Haru No Yurei - Volumen 4: 19. Mentirosa
Capitulo 19: Mentirosa.
Cuando volvimos, me encontré con una escena que que realmente me hizo sentir escalofríos.
Habara estaba hincada en el suelo afuera de la casa, temblando de frío. Necesité alumbrar para mirar bien. Estaba empapada de, lo que espero, fuera agua. Y estaba hincada sobre un charco de lodo. Tenía los ojos hinchados por el llanto y la respiración irregular por el frio.
–¿Que rayos es lo que pasó aquí? –
Pregunté. Ella volteó a verme. Había un letrero que ella tenía colgado al cuello.
“Soy una cerda sucia”
Es lo que decía.
Akane… eso fue lo que ocurrió. Ella me miró con los ojos vacíos.
–Fumishi–chan… se enojó conmigo. –
Me dijo, con espasmos por el llanto.
–No puedes estar aquí así. Te va a dar pulmonía. –
Respondí, ella tenía las manos atadas a la espalda.
–Pero si me voy… Fumishi–chan no me hablará otra vez… –
Se quejó ella, temblando. Me acerqué a ella y la levanté.
Como no podía hacer otra cosa, Ayudé a levantarse a Habara. Tenía las calcetas y la falda llenas de lodo. También estaba mojada y escurriendo, y como sus brazos estaban atados atrás de ella, su piel se sentía helada. Si todo era como lo estoy pensando, ella estaba aquí cuando comenzó a llover.
–Vamos adentro. –
Le dije.
–No… si entro… ella… –
No le presté atención.
–Esto no puede estar bien, Habara. Necesito hablar con Akane, y tu no puedes estar así… tienes que darte un baño. –
Al entrar, Akane estaba plácidamente sentada en el sillón de la sala, bebiendo elegantemente de su taza de té. Cosa curiosa, estaba vestida como si planeara salir.
–Hola cariño. Me alegra tanto que hayas vuelto. –
Dijo, ignorando por completo a Habara, quien entró detrás de mi, dejando huellas de lodo en el suelo.
–Akane. ¿Cual es el significado de esto? –
Pregunté, exasperandome un poco, pero Akane esperaba esa reacción de mi parte. Así que asintió con la cabeza.
–¿Que no viste el letrero? Está sucia. Y tú me estas dando trabajo. Espero que planees recompensarme. –
Dijo ella, sonriendo, mirando las marcas en el suelo. Pero yo que la conocía, me di cuenta de que Akane estaba colérica y no creo que fuera por la limpieza.
–Akane, esto no puede ser así. Se va a enfermar. –
Respondí. Ella sonrió y movió su mano con gracia.
–Ya sabía que la ibas a defender. Pero no me importa si muere. Me conseguiré una nueva. –
Cuando Akane está así, no hay mas que someterse. Y averiguar lo que quiere que hagas. Supongo que desatarla era algo que Akane no me iba a permitir.
–Akane, solo deja que tome un baño ¿esta bien? Realmente estás siendo muy dura. –
Respondí, Akane me miró, cruzando los brazos.
–Eso debió pensarlo antes de insultarme. –
Respondió Akane. Yo voltee a ver a Mizumi, eso era nuevo.
–¿La insultaste? –
Pregunté, ella bajó la cabeza. Akane insistió.
–Dile lo que me has dicho a mí antes. –
Retó Akane. Habara se puso a llorar.
–Pero no lo decía contra Fumishi–chan… –
Lloriqueó. Akane se enfadó.
–Díselo. –
Insistió. Ella me miró.
–Pues… que los hijos de las palomas, son palomas. Y que si la madre es una perra… pues la hija también lo es. –
Me llevé una palma a la frente.
–¿La escuchaste? Me insultó. –
Respondió Akane. Se dio la vuelta luego.
–No. No puede usar el baño. Tampoco la lavadora o la secadora. Lo demás no me interesa. –
Fue a sentarse a la sala. Habara reprimió sus lagrimas mientras temblaba de frio. Su ropa estaba sucia, incluso si la dejaba ir en este momento, se enfermaría, probablemente sería grave si ella intentaba irse a su casa así.
Ademas, era ya algo tarde. Y estaba atada con un letrero bastante… explicativo atado al cuello.
Voltee a verla. A ver si puedo acomodar esto aunque sea un poco.
–Esto es por Kaminari ¿No es cierto? –
Pregunté. Ella asintió con la cabeza pero antes de que yo pudiera decir cualquier cosa, Akane rugió.
– ¡La niña es virgen, estúpida! –
Estábamos haciendo su coraje mas grande. Me adelanté y abracé a Akane antes de que volviera a pegarle o lo que sea.
Estaba muy enojada. Y… es que todavía…. bueno. Estaba sensible. Y eso no siempre significa solo llorar.
–Me mintió… no quiero verla. –
Dijo, sollozando. Creo que eso le molestó mas que todo lo demás.
–Akane, por favor. Solo deja que tome un baño. ¿Si? Si después de eso quieres enfadarte con ella estás en tu derecho. Solo… deja que se bañe. Se enfermará. Hazlo por mi. ¿Si? –
Pregunté. Ella metió su cara en mi pecho.
–Báñala tu… –
Pidió Akane.
–¿Que? –
¿Otra vez? ¿Es en serio? Habara tampoco parecía de acuerdo.
–Estoy… bien… gracias… –
Akane la miró con el rostro encendido en indignación.
–Tu te callas. Eres una cerda mentirosa. No tienes derecho a opinar. –
Reclamó Akane, Habara se puso a llorar.
–Pero… eso es… –
Akane se acercó y haló su cabello con fuerza.
–¿Tienes una idea de lo humillante que fue? ¿Tienes una idea de la vergüenza que tuve que pasar por tus mentiras? Créeme, ser bañada por un hombre es lo mejor que te puede pasar. Si quiero, puedo hacer que se ponga mucho peor. ¿Entiendes? –
Se quejó Akane. Creo que ella realmente se avergonzó anoche. Hablo de que tuvo que hacerlo con esa cosa. No pensó en mi para nada. Bueno, es que si esta muy enfadada.
–No, por favor… Fumishi–sama… por favor. –
Akane la soltó.
–Muy bien. Entonces lo vas a aceptar. Le vas a agradecer a mi dulce esposo por su amabilidad, y vas a entrar al baño con él. Y si te oigo quejarte aunque sea un poco, entraré allí, y se me van a ocurrir cosas… ¿Quieres saber que cosas? –
–No. –
Habara estaba aterrada.
–Muy bien. Entonces, si sabes lo que te conviene, saca tu mentiroso trasero de mi sala. Cerda estúpida. –
Suspiré.
Supongo que Akane no esperaba que pasara algo entre Habara y yo. Es decir, era mas que obvio que no iba a ocurrir. Pero también creo que ella quería humillar a Habara. Conociendo sus preferencias, no conozco algo que sería mas vergonzoso en este momento.
Tal y como Akane había dicho, entré al baño con Habara y ella se quitó la ropa. No habló para nada mientras me daba su ropa. Al menos una vez dentro pude desatarla para que pudiera desvestirse. Sus manos acabaron moradas por el frio y el cabello también estaba lleno de lodo. Sus muñecas estaban marcadas con las ataduras.
No puedo meter la ropa a la secadora en este estado. Esta llena de lodo. Necesita lavarse. La falda y las calcetas al menos. Me pasó también sus pantis con la cara roja. Yo solo las tomé y las puse en la cesta. Había un olor extraño que no pude saber de donde venía, era dulce, como de perfume de cerezas, pero no le presté demasiada atención.
Habara entró miserablemente al cuarto de baño mientras me desvestía.
–¿Cuanto tiempo estuviste allí fuera? –
Pregunté.
–No demasiado… acababa de gritarme… se enojó mucho… –
Se quejó ella, llorando. Estaba cubriendo sus partes privadas con los brazos. Yo solo puse una toalla alrededor de mi cintura.
–Vamos, necesitas lavarte, y entrar a la tina cuanto antes. –
Le dije, tratando de no mirar de más, si es que se podía. Habara entró y se sentó, pero ni siquiera pudo levantar los brazos, que deberían estar entumecidos.
–Esto es horrible. –
Se quejó ella. Tuve que lavarle el cabello. Fue un poco extraño, tomando en cuenta que de todas, la única con la que yo no tenía ninguna intención en esta casa, es Habara. De todos modos no podía dejarla así. El hecho de que pudiera ayudarla a arreglar su asunto era otra historia.
–¿Puedes hacer algo? –
Preguntó ella. Yo suspiré y negué con la cabeza.
–No lo creo. No va a ser tan fácil si ella se lo tomó personal. A estas alturas pensé que sabrías lo de su madre. –
Comenté. Ella negó con la cabeza.
–Sé que se fue, pero nunca me dijo los detalles. –
–Por ahora, solo deberías irte. Ella necesita tiempo para pensarlo. –
Le dije. Habara suspiró.
–Gracias por esto. No podía irme antes. No podía explicar a mis padres lo que pasó. Y sinceramente, me dio miedo andar por allí atada y con un letrero así al cuello. –
Me dijo, todavía tratando de evitar que la mirara.
–No lo pienses demasiado. Vamos. Ve a la tina. Realmente no quiero que te enfermes. –
Le dije, pero ella permaneció allí, sollozando.
–Fumishi–chan no va a perdonarme por esto nunca… –
Se quejó. Ella comenzó a sollozar. Yo voltee a mirarla, y ella pensó mal.
–¿Que me va a pasar? –
Preguntó ella, mirándome con desconfianza mientras entraba a la tina con agua caliente. En realidad espero que esto sea suficiente. No quiero que enferme.
–Si te parece que yo sería capaz de convertirlo en algo peor ahora, Habara–san, no me conoces para nada. –
Akane entró de la nada. Habara volteó a verla con los ojos llenos de miedo. Honestamente, pensé que Akane quería convertirlo en otra especie de castigo. Subestime la importancia de esto. Porque Akane estaba realmente lastimada por esto.
–No me he quejado. –
Aseguró. Ella la miró como mirando a un insecto, pero no le dijo nada. Solo se acercó a mi.
–Ya me decidí. Puedes tenerla si quieres, o puedes echarla a la calle. No quiero volver a verla. –
Me dijo Akane. Creo que ella esperaba que se quejara de todos modos.
–Espera Fumishi–sama… –
Trató de decir Habara, pero Akane ni siquiera volteó a mirarla.
–Dile que no me hable. La ropa no va a estar lista cuando termines, ponle esto… se lo regalo. Y en serio, no tardes demasiado. Necesito a mi esposo conmigo. –
–Como tu digas, Akane. –
Me dio un beso fugaz en los labios, y salió del baño. Habara trató de detenerla, pero no la alcanzó a sujetar.
–Todo es culpa de esa estúpida chica… solo sabe causar problemas. –
Dijo Habara. Yo voltee a verla, Habara había salido de la tina y no se molestó en cubrirse esta vez. Solo apretó los puños. Salió de la tina apresurada, y me arrebató la ropa que Akane había puesto en mis manos.
–Fumishi–chan, por favor, escuchame… –
Dijo, mientras se vestía apresuradamente. Se medio secó con la toalla y se puso la pijama como pudo. Yo suspiré. Seguramente Akane no querría hablar con ella, pero no iba a entenderlo ¿O si?
Salí del baño ya vestido para mirar a Habara pararse impotente frente a la puerta, y tratar de abrirla por la fuerza. En vano.
–La puerta está cerrada, Habara–san. –
Le recordé. Ella me miró.
–Tu puedes decirle que salga. Solo tiene que escucharme… –
En ese momento, a Nowaki se le ocurrió que era una buena idea salir del cuarto. Me miró a mí, luego a la chica que la había insultado golpear la puerta del cuarto de Akane, luego a mí de nuevo, y la señaló con el dedo.
–¿Que le pasó? –
Preguntó Nowaki, mirándola con gracia y confusión. Pero Habara volteó rabiando.
–Todo esto es tu culpa. –
Le dijo. Kurimo frunció el ceño.
–No sé quien eres, pero no puedes hablarle así. –
Se quejó Kurimo. O mas bien dicho, le advirtió. Habara retrocedió levemente pero se recuperó en seguida.
–No me importa. Tampoco sé quien eres y no me importa. Esto es entre Fumishi–chan y yo. –
Me vi obligado a intervenir.
–Kurimo tiene razón. Mizumi, no puedes seguirle hablando de esa manera. Vas a tener que mostrar modales si quieres estar aquí. Especialmente con ella. –
Respondí. Nowaki me miró por unos segundos. Con coraje, Habara golpeó la puerta.
– ¡Pero todo es su culpa! Si ella no estuviera aquí… Fumishi–chan… –
Y hizo más corajes.
–Eso es eso, y esto es esto. Esta es mi casa, y aquí mando yo. Mi esposa ha dicho que te acompañe a la salida, y eso es lo que voy a hacer. Si tienes un asunto que arreglar con ella, esperarás a que ella quiera arreglarlo. –
Incapaz de refutar eso, se volvió a Nowaki.
–¿Porque mejor no te suicidas? –
Le preguntó. Akane abrió la puerta.
–¿Porque mejor no te callas? ¿No entendiste Toshikane? Quiero–que–se–vaya. –
Me dijo, mirándome peligrosamente.
–Tienes razón Akane. –
Respondí. Y puse una mano en la cabeza a Kurimo.
–Lleva a Nowaki al cuarto ¿Si? Déjanos ocuparnos de esto. –
Kurimo asintió varias veces con la cabeza. Luego tomó a Nowaki, quien parecía no tener interés en el asunto, pero yo empezaba a entender que ella siempre aparentaba desinterés cuando algo le molestaba o le dolía.
Habara se volvió a Akane y le tomó las manos.
–Por favor no me odies. No diré nada malo de ella otra vez… pero por favor. Perdoname… –
Akane se soltó con fuerza de sus manos. Coloqué una mano en el hombro de Habara. Si continuaba, Akane comenzaría a atormentarla. Es lo único que consigues de Akane cuando insistes en algo así.
–¿Por ella me echas? Yo no sabía que era amiga tuya… es todo… ¿Eso es lo que hice mal? –
Preguntó Habara llorando. Akane de detuvo por un momento, y la miró con lastima.
–Tu… no entiendes lo que has hecho ¿cierto? –
Preguntó, mirándola. Habara solo lloraba.
–No se trata de que hablaras mal de ella o no. Me mentiste Mizumi. Dos veces. Y después de eso, por fuerza obligas a una a preguntarse. ¿Que otras cosas son mentiras? ¿Es cierto que Sagiri dijo que le gustaba Kamakura–sensei? ¿Es verdad que Namiko tuvo que darle respiración de boca a boca a Hanna–chan? Y, más importante… ¿Es cierto que somos amigas? ¿De verdad la pasas bien estando conmigo? Lo que dijiste sobre tu y yo ese día… ¿Es cierto que te gusto yo?. –
Preguntó Akane, y la miró. Habara no supo entenderlo del todo.
–Claro que es cierto, es decir… –
Trato de decir Habara, pero se le quebraba demasiado la voz. Akane encogió de hombros.
–¿Como saberlo? Incluso me llamaste perra. –
–Pero yo no sabía. –
Se quejó Habara. Akane se desesperó.
– ¡Eso no importa! Eso es lo que piensas de verdad. Tu de verdad piensas que si alguien es de una forma, su hija no podría ser diferente. Y si juzgaste “perra” a una virgen… ¿Que juicio debería esperar yo? ¿Que piensas realmente de mi? ¿Que le vas a decir de mi a las demás, si también soy hija de una cualquiera? –
Akane se dio la vuelta.
–No se trata de lo que dijiste sobre ella, o sobre todo el daño que puedas haberle hecho a esa pobre chica. Se trata de lo que me has hecho A MÍ. A la que llamaste tu mejor amiga. Tú lo decías, que los chicos mentían. Que dirían cualquier cosa que fuera con sus intenciones. Que tratarían de acaparar tu atención y lastimarían a cualquiera que se interpusiera. Que eran unos mentirosos manipuladores que solo se interesaban en si mismos, sin pensar en los sentimientos de los demás. Que te juzgaban sin conocerte, que inventaban rumores sobre ti si no les correspondías. Todo eso que dijiste que los chicos hacían, todas las cosas malas que dijiste que me pasarían, me las has hecho tú el día de hoy Mizumi. –
Ella se quedó callada. Porque había estado malinterpretando el problema. Por eso es que Akane ni siquiera escuchó sus disculpas.
–Fumishi–chan… –
Comenzó a decir, llorando, e incluso se puso de rodillas. Yo retrocedí un paso.
–Si tu me echas de aquí… me quedaré sin nada. ¿Sabes? Tienes razón. Soy una horrible mejor amiga. Pero tú eres la única amiga que tengo. Yo no quería decirlo así. Yo no quería lastimarte. No pienso que tu seas una perra, nunca lo he creído. Tú sabes lo que pienso de ti. –
Akane volteó.
–No. No lo sé. Ahora no lo sé. No sé si algo de lo que has dicho es verdad. –
Habara se acercó, arrastrándose, hasta los pies de Akane.
–Por favor. Haría cualquier cosa… lo que fuera… solo dame una oportunidad. –
Pidió. Akane la miró enojada.
–¿Lo que fuera? ¿Que es lo que me estas ofreciendo Mizumi? ¿Tu cuerpo? ¿Eso es lo que quieres decirme? Porque si es eso, no lo necesito. E incluso si lo necesitara, no serías tú. No necesito el calor vacío de una mentirosa. –
Es que si sonaba a eso. Funciona cuando te disculpas con un hombre, pero no con una chica. Habara negó con la cabeza, pero luego puso la frente en el suelo.
–No. No es eso… no es lo que quiero decir. –
Respondió ella, finalmente, trató de recomponerse y miró a Akane a la cara.
–Yo sé que nada de lo que diga ahora va a compensar lo que hice. Sé que te hice daño. Yo sé que mis comentarios te hicieron tener un problema con tu esposo, al que adoras. Lamento haberte mentido, y lamento haberte hecho dudar de lo que digo. Solo no me odies. Si quieres que me vaya, entonces me iré. Si quieres que no vuelva a perturbar tu hogar, así será. Solo quería decir, que quiero que me perdones. Voy a sonar como una tonta, pero yo no pensé que esto sería tan grave. No conozco a la chica. No sé nada de ella. Eran mentiras. Lo siento. –
Y volvió a bajar la cabeza, siguió llorando. Akane me miró a mi y luego volvió a mirarla.
Akane suspiró y Habara admitió después.
–Te pusiste de su lado… pensé que si tu la veías como una amenaza, la echarías… y ella no podría quitarme a mi amiga. Es eso. Era yo quien la veía como amenaza. Lo siento. –
Y volvió a llorar. Akane se pasó la mano por el cabello, me miró, y la miró a ella.
–Y lo dices frente a mi esposo. No menos. –
Se quejó Akane, suspirando. Me miró otra vez por unos instantes. En ese momento me di cuenta de que Akane ya la había perdonado. Creo que Akane si pensaba en ella como su mejor amiga, independientemente de todo lo demás que pasara entre ellas. Akane creía ciegamente cada palabra que Habara le decía y tener que decir “Me mintió” fue algo que ella no pudo soportar.
Mizumi en verdad le rompió el corazón a Akane.
–¿Tienes una idea de lo que va a pensar de mi si digo que no? Pensará que soy la peor mujer de la tierra. –
Se quejó Akane. Mizumi lo malentendió y se dio la vuelta para mirarme.
–Por favor. No te enojes con Fumishi–chan. Ella solo se enfadó por que dije cosas que no son verdad. Por favor. Incluso si no me perdona, sigue queriéndola. Soy yo quien no lo merece. –
Admitió. Akane finalmente cedió.
–Entra. Quiero hablar con él. –
Dijo Akane, haciéndose a un lado. Habara se puso de pie inmediatamente y entró al cuarto. Akane cerró la puerta detrás de ella y me miró con lagrimas en los ojos.
–¿Qué hago? –
Preguntó Akane.
–Ya no estoy enojada con ella… quiero hacer las paces. Pero no quiero que esto siga pasando. No quiero que mi única amiga arruine mi matrimonio. –
Explicó. Creo que ella lo estaba viendo mas grave de lo que era. Es decir, si estuvo mal, pero no voy a dejar a Akane por algo así.
–Akane. Honestamente, no creo que lo que hiciste estuvo mal. Pero si ya no quieres permanecer enojada con ella, simplemente no es justo que permanezcas enojada con tu amiga. No por ella, sino por ti. No dejes que el rencor te controle así. Si tu corazón dice que es suficiente, entonces lo es. No hay nada más que eso. –
Respondí.
–Pero yo no sé como se hace. Dímelo. Dime como haces para perdonar todo como si nada pasara. A mi me gustaría saber. –
Preguntó ella.
–No hay mucho que pueda decir al respecto Akane. Una gran parte de eso es simplemente que te quiero. No quiero verte triste. –
Respondí. Ella se acercó a mi y puso su cabeza en mi pecho.
–Pero no es justo. Solo quiero alguien en quien confiar. Alguien a quien contarle las cosas que me pasan. Sin el peligro de que eso me ponga en contra de mi marido. –
Se quejó Akane, es que ella confiaba en Mizumi.
–Como dije, no es tan difícil. No tienes que pensarlo mucho. Me has perdonado muchas cosas antes, Akane. Te he lastimado y te he hecho llorar. Y no parece que quede mucho de eso cuando despiertas por las mañanas. –
Insistí.
–Es fácil decirlo cuando eres tu. No hay forma de que no te perdone cuando estoy al tanto de que estás loco por mi. Cuando cada cosa que haces me recuerda que me necesitas a tu lado. Eso debería considerarse trampa. –
Dijo ella y cruzó los brazos, dándose la vuelta. Si era vanidad lo que le ganaba el perdón… algo podía hacerse.
–Akane… ¿Que fue exactamente lo que le dijiste cuando la hiciste venir? –
Pregunté. Había algo que yo necesitaba comprender.
–Que necesitaba hablar con ella, a solas. Y que viniera cuanto antes. –
Respondió Akane.
–Pero. Jamás le dijiste que estabas enfadada con ella ¿O si? –
Pregunté. Akane suspiró.
–Bueno. No estaba tan enfadada. Me enojé cuando ella dijo que era la hija de una perra. Tu ya sabes por qué. –
Respondió Akane, colocó sus manos en su cintura.
–Lo supuse. Ven conmigo. –
Le dije, y tomándola ligeramente de la mano, la llevé hasta el baño.
–¿Que pasa? ¿Que tiene eso que ver? –
Preguntó Akane, me acerqué a la cesta de la ropa.
–Aquí está. –
Dije, y tomé sus pantis. Después de pensarlo un poco, fue sencillo entenderlo. Las olfatee allí, frente a Akane.
–Toshikane ¿Que haces? Eso es tan horrible… –
Se quejó Akane.
–No, no. Quiero que te des cuenta de algo. –
Respondí, y se las acerqué a Akane. Ella retrocedió con asco al momento, pero luego algo mas llamó su atención. El olor no era normal. No era jabón, no era shampoo.
–¿Lo notas? –
Pregunté. Akane, vencida por la curiosidad acercó su nariz a la ropa interior de Habara. Estaban limpias, por supuesto que estaban limpias.
–¿Perfume? ¿Por qué harías algo como eso? Es decir… nadie va a notarlo… a no ser que… –
Y se quedó callada por un momento. No pudo menos que sonreír.
–Maldita pervertida. –
Se quejó y me arrebató la prenda de las manos.
–Alguien estaba tratando de impresionarte. –
Respondí, sonriendole. Su coraje terminó de evaporarse con eso. Ahora sonreía.
–¿Que harás? –
Pregunté. Akane me miró.
–Pues estoy impresionada, eso al menos es verdad. –
Dijo, luego suspiró.
–¿A quien engaño? No puedo fingir que esto no es halagador. No puedo fingir que no me gusta ser su amiga. ¿Crees que vuelva a mentir? –
Preguntó, y salimos del baño.
–Posiblemente. De lo único que yo estoy seguro, Akane, desde mi punto de vista, es que no lo hizo con la intención de herirte. Eso normalmente es suficiente para que me perdones a mi. Tu decides si es suficiente para tus amigas también. –
Akane me miró antes de abrir la puerta del cuarto.
–Pero quería a mi esposo conmigo… –
Se quejó ella. Y abrió la puerta, pero me jaló dentro con ella antes de cerrar.
Habara la miró con timidez, como si tuviera miedo de que Akane comenzara a reclamar otra vez. Akane avanzó hasta ella.
–No volverás a mentirme. Nunca. ¿Entendiste? –
Advirtió Akane. Mizumi–chan sonrió.
–Lo prometo. Perdoname Fumishi–chan. –
Respondió Habara, e iba a acercarse y Akane la detuvo.
–Ahora. Me gustaría quedarme a jugar contigo. Pero es tarde y como sin duda entiendes, tengo obligaciones de esposa que atender. –
Dijo.
–Obligaciones. –
Repitió Habara, como acostumbrándose a la palabra. Akane siempre ha sido una experta recordándote en qué sitio estas. A veces puede ser muy cruel en eso, y lo peor es que creo que no se da cuenta de ello.
–Por supuesto. No hay nada que hacer. –
Dijo ella, y se subió a la cama.
–Entiendo. Fumishi–chan, Otagane–kun… –
Dijo Mizumi. Pero estaba decepcionada. Hay que decir que alguna esperanza tiene que haber quedado cuando le hicieron entrar al cuarto. La mente es complicada, pero esta chica vino aquí buscando el cariño de Akane.
Y estuvo a punto de perderlo todo.
Ah, ya entendí como funciona esto. Akane quiere que sea yo quien mueva la linea. ¿Porque? Porque entonces ella puede seguir diciendo que es una buena esposa. Todo lo que hay que hacer para tenerlas contentas. Cielos.
–Akane, es tarde, y Habara–san no puede ir por allí en pijamas. ¿Porque no la dejas que se quede? –
Puede que Akane quisiera que Habara se sintiera en deuda conmigo. Por todo el asunto de Kaminari. Habara me miró sin saber que decir.
–Primero dejala bañarse, y luego que se quede. ¿Que estas tratando de insinuar? ¿No te parece que estás llevándote muy bien con ella? –
Reclamó Akane, y como era de esperarse, Habara se puso de su lado
–Yo también pensé lo mismo. Estás siendo demasiado amable, harás llorar a Fumishi–chan. –
Se quejó. Una queja vacía, sin duda, pero no la conocía lo suficiente para saber hasta donde era vacía. La idea de quedarse no le parecía tan mala, de eso estoy seguro, porque la decepción en su rostro desapareció.
–Lo único que digo, es que seguro que ella no llegó aquí esperando pelear contigo, Akane. No sé, tal vez llegó esperando alguna otra cosa. –
Habara volteó a ver a Akane, y luego me miró a mi.
“¿Que le estas diciendo?”
Era lo que su mirada decía. Yo me hice el desentendido.
–No. No. Tiene que haber alguna otra explicación. Ella no dijo nada como eso. Tú estas delirando Toshikane. –
Se quejó Akane.
–¿Otra explicación? –
Preguntó Habara. Akane asintió.
–Toshikane, bueno, mi esposo dice que tal vez tú venías esperando que pasara algo entre tú y yo… algo especial… –
Habara enrojeció hasta las orejas.
–Y que por eso pusiste… perfume en tu ropa interior… –
Y dijo esto al mostrarle la prenda. No me hubiera gustado ser Habara en ese momento.
–Claro que no… es decir… –
Habara tenía problemas para hablar, estaba negándose cuando Akane la miró a los ojos.
–Tú… no me mentirías ¿cierto? –
Eso hizo que Habara retrocediera un paso. La habían acorralado. Se quedó mirando a Akane por unos momentos. De un momento a otro, Habara se acercó a Akane y tomó su mano.
–Fumishi–chan. Te mentí… no quiero que seamos amigas. Es decir, si quiero pero… ¿Sabes? Lo que pasó entre nosotras ese día, yo lo recuerdo siempre. Echo de menos tus manos, tocándome de formas que yo ni siquiera conocía. Si tu no quieres, entonces lo acepto. Pero tienes que saber… que yo si quiero. No quiero ser tu amiga. Quiero ser tuya, como antes. ¿No se puede? –
Akane sonrió y le abrazó.
Eso era lo que Akane quería escuchar. La verdad. Solo la verdad.
–Mía ¿eh? No es tan simple como tu piensas que es. –
Respondió Akane, sin soltarla. Mizumi comenzó a llorar.
–Yo no te gusto de ese modo. ¿Verdad? –
Preguntó ella, llorando. Akane acarició su cabeza y se separó de ella para poder mirarla.
–No se trata de eso. Ya que estas siendo sincera lo seré también. Si te encuentro linda. Linda de un modo que un hombre no podrá ser jamás. Y es divertido hacer esto y aquello contigo. No negaré eso. Pero… Soy casada. Ya lo has visto. Necesito el permiso de mi esposo para casi cualquier cosa. Y ahora mismo está muy feliz porque hay una chica nueva y eso lo mantiene de buen humor. Pero podría volverse a mal. Él podría pensar que te estoy prestando demasiada atención y decir “No más” y… yo tendría que aceptar eso. Soy su mujer. –
Explicó. Me hacía enojar que Akane dijera que mi buen humor se debía solamente a Nowaki. Pero probablemente Mizumi lo entendiera mejor así. Akane acarició su cara y quitó las lagrimas de su rostro.
–¿Estas rechazándome? –
Preguntó Habara, un tanto confundida. Akane se acomodó el cabello detrás de la oreja.
–Estoy diciéndote, que hay mucho mas que solo mis sentimientos involucrados. Y no quiero confundirte mas de lo que ya estás. Nada de lo que suceda va a cambiar el hecho de que él es mi esposo y yo tengo que tenerlo feliz. A costa de cualquier cosa. Y no se si sería justo, que tu te ilusionaras con alguien así. –
Explicó Akane. Habara asintió, tal vez comprendiendo la situación, tal vez sin darle demasiada importancia. No lo sé. Se separó un poco de Akane y confesó:
–Si te soy honesta, cuando vine aquí antes, y bueno… pues… te dije lo que siento… yo no sabía en lo que me estaba metiendo, Fumishi–chan. Todo esto es nuevo para mi. Es diferente de como pensaba en ti cuando te conocí. Adoro pasar tiempo contigo, y me hace muy feliz verte sonreír… pero lo que le haces a mi cuerpo, me hace flotar. No me importa si soy anormal o desagradable o sucia por esto. Incluso siendo mala me hiciste sentir especial, nunca antes me sentí así. Tus manos me mostraron para qué sirve mi cuerpo. Tus insultos me hicieron sentir viva. Ni siquiera sé si esto es amor… pero si no lo es… no quiero otra cosa. Nada tiene sentido, si no soy de Fumishi–chan. Y tal ves te estoy molestando con mis sentimientos, pero desde ese momento, siento que si Fumishi–sama no está haciendo mi cuerpo explotar… entonces no sirve de nada que yo esté viva. –
Todas las mujeres son poetas por naturaleza. Es todo lo que puedo decir. Esa fue la confesión mas sucia y mas hermosa que yo haya visto. Por supuesto que tenía que venir de una mujer hacia otra. Es un nivel que los hombres no alcanzaremos nunca.
Akane tiene que haber pensado que bastaba, porque sostuvo a Habara de la muñeca, y se echó atrás hasta recostarse en la cama, jalando a Habara con ella.
–Ven aquí, niña tonta. –
Le dijo Akane, y abrazándose de ella, la atrajo hacia su pecho. Habara se quedó estática mientras Akane acariciaba su cabello.
–Fumishi–sama… –
Habara la llamó en medio de la sorpresa. Akane se aseguró de restregar la cara de Mizumi contra su pecho y Mizumi estaba tan sorprendida que solo se dejó hacer. Es que Akane no solía ser tan permisiva con ella.
–¿Que ocurre? –
Preguntó Akane, endulzando su voz.
–Pues… su pecho… esta… tocándome… y… –
Trató de responder ella. Akane la apretó más aun.
–¿Y que? ¿No te gusta? –
Preguntó Akane, Habara perdió la fuerza con la que estaba sosteniéndose y lentamente se dejó caer sobre Akane, quien sonrió.
–Si… si… claro que me gusta… –
Respondió.
–Muy bien, ahora te voy a explicar. Mi esposo sigue aquí. Te recuerdo. –
Comentó Akane. Habara volteó a mirarme, acostada sobre el pecho de Akane. Casi podría jurar que Mizumi estaba presumiendome eso.
–Y creo que vamos a tener que convencerlo de que nos deje jugar. –
Habara escondió su cara en el pecho de Akane.
–Pero me porté horrible con él. Insulté a todos allí afuera. –
Se quejó Habara. Akane sonrió. Es que ahora la tenía en donde la quería.
–Nada que no se arregle ahora mismo. –
Respondió Akane con una sonrisa. La apartó un poco y se puso de pie, dejándola en la cama, se acercó a mi.
–¿Puede quedarse aquí? ¿No te molesta? –
Preguntó Akane.
–¿Eh? Por mi esta bien. Solo no la mates ¿De acuerdo? No quiero a la policía mañana en mi casa porque una chica amaneció muerta. –
Respondí. Akane sonrió halagada. Habara tuvo un sobresalto, y… por primera vez desde que la conocía, una sonrisa lujuriosa se dibujó en su rostro.
–Creo que tendré que dormir en el sillón de nuevo. –
Comenté, encogiendo de hombros.
–Oh, no seas dramático, puedes dormir aquí. –
Respondió Akane, acomodándose el cabello detrás de la oreja, pero yo negué con la cabeza.
–Si me quedo aquí, no habría mucho de eso de dormir ¿O si? –
Respondí, Akane se rio levemente, batiendo la cabeza.
–Entonces. ¿Que es lo que tiene que pasar para que me dejes jugar con ella? –
Preguntó Akane, esa era la pregunta que ella quería hacer, y esto era lo que yo quería que pasara ayer.
–Que se disculpe con Kaminari–san. –
Respondí. Ella negó con la cabeza.
–No puedo hacer eso. –
Se quejó, poniéndose de pie. Akane la miró y volvió a verme a mi. Sonrió. Es que ella esperaba por algo así. Se acercó a mi, y me dio un beso.
–¿Eso es lo que quieres? ¿Que se disculpe con tu nueva amante? Eres tan malo con nosotras. –
Dijo Akane. Ella estaba disfrutando de esto.
No engaña a nadie.
Creo que ella agradecía darle un motivo para molestar a Habara, sin la necesidad de que lo que ya había pasado regresara. Tal vez le pareció realmente de mal gusto que Habara solucionara su problema con ella con su cuerpo. El problema con Kaminari era un asunto diferente.
Otra cosa es que Akane quería sentar un precedente aquí. Por algo insistió tanto en que es una mujer casada. Tal vez sintió que Habara no había terminado de comprender el rol de las cosas.
–No… no puedo hacer eso… ustedes no entienden… han sido años… –
Se quejó ella. Akane me dio un leve empujón, apenas perceptible. Yo sonreí.
–Es mi ultima palabra. Esto es contigo Akane. Si ella no se disculpa, ambas dormirán afuera y en el suelo. Es una promesa. –
Entonces, los roles. Si quiero que Habara haga algo (Como disculparse) a quien tengo que dirigirme es a Akane. Y es ella quien paga las consecuencias de que su amiga se porte como una malcriada con los invitados.
Eso es lo que Akane estaba tratando de decirle.
También creo que Akane sintió que no podía ponerse del lado de Nowaki en esto sin una razón. Ella sabía que estaba mal, pero no puede defenderla. Habara es su amiga, Nowaki no es nadie.
Bien. Ahora su esposo se lo está ordenando.
–No, claro que no. Es decir. Esta es mi cama. Te prometo que se disculpará, Toshikane. –
Anuncio Akane y se volvió a ella.
–No… Fumishi–chan… yo no puedo… –
Akane se acercó y se paró detrás de ella. Habara se quedó estática mientras sentía que la sangre se le iba del cuerpo, cuando Akane puso una mano en su hombro.
–Claro que te vas a disculpar. –
Respondió Akane. Habara trató de replicar.
–Pero… –
Akane jaló con fuerza su cabello y Habara alzó las manos, indefensa. Le habló cerca del oído.
–Escuchame con atención. Yo soy su esposa. Y no voy a dormir en el suelo mientras sus novias duermen tan cómodas en sus camitas. Eso no va a pasar ¿Me oyes? –
Preguntó Akane.
–Si pero… –
–Nada de peros. Claro que te vas a disculpar. –
Pasó una mano hacia enfrente de ella y apretó uno de sus pechos con fuerza.
–¡Duele! ¡Duele! Fumishi–sama… –
Akane la ignoró y apretó con mas fuerza.
–No me importa cuanto tarde, o lo que tenga que hacer. Tú te vas a asegurar de que duerma en mi cama. –
Sujetándola del cabello, la arrastró hasta colocar su cabeza sobre la cama. Habara cayó de rodillas. Y Akane aprovechó para bajarle la pijama y dejar su trasero al descubierto. Luego tomó el cepillo.
Ya saben todos para qué.
Fueron varios. No los conté, pero en unos segundos su trasero estaba rojo. Akane fue un poco demasiado dura con eso.
–Lo siento… lo siento… por favor… Fumishi–sama… por favor… –
Akane se detuvo por unos momentos.
–¿Disculpa? No te escuché –
Dijo Akane. Siguió golpeándola.
–Me duele… me duele… no más… –
Respondió Habara, llorando, Akane la golpeó de nuevo. Habara gritó.
–No entiendo nada. ¿Tu la entiendes, Toshikane? –
Preguntó Akane, volteando a verme, yo me llevé una mano a la frente.
–No… para nada. –
Respondí.
–Por favor, Fumishi–sama… por favor… me duele… –
Se quejó Habara de nuevo, tratando de jalar aire. Akane no tuvo piedad y la golpeó de nuevo. Hay que decir que no le pego en otro sitio que no fuera su trasero. Eso fue dulce de parte de Akane, lo que no quiere decir que estuviera conteniéndose.
–No puedo entender nada de lo que dices, pero no importa. Tenemos toda la noche. –
Comentó Akane. Yo tuve que intervenir.
–No. No toda la noche. Ellas tienen que dormir. –
Respondí. Akane golpeó el trasero de Mizumi con fuerza. Ella reprimió un chillido.
–Ahh… Ya no. Duele mucho… Me disculparé. ¡Pediré perdón! ¡Pediré perdón! –
Gimoteó Habara. Akane se detuvo.
–Genial. Escuchame bien ahora. Vas a ir allá. Le vas a decir que lo lamentas. Que todo esto ha sido un gran error. Vas disculparte, vas a poner tu cabecita hueca en el suelo, y vas a implorar que te perdone. –
Explicó Akane, luego se levantó y la levantó, aun sosteniéndola del cabello. Habara lloraba y tenía el cabello revuelto. Apenas podía respirar por lo súbito y lo duro del castigo.
–Acomodate la pijama. Estás mostrando tus horribles partes a mi esposo. –
Anunció Akane. Es que estaba de pie, sin ropa interior, y Akane la bajó el pantalón para pegarle. Habara se acomodó como pudo.
–Ahora, vas a ir allá, y te vas a asegurar, de que yo tenga permiso de dormir en mi cama. ¿Si? –
Preguntó Akane. Habara asintió varias veces con la cabeza. Con el cabello revuelto, y la cara llena de lagrimas y mocos.
Akane se sentó en la cama y cruzó las piernas, deleitándose con la imagen de Habara
–¿Puedo ir… a hablar… con ella? –
Preguntó Habara, con la respiración entre–cortada. Fue un poco difícil no sentir pena por ella.
–De acuerdo, vamos. Está en el cuarto de Kurimo ahora. –
Le dije. Supongo que no podía dejar que ella fuera a tocar la puerta solo así. Habara asintió y salimos de la habitación. Hubiera querido que fuera algo mas privado, pero en vista de c[omo se habían puesto las cosas, era algo que no me podía permitir.
Llegamos hasta la habitación de Kurimo. La luz estaba encendida.
–Kurimo. ¿Están despiertas? –
Pregunté, tocando levemente, porque Sanae dormía… y quiero creer que Mizore también.
“Apaga la TV.”
Adentro se escuchó una advertencia. Luego Kurimo respondió.
–Si, está bien si entras. –
Cuando entré, parecía que ellas dos habían estado holgazaneando. Había cojines y envolturas cerca de la televisión, que evidentemente, ellas estaban mirando hasta antes de que yo tocara.
–¿Que estaban mirando? –
Pregunté.
–Nada. No es nada. Son cosas de chicas. –
Respondió Kaminari. Kurimo me miró significativamente. ¿Es en serio? ¿Kaminari también mira ese programa?
En ese momento, Habara se adelantó un paso, y Kurimo extendió un brazo, como protegiendo a Kaminari.
–¿Que… es lo que ocurrió? –
Preguntó Kaminari, sorprendida de ver a Habara en ese estado. No había marcas en su cara, pero aun estaba respirando con dificultad por el llanto.
–Bueno… yo… quería… –
–Creo que lo que escuchamos antes, eran sus gritos… –
Comentó Kurimo.
–¿Qué está ocurriendo? –
Preguntó Kaminari, retrocediendo. Habara trataba de controlarse, aunque creo que mas bien, trataba de sobreponerse a la vergüenza.
–Yo… dije cosas malas de ti… lo siento… –
Dijo Habara.
–¿Que te pasó? –
Para Kaminari, lo que dijo no era tan importante como el estado en que estaba.
–Perdón. –
Dijo Habara.
–Te perdono lo que tu quieras pero dime ¿Que te ocurrió? –
Respondió Kaminari. Algo que había que entender, es que por bonito que sonara, Kaminari estaba acostumbrada a que la gente le pusiera nombres y esas cosas. No le importaban tanto como Akane o yo lo hicimos parecer.
Pero es que nosotros queremos que se detenga.
–Fumishi–sama se enojó… si no me perdonas… me va a ir muy mal… me van a pegar más… Y seré la culpable… y… –
Trató de explicar Habara.
–Te perdono. Te perdono lo que tu quieras. Ya no llores. ¿quieres? Es decir… –
Y volteó a verme. Habara agachó la cabeza, pero Kaminari estaba demasiado nerviosa para entender de qué iba esto. Ni que hacerle, ella cumplió con su parte.
–Habara, vuelve con Akane. Dile que todo está bien ahora. –
Le dije. Habara me miró por unos instantes, se dio la vuelta, y se fue.
–¿Le pegaste? –
Preguntó Kurimo, al parecer, algo confundida. Yo negué con la cabeza.
–Yo no… pero Akane tiene su manera de hacer las cosas. Ahora tengo que irme. Pueden seguir en lo que estaban. –
Respondí, y cerré la puerta.
Bueno. Tengo que ir por una manta… y creo que va a tener que ser una nueva. Ah cielos. No pensé que dormiría en el sillón de nuevo.
Cuando abrí la puerta del cuarto, Akane estaba con su juguete de nuevo. Esta vez le estaba yendo mejor.
Akane había puesto la cabeza de Habara en su regazo, como hizamakura y estaba metiendo la mano dentro de la blusa de Mizumi. Mizumi estaba tan perdida en lo que estaban haciéndole que ni siquiera se percató de que yo estaba allí, y por como estaban, la entrepierna de Mizumi estaba mojando su pijama, cosa que yo podía ver muy claramente desde donde estaba.
–Ah, volviste… ¿quieres hacerle algo? –
Preguntó. Mizumi estaba retorciéndose en donde estaba, con los ojos cerrados y la respiración acelerada.
–Oh, no. Déjala que tenga su recompensa. Yo solo vine por una manta. –
Respondí. Admito que la imagen tenía su encanto. Akane me miró por unos momentos, luego se volvió hacia Habara.
–¿Escuchaste cerdita? Dijeron que puedo ser un poco buena contigo. Eso es algo muy bueno… abre la boca. –
¿Aun va a llamarla así? Me preguntaba. Habara obedeció y Akane metió un dedo en su boca, comenzó a moverlo. ¿Estaba estimulando su lengua? Bueno… supongo que no podía besarla así.
–Que obediente… así es como una cerdita sucia se tiene que portar ¿entiendes? –
Habara no podía responder, así que solo asintió con la cabeza. Akane continuó tocando sus pechos por debajo de la pijama.
–Mira, mira esto, Toshikane… –
Me dijo Akane, luego sacó la mano de la blusa de Mizumi, y le dio una leve bofetada, Habara abrió los ojos, pero aun tenía los dedos de Akane dentro de su boca.
–Baja tus pantalones… –
Ordenó Akane. Habara me miró, pero Akane devolvió su vista a ella.
–A mí. Quiero que me veas a mí. Ahora… baja tus pantalones. –
Ordenó. Habara bajó sus pantalones, sin moverse de donde estaba. Se cubrió a medias con sus brazos. Akane la regañó.
–Quita tus manos, estúpida. Quiero que lo vea. –
Se quejó Akane, Habara quitó sus manos. Akane sacó los dedos de la boca de Habara y comenzó a atormentarla mentalmente.
–Casi no le sale nada. Se ve extraño, y un poco desagradable, pero no es tan feo cuando te acostumbras. –
Explicó Akane, pasó una mano por sus rodillas, incitante.
–Que vergüenza… –
Se quejó Habara.
–Oh, vamos, tu no sabes lo que es la vergüenza. –
Respondió Akane, burlándose.
–¿Sabes por que? –
Preguntó Akane, sin dejar de acariciar sus piernas. Habara separó sus rodillas.
–Por que… soy una cerda… –
Respondió Habara. Akane apretó uno de sus muslos con fuerza.
–Exacto… eres una cerda que lo único que quiere es que le hagan cosas sucias… –
Habara se cubrió de nuevo y Akane presionó de nuevo. Estaba muy claro para mi que ambas estaban tratando de no traer el problema anterior a esto. Eso tenía que reconocérselo a Akane, era firme con sus cosas.
Tal vez… si le gustaba Habara en realidad.
–Akane, tu eres… –
Dije, tratando de no interferir demasiado en su momento. Akane insistió.
–De hecho, si miras muy de cerca, esa parte de ella se parece mucho a un caracol… sobre todo cuando está así. –
Explicó Akane.
–¿Un… caracol? –
Preguntó ella. Akane puso la mano en su entrepierna.
–Si, un caracol. Un asqueroso y sucio caracol. Aquí. –
Habara comenzó a retorcerse mientras Akane tocaba su entrepierna. Habara se relajó y se dejó hacer.
–¿Te estás ofreciendo a mi esposo? Cerdita… –
Preguntó Akane. Habara negó con la cabeza.
–No… se lo juro… –
Respondió Habara a media voz.
–¡¿Y por qué no?!! –
Se quejó Akane, y pellizcó su pecho con fuerza. Habara gritó y comenzó a llorar.
–Lo siento… lo siento… Fumishi–sama. –
Al igual que la ultima vez, Akane podía usar cualquier cosa para atormentarla. En realidad no importaba lo que Habara respondiera, le iría mal de cualquier modo. Pero… ella había sido muy clara antes. Esto es exactamente lo que Habara quería.
Akane tomó las pantis que habíamos tomado de la canasta y las puso sobre la nariz de Habara.
–¿Que es eso? ¿Puedes olerlo? –
Preguntó Akane, restregando las pantis de Mizumi contra su cara, al menos había dejado de aplastar sus pechos.
–Es… loción… es… –
Comenzó a decir ella, Akane comenzó a mover sus dedos sobre la vagina de Habara, quien abrió las piernas todo lo que pudo, incluso levantaba sus caderas.
–¿Y para que te pusiste esto? Es decir… no es como que haga esto de acá menos horrible… –
Respondió Akane sonriendo. Habara abrió los ojos para mirar a Akane.
–Quería… –
Y se detuvo. Estaba a punto de venirse cuando Akane dejó de estimularla. Akane estaba siendo cruel, pero yo no diría que estaba atormentándola.
–Fumishi… sama… –
Dijo Habara, la lucidez poco a poco volvió a sus ojos. Akane sonreía, complacida de sí misma. A diferencia de cómo la trató la ultima vez, en que solo fue mala, esto era algo diferente. Creo que Mizore le dijo algunas cosas.
Akane movió su mano solo un poco, pero como Habara se había quedado a medias, pareció desesperada por el contacto con la mano de Akane.
–¿Tu querías… ? –
Insistió Akane, Habara batió la cabeza.
–Yo… quería… ser de Fumishi–sama… –
Comenzó a decir Habara, estaba desesperada, Akane empujó la ropa interior de Habara contra su nariz.
–Respira… –
Le indició Akane.
–Quería… esto… ta–también lo puse en mi sostén… y… –
Explicó ella. Akane se llevó la mano a la mejilla, y por eso dejó de estimularla.
–Eres una cerdita tan atrevida… –
Respondió Akane. Sonriendo.
–Lo siento… –
–No, para nada, será nuestro secreto. –
Respondió Akane. Tuve la impresión de que yo no debería estar allí en ese momento, pero siendo honestos, no pude irme antes.
–¿No esta enojada? –
Preguntó Habara.
–Tal vez… un poco… pero puedo desquitar mi coraje ahora mismo ¿No es cierto? –
Preguntó Akane, volviendo a acariciar las piernas de Mizumi, quien se estremeció.
–Si… Fumishi–sama… puede hacer lo que quiera… lo soportaré… me gustará… –
Insistió Habara, supongo que deseosa de que el “tormento” continuara. Eso me hizo entender una cosa. A Akane le gusta Habara. Todavía no sé si la “deseaba” como, por ejemplo, yo desearía a Akane o a Mizore, pero la quería demasiado como para rechazarla.
Puede que no suene a demasiado, pero para Akane, es algo importante. Si estaba siendo considerada con Habara, es por algo. Mizumi es la peor mejor amiga que alguien pudiera querer, es celosa, poco empática, cruel, mentirosa y no tiene una pizca de encanto. Pero logró entrar en el corazón de alguien como Akane.
Una vez Mizumi me preguntó si Akane podría llegar a quererla. Bueno… ya lo tenía. Si ellas hubieran tenido esta clase de relación cuando conocí a Habara, realmente hubiera estado asustado de que Habara me quitara a Akane.
Suspiré y tomé una manta y me volví para darle a Akane un beso.
–No te excedas. Recuerda que tienes que dormir… –
Le dije. Y sin decir nada mas, salí de allí.