Haru No Yurei - Volumen 3: 9. Cuando la Fantasía se Termina
–No creí que vendrías aquí primero. –
Comentó Kurimo, parada junto a la ventana, sin mirarme.
–No vine aquí primero. Tú subiste al último. –
Respondí. Cerrando la puerta tras de mí.
–Fui una mala mujer… encontré ese papel y lo primero que hice fue decirle a tu esposa que estabas acostándote con tu maestra. –
Comentó ella, todavía sin voltear a verme.
–¿Por qué? –
Pregunté. Ella inclinó la cabeza de lado, como aburrida.
–Creí que te enfadarías conmigo… yo estoy enfadada. –
Explicó.
–Pero te acostaste conmigo antes… –
Repliqué. Porque como había dicho, eso no tenía sentido para mí.
–Sí, lo hice… aún estaba enfadada entonces… –
Replicó Kurimo, mirándome finalmente y colocando sus manos atrás.
–No comprendo. –
–Esto y eso son dos cosas diferentes. –
–No, no lo son… no puedes solo acostarte conmigo si estás enfadada. –
Repliqué.
–¿Por qué no? –
–Porque no tiene sentido… –
–Nada de esto tiene sentido desde el principio… –
Replicó Kurimo, y cruzó los brazos.
–No te acuestas con alguien si estás enfadada con él, eso solo da un falso mensaje. –
–¿Y qué hago entonces? –
Finalmente, Kurimo estalló en llanto y en una pataleta.
–Si lo único que puedo pensar en cuanto te veo es en que quiero ser tuya… –
Se acercó a mí, gimoteando con los puños cerrados.
–Y otra vez… y otra vez… y más… me estoy volviendo loca. –
–Kurimo… cálmate… estas actuando realmente como una loca. ¿Cuál es la prisa? –
–No es que yo quiera… –
Respondió Kurimo, sollozando. Bueno, es que ella nunca había sido buena controlando sus emociones.
–Basta con una mirada… con que solo me mires de esa forma, yo me incendio… y es tu culpa. –
–Sí, bueno… –
Comencé, ella me golpeó ligeramente en el pecho.
–¡Y mientras yo estoy muriéndome por ti tú tienes el descaro de irte con otra! –
Me gritó, y comenzó a llorar.
–¿Eso es lo que te hace enojar? –
Pregunté.
Kurimo negó con la cabeza.
–Yo no puedo enojarme contigo… solo verte me borra de la mente todas las cosas que no tengan que ver con ser tuya otra vez… –
Se quejó ella.
Entonces era más como que estaba enojada por no poder enojarse conmigo.
–Pensé que venir aquí ayudaría… pero en realidad solo lo empeoró. –
Explicó Kurimo. Luego se dio la vuelta y fue nuevamente a recargarse en la ventana. Yo suspiré.
–¿Por qué no… hablas de eso con Akane? Seguro que ella entiende mucho mejor eso que tratas de decir. –
Pregunté. Ella negó con la cabeza.
–Nadie puede entenderme. –
Respondió. Yo suspiré de nuevo y me acerqué a ella lentamente. Kurimo no volteó, enjugó una lágrima. No tenía idea de por qué estaba llorando pero eso no importaba.
Puse una mano sobre su espalda y bajé lentamente a su cadera, juro que no había intención en ello.
–¿Sabes? Hasta ahora se me ocurrió pensar que… eres muy linda. –
Le dije. Kurimo volteó a verme como si no supiera de qué estaba yo hablándole.
–¿Eh? –
Giré la cara porque era un poco vergonzoso decírselo ahora que estaba mirándome fijamente.
–Bueno, yo… –
Comencé, pero ella me interrumpió.
–¿Por qué me dices eso? Tú… tú casi nunca dices cosas lindas… –
Insistió ella, desesperándose un poco.
–Bueno, creo que… debería comenzar a decirlas en algún momento… –
Expliqué, ella puso su mano sobre la mía. Estaba muy emocionada.
–Pero… no estamos haciendo nada… –
Explicó ella.
–Ese es mi error… –
Respondí, bajando la cabeza.
Kurimo notó que mi mano estaba sobre su cadera, aunque no la había movido y dio dos pasos atrás, luego se dio la vuelta para que no pudiera verla e hizo ademanes de limpiarse las lágrimas.
–¡Tú ya sabes lo que siento! –
Gritó y salió corriendo. Eso fue un tiempo record.
Algo estaba pasando con esa chica, pero por ahora me convenía, yo creo, esperar para averiguarlo.
Sin pensarlo más salí de la habitación de Kurimo batiendo la cabeza. No la vi en ningún lado. Ella había actuado tan audaz hace un momento.
––––––––––
Había una segunda puerta abierta, Akane estaba mirando, cerró la puerta en cuanto se dio cuenta de que la estaba viendo.
Escuché como puso el seguro.
Fui hasta allí y toqué la puerta, pero ella no me abrió.
–Akane, abre por favor. –
No abrió, pero desde dentro quitaron el seguro de la puerta, eso es algo. Abrí la puerta.
Akane estaba sentada en la cama con los brazos cruzados.
–¿Qué quieres? –
Preguntó ella, sin mirarme.
–Quiero saber ¿Por qué estás enojada? –
Respondí.
–Ya lo sabes, no sé para qué tengo que decírtelo. Y aunque no lo supieras, no tengo por qué decírtelo, si está tan claro que adoras guardar secretos. –
–No sé de qué estás hablando. –
Respondí. Sentándome al lado de ella.
–Oh, claro que lo sabes. No juegues al tonto conmigo. –
–Si lo supiera no estaría preguntándote. –
Repliqué, ella me miró, creo que pensaba demasiado bien de mí. Realmente no tenía la menor idea de por qué ella estaba enojada.
–A mí me hubiera gustado ver… –
Comentó Akane, cruzando los brazos.
–¿Qué? –
Pregunté, porque no me esperaba una cosa como esa.
–Nada… no he dicho nada. –
–No, no. Escuché lo que dijiste. –
Respondí.
–Pues… ya lo escuchaste. No es como que me sienta con la seguridad de decirlo… pero ¿Por qué a escondidas? –
Se quejó Akane.
–No estaba haciendo nada a escondidas de ti… eso no tiene nada que ver. –
–Claro que sí… justo ahora. Antes de que cenáramos… estabas con ellas dos. Yo fui dejada fuera. –
Se quejó Akane de nuevo.
–No estoy dejándote fuera… yo ni siquiera sabía que… –
–No pongas excusas. –
Replicó Akane.
Yo suspiré, desanimado, y me senté en la cama. Akane me empujó y giró la mirada después. Yo voltee a verla, ella cruzaba los brazos.
La empujé, y cuando ella quiso voltear a verme, yo giré la mirada. Eso la hizo enfadar. Se puso de pie, y sosteniéndome de los hombros, me empujó con fuerza. Casi caigo de la cama. Me levanté para empujarla yo, sin decir nada. Ella intentó cubrirse con las manos y forcejeamos un rato.
Ni cuenta me di de cuándo esto se convirtió en otra cosa. Comenzamos a forcejear, aunque, por supuesto, yo soy un chico y ella una chica. La puse contra la cama sosteniendo ambas manos. Akane respiraba con dificultad.
–¿Quieres pelear? –
Pregunté, ella negó con la cabeza.
–Sigo estando loca por ti… ¿verdad? –
Dijo ella con la respiración acelerada.
–No quiero ser dejada de lado… me da mucho miedo. –
–Por eso ideaste el sistema de los días… –
Comenté… ella asintió.
–Ya sé que es injusto… ya sé que a ti no te gusta. Pero ¿Qué se suponía que hiciera? Estaba asustada. –
–No me molesta… pero no voy a dejarte de lado… –
Repliqué.
–No vas a dejarme de lado… dices… entonces dime… ¿Por qué no estás dentro de mí como siempre? –
Preguntó ella, pasando su pierna por detrás de la mía.
–¿Eso es lo que quieres? –
Pregunté, masajeando uno de sus pechos. Ella sonrió.
–Siempre quiero… –
Respondió Akane, perdiendo el aliento. ¿Qué iba a hacerle? La besé, con fuerza, ella no se resistió, quité su ropa interior del camino, y metí mi pene dentro de ella, así, sin pensarlo demasiado. Akane comenzó a gemir.
–Finges que no te importa… finges madurez… pero eres la misma niña calenturienta de siempre… –
Le dije. Pude sentir que eso le gustó. Akane asintió con la cabeza.
–Perdón… no puedo evitarlo… soy así… envidiosa… caprichosa… calenturienta… vanidosa… –
Se quejó ella.
–¿Y qué más? –
Pregunté. Ella apretó una de mis manos que yo no había soltado. Yo solo continúe empujando con fuerza, la cama hacía ruidos.
–Pervertida… y sucia… –
Se quejó ella. Sus paredes se contrajeron. Iba a cambiar de posición, pero si lo hacía, corría el riesgo de que su orgasmo se perdiera.
–Dime… ¿te hace feliz? –
Preguntó Akane, con la respiración entrecortada.
–¿Feliz qué? ¿Saber cómo eres? Ya lo sabía, Akane… –
Respondí, ella enredó sus piernas alrededor de mi cintura, jadeando.
–Te amo… amo todo de ti… –
Gimoteó, aferrándose a mí con más fuerza. Yo sonreí y giré la cara luego.
–Lo único que amas es el sexo… –
–No… no… también las otras cosas…. –
Respondió Akane. Estaba justo donde la quería.
–¿Cuáles otras? –
Pregunté, empujando con más fuerza.
Pero… ella no pudo responder, y yo lo sabía.
–¿Eh? No sé… no sé cuáles… no me preguntes ahora… –
Me detuve. Akane me miró desconcertada por un momento. En cuanto se dio cuenta de que no planeaba continuar (o eso es lo que quería hacerle creer) ella comenzó a desesperarse.
–¿Qué haces? Continúa… vamos… –
–No lo sé… –
Respondí. Akane me puso las manos en el cuello y haló de mí. Comenzó a besarme con fuerza.
–No me dejes así… por favor… –
–¿Por qué no mejor admites que lo único que te importa es el sexo? –
Pregunté. Akane comenzó a llorar.
–Pero eso… no es cierto… sigue… por favor… –
Se quejó ella, limpiándose las lágrimas con rapidez.
–Soy tu esposa… tienes que hacerlo… –
Quiso mover sus caderas, yo comencé a sacar mi pene lentamente, y ella puso cara de enfadada.
–¡Dame! –
Se quejó.
–No lo sé… –
Akane me dio una leve bofetada.
–¡Es mío! –
Se quejó, y como me di cuenta de que ella comenzaba a enfadarse en serio, empujé de nuevo hasta adentro. Akane soltó un chillido y me miró con lágrimas en los ojos.
–Rico… –
Susurró.
–¿Qué? –
Pregunté, sonaba bastante indecente, pero estaba bien, yo creo.
–Se siente rico así… –
Respondió ella, lo hice de nuevo, y ella volvió a chillar. Quizá le estaba tomando gusto a este nuevo estilo, lento y profundo, sus paredes se expandían antes de que yo empujara, como mostrándome que ella estaba esperando por ello.
Tomé nuevo ritmo.
–Te aprovechas de que no puedo resistirme… –
Le dije, acercándome a ella, y volví a empujar, sus ruidos se hicieron más altos. Akane terminó en ese momento. Pude sentir como terminaba, lo digo porque a pesar de que estaba vestida, hubo todavía una mancha en la cama.
A mi parecer fue demasiado rápido.
Dicho esto, yo no creía que pudiera venirme a este punto.
–Entonces esto era lo que te hacía falta… –
Le dije. Akane asintió.
–Sí… sí era eso… –
Pero no le dije nada, ella solo estaba allí, acostada en la cama, como pensativa.
Después de unos momentos, suspiró.
–Creo que así es cómo se comporta alguien que es adicto a algo… –
Comentó Akane, respirando todavía con algo de dificultad.
–¿Qué quieres decir? –
Pregunté, recostándome a su lado.
–Quiero decir que… un adicto no está contento hasta que no le das esa cosa a la que es adicto.–
Explicó ella, luego volteó a verme.
–Ya ni siquiera tiene que ser especial… solo… quiero que lo hagas, solo eso. No importa nada más si no obtengo lo que quiero… –
–Eso es un poco cruel ¿sabes? Yo siempre he pensado que estos momentos son especiales… –
Repliqué, ella tomó una almohada y me pegó.
–¿Qué tiene de especial? Ni siquiera me quité la ropa, no terminaste. Nada… solo… compláceme porque si no lo haces, no puedo estar feliz… –
–Es especial porque eres tú… –
Respondí. Akane me miró fijamente después de eso.
–Me hizo enojar no estar allí… –
Comentó Akane, y miró al techo.
–Me hizo enojar que lo hicieras con ellas mientras yo no estaba. Y yo ya me había dicho a mí misma que estas cosas iban a pasar. Pero parecía que te estabas escondiendo de mí… –
Comentó después.
–No es que quisiera… –
–Lo sé… lo sé ahora pero… igual me hizo enojar. Me hizo enojar lo de la nota de tu maestra. No saberlo. No estar allí… –
–Creo que comprendo. –
Respondí, tomé a Akane de la mano, ella sonrió.
–Sentí como si tuviera derecho a tenerte ahora… –
Explicó.
–Bueno es que… –
–Más derecho que ellas… –
Explicó Akane. Me picó la mejilla después.
–Yo tenía más derecho… ¿Por qué lo hiciste con ellas y no conmigo? ¿Eh? ¿Eh? –
Explicó.
–Bueno… es que no lo pensé… –
Respondí. Ella asintió.
–Y yo no debería enojarme por eso… pero me hace enojar. –
–En realidad deberías enojarte por tantas cosas Akane… –
Repliqué.
–No quiero… quiero que seas feliz… no puedes ser feliz si me paso la vida enojándome… como dije antes, es como se comporta un adicto. –
Akane respondió mientras subía su cuerpo sobre el mío, así, acostados como estábamos.
–Pienso que estás bien así… –
Respondí. Ojalá siempre fuera tan fácil hacerla feliz. Ojalá fuera tan fácil hacer a las otras felices.
Akane sonrió.
–Ahora que ya tengo lo que quería, deberías salir… antes de que me haga más adicta… –
Dijo Akane, metiendo su cabeza en mi pecho.
–¿Me echas? –
Pregunté.
–No… pero creo que deberías ir a ver a Akiyama–chan. –
–¿Por qué? ¿Te dijo algo? –
Pregunté. Ella negó con la cabeza, y sonrió.
–No es lo que dijo… como de costumbre, te falta solo lo justo de sutileza para ser el esposo perfecto. –
Dijo ella.
–Gracias… –
Respondí, poniéndome de pie.
–No es un cumplido… –
Respondió Akane.
–Recuerda llegar a dormir… –
Dijo después, y soltó una risita, al tiempo que yo salía de la habitación.
––––––––––
Misma escena, tocar la puerta, ella no quiere abrir. Suplico y abre.
Sanae es predecible a veces…
–¿Qué quieres? –
Preguntó ella.
–Vengo a verte… –
Respondí.
–Ya sé que soy la última. –
Dijo ella, y se giró.
–¿Eso te hace enojar? –
Pregunté, ella negó con la cabeza, y comenzó a llorar luego.
Sanae es impredecible en otras tantas ocasiones.
–Esto no está funcionando. –
Dijo ella de pronto.
–¿Perdón? –
Pregunté.
–¡Esto! Es decir… fue horrible ¿No es cierto? Todo es horrible… –
–Sanae… no te entiendo. –
Ella suspiró, como tratando de calmarse.
–Ya no tienes que fingir… te obligaste a hacerlo… es más… creo que siempre te has obligado… –
Dijo ella, sin voltear a verme.
–De eso… es decir… mírame… seguro que sentías asco y aun así te obligaste a hacer esas cosas… cuando fue muy obvio que no querías hacerlo… y yo no pensé en ti para nada. ¿Por qué fui allí? Tú estabas teniendo tu momento con Hatami–chan… –
Se quejó.
–Sanae yo… –
–No me mientas. –
Se quejó ella.
–No estoy mintiéndote. –
A este punto, Sanae solo se dio la vuelta y se acostó en su cama llorando. Yo me quedé sin saber qué hacer por unos momentos.
–Vi tu cara… solo estaba allí para que tú tuvieras una excusa para que tu esposa no se enfade… ni siquiera me deseabas en verdad… solo a Hatami. –
Se quejó ella, dejando de llorar un momento para luego volver a poner su cara en la almohada.
–Sanae… al demonio con su plan ¿de acuerdo? Me voy a acostar con quien yo quiera… –
Respondí.
–Entonces hazlo… déjame aquí sola… –
Iba a tocarla en ese momento. Pero ¿saben? He llegado a comprender lo suficiente de Sanae para darme cuenta de que el sexo no es el problema, al menos no la razón del problema.
Acaricié su cabeza.
–Lo primero que quiero que sepas es que… no eres desagradable. –
Le dije.
–Ya me lo has dicho muchas veces… –
Respondió Sanae, dejando de llorar a medias.
–Pues lo diré hasta que lo entiendas. –
Respondí.
–Son mentiras. –
Replicó ella, y volvió a llorar. Estaba inconsolable.
–No estoy mintiéndote. –
Repliqué, ella siguió llorando.
–¡Sí son! –
Gritó.
–Sanae… –
Intenté llamarla, pero ella no escuchó.
–¡Sí son! Son mentiras… Lo son. Lo son. Lo son… –
Ahhh. Todo ese gritadero me ponía los pelos de punta.
–Sanae… basta… –
–¡No quiero! –
Eso empezaba a molestarme.
–Es en serio. –
Me puse de pie.
No tenía ganas de pelear con ella. Lo que sí tenía que haber sabido, es que ella sí quería pelear. O más bien dicho, quería tener un pretexto para una pataleta. De hecho si lo pensabas bien, llevaba días así.
Como dije, no le he prestado la debida atención. A una niña malcriada no le importa si te sientes mal, si estás ocupado, si no tienes tiempo… igual quiere que le prestes toda tu atención.
–Basta… –
Era mi última advertencia.
–Mentiroso… –
Ella ya me había llamado así una vez… y me abofeteó luego y así fue como hice aquella vez lo mismo que hice aquí.
Jalé su brazo para acomodarla sobre mis piernas, ella comenzó a forcejear.
–No… espera… no… –
–Las niñas malcriadas merecen castigo… –
Respondí, por supuesto que ella no estaba realmente resistiéndose. De hecho, puede que esto fuera lo que quería desde el día de ayer.
–No… nalgadas no… por favor… –
Comenzó a decir. De hecho, ya estaba usando su voz infantil.
Yo bajé la cabeza, pensativo. Puede que “la amabilidad” estuviera jugando en mí contra aquí.
Supongo que es por esto que los chicos amables no llegan nunca a ningún lado. Estoy seguro de que ella se sintió halagada el día de ayer, pero no era eso lo que ella quería en realidad. Lo que quería era esto.
Cuando tuvo que recurrir a Kurimo para ello, no le gustó que Kurimo fuera quien llevara la voz cantante.
Así que bueno, lo hice, levanté su falda y bajé su ropa interior.
–Esto es lo que se sacan las niñas que hacen pataletas… –
Le dije.
–Nalgadas no… –
Le di la primera. Ella gritó como si la hubiera golpeado con mucha fuerza, a pesar de que, en realidad no fue la gran cosa. No se parecía para nada a los golpes que le daba a Mizore, aunque puede que en este caso, la situación importara mucho más que el daño.
Era un adulto, sometiendo a una niña, de la forma más absoluta posible.
–Has estado siendo malcriada desde que llegaste aquí, y ya estoy cansado. –
Le dije, tratando de sonar autoritario.
–No es cierto… no es cierto… –
Respondió Sanae, llorando.
–No he olvidado que realmente pusiste seguro a la puerta para bañarte… Sanae. –
–No… no es cierto… yo no… –
Le di de nuevo. Ella gritó. Suspiré y la quité de encima. Ella solo lloraba.
–Viniste a pegarme… eres lo peor… –
–No es verdad… no vine aquí a pegarte, pero no me vas a hacer una… –
Sanae se puso de pie instantáneamente y me dio un beso en los labios.
Yo tampoco entendí muy bien qué rayos estaba pasando.
–Ya me castigaste… ¿ya puedo hablar? –
Preguntó ella.
–La idea era que no tuviera que castigarte, mucho menos por algo así… –
–Pero… eso me hace pensar que te importo… –
Replicó ella. Luego se sentó.
La última vez, el modo de acción había sido parecido.
–Pensé que lo habías olvidado… pensé que ya no te importaba quien soy. Pensé que ya no era tu niña malcriada. –
–¿Por qué rayos ibas a pensar eso? –
Pregunté, algo molesto, siendo sinceros, Sanae suspiró.
–No sé… me siento sola. –
–¿Por qué? –
Pregunté de nuevo. Ella bajó la cabeza y comenzó a llorar.
–Ya no me prestas atención para nada. Ni siquiera porque es mi día. Ya no importa si soy buena o mala, solo… haces como si no existiera… ¡Y me duele mucho! –
Suspiré, ahora estaba sentado al lado de ella.
–Pero cuando lo intenté… te pusiste muy enojada… –
Sanae suspiró, como si fuera algo que ella no debiera tener que explicarme. Se recostó en la cama luego. Comenzó a hablar seriamente después de eso.
–Eres diferente ahora… –
Dijo. Yo me quedé en silencio.
–Ya no me deseas como antes… ya no me acorralas, ni abusas de mí… es extraño. –
Dijo ella.
–Bueno es que… ya no hay necesidad… –
Repliqué. Es cierto, aparte de que no le había prestado suficiente atención, si ella me pedía que me detuviera lo hacía, y así no era yo.
Puede que todo el asunto de la amiga de Akane me hubiera afectado más de lo que yo creía, porque había hecho que todo mi juicio sobre lo que estaba bien y mal, se tambaleara.
–Extraño ser la hija de tu jefe… tal vez ser tu esposa no es lo mismo… y no es lo que realmente yo quería. –
Explicó Sanae. Era difícil saber exactamente qué quería decir Sanae con esas cosas. Finalmente Sanae admitió que no era un problema de pareja, sino de identidad.
–No es lo que haces o lo que no haces… siempre podía pasar días y sabía que cuando te viera te lanzarías sobre mí… ahora parece que todo el interés se ha perdido. Ni siquiera sé cómo debería actuar cuando te veo. Tal vez debería exigirlo como ellas hacen… o tal vez debería ser paciente y esperar a que me quieras a mí… Y por otro lado ¿a quién vas a buscar cuando quieras tenerme? ¿Debería ser madura? ¿Debería ser infantil? ¿Cuál te gusta más? ¿Cuál me gusta más a mí? –
Todo nuestro tiempo juntos, al menos dentro de su mente, había sido parte de una fantasía. Ahora que eso ya no estaba allí, parecía que Sanae no estaba segura del lugar que tenía.
Eso y que las otras dos han estado martillándola desde que llegó.
–Puedes ser como tú quieras. –
Respondí. Ella negó con la cabeza.
–No puedo parecer así de inmadura frente a ellas. Ya te diste cuenta. –
Explicó Sanae.
–Y es frustrante, saber que la parte más bonita de todo esto, se perdió cuando abandoné a mi padre y vine aquí. Tú dijiste que siempre querrías acostarte conmigo, incluso si ya no fuera la hija de tu jefe. Y sin embargo, la única vez que lo has hecho conmigo desde entones fue por Hatami–chan, no por mí. –
Explicó Sanae.
–No es que fuera la parte más bonita… –
Respondí.
–Sí lo era… ya no me encuentras deseable. Esa es la verdad. –
–Llevamos unos días apenas, todo lo que hay que haces es buscar nuevas oportunidades, es todo. Apenas hemos tenido tiempo a solas. –
Repliqué.
–Nuevas oportunidades ¿cómo cuál? –
Preguntó ella. Parecía interesada, me refiero pues, a que no era un reclamo.
–Bueno… tanto Akane como Kurimo saben exactamente lo que hay que hacer si quieren pasar tiempo a solas conmigo, pero es probable que esté malentendiendo tus llamadas. Es decir, sabes bien que soy muy tonto. ¿Por qué no usas tu encanto para hacerme entender que lo que quieres es que pase tiempo contigo? –
Pregunté. Ella enrojeció.
–¿Mi encanto? ¿Qué quieres decir? –
Yo suspiré. A diferencia de las otras dos, Sanae se avergonzaba, y luego hablaba. Ese podía ser parte del problema.
–Cosas que a ti te gusten… que sean parte de ti. –
Respondí, ella pareció pensarlo seriamente. Luego negó con la cabeza.
–Nada que valga la pena… –
Respondió. Sin embargo, yo aún recordaba algo importante.
–Bueno… imagino que… podríamos pensar, en cómo darle a mi alumna preferida algunas sesiones de clases particulares… –
Sanae enrojeció como un tomate y me miró por un momento. Pero no se negó.
–¿De verdad? Es decir… tú… lo harías… no lo encuentras desagradable ¿cierto? –
–Bueno… no… es decir… –
–Yo… verás… aún no estoy segura… –
–Imagino que no… pero eso podría ayudar a… reacomodarnos un poco. No digo que sea indispensable, pero pienso que tú tienes que tener tu propio atractivo… –
Expliqué. Cuando la fantasía de la hija del jefe se perdió, Sanae comenzó a pensar que ella necesitaba algo, pero creo que hasta ahora, ella no había logrado encontrar el… humor correcto.
Eso y que algo se atravesó justo en medio de su día.
–No es eso. No estoy segura… ¿Qué vas a pensar de mí? ¿Qué van a pensar las demás? –
–Como ya habrás notado… cada una tiene sus propias ideas al respecto. –
Le dije. Sanae suspiró. Dicho esto, yo todavía no estaba seguro de poder llevarlo bien a cabo. Quería que fuera especial para ella, de algún modo.
–¿Y siempre lo haríamos así? –
Preguntó Sanae. No supe que debería responder así que le dije la verdad.
–Posiblemente en algún momento se quedaría obsoleta también, pero encontraremos algo más, y otra más, y otra. Yo haré lo que tú quieras hacer. –
–De acuerdo. –
Dijo ella. Y bajó la cabeza.
“van a hacer realidad mi sueño oscuro… ”
Susurró. Supongo que no pudo evitar decirlo, solo… necesitaba saber cómo funcionaba el patrón de comportamiento. Con lo de la hija del jefe, puede sonar fácil, pero me tomó bastante tiempo descubrirlo.
Dejé a Sanae feliz, aunque al parecer no quería mirarme.
Prefería esa forma de no mirarme que la que le encontré cuando entré por la puerta, eso que ni qué.