Haru No Yurei - Volumen 3: 31. Chicas raras.
Cuando desperté, Sanae ya se había levantado y no estaba en el cuarto. Voltee a ver a todos lados, este sitio había cambiado mucho. Suspiré. Vaya una noche.
En cierta forma me sentí bien, es decir, Sanae había sido muy ruidosa, pero creo que eso solo era posible si ella estaba bien segura de que no había nadie en casa. Quiero decir, que no creo que hubiera problemas una vez que todas las demás estuvieran aquí.
Lo primero que hice luego de ponerme de pie fue buscar a Sanae. Ella estaba abajo, el verla mirarme y esconderse me produjo una sensación extraña. Bajé las escaleras mientras ella entraba a la cocina.
Supuse que estaba avergonzada.
Entré a la cocina después. Deberían ser cuando más las ocho de la mañana. Sanae parecía ocuparse de limpiar, aunque, ella solo actuaba así cuando estaba muy nerviosa.
-¿No tienes que ir a trabajar? –
Preguntó ella, mirando a todos lados.
-No, no hoy al menos… –
Respondí, recargándome en la alacena.
-Te levantaste un poco muy temprano ¿No es cierto? –
Pregunté. Sanae asintió con la cabeza.
-Si pero… no… –
Se quedó callada, me miró de reojo, pero giró la cara. Luego trató de recomenzar. Era muy obvio que ella quería decir algo, así que solo la dejé hablar.
-Anoche… yo… –
Se interrumpió de nuevo.
-Tu… –
Insistí, Sanae me miró por unos momentos.
-Bueno… es que… no sé… –
Explicó y bajó la cara de nuevo.
-¿Quieres hablar? –
Pregunté. Ella negó con la cabeza.
-No… espera… no sé cómo decirlo… –
Comenzó a decir Sanae, suspiré. Por unos momentos pensé que sería un paso atrás.
-Bien… lo hicimos mucho ¿No? –
Dijo ella a media voz.
-Si… algo. –
Admití. Ella suspiró.
-Se… se sintió muy bien… bueno… yo estaba feliz… muy feliz… ¿estabas tú feliz? –
Preguntó Sanae.
-Mucho… –
Respondí, sonriendo. Ella me miró, con la cara completamente roja, y puso todo su esfuerzo en no quedarse callada.
-Y… bien… tú… ¿Quieres más? –
Me quedé perplejo.
Es decir… Sanae me invitó.
Nunca creí que eso fuera posible. Sanae se desesperó.
-Tu dijiste que no me ibas a odiar y… –
Comenzó a excusarse porque yo estaba demasiado sorprendido y no había dicho nada.
-No te odio. No te odio Sanae. Y tampoco pienso mal… es solo que me sorprendiste, pero es lindo, y es bonito… y está bien. –
Respondí.
-No tiene que ser ahora mismo, es decir… seguro que estás fastidiado… yo… ni siquiera sé por qué dije eso… –
Antes de que dijera más, me acerqué a ella, Sanae, por toda respuesta, retrocedió y puso sus manos atrás.
-Sanae. Quita tus pantis. –
Ordené. Su invitación me abrió el apetito. Más aún porque yo recordaba todo lo de anoche, y más aún porque, nunca, en toda mi vida, pensé que escucharía una invitación tan linda y honesta de una chica como ella.
-Si… verás… sobre eso… –
Comenzó a decir. Salieron lágrimas en sus ojos y ella estaba tan roja que podía haber freído un atún en su cabeza.
-No… no tengo… –
-¿Cómo? –
Pregunté, aquello realmente me sorprendió.
-Es decir… yo… no me puse… no hay nada bajo la falda. –
Comenzó a llorar luego.
-Soy una sucia ¿No es verdad? Diciendo esas vulgaridades solo así… Yo… no sé lo que dije… perdón… no me odies… –
Sanae se puso a llorar, por toda respuesta, me acerqué y le di un beso. Eso hizo que su llanto se detuviera.
-Sanae, no voy a odiarte… –
Le dije.
-Pero… no debería decir… yo no debo… –
-¿No debes qué? –
Pregunté, Sanae bajó la cara y la obligue a subirla para mirarme.
-Pues… no debo… decir esas cosas… –
Me gustaba el modo de seducir de Akane, tan en confianza de sí misma y de su atractivo sexual. Me agrada el modo de ser de Kurimo, tan obvia y tan reservada. Te dabas cuenta de lo que quería sin que ella dijera una palabra. Pero creo que en el caso específico de Sanae, con deseo sexual tan alto que tenía, y con sus traumas tan arraigados, lo mejor, era aprender a ser honesta.
Sanae me miró y se limpió sus lágrimas. Yo sonreí.
-Yo… quiero más… –
Admitió.
-Yo… me desperté pensando en ello y… no quería molestar… –
Explicó después.
-Es bueno que seas tan honesta, Sanae. –
Respondí.
-Eso… me hace mala… –
Agregó ella, juntando sus dedos.
Tenía que acabar con ese trauma tan fuerte que tenía a que dijeran que es una niña mala. Cualquier cosa que se saliera de lo normal le provocaba una angustia terrible. Y lo peor es que era difícil saber qué cosas eran serias y que cosas no lo eran. Pero… no voy a convencerla de que sentir deseo no la vuelve mala ¿O sí?
Tal vez… un enfoque diferente. Anoche dijo algo importante sobre el tema. Creo que convenía usarlo aquí.
-Está bien ser mala de cuando en cuando. Todas las niñas consentidas son malas a veces. –
Respondí, tomando su mano, ella me miró, sorprendida.
-No está bien… tu dijiste… que solo a las niñas que son buenas… les consienten… –
Respondió Sanae, su respiración estaba acelerada.
-No, no fue eso lo que dije… –
Respondí, arrinconándola.
-No… no entiendo… –
Respondió Sanae. Subí mi mano hasta su brazo, sonriendo.
-Dije que a las niñas que son malas hay que castigarlas. –
Respondí, Sanae tragó saliva.
-¿Y tú quieres? Es decir… yo… tal vez… estoy presionando mucho y… –
Ella pensaba que no tenía ganas de tener sexo con ella. Eso tenía remedio.
-No, está bien… tengo que enseñarte a no olvidar tu ropa interior otra vez. –
Expliqué, jalándola del brazo con algo de fuerza. Sanae asintió.
-Si… yo… la olvidé… soy tonta… –
Respondió ella. La coloqué de espaldas con un poco de fuerza, empujando su hombro contra la pared y sosteniendo su brazo. Sanae volteó a verme.
-¿Me vas a pegar? –
Preguntó ella, decidí dejarla con la duda.
-Tengo que castigarte apropiadamente… –
Respondí, moví mi mano hacia su espalda y su trasero.
-¿Co…cómo es… el castigo? –
Preguntó ella, nerviosa.
-Pues… hay que levantarles la falda… –
Sanae expuso su trasero ligeramente cuando dije eso, era apenas perceptible, pero como estaba tan cerca de ella y tan pendiente, lo noté.
-Pegarles bien en el trasero… –
Le di una nalgada, Sanae saltó y me miró con lágrimas en los ojos.
-No… –
-No me digas que no. –
Respondí, Sanae se volteó.
-Pero… me duele… –
Iba a empezar con la retórica de “te estás creyendo mucho” pero podía ser que eso resultara contraproducente a la larga. En vez de eso, la tomé de la cintura, levantando su trasero un poco más. Desde donde estaba podía sentir el calor emanar de su entrepierna.
-Y luego, hay que… abrir sus piernas… –
Expliqué.
-¿Para qué? –
Preguntó Sanae, bajé mi cierre, con algunos problemas por la erección que ya tenía, Sanae quiso mirar, se movió un poco para poder ver, y con fuerza volví a acomodarla.
-No te muevas. –
Le dije.
-Pero ¿Qué me vas a hacer? –
Preguntó ella. Quería oírme diciéndolo ¿No?
-Voy a abusar de ti, así es como se castiga… –
Pude ver la ilusión en el rostro de Sanae, aunque ella negara con la cabeza.
-Eso no es cierto… me estás mintiendo… –
Respondió Sanae con una pataleta. Puse mi pene en su entrada, que palpitaba como tratando de succionarme dentro, y entré de un solo golpe, Sanae gritó y tembló. Incluso sus dedos se encogieron, tratando de aferrarse a algo aunque no había nada porque tenía las manos en la pared.
-Esta… está dentro de mi… tu… lo metiste… –
-¿Te disculparás ahora? –
Pregunté.
-¡No! –
Gritó ella, haciendo una pataleta, la sostuve de los hombros para empujar con más fuerza. Sanae tuvo problemas para sostenerse.
-Tú te lo buscaste… –
Respondí, comenzando a empujar, lentamente y todo lo profundo que pudiera, Sanae comenzó a gemir. Podía escucharse el sonido de los embates en medio de sus gemidos, a pesar de que ella era muy ruidosa.
-No… no es cierto… tú… eres un abusador… –
-Lo soy… –
-Espera… espera por favor… –
Gimoteó. Me sostuve de su cintura para poder usar más fuerza.
-No se puede… –
Respondí, empujando con más fuerza. Sanae comenzó a venirse, pero no presté atención a eso, solo seguí empujando mientras sus gemidos iban y venían.
-Me moje… me mojé… y tu… a ti no te… importa… –
Se quejó ella.
-Esto te pasa por olvidar ponerte tu ropa…–
Respondí sin dejar de empujar, Sanae
-No… yo no soy… mala… tú eres… malo… yo… me… me voy a romper… –
Se quejó ella. La tomé del cabello con fuerza. Sanae lloriqueó.
-Eres… el hombre… mas… horrible… que existe… –
Se quejó ella mientras jalaba su cabello.
-¿Ah? ¿Lo soy? –
Pregunté, aumentando la velocidad.
-¡Sí! –
Se quejó ella, apenas podía hablar, y tuve que bajar el ritmo para que ella pudiera tomar aire. No dejé de empujar dentro de ella, de todos modos.
Le di nalgadas, jalé su cabello, empujé su cara contra la pared, mucho más rudo de lo que normalmente era con Sanae. Después de unos momentos, ella se había venido dos veces, trató de separarse.
-Basta… basta… ya no puedo… ya no puedo… –
-Aún no termina. –
Respondí, las paredes de ella se contrajeron cuando empujé con fuerza dentro de ella. Sanae chilló.
-Lo siento… lo siento… me disculpo… –
Respondió ella, la solté por un momento y ella se dejó caer en el suelo.
-Pensé que no te ibas a disculpar… –
Respondí.
-Pero… ya no puedo… eres muy rudo… me volveré loca… –
Replicó Sanae, tomé su cintura con ambas manos, su trasero se levantó prácticamente solo.
-¿Por qué? –
Preguntó ella.
-¿Por qué? ¿Qué? –
Repliqué.
-¿Por qué sigues? –
Preguntó Sanae, volteando.
-Pues… porque todavía no estás siendo honesta. –
Respondí.
-Pero ¡¿Qué quieres que diga?! –
-No olvidaste tus pantis… –
Respondí, colocando mi pene en su vagina de nuevo, Sanae lloriqueó.
-No… no las olvidé… –
-¿Qué paso entonces? –
Pregunté. Sanae se acomodó para recibirme.
-Yo quería… esto… quería hacer cosas sucias… ya te dije ayer… me gusta… –
-Ah, entonces recuerdas lo que pasó… –
Le respondí, empujando con fuerza, Sanae soltó un chillido.
-Si… si recuerdo… lo recuerdo todo… las cosas que dijiste, y lo que hiciste cuando me bajé mi pijama… y como me besaste… y… y… que me porté como una ramera… –
Se quejó Sanae.
-También dijiste que serías honesta… –
-Lo soy… lo soy… lo estoy siendo ahora… lo juro… –
Se quejó ella, me acerqué un poco para tomarla del brazo, y jalarlo hacia atrás. Sanae restregó su trasero contra mí.
-Entonces… quieres que me detenga… –
Respondí. Sanae giró la cabeza para mirarme. Dejé de empujar de pronto.
-No… –
Respondió Sanae, parecía incluso enojada de que me detuviera.
-Pero dijiste que ya no… –
Respondí.
-No es verdad… lo… lo dije para que no pensaras… mal de mí… quiero seguir… por favor… –
Respondió, suplicando. Volví a empujar y ella sonrió y recargó su cabeza en el suelo. Hice como me pidió, y comencé a empujar con fuerza. Sanae comenzó a gemir de nuevo.
-Puedo… ¿puedo ser sucia? –
Preguntó Sanae. No sé a qué se refería y por el momento no importaba, pero le dije que sí, Sanae levantó la cara.
-Mi… mi cabello… me mojo mucho cuando me jalas mi pelo… –
Dijo. Solté su brazo y la tomé del cabello, jalándola con apenas fuerza para que levantara la mirada y mirara al frente, aumenté el ritmo.
-Si… eso quiero… me siento bien… me siento bien así. –
Sanae gritó todo eso mientras se venía. Iba a venirme dentro de ella, pero algo me dijo que era una mala idea, no sé porque. Saqué mi pene antes de venirme, y la manché cuando arrojé mi semen sobre su espalda.
Sanae permaneció acostada sobre el piso de la cocina por unos momentos, tratando de recuperar el aliento. Se veía tan indefensa que sinceramente me pasó por la cabeza la idea de atacarla de nuevo.
Volteó a mirarse después, mientras yo me recargaba en la pared, como reconociéndose en el estado en que se encontraba. Se puso de pie. Pensé que se había enfadado.
-Sanae… –
Comencé a decir, pero ella me interrumpió.
-¡No! No… no digas nada… –
Dijo ella. Sus manos estaban temblando, algo un poco extraño, a decir verdad.
-Te amo… –
Dijo ella, y luego de eso echó a correr, saliendo de la cocina y subiendo las escaleras. Aquello no me lo esperaba para nada. Fue muy obvio que ella trabajó mucho para decir eso en el estado en que se encontraba, yo solo sonreí.
Me puse de pie después de eso y como escuché que ella cerró la puerta del cuarto, fui al baño a lavarme.
———-
Miré el reloj. Eran las once de la mañana y yo todavía no sabía lo que había pasado con Akane o Kurimo. Ni siquiera saqué mi celular, y era muy obvio que no podía interrumpir a Sanae luego de algo como eso. En esas cosas estaba precisamente pensando cuando Kurimo entró por la puerta.
-Ya… volví… –
Dijo ella, parecía exhausta. Sonreí, seguro que no había dormido bien, estando en el hospital por todo lo del bebé recién nacido y eso.
-Qué bueno que has vuelto. ¿Cómo estás? –
-Bien… mi madre va a salir del hospital en unas horas, y… la van a llevar a casa en automóvil. –
Explicó Kurimo.
-No nos dejan estar allí después del desayuno. –
Agregó después.
Tenía algo. No estaba seguro de qué, pero algo tenía. Posiblemente era solo el cansancio.
-Kurimo… ¿Estás bien? –
Kurimo me miró, y negó con la cabeza. Admito que aquello me alarmó un poco, tal vez algo había pasado con el bebé.
-Hago todo mal… siempre lo hago mal… voy arriba. –
Dijo ella, y sin decir nada más, subió al cuarto. Iba a subir tras ella cuando llegó Akane también. No parecía mejor, me refiero a que llegó en un estado deplorable.
-Estoy aquí… –
Dijo ella.
-Akane… ¿Qué ocurrió? –
Pregunté. Ella me miró, tenía los ojos marcados por la falta de sueño.
-Nada… no ha pasado nada… es solo que… –
Se sentó en el sofá. Al menos ella no escapó.
-No estaba lista para esto… –
Explicó Akane.
-¿No estabas lista para qué? –
Pregunté yo. Akane suspiró. Creo que ella solo estaba cansada.
-Para todo esto. Necesito un baño caliente, como nunca he necesitado uno antes. –
Respondió ella.
-Lo prepararé ¿Está bien? –
Ofrecí, pero ella negó con la cabeza.
-No… yo puedo… yo puedo… –
Se puso de pie como pudo, me dio un poco de lastima verla así, nunca había llegado en ese estado tan desanimado a casa. Me acerqué y le abracé por detrás.
Akane, haciendo lo que nunca hacía, suplicó.
-Ahora no… por favor… –
Ella nunca me había rechazado antes, y no niego que se siente extraño, pero me hizo sentir un poco mal que ella pensara de mí así.
-No estoy intentando nada. –
Respondí, ella se sostuvo de la pared.
-Dices que no estas intentando nada y… –
Se detuvo. Estaba alzando la voz.
-No… no voy a perder la calma por esto… ni siquiera debería gritarte… solo… déjame ir ¿Está bien? Puedo con esto sola, fui yo quien decidió que ir allá era mejor que esperar a mi esposo en casa. –
Ni que hacerle, dejé ir a Akane. Todavía no sabía qué clase de razonamiento la había llevado a actuar de ese modo, así que no podía decir nada al respecto.
Akane subió las escaleras luego de eso. Mientras esas cosas pasaban, yo tomé el teléfono para ordenar algo de comer. Pizza debería está bien.
Pude escuchar que el teléfono de Akane estaba sonando en el baño, pero ella lo dejó sonar. También escuché que Kurimo estaba haciendo algo en su habitación, como moviendo un mueble o algo así.
Una vez que Akane salió de bañarse, se puso su pijama de pollos y entró a su cuarto. Yo estaba limpiando la cocina, porque… había que limpiar.
Kurimo y Akane bajaron juntas luego de eso, me buscaron en la cocina.
-¿Podemos hablar? –
Preguntó Akane, Kurimo tenía la cabeza baja.
-¿Pasa algo? –
Pregunté, ambas negaron con la cabeza, parecían avergonzadas de algo. Así que encogí de hombros y salí. Nos sentamos en la sala.
Lo primero que ambas dijeron.
-Perdón. –
-¿Eh? –
Si, ¿Eh?
Kurimo fue quien habló.
-Tú… estabas feliz de vernos, y no nos importó. –
Dijo ella.
-¿Alguna de las dos puede decir qué paso? –
Pregunté.
-Pues… no sé muy bien… –
Respondió Akane, pero Kurimo negó con la cabeza.
-Es culpa de mi madre. –
Dijo ella. Akane suspiró. Con eso me anunció su respuesta positiva.
-Por la mañana se puso completamente histérica. Peleó con su novio, peleó con Misato, peleó conmigo… –
Explicó Kurimo.
-Mi padre tuvo prácticamente que echarme de allí… –
Agregó Akane, bajando la cabeza.
-No debimos haber ido. Tenía razón, nadie nos llamó… –
Comentó Kurimo.
-¿Puedes perdonarnos? –
Preguntó Akane, yo no sabía de qué tenía que perdonarlas.
-Pero no entiendo… –
Respondí.
-Mi padre dice que es normal hasta cierto punto, pero no pueden sedarla porque podría ser peligroso… le dijo cosas crueles al hermano de ella. –
Explicó Akane, mirando a Kurimo, quien asintió.
-¿Y a ti? –
Pregunté. No estaba seguro de querer enterarme de lo que le dijo a Misato, pero si quería saber si le dijo algo a Kurimo, especialmente como están las cosas.
-“Nadie te llamó, ve a atender a tu esposo, él lo necesita y tu aquí estás jugando.” Dijo. –
Akane batió la cabeza con pena.
-Ni siquiera permitió que nos acercáramos o viéramos al bebé. –
Explicó Akane.
Eso era a lo que ellas iban en realidad. Entiendo porque llegaron con los ánimos por los suelos.
-Es su hija, puede hacer lo que quiera ahora. –
Respondió Kurimo.
-Mi padre dice que se le bajará después… y que ellos traerán a bebé para que podamos conocerlo, pero creo que… estábamos adelantándonos, interrumpiendo en un momento que era de ella, y de mi padre, no de nosotras. –
Explicó Akane.
-Por eso queremos pedir perdón. –
Explicó Kurimo.
-No hay nada allí que yo deba perdonar. –
Respondí, negando con las manos. Akane negó con la cabeza.
-Si lo hay. Teníamos que haber esperado por ti. Teníamos que haber estado aquí, no hacerte dar una vuelta en vano después del trabajo. –
Explicó Akane.
-En realidad lamento que haya salido así, no es como que pensara que esto podía pasar. –
Respondí. Hablo de que ellas dos se dejaron llevar por la ilusión, pero no pensaron en que la señora podía no estar en las mejores condiciones para recibir visitas justo después de un parto.
-Lamento lo que dije antes… estaba cansada y solo pensaba en mi misma. –
Explicó Akane. Sonreí.
Aquella era la primera vez (desde que nos casamos) en que ella me rechazaba tan tajantemente, y no pude decir que no lo entendiera.
Llegó la Pizza.
-No. Reamente necesito dormir… pero no me siento bien si mi esposo no me da un beso de buenas noches. –
Me puse de pie y me acerqué a Akane, le di un beso… en la frente.
Akane sonrió.
-De acuerdo, en la frente entonces. Pero después me lo darás apropiadamente. –
Insistió Akane. Yo asentí. Akane miró a Kurimo significativamente. Kurimo le devolvió la mirada y asintió.
-¿Vas a quedarte? –
Pregunté, ella miró la pizza y asintió.
-También… quería decirte algo. –
Akane subió las escaleras. Kurimo se sostuvo de mi manga cuando Akane se fue.
Me senté junto a ella, sin decir nada por unos momentos. Kurimo abrió la caja con la pizza.
-Yo… entendí cuál es mi sitio. –
Explicó Kurimo. Luego me miró y dio una mordida a su rebanada. Parecía una ardilla al comer.
-¿Qué quieres decir? –
Pregunté, tomando una rebanada de pizza para mí, porque Kurimo ya empezaba a mirarme feo por no estar comiendo.
-Yo, quería pasar el dia contigo. Ese era el plan. Lo pensé desde que te hice tener esa cita con Minase-chan. Quería… pues… que estuviéramos juntos, tal vez ir a algún sitio cercano… y pues… tenerte para mí. Ya había hablado incluso con Akiyama-san y con Minase-chan y con Akane-chan. Pero luego llegó el asunto de Minako. Y… lo olvidé. –
-Bueno… es que había una razón… –
Respondí.
-Eso no es el punto. –
Replicó Kurimo, mirándome a los ojos.
-Es que, tenías razón, estaba pensando solo en mí. Me olvidé de todo lo demás por estar pensando en mis propios problemas. Estaba pensando en no ser una hija mala… –
-Creo que comprendo, y también creo que no comprendo, Kurimo. –
Admití, pero ella no se enfadó, al contrario, asintió con la cabeza, con una ligera sonrisa.
-Sigo siendo una niña. Akane-chan me contó que le dio una bofetada a su padre en esta misma sala. Ella no vino aquí pensando en ser una hija buena. Su único interés era su matrimonio. Ser una buena esposa. Me burle antes de Akiyama-chan, sin darme cuenta de que, ella estaba desafiando a toda su familia por estar aquí, yo solo sé ir corriendo con mi mamá. Todavía la veo como una figura de autoridad… –
-Es una figura de autoridad… –
Respondí.
-No, no lo es. Es mi madre, y la respeto como tal. Pero si voy a vivir aquí, tengo que decidirme, este es mi hogar. Sé que si te hubiera preguntado habrías dicho que sí, sé que las cosas hubieran salido igual, pero lo primero que me preguntó mi madre fue ¿Tienes permiso de venir aquí? Y… pues no lo tenía. –
Respondió ella.
-De allí todo fue de mal en peor. Mi madre me regañó y yo fui a enojarme contigo, estaba tan obsesionada con el bebé que no me di cuenta de que estabas cansado y querías ir a casa. Ni siquiera te pregunté si estabas bien… –
Explicó ella, bajando la cabeza y desanimándose.
-No pienso que esté tan mal, Kurimo. –
-Intenté forzar mis ideas tontas en ti… –
Dijo después. Creo que hablaba sobre lo de embarazarse.
-En cierto modo, pienso que es normal… es decir…-
Kurimo suspiró.
-He estado escapando de ti… –
Admitió.
-Bueno, es que… –
Kurimo me miró, entrecerrando los ojos.
-Y que tu solo me justifiques no ayuda. –
Se quejó.
-Yo solo quiero evitar que estés triste. –
Repliqué, bajando la cabeza, pero Kurimo sonrió.
-¿Lo ves? Eso solo prueba mi punto. Mi lugar está a tu lado. No tengo por qué ir a preguntar a mi madre si lo hago bien. Es a ti a quien debería preguntar. Eso me lo dijo Akane-chan. Ella dijo “Si tanto te preocupa ¿Por qué no le preguntas qué deberías hacer?” y me di cuenta, de que la única persona, a quien no he preguntado, es… pues a mí prometido… –
Explicó Kurimo, haciendo un ligero énfasis en esa última palabra, yo sonreí.
-Pues… –
Kurimo me interrumpió.
-Ya sé que vas a decir que te gusta todo como está… pero eso no ayuda. –
Respondió Kurimo. Ella… había estado practicando su habilidad para leer la mente. Era increíblemente acertada.
-¿Qué tal si dejas de evitarme? Eso estaría bien para empezar. –
Respondí.
-Sobre eso… algo que no pregunté… –
Dijo ella, y enrojeció, bajando la cabeza.
-Tu… bueno… ¿Te decepcionaste esa vez? –
-Kurimo, siendo sincero, yo no sé de donde sacaste esa idea. –
Respondí con franqueza.
-Me desmayé. –
Replicó Kurimo.
-Ha estado atormentándote todo este tiempo, y nunca me diste tiempo a decir que, no es la gran cosa. Esas cosas pasan a veces. No es grave como tú piensas que fue. –
Expliqué.
-¿No pensaste ni por un momento… que soy una pérdida de tiempo? –
Preguntó ella.
-Pues… no… –
Es que para mí eso no tenía sentido, pero ella había estado atormentándose seriamente por eso.
-Pero eso no… –
Comenzó a decir ella, llevándose ambas manos a la cara.
-Tu creíste que yo pensaba… tienes que dejar de sacar tantas conclusiones, casi siempre no es una buena idea, Kurimo. No puedes asegurar que sabes lo que estoy pensando, mucho menos en cosas como esa. –
Expliqué, acariciándole la cabeza. Tomé una nueva rebanada de pizza luego.
-Lo sé pero… es que… –
-No más de eso ¿Esta bien? Ahora mismo, tienes que descansar un poco… –
Ese comentario puso lágrimas en sus ojos.
-Pero… yo… –
Voltee a verla, ella se sostuvo de mi brazo.
-Quería pasar el dia contigo… por favor… no pido demasiado… –
Se quejó ella. Era la primera vez que ella me decía abiertamente algo así.
-Está bien, no tienes que llorar, todo está bien ¿De acuerdo? –
Pregunté. Kurimo asintió.
Dejamos el resto de la pizza después. Kurimo acomodó la caja y luego se acercó a mí. Recargó su cabeza en mi hombro.
-Antes que nada creo que debería tomar un baño. –
Comentó ella. A mí no me lo parecía, pero seguro que ella estaba demasiado consciente del tema, es decir, había pasado la noche en el hospital con todo el asunto del bebé.
-¿Quieres que vaya contigo? –
Pregunté, ella me miró por unos momentos y luego negó con la cabeza.
-Pu… puedo bañarme sola. –
Dijo Kurimo, sabiendo perfectamente que aquella no era la intención de mi pregunta, pero no dije nada. Ella subió después y entró al baño.
-De acuerdo… –
Respondí, ella aun volteó a verme cuando subía las escaleras, como para asegurarse de que seguiría allí mientras ella se bañaba. Entró al baño luego de eso.
Mientras Kurimo se bañaba, pensé que era una buena idea subir por mi cartera.
-Sanae… –
Llamé. Es que, al estar toda la noche con ella, mi cartera estaba dentro de su cuarto. Ella abrió la puerta y me miró por unos momentos.
-Solo… necesito pasar por algo, ¿Está bien? –
Pregunté.
-Claro que está bien… todo lo que quieras está bien… –
Respondió ella, algo extraño, si me lo preguntaba, pero sentí que sería malo indagar demasiado en el tema.
Solo por comentar, le mencioné.
-Kurimo y Akane volvieron. Akane está durmiendo ahora. Parece que no les fue demasiado bien. Han tenido un dia duro. –
Expliqué.
-¿Hatami-chan? ¿Está en casa? –
Preguntó Sanae, sonriendo.
-Está bañándose. –
Le dije. Sanae se acercó a la puerta.
-Quiero preguntarle algo… –
Dijo, y salió del cuarto. Yo tomé mi cartera. Había algo en la cama, era una revista de esas que las chicas compran, ya se sabe, moda y esa clase de cosas. No sé qué me dio por abrirla, tenía un apartado en la sección de lencería.
Creo que había tomado a Sanae escogiendo algo.
Escuché a esas dos hablar de algo mientras salía del cuarto de Sanae, pero no quise prestar demasiada atención. A veces es bueno solo esperar por lo que sea que esté pasando. Sanae salió del baño luego de eso, bastante feliz, y sonriendo como si hubiera hecho algo malo, me miró por unos momentos, y entró a su cuarto.
Cuando Kurimo salió del baño, con una toalla en la cabeza, lo único que hizo fue ir a donde yo estaba.
-Listo… –
Dijo, con la cabeza baja. Yo la miré, es que no estaba lista. Como dije, tenía una toalla en la cabeza.
-Kurimo… –
-Hablé con Akiyama-chan. –
Comentó ella, mirando al suelo.
-¿En verdad? ¿Qué fue lo que dijo? –
-Que… bueno… tu… tu estás de buen humor… dijo… dijo que estabas especialmente indulgente… –
No entendí lo que eso quería decir, además, para la una y para la otra, eso podían ser dos cosas diferentes.
-Si quieres que haga algo solo tienes que decirlo. –
Respondí. Kurimo sonrió.
-Bueno… es que es un poco tonto… pero… –
-Ya sabes que esa actitud nos lleva por problemas que no queremos tener, Kurimo. –
Respondí. Siempre que se callaba algo aparecía un reclamo dos semanas después, cuando ya no había remedio.
-Lo sé… lo sé… pero… bueno… también es un poco infantil… –
-Solo dilo… –
Respondí, acercándome. Ella se quitó la toalla de la cabeza. Su cabello negro cayó sobre su espalda y hombros como si estuviera hecho de algo muy pesado.
-¿Podrías… ayudarme a peinarme? –
Preguntó ella. Aquello no me lo esperaba.
-Hoy estas especialmente dependiente. –
Respondí.
-No va a ser siempre. Solo hoy… –
Respondió ella, desanimándose. Yo me acerqué a ella.
-De acuerdo, por mí no hay ningún problema. –
Ella se dio la vuelta.
-Bien… mis cosas están en mi cuarto… vamos… –
Dijo ella, se notaba que estaba feliz. Subimos a su cuarto y ella se acomodó graciosamente en una silla. El cepillo estaba justo enfrente de mí. Creo que ella estuvo pensando en esto. Se lo dije.
-¿Querías hacer esto? –
Pregunté. ella asintió con la cabeza mientras comenzaba a cepillarle el cabello. No estaba tan mal.
-No es algo que… una pueda pedir simplemente pero… la primera vez que me dijiste “quédate conmigo” esto fue lo primero que pensé. –
-Entiendo. –
Respondí. Resultaba lindo para mi.
-Ya sé que soy rara. –
Respondió Kurimo.
-No eres rara… –
-Si lo soy… pero eso está bien… –
-¿Esta bien? –
Pregunté, contrariado.
-A ti te gustan las chicas raras. –
Respondió Kurimo.
-¿Eh? –
Me quejé. Ella encogió de hombros.
-Yo no lo decidí. A ti te gustan así… –
-¿Cómo es que decides eso por tu cuenta? –
Pregunté. Ella volteó a verme. Sabía cosas.
-Nosotras hablamos cuando no estás. Sé lo que le hiciste a Akane-chan en su primera vez, eso fue cruel… –
Aquello me dejó helado. Es decir… no creí que Akane lo contaría solo así…
Ahora que, era algo de lo que Akane estaba orgullosa en realidad, todo aquello de “No pudo resistirse a mi belleza” y eso.
-También sé cómo se sentía Akiyama-chan cuando eras un niño… –
Explicó después. Sanae debe haberlo confesado en medio de uno de esos ataques de culpa que a veces le dan.
-Bueno… es que… –
Comencé a decir. Pero ella negó con la cabeza.
-La chica a la que le gusta el maltrato físico también forma parte en esto. –
-Mizore… –
-Ella, es buena. No me sorprende que haya venido aquí. –
Por un momento, pensé que había un problema.
-Acaba de llegar… –
-No estas entendiendo. No me hace enojar. Me hace feliz. –
Respondió Kurimo, juntando sus dedos mientras yo cepillaba su cabello. Luego me explicó.
-Yo siempre pensé que estabas condoliéndote de mí porque soy así. La realidad era mucho más simple y mucho más bonita también. No estas condoliéndote ni nada. Es que te gusta. Te gusta que sean así, malas, tontas, rotas… a veces hasta el punto de resultar desagradables para los demás. Yo me pregunté mucho tiempo ¿Por qué no se consigue una chica normal? ¿Por qué pierde el tiempo conmigo? Y lo pensé y lo pensé… y la respuesta a esa pregunta era… porque a mi novio no le gustan las chicas normales… solo eso. –
-¿Cómo es una chica normal, Kurimo? –
-¿Cómo nosotras? Seguro que no. Seguro que una chica normal no siente bonito allí abajo al recordarte que te rechazó, seguro que una chica normal no se derrite cuando le dices “perra” seguro que una chica normal… no se mete en tu cama… a tocarse mientras duermes… –
Ese último era suyo. Lo supe porque bajó la cabeza.
-Seguro que una chica normal no es esa que saca lo peor de ti… pero te gusta eso. Si fuera una chica normal, ni siquiera la tomarías en cuenta… y cuando me puse a pensar. ¿Qué era lo que nosotras teníamos en común? Bueno… eso. Somos raras. Todas. –
-Hubiera querido que eso no te molestara durante tanto tiempo… –
Respondí.
-Como dije, pensé que te condolías de mí. Pensé que me perdonabas por que no querías lidiar con el problema. Pero recientemente me enteré, de que haces lo mismo siempre. Eso es lo que dijo Akiyama-chan, que no importa lo mala, o insensible, o torpe que pueda llegar a ser. Tu solo pareces dispuesto a olvidarlo y ella no lo entendía tampoco. Akane-chan dijo lo mismo. Dijo que llegó aquí esperando maltrato, gritos, golpes. Jamás hiciste nada como eso. Ella te atormentó durante meses y tú solo la perdonaste, incluso la defendiste. –
Explicó.
-Bueno, es verdad, en cierto modo… –
Kurimo se puso de pie y se giró para mirarme.
-Entonces… ¿eso es? ¿Te gusto porque soy rara? Porque te besaré si lo es. –
-Lo es. –
Respondí, y Kurimo cumplió su amenaza, me dio un beso en los labios, e incluso usó su lengua un poco. Nos besamos unos momentos y nos separamos. De pronto ella volvió a cambiar el tema.
-Un chico se me declaró hace unos días. –
Comentó ella.
-¿De verdad? –
-Le dije, que estoy comprometida. No lo creyó, pero eso no es importante. Akane-chan dice que ella es tu esposa, pero… todas vivimos aquí. Yo… ¿Seré tu esposa también? ¿Algún dia tendré el derecho de llamarme tu esposa? –
Estaba siendo increíblemente sincera, tanto, que yo apenas podía responder.
-En realidad, fue… el padre de Akane quien dijo algo como eso. Akane fue con el término, pero nunca hemos firmado nada ni confirmado nada. –
Respondí.
-Comprendo. No creo que puedas llenar cuatro formularios de matrimonio… lo que estoy preguntando es… si alguna vez decidirás que tendrás una sola mujer, o si en realidad planeas quedarte con nosotras… –
-No creo que me agrade alguna vez que una de ustedes se vaya. –
Respondí.
-Eso es todo lo que necesitamos saber. –
Respondió Kurimo, dándose la vuelta.
-Espera aquí un momento… –
Dijo y salió del cuarto. Me quedé allí por unos momentos, sin saber a dónde mirar.
Había una revista en el mueble donde Kurimo ponía sus cosas. La misma revista que había visto en la habitación de Sanae.