijo. Y se dio la vuelta, volviendo a la sala de maestros.
Sí podía, no engañaba a nadie.
De todos modos, no es como que me molestara, me merezco el castigo, pero… si tan solo no tuviera tanta hambre. Suspiré. Ayasara Sensei volvió a salir después.
Me miró por un momento.
–Puedes… –
Sonó la alarma, incluso la interrumpió.
“Puedes irte” iba a decir ella.
Ahora tenía que irme de todos modos, pero no podía comer nada porque las clases habían recomenzado. Yo solo dejé las cubetas y me fui al salón después de eso. Ni siquiera voltee a ver a Ayasara Sensei quien se quedó allí mirando la escena.
Para colmo, nos tocaba aritmética. Con ella. Ella llegó después de unos momentos, parecía ausente, pero yo no tuve tiempo de notarlo mucho, porque me estaba muriendo de hambre.
Llegó un mensaje de Kamine.
“Qué raro ¿No? Hubiera jurado que la maestra podría haberte enviado la cafetería desde el principio. No pensé que se portaría así contigo. Se puso muy nerviosa ayer cuando no estuviste, o eso dijo Sushake. ”
Terminé de leer el mensaje, y traté de prestar atención a la clase, pero no pude concentrarme.
Sushake se dio la vuelta para hablarme.
–Sopórtalo… una vez que termine podrás ir afuera a buscar algún bocadillo. –
Me dijo, dándome ánimos. La profesora lo escuchó, pero no le dijo nada, de hecho, tuve la impresión de que no quiso decir nada. Pero incluso batió la cabeza para recomenzar.
Sonó la alarma de fin de clases.
Me puse de pie inmediatamente. Sushake me miró y dijo:
–¿Quieres que te acompañe? –
Lo pensé por un momento, seguro que esto ocasionaba problemas.
–No, no hace falta, solo quiero ir a la combini por un par de onigiris, antes de desmayarme… –
Le dije.
–De acuerdo… yo tengo que irme también. –
Dijo, y salimos los dos del salón. Ayasara Sensei giró la mirada cuando pasé cerca de ella. Fui a la combini y cuando mordí mi Onigiri y sentí que todo en este mundo era maravilloso, llegó un mensaje a mi celular.
“Ve al estacionamiento de la escuela Y que no te vean. Te vas a reír de lo lindo. O lo vas a gozar, como quieras. Ah, me encantan las chicas tontas. ¿A ti no?
Cariños. Kamine.”
La escuela tiene un pequeño estacionamiento pensado para los autos de los profesores. Era obvio qué era lo que estaba buscando allí, pero ¿Por qué me iba a reír?
Hice como me dijeron. Llegué allí mientras comía mi segundo Onigiri. Y como era de esperarse, Ayasara Sensei estaba allí, hablando y regañándose sola.
“¿Cuándo aprenderás? Ayasara… seguro que ahora te odia… ¿Quién te dijo que “estricta” es un cumplido?”
Parecía seriamente enojada, si cualquiera me lo pregunta. No diré que estaba triste, pero parecía muy nerviosa, como cuando sabes que has hecho algo muy malo y estás en problemas.
“Estaba allí, era la ocasión perfecta para brillar… y lo arruinaste. Ni siquiera hay forma de disculparte. ¿Qué se supone que dirás? Seguro que ahora piensa que eres dura como piedra. Todo lo que tenías que hacer era llegar y mostrarle que tienes un corazón. Te hubiera admirado. Pero lo arruinaste… otra vez… ”
Maldita Kamine, a ella le gustaban estas cosas, a mí no. Es cierto que estaba un poco enfadado con ella, pero era el hambre. Iba a acercarme cuando ella alzó la vista y por no humillarla, me quedé escondido.
“Es decir… estaba allí… ni siquiera tenía que ser demostrativo. ¿Qué si tiene un problema grave? ¿Qué si necesita ayuda? No sabes nada de él todavía… No era momento para ser su profesora, era momento de acercarte, estaba ahí, el destino lo puso delante de tus ojos, y lo rechazaste… Ayasara idiota. Eres patética, eso es lo que eres. ”
Se cubrió la cara con las manos luego. Así que suspiré y salí de donde estaba.
–Usted no es patética… –
Ayasara Sensei me miró con los ojos muy abiertos. Se enfadó por un momento, luego su coraje se combinó con vergüenza y lágrimas acudieron a sus ojos.
–¿Hace cuánto que estas allí? ¿Qué haces allí? ¿Estabas espiándome? ¡Responde! –
Preguntó ella, pero antes de que pudiera responder, ella se llevó la mano a la frente. Se regañó allí, frente a mí.
“No, no, no, así no se responde a un cumplido ¡Idiota! Así no… otra vez… otra vez… ”
Y suspirando, me miró y forzó una sonrisa.
–Otagane–kun. No sabía que estabas allí. –
Me dijo ella. Respiraba con dificultad, de todos modos.
–Lo siento… –
La maestra tuvo un espasmo nervioso por la vergüenza, se recompuso luego. Suspiró.
–No hay… nada que sentir… no has hecho nada malo. Yo solo hablaba conmigo misma, es todo… –
Fue muy obvio que ella estaba haciendo un gran esfuerzo por mantener la compostura.
–No creo que debería ser tan dura con usted misma, Sensei. –
Ella giró la cara, suspiró.
–Pero… si así es como soy con todo el mundo. –
Dijo ella, se sentía mal por lo que pasó antes, de eso no me quedaba la menor duda.
–Yay, entonces creo que debería sentirme afortunado… –
Comenté. Ayasara Sensei negó con la cabeza.
–¿Afortunado? Po… ¿Por qué exactamente? –
Preguntó ella. Tenía la expresión de alguien que se enfadará si fallas la respuesta.
–Porque, entonces, no mucha gente conoce su lado dulce. –
Respondí, Ayasara Sensei suspiró. Durante un rato permaneció en silencio, sin saber exactamente qué decir. Luego se recompuso y me miró.
–Yo… iba camino a un restaurante que me gusta mucho. Puedo… invitarte si quieres… –
Explicó.
–¿Ahora mismo? pero pueden verla… –
–No tienes que subir aquí… –
Respondió ella, luego se tapó la boca. Eso podía tomarse por una grosería, pero… es que no me gustaba que ella se cuidara tanto de lo que decía.
Hatami me lo había dicho, se agradece, pero no se siente bien.
–Sensei… ¿recuerda lo que le dije la última vez? Que si hay algo, lo que sea, que pueda hacer para que se sienta mejor… –
–Lo recuerdo… –
Respondió ella, llevándose las manos al pecho, suspirando.
–¿Hay algo que pueda hacer? –
–No me odies… –
Respondió ella. Yo la miré como si no supiera de que estaba hablando.
–No la odio, Sensei, sigo estando feliz y agradecido de estar en su clase. –
–¿Eso es un sí? –
Preguntó ella, yo asentí con la cabeza. Ella tomó sus llaves y abrió el auto.
–Sube… –
Dijo. Yo obedecí, aunque no por eso dejé de reclamarle.
–Está siendo muy arriesgada. –
Comenté.
Ayasara Sensei estaba actuando justo como actuó Sanae. Me dio algo de miedo que me dijera “dejaré mi empleo” o algo así. Es la verdad, pero ella negó con la cabeza.
–Nadie va a fijarse en mi auto. ¿Qué hombre iba a querer ir a algún lado con una mujer tan fría? –
¿Eso es lo que ella pensaba de sí misma?
De todos modos me agaché un poco para salir de la escuela, y de todos modos también, la profesora miró varias veces a los lados. Pero todos los otros profesores estaban en la sala de maestros en esta hora del día. No era hora de que hubieran terminado sus deberes y estaba seguro de que Ayasara Sensei estaba saltándolos.
No es como que ella no se esforzara siempre, así que sentí que estaba bien.
Pasadas algunas calles, ella por fin habló:
–¿Sabes porque me hice profesora? –
Preguntó.
–No… –
Respondí, porque no sabía. Ella batió la cabeza.
–Perdón, estoy nerviosa, no creo que quieras escuchar eso, lo siento… –
–En realidad quiero escucharlo… –
Respondí. No entendía porque se había interrumpido, pero ella negó con la cabeza.
–Es la historia de una mujer tonta y un hombre bueno… y no ha cambiado nada… –
–Quiero escucharla. –
Le dije. Ella negó con la cabeza.
–Solo si prometes no reírte de mí. –
–Claro que no… –
Respondí.
–Bueno, sucedió todo cuando estaba en el instituto, yo… me enamore de un profesor. No era tanta la diferencia de edades… yo tenía dieciocho y él tenía veinticinco. Realmente pienso que… podíamos haber tenido un futuro. –
Explicó. Yo asentí.
–Pero… yo todavía no entendía de que se trataba todo eso, y mi vergüenza y mi obsesión por las reglas, arruinaron todo. –
Explicó ella. Yo suspiré. Me parecía… demasiado poco para que su relación se quebrara.
–Es posible, que él no haya pensado en usted de forma seria. –
Comenté. Ella pareció enfadarse.
–¡Oye! Me propuso matrimonio. –
Se quejó.
–¿Ehh? –
Me quedé perplejo. De acuerdo, retiro lo que le dije. Ella suspiró y bajó la cabeza.
–Le dije que no… –
Admitió ella después, su rostro se ensombreció.
–Le dije que lo que hacía estaba mal, y que no podía hacer esas cosas porque iban en contra de las reglas. –
–¿Eso lo alejó? –
Pregunté. Eso me parecía más lógico.
–Sí… bueno, no, no inmediatamente, pero esa era la clase de respuesta que obtenía de mí siempre. Yo ni siquiera pensaba en que una vez que me graduara, dejaría de estar mal… fue tonto rechazarlo por esas cosas, pero como he dicho, para mí, las reglas eran absolutas. Además de que… luego de un tiempo, apareció competencia. –
Explicó.
–¿Una chica del mismo sitio?–
Quería decir que una a quien no importaran las reglas, pero Ayasara Sensei negó con la cabeza.
–Una profesora… más grande que él por cierto. –
–Ah… entiendo… –
Ayasara Sensei bajó la cabeza para contar lo que pasó después.
–Con más experiencia, más amable, más atenta… con más facilidad para decir que “sí” allí donde mi vergüenza y mi obsesión me obligaban a responder “no”… el resultado es muy obvio. –
Me recargué en su hombro, ella me miró, y se sonrojó, pero no me dijo nada.
–Me hice profesora, porque sentí que eso aliviaría mi culpa por haberlo dejado escapar… es decir, me gusta mi carrera y eso pero… bueno, es que desde que se casó con ella, siempre había algo en mí, que me decía que tenía que haber sido diferente. Admito que en ese tiempo creí que perdí porque competí con una profesora… no era eso, perdí porque competí con una mujer lista, y yo era una niña tonta. –
–¿Qué ocurrió con ellos? –
Pregunté.
–Tuvieron dos hijos… se fueron lejos de aquí, después de algunos años. Hice la disimulada pero, lloré mucho en mi habitación, de algún modo, eso me hizo entender que no era para mí, y nada de lo que hiciera cambiaría eso. Y me dediqué a mi trabajo mucho para olvidarme de eso y… no tengo la más mínima idea, de por qué te estoy diciendo a ti estas cosas. –
Ayasara Sensei se reconoció después de eso hablándome de las cosas de su vida y enrojeció.
–No hay problema, a mí me agrada saber cosas de usted. –
Respondí. Ayasara Sensei se rio con vergüenza.
–A ti te encanta jugar con mi corazón… ya me he dado cuenta de lo que haces. –
Me dijo ella, me miró por unos momentos, un asomo de coraje cruzó por su rostro.
–Tú no sabes lo que es ¿cierto? Verte a ti misma, sola, grande, soltera… saber que los mejores años de tu vida se han ido para siempre, y vivir con ello… y de pronto un chico joven y atractivo, viene a ti diciendo esas cosas… dan ganas de abandonarlo todo y quedarte en esa cama para siempre. –
Explicó, con algo de sarcasmo en su voz.
–¿Qué edad tiene? Sensei… –
–Oye, eso no se pregunta… –
Se quejó ella, enrojeciendo.
–Pero quiero saber… –
–¡No! Y si sigues insistiendo, me enfadaré. –
–Adivinaré entonces… veintitrés… –
Ella pellizcó mi mejilla con fuerza.
–¿No te dije que no te burlaras de mí? –
Preguntó ella. Yo me sobé mi cara.
–Pero… quiero saber… –
–Si te lo digo bajarás del auto y no querrás verme nunca más… –
–Eso no lo sabe… –
Repliqué, eso hizo que ella se riera, al menos su nerviosismo se había esfumado. Fuimos a un restaurante donde servían cangrejo. Entramos al estacionamiento del lugar y bajamos del auto después de eso.
Era un sitio elegante, hay que decirlo. Incluso me sentí un poco mal por estar siendo invitado así de la nada a un sitio como este.
–Treinta y uno… –
Dijo. Y cerró la puerta del auto al bajar. Yo la miré con extrañeza.
–No es tanto… –
–Te doblo la edad… –
Se quejó ella, pensando que lo decía por quedar bien. Y sí… en parte. No creía que treinta años fueran tantos. La madre de Mizore debería tener más que eso, la madre de Kamine también… y muchas otras.
Entramos al restaurante después de eso, y nos sentamos en silencio. Una vez que estuvimos sentados, yo le respondí.
–Tengo dieciséis. –
Me quejé. Ella entrecerró los ojos.
–Bien. Pues cumpliré treinta y dos en un mes y medio. Te doblaré la edad entonces. –
–¿Y eso es malo? –
Pregunté, ella me miró. Nos sentamos.
–Pues… no lo sé. Por algo eres el único ¿No es cierto? Desde lo que te conté… –
–Está sobrevalorando la edad. –
Repliqué, ella pareció enfadarse.
–Si cuando tenía dieciséis años alguien me hubiera dicho que acabaría en un restaurante con alguien que en ese momento acababa de nacer, habría dicho que están locos. –
Explicó ella.
–Y si me hubieran dicho a mí cuando nací que yo acabaría en un restaurante con una mujer que tenía dieciséis años en ese momento, habría llorado… porque era un bebé. –
Ayasara Sensei tuvo que hacer un gran esfuerzo para no soltar una carcajada. En lugar de eso, se cubrió la cara para reír.
Era lindísima.
–Eres un tonto… Ya… ordena algo… lo que quieras… –
–Que sea el especial del día. –
Respondí, y eso fue lo que pedí, y ella pidió uno igual, mientras traían nuestro plato, tomé su mano. Ella había parado de reír, se sobresaltó porque mi mano estaba bajo la mesa, tomando la suya.
–Tiene que quitarse la idea de que lo que hace está mal, Sensei. Si nos escondemos es porque no quiero ocasionar problemas, no porque piense que estoy haciendo algún daño o que usted lo hace con esto. Si aquellos eran sus mejores años, no puedo decirlo, yo no estaba allí entonces. ¿Debo pensar que yo nunca llegaré a hacerla así de feliz? ¿Sin importar lo que haga? –
Era una pregunta envenenada, lo sé, porque ahora solamente tenía una respuesta sin quedar como una tonta.
–Si dejas de tratar de enamorarme a cada paso que das, seré feliz. –
Respondió ella, colocando su mejilla en la mano, mirándome. En ese momento trajeron nuestro plato. Yo comencé a comer y respondí:
–Usted ya está enamorada de mí. –
Le dije, sin mirarla.
–¿De qué estás hablando? Claro que no… –
Respondió ella, acalorada. Pero quise quitar mi mano y ella la sostuvo de un dedo, sin dejarla ir, y sin mirarme.
–Le guardaré el secreto… si usted me guarda el mío. –
–Yo no tengo un secreto que guardar… –
Respondió ella, todavía acalorada.
–Si lo hubiera… ¿lo guardaría? –
–Suena a lo que alguien diría antes de confesar un crimen. –
Se quejó Ayasara Sensei.
–Puede ser… –
Le dije, girando la mirada. La profesora alzó las manos.
–Escucha, dejemos eso para después… ahora mismo, tenía que disculparme ¿comprendes? He estado desanimada últimamente, y bueno… es que… no hemos podido buscarnos el uno al otro, y faltaste ayer a clases y… sinceramente pensé que algo malo había pasado. No es que quisiera tratarte así. –
Explicó.
–No es que haya pasado nada malo… pero, tuve un problema, eso es todo. No quise preocuparla de esa forma. –
Expliqué. Ella asintió.
–Bueno, al menos con esto queda comprobada una cosa, es decir aceptaste venir aquí en vez de… proponer algo… pues… –
–Entiendo. –
Le dije, porque parecía tener problemas para decirlo, Ayasara Sensei se explicó de todos modos.
–Eso prueba que al menos estas siendo sincero, y no son mentiras con la intención de obtener algo. No digo que no me agrade, pero… quizá tú entiendes lo que trato de decirte. Me hace feliz que quieras pasar tiempo conmigo así… –
Explicó ella.
Lo que Ayasara Sensei trataba de decir, es que se ofendería si yo solamente mostraba interés en su cuerpo. Yo había aprendido que había una delgada línea entre mostrar que eso era lo más importante y mostrar que era lo único que te importaba.
–Admito que una parte de mí quería que pasaran cosas, soy un chico saludable. Por otra parte, bueno, en verdad me gusta estar cerca de usted, ya sea en clases o afuera, poder mirarla, por ejemplo reír, es un gran alivio para mí. –
Habíamos terminado de comer. Ayasara Sensei se quedó mirándome un momento. Luego se acercó a mí, y pellizcó mi cara.
–Sigues jugando con mi corazón… eres un niño malo… –
–Perdón… –
Le dije, para que dejara de pellizcarme. Aun así, sabía que el hecho de que ella se sintiera en confianza para hacer eso tenía su significado.
–Te pondré en detención por eso… –
Dijo levantándose. Me puse de pie también.
–Perdón, profesora. –
–Si quieres que te perdone tendrás que recordar eso. Me debes una detención. –
Dijo, y se dio la vuelta.
Salimos del restaurante después de eso. Ayasara Sensei suspiró cuando estuvimos fuera.
–Debo volver al plantel. Seguro que se van a preguntar por qué rayos salí solo así. Además hay cosas que debo recoger. ¿Quieres que te deje? –
Preguntó.
–No… estoy bien, puedo ir a mi casa desde aquí. –
Respondí, estaba relativamente cerca.
–Está bien entonces, nos vemos después. ¿De acuerdo? –
Dijo y se dio la vuelta.
–Sensei… –
Llamé. Ella se dio la vuelta.
–¿Cree que… podría darme su número? –
Pregunté. Ella enrojeció hasta las orejas.
–¿Me estas pidiendo mi número de teléfono? –
Preguntó ella, al parecer no podía creerlo. No sabía que para ella era algo importante, se lo pedí para tener más comunicación con ella.
–Bueno… sí… –
Respondí, como dije, no tenía idea de que fuera importante, Ayasara Sensei pareció dudarlo un momento.
–Sí, bien, no es que no quiera… ¿sabes? –
–Si no puede. Está bien, no pasa nada. –
Respondí, pero Ayasara Sensei negó con la cabeza.
–No es eso, es que… yo no se lo he dado a nadie en años… es decir. Creo que la última vez que me lo pidieron, fue la señorita que me entrevistó para el empleo… –
Dijo eso bajando la cabeza, como avergonzada.
–Bueno, admito que me enojaría mucho si alguien más se lo pide después de hoy… –
Ahí vas de nuevo, Toshikane. ¿Qué tus problemas en casa no te han enseñado nada? Ayasara Sensei me miró con lágrimas en los ojos.
–No tienes que ser tan malo… –
Y me extendió su celular, fingí no darme cuenta mientras tomaba el número y se lo devolvía, ella lanzó un enorme suspiro cuando le di el celular porque nuestras manos se juntaron.
–Puedes… marcarme cuando quieras. –
Dijo ella en voz baja.
–Lo haré, tengo que encontrar el momento. No puedo marcarle cuando estoy en clases, mi profesora se enojaría mucho conmigo si lo hago. –
Expliqué, ella soltó una risita.
–Quien sabe… tal vez te lo perdone, eres tú después de todo. –
Dijo y se dio la vuelta, subiendo a su auto después.
Yo me fui de allí, esperando que ella realmente se sintiera mejor.
Tengo que dejar de querer aprisionar a cada mujer que me encuentro.