Haru No Yurei - Volumen 4: 14. A las niñas que son malas
Eran poco menos de las nueve.
Estaba tomando un baño cuando Akane y Mizore entraron a la casa. Lo sé porque escuché la voz de Akane hablar con Kurimo sobre lo que había ocurrido. En ese momento, Mizore tiene que haber pensado que su asunto (lo que sea que fuera) no podía esperar.
Entró al baño.
Yo estaba allí y me quedé mirando desde la tina como ella entraba como si nada importara en el mundo. Supe que estaba buscándome porque en vez de hacer cualquier cosa, abrió el biombo.
–Estoy usando la tina ahora mismo. –
Le dije, mirándola. Ella se rio levemente.
–Sí pero quería que lo vieras. ¿Qué opinas? ¿Se ve bien? –
Respondió Mizore, moviendo su cabello hacia un lado y hacia el otro. Ella había recortado un poco su cabello y lo había acomodado hacia un lado. También fue evidente que algo hizo el estilista con su volumen… no sé, cosas de mujeres.
–Pues, nunca he sido de los que piensan que el cabello es muy importante, Mizore, pero si, se ve lindo. Me gusta. –
Respondí. Ella sonrió, ladina.
–¿Lo suficiente como para que quieras acompañarme? –
Preguntó, agitando en sus manos dos papeles, boletos para algo, seguramente. Decidí que le devolvería el golpe, solo un poco.
–¿Me estas invitando a una cita? –
Pregunté. Ella se sonrojó, pero no se dio la vuelta ni se detuvo.
–Si… algo asi. Ya sabes, tú y yo, no hemos tenido tiempo hace mucho… afuera quiero decir… –
Explicó Mizore. De hecho, las únicas veces que una cita con ella salió bien, fue siempre porque nos apresuramos a terminarla.
–¿Para cuándo son? –
Pregunté. Ella estaba de vacaciones, yo aún tengo que trabajar. Ella encogió de hombros.
–Para el domingo. No tienes planes ¿O si tienes? –
Preguntó ella, dudando por unos momentos.
–Pues, ahora ya los tengo. –
Respondí. Mizore sonrió ampliamente. Miré los boletos que ella tenía en la mano, eran, como era de suponerse para un festival. No dije nada al respecto y salí de la bañera.
–Ahora sal, antes de que arruine ese lindo peinado tuyo… –
Respondí, Mizore se puso roja de la cara y me miró.
–Tal vez… no me importa si se arruina… –
Voltee a mirarla, ella giró la cara y se rio ligeramente, y antes de que pudiera tomarla de la muñeca o algo, ella se alejó.
–Ya me voy… –
Dijo, y desapareció corriendo tras la puerta del baño.
Asi que bueno, tenía que hacerme cargo de esa cita pronto también.
––––––
Lo siguiente que paso es que tocaron el timbre.
Yo terminé de vestirme y bajé las escaleras para encontrarme con Akane, que me saludó luciendo su peinado. Estaba a punto de decirle algo bonito sobre eso cuando tocaron el timbre.
–¿A esta hora? –
Preguntó Akane, contrariada.
Era Minase. No parecía en el mejor de los estados. Akane la dejó pasar porque la conocía y lo primero que hizo Minase después de sentarse fue preguntar por Kurimo.
–¿Hatami–chan está? –
Preguntó, yo voltee a ver las escaleras.
–Puede… que no este del todo dispuesta en este momento. –
Lo hice con Kurimo cinco veces. Le dije que seguiría si se desmayaba, y eso hice. De eso estaba hablando. Ahora mismo, Kurimo estaba dormida en su cuarto y seguro que no despierta hasta mañana. Minase se dio cuenta en seguida de lo que estaba tratando de decir.
–Eres un cerdo. –
Se quejó ella, mirándome feo.
Sanae llegó justo en ese momento porque acababa de meter el auto.
–No le digas esas cosas. Y… ¿Qué haces aquí a esta hora, en primer lugar? –
Preguntó Sanae, con su tacto habitual, pero Minase respondió con coraje.
–Todo es tu culpa en primer lugar. –
Se quejó Minase, alzando la voz. Con lo que le pesan a Sanae esas palabras. La situación escaló inmediatamente.
–¿De que estas hablando Minase? No te permito que me hables asi ¿Entiendes? –
Se quejó Sanae. Minase se puso de pie.
–Pues si no hubieras tenido esa grandiosa idea de huir de casa esto no estaría pasando en primer lugar. –
Se quejó Minase. Tuve que intervenir.
–Sanae, solo ve a tu habitación. –
Fue lo que le dije. Sanae iba a replicar, pero creo que algo dentro de ella tiene que haberle dicho que era una mala idea. Suspiró, por primera vez en su vida, y se dio la vuelta.
–Perdón, Minase. –
Dijo, y subió las escaleras. No exactamente con una chiquilla regañada, más bien como una chica que sabe que es lo mejor.
–Y supongo que hay una buena explicación para venir a gritarle a tu hermana mayor en SU casa, Minase. –
Minase se llevó la palma a la frente.
–Sí, bueno… no. Es… no debí decirle eso… –
Minase batió la cabeza con vergüenza después de eso. Akane se acercó a Minase y acarició su cabeza.
–Ya habrá tiempo de disculparse. –
Fue lo único que dijo. Minase asintió y suspiró. Yo me debatía entre quedarme aquí y subir a ver a Sanae. Akane tiene que haberse dado cuenta porque se separó momentos después.
–Iré a hablar con Akiyama–chan. Mientras tanto puedes quedarte y beber té ¿de acuerdo? –
Dijo Akane y se dio la vuelta, subió las escaleras después. Minase me miró por un momento, luego bajó la cabeza.
–No tienes que mentir, sé que quieres ir con Onee–chan. Yo solo quería ver a Hatami–chan y desahogarme un poco… pero terminé arrojándolo sobre Onee–chan en su lugar. –
Se quejó Minase.
–Tal vez yo pueda servir para eso… –
Comenté. Minase me miró de mala manera.
–Deja de manipularme ¿Quieres? –
Preguntó ella, volviendo a ser agresiva. Pero se arrepintió momentos después. Empezaba a sonar como Ayasara, o como Sanae…
–Lo siento, yo… ¿sabes qué? Es Okaa–san. ¿Ya? No iba a decirlo porque me parece de mal gusto ventilar esas cosas privadas pero no puedo más con esto. No puedo. –
Finalmente lo dejó salir.
–Okaa–san y Otou–san se llevan bastante mal desde que Onee–chan se fue. Es cierto, Okaa–san ignoró a Otou–san durante un buen tiempo. No sé si estaba asustada de que pensaran mal de ella o si solo se obsesionó. –
–¿Se obsesionó? ¿Con que? –
Pregunté. Me preguntaba. Minase movió una mano con desdén, como haciéndolo menos importante.
–Okaa–san tuvo durante un tiempo unas amigas con las que hacía negocios. La verdad es que normalmente solo salían juntas y tomaban café. Hace no mucho se enojó con ellas, no sé por qué. Ahora no le hablan. Y claro, se siente sola casi todo el tiempo. –
Ahh… yo sí sé por qué. Pero no se lo dije.
–Ahora ya no tiene amigas, apenas si ve a Otou–san y cada vez que puede, Otou–san le culpa de lo que pasó con Onee–chan. Y Okaa–san llora hasta dormir todas las malditas noches. Ahora mismo, por ejemplo. –
Dijo, y alzó las manos, desesperada.
–Pensé que estarían un poco mejor… –
Comenté, pensando en lo que había pasado la última vez que la señora estuvo aquí.
– ¿Qué? Claro que no. Todas las mañanas me despiertan con el sonido de sus gritos. Y según Otou–san, es culpa de Okaa–san, y solamente de Okaa–san que su hija mayor se haya marchado, y no quiere admitir que su hija es una mujer grande que tenía que casarse en algún momento. Está completamente seguro de que la están tratando mal, no importa cuántas veces le digas lo contrario. Y honestamente, está usando su trabajo para huir de Okaa–san. –
Explicó Minase.
–Y escucha, escucha esto. Se ha vuelto tan tonto y ambos se han quedado tan vacíos de cosas malas que decirse el uno al otro, que para ganar se dicen cualquier tontería, incluso si no es cierto, o si es irracional, o si es patético. De un dia para otro, a Otou–san no le gusta el atún ¿Qué les parece? Le dijo a Okaa–san, que ya no quería tener que soportar su atún jamás en la vida. Después de veintitrés años de casados. Mira. Yo odio el atún ¿Y sabes porque? Porque a Otou–san le gusta el atún, y como a Otou–san le gusta, pues entonces los hijos se aguantan y comen atún tres o cuatro veces por semana. –
Era difícil escuchar esas cosas de Minase y no reírse. Si necesitaba ventilarse, aunque supongo que Kurimo le habría entendido mejor.
–Y como Okaa–san quería ganar esa discusión y como nada en el mundo era más importante en que ganar esa discusión y como lo que ella realmente quiere en la vida es ganar la discusión, le dijo que si él no comía el atún entonces Okaa–san se lo daría a su amante. Asi como suena. Okaa–san le dijo a Otou–san que ella tiene un amante en alguna parte. –
Explicó ella.
–¿Y lo tiene? –
Pregunté. Pregunta un poco tonta, lo admito. Minase reprimió una risa.
–¡Claro que no! Es decir… ¿Okaa–san? Está loca por Otou–san, siempre lo ha estado. Si tú piensas que Onee–chan es dulce es porque no conoces a Okaa–san. Ella es la clase de mujer que lamería el suelo por donde pasa Otou–san si él se lo pide. Y ella lo sabe, pero… está aterrada de admitirlo. Y su orgullo se cae en cuanto Otou–san se va. Y se pone a llorar… ¿Recuerdas como encontraste a Onee–chan ese dia? Pues lo mismo… solo que no hay forma de traer a Otou–san del trabajo. –
Explicó Minase con tristeza, bajando la cabeza.
–Tal vez sea más complicado que solo eso… –
Comenté. Ella me miró enojada.
–Tal vez solo no lo están intentando. ¿Por qué tienen que aparentar? ¿Por qué no pueden solo ser honestos y decir la verdad? Todo lo que necesitan es decir “Me haces falta” o cualquiera de esas cursilerías. Y dejar de fingir que no son un par de asquerosos pervertidos que son felices compartiendo eso. –
Minase hizo una vocecita graciosa cuando dijo “Me haces falta” pero luego bajó la cabeza.
–Honestamente pensé que si Otou–san y Onee–chan se veían todo estaría bien. Otou–san esta seriamente preocupado porque piensa que Onee–chan es tratada mal en su matrimonio. Pero claro, Onee–chan no iba a ir. Y no la culpo, después de todo, ella también tiene que vivir su vida y encontrar alguna forma de satisfacer a este… monstruo. –
Explicó Minase.
–Oye… –
Quise reclamar, pero Minase se puso de pie.
–¿Dónde está Hatami–chan? Ah, sí, indispuesta, dijiste. Supongo que eso quiere decir que quedó completamente inconsciente después de tratar de llevarte el paso. ¿Cómo le llamas a alguien que le hace eso a una chica de colegio? O a alguien que no puede esperar y las hace gritar cosas vergonzosas al teléfono mientras sus madres están al otro lado de la linea. –
–¡Minase! –
Gritó una voz desde las escaleras. Creo que Sanae la escuchó.
–¿Qué? –
–¡No digas esas cosas! –
Se quejó Sanae. Minase se puso de pie.
–¡Ya estoy harta! ¿Quieres saberlo? Somos una familia de pervertidos ¿Ya? TODOS. Somos un montón de desviados que nacimos en la misma casa. ¡Dejen de pretender que no es verdad! Dejen de ocultarlo… nos está destruyendo… –
Tenía lágrimas en los ojos y los puños apretados.
– ¿Todos? –
Preguntó Sanae. Minase encogió de hombros.
– ¿Otou–san? Digamos que no hay un solo sitio de Okaa–san, en donde él no quiera poner su cosa vieja y horrible. Okaa–san, una adicta al sexo que fantasea todo el tiempo con ser una niña abusada por un hombre mayor… –
Sanae bajó la cabeza y juntó sus dedos.
–Bueno es que… –
Sanae tuvo que defenderla, algo extraño, si me permiten, y se delató sola. Nada que Minase no supiera ya de todos modos.
–Ah, entonces es igual. Y ¿Onii–san? Un enfermo con fetiche por las sirvientas que no tengo idea de dónde sacó. ¿Quieres deshacerte de él? Solo tienes que decir “Goshujin–sama” y saldrá huyendo porque no puede con su tienda de campaña. Asi que sí. Todos. –
No quería enterarme de eso. Sanae terminó de bajar las escaleras, estaba enfadada, pero no podría decir que furiosa.
–¿Y tú? Estas muy cómoda ventilando la vida privada de los demás. ¿Por qué no me dices que es lo que a ti te hace asi? Si es tan fácil para ti. –
Minase palideció. Entendió yo creo, el miedo de su madre, y el de todas las personas, en un instante.
–Bueno yo… –
Sanae avanzó hacia ella.
–¿Eres adoptada? No ¿Verdad? Entonces… –
Minase me miró a mí. Y Sanae se dio cuenta de eso.
–Asi que tú lo sabes. ¿Cómo es que le dices eso a él y no a mí? –
Preguntó Sanae y volteó a verme, como esperando que yo lo soltara. Bajé la cabeza. Si lo sé, pero no me correspondía decidir si Sanae debería saberlo o no.
–Quiero que llores. –
Respondió Minase de pronto.
–¿Qué? –
Preguntó Sanae.
–Quiero que nos veas… y que sepas que soy mejor que tú, yo lo hago más feliz. Quiero mirar tu cara cuando entiendas, que aunque sea solo por ese instante, yo gané. –
En el nombre de la honestidad, Minase lo soltó. Sanae bajó la cabeza por unos momentos.
–Eres una sádica ¿No es cierto? Asi que eso es tu fantasía… herir a tu Onee–chan. Quitarle lo más hermoso que tiene… –
Minase puso su cabeza en el suelo. Se puso a llorar.
–Lo siento Onee–chan. Te juro que no sé qué me pasó… –
Se quejó Minase, Sanae encogió de hombros.
–Asi que ya lo has hecho. Pero por supuesto… ¿Qué no se suponía que la que lloraría sería yo? –
Para lo que le habían dicho, Sanae estaba presionando el clavo como si no fuera nada. Honestamente yo tenía miedo de su reacción.
– ¿No…? ¿No me odias? –
Preguntó Minase, alzando su cabeza, con el rostro lleno de lágrimas. Sanae hizo un sonido de Hmph.
–Tú lo dijiste, somos una familia de desviados. Pero la parte de familia va primero. –
Sanae se ganó mi admiración con eso. Sin duda alguna.
Cuando trabajaba en la panadería y comencé a… frecuentar a Minase, Sanae vino a hacerme un escándalo de celos hasta el trabajo. Pero lo que ella pidió fue recuperar a su hermana pequeña. No dijo nada sobre mí.
Esa pregunta dejó de tener sentido cuando me dejó en claro que le he gustado hace mucho tiempo. Pero ahora lo entendía. Si Sanae tuviera que escoger entre Minase y yo, ella escogería a Minase. Eso no quiere decir, por supuesto, que ella no me quiera. Pero creo que, si Minase se hubiera opuesto, ella no habría venido conmigo en primer lugar.
Sanae comenzó a salir conmigo solamente porque Minase la apoyaba. Eso decía mucho acerca de alguien como Sanae.
–Onee–chan, yo… perdón… –
Explicó Minase, tratando de ponerse de pie.
–Además ya lo sabía. –
Dijo Sanae.
– ¿Qué? –
Minase preguntó, atónita. Pero Sanae encogió de hombros.
–Ya sabía, tu siempre has sido asi… ¿Crees que no lo sabía? ¿Crees que no notaba tu risita complacida cada vez que Okaa–san me castigaba? O tal vez pensaste que no sabía que tú me delatabas siempre que podías con tal de que me atraparan. O la vez que querías quedarte a ver en mi habitación… lo que tú querías ver, era que me pegara y me humillara… eso te excitó. O lo que pasó en el baño ese dia… –
Voltee a ver a Minase. Sanae volteó a verme a mí y luego a ella.
–Díselo… –
Minase bajó la cabeza.
–Le prometí que le conseguiría una cita contigo, luego la insulté, le dije cosas malas, la toqué mientras me rogaba por ayuda para verte… y luego lo olvidé. Le dije que tú habías dicho que no querías verla. –
Explicó Minase, bajando la cabeza. Sanae medio me comentó de algo asi, pero no sabía los detalles. Sanae suspiró.
–¿Lo ves? No es nuevo. Siempre has sido asi, y bien… yo no te odio. No pienso que sea tu culpa. Y eres mi hermana pequeña. –
Respondió Sanae, encogiendo de hombros de nuevo, y dándose la vuelta.
–¿Puedes perdonarme? –
Preguntó Minase, bastante más tranquila, diría yo. Sanae encogió de hombros.
–Pues… tal vez si me lo dices mientras nos bañamos… –
Comentó Sanae. Entre hermanas… y yo creo que soy el más desviado de todos porque estaba muy interesado en ello. Minase y yo volteamos a verla. Sanae encogió de hombros.
–Me mojé en ese baño… –
Argumentó Sanae, roja de la cara, pero encogió de hombros. Minase volteó a verla, luego volteó a verme a mí. Yo suspiré. No. No voy a meter mi cuchara en esto.
–Pues… tendré que ser más amable entonces… –
Dijo finalmente, batiendo la cabeza. Con toda honestidad no tenía idea de qué debería decir.
–¿Sabes? Me siento mucho mejor ahora que lo dije… definitivamente. –
Admitió Minase. Yo suspiré, tratando de despejar un poco el ambiente, y me acerqué a Sanae, tomándola de la mano. Luego, sin avisar ni nada por el estilo, le di un beso en los labios, con fuerza. Sanae se dejó besar, más que nada porque estaba sorprendida, pero cuando me aparté, me miró desconcertada.
–¿Por qué ellos no pueden solo hacer eso? –
Preguntó Minase. Sanae no pudo decir nada.
–Me besaste… –
Se quejó ella una vez que me separé. Minase la miró y sonrió sádicamente.
–Onee–chan quiere más… –
Dijo ella. Sanae la miró. Supongo que era una especie de forma de Minase de decirle a Sanae que aun apoyaba su relación.
–¿Qué? No… es decir… voy a ir a cambiarme, y luego te llevaré a casa. Y es todo. –
Fue lo que dijo Sanae. Minase se reía mientras su hermana se dio la vuelta y subió las escaleras. Tengo la impresión de que había llegado al límite de lo que podía soportar. Tengo que admitir que fue bastante más de lo que yo pensaba.
Una vez que Sanae desapareció de nuevo de la vista, Minase se acercó a mí.
–¿Crees que podrías… hacer que Onee–chan accediera a verse con Otou–san? –
Preguntó Minase.
–¿Crees que eso ayude? –
Pregunté. Ella asintió.
–Solo para… sacarla de en medio. ¿Sabes? Yo estoy segura de que no va a resolverlo todo, pero la realidad es que Otou–san echa de menos a su hija favorita. Y mientras eso siga en medio, no van a solucionar nada. –
Yo suspiré. Convencer a Sanae no iba a ser cosa sencilla, o más bien, sentía que iba a costarme bastante. De un modo o de otro.
–No me preocupa pedirle lo que quieres, estoy seguro de que ella accedería. Lo que me preocupa es lo que va a costarme. –
Comenté. Minase soltó una carcajada.
– ¿Qué es tan gracioso? –
Pregunté, porque ella no estaba siendo nada discreta.
–Es lo que Okaa–san dijo que dirías. Es gracioso. –
Respondió Minase.
–Ustedes las chicas tienen una idea muy rara de lo que es “algo gracioso”. –
Respondí, Minase encogió de hombros.
– ¿Sabes? Después de que… pues… pasamos la noche juntos, lo hablé con Okaa–san, no lo nuestro, lo que tienen tú y Onee–chan. –
Dijo ella.
– ¿Lo hablaste? ¿Qué quieres decir? –
Exactamente ¿Qué? Me preguntaba yo, pensando que tal vez era mejor no mostrar mi cara a los padres de Sanae por el momento. Minase encogió de hombros.
–Estaba celosa ¿Si? ¿Qué querías?–
–Bueno, no tenías que… –
Respondí. Ella me interrumpió:
–De algún modo yo tenía la idea de que Onee–chan era algo asi como tu esclava de amor o una cosa de esas… me hacía enojar porque después de lo caprichosa y consentida que Onee–chan siempre ha sido, ¿Cómo podía aceptar algo como eso? –
Explicó Minase.
–Bueno, es que yo no… –
Iba a decirle que no era mi intención. Minase negó con la cabeza.
–Pero Okaa–san dijo que lo estoy pensando mal. Y que tú siempre has tenido un complejo con Onee–chan. Lo más seguro, es que el esclavo aquí seas tú… –
–¿Qué? –
Pregunté. Ella se rio.
–Descuida. Eso te hace un buen hombre. –
Respondió Minase riendo.
–No me agrada mucho la idea de la esclavitud ni nada por el estilo… –
Respondí. Minase sonrió y me miró.
–Le cumples absolutamente todos sus caprichos ¿No es cierto? –
Preguntó Minase, poniendo sus manos atrás.
–Bueno, sí pero… –
Minase encogió de hombros.
–¿Lo ves? –
–Aun asi… –
Repliqué. Más que nada porque seguía sin agradarme la idea. Aunque también puede que solo era la elección de palabras lo que me desagradaba.
–Onee–chan siempre reclama toda la atención para ella, siempre tiene algo, siempre quiere que la escuches, y que hagas cosas por ella. Okaa–san dijo que Onee–chan jamás se hubiera entregado a un hombre que no es exactamente como ella quiere que sea. Incluso su modo de actuar consentido, es Onee–chan, siempre ha sido asi… creo que una de las razones por las que yo peleaba con ella era esa. Y si incluso su hermana pequeña se harta… ¿Quién rayos iba a soportarla? –
Preguntó Minase. Yo suspiré.
–Bueno, es que de alguna manera pienso que es lindo… –
Respondí. Minase encogió de hombros.
–Okaa–san tiene razón entonces, si tienes un complejo con ella. –
Aclaró. Yo me llevé una mano a la cabeza.
–Me da un poco de angustia que tu madre sepa algo como eso. –
Minase bajó la cabeza.
–Tal vez porque Otou–san tenía el mismo complejo… creo que, el problema es que Okaa–san quiere que eso vuelva, y no tiene idea de qué hacer. –
–Entiendo eso, pero no sé si quiero involucrarme demasiado en su relación… si sale mal… –
Comencé a decir, ella volteó a verme acusadoramente. Avanzó hacia mí con sus manos en la cintura.
– ¿No quieres involucrarte? De esa relación salieron tres bebés… y tú te estás acostando con dos… ¿Cómo es eso de que no quieres involucrarte? –
Preguntó Minase. Lógica pura y dura.
En esas cosas estábamos cuando Sanae regresó.
–Bueno, es hora. Vamos pronto. –
Indicó Sanae. Minase sonrió.
–No sé… Toshikane–kun. ¿Nos vamos? –
Preguntó ella, endulzando su voz para burlarse de Sanae, pero mi respuesta a esa pregunta era una confirmación de que todo lo que había dicho Minase, era cierto. Lo digo porque yo volteé a ver a Sanae, que parecía apresurada.
Suspiré.
–Sí, vamos. –
Dije. Minase sonrió y asintió.
Sanae fue a por el auto mientras yo salía de la casa. Fue evidente que, Sanae estaba tratando de terminar con esto lo más pronto posible. Ella no quería tener que ver a sus padres. Minase se sentó en el asiento del copiloto.
–Yo voy aquí. –
Dijo. Sanae la miró por un momento y batió la cabeza. Yo solo subí en la parte de atrás del auto, iba pensando en el mejor modo de decirle a Sanae que tal vez debería entrar a su casa un momento, cuando Minase dijo algo que salió por completo de mi tren de pensamiento.
–¿Y cómo es la vida de casada, Onee–chan? ¿Te va bien? –
Preguntó Minase. Sanae dio un pequeño salto.
–Claro que me va bien. Muy bien en realidad. No sé a qué viene tu pregunta. –
Respondió Sanae. Pude ver en el espejo que ella se puso roja.
–Dime, Toshikane–kun. ¿Es Onee–chan una buena mujer? –
Preguntó, mirándome a mí. Sanae se quejó de nuevo.
–¿Qué cosas estas diciendo? Claro que… –
Minase la interrumpió.
–Onee–chan, le estoy preguntando a Toshikane-kun. –
Y me miró. Sanae estaba mirando por el espejo. Yo sonreí.
–Es linda. –
Fue lo que dije, Sanae solo miró a otro lado.
–Solo… terminemos con esto. –
Fue lo que ella dijo, Minase sonrió. Ella siempre lleva la conversación por donde ella quiere que vaya.
–Sobre eso… Onee–chan. ¿Crees que puedas pasar un momento? –
Preguntó Minase. El auto se detuvo, porque el semáforo marcaba alto.
–No puedo. Estoy ocupada. –
Sanae se negó, era más que obvio.
–¿Eh? pero Toshikane–kun quiere pasar. –
Replicó Minase.
–Eso no es cierto, no digas cosas que no son verdad… –
–Es cierto… –
Repliqué, Sanae volteó a verme, sus ojos reflejaron angustia.
–Pero yo… –
Comenzó a decir ella, Minase le puso la mano en el hombro.
–Por favor. –
Dijo. Yo insistí también.
–Está bien, podemos pasar un momento, supongo. –
Le dije. Pero Sanae hizo una pataleta.
–Puedes ir tu solo con Minase. Yo no quiero. –
Replicó. Minase me miró por unos momentos. El auto avanzó.
–Tal vez Toshikane–kun tendrá que llevarte de la mano entonces. –
Dijo Minase.
–¡Que no! –
Se quejó Sanae.
–Onee–chan, tienes que obedecer a tus mayores. –
Respondió Minase.
En ese momento lo entendí. Minase quería que Sanae hiciera una pataleta.
–¿De qué hablas? Eso no… –
Sanae detuvo el auto frente a su casa. Me miró después. Me puse serio un momento.
–Eso no ¿Qué? Onee–chan. Si continúas asi, tendrán que darte un castigo… –
Eso hizo a Sanae enrojecer, me miró con los ojos muy abiertos.
–No es cierto… Minase, tu siempre… eso no es justo…–
Se quejó Sanae.
–Su viejo cuarto está disponible. –
Comentó Minase, mirándome y abriendo la puerta del auto. Bajo después de eso. Me quedé en el auto con Sanae.
–No… no es en serio… di que no… –
Se quejó Sanae llorando.
–Tenemos que hacer esto, eso al menos es verdad. –
Si ella hubiera sido seria al respecto, no lo habría dicho, pero, tengo mi forma de darme cuenta cuando Sanae hace un reclamo serio. Digamos que la pataleta es muy exagerada cuando, como ahora tiene otras cosas en la mente. Tal vez el beso de antes ayudó.
Lo digo porque, su atuendo era el mismo. ¿Qué fue lo que se cambió?
–No quiero que te alejen de mí. –
Se quejó ella, bajando la cabeza.
–¿Dudas de mí? Sanae. –
Pregunté. Después de todo lo que había pasado… pero ella negó con la cabeza.
–No pero… –
Bajé del auto y abrí la puerta de ella. Sanae solo miraba sus rodillas.
–No me avergüenzo de salir contigo y espero que tú no te avergüences de mí. Y creo que lo mejor es que acabemos con esto de una buena vez. No podemos seguirnos escondiendo como si estuviéramos haciendo algo malo. Somos adultos ahora. –
Le dije, ella se limpió las lágrimas.
–Tú eres el adulto… –
Eso me convenció, ella quería esto.
–Entonces andando. Obedece a tus mayores. –
Respondí, ella bajó del auto mirando al suelo.
–De acuerdo… –
Fue su respuesta, y dándome la mano, entramos a la casa. Lo primero que hizo Minase fue saludar a su madre.
–Okaa–san, he vuelto… hice venir a Onee–chan. –
Expliqué. La señora Kurenae iba a acercarse, cuando Minase la detuvo, y habló en voz alta.
–Verás Okaa–san… –
Y miró a Sanae por un momento.
–Onee–chan ha sido mala todo el camino, y pues, tienen que castigarla. No hay remedio. –
La señora Kurenae nos miró. No me esperaba que Minase lo soltara asi. Sanae palideció y miró a su madre.
–Ah… vaya… pues… ¿Qué paso? –
Dijo la señora, evidentemente tratando de sobreponerse a la vergüenza, porque entendió a la perfección lo que le estaban diciendo.
–Onee–chan hizo pataletas en el auto… todo el camino.–
Explicó Minase.
–Minase ¿Qué es lo que estás diciendo?… –
Comenzó a decir Sanae. Todo pasó muy rápido. La señora Kurenae enrojeció completa. Me miró por unos momentos, luego bajó la cabeza.
Asi, sin más, Minase rompió por fin el cristal.
La señora Kurenae batió la cabeza, luego suspiró, tratando de recomponerse.
–Vaya… pues… no puede hacerse nada… a las niñas que son malas les dan castigo… no puede hacerse nada… –
La señora Kurenae encogió de hombros al decir eso. Sanae estaba completamente atónita.
–¿Qué? –
Preguntó Sanae, y apretó mi mano por reflejo.
–Pues… es normal… es solo normal… ¿O no lo es? –
Preguntó la señora, roja de la cara. Sanae enrojeció también.
–Si es… pero… –
Se hizo el silencio. Minase sonreía. Comenzaba a entender por dónde iba la idea. Sanae ha creído por mucho tiempo que su madre le odiaría por ser como es. Supongo que la señora Kurenae no encontró una mejor forma de decirle a su hija que no es verdad. Y que ella sabe quién es Sanae.
Fue un momento muy extraño. La señora Kurenae hizo ademán de limpiarse las lágrimas, supongo que por vergüenza.
–Pero tu… –
Comenzó a decir Sanae, pero su madre la hizo callar, poniéndose sería un momento.
–Dime hija. ¿Eres feliz? –
Preguntó. Eso hizo a Sanae detener su coraje. Quizá la señora estaba tratando de decir, que si ella era feliz, el modo en que lo fuera no importaba para nada.
–Si, supongo que sí, puedes decir eso… –
Sanae bajó la cabeza. Su madre se acercó a ella.
–No, no bajes la cara. Me alegra que encontraras al hombre correcto. Atesórale ¿Está bien? –
Preguntó su madre, Sanae negó con la cabeza.
Eso dejó en claro una cosa, Sanae no se fue porque no estuviera contenta con sus padres, se fue porque estaba enamorada, y creo que ellos no habían tomado eso en cuenta.
–Pues no estabas tan feliz, me pegaste, y además, dijiste muchas cosas malas de él. A ti nunca te agradó. –
Le acusó, pero la señora sonrió y encogió de hombros.
–Bueno, me equivoqué con él. Pero es bueno ver que sigues defendiéndolo justo como cuando lo conociste. Estoy orgullosa de ti. –
Dijo la señora Kurenae, Sanae volteó a verme con la cara roja, como pidiéndome en silencio que olvidara que escuché eso.
–¡No se lo digas! –
Gritó Sanae.
–¿Eh? ¿Y porque no? No tienes que guardarlo en secreto. Si la única razón por la que tu padre permitió que te fueras a otra cuidad a estudiar la universidad fue para mantenerte lejos de él. –
Respondió la señora Kurenae.
–¿Y cómo sabía? Yo nunca dije… –
La señora Kurenae reprimió una risa.
–Oh, Sanae, piénsalo un momento. Es decir ¿Realmente creíste que lo ocultabas? Si desde que lo conociste no había forma de sacarte de ese sitio. Tus faldas se hicieron más cortas de la noche a la mañana y de pronto tenías un interés tan grande en el salón de belleza. Hija… soy tu madre. Y nadie en este sitio podía decir nada sobre él sin que tú te pusieras en medio. Era completamente intocable. Un dia tu padre llegó a casa diciendo cosas como “¿Qué le pasa a Sanae?” y tuve que responder que estabas en esa edad. No quiso aceptarlo. –
Sanae volteó a verme con cara de enfadada.
–No es cierto. Son mentiras. Ya me quiero ir. –
Se quejó.
-Creo que, tu padre se convenció de que no había servido de nada enviarte lejos cuando llegaste aquí diciendo que debería tener un aumento. –
Agregó la señora. Eso lo recordaba yo muy bien. Sanae estaba a punto de las lágrimas. Minase le puso una mano en el hombro.
–Onee–chan. No sabes esconder nada. –
La señora acarició la cabeza de Sanae también, y le sonrió.
–No tienes por qué mentirle. Él estaba igual de loco por ti. –
Respondió su madre.
–¿Cómo sabes? –
Preguntó Sanae, interesada.
–Bueno, era fácil verlo. En realidad, estábamos un poco sorprendidos porque no había ocurrido nada entre ustedes cuando te fuiste a la universidad. Lamento si fui dura antes con esto. Si soy honesta, pensé que no podría hacerte feliz… pensé que… bueno… ya sabes de qué hablo. –
Sanae se enfadó de nuevo.
–Pues si me hace feliz. Y tú dijiste que no iba a durar. –
Se quejó Sanae. Ella si estaba escuchando ese dia. Pero el comentario hizo que el rostro de la señora se ensombreciera. Bajó la cara. Minase tomó la mano de su madre, que evidentemente estaba pensando en sus propios problemas por esas cosas.
Esta mujer necesitaba seriamente que le reafirmaran su lugar. Imagino que ha pasado tanto tiempo lejos de su marido que ahora no está segura de qué cosas son serias y que cosas no lo son en la relación.
Tampoco es que pueda culpar al padre de Sanae. Si tu esposa te rechaza consistentemente durante un mes, supongo que se vuelve difícil intentarlo. Ni hablar de años, que Sanae afirmaba, que asi era. La señora miró a su hija y trató de sonreír.
–Está todo bien, Okaa–san. –
Insistió Minase, la señora batió la cabeza luego.
–Lamento haber dicho esas cosas, Sanae. Estaba un poco celosa, eso es todo, porque bueno… No es nada grave… –
Explicó la señora Kurenae, tratando de recuperar la compostura.
Pero en uno de esos arranques de madurez que Sanae tiene cuando reconoce que el problema es serio, y que se estaban volviendo comunes, al menos le dio un buen consejo:
–Ahí vas de nuevo, siempre tienes que fingir que no te molesta. Siempre tienes que ser la señora perfecta. Ya deja eso. ¡Asi no te van a hacer caso! –
Le gritó Sanae, la señora se sentó, con lágrimas en los ojos.
–Es que yo no sé… –
Chilló. Sanae se dio la vuelta.
–Pues es que has sido mala con Otou–san. –
Minase defendió a su madre.
–Onee–chan, ya no deberías ser tan dura con Okaa–san, ella solo no sabe qué hacer, y desde que no estás todo se ha puesto difícil… tienes que perdonarla… –
La señora se limpió las lágrimas.
–Yo no he sido dura con Okaa–san. Es solo la verdad, ella ha sido mala y a las niñas que son malas les dan castigo. –
Respondió Sanae, girando la cara. La señora Kurenae alzó la vista.
–Sí, pero… no sé qué hacer… él ya no está interesado y…. –
–Pero no me lo digas a mí, díselo a él. –
Respondió Sanae, ahora también roja de la cara.
–¿Y si no quiere? –
Preguntó la señora Kurenae. Parecía que la joven era ella y no sus hijas.
–Pues grita, y grita hasta que se harte y te haga caso. –
Respondió Sanae. La voz de la experiencia, sin duda alguna. Finalmente, Minase asintió.
–Ella tiene razón. –
El hecho de que le dieran una esperanza puso algo de luz en el rostro de la señora. Se puso de pie, poniendo sus manos sobre la mesa.
–Está bien… está bien. Eso haré… lo prometo. –
–Pues ve… justo ahora. –
Replicó Sanae.
–Pero… está en el trabajo ahora. –
Se quejó la señora Kurenae, pero de algún modo, entendí que esto se trataba de que Sanae apoyara a su madre. Es su madre, después de todo.
Sanae sonrió.
–Pues eso no me detuvo a mí… –
Respondió Sanae. Había allí un cierto orgullo que la hizo sonreír. Yo batí la cabeza con algo de vergüenza cuando la señora volteó a verme, como tratando de confirmar.
–Onee–chan… que perra… –
Si mal no recuerdo, Minase me llevó allí más de una vez, pero no dije nada.
De todos modos, faltaba poco tiempo para la hora de cerrar. En el peor de los casos, solo tenían que retrasarlo un momento.
–Entonces… creo que, tengo que irme ¿No es cierto? Me van a regañar si me tardo… –
Comentó la señora, evidentemente pensando en lo que pasaría una vez que estuviera allá. Minase sonrió.
–Esfuérzate… Okaa–san. –
Apoyó Minase. La señora asintió.
–Es tu esposo… te tiene que poner atención… incluso si eres mala… –
Insistió Sanae, sin mirarla. La señora Kurenae tampoco se atrevió a mirar a sus hijas de nuevo, solo salió de la casa. Una vez que la señora salió, Sanae suspiró.
– ¿Por qué tengo que dar consejos a mi madre? –
Preguntó Sanae, a nadie en especial.
–Me alegra que hayas hecho las paces con tu madre, Sanae. Y si lo que dijo es cierto, bueno, estoy agradecido. Es la verdad. –
Respondí, hablaba de que, bueno, según su madre, ella se la pasaba defendiéndome. ¿De qué? No sé exactamente, pero no importa. Si mal no recuerdo, Sanae siempre toma esa clase de actitud. Ahora entendía por qué.
–Espero que le peguen. Se lo merece… –
Dijo Sanae, cruzando los brazos.
– ¿Ah? ¿En serio? ¿Algún sitio en especial? –
Pregunté. Sanae me miró por un momento, luego evadió la mirada y puso sus manos atrás.
–No…–
Dijo, con esa voz que pone cuando la conversación se va por ese lado. Minase sonreía.
–Qué raro, porque hubiera jurado que tenías un sitio en la mente… ¿No es esa falda un poco corta para una niña buena? –
Sanae negó con la cabeza, pude notar que sus muslos se contrajeron.
–Creíste que no iba a notarlo. Claro que lo noté. ¿Estas esperando que te vean? ¿O a quien quieres atraer? –
Me arriesgué un poco con mis acusaciones. Sanae negó con la cabeza.
–Si pero… no fue… yo… –
–Vamos arriba, Sanae. –
Ordené. Sanae negó con la cabeza.
–No, no me castigues… me voy a portar bien… –
Se quejó.
–En tal caso comienza obedeciendo. –
Sanae volteó a ver a Minase. ¿Por qué volteó a verla a ella? No lo sé. Minase encogió de hombros.
–Tú te lo buscaste, Onee–chan. Ahora, su antiguo cuarto está libre… –
Dijo ella y subió las escaleras. Sanae me miró a mí. Y luego bajó la cabeza y subió las escaleras.
–¿No vienes? –
Pregunté, Minase me miró de mala manera, pero luego bajó la cabeza.
–No… No hoy. Tengo que… pensar algunas cosas. –
Dijo ella.
–No te avergüences de quien eres… –
Respondí.
–Manipulador. –
Dijo ella, y me mostró su lengua antes de que yo subiera las escaleras.
–––––––––
Cuando entramos a lo que era su cuarto, Sanae miró a todos lados. Varias cosas que estaban aquí la última vez que vine, ya no estaban, porque ella se las llevó. Pero la cama, la alfombra y un pequeño mueble donde ella solía poner sus cosas de belleza allí estaban.
–¿Qué hago? –
Preguntó Sanae, sin mirarme.
–¿Es asi como se debe hablar? –
Pregunté. Sanae negó con la cabeza.
–No pero… por favor… –
Comenzó a decir. La tomé de la mano y la obligué a recostarse bocabajo sobre mis rodillas. Sanae no se resistió mucho, me miró con una sonrisa en el rostro.
–Aquí… nos hicimos novios… –
Comentó ella, coloqué mi mano en su espalda, ella tuvo un sobresalto.
–Es cierto. No lo he olvidado… –
Le dije.
–También me castigaste… –
Insistió ella, con una voz angustiada, pero hizo todo lo que pudo para prolongar el contacto.
–No puede hacerse nada. –
Respondí, pero ella negó con la cabeza.
–Nalgadas no… me va a doler… –
Levanté su falda. Sus pantis eran negras, jalé el elástico levemente, como para dárselo a notar.
–Vaya, una sorpresa más. ¿Algo que tengas que decir, señorita? –
Pregunté, Sanae negó con la cabeza.
–No… bueno… me las puse… porque son lindas… ¿No te gustan? –
Preguntó, perfectamente consciente de que me gustaban, diría yo, asi que decidí ser honesto.
–Claro que me gustan, pero las niñas que usan ropa interior negra son malas, y merecen castigo. –
Bajé la ropa interior de Sanae hasta sus rodillas y le di una nalgada.
–Auh… –
Fue lo que salió de su boca.
–Pide disculpas. –
Ordené.
–Perdón…–
Le di de nuevo, un poco más fuerte de lo acostumbrado.
–Me duele… Auh… Auh… –
–Pide disculpas… –
Insistí.
–Lo siento… auh… auh… espera… duele… auh… –
–¿Lo sientes? ¿Por qué? Dilo completo Sanae. –
Pregunté, sin dejar de pegarle. No, aun no se parecía en nada a la forma en que le pegaba a Mizore, pero Sanae no estaba resistiéndose, solo se quejaba.
–Perdón por ser mala… ya no lo haré… –
Se quejó ella.
–¿Y qué más? –
Pregunté, pegándole en el trasero de nuevo.
–Auh… por hacer… berrinche en el auto… Auh… duele… –
Se quejó.
–Calla o lo haré más fuerte. –
Amenacé. Sanae se puso a llorar.
–No… me duele… por favor… ya no haré cosas malas…–
Le di de nuevo, Sanae comenzó a patalear.
–Pues pide disculpas como es debido. –
Respondí, pegándole de nuevo, esta vez más suavemente.
–Perdón por usar esas pantis… –
Se disculpó ella.
–Espero que nadie más la haya visto ¿Entiendes? –
–No, no las vio nadie… te lo juro… ya no me pegues… me duele. –
Volvió a quejarse, yo me detuve, su trasero estaba algo rojo a este punto, y el dolor no es precisamente lo que estábamos buscando aquí. Por unos momentos, tuve la impresión de que me excedí un poco. Halé su cabello de la nada, Sanae alzó sus manos, indefensa.
– ¿Te portarás bien? –
Pregunté, ella asintió con la cabeza. A este punto, su vagina estaba escurriendo y había una mancha en el suelo.
–Me portaré bien… lo prometo… –
–Pero me mostraste la lengua antes. –
Respondí, metiendo mi mano en medio de sus muslos, Sanae levantó el trasero, tratando de exponer más su vagina, como invitando a mi mano a tocarla.
–Quería atención… es todo… no lo hice por ser mala…ya no me pegues… quiéreme… –
Respondió ella, sollozando.
–Bien entonces, no te pegaré más. –
Respondí, subiendo mi mano, Sanae tuvo un respingo cuando metí un dedo dentro de ella, que prácticamente ella succionó.
–Creo que debería consentirte un poco… –
Comencé a mover mi dedo dentro de ella lentamente, haciendo sonidos obscenos. Sanae apretó mis rodillas con ambas manos.
– ¿Te gusta esto? –
Pregunté. Sanae alzó la cara, cerrando los ojos.
–Me encanta… siempre me… me vuelve loca… –
Respondió Sanae, casi gritando.
–Qué bonita eres, Sanae… –
– ¿De verdad? ¿De verdad? ¿No te da asco? –
Preguntó ella. Tiré de su cabello un poco más fuerte, Sanae pataleó mientras movía mis dedos dentro de ella.
–Claro que no, al contrario… me gusta cómo se siente… eres linda, después de todo. –
Respondí, Sanae se sostuvo de mis rodillas con fuerza.
–¿Li–linda? Incluso… ¿ahí? ¿De verdad? –
Preguntó ella.
–Claro que es linda, se siente bien dentro, tan cálida y húmeda… –
–Es tu culpa… tú me haces asi… a mí me gusta… –
Respondió Sanae, moviendo sus caderas hacia adelante y hacia atrás. Los ruidos que mis dedos hacían dentro de ella se volvieron más obscenos.
–Es normal que a las niñas lindas le hagan cosas como esta, Sanae… –
Pude sentir como sus paredes se contrajeron cuando le hice el cumplido, Sanae estaba a punto del orgasmo. Hizo uso de su poca conciencia para responder.
–No puedo respirar… mi cabeza da vueltas… ¿Puedo…? ¿Puedo mojarte? –
Preguntó, continué moviendo mis dedos dentro de ella, ligeramente hacia arriba, acariciando sus paredes con delicadeza, no es que estuviera siendo rudo con ella. Sanae temblaba y sus pies eran incapaces de mantenerse quietos.
–Muy bien, adelante… –
Respondí, mientras su vagina comenzaba a palpitar, su néctar de amor comenzó a salir, aunque por la posición en la que estábamos, lo único que ella mojó, fue mi mano, sus pantis, y el suelo.
Sanae se recargó de lado contra mí, respirando pesadamente.
–No te molesta ¿verdad? Que… no me separe… –
Comentó ella, a media voz. Es que básicamente estaba sobre mis rodillas.
–Ya sabía que eres una niña consentida Sanae. Me gustas asi. –
Respondí, Sanae soltó una risita.
–Me siento bien cuando me consientes. Tú siempre me pones atención. –
Respondió ella, un poco más en control de sus propios movimientos.
–Andando ahora, es tarde. –
Le dije a Sanae. Ella se levantó, pero me miró expectante.
–¿No…no lo vamos a hacer? –
Preguntó ella. Negué con la cabeza.
–Eso tendrá que esperar ¿está bien? Volvamos a casa primero. –
Sanae asintió con la cabeza. No creo que le gustara la idea de esperar, de todos modos. A modo de promesa, extendí mi mano.
–Tus pantis quedan confiscadas… –
Le dije. Sanae volteó a verme.
–Pero no tengo otras… –
Replicó.
–Que mal… –
Respondí, ella se sacó las pantis y me las entregó. Yo encogí de hombros y las metí en mi bolsillo. Luego tomé a Sanae de la mano, y salimos.
–––––––––
Una vez que salí de la habitación con Sanae, ella iba bajando las escaleras con la cabeza gacha, nos encontramos con que Minase hablaba con alguien, cosa curiosa, era alguien que yo conocía muy bien.
– ¿Minase? –
Preguntó Sanae, como esperando a que explicara lo que ocurría.
–Onee–chan. ¿Terminaron? Bueno, verás, esta chica es la novia de Onii–chan. –
Explicó Minase.
– ¿La novia de Mitsuo? ¿En serio? –
Preguntó Sanae, sin prestar demasiada atención. Aunque sospecho que Sanae quería hacer el papel de Onee-san, y estaba tratando de distraer la atención acerca de los ruidos de hace un momento.
Solo por si esta persona los había escuchado.
–Pues eso dicen… –
Respondió Minase, encogiendo de hombros.
– ¿Y dónde está Mitsuo? –
Preguntó Sanae, un tanto extrañada porque el supuesto novio, no estaba aquí.
–En su cuarto, acaba de subir. –
Respondió Minase.
–Ehhh… –
Respondió Sanae, y volteó a verme, y con razón. Yo también estaba extrañado, pero por una razón completamente diferente. No pensé que me encontraría a esta chica, en estas circunstancias, y vestida con un traje de sirvienta.
Migiwa–san.
– ¿Qué haces tú aquí? Pervertido, monstruo –
Preguntó ella, casi gritando. Sanae montó en cólera.
– ¿Disculpa? –
Migiwa–san volteó a ver a Sanae. Es que se supone que era la hermana mayor de su novio.
–Yo no… es decir… –
Comenzó a decir ella, no parecía que estuviera en la mejor de las condiciones, me refiero a emocionalmente. Pero Sanae fue implacable.
–¿Dónde está Mitsuo? –
Preguntó Sanae, o más bien rugió, pero Minase encogió de hombros y Sanae empezó a gritar su nombre.
–Onee–san, estás en casa. –
Dijo el chico desde arriba de las escaleras.
– ¿Quién se supone que es esta persona? –
Se quejó Sanae, enfadada.
. Mitsuo encogió de hombros.
–No sé, ya le dije que se fuera y no quiere. –
Minase se llevó la palma a la frente, porque Migiwa–san extendió una mano, llamándolo.
–Akiyama–kun, por favor… yo… –
Llamó, pero Sanae se dirigió a su hermano menor.
–Dile a esta persona que se marche, no quiero verla. –
–Ya le dije pero… –
Sanae se enfadó.
–Dile que se marche, ¡Ahora! Insultó a mi novio. No quiero verla ¡Ya! –
Dijo y pasando de ella, le dio un empujón al pasar. ¿Este era el modo de actuar del que estaba hablando su madre? Tal vez lo llevaba un poco demasiado lejos. Por otro lado… Tenemos historia. Migiwa–san y yo. El bien contra el mal. El caos contra el orden. Una y otra vez en los pasillos de la escuela elemental. Ya he dicho antes que era revoltoso. Migiwa era la encargada de contenerlo. Chocamos una y otra vez… ah, los buenos tiempos, sin duda.
No esperaba encontrarla aquí. Pero de algún modo me alegraba saber que estaba bien, y que se había conseguido un novio, después de lo reacia que era a juntarse con los niños. Mi única pregunta era ¿Por qué ella tenía puesto un traje de sirvienta? Supongo que se convirtió al lado oscuro cuando conoció a este chico, Mitsuo.
Ah, ya recuerdo. Minase mencionó antes esto. Pero ¿Migiwa–san?
–Migiwa–chan, me estas causando problemas ahora ¿Lo ves? ¿Por qué no puedes solo marcharte? Ya te dije que no quiero verte. –
Fue lo que dijo Mitsuo. Ignoro que tanto tenían que ver las palabras de Sanae en esa declaración, pero no creo que nada.
Fui detrás de Sanae, escuchando a Migiwa llorar, diciendo que este era el peor dia de su vida.
– ¿Tan pronto vuelves a ser mala? –
Pregunté, Sanae me miró.
–No me gusta que te insulten. –
Respondió Sanae.
–Kurimo dijo lo mismo una vez… –
Respondí, Sanae me miró sin decir nada.
–Puedo defenderme solo, Sanae. No necesitas hacer un problema de esto. Aprecio el sentimiento pero, tienes que dejar de hacerlo ahora. Ya no hace falta. –
Expliqué. Más que nada por lo que había mencionado su madre antes, que ella se la pasaba defendiéndome.
–Pues ella me desagrada. –
Respondió Sanae.
–Ese es su problema, no quiero que sigas guardando rencores que no te pertenecen. Algo me dice que la principal razón por la que tratas mal a tu madre son cosas que dijo hace años… y eso no está bien. –
–Por eso no quería venir. –
Reclamó Sanae, creo que ella sintió que estaba en su contra. Me acerqué a ella y acaricie su cara. Al final de todo, estoy de su lado. Sin importar nada.
–Pero has sido una niña buena, y tampoco voy a olvidar eso ¿De acuerdo? –
Pregunté. Sanae asintió. Al menos lo acepto de momento. Hora de molestar a esa chica. Ah, esto es como en la escuela elemental, tal vez mejor.
Aunque creo que, por su reacción al verme, ella no pensaba lo mismo.
Minase hablaba con esta chica, que evidentemente estaba empecinada en hablar con Mitsuo.
–Otou–san no va a tardar en llegar, no puede encontrarte aquí. –
Explicó Minase, yo fui hasta ella y puse una mano en su cabeza.
–Oye… –
Se quejó ella. Migiwa–san seguía llorando.
–Hasta ahora no lo había pensado demasiado Minase, pero te admiro bastante. –
Expliqué, Minase me miró acusadoramente.
–¿Qué es lo que eso quiere decir? –
Preguntó ella.
–Bueno, tu fuerza de voluntad es impresionante. Todo lo que haces por tu familia es algo que nunca había visto antes… –
Expliqué. Minase suspiro. A pesar de su apariencia a veces ruda, y de sus maneras, Minase era alguien que se había mantenido, desde que la conozco, buscando que todo estuviera bien. Buscaba, a veces muy activamente, la felicidad para su familia.
Era una tarea algo grande para su edad, y por las circunstancias, bastante difícil.
–¿Qué quieres? Pervertido… monstruo. –
Se quejó Migiwa.
–No quiero escuchar eso de la chica que tiene puesto un traje de sirvienta. –
Respondí. Ella enfureció y apretó los puños.
–No te metas, esto es entre Akiyama–kun y yo… –
Respondió ella. Yo contuve una risa. ¿Qué me estaba diciendo?
–¿Se supone que eso lo haga sonar mejor? –
Pregunté, con tono de burla. Minase intervino.
–Ustedes ¿se conocen? –
Preguntó, Migiwa–san giró la cara.
–Desgraciadamente. –
Dijo ella, Minase le puso una mano en el hombro.
–Escucha, no sé qué está ocurriendo aquí, pero lo que sea que sea, puede esperar, mi padre y mi madre no van a tardar en volver. –
Explicó Minase, era una invitación a marcharse.
–Pero… necesito hablar con él… –
Se quejó Migiwa–san. Minase debe haberse dado cuenta de que ella no iba a irse solo asi. O tal vez solo quiso hacer otra buena acción.
–Pero Onii–san dijo que… ah ¿sabes? Veré que puedo hacer, tú espera aquí… –
Dijo Minase y subió las escaleras corriendo. Migiwa–san volteó a verme, bastante incómoda, supongo.
–¿Qué haces aquí? De todos modos. –
Preguntó ella, colocando una mano en la cintura. Yo sonreí.
–Pues… es la casa de los padres de Sanae. –
–¿Llamas a Onee–sama por su nombre? –
Preguntó Migiwa–san, como comenzando a comprender. Yo encogí de hombros.
–Bueno, no, es que normalmente le digo “cariño” –
Respondí, sonriendo.
– ¿Te casaste? ¿Tu? ¡Ha! Si tu ¿Cómo no?… Los maleantes como tu jamás se corrigen. –
Respondió. Eso hizo que Sanae, quien veía saliendo, la mirara de mala manera.
– ¿Por qué parece tan enfadada contigo? –
Preguntó Sanae, acercándose.
–No lo sé. Supongo que enloqueció. –
Respondí. “Loca” era uno de los apodos que yo le ponía.
–Escucha, no me importa ahora ¿sabes? Yo solo quiero hablar con él, es todo. No quise hacer eso. Es todo… –
Dijo, estaba al borde del colapso emocional, lo malo es que las chicas como ella gritaban y pateaban en lugar de llorar. Por eso es que ella era mi némesis.
En ese momento, Mitsuo salió del cuarto, no vi a Minase.
–¿Qué quieres? –
Preguntó él, sin prestar demasiada atención.
–Yo… solo quiero hablar contigo… es eso… por favor. –
Se quejó ella.
–Me metiste en problemas con Onee-chan. –
Se quejó él.
–Lo sé, pero no era mi intención. –
Se disculpó Migiwa–san.
–Me pegaste. –
Eso era nuevo. Incluso yo voltee a verla.
–Lo lamento… –
Respondió Migiwa, bajando la cabeza. Minase volvió entonces, colocándose algo en el cabello para sostenerlo. Yo solo encogí de hombros y me di la vuelta. No era de mi incumbencia, o eso creí.
–¿Le pegaste a mi hermano? –
Preguntó Sanae escandalizada. Migiwa la ignoró.
–Solo no me dejes… por favor… no tengo a nadie más… –
Sanae fue hasta mí y me tomó del hombro.
–¿Lo ves? Te lo dije, es una mala persona. No la puedes estar defendiendo. –
Minase volteó a verme, Mitsuo, a quien he visto dos veces en mi vida también. ¿Por qué me están mirando?
–No te entrometas, Sanae, no es nuestra relación. –
–Sí, pero es mi hermano menor… –
Respondió Sanae, enojada. Minase miró a su hermano mayor.
–Tú decides, Onii–chan. –
Le dijo. Y se volvió a nosotros, con esa sonrisa diabólica que ella solía poner en estas ocasiones.
–¿Alguna vez le pegaste a tu novio, Onee–chan? –
Preguntó Mitsuo, yo voltee a verla. Oh, no otra vez, por favor.
–Bueno… yo… –
Sanae no pudo hacer otra cosa que tartamudear, enrojeció bajando la cabeza.
–Una vez… pero solo fue esa… y… bien… me castigaron por eso… no puede hacerse nada ¿sabes? ¿Por qué me preguntas esas cosas? –
Se quejó Sanae al final, Minase soltó una risita.
–Es cierto, su novio le dio nalgadas por ello… –
Comentó Minase, mirando a Sanae.
–¡Cállate! –
Se quejó Sanae.
–¿De qué están hablando ustedes? Yo no entiendo… ¿Nalgadas? –
Preguntó Migiwa, sin entender, o negándose a entender, no lo sé. Sanae suspiró, bastante satisfecha de sí misma, yo diría.
–Pues… cuando una chica se porta mal, la tienen que castigar… –
Respondió ella. Yo jalé a Sanae conmigo.
–Vamos. Ya dijiste demasiado. –
Le dije a Sanae, porque hasta yo pude ver, que a Mitsuo le agradaba la idea.
–No, espera pervertido… es decir… ¿nalgadas? Eso es sucio y… que un hombre lo haga es… –
Explicaba. Minase asintió.
–El punto es que lo haga él… –
Explicó, como si fuera demasiado obvio.
–Migiwa–san, deja de hurgar en ello, no quieres enterarte. No hagas más preguntas. –
Le dije, sin voltear. Pero ahora que Mitsuo tenía su respuesta, no le iban a sacar la idea de la cabeza.
–Lo sabía. ¡Esto tenía que ser idea tuya! ¡Siempre has sido asi! –
Se quejó Migiwa, pero Minase intervino.
–Pues, golpes por golpes… es solo lo justo… –
Insistió. Mitsuo fue con la idea.
–Si estás dispuesta… –
Le dijo.
–Claro que no… que humillante… –
Se quejó Migiwa–san. Minase respondió.
–¿Eh? Pero si humillaste a Onii–san antes… él dice que le pegaste… –
Insistió Minase.
–Si no quieres está bien. –
Respondió Mitsuo, pero hasta yo pude darme cuenta de que no estaba bien para nada. Migiwa permaneció en silencio por unos momentos… En eso estaban cuando los padres de Sanae entraron por la puerta.
Mitsuo tomó a su novia de la mano. Su tiempo de decidir se terminó en ese momento. Nalgadas tendrían que ser.
–Ven conmigo. –
Le dijo, y con una idea nueva en la cabeza, subió corriendo las escaleras con aquella chica tras de él.
¿Quién lo hubiera dicho? La siempre brillante y recta Migiwa–san vestida de sirvienta, y acompañando a su novio a solas al cuarto. Aunque imagino que lo que no querían era que la señora y el señor encontraran a la novia de su hijo vestida de sirvienta. Eso hubiera desencadenado muchas preguntas.
Por otro lado, bueno, la madre de Sanae acababa de volver, era algo tarde, pero supongo que salió bien, Algo que me hizo entenderlo, es que la señora llegó sin maquillaje.
–Minase, estamos de vuelta… –
Dijo la señora Kurenae.
–Okaa–san, me alegra que hayas vuelto. ¿Dónde está Otou–san? –
Preguntó ella, Sanae se acercó también.
–Está acomodando el auto… Sanae ¿Aun estas aquí? –
Preguntó la señora. Sanae asintió.
–Bien, que bueno, porque he dicho a tu padre que estas aquí. ¿Puedes ayudarme a servir la cena? –
Preguntó la señora, Sanae asintió.
–Imagino que vas a quedarte a cenar al menos… –
Dijo la señora Kurenae, con su tono de voz habitual… tampoco es como que me estuviera dando alguna oportunidad de negarme, sería grosero de mi parte, pero yo quería volver a casa pronto, además, no sabía en qué estado estaba la situación si me encontraba con el señor Akiyama ahora mismo.
–Si bueno… –
Comencé, pero ella negó con la cabeza.
–Mi marido sabe que estás aquí, y puede que quiera hablarte también, si tienes tiempo… –
Tampoco es que quisiera interrumpir esto para el señor. Me dejaron sin opciones, asi que asentí con la cabeza.
Tal vez… debería dejar todo en claro de una buena vez.
Fue mientras ponían la mesa, que Minase y yo nos sentamos, el señor entró luego y me miró por un momento, era difícil decir lo que había en esa mirada. La señora Kurenae salió de la cocina llevando un par de platos.
–Cariño, deberías sentarte a comer… –
Le dijo la señora.
– ¿Dónde está Sanae? –
Preguntó él.
–Aquí estoy. –
–Sanae yo… es decir… –
Comenzó a decir el señor, supongo que tenía muchas cosas que decirle, pero de algún modo, Sanae sintió que no era el momento.
–Solo siéntate a comer, Otou–san. No me tengas esperando. Anda… –
Minase me miró acusadoramente.
–Otou–san tiene miedo de que no le dejarás ver a sus nietos, Toshikane–kun. Eso sería cruel de tu parte… –
Dijo ella. El señor me miró por unos momentos, pero antes de que pudiera afirmar o desmentir a su hija, Sanae puso un plato frente a su padre. Atún, por cierto. Habló con calma.
–No voy a tener hijos ahora mismo, Otou–san, y si, te dejaremos verlos como cualquier abuelo. Deja de pensar cosas tontas y come. –
Empezaba a sentir que Sanae no quiso escuchar a su padre disculparse.
El señor se sentó al lado de Minase, quedó frente a mí, Sanae y su madre terminaron de poner la cena en la mesa.
Fue entonces que todo se puso extraño. Comenzando porque Sanae y su madre se sentaron al mismo tiempo, y ambas se quejaron al mismo tiempo también.
–Auh… Auh… duele… –
Después de eso, se miraron, sonrieron y bajaron la cabeza. El padre de Sanae miró a su esposa, yo miré a Sanae.
Y luego nos miramos él y yo…
No recuerdo en mi vida un momento más embarazoso que ese.
–Es bueno ver que se llevan bien… –
Comentó el señor, yo asentí.
–Supongo que… lo mismo digo… –
Respondí. Mirando mi plato de comida justo como el señor miraba el suyo.
En ese momento, los cuatro nos sobresaltamos cuando escuchamos un sonido que todos conocíamos muy bien. Era el sonido de un trasero siendo golpeado, y como todo estaba en silencio, se escuchó en toda la casa.
–¿Qué fue eso? –
Preguntó Sanae, la señora miró a todos lados, hasta que Minase explicó.
–Onii–chan está en su cuarto con su novia, ella se portó algo mal hoy y… pues… –
–Diles que hagan silencio… –
Se quejó la señora.
–No voy a subir allí… Onii-chan se enojará conmigo si interrumpo. –
Se quejó Minase. La señora y Sanae estaban demasiado avergonzadas para hacerlo también.
Se escuchó de nuevo, junto con un grito femenino de “lo siento”
El señor tragó saliva, y me miró.
–Me alegra ver que… estas cuidando a mi hija… –
Fue todo lo que pudo decir. La señora miró a Minase.
–Supongo que… no podemos decirle a Mitsuo que baje a cenar justo ahora ¿cierto? –
Preguntó la señora Kurenae, Minase encogió de hombros.
–Creo que está ocupado… emm… “cuidando” de su novia… esta familia es tan extraña. –
Respondió Minase. La señora Kurenae regañó a su hija.
–No es extraña. Es normal… –
Se quejó la señora, su marido la miró con cara de ¿Qué estás diciendo mujer? Y ella bajó la cabeza.
–¿Normal? –
Preguntó el señor.
Escuchamos de nuevo el sonido de arriba. Incluso a mí, me resultaba un poco, impactante… incluso Migiwa–san haciendo esos ruidos. Sanae y su madre me miraron por un momento, luego miraron al señor.
–Entonces… Bueno, tienen un matrimonio… pues feliz… ¿No es cierto? –
Comentó el señor. Creo que a su propio modo, estaba reconociéndome. Yo no tuve la gracia de tener un padre, quiero decir, murió cuando yo era muy pequeño. Pero tengo que decir, que pese a sus limitaciones y a pesar de nuestro asunto personal, yo siempre respeté a este sujeto. Me enseñó a trabajar duro, y a pesar de los problemas, al menos me dio un medio de ganarme el pan… literalmente.
A veces pienso que el señor siempre supo lo que teníamos Sanae y yo. Sanae es mala escondiendo lo que siente. Pero no quiso abordarlo porque no tenía idea de cómo hablarlo. No soy su hijo, después de todo. Algo le metió la idea en la cabeza de que yo trataría mal a Sanae y se opuso firmemente aun cuando, según su madre, era inútil.
Creo que, al final del dia, él solo tuvo miedo, de que yo dijera cosas feas de su hija favorita.
–Si bien, las mujeres tienen la forma de metérsele a uno en la cabeza… –
Respondí. El señor sonrió levemente, porque eso es exactamente lo que él me había dicho antes. Creo que eso le dejó en claro, que yo no pensaba mal de Sanae.
–Supongo que… es inútil tratar de esconder algo a estas alturas… –
Comentó el señor, mirándome. El ambiente comenzó a tornarse extraño. Dos mujeres, obsesionadas con el sexo y las actitudes infantiles, con problemas para concentrarse por lo que estaban escuchando en el piso de arriba, y con dos sujetos que deberían hacer la otra parte sentados justo al lado de ellas, mirándose el uno al otro.
Minase lo entendió de pronto y se puso de pie. Tomó su teléfono.
…Arue–chan, es Minase, ¿Recuerdas que dijiste que sería bueno que viéramos ese drama que te gusta? Bien, yo pensaba que podíamos pasar la noche en tu casa hoy. No es demasiado repentino ¿Cierto? Las cosas aquí están un poco difíciles… no, no pelearon, todo lo contrario… si, algo asi… ¿Puedo ir? ¿Sí? Genial… estaré allí en cinco minutos…
Colgó el teléfono. Nos miró a todos como si sintiera lástima.
–No son buenos ocultandolo… es en serio… Dejen ya de fingir. ¿Quieren? –
Y salió de la casa.