Haru No Yurei - Volumen 4: 2. La vida que queremos.
Al dia siguiente, dio comienzo lo que sería mi rutina en estos días de vacaciones. Digo vacaciones por que, por el momento, nadie tenía que ir a la escuela. Eso no significa que tengamos ratos libres. Al parecer ellas se habían dividido las tareas domésticas entre las cuatro.
Estaba bien para mí.
Luego de darme un baño rápido (porque el dia anterior no pude) baje las escaleras para encontrarme con que el desayuno estaba listo y mis cosas para ir al trabajo también. En cierto modo, era bueno que hubiera tanta gente aquí. Eso le quitaba a Akane una parte del trabajo. Mizore se ocupaba de la lavadora y Kurimo hacía la limpieza de los cuartos.
Akane me sirvió de desayunar.
-Aunque es lindo preparar la caja de obento, creo que lo mejor es que comas antes de salir. –
Dijo mientras ponía los platos en la mesa.
-Hay muchas cosas que tengo que comprar, asi que iré al súper con Hatami-chan. ¿Hay algo que necesites? –
Preguntó después. Parecía apurada.
-No… estoy bien… creo que no tenemos azúcar. –
Respondí. Akane soltó una risita. Tiramos el bote del azúcar cuando estábamos en la cocina, a eso me refería. No nos había hecho falta pero… uno nunca sabe.
-Pues compraré azúcar, y me aseguraré de no dejarla donde mi esposo pueda tirarla de nuevo. –
Respondió ella. Sonreí.
-Escóndela bien entonces… uno nunca sabe. Los… accidentes pueden ocurrir en cualquier parte. –
Respondí. Había allí una amenaza implícita de ataque sexual, pero ella solo giró la cara.
-Tengo que ir al súper ahora… encuentra otra cosa que comer por favor. –
Respondió ella, dándose la vuelta y llamando a Kurimo. Kurimo se acercó a mí, y me dio un beso en la mejilla.
-Ten un buen dia… –
Dijo ella, luego se fue corriendo y ambas salieron de la casa. Tengo la impresión de que escaparon, aunque tal vez tenían cosas que hablar. Entré al baño luego. Me encontré con que Mizore tenía problemas con la lavadora. O por mejor decir, con el peso de la ropa.
Me miró e hizo un puchero.
-Hmmmmm. –
Hizo ese sonido inflando las mejillas.
-¿Pasa algo? ¿Necesitas ayuda? –
Tenía algo de tiempo libre, pensé que estaba bien. Normalmente a esta hora estaba mucho más apresurado.
-Mis brazos me duelen… ¿Cómo lo vas a arreglar? –
Preguntó ella, mirándome a los ojos. Yo me acerqué a ella, y le di un beso en los labios. Se apartó de mí con un sobresalto.
-¡Los brazos! No mi cara. Mi cara está bien… –
Se quejó ella. Parecía avergonzada. Le di un beso de nuevo. Ella se dio la vuelta.
-¿Viniste a arreglarlo? ¿O viniste a perturbarme? –
Preguntó ella, conteniendo la risa.
-¿Perturbarte? –
Pregunté. Mizore me miró feo.
-Sí, perturbarme… –
Se quejó ella, luego la risa le venció.
-Ah, no puedo enojarme contigo. Todavía estoy muy feliz… –
Dijo ella y se recargó sobre mí, todavía con una risita. Luego trató de recomponerse, se llevó una mano al corazón, y suspiró.
-Wow… en serio aún estoy feliz por lo que paso. –
Y me miró a los ojos.
-Jamás me había sentido asi… jamás… fue… –
Y se quedó sin palabras. Al parecer, tenía problemas poniendo sus sentimientos con palabras.
-Sobre eso… –
Ella me miró.
-Si me vas a decir algo, lo que sea, y me quita aunque sea un poco de felicidad, te prometo que no te lo perdonaré. –
Me advirtió. Se dio la vuelta luego.
-Solo quería decir que no deberías sobre-esforzarte ahora. –
Ella encogió de hombros, y… le dolió encoger de hombros. Puso un par de prendas más en la lavadora.
-Ya sabes lo que el dolor le hace a mi mente. No necesito decírtelo. Sabes que amo esta sensación, y nunca antes fue tan especial como lo es ahora mismo. –
Explicó ella.
-Creo que la última vez fue incluso más dolorosa que esta… –
Respondí, ella asintió.
-Eso mismo… podías haberme lastimado más. Podrías haber hecho las cosas de manera diferente, podías no haberme dicho cosas lindas. Pero… todo… fue justo como tenía que ser… y tener que levantarme a hacer estas cosas, soportar cada una de esas pequeñas punzadas mientras sonrió como una tonta. –
Se llevó una mano a la frente.
-Ya entendí a mi madre. –
Confesó.
-¿Eso es novedad? –
Pregunté, Mizore me miró.
-No lo entenderías. No eres mujer. Ahora vete. Déjame terminar lo que estoy haciendo. –
Respondió ella.
-Me iré si me das un beso. –
Respondí. Mizore sonrió.
-Tonto. –
Me dijo ella y se acercó a darme un beso en los labios.
-Listo. Ahora fuera. El amor es muy duro. Necesito tiempo para recuperarme. –
Me dijo, y prácticamente me echó a empujones del cuarto de lavado.
Cuando salí de allí escuché a Sanae hablando por teléfono con alguien. Escuché gritos.
…Que no quiero y es todo…
Fue lo que ella dijo. Esperé a que ella colgara para tocar su puerta. Cuando ella abrió la puerta, su rostro de coraje desapareció.
-Lo siento… casi estoy lista… –
Explicó ella, y cerró la puerta. Creo que ella estaba terminando de arreglarse el cabello o algo asi, porque tenía un cepillo en las manos y el teléfono en la otra.
-¿Lista? –
Pregunté. Ella asintió.
-Bueno… tu… quería pues… llevarte al trabajo… –
Explicó Sanae, juntando sus dedos el uno contra el otro.
-¿De qué hablas? –
Pregunté. Era la primera vez que oía algo como eso. Sanae se puso un poco nerviosa.
-¿No te lo dijeron? Yo… quería… pues… –
De algún modo, alcancé a entender que ella quiere… pues atención. Llevarme en su auto es un buen modo de conseguirla. Admito que es una buena idea.
-Si no te molesta… por mi está bien. Por otro lado… ¿Qué ocurre? Estabas alterada hace un momento. –
Expliqué.
-¿Alterada? Claro que no… es decir… –
Comenzó ella. Suspiré.
-No me mientas. –
Respondí. Sanae se dio la vuelta.
-Espera a que esté lista. –
Dijo apresuradamente y cerró la puerta detrás de ella. Su teléfono sonó de nuevo, y ella no contestó. Salió después de unos minutos.
-Estoy lista… –
Dijo ella y se quedó callada. Esto es porque me quedé mirándola como un tonto. Yo realmente no había notado que se había puesto bastante linda últimamente. Quiero decir, claro que había notado un cambio pero… era una mujer hermosa.
-¿Qué? –
Preguntó ella, enrojeciendo.
-Nada, te ves linda. Es eso. –
Respondí. En lugar de insultarme como a veces hacía, Sanae se pasó la mano por su cabello una y otra vez.
-¿Te parece? Yo no creo… –
Dijo ella, evidentemente muy nerviosa. Me acerqué y Sanae retrocedió, recargándose contra la pared.
-No… aléjate… –
Me dijo, aunque no sonaba enojada para nada.
-¿No es tu falda más corta de lo normal? –
Pregunté. Sanae tuvo un sobresalto.
-¿Eh? No… por supuesto que no… –
Ahora la quería.
-Creo que es más fácil si me dices que ocurre. –
Respondí.
-¿No te vas a enojar? –
Preguntó Sanae.
-Claro que no. –
Respondí.
-Bueno, es que, yo… bueno… estaba escuchando anoche y pensé, que, verás… podríamos… ¿antes de irte? –
Suspiré. Ah. Cielos, era súper linda. Como no dije nada, ella comenzó a ponerse nerviosa y a hablar muy rápido.
-No es que no tenga suficiente ni nada de eso, y si tú no quieres pues… yo digo que está bien, no tienes que estar complaciéndome a cada momento y… yo no quería escuchar… y… no pienses mal de mí… es solo… que me gusta… mucho… –
La dejé hablar hasta que se quedó sin palabras. Sanae miró al piso, levantó la mirada un momento y volvió a bajarla, como si quisiera comprobar que no estaba enojado con ella.
No creo que fuera superficial. Realmente pienso que ella tenía miedo de que yo dijera algo feo de ella por ser asi. Pero… bueno, es que le dije que fuera honesta. Y por otro lado, bueno, es que ahora quería tenerla, no engaño a nadie.
Ni siquiera fingí enojarme.
-Bueno, en vista de que estas siendo honesta, creo que puedo darle a esta niña linda un poco de atención. ¿No es cierto? –
Pregunté. Ella me miró, puse la mano en sus rodillas. Sanae levantó las manos indefensa.
-¿Linda? No… no me digas asi… –
Respondí ella, temblando porque mi mano estaba subiendo por sus muslos.
-¿No quieres? –
Pregunté, ella separó sus piernas levemente mientras mi mano comenzaba a levantar su falda.
-Si quiero… –
Respondió Sanae, haciendo su voz infantil y cerrando los ojos.
La toqué, Sanae se estremeció y pegó sus manos a la pared.
-Te amo… –
Me chilló. La callé con un beso, y le hice todo lo que el poco tiempo que tenía me permitió.
———-
-Soy feliz ¿sabías? –
Preguntó Sanae.
Estábamos ya en el auto, y por lo que pude comprobar ella quedó bastante complacida con el modo en que me porté con ella antes de salir. Mientras conducía, me miraba de momentos y luego volvía al volante.
De pronto ella soltó eso.
Como no dije nada, ella se explicó.
-Yo sé que a veces soy muy molesta y muy boba. Me vuelven loca tus atenciones, no solo en las cosas de cama. Todo lo que haces… yo realmente no sé lo que haré si dejas de hacerlo un dia. –
-No voy a dejar de hacerlo, Sanae. –
Respondí, mirándola.
-¿Cómo saberlo? Tal vez un dia… solo te aburras de mí… y si eso llega a pasar, quiero que sepas que me haces feliz. Mucho… –
Respondió Sanae, acaricié su cara aprovechando que estaba detenido el auto.
-Yo… no era muy popular en el colegio, ni en el instituto. Los chicos me decían cosas feas. No me gusta pensar en eso. Pero cuando te miro no puedo evitarlo, me gustaste desde la primera vez que te vi… –
Explicó ella, luego el auto avanzó.
-Y tenía mucho miedo, de que fueras igual de malo que los chicos en el instituto. Creo que por eso salí huyendo tantas veces de allí. Pero tú siempre me trataste con amabilidad, y puede que haya abusado de ello un par de veces… solo para sentirme más segura. –
Explicó. A mí no me lo parecía, pero puede que en aquel tiempo, hubiera estado mucho menos consciente. Es decir, tenía problemas con lo de Yagami y con lo de Akane. No estaba precisamente al pendiente.
Eso no se lo puedo decir, de todos modos.
-Bueno. En tal caso, ambos hemos abusado el uno del otro. –
Respondí. Sanae se puso roja por un momento. Luego me miró feo.
-Eres un tonto. –
Dijo ella. Y después no pudo evitar la risa.
-Estoy hablando de ser mala, no de las cosas bonitas. –
Respondió ella. Las llamó “cosas bonitas”
-¿Recuerdas el primer dia? Yo sí. Fui mala contigo apenas nos conocimos… estaba comiendo una dona, pensé que dirías algo sobre mi peso… y por eso dije cosas malas. –
No lo recordaba. Tuve que hacer un esfuerzo, pero creo que ella tenía razón.
-¿Por qué estas recordando esas cosas, Sanae? –
Pregunté. No tenía caso, según yo, que ella siguiera atormentándose con eso.
-Porque… mi padre llamó… bueno… Minase llamó antes. Quiere que vaya, y honestamente, no quiero verlo. –
Explicó Sanae. No estoy seguro de cómo se conectaban una cosa con la otra, pero decidí que no era el momento adecuado para preguntar.
-¿No habías dejado ese asunto claro? –
Pregunté, ella me miró.
-Ya sé que no quieres. –
Respondió ella, desanimada.
-No es que yo no quiera. Es que tú ya habías tomado esa decisión, Sanae. –
Expliqué. Ella suspiró, dimos la vuelta.
-Bueno, no es como que solo vaya a regresar a vivir con ellos. Pero mi padre insiste en que quiere verme. Yo no sé para qué. –
Respondió ella.
-¿Y qué fue lo que dijo entonces? –
Le pregunté. Sanae parecía enojarse solo por recordarlo, pero no era tan extraño como pensé que sería.
-Me ha invitado a cenar a su casa mañana. Dijo que tú también deberías venir. Pero tu estas ocupado ¿cierto? –
Preguntó eso, probablemente deseando que la respuesta fuera que sí, que estoy ocupado. Eso era…
-Sanae, eso no está tan mal. No puedes enojarte con tu familia por querer verte. –
Respondí.
-Pues no quiero verlo. No quiero. Simplemente no entiendo por qué ahora me molestan con eso. Te echaron. –
Se quejó ella. Jamás dijo “Me echaron” porque en esencia, ella fue la que decidió irse de casa.
-Me llevé a su hija. Yo también estaría enfadado si un sujeto idiota aparece de la nada a llevarse a mi hija preferida. –
Respondí.
-Tú siempre estás en mi contra. –
Se quejó ella, ahora queriendo llorar. Acaricié su cabello antes de responder. Eso siempre pone de buen humor a Sanae.
-No estoy en tu contra. Estas haciendo una pataleta enorme por algo que debería ser simple. Yo puedo acompañarte si quieres. Si no quieres, no hay nada que hacer. Aun asi… si me lo preguntas, pienso que no es una mala idea que te lleves bien con tu familia. –
Respondí, Sanae me miró enfadada.
-¿Y si no quiero llevarme bien con ellos? –
Preguntó. Era un berrinche.
Eso es lo que es. Ese es el argumento de una niña mimada que, cuando no le dieron exactamente lo que ella quería, se fue de casa.
Aun asi.
Es Sanae de quien estamos hablando. No la voy a obligar a hacer algo que no quiere.
-Puede ser que tengas razón, en cuyo caso no voy a obligarte, y no, no me enfadaré contigo por eso. Las cosas están bien justo como están ahora. –
Respondí.
-¿Tú quieres que lo vea? –
Preguntó ella. Al parecer estaba siendo seria al respecto.
-Yo quiero que estés bien. Y tengo la impresión de que tu padre no se va a contentar con solo esto. Quiero decir que seguirá preguntando hasta que digas que sí. Y sinceramente, no quiero verte haciendo coraje por esto a cada rato. –
Respondí.
-A ti te gustan mis corajes. –
Se quejó Sanae, encogiendo de hombros.
-Me agradan tus berrinches. Pero no me agrada si es algo que realmente te va a poner de mal humor. –
Repliqué.
-Pervertido. –
Dijo ella, girando la cara. Y llegamos a mi trabajo. Sanae detuvo el auto, y sin decir nada, me acerqué y le di un beso en la mejilla. Ella se quedó perpleja por un momento.
-Gracias por traerme. Piénsalo ¿quieres? –
Ofrecí, ella me miró, y sonrió.
-Te amo… –
Declaró Sanae con un suspiro, poniendo su mano en la mejilla.
-También yo. –
Respondí, bajando de allí. El auto permaneció en ese lugar incluso después de que entré al trabajo. A veces es sorprendentemente fácil tratar con Sanae. No sé. Me gusta que sea asi. Me gusta verla feliz.
———-
Cuando entré al trabajo, hablé con Take-Sempai acerca de varias cosas que había pendientes. Me entregaron unas formas que según esto, tenían que estar listas. Yo suspiré. Eran demasiadas y no parecía que los otros estuvieran muy apresurados por terminarlas.
Ni que hacerle. Pasaré el dia haciendo formas, eso fue lo que pensé. Me encerré en mi pequeña oficina esperando no tener que ver a nadie. Pasaron dos horas que hubiera jurado que fueron cinco minutos. Pero cuando tocaron la puerta, voltee a ver el reloj.
-Está bien si entran… –
Dije. Por unos momentos, pensé que sería Yagami. Pero no.
Era la señorita Kirara. Tenía una tabla en las manos de esas que se usan para anotar cosas. Hizo una reverencia en cuanto entró.
-Lamento la interrupción. ¿Trabajas duro? –
Preguntó ella amablemente.
-Bueno… si, un poco… –
Respondí. No entendí mucho de qué era lo que estaba preguntando en realidad, ella sonrió.
-Verás. Amatsune-san se ha reportado enferma. Creí que querrías saberlo. –
Explicó, yo asentí.
-Ah, ahora tiene sentido que no haya venido a molestar. –
Respondí, sonriéndole. Ya me parecía raro que no estuviera.
-¿Tiene problemas con su secretaria Otagane-san? –
Preguntó Kirara. Yo negué con la cabeza. No quería que pensara que estaba descontento con su trabajo (aunque si, lo estaba)
-Cosas personales, es todo… –
Respondí. Ella cerró la puerta detrás de sí, cambió el tono por uno menos formal después.
-No lo entiendo. –
Dijo ella, mirándome confundida.
-Todos aquí la encuentran encantadora. –
Agregó después. Yo suspiré. Ese era el problema con ella, parte del problema al menos.
-Si bueno… Digamos que yo no estoy precisamente prendido de ella. Aunque pienso que eso está bien, mezclar el trabajo con… –
Me detuve cuando me di cuenta de que una nube negra se paró sobre la cabeza de Kirara-san.
-No lo digo por usted… –
Comencé a decir. Ella suspiró y trató de recomponerse.
-Esa es la otra razón por la que vine. Sé que… bueno, has hablado algunas veces con Take Nii-chan… –
Ella soltó eso sin querer. ¿Ese era el modo en que se refería a él?
-No voy a decir nada… –
Respondí. Pero ella negó con la cabeza.
-No es eso… no es eso… es que… yo no sé cómo decir esto… –
Ah, creo que ya vi por donde iban los tiros. ¿Cómo me niego? ¿Puedo negarme siquiera? Ah. No creo.
No sin que Habara venga aquí a abogar inmediatamente por Kirara.
-Solo tiene que decirlo. –
-Bien, tu… viste lo que pasó el otro dia y… –
Comenzó ella, pero se interrumpió inmediatamente, miró a todos lados.
-No hay nadie más… –
Respondí.
-Yo… bueno… –
Se puso nerviosa, se llevó las manos a la cara, y comenzó a sollozar. Para que se calamara, me acerqué a ella y puse mis manos en sus hombros.
-Le gusta Take-Sempai. –
Corroboré, ella asintió y la solté. Kirara suspiró.
-Ha sido asi desde que yo era muy joven. Y Mizumi dice que tú puedes ayudarme. Yo sé que es mi propio problema y que no debería involucrar a nadie, pero… estoy desesperada. –
Imagino que sí, si le ha gustado desde que era muy joven, llevaba mucho tiempo ya. Habara me mencionó algo parecido, dijo que Kirara ha estado “obsesionada” con Take desde hacía mucho tiempo.
-Aun asi, no creo ser precisamente la persona indicada. –
Respondí. No demasiado seguro de que pudiera mantenerme aparte. Ella asintió.
-No se trata de otra cosa sino que, pues, le preguntes. Es todo… yo… solo quiero saber si tengo una oportunidad. Es todo. No pido nada más… pero él no me lo diría. –
Creo que… Take-Sempai nunca se negó en primer lugar. Si asi fuera, ella no estaría aquí preguntando esto. Esta aquí porque no está segura.
-Tampoco creo que me lo diría a mí. Puedo intentar, de todos modos. –
Respondí, encogiendo de hombros. Kirara-san no pudo evitar su sonrisa.
-¿Lo harías? –
Preguntó, sus ojos brillaron con una intensidad difícil de creer. Tal vez era más serio de lo que me atreví a pensar en un principio. Quizá no convenía estar del todo aparte, puede que esto me ayude, de algún modo. Habara tiene que haberla convencido de que yo tendría alguna especie de solución luego de lo que hice por ella y Akane.
-No estoy seguro. –
De que pueda, iba a decir, pero ella puso sus manos al frente.
-Te daré dinero si es lo que quieres. –
Respondió Kirara, creyendo que la oportunidad se le iba de las manos, pero no era mi intención.
-No es eso. Es que esas cosas tienen que resolverse entre ambos… –
Respondí. Kirara desesperó y lágrimas acudieron a sus ojos.
-Si pero… –
Comenzó a reclamar. Se recompuso en seguida, se dio la vuelta y limpió sus lágrimas. Se hizo aire con la mano después. Imposible que estuviera asi de tensa de la nada.
-Está bien… entiendo. No fue mi intención molestarle… –
Respondió ella luego de un momento. Tatemae puro y duro. No me sorprende, estamos en el trabajo pero… es que estuvo a punto de dejarlo caer, justo ahora.
-¿Qué tal si… tomamos algo en el descanso… y asi puede decirme que es lo que pasa? –
Pregunté. Ella volteó a verme, ahora insegura de querer decir la verdad solo asi.
No dijo nada. En lugar de eso, asintió y salió luego, casi corriendo.
———
A la hora del almuerzo, en vez de ir a donde los demás, salí simplemente por una soda a la máquina. Una vez allí, Kirara me alcanzó llevando su bolso.
-Otagane-san… ¿Tiene tiempo? –
Preguntó, más formal que de costumbre.
-Por supuesto. –
Respondí, tomando mi soda y recomponiéndome, ella sonrió levemente, y asintió. Salimos del edificio de Tekanoshi nuevo, y pasamos a un pequeño café que estaba cerca del edificio. Un sitio ligero y agradable donde no pudieran pensar mal de ella o de mí, incluso si nos vieran.
La clase de sitio a dónde vas cuando la intención es hacer negocios.
-¿Y bien? ¿Por qué no me dice que ocurre? –
Pregunté. Ella tuvo un sobresalto.
-Bien… yo no sé por dónde comenzar. –
Respondió ella, tartamudeando.
-Bueno, Habara dijo que… –
Iba a explicarle, pero ella me interrumpió.
-¿Habara? –
Preguntó. Ah, es que ella también se llama Habara.
-Mizumi-san. –
Me corregí. Ella suspiró.
-Entiendo. Bien… ella dice que tú puedes ayudarme, y tiene sentido porque, eres un hombre, seguro que pueden entenderse mejor… –
-Puede que tenga razón, aun asi pienso que cuando todo lo demás falla, el modo correcto es el directo. ¿Lo ha intentado? –
Pregunté, ella negó con la cabeza.
-No puedo. Estoy muy asustada ahora para algo asi. No es que tenga miedo de él ni nada, es solo, que, él nunca ha querido verme como a una mujer. –
-¿Cómo a una mujer? –
Pregunté. Kirara me parecía linda, no entendía cómo es que alguien podía verla como algo diferente, ella se explicó.
-Me ha gustado desde que estaba en el colegio. Pero bueno… creo que él siempre pensó en mí como una niña pequeña. Tarde mucho tiempo en afrontar ese sentimiento, me guardé para él pero… cuando lo hice, él ya estaba comprometido con otra mujer. –
Explicó ella. Eso sí que era mala suerte.
-Pensé que si eso lo hacía feliz entonces estaba bien. Estaba bien guardándome eso dentro de mi propio corazón para que él fuera feliz. Pero… ella ha sido mala con él. ¿Por qué tengo que guardármelo entonces? Esa mujer… –
Apretó los puños.
Recordaba un poco a Kurimo en sus reacciones.
-Solo necesito saber lo que piensa de mí, solo eso… si él piensa que no soy una buena mujer, o me encuentra molesta… yo… me rendiré… –
Ya estaba llorando por algo que no sabía. Se limpió las lágrimas luego.
-Lo siento yo… soy un poco nerviosa. –
Se disculpó después. Yo arquee una ceja.
-Jamás lo hubiera imaginado por el modo en que le conocí. Pero la gente suele ponerse más emocional cuando habla de esas cosas. –
Respondí, ella tomó un sorbo de su café para recomponerse.
-Siempre me pongo muy nerviosa cuando hablo de estas cosas, y estar cerca de él siempre hace que mi corazón lata con mucha fuerza. Por eso es que nunca puedo hacer realmente nada. He intentado acercarme a él antes, pero… siempre que eso pasa… mis nervios me traicionan. No quiero que él tenga problemas. Sé que un rumor asi podría hacer que lo echaran, no quiero eso. –
Explicó Kiarara, juntando las puntas de sus dedos.
-No se rinda. –
Dije yo. Ella volteó a verme, y juro que sus ojos brillaron.
-¿Eh? –
Preguntó.
-Si es cierto todo lo que dices, creo que el único que tiene derecho a decir si lo quiere o no, es él. Y por lo que veo, nunca le has preguntado. –
Comenté. Ella asintió.
-Mizumi dijo que besarlo por sorpresa no contaba. Y las palabras nunca salen. ¿Qué si dice que no? –
Preguntó Kirara-san, temblorosa.
-Puedo ir y hacer la pregunta pero… –
No quise continuar. Ella asintió con la cabeza, sabiendo perfectamente lo que yo no quería decir.
-Sé que hay una probabilidad, muy grande en realidad, de que él… –
Y comenzó a ponerse nerviosa de nuevo. Esta chica es incorregible.
-Primero necesita averiguarlo. –
Respondí, interrumpiéndola. Kirara suspiró.
-Es cierto… lo siento… –
Ah, cielos. Acabo de meterme en un problema, según veo.
-Vamos. Tenemos que volver. Haré esa pregunta en cuanto considere que es buen momento. Habara-san tiene que prometer ser paciente. ¿De acuerdo? –
Después de eso, ella vació su café, yo vacié el mío, y volvimos al edificio. Alguien llamó por teléfono a Kirara en ese momento y nos separamos. Yo iba pensando ¿Cómo llegar a un sujeto con quien básicamente no tienes contacto y le preguntas algo asi de personal?
No era como preguntar a Sushake, por ejemplo.
Lo pensé durante el resto del turno. Espero que esos dos puedan realmente llevarse bien. No creo que tenga nada de malo, pese a lo que todos piensan o pretenden pensar.
Fue mientras iba camino a casa, que dando la vuelta en una esquina, un letrero llamó mi atención. Era sobre el estreno de alguna película que ahora mismo no es importante. Lo que si era importante, es que me acerqué para leerlo y allí fue cuando choqué con ella.
-Oh, lo siento señor… yo… –
Comenzó a disculparse.
-No, está bien, fue mi error de todos modos…. –
Respondí, y me quedé callado. No podía ver con claridad porque estaba un poco oscuro, pero reconocí el tono de voz. Era Ayasara Sensei.
Quien por cierto negó ser ella misma.
-¿No eres Ayasara…? –
Pregunté, iba a decir Sensei, pero no pude completar, ella se dio la vuelta.
-No sé de qué me está hablando… tengo que irme. –
Huyó justo como Ayasara Sensei lo haría. Echó a correr. ¿Por qué corrió? Me preguntaba. Yo estaba feliz de verla, admito que eso me hizo pensar que podía estar confundido. Hacía algo de frio y esta mujer llevaba un abrigo, yo nunca la había visto asi… A ver… aún tenía su número… creo que nunca hubo un mejor momento para marcarle que ahora.
El teléfono sonó y sonó, pero no hubo respuesta. Comencé a caminar básicamente sin rumbo, mientras marcaba, volviendo sobre mis pasos, hasta que escuché el sonido de un celular sonando mientras el mío intentaba contactarlo.
Me acerqué al sonido, y así fue como di con ella, estaba sentada en una de las bancas cerca de la estación del tren, su celular estaba sonando en su bolsa de mano, que ella había puesto a un lado de ella. Aun asi, ella no respondió, ni siquiera hizo el esfuerzo de sacarlo.
Guardé mi teléfono y la miré. Se veía tan linda, peinada y maquillada como si fuera una estrella de televisión, un abrigo enorme que parecía más pensado para lucir que para abrigarse. Mirando hacia arriba con la cara recargada en sus manos, las uñas pintadas de color rojo que resaltaban en sus manos blancas con el reflejo de las luces nocturnas.
Me sentí como en un dorama por unos momentos.
Me acerqué lentamente.
-¿Ayasara-Sensei? –
Pregunté, ella no volteó a mirarme para nada.
-¿Disculpe? ¿Quién es usted? ¿En qué le puedo ayudar? –
Preguntó Ayasara Sensei. Estaba MUY enojada por lo que podía ver, ni hablar, era mi culpa.
-Yo… solía ser su alumno… Otagane Toshikane es mi nombre. –
Respondí, ella hizo como si no recordara, o peor, como si no importara.
-¿Eh? Ah, entiendo. Un antiguo alumno. ¿Y que desea? –
Me habló con una formalidad que rayaba en lo absurdo.
-¿Puedo sentarme? –
Pregunté. Ella suspiró.
-Por supuesto. Yo ya me iba. Disculpe que no pueda quedarme, no puedo permitirme poner más atención en alguien que miente. Con su permiso, Otagane-san. –
Dijo y se puso de pie.
-Sensei… –
La llamé, pero ella no respondió. Solo se fue.
Ah, seguro que la había liado con la profesora. Ni siquiera lo noté. ¿Cuánto hacía que no la veía? Desde que terminaron las clases. Con todo lo que pasó simplemente no lo pensé. Pero esas eran las excusas de un tonto.
Al menos me gustaría pedir perdón.
Aun recordaba dónde estaba su casa. Era un poco tarde, pero con sinceridad, sentí que si no lo hacía ahora, no podría hacerlo nunca. Otra cosa es que, incluso si llego hasta allí ¿Qué voy a decirle? Ella puede incluso pensar que la estoy acosando.
Ni que hacerle. Pediré perdón y saldré de allí. Al menos eso puedo hacer.
Fui directamente a casa de Ayasara Sensei después de eso, al menos las luces estaban encendidas, eso quiere decir que estaba en casa, algo me dijo que ella vino a casa directamente esperando que esto pasara, pero eso y esto son dos cosas diferentes, y contrario a todas las otras veces, estaba aquí para disculparme con ella.
Toqué el timbre.
Esperé. Y esperé. Y esperé. Nadie abría.
Toqué de nuevo. Por si aquello no fuera suficiente, parecía que llovería. Después de unos momentos, ella abrió. Todavía estaba en sus ropas elegantes.
-Oye. ¿Qué se supone que te ocurre? No puedes simplemente venir y… –
La interrumpí haciendo una amplia reverencia.
-Lo siento mucho… –
Me disculpé mientras bajaba mi cabeza.
-¿Lo sientes? –
Preguntó ella, cruzó los brazos.
-Bueno, es que fui un idiota, por eso me estoy disculpando. Lo siento. –
Ayasara-Sensei abandonó su fachada de “No sé quién eres” pero no por eso estaba contenta.
-No debiste venir. –
-Perdón… –
Respondí de nuevo.
-Ya no digas nada. Sólo… déjame sola. Ya está. Haz tu vida. Sé feliz. –
Me dijo, se dio la vuelta, pero no cerró la puerta, fue más como que no la dejé que cerrara la puerta.
-Sensei, no fue mi intención hacer daño, pasaron cosas y… –
Ella me detuvo.
-Ya he llorado bastante por un dia, he llorado bastante por toda la semana… sólo vete a casa. Yo… ya no soy tu Sensei, ni siquiera quería que volviéramos a encontrarnos. Me cambiaré de escuela y no volverás a verme. Olvídame. –
No sé. Desde un principio, no me gustó la idea de que ella simplemente afectara su trabajo por esto. Por otro lado, puede que estuviera muy consiente ahora de lo mucho que Ayasara-Sensei me gustaba.
-Por favor, no haga eso… –
Sensei volteó a verme.
-Si no quiere, no volveré a insistir en nada, seré solo un alumno. Solo… no se vaya. –
-Egoísta. –
Dijo ella. Bajé la cabeza.
-Sólo piensas en ti mismo. ¿Has pensado en mis sentimientos? Ni siquiera ahora, que te lo estoy pidiendo por favor… –
Me regañó, enfadándose.
-Es cierto. No pensé en sus sentimientos. Lo lamento. –
-Vete a casa. –
Respondió ella. Y comenzó a cerrar la puerta. La detuve, esta vez literalmente, poniendo mi mano en la puerta.
Si mal no recuerdo, ella quería ser una pareja y tener citas y eso.
-Tenga una cita conmigo. –
Pedí. Ella abrió la puerta, pero volvió a rechazarme.
-No puedo. Ya no puedo. No más. –
Respondió.
-Solo será una vez. Le dejaré en paz luego. –
Ayasara Sensei hizo una pataleta.
-¿Por qué nunca escuchas lo que digo? ¡He dicho que no puedo! Nunca debí aceptar esto en primer lugar. ¡Está mal! –
Se quejó ella.
-Eso no me importa… –
Respondí.
-A mi si… –
-Eso debió pensarlo antes de decir que sí. –
Repliqué. Yo podía ser igual de irracional.
-Yo no quería decir que sí. ¡Tú me obligaste! ¡Dijiste que te gustaba! –
Se quejó ella.
-Es la verdad. –
Repuse.
-No es cierto. Tu solo querías mi cuerpo. Querías cumplir tu estúpida fantasía, me usaste. ¡Nunca pensaste en mí! –
Suspiré. Esto se estaba saliendo de control. Ahora estaba peleando con ella, y no vine aquí a pelear. No esperaba que ella corriera a mis brazos después de que le dije que la buscaría y me olvidé ¿cierto?
-No es eso… es que. –
Respondí.
-Mentiroso… manipulador… –
Respondió ella, estaba llorando.
-Si podemos tener una cita, sabrá que no estoy mintiendo. –
Respondí, poniéndome firme.
-¿Ahora mismo está bien? –
Preguntó ella, cruzando los brazos.
-Bueno… –
Dudé. Era un poco tarde. Seguro que Akane y Kurimo se preocupan. Seguro que Sanae se enoja.
-¿Lo ves? Solo vete a casa… –
Respondió ella. Aun tratando de dejarme. No iba a rogar, pero es que si me sentía culpable. Es la verdad. Otra cosa es que la culpa no estaba siendo muy útil ahora.
-No, no es eso. Ahora está bien. Es solo que… bueno, no hay muchos sitios normales que digamos… –
-Viniste aquí sin un plan… –
Respondió ella, molestándose aún más.
-Si… –
Admití, bajando la cabeza.
-No estoy segura de que valga la pena. –
Creo que tenía que ser un poco más directo con ella.
-Vine aquí a verla. Estaba desesperado por verla. –
-No tienes que mentir. –
Respondió ella, encogiendo de hombros. Al menos había cambiado el “No te conozco” por el “No me importa.” Eso era algo. ¿O no?
-No estoy mintiendo, que no sepa lo que haré ahora mismo prueba que estaba desesperado ¿No es verdad? –
Pregunté, avanzando, ella retrocedió, de una forma un tanto diferente a la usual.
-De lo único que es prueba es que nunca pensaste en mí. –
Se quejó ella, yo suspiré.
-¿No se puede? ¿Sin importar lo que haga? –
Pregunté. Ella me miró por unos momentos.
-Bien, ya que tanto quieres, sacarme de mi casa, con este clima, cuando menos supongo que puedo esperar que lleves el paraguas. –
De verdad que estaba enojada conmigo. Pero pese a todo, tomó su paraguas. Cruzamos luego la puerta del jardín.