Haru No Yurei - Volumen 4: 10. Una Marca de Amor en la Alfombra.
Capítulo 10: Una Marca de Amor en la Alfombra.
Akane miró a la puerta algo asustada. Luego me miró.
– ¿Volvieron? –
Preguntó Akane.
– ¿Por qué tocarían el timbre? Tienen llaves, además, hace rato que no hacemos ruido… –
Comenté.
Akane se asomó a ver quién era. Se dio la vuelta y me miró, aun mas extrañada.
–Es Kentarou. –
Dijo Akane en voz baja.
– ¿Quién es Kentarou? –
Pregunté, también en voz baja. Akane batió la cabeza.
–Es Onii–chan. –
Explicó.
Ah, ya recuerdo, Akane tenía un Onii–chan. Según yo, cuando recién perseguía a Akane, él estaba por terminar con la universidad, por lo que debería tener la edad de Sanae, más o menos.
Pero nada de eso era importante. La verdadera pregunta era…
– ¿Por qué esta aquí? –
Pregunté. Akane encogió de hombros.
–No tengo idea. –
Dijo, abrió levemente la puerta, escondiéndose. Hay que recordar que ella estaba desnuda.
–Onii–chan… es toda… una sorpresa… –
Fue lo que dijo Akane.
–Espera un momento ¿Quieres? –
Akane cerró la puerta de nuevo y volteó a verme.
–Viene con una mujer. –
Me informó Akane, luego miró a todos lados…
–Mi ropa… oh no… –
Yo me llevé las manos a la cara. Vaya un dia para pedirle que anduviera como llegó al mundo por la casa.
Ambos subimos corriendo a ponernos en condiciones de abrir la puerta siquiera. Akane se vistió apresurada, se lavó la cara, se arregló el cabello a medias y yo me lavé la cara también.
Suspiré. Akane volteó a verme.
–Te juro que yo no sabía nada de esto… –
Dijo. Creo que ella pensó que la culparía. Si lamentaba no poder seguir, por otro lado, tenía un poco de curiosidad de ver quien era este sujeto.
–No hay problema, tendremos más tiempo. –
Le aseguré. Ella me dio un beso en los labios, y bajó apresurada. Bajé detrás de ella.
La casa estaba hecha un desastre, y honestamente pensé que se darían cuenta de lo que estaba pasando aquí. Pero antes de que yo pudiera medio–esconder la evidencia, Akane abrió la puerta.
–Lo siento Onii–chan, lamento que me encuentres asi… me tomaste en un… momento de prisa. –
Explicó Akane. Soltó una risita de culpa.
–Oh, nosotros lo lamentamos Akane, la verdad es que vamos a ir a Hokkaido justo mañana y teníamos que verlos antes… –
Explicó él, sonriendo. Era una sonrisa tan radiante como la de Akane, aunque obviamente no tenía el mismo efecto que la sonrisa de Akane para mí. A lo que me refiero es que este sujeto emitía la misma aura de serenidad y pureza que Akane… de algún modo.
El sujeto que juzgarías de perfecto. Sonrisa perfecta, voz suave y juvenil, apariencia también impecable, y buenos modales.
Por otro lado, ¿Teníamos que verlos? Había dos plurales allí. ¿Me estaba incluyendo? ¿Y quién más aparte de él tenía que vernos?
Detrás de él, entró una mujer, una muchacha, más bien, con el aspecto de un ángel. Cabello rubio y lacio, ojos azules, la piel blanca y los labios ligeramente pintados de rosado. Con una sonrisa que la hacía parecer una muñeca de porcelana.
Incluso Akane se quedó impresionada.
–Ella es Amahida Mizuho. Es mi prometida. Akane. –
Akane se quedó sin habla hasta que yo me acerque a ella y le puse una mano en el hombro.
–Mizuho, ella es Akane, es mi hermana pequeña. Y… –
Me miró. No había rastro de rencor en la voz, como el que encontrarías en un hermano mayor al conocer al que se está “saboreando” a su hermanita pequeña. En realidad, cualquiera hubiera dicho que el sujeto estaba feliz de poder conocerme.
–Él es mi esposo. Otagane Toshikane. Onii–san… Onee–san. –
Dijo Akane. Con eso, hizo dos cosas. Primero, le dio su lugar a Mizuho, segundo, se distanció de su hermano mayor.
Asentí con la cabeza.
–Fumishi–san, Amahida–san, un placer tenerlos con nosotros. –
La repentina presentación me cayó un poco de sorpresa, eso fue todo lo que pude decir, al menos me alegré de no estar avergonzando a Akane.
– ¿Quieren… pasar a la sala? No está muy limpia… –
Comentó Akane, recordando por un momento todo lo que había pasado en esa sala y en los sillones.
–No te preocupes por eso, sabemos que es intempestivo, en realidad queríamos avisar, pero no estábamos seguros de hablar antes, por eso vinimos asi. Akane. Onii–san, estamos a su cuidado. –
Respondió el hermano mayor de Akane. Me llamó Onii–san. Asi sin más. Es decir… yo soy el esposo de Akane, pero es que él es mayor.
Un vez que pasaron a la sala, Akane se encargó de servirles té y asegurarse de que los sillones de alguna manera no parecieran demasiado usados cuando se sentaron.
– ¿Cómo… nos encontraron? –
Preguntó Akane, más que nada para distraer su atención.
–Bueno, en realidad, todo tiene un poco que ver. He ido antes con nuestro padre a preguntar algunas cosas… como he dicho, nos vamos a casar pronto. –
A esto, Amahida–san soltó una risita pero no se parecía en nada a la risa culposa de Akane, o incluso de Kurimo. Entiendo que estuviera feliz por ello pero… faltaba algo.
–Le he dicho que… bueno… no entiendo mucho de esto todavía. Pero mi padre se negó a aconsejarme, y me ha enviado contigo en lugar de eso. Él parece pensar que ustedes llevan un matrimonio feliz. A eso he venido. –
Akane y yo nos miramos por un momento. Luego los miramos a ellos.
–Yo entiendo que puede no existir un secreto absoluto para tener un matrimonio feliz, pero si pudieran ayudarnos… –
Y se hizo el silencio. Me puse de pie.
–A ver si entendí… usted, Fumishi–san, va a casarse pronto con su prometida. Y están pidiéndome… que les diga ¿Qué cosa exactamente? –
No lo sé. Tal vez alguna idea de lugares para tener sexo o algo asi. Fue lo único que pude pensar.
–Precisamente. Algún consejo que puedan dar… para que mi matrimonio vaya bien. Si fuera posible. –
Me senté, todavía no muy… al tanto de lo que estaba pasando aquí.
Podía ir con la típica frase de entenderse mutuamente, estar en los zapatos del otro, y toda esa palabrería. Pero… seguro que eso lo tienen que haber escuchado mil veces. Además, no sirve. Akane lo entendió de modo diferente. Suspiró y se puso de pie.
–A ver, Onii–san… Tú… vas a casarte con esta… Mizuho. –
Asi la llamó, a secas. No estaba contenta, pero al parecer, eso es algo que solo yo podía ver, porque su hermano sonreía.
–Correcto… –
Dijo él.
–Y… ¿Cómo se conocieron? –
Preguntó Akane. Parecía un padre cuando le piden la mano de su hija.
–En la escuela… –
Respondió la chica, sonriendo.
–Sí, verás, ella iba en la misma clase, y bueno, un dia me declaré… –
Comenzó a enrojecer y a bajar la cabeza conforme hablaba. Un sujeto de veinte y algo años, no menos.
–Y… ¿Qué más? –
Insistió Akane.
– ¿Qué estas tratando de que te digan? –
Pregunté. Akane volteó a verme con una sonrisa que quería decir “espera y verás”
–Pues… antes de que terminara el año, le he pedido que se casara conmigo. No quería que el curso terminara y apartarme de ella. Es la verdad. ¿Lo admitirás ahora? –
Preguntó Kentarou, un poco molesto de que le cuestionaran. Akane sonrió sórdidamente. Luego cambió el tema.
– ¿Y… sabes lo que pasó conmigo? –
Preguntó Akane.
–Bueno, mi padre me contó que, tuvo un accidente con tu nuevo esposo, más concretamente con el automóvil. Y que… bueno, te quedaste con él a solas, y bueno, te agradó y que lo mejor, era que se casaran lo más pronto posible. Pero dice que es un matrimonio feliz… –
Explicó él. De algún modo, omitió la parte que, al parecer, Akane quería escuchar.
–Dijo que pensó que podías quedar embarazada. –
Agregó la tal Mizuho.
Akane me miró como diciendo “te lo dije” y cruzó los brazos.
–Te faltan pedazos de eso… Te explico, Onii–san. Este agradable sujeto, es un chico que se me declaró en mi primer año de instituto. Asumo que por la misma razón que tú te declaraste a esta hermosa chica aquí contigo… y yo lo rechacé. Luego de eso me dediqué a molestarlo y a lastimar su corazón durante cuatro meses y medio hasta que me transfirieron. –
“Agradable sujeto” me dijo Akane. Bueno, no importa. Kentarou me miró como si hubiera visto un fantasma.
– ¿Por qué? –
Preguntó. Akane encogió de hombros.
–No sé. Era divertido. –
Akane es una maldita. Pero… su punto fue claro.
– Y sobre él… ¿Sabes lo que hizo? ¿Te dijo mi padre lo que pasó cuando nos quedamos a solas? –
Preguntó Akane. Kentarou la miró sin decir nada. Akane encogió de hombros.
–Supuse que no… bien, este salvaje, se puso de pie en cuanto me reconoció y se dio cuenta de que estaba sola, me tomó del brazo, y forzó su camino dentro de mi cuerpo, profanó mi lugar más preciado, una y otra vez… hasta que mi padre llegó y nos encontró. –
Ahora me llamó salvaje. El sujeto se levantó furioso, pero Akane le detuvo inmediatamente.
–Cálmate, Onii–san. Ni siquiera te atrevas… –
Una mirada peligrosa apareció en el rostro de Akane.
–Pero… –
–Está bien. –
Insistió Akane. La chica no parecía entender del todo lo que Akane estaba diciendo, de todos modos.
–No entiendo. –
Respondió Kentarou, llevándose ambas manos a la cabeza.
–Asi es el matrimonio. No es un cuento de hadas, Onii–san. Conozco lo peor de él, y él lo peor de mí, y sabiendo ambos eso, ambos nos dijimos que sí. Por eso estoy aquí. –
Explicó ella, Kentarou negó con la cabeza. Eso no se parecía para nada a la imagen que él tenía de su hermana pequeña, o de mí, o del matrimonio.
–No comprendo… mi padre dijo que tu tenías un matrimonio feliz y… –
Y lo repitió. “Matrimonio feliz” parecía que este sujeto estaba algo obsesionado con eso. Akane infló su pecho con orgullo.
–Lo tengo. No lo dudes, Onii–san. Soy feliz. Me gusta mi vida ahora. Si no me gustara tanto no habría enviado a Otou–san de paseo cuando vino a querer que me fuera de aquí. –
Explicó Akane, sonriendo.
–No me dijo nada de eso. –
Kentarou parecía seriamente confundido.
–Por supuesto que no te lo dijo. No te mintió… solo omitió la parte importante del asunto. Y ahora tu vienes a decirme, que te quieres casar, sin haber oído nunca esa parte. Sin haber vivido nunca esa parte… no estás preparado. Y apuesto la cabeza, a que ella tampoco lo está. –
Kentarou se quedó pensando, pero la chica se defendió.
–Estoy lista… mi madre me enseñó a limpiar, a cocinar, a hacer todo lo que hay que hacer… –
Se quejó.
–Y te enseñó como quitar la sangre de la sabana por la mañana… –
Comentó Akane.
–Oye Akane yo no… –
Se quejó Kentarou, pensando que lo estaban acusando de que le haría sangrar, pero eso solo dejó más en claro que Akane tenía razón.
–El hombre no tiene que hacer nada. Las mujeres… sangramos, de cuando en cuando, Onii–san, es lo normal. –
Explicó Akane.
– ¡No se lo digas! –
Gritó Mizuho. Akane se enfadó.
–Tiene que saberlo. Es importante. –
–No es verdad… solo es vergonzoso… –
Se quejó la muchacha. Yo me llevé una mano a la frente. Akane continuó.
–Pero vas a casarte con él… tiene que saber todo sobre ti. TODO. ¿Sabías que Onii–san tarda tanto en el baño que frecuentemente se acaba el agua caliente? ¿Sabes a que huelen las calcetas de Onii–san cuando están sucias? ¿Cómo quitar las manchas de orina de su ropa interior? ¿Lo sabes? –
Akane hizo esas preguntas y Mizuho bajó la cabeza.
Kentarou se puso rojo hasta un punto que rayaba en el ridículo. Me hubiera reído de no ser porque estaba entendiendo lo grave que era la situación aquí. Estos dos eran dos niños pequeños, no entendían nada.
–Akane como puedes… –
Se quejó Kentarou, porque Akane estaba exponiéndolo (Con el poco sentido que eso tiene) frente a su prometida.
– ¿Cómo puedo qué? ¿Decirle la verdad? No eres perfecto, y ella no lo es tampoco. Deja de pensar en esto como si tuvieras la edad de Miyashi. Eres un adulto ahora. El matrimonio es importante Onii–san. Lo digo de nuevo. No están listos. –
Y diciendo eso, se puso de pie, y tomó la jarra de té. Entró a la cocina de nuevo.
–Tienen que disculpar a mi esposa. Se toma el matrimonio muy seriamente, pero es que le costó mucho trabajo aprender. Ella no quiere que tú o tu esposa tengan que pasar por lo que ella pasó. –
Kentarou me miró por un momento.
– ¿De verdad hiciste eso? –
Preguntó él. Supongo que como hermano mayor, eso le golpeó duro. Pero yo no tenía nada que ocultar al respecto.
–Ella lo dice muy bonito. La verdad es que, me acosté con ella. La forcé a hacerlo conmigo ese dia. Eso es lo que ocurrió. –
– ¿Hacer qué? –
Preguntó Mizuho. Pensé que Kentarou se lo explicaría… él… bueno… se quedó callado.
Espera… ¿Desde allí?
Maldito suegro.
–Pues hacerlo. –
Respondí. Akane volvió en ese momento y se sentó junto a mí.
–Tener relaciones. Onii–san. –
Corroboró Akane.
– ¿Qué quiere decir? Kentarou… –
Preguntó Mizuho. Akane me miró con cara de “te lo dije” de nuevo, luego suspiró.
–Bueno… es que… –
Trató de explicar el hombre, pero por lo que veía, no le era nada fácil.
–Espera, espera… ¿No te acuestas con ella? ¿Nada? –
Yo no podía solo creerlo.
–Por supuesto que no… mi padre dice que esas cosas son… –
Replicó él, pero Akane enfureció.
– ¡No escuches a nuestro padre! –
Se quejó Akane.
– ¿Qué no te das cuenta? La mayor parte de las cosas que nadie te dijo eran las cosas importantes. Y mi padre con sus reglas y su moral y sus tonterías solo lo empeoró. –
–Entonces… ustedes dos… hacen… ¿cosas sucias? –
Preguntó. Ya era el colmo. Akane perdió los estribos.
–¡Pues si de eso de trata! –
Se quejó Akane. Su hermano negó con la cabeza.
–El matrimonio no tiene nada que ver con eso. Tú lo estas malentendiendo Akane, el matrimonio se trata de apoyarse mutuamente, de procurar hacer feliz al otro, de enfrentar juntos las adversidades. De aceptar a la otra persona, de ser paciente y de comprenderle. De crear algo bello para tus hijos… –
Akane lo miró entrecerrando los ojos.
–Y… ¿De dónde van a salir esos hijos? Onii–san ¿Y cómo vas a aceptar a alguien a quien no conoces realmente? ¿Cómo vas a hacer a alguien feliz si no sabes las cosas raras que le hacen feliz? ¿Eh? –
Le puse una mano en el hombro a Akane. Es que a ella esas cosas le hacían enojar.
–Estamos hablando de un hombre y una mujer, que van a vivir juntos. No estaríamos diciéndote esto si no lo hubiéramos experimentado nosotros en carne propia. –
Expliqué.
–Bueno, siendo como eres… –
Dijo él. Creo que tenía la idea de que éramos fundamentalmente diferentes. Pero ahora Mizuho se veía nerviosa. Algo de lo que dijimos resonaba en su interior.
– ¿Eres diferente, Onii–san? –
Preguntó Akane, ofendida.
–Yo jamás lastimaría a Mizuho… –
Respondió. Akane soltó una carcajada.
–Te lo mostraré. Te mostraré justo ahora como se parte su corazón. Y será tu culpa. Por estúpido. –
Le dijo Akane. Vaya, hasta con su hermano era una maldita. Aunque era por su bien, eso ni que decir tiene.
Luego se volvió a Mizuho.
– ¿Tu… le gustas a él? –
Ella se quedó en silencio. Volteó a verlo. Akane regresó su mirada a ella amablemente,
–No le preguntes. Te vas a casar con él ¿No es cierto? ¿Le gustas? –
–Bueno yo… él dice que lo hago feliz… ¿eso es gustarle? –
– ¿De qué forma le haces feliz? –
Preguntó Akane de nuevo. Mizuho bajó la cabeza.
–No… no lo sé… –
Respondió ella, a punto de las lágrimas. Akane miró a su hermano mayor con rabia.
– ¿Sabes porque no lo sabe? Porque no se lo has demostrado. Y eso solo es razón suficiente. –
Replicó Akane.
–No tengo porque seguir aquí. –
Kentarou se puso de pie, pero como dije, algo de todo esto, resonó en el interior de Mizuho. Porque cuando él quiso darse la vuelta, Mizuho lo detuvo.
–Tienen razón… –
Dijo, llorando.
– ¿Qué? –
–Yo… no soy tan buena como tú piensas que soy… y me da mucho miedo perderte, y no te he dicho muchas cosas… y si nos casamos… te vas a dar cuenta… me vas a odiar. –
Se puso a llorar.
– ¿Cómo pudiste…? –
Preguntó Kentarou, pensando que acabamos de arruinar su matrimonio, pero creo que en realidad, lo acabábamos de salvar. Porque Mizuho volvió a protestar.
–No son ellos… ellos se quieren… escuchémoslos… –
Eso le demostró a Kentarou dos cosas. La primera, que ella quería salvar esto, no estaba abandonándolo. La segunda, que Akane tenía razón.
Mizuho se explicó.
–Mi madre se negó a hablar, mi padre ni siquiera apareció. Tu padre tampoco quiso decirnos nada… ellos están casados… escuchémoslos… Kentarou. –
Akane suspiró.
– ¿Y bien, Onii–san? ¿Es suficiente tu deseo de casarte como para tragarte tu orgullo y escuchar lo que el lobo tiene que decir? –
Preguntó, yo voltee a verla. Akane me miró.
–Hagamos esto, tú mete algo de sentido común dentro de la cabeza de mi hermano. Yo hablaré con la chica… Mizuho–san. –
Y la llamó.
–Pero él… –
Se quejó Kentarou.
–Es un hombre, Onii–san, y sabe mucho más sobre mujeres de lo que te puedes imaginar. ¿Quieres saber cómo hacer feliz a una mujer? Escúchalo, y calla. –
Yo batí la cabeza. Supongo que esto contaba cómo ayudar a Akane ¿No es cierto? No me gusta que la gente dependa de mí para estas cosas, pero por otro lado, no creo que pudiera haber alguien mejor por ahora.
Akane, mientras tanto… hizo a Mizuho levantarse, y la llevó, justo detrás de la ventana, le mostró la mancha en el suelo.
– ¿Sabes lo que es? –
Preguntó Akane a Mizuho. Ella negó con la cabeza.
–Muy bien… esa mancha, es una marca de amor. Se hace cuando… –
Yo tomé a Kentarou por el hombro luego de eso.
–A ti… ¿te gusta Mizuho–san? –
Pregunté. Algún respingo tuvo el sujeto porque la llamé por su primer nombre, pero se le pasó rápidamente.
–Eso es lo que no me dejaron responder antes… –
Se quejó.
–Por eso te lo pregunto yo a ti… –
–Claro que sí, ella siempre es amable y su sonrisa siempre me alegra el corazón y… –
Comenzó a decir. Yo negué con la cabeza.
–No me estas entendiendo. ¿Te gusta ella? ¿La quieres para ti? –
– ¿Para mí? –
Pregunto, sin entender… o negándose a entender que sospecho que era más correcto.
–Sí, para casarte, para tenerla contigo… –
–Sí, la protegería siempre… –
–Yo todavía no digo nada de protegerla. –
Repliqué. Sonaba bonito, pero no tiene sentido. No hay nada de lo que uno tenga que “proteger” a una mujer en realidad.
De lo único que tienes que estar al tanto, al menos emocionalmente, es que su locura no la traicione. De que no haga cosas desesperadas como la que hizo Kurimo una vez. De que no la devore la culpa como a Sanae, y de que se acepte a sí misma tal cual es, como Akane.
Ese es tu trabajo, al menos sentimentalmente hablando.
–Yo jamás la obligaría a… –
–Nadie dijo nada de obligarla. –
Repliqué.
–Entonces no comprendo. –
–He dicho… si quieres que Mizuho sea tuya. –
Repetí.
–Bueno… –
Y se quedó callado. Yo sabía que este sujeto se estaba reprimiendo.
–Nunca te has preguntado… ¿Cómo es? –
Pregunté.
–Claro que… no tengo derecho de… –
En ese momento, Mizuho vino hasta nosotros, o más bien dicho hasta él, ardiendo en llamas de coraje e indignación.
– ¡¿Por qué es que tú nunca me tocas?! –
Gritó.
Kentarou se quedó pasmado.
–Ella tiene razón, actúas como si yo fuera la peste. Ni siquiera me dejas acercarme a ti. ¿Por qué me huyes? ¿Te doy asco? ¿Es eso? –
–Mizuho… yo… –
Ella no escuchó.
– ¿Qué pasa contigo? ¿No te agrado? ¿Es eso? O ¿Por qué es que siempre estas lejos de mí? Nunca te has acercado a mí. Y cada vez que intento acercarme tú te apartas. –
–No sé qué te dijeron pero… –
Diablos Akane, podías haber tardado un poco más. Aunque a veces, admito que un berrinche es lo que a uno le hace falta para despertar de ese letargo extraño y feliz en que sus gestos lindos te ponen. Me ha pasado.
– ¡No es lo que me dijeron! ¡Es lo que tú NO dijiste! ¡Jamás me has dicho, ni siquiera una vez, que soy bonita! ¿Soy fea? ¿Te parece que no soy atractiva? ¡Responde Kentarou! –
–No es eso, Mizuho, te juro que… –
Ella no escuchó.
–Ya no digas nada. No sé en qué estaba pensando. En verdad Kentarou, si me voy a casar, al menos no quiero que me traten como si fuera yo algo malo… ni siquiera me besas… como en las películas… –
Y dio rienda suelta a su llanto.
Ya sabía yo que no era posible que ella tuviera cero conocimiento del tema del romance. En alguna parte tenía que haber visto algo. Mizuho estaba tan ofendida que se dio la vuelta y se fue.
Kentarou me miró mientras ella se iba.
Hora de ser un hombre entonces.
– ¿Qué estas esperando? Tráela acá. –
Le urgí, el me miró, luego miró a Mizuho–san, que estaba tratando de ponerse los zapatos, luego a Akane.
–Pero… –
–Nada. Sé un hombre y trae a tu prometida de vuelta. –
Respondí. Jamás pensé que diría algo tan cursi.
–Mizuho… –
Llamó él, alcanzándola en la entrada. La tomó del brazo y ella se soltó con violencia. Akane sonreía.
–No, déjame. Tú no me quieres, no me puedes querer si siempre me tratas como si yo fuera veneno, como si pudiera contagiarte algo. –
Respondió llorando.
–No es verdad… no sé qué… –
– ¡Eso me duele! –
Gritó ella. Eso dejó a su prometido sin palabras. Akane se llevó las manos a la cintura y bajó la cabeza.
–La lastimaste, Onii–san, y ella ni siquiera lo sabía. ¿Cuándo ibas a resolver esto? –
Preguntó Akane. Es que él ni siquiera sabía que eso era un problema.
–Pero… No sé qué hacer… no quise herirte… –
Respondió él, todavía atónito.
–Entonces tócame. –
Respondió Mizuho. No creo que ella estuviera hablando en sentido sexual, al menos no del todo, pero por lo que Akane había dicho, ella solo tomó su vestido, y lo dejó caer. Allí, frente a todos. Sus pechos eran algo que ver y sus caderas eran anchas. Su ropa interior era blanca. Yo me volví a Akane para que ella no fuera a pensar mal.
Y como era de esperarse, Kentarou volteó la mirada.
Eso hizo que ella se llevara las manos a la cara y comenzara a llorar.
– ¿Lo ves? Ni siquiera me miras… –
Se quejó ella, llorando amargamente, como solamente una chica inocente y con el corazón roto lloraría. Akane intervino, esta vez, en favor de su hermano.
–No te enojes por ello. Yo… también solía mirar a otro lado… –
Explicó con cierta vergüenza. Era cierto. Yo todavía recordaba el pudor que Akane tenía para estas cosas.
– ¿Por qué? –
Preguntó ella, todavía lloriqueando y evidentemente sin entenderlo del todo. Akane se acercó y puso una mano en el hombro de Mizuho–san.
–Porque asi nos educó mi padre. Eso es lo que pasa cuando sigues los consejos de mi padre. –
Y se volvió a su hermano.
– ¿Lo ves? Te dije que no era una buena idea. –
Fue en ese momento que Kentarou se acercó a su prometida, haciendo lo posible por no girar la mirada. Esta vez, fue Mizuho quien se negó a mirarlo, pero Akane negó con la cabeza.
–Si de verdad planeas casarte con él tienes que perdonarlo. Esta y muchas otras veces. Te va a lastimar muchas veces después de hoy. –
Aseguró Akane.
–Claro que no. –
Se quejó él. Creo que, mejor se lo digo de una vez. Esto no es el paraíso.
–Si lo harás. Todos lo hacemos. Lastimamos a nuestras esposas sin darnos cuenta siquiera. –
Expliqué.
–Pero yo quiero ser bueno. No quiero herirte, Mizuho. –
Se quejó él.
–Yo tampoco quiero herir a Akane, y sin embargo… a veces pasa. Es parte del matrimonio. –
El pobre sujeto se llevó ambas manos a la cabeza.
– ¿Y qué hago? ¿Cómo hago para que funcione? –
Preguntó él.
Akane asintió.
–Estas malentendiendo el significado de “funcionar” Onii–san. El matrimonio que funciona no es uno donde una nunca llora. El matrimonio que funciona es uno donde vuelves a sonreír. No me enamoré de su sonrisa brillante y sus buenos modales. Me enamoré de su locura, de sus malas maneras, de su violencia y de su estupidez. Y te juro que él no se enamoró de una doncella pura y buena. Se enamoró de mis corajes y mis excentricidades. De mis deseos oscuros, de mis palabrotas y de mi sudor. Es muy fácil amar las cosas bellas, pero eso se caerá en el instante en que aparezca el primer asomo de humanidad en tu interior. Enamórate de lo malo, de lo feo, de lo sucio. Eso es lo que hace que funcione. –
En ese momento, Mizuho hizo una pataleta.
–Quiero una marca de amor en la alfombra. –
Se quejó.
– ¿Una marca de amor? –
– ¡Sí! Ellos hicieron una… yo quiero una también… –
Se quejó ella. Señalando la mancha en el piso.
– ¿Y eso cómo se hace? –
Preguntó él, confundido.
–Ven… yo te explico… –
Le dije.
Akane se dedicó a consolar a la chica que lloraba.
–Ya, está bien, está bien… –
Le dijo Akane, actuaba como una hermana mayor.
–Yo no me di cuenta… es un tonto… –
Se quejó ella, Akane asintió, y la consoló mientras yo me aparté junto con él
–Mira, la mejor forma de demostrarle a una mujer que te gusta, es el sexo. –
Expliqué. Él me miró feo, pero luego su mirada cambio por una de miedo.
– ¿No hay otra manera? –
–Ya estás huyendo del sexo. –
Repliqué.
–Tengo algo de miedo… Nunca antes me lo había planteado tan firmemente. –
Finalmente, estaba diciendo la verdad.
–Esa es mi pregunta. ¿Nunca la has deseado? –
–Tal vez pero… ella es tan pura y dulce… ¿Cómo le dices algo asi? –
La imagen que él tenía de su novia era la misma imagen que yo tuve de Akane una vez, pero esa es una fantasía, y si se va a casar, lo mejor es que se deshaga de ella.
–Pues, siendo honesto. ¿No dicen acaso que la honestidad es parte del matrimonio? Comienza por ahí. –
– ¿Qué va a pensar de mí? –
Preguntó él.
–Pues… ella quiere su marca de amor, como le dice. Lo que en realidad es esa cosa, es una mancha de semen y néctar de amor de Akane, que cayeron allí mientras lo hacíamos. –
– ¿Has hecho eso de nuevo? –
Llamé a Akane, que, como dije, estaba consolando a la prometida de su hermano.
–Akane, ¿Cuantas veces hemos contado hoy? –
Pregunté.
–Nueve… –
Respondió Akane, con una sonrisa.
– ¿Qué es néctar de amor? –
Preguntó él. Tengo la impresión de que este sujeto ya lo sabía, pero no quería creerlo.
Akane y Mizuho se acercaron. Yo suspiré.
–Creo que va a ser mejor si probamos algo más… directo… –
Le dije a Akane, ella asintió.
Yo me volví hacia Kentarou.
– ¿Te gustan sus pechos? –
Pregunté, ambos novatos se quedaron perplejos. Mizuho miró a Kentarou quien no tenía idea de qué debería decir.
– ¿Kentarou? –
Preguntó Mizuho. Es que su silencio estaba poniéndola ansiosa. Además, ella aún estaba en ropa interior.
–Si… –
Respondió finalmente. Mizuho se puso roja, y volteó a ver a Akane, quien sonrió.
–Él está siendo honesto. También tienes que ser honesta con él ¿entendido? –
A Akane le gusta esto, no engaña a nadie.
– ¿Y qué hago? –
–Pues muéstrale tus pechos… –
–Pero… –
–Sin peros. No puedes dejarlo atrás. Él hizo un gran esfuerzo para decir la verdad. –
Respondió Akane. Mizuho se quitó el sostén, haciendo todo lo que podía para evitar la vergüenza. Hay que ver que ella era algo más atrevida que él.
– ¿Qué tal ahora? ¿Qué opinas? –
Pregunté, Kentarou volteó a verme fugazmente, pero es que ahora no podía apartar la mirada de su novia. Sus pechos eran lindos, lo admito, pero Akane vino hasta mí.
–Tú deja de estar de mirón. –
Me dijo Akane, sonriendo, pero celosa. Ellos ni siquiera nos prestaron atención.
–Tócalos… –
Pidió Mizuho. Su novio extendió una mano y tomó uno de sus pechos. Ella hizo un ruidito y cerró los ojos.
– ¿Duele? –
Preguntó él, ella negó con la cabeza. Kentarou acarició sus pechos por un momento. Ella no hizo nada, solo cerró los ojos y se dejó querer.
Y como la estaban tocando, Mizuho dejó caer un par de gotas de néctar de amor en la alfombra. Su novio volteó a ver al suelo, y eso hizo que ella volteara también.
– ¿Qué es eso? –
Preguntó Kentarou.
– ¿Es… una marca de amor? –
Preguntó Mizuho, reconociendo al menos una parte de la mancha.
–Más o menos…aún no está terminada. Por lo pronto no te preocupes, la limpiaré después… –
Dijo Akane, sin prestar mucha atención.
–Que tú tengas que limpiar eso… –
Se quejó Mizuho. Es que, estas cosas eran privadas, especialmente en pareja.
–Tienes razón. Onii–san, lamela. –
– ¿Qué? –
–No me molesta limpiar tus babas, lamela… –
– ¡Eso es asqueroso! –
– ¿Asqueroso? –
Preguntó ella, con lágrimas en los ojos de nuevo y ¡BAM! Le dieron al tipo en la cabeza, con toda la mano, y casi lo tiran. Akane regaño a su hermano luego de pegarle.
–Tienes que tener cuidado con lo que dices. –
Le reclamó, luego se volvió a ella.
–Lo siento Mizuho, él se refiere al suelo. –
Eso hizo que Kentarou bajara la cabeza y se llevara la mano a la frente.
–Lo siento Mizuho. Te he herido dos veces el mismo dia, aun cuando te prometí que no lo haría nunca. Me queda claro que no sirvo para esto… –
Estaba a punto de llorar. Supongo que por la confusión. El darse cuenta de que todo lo que creías era falso, de que lo que está mal ahora está bien y viceversa, tiene que ser duro de entender.
Akane urgió a Mizuho.
–Oh, tu prometido está sintiéndose muy mal ahora. Tienes que evitar que se deprima. Tu no quieres que esté triste ¿cierto? –
Llamó Akane.
– ¿Qué hago? –
Preguntó ella.
–Abrázalo… –
Respondió Akane.
–Pero… él no quiere eso. –
–Inténtalo… –
Insistió Akane. Y lentamente, Mizuho se acercó, asi, con los pechos al descubierto, y abrazó a su prometido. Fue tan emotivo.
Finalmente, Mizuho dijo la verdad.
–No está tan mal… No puedes vivir toda la vida asustado de hacerme llorar. Yo lloro casi por cualquier cosa… Y tengo miedo también… yo… quería que me vieras, Kentarou. Es la verdad. No te lo dije porque me daba vergüenza… pero me hace feliz que pienses que soy bonita. Me gustó sentir tus manos tan cerca de mi corazón. Quiero que lo hagas, quiero que me veas, que me toques, que escuches mi corazón… me da curiosidad saber a qué huelen las calcetas sucias de un hombre, y aprenderé también a quitar las manchas de la ropa… mi abuela decía que no todo en la vida son sonrisas… creo que ahora sé a qué se estaba refiriendo. –
Explicó ella. Kentarou extendió sus brazos alrededor de su novia. Yo suspiré. Cuando menos creo que aprendió un poco de qué iba todo este desastre del matrimonio y la vida en pareja.
Yo aún estaba aprendiéndolo, por eso es que no me gusta dar consejo.
Pero por algo se empieza.
–No lo entendí y lo siento. Mizuho. Tal vez hay un montón de cosas que yo todavía no entiendo, y que te dolerán cuando te des cuenta. Solo quiero que sepas una cosa, nunca haría nada con la intención de hacerte daño. Si puedes tener paciencia conmigo, te prometo ser el marido que te mereces. –
Eso era más sensato que toda esa idiotez de “Yo nunca te haría daño” que dijo al principio.
Se separaron luego de eso. Kentarou volteó a ver a los pechos de ella de nuevo. Es que si eran bonitos, lo admito.
Akane intervino.
–Mizuho, creo que deberías vestirte ahora. Uno de los problemas de ser mujer es que… –
Y me pellizcó la mejilla.
–Los hombres no saben estarse quietos por simples veinte minutos… –
Explicó, luego me soltó, yo me sobé la cara.
–No suena tan feo… –
Respondió Mizuho, riendo tontamente. Akane sonrió.
–No, no lo es… es bonito… excepto cuando quieres ir de compras. Y no te dejan. –
Akane me miró feo.
–Entonces… ustedes… –
Comenzó a decir Mizuho, con una extraña sonrisa en el rostro, había curiosidad en ella. Akane suspiró.
–Eso tendrán que investigarlo ustedes solos. Ahora Onii–san… si no te importa. Mi esposo y yo realmente no tenemos mucho tiempo para estar solos… y yo había estado esperando por este dia… –
Era una invitación a marcharse.
No quiso mostrarles. Estoy seguro de que Mizuho hubiera deseado una especie de demostración… y de que Kentarou hubiera tenido que ver… pero Akane les tuvo piedad.
–Creo que… si estábamos interrumpiéndoles, Kentarou. –
Comenzó Mizuho.
–Lo siento Akane yo… –
–No sabías. –
Asintió Akane. Más que solo no saber, creo que no tenía idea.
–Lo lamentamos… –
Se disculpó Mizuho.
–No, está bien… me dieron un momento de descanso… y de verdad lo necesitaba… –
Me miró feo de nuevo. Kentarou asintió. Mizuho lo tomaba del brazo ahora, sonriendo con cara de enamorada tonta.
Bien diferente de la sonrisa de muñeca que tenía cuando llegó.
–Nos vamos entonces. Onii–san. Akane… –
Dijo. Y bajó la cabeza.
–Gracias por… aclararlo, aunque fuera un poco para mí… –
–Para nosotros… –
Corrigió Mizuho.
–Se feliz, Onii–san, y hazla feliz… –
Kentarou y Mizuho salieron de la casa.
––––––––––
Akane suspiró cuando cerró la puerta tras de ella.
–Podíamos haberles mostrado una vez y hubiéramos aclarado todo, sin necesidad del desastre. –
Comenté. Akane se rio y pasó de mí. Fue a recoger los vasos que habíamos usado para servir a su hermano y a su prometida.
–No, Onii–san hubiera muerto de un paro cardiaco… además quien sabe… mirabas a esa Mizuho bastante interesado… seguro que querías darle algunas clases particulares. –
Me volví a la sala para decirle a Akane que me gustaba más ella (aunque… no estaba equivocada) cuando me di cuenta de que Akane estaba sobre el sillón, con los codos recargados sobre la reposadera del sofá, y el trasero mirando hacia acá.
Sus pantis estaban ya en los tobillos.
Tengo una esposa calenturienta. Ya sabía.
– ¿Qué? –
Preguntó ella, volteando al darse cuenta de que me había quedado callado, mirándola como un tonto.
– ¿Qué es lo que haces, Akane? –
Pregunté acercándome y tocando su trasero, moviendo su falda hacia arriba.
–Levantando… los vasos. –
Akane tuvo un respingo cuando la toqué.
–Quiero decir. ¿Qué haces vestida? –
Pregunté, y como era de esperarse, entré en ella de nuevo. Como dije antes, Akane estaba lista en cualquier momento para recibirme. Es lo bueno de que ella sea asi.
–Lo siento… me puse ropa… yo… lo olvidé… –
Se quejó Akane.
–Pues no puedo quitártela asi… –
Respondí, mientras empujaba su interior, una vez más. Hablaba de que la posición no me permitía desnudarla. Akane volteó a verme.
–Rómpela… –
Dijo ella. Yo la miré, algo incrédulo.
– ¿Segura? Es una blusa nueva… –
Repliqué.
–Con mayor razón… hazlo… rómpela… –
Ni que hacerle, se la arranqué. Pude sentir como sus paredes se contrajeron por ello y un escalofrío recorrió su espina dorsal.
Se lamentó después.
–Ah… ahí va una blusa nueva… –
Empujé con ms fuerza. Akane levantó los pies y reprimió un chillido. Ahora estaba prácticamente acostada sobre la reposadera del sofá.
El sofá estaba empezando a hacer ruidos, que se mezclaron con el sonido de mi pene entrando y saliendo.
–Te dije que sin ropa… –
Comenté, sintiendo un poco de pena por Akane, pero ella lo interpretó como quiso.
–Es mi culpa… dijiste sin ropa… lo olvidé… no te enojes… –
Respondió Akane. Me sostuve de sus hombros para empujar con más fuerza. El sillón crujió…
-Toshikane… se va a romper… –
Se quejó ella, le di una nalgada.
-Si caemos te lo haré en el piso entonces. Deja de quejarte. –
Respondí, Akane volteó a verme, con lágrimas en los ojos.
-No me quejaba… –
Replicó ella.
–Si no vas a quejarte, entonces termina de desvestirte antes de que te arranque el resto de tu linda ropa. –
Respondí, Akane trató de moverse, pero por la posición, no podía desvestirse correctamente.
-Eres un salvaje… ya lo sabía… –
Respondió Akane, como me pareció que estaba evadiendo el tema aposta, le insistí.
– ¿El sostén o la falda? –
Pregunté, Akane me volteó a ver cómo pudo.
–No… no… –
Arranqué su sostén con fuerza y lo arrojé lejos. Su trasero se puso duro por eso. También pude sentir que sus paredes se contrajeron un poco. A ella le gusta esto. Empujé más profundo. Akane gimoteó.
– ¿Se rompió? –
Preguntó ella, haciéndose parecer preocupada.
–No sé. –
Respondí. Akane comenzó a venirse.
–Es tu culpa por estar provocándome. –
Le dije.
–Si cariño… si cariño… espera… espera… –
La solté y salí de ella. No estoy seguro de exactamente cómo funciona. No sé si la tomé desprevenida, o fue que arranqué su ropa, no sé si fueron los empujes o el tiempo que pasamos con su hermano.
Pero Akane manchó todo el respaldo del sillón esta vez.
Ni diré que fue violento ni explosivo. Pero fue mucho. Manchó el respaldo del sillón, deslizándose hasta el suelo como si fuera saliva. Akane me miró, temblando.
–Vas a tener mucho que limpiar mañana… –
Le dije, mirando como se venía. Akane sonrió abiertamente.
-No me molesta limpiar… te lo juro. –
Respondió Akane, tratando de recuperar la compostura.
– ¿Y van? –
Pregunté, apartándome un momento.
–Once… –
Respondió Akane, respirando pesadamente, con una sonrisa complacida en la cara.
– ¿No te estás saltando uno? –
Pregunté, ella se rio levemente.
–Esta… cuenta doble… –
Dijo ella. Es que si salió bastante.
–Quítate la ropa. –
Le dije, riéndome también. Akane asintió con la cabeza y se quitó la ropa interior, luego dejó caer su falda también. Ahora estaba desnuda otra vez. Me acerqué a ella y le di un beso en los labios.
Ella volteó al suelo porque pisé su falda al acercarme.
(Lo siento Akane, te compraré ropa después, lo prometo)
–Eh…–
Dijo ella, encogí de hombros.
–Tan sucia como la mujer que la usa. –
Akane me echó los brazos al cuello y caímos al suelo. Ella estaba sobre mí, separó sus piernas cuando se dio cuenta de que tenía una erección…
– ¿Quieres más, cariño? ¿Quieres a esta mujer sucia? –
Preguntó ella, acariciando mi cara.
–Claro que sí. –
Respondí. Ella se colocó sobre mí, y mi pene entró en su vagina con la mayor de las naturalidades.
Nunca uso esta posición con nadie, ya lo había dicho, pero Akane es la excepción, además, a ella le gusta de este modo. Solo que en lugar de ir arriba y abajo, Akane comenzó a hacer círculos con las caderas.
–Mírame… no apartes tu vista… mira mi cuerpo… deséame… –
Chilló Akane, pasándose una mano por el cabello para quitárselo de la cara.
-Eres hermosa, Akane. –
Levanté mi cabeza para acercarme un poco, Akane se agachó para hacerme más fácil lamer sus pechos. Me sostuvo de la cabeza para que yo no tuviera que separarme.
– ¿Mi pecho? ¿Te gusta? –
Por toda respuesta, comencé a morderlos muy suavemente, apenas para que lo sintiera, pero a Akane le gustó esa sensación.
–Dímelo. Dime que no puedes vivir sin mí, dime que te volverías loco… dime que te hago falta. Dime que sin mi tu vida no tiene sentido. –
Iba a responder “si a todo” cuando ella puso sus manos sobre mis hombros y me miró a los ojos.
-Dime eso… porque… sin ti, mi vida no tiene sentido tampoco… y me despierto a diario aterrada de que un dia, yo no te guste… –
-Que esposa tan tonta tengo… Akane, eso jamás va a pasar. Un yo que no enloquece por Akane no soy yo. –
-¡Pues es tu culpa por enamorar a una mujer asi! –
Respondió Akane.
-Me lo dice la mujer que me hizo esperar todo ese tiempo para que pudiera tocarla. –
Me burlé. Ella se irguió orgullosa.
-Pues… podías haberlo dicho… oye niña tonta… ven acá y déjate comer… –
La idea le agradó… ahora. Seguro que cuando me odiaba me daba una bofetada por eso y me denunciaba a la policía.
-No… señor lobo… por favor no me coma… eso no se toca… eso no se lame… por favor… –
Akane dijo esas cosas con una vocecita chillona mientras hacía círculos con sus caderas. Su vagina parecía una llave de agua a este punto.
Ajá, como si realmente hubiera dicho algo como eso.
-Pues para ser una oveja, no eres muy obediente que digamos. –
Respondí, burlándome un poco, Akane me besó en los labios.
-No soy una oveja… soy un hada del bosque.-
Respondió Akane después, sonriéndome. Sonreí y la besé yo a ella.
Esta vez, fui yo el que se vino, dentro de ella. Su vagina, que ya estaba ocupada, no pudo contener el semen dentro de ella y salió, manchándonos y manchando el suelo.
–Te amo… –
Fue lo único que Akane dijo, abrazándome con fuerza.
–––––––––
Eran las cinco y veinte.
Llevábamos catorce veces, quince, según las cuentas de Akane, y ya no podíamos más. No tengo que decir el desastre en que estaba la casa, y no tengo que decir que ninguno de los dos podía mover un musculo ahora.
Estábamos sentados al pie de la escalera.
Me ardía. Ya saben de qué hablo.
También sentía como si hubiera hecho mil abdominales. Mis brazos se sentían reventar, y mis piernas también. Akane estaba recostada (o tirada, mejor dicho) justo al lado mío, con el trasero y las piernas enrojecidas, el cabello completamente revuelto, sin maquillaje y respirando pesadamente.
–Akane… tenemos que levantarnos… –
Le dije.
–No… si me levanto lo harás de nuevo… –
Es que ya le había dicho antes que nos levantáramos, y no pude contenerme cuando vi sus pechos rebotar porque se puso de pie.
–Ya no puedo Toshikane. Esto ha sido demasiado… –
Se quejó Akane.
–Honestamente tampoco yo… –
Respondí, resoplando.
–Eso dijiste la última vez… –
Se quejó ella.
–Lo siento… no pude contenerme… –
Respondí, Akane me miró enojada.
– ¡No digas eso! Me harás querer otra vez y ya no puedo… –
Se quejó.
–Muy bien, hagamos esto… contaré hasta diez, y mientras tanto, tu corres a encerrarte en el baño. –
Le dije. Akane me miró.
– ¿Y porque tengo que correr? –
Preguntó ella ultrajada. O al menos fingiéndolo.
–Porque, si te alcanzo te lo haré otra vez… –
Respondí, en cierto modo, ella tenía razón, pero esto no se trata de eso.
– ¡Que no! Ya no puedo. Me duele ahora, apenas puedo moverme… –
Me chilló. Supongo que a ella le ardía tanto como a mí.
–Eso debiste pensar antes de ser tan hermosa. –
Respondí.
–¡Ya! Cállate de una vez. Ya me quedó claro. Te gusto, estás loco por mí, no puedes resistirte. Ya no lo digas. –
– ¿Por qué no? –
Pregunté, mirándola. Akane me miró a los ojos.
–Porque… me haces querer otra vez, aunque duela, aunque ya no puedo, yo… también estoy loca por ti, y si dices esas cosas, me haces feliz. –
–Me gusta que seas feliz… –
Respondí, poniéndome de pie como pude. Sosteniéndome de la pared porque de otro modo caería sobre las escaleras, y no de la forma agradable.
–Hay que darnos un baño. –
Le dije a Akane, extendiendo la mano para ayudarla a levantarse.
– ¿Y cómo sé que te quedaras quieto? ¿Y cómo sé que me quedaré quieta? –
Dijo, mientras me tomaba la mano y se ponía de pie, temblando por el dolor y el adormecimiento.
–Hay que confiar en el otro. –
Respondí. Akane me miró feo de nuevo. Luego reclamó.
–Quince veces ¡Estamos locos! –
Dijo ella, luego me abrazó con dulzura y me susurró.
–Pero hay una parte de mí, que me dice… que deberían ser dieciséis, y diecisiete, y dieciocho… –
–También lo pienso. –.
Respondí, luego le di un beso en los labios.
Y abrazados como estábamos, fue como fuimos al baño, y luego de medio lavarnos, nos metimos en la tina juntos. Pasamos un rato agradable solo disfrutando del contacto simple de nuestros cuerpos, metidos en el agua caliente.
Akane salió primero de la tina, ya más en control de sus movimientos, y yo me quedé mirando como el agua escurría de su cuerpo.
Ella volteó desde donde estaba, y me miró por unos momentos, sin decir absolutamente nada. La única razón por la que no tuve una erección es porque no había forma de que mi pene se levantara ahora.
– ¿Ya me puedo vestir? –
Preguntó Akane dulcemente, sonriendo.
–Unos momentos más… –
Respondí.
Akane balanceó su cuerpo, exhibiéndose sin ningún tipo de vergüenza. Tampoco diré que era obsceno, no había forma de que yo sintiera deseo ahora y de todos modos seguía mirándola como un tonto.
El baño siempre fue un momento… especial para nosotros. Era como un sitio para admirarla, hay que decir que nunca antes le pedí andar desnuda por la casa.
–De acuerdo, ya puedes vestirte. –
Dije finalmente, porque no quería que ella comenzara a sentir frio. Akane se dio una vuelta completa, para que la viera, y caminó luego fuera del baño, balanceando sus caderas al caminar.
Se cubrió después con una toalla, y al salir, se dio la vuelta, lanzó un beso al aire en mi dirección, y cerró la puerta detrás de ella.
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