Haru No Yurei - Volumen 4: 21. El amor es dulce.
Capítulo 21: El amor es dulce.
El día siguiente fue un día especial. Era cumpleaños de Kurimo, y por cómo habían pasado las cosas y como estaban mis horarios en el trabajo, yo no tenía que ir a trabajar.
Todo comenzó porque Akane me despertó con el ruido de la cocina.
Me incorporé como pude y me encontré con que Akane estaba cocinando, junto con Habara. Estaban llevándose bien, y como la última vez, no había nada en sus actitudes que recordara la actitud que Akane tenía con Habara durante el dia de ayer.
–El desayuno estará listo en un segundo. Solo espera. –
Dijo Akane, yo levanté una mano.
–Akane, no necesitas apresurarte. –
–Sabes qué día es hoy ¿Cierto? –
Preguntó Akane, yo asentí con la cabeza. Es que es cumpleaños de Kurimo.
–Lo sé. –
Respondí.
–Muy bien, entonces, ve a lavarte, y haz bajar a Akiyama–chan y a Hanagima–chan… En silencio. –
Respondió Akane. Habara parecía estar disfrutando lo que hacía. Tal vez le gustaba cocinar, y estar al lado de Akane todo el tiempo posible.
Lo primero que hice fue entrar a la recamara de Sanae. La encontré completamente desnuda, mirando su ropa interior, como decidiendo cual iba a usar. Sanae volteó a verme, pero en lugar de gritar o cualquier cosa (lo que agradezco mucho) ella solo miró al suelo y puso sus manos atrás.
Es decir… ¿Justo ahora?
Me acerqué a ella en silencio y la sostuve del hombro.
–Sanae, escucha. Necesitamos bajar ahora mismo. –
Le dije. Pude ver la marca de decepción en su cara.
–Pero… –
–Lo sé. Lo sé. Claro que quiero. Pero es cumpleaños de Kurimo ¿Comprendes? Y necesitamos ayuda. Lo compensaré después. Es una promesa. ¿Puedes esperar hasta entonces? –
Pregunté. Ella ladeo la cabeza un poco.
–¿Es cumpleaños de Hatami–chan? –
Preguntó Sanae, todavía muy convencida de que valiera la pena para ella, supongo.
–Lo es. Y necesitamos tu ayuda. Prometo que después te pondré toda la atención que tu quieras. Pero ahora mismo, quiero que nos ayudes con esto. –
Era más que lógico que Sanae esperaba que lo hiciera con ella. Es decir, ella me lo dijo anoche, se esforzó, y cuando entré de la nada, había algo de ilusión en su rostro. No quiero que ella piense que no me importa o que no lo tomo en cuenta.
Sea como sea, a Sanae siempre le ha agradado Kurimo. Eso ayudó a que no se sintiera rechazada. Y que yo jamás he rechazado a Sanae.
Nunca.
–De acuerdo. Yo entiendo… –
Explicó Sanae, infantilizando su voz.
–Muy bien. Entonces, sé una niña buena, y termina de vestirte pronto. ¿Comprendes? –
Pregunté y Sanae asintió con la cabeza.
Luego de eso fui a donde Mizore. Ella aun dormía.
Lo pensé por unos segundos, antes de acercarme y colocar un beso en sus labios. Ella abrió los ojos sorprendida en cuanto tomó conciencia de que estaba siendo besada, y me echó ambos brazos al cuello.
–Mizore… Mizore… espera. –
Le dije.
–No te vayas… no te vayas. –
Fue su respuesta, al tiempo que se acomodaba, todo eso sin soltarme el cuello y buscando besarme de nuevo.
–Mizore, tenemos que levantarnos. Hay algo que hacer. –
Expliqué. Ella me soltó y suspiró.
–No debí esperar menos de ti. Mira que despertar a una chica con un beso para nada. Has alcanzado un nuevo nivel de… –
Se quejó, golpeándose las rodillas con las manos.
–Nada de eso. Ya deberías saber que hoy es importante. –
Respondí, ella me miró por unos segundos.
–Bien… ¿Y como vas a evitar que llore? Porque quiero llorar ahora mismo… –
Se quejó Mizore, aunque estaba sonriendo.
–Si lloras o no lloras voy a castigarte igual, pero si no lloras, te prometo que lo haré mas soportable. De otro modo… –
Respondí, llevándome una mano a la barbilla.
–Ay, esta bien. No lloraré… tú eres… –
Se quejó.
–Nada. Ahora, vístete y baja cuando antes. Akane nos quiere a todos abajo. –
Respondí. Bajé después de eso, y Mizore y Sanae después de mi. Cuando bajamos, Habara no estaba en la cocina. Supuse que había sido enviada a comprar algo. Y como era de esperarse, Akane comenzó a organizar las cosas.
–Ya que es cumpleaños de Hatami–chan hay varias cosas por hacer. –
Comentó ella. Parecía que estaba hablándole a su pelotón. Incluso estábamos formados y yo estaba pensando en gritar “si mi sargento” como en las películas. No lo hice porque Kurimo seguía dormida, e imagino que Kaminari también.
–Muy bien, lo que yo voy a hacer es hablar con mi padre para asegurarme de que la señora va a venir aquí. A Hanagima–chan le toca la cocina, creo que eso es lo más importante. –
Explicó Akane.
A decir verdad, tenía mis dudas acerca de que Kurimo quisiera ver a su madre, pero de todos modos, pensaba que es su madre y tiene derecho a ver a su hija.
–Mientras arreglamos eso, Toshikane y yo tenemos que conseguir el pastel de cumpleaños. Supongo que Akiyama–san puede llevarnos. No vamos a querer que el pastel se arruine en el camino ¿cierto? –
Preguntó. Sanae negó con la cabeza.
– ¿Por qué tengo que ir yo con ustedes? –
Pregunté.
Akane me miró feo. Mizore también.
– ¿Porque sería peligroso que te dejáramos a solas con ella? ¿Tal vez? –
Preguntó Akane.
–No vas a querer que su madre y su hermano lleguen aquí y encuentren un desastre parecido al que encontramos ese dia ¿Cierto? –
Preguntó Mizore. Bueno, es que ahora había alguien más aquí pero… ya que diablos.
–Queremos que salga bien. Ustedes pueden celebrar después como deseen, pero ahora mismo, gente importante va a venir. En realidad, mi padre hizo mención del tema hace un par de días. La señora Hatami está preocupada, y quiere ver a su hija. Creo que su cumpleaños es un buen momento. –
Comentó Akane. Ah, de allí la idea. Yo suspiré. Espero que esto salga bien.
En ese momento, Kurimo bajó las escaleras, aun en pijamas y tallándose los ojos. Era linda. Ni rastro de Kaminari.
– ¿Por qué el alboroto? –
Preguntó, soñolienta. Akane le dio una escoba.
–Te toca limpiar. –
Dijo. Yo miré a Akane ¿En verdad? ¿Incluso hoy? Me preguntaba, pero Kurimo lo aceptó con la mayor de las naturalidades.
–Ya habíamos acordado los días. –
Comentó Akane, mirándome.
Una cosa que no tuve mucho en cuenta, es que a ella (y al parecer, a todas) le gusta organizar cosas. Creo que yo soy del tipo que hace las cosas como van saliendo. Tal vez ese sea un poco mi problema.
–Iré a cambiarme y empezaré… –
Dijo Kurimo, luego me miró, me sonrió y subió las escaleras.
–Uff… eso estuvo cerca. –
Comentó Akane. Así que era sorpresa después de todo. Me alegraba haber contenido mis ganas de decir “feliz cumpleaños” prematuramente.
–Minase también va a venir. –
Comentó Sanae. Si bueno, es que era normal que su mejor amiga quisiera venir a verla. No sé si merece el título de “la mejor” pero seguro que si son muy cercanas.
–Me lo suponía, somos mucha gente. Tendrá que ser un pastel grande. –
Comentó Akane, mirando su monedero. Y como yo no soy muy bueno organizando ocasiones asi, solo me quedé callado como buen hombre y dejé que ellas hicieran los planes.
– ¿Quiénes vienen? –
Pregunté. Un poco… asustado de que mi casa no fuera lo suficientemente grande. Sanae respondió.
–Pues, Minase y creo que otra de sus amigas, o eso dijo ella. –
–Mi padre, la madre de Kurimo, y puede que su hermano también… oh cielos. –
Explicó Akane.
–No te preocupes, puedo con esto. Solo asegúrense de traer todo. –
Respondió ella. Después lo entendí. A ella le tocó la cocina.
–Además, todas vamos a ayudar con los platos luego. –
Apuntó Sanae. Yo sonreí. Akane me miró feo.
– ¿Qué pasa? –
Preguntó, porque pensó que me estaba burlando.
–No es nada, es solo que me alegra que se lleven bien. –
Respondí. Era la verdad, mirarlas a todas organizar esto era agradable para mí. Akane respondió como se espera de alguien obsesionado con que los planes salgan como deben.
–Sí, sí, alégrate en el camino, ahora vamos o no acabaremos a tiempo. –
Dijo. Bajé la cabeza y respondí.
– ¡Señor, sí señor! –
No pude evitarlo. Akane se enojó.
– ¿Cómo? –
–No es nada. –
Respondí, Akane suspiró.
–Toshikane… tú eres… –
Y se dio la vuelta. Ni siquiera quiso terminar de decirlo.
Sanae la siguió sin decir nada. Mizore fue a la cocina por no sé qué cosa. Yo solo seguí a Sanae y Akane por la puerta de entrada.
–––––––
Mientras Akane y Sanae encendían el auto. Se acercó Kamine hasta donde yo estaba. ¿Recuerdan lo que dije de las fiestas de cumpleaños? ¿No? Pues ella sí.
– ¿Qué está pasando? ¿Por qué el alboroto? ¿Tus esposas se cansaron de ti y ahora se mudarán? –
Preguntó Kamine, con su estilo de humor habitual.
–Haremos una fiesta sorpresa, eso es lo que pasa. –
Respondí yo, por alguna razón, en voz baja a pesar de que estábamos afuera y la cumpleañera estaba dentro de la casa.
–Pues muy sorpresa no creo que sea. Es decir, se nota que algo sucede. Por otro lado ¿Qué no dijiste que las fiestas eran algo infantil? –
Preguntó Kamine, poniendo una mano en su cintura.
–Pues tuve que cambiar de opinión… –
Kamine sonrió.
–Pues espero que sea divertido. Yo no puedo ir porque tu princesita tonta se enfadaría, pero sé que Mizore está allí, quizá pueda conseguirme un trozo de pastel… –
Kamine todavía la llamaba asi.
Hace bastante que dejó de ser verdad, si cualquiera me lo pregunta, pero eso Kamine no lo sabe. Antes de que yo pudiera decir cualquier cosa, ella señaló el auto.
–Creo que te están esperando… –
Comentó Kamine, mirando al auto.
–Es cierto, hablemos después. –
Respondí, Kamine encogió de hombros mientras me despedía, y entré en el auto.
–Lo siento. –
Dije a Akane y Sanae.
–No lo sientas, contaba con eso… –
Respondió Akane, pero estaba molesta. Es que a ella le desagrada Kamine.
– ¿Contabas con que me encontraría con Kamine afuera de la casa? –
Pregunté. No era posible que hubiera planeado eso. Sanae arrancó.
–Siempre vas por allí haciendo lo que te viene en gana. Claro que contaba con que tú… –
Y se detuvo. Luego miró a otro lado y suspiró.
Sanae volteó a verla, sin hablar. Akane suspiró de nuevo y bajó la cabeza.
–Perdón… perdón Toshikane… no era mi intención, solo olvida lo que dije. –
Dijo ella, aunque yo no entendí por qué ella se estaba disculpando.
–Estas cosas me ponen muy tensa, y siempre que esto pasa, termino diciendo cosas que no quiero decir. Lo lamento. –
Respondió Akane. Bueno, no estaba mintiendo, la vez que vino su padre antes también se puso muy tensa, luego se sintió mal. Era la verdad. Por otro lado, bueno, no es como que eso me haga enfadar. La entiendo, hasta cierto punto.
Si orgullo como ama de la casa está en juego.
Se recargó en mi hombro en silencio, en ese momento, la curiosidad (o los celos) de Sanae pudo más que ella y preguntó.
– ¿Y de que hablaban? –
Preguntó ella. Akane me miró. Decidí ser honesto, no quiero que Sanae empiece a sospechar de Kamine también.
–Bueno, estaba comentándole que haremos una fiesta para Kurimo, y por eso el alboroto. Ella se ha burlado porque hace algún tiempo le dije que las fiestas eran infantiles. Ella me lo ha restregado en la cara. De eso hablábamos. –
Expliqué, Akane me empujó levemente.
–Las fiestas no son infantiles. –
Se quejó Akane.
–A mí me gustan las fiestas de cumpleaños. Perdón por ser infantil entonces. –
Reclamó Sanae también.
–Si bueno, a decir verdad, creo que decir que son infantiles es mi defensa nada más. –
Comenté.
– ¿Defensa? ¿De quién? –
Preguntó Sanae, parecía que mi comentario la había hecho enojar.
–Pues… como crecí en un orfanato, no tenía algo como una fiesta de cumpleaños. Creo que era más fácil para mí solo decir que son infantiles. Dolía menos si lo pensaba de ese modo. –
Silencio absoluto.
Me di cuenta de lo que había dicho una vez que miré sus caras cuando se hizo el silencio. Sanae venía conduciendo y detuvo el auto, Akane solo me miró.
–Yo… emmm… –
Comenzó a decir Sanae, pero se quedó sin palabras.
–Lo siento, no quise poner un mal ambiente… –
Dije, Akane me abrazó.
–No, no te preocupes. Tu estas bien. Te haremos una fiesta en tu cumpleaños. Promesa. –
Dijo Akane.
–No hace falta… –
Respondí. Es que… he acabado por pensar que si son infantiles.
–Claro que sí, las fiestas de cumpleaños son lindas, ya lo verás. –
Respondió Sanae, ansiosa por repararlo, yo creo. Pero entonces, afortunadamente encontré como dispersar el mal ambiente.
–Ni siquiera saben cuándo es. Solo hay una persona en este mundo que lo sabe. –
Les anuncié.
– ¿Y no vas a decírnoslo? ¿Quién es esa? –
Preguntó Akane, un poco ultrajada.
–Ah, ese es el punto. No es una chica. Es cosa de hombres. –
Respondí, ambas me miraron de mala manera.
–Si quisieras, yo te diría mi cumpleaños. –
Ofreció Akane, pero no hacía falta.
–Siete de febrero. –
Respondí inmediatamente. Lo sabía, lo he sabido desde hace mucho.
–Eso no es justo. –
Respondió ella, cruzando los brazos.
– ¿Y el mío? –
Preguntó Sanae.
–Veamos… recuerdo claramente varias veces que cierta señorita reclamó doble regalo el tres Marzo. Me pregunto ¿Por qué? –
Respondí, Sanae se sonrojó.
–Bueno, si lo recuerdas. –
Ella nunca me lo dijo, pero no importa, eso la hizo feliz.
– ¿Qué hay de Hanagima? –
Preguntó Akane, creo que estaba probándome. Yo solo respondí.
–Diciembre, veintitrés si mal no recuerdo.. –
Respondí. Akane hizo un berrinche.
– ¿Por qué nosotras no sabemos el tuyo? Eso no tiene nada de justo. –
Reclamó, Sanae asintió.
–Es un pacto sagrado que hice con una persona. En la que no le diríamos a una chica nuestro cumpleaños nunca. –
Dije eso tratando de sonar genial. Por supuesto que eso no les pareció genial en absoluto.
–Pues que pacto tan horrible. –
Se quejó Sanae. Yo suspiré.
–Bueno… la verdad es que hicimos eso porque la entonces novia de Sushake rompió con él justo antes de su cumpleaños para no tener que comprarle nada por ello. Yo solo quería apoyar a mi amigo. –
Expliqué, Akane asintió, supongo que eso tiene más sentido para ellas.
–Supongo que a estas alturas Kamine sabe el cumpleaños de su novio. Asi que si esto sale bien, les diré mi cumpleaños a todas. Promesa. –
Respondí. Eso las dejó más contentas. Finalmente bajamos del auto.
–Minase dijo que comprarían el regalo para Hatami–chan y esperarían por nosotros, así que tenemos que hacer la compra del pastel mientras tanto o no tendremos tiempo. –
Explicó Sanae. Por supuesto que esperaban que yo cargara la caja ¿Cierto?
–Comprendo. –
Respondí. Akane miraba los pasteles (y los precios) como tratando de decidir cuál era más conveniente. Finalmente, entramos a una pastelería elegante.
– ¿Por qué no pudimos solo pedírselo a tu padre? –
Pregunté a Sanae en voz baja.
–Porque tendría que hablar con él, y puede que no quiera de todos modos. Y no voy a ir allí a rogarle. –
Se quejó Sanae. Tuve la impresión de que había algo más allí, pero no tuve tiempo de preguntar ¿Qué era eso?
Akane se acercó a la señorita de la recepción y habló con ella. Creo que ellas ya tenían el pastel en la mente cuando entramos. Yo solo me limité a mirar. Aquí todo era blanco, los muebles, los pisos, incluso los pasteles, al menos, la mayoría. Se veía que era la clase de sitio a donde acudías en caso de una celebración.
El color contrastaba con los uniformes de los empleados, con uniformes negros. Se veía muy elegante. Por supuesto que los pasteleros vestirían de blanco, pero ellos no estaban a la vista.
La señorita de la caja llamó a Akane, yo fui con ella, esperando tener que cargar la caja.
La señorita me miró como si hubiera visto un fantasma. No le presté atención hasta que escuché su voz.
Voltee a verla, ella me miró a mí.
–Tú de nuevo. –
Se quejó ella. No parecía muy contenta. Yo suspiré.
– ¿Disculpa? –
Preguntó Akane, tomada por sorpresa.
–No es nadie, no importa. –
Le dije a Akane, olvidando por un momento que Migiwa–san jamás podría soportar esa clase de actitud de mi parte.
– ¿Qué rayos haces aquí? Creí que me había librado de ti. ¿Vienes a perturbar mi empleo también? ¿Es eso? –
Migiwa–san estaba enfadada conmigo por lo que pasó antes con el hermano de Sanae, yo creo.
– ¿Quién es esta persona, Toshikane? –
Preguntó Akane, llevándose la mano en la cintura.
–Es… alguien que conocí en la escuela elemental. Tomemos el pastel y vámonos. –
Respondí.
–Largo de mi tienda. Largo de mi mundo. Largo de vivir. –
Respondió Migiwa–san. Akane intervino, es que ella no podía comprender lo que llevaba a una empleada a actuar así.
– ¿Disculpa? ¿Es así como tratas a los clientes? –
Preguntó Akane.
–Lo siento señorita. No era mi intención gritar frente a usted. –
Se disculpó Migiwa, pero inmediatamente después volvió a rabiar mientras me veía.
–Imagino que no, ahora solo… cóbrame ¿Quieres? Mi esposo y yo tenemos que irnos. –
Migiwa volteó a verme.
–¿Porque tienes que seguir perturbándome? ¿No te bastó con la humillación que tuve que pasar por tus ideas raras? –
Sanae se acercó por el alboroto, y ahí fue donde Migiwa guardó silencio.
–¿Que está pasando? –
Preguntó Sanae. Yo señalé a Migiwa. Sanae tuvo problemas para reconocerla.
–Tu eras… la novia de Misato ¿No es cierto? –
–Si. –
Respondió ella, bajando la cabeza. Akane se llevó una mano a la frente.
–¿Humillaste a esta chica, Toshikane? –
Preguntó Akane, suspirando.
–¿Que? No. Ella estuvo con su novio. Solo eso. Algo alcancé a escuchar pero… yo no diría que fue humillante. –
Respondí. Migiwa se puso roja de la cara.
–Claro que fue humillante. –
Sanae se enfadó.
–Ah, entonces te parece humillante ser la novia de Misato. Se lo diré. –
Amenazó Sanae. Migiwa la miró alarmada.
–No… no es eso lo que dije… es que… –
Sanae giró la cara con un gesto. Migiwa se sostuvo del mueble donde estaba la caja, hasta aquí pude escuchar como crujía al tiempo que ella apretaba sus puños. En ese momento llegó el gerente de la tienda.
– ¿Migiwa–kun? ¿Pasa algo? –
Preguntó el gerente. Ella se volvió a él.
–Nada pasa. Todo está bien. Todo esta tan perfecto y ordenado como siempre. –
Akane iba a decir algo, pero le puse la mano en el hombro. Esto era entre ella y yo. No sería correcto involucrar a más gente. El gerente nos miró, sonrió y se fue.
–No comprendo. ¿De dónde la conoces? –
Preguntó Akane, dispuesta a llegar al fondo. Yo suspiré. Mejor se lo decía.
–Como dije, la conocí en la escuela elemental. Siempre ha estado algo mal de la cabeza. Creo que las ondas de radio de su casa la hicieron asi. –
Dije. Akane se llevó la mano a la frente.
– ¿Es tu novia de la escuela elemental? –
Preguntó Akane.
–Nunca. –
Respondió Migiwa–san.
–Ya que vas a estar discutiendo con mi esposo hasta que me traigan lo que pedí ¿Te importaría presentarte? –
Preguntó Akane, no estaba de buen humor, pero tampoco estaba celosa.
–Migiwa Honoka. Un placer. –
Respondió ella.
–Y solo para aclarar, yo jamás me acercaría a un sujeto como él. Él era la persona más horrible que jamás he conocido, siempre provocando desorden y corriendo por los pasillos, gritando vulgaridades, el enemigo del orden, y del género femenino. –
Se quejó ella.
–Era más bien como mi Némesis… –
Le dije a Akane, ella suspiró.
–Ay, el solo recordarlo me da dolores de cabeza. –
Respondió Migiwa–san. El ayudante llegó con el pastel y yo lo tomé.
–Creo que es todo. Nos vamos. Que tengas buen día, Migiwa–san. –
Se despidió Akane. Sanae permaneció callada de vuelta al auto, yo llevaba el pastel, Sanae solo se limitó a abrir la puerta de la caja del carro.
–No te enfades Akane. –
Le dije cuando dejé el pastel.
–No me gusta que hablen así de mi esposo. –
Respondió ella, renuente.
–Bueno, la verdad es que ella era la delegada del salón, y yo si era muy problemático. Creo que si le ocasioné muchos problemas. –
Le dije, rascándome la parte de atrás de la cabeza.
Akane me miró a los ojos.
–Querías atención. Lo cual me parece muy lógico. Y creo que si ella hubiera sido un poco considerada hubiera tratado de entender tu situación. No había forma de que en una escuela elemental eso fuera un secreto. –
Respondió Akane. Eso no tenía sentido. Éramos niños. Por supuesto que no iba a ser considerada, pero eso a Akane no le importaba en absoluto.
Cerré la caja del auto y ella me sonrió.
–Honestamente no creí que volvería a verla. Casi me había olvidado de que existió. –
Respondí, como tratando de darle a entender, que no era tan grave.
–Olvidar y perdonar todo es tu manera de hacer las cosas, Toshikane. –
Respondió Akane y subimos al auto luego.
––––––––––
Paramos una vez que estuvimos cerca de un centro comercial.
–Tengo que llamar a Minase. –
Comentó Sanae, yo no había dicho nada en todo el rato, Akane suspiró, no puedo decir que se nos estaba haciendo tarde, pero es que Akane se presiona un poco con esto.
No habían contestado cuando tocaron la ventana.
Minase estaba allí fuera del auto, parada con una caja algo grande que parecía ligera, pero difícil de sostener. Sanae bajó del auto.
–Minase. Estaba marcándote justo ahora. –
Se quejó Sanae. Minase encogió de hombros.
–No iba a contestarte si estoy justo frente a ti. Estabas muy distraída, Onee–san. –
Comentó. Junto a ella, estaba parada una chica joven con cabellos como de taladro.
–Nanawa–chan viene conmigo. ¿Iremos ya con Hatami–chan? –
Preguntó después.
–Nana–chan, me alegra que hayas podido venir. –
Saludó Sanae. Al parecer, se conocían.
–Akiyama Onee–san, estaré a su cuidado. –
La chica amiga de Minase saludó educadamente mientras Minase la miraba. Muy satisfecha de sí misma. Espero que el regalo lo valiera.
–Bueno, vamos, ya no nos queda demasiado tiempo. –
–Yo quiero sentarme enfrente. –
Comentó Minase. Sanae negó con la cabeza.
–No vas a dejar a Nanawa–chan ir atrás ¿cierto? –
Preguntó Sanae. Minase lo pensó por un momento y abrió el asiento de atrás para entrar. Sanae suspiró y acompañó a la recién llegada para abrir la puerta del copiloto, donde se sentó. Minase pareció darse cuenta de que yo estaba allí en ese momento.
–Hola Toshikane–kun. No te había visto. –
Comentó, casual. Akane la miró.
–Fumishi–san… buenos días. –
Tuvo que reprimirse frente a Akane, que comenzaba a proyectar una imagen un tanto… intimidante.
–Buenos días. –
Para distraer la atención de la forma en como me saludó (Que Minase sospechaba que era lo que tenía a Akane asi) presentó a su amiga.
–Ella es Nanawa–chan. Ha sido nuestra amiga desde que empezamos en el colegio. –
Comentó. Sanae la miró retraerse sin decir nada en el asiento del copiloto. Creo que Sanae tomó la mejor opción cuando la hizo sentarse enfrente.
–Mucho gusto, Nanawa–chan. Me alegra que estés aquí. Es un placer. Mi nombre es Fumishi Akane. Espero que podamos llevarnos bien. –
Akane saludó educadamente mientras el auto arrancaba. Minase se volvió hacia mí.
–¿Y cómo está Hatami–chan? ¿Le gustó la cita? No he podido hablar con ella para nada. –
Se quejó Minase. Yo asentí.
–Pues, está feliz, más que de costumbre, y pienso que eso es algo bueno. –
La chica volteó a vernos. Creo que esperaba que yo también me presentara, pero Minase lo hizo por mí.
–Ah. Es el novio de Hatami–chan. –
Comentó. Nanawa–san abrió los ojos todo lo que pudo.
–¿No dijiste que era el novio de tu Onee–chan? ¿Es otra persona de la que hablabas? –
Preguntó ella a Minase. Akane se llevó la mano a la frente. Es que era difícil de explicar. A Minase no le pareció tan difícil, de todos modos.
–Lo es. Larga historia. No quieres enterarte. –
Explicó sin explicar nada. Nanawa me miró por un momento.
–No me parece tan atractivo. –
Comentó la chica.
Genial. Otra loca.
A mí se me encogió el estómago. Sanae volteó a verla, Akane también, y se enfadó un poco.
– ¿Disculpa? –
Preguntó Akane enfadándose. Minase encogió de hombros.
–Creo que eso es algo bueno. No quieres tener tanta competencia, créeme. Te está bien con perseguir a Saito–kun. –
Respondió Minase. Yo creo que su intención era hacerla avergonzarse, pero ella negó con la cabeza, con voz tranquila. Yo me recargué en el respaldo y tomé la mano de Akane, sin decir nada.
Las chicas de colegio están todas chifladas.
No debería prestar tanta atención.
–No me interesa Saito–kun. –
Respondió Nanawa.
–¿Eh? ¿Por qué no? Es tan amable contigo… –
Se quejó Minase pero la chica solo encogió de hombros.
–No me interesa. Es un tonto, se la pasa jugando siempre. Demasiado infantil. –
Respondió Nanawa encogiendo de hombros.
Supongo que para las chicas de colegio, ese es el tema principal de conversación. Los hombres en el colegio solo sabemos hablar de pechos. Akane sonreía, pero no sabría decir exactamente porque, luego, sin hacer mucho alarde al respecto, tomó mi mano.
Cuando volvimos a la casa y yo bajé del auto, para poder tomar el pastel, fui hacia la caja del auto.
Y como no me fijé demasiado, un automóvil tuvo que frenar para no arrollarme. Akane no estaba mirando pero Sanae si, y palideció al instante.
– ¿Es que eres un tonto? –
Preguntó Sanae, enfadada y asustada.
–Lo siento. No me fijé, lo siento… –
Comencé a responder. El padre de Akane bajó del auto que estuvo a punto de arrollarme. Hasta yo lo pensé, qué irónico.
– ¿Y bien? ¿Qué es lo que tienes que decir esta vez? –
Preguntó el hombre, mitad en broma. Yo me disculpé con Sanae y luego me disculpé con el señor. El solo batió la cabeza.
–Tienes que tener más cuidado con los autos. –
Se quejó Sanae. Luego me volví al señor, iba a hablarle cuando del auto bajó también la madre de Kurimo, cargando un bebé en brazos. Me miró como si fuera yo basura.
No dije nada, simplemente no presté atención y me volví a Sanae quien parecía absorta mirando a la señora Hatami, pero no dijo nada. En ese momento llegó Akane y saludó a su padre y a la señora.
–Toshikane, ve a dejar el pastel ¿Quieres? –
Me dijo Akane. Yo asentí y tomé la caja con cuidado. Akane sonrió.
–Gracias, eres el mejor. –
Dijo ella, sonriéndome, y luego se volvió a su padre. Sanae me acompañó junto con Minase dentro de la casa. Nanawa preguntó.
– ¿Por qué está tan enojada? –
Todos volteamos a verla.
–Creo que a ella no le gusta que su hija salga con Toshikane. –
Comentó Minase, encogiendo de hombros.
Akane se quedó hablando con su padre fuera mientras entrabamos. Una vez allí, encontré que Kurimo sonreía, y abrió los ojos todo lo que pudo cuando miró la caja enorme del pastel, la puse en la mesa como pude.
–Bueno, tendremos que esperar un poco, pero al menos creo que el pastel llegó bien. –
Comenté.
–Es enorme. –
Comentó Kurimo, sin dejar de mirarlo.
–Quien por poco no llega bien eres tú. –
Se quejó Sanae. Creo que se asustó un poco. Me volví a ella y me disculpé.
–Lo siento, tendré más cuidado, lo prometo. –
Respondí. Sanae cruzó los brazos con un “Hmph”, y se dio la vuelta. Yo suspiré. Mientras tanto, Kurimo saludó a sus amigas.
–Hatami–chan, me da tanto gusto. ¿Qué ocurrió? –
Preguntó Nanawa. Kurimo encogió de hombros.
–Pasaron varias cosas, y luego vine a vivir aquí. Tú sabes, cosas con chicos. –
Explicó Kurimo, al parecer halagada de tener que contar (o no contar, lo que sería más exacto con ella) lo que pasaba entre ella y yo. Nanawa parecía impresionada.
– ¿Y en que trabaja tu novio? –
Preguntó Nanawa, curiosa. Minase le dio un codazo.
–Lo tuviste allí, podías haber preguntado eso. –
Se quejó Minase. Nanawa negó con la cabeza.
–Claro que no. Hatami–chan puede pensar que estoy tratando de quitárselo. –
Se quejó ella. Kurimo rio abiertamente.
–No puedes quitarme a mi novio. Además, tú ya tienes a Saito–kun ¿No es cierto? –
Nanawa se quejó con Kurimo.
– ¡Que no! ¿Por qué todo el mundo esta tan obsesionado con ese sujeto? –
Se quejó ella, haciendo una pataleta. Sanae subió las escaleras.
–Por el modo en que te mira, cualquiera se daría cuenta de que lo tienes loco. Y tú no parecías muy incómoda con su mirada, de todos modos. –
Comentó Minase.
–No me gusta Saito–kun. –
Replicó la chica. Kurimo encogió de hombros.
–Entonces supongo que no te importa si Minase–chan se lo lleva por un momento a solas –
Comentó Kurimo, mirando a Minase, quien sonrió. Nanawa volteó a verla casi por instinto.
– ¿Ehhh? –
Kurimo se burlaba de su amiga.
– ¿Lo ves? No puedes ocultarlo para siempre. –
Respondió Kurimo.
–No es verdad. –
Replicó la primera. Minase le puso una mano en el hombro.
–Si, si, lo que digas… –
Era obvio que no le creía para nada.
Aquella conversación no habría sido importante si no hubiera distraído a Kurimo del tema principal. Al que tuvo que regresar por la fuerza cuando abrieron la puerta.
Kurimo miró a su madre entrar con un bebé en brazos. Pero en lugar de hacer una inclinación o tan solo sonreír, Kurimo ladeó la cabeza.
–Okaa–san. –
Saludó… si es que a eso se le puede llamar un saludo. La madre de ella tampoco estaba contenta. Akane no entró. Tampoco su padre.
–Me he enterado de la situación que están llevando aquí. –
Comentó la señora. No estaba contenta. De hecho, creo que estaba muy enfadada. Kurimo ignoró el comentario de su madre, pero no sonrió.
–Me alegra que tu bebé esté bien. Okaa–san. –
Ni siquiera la llamó “Hermana” ¿Guardaba Kurimo rencor a su madre por el modo en que terminaron las cosas la última vez? Me preguntaba.
Se miraron por un momento. La señora se adelantó un par de pasos.
–Eres muy joven. –
Insistió.
Oh, cielos, esta escena no, otra vez no, por favor.
Sí, eso era.
Las amigas de Kurimo se apartaron de ella. Es que no podían hacer otra cosa. Ya he dicho que Kurimo resultaba muy intimidante cuando se enojaba. Su madre era pan con lo mismo.
–No veo a Onii–sama. ¿No quiso venir? –
Preguntó Kurimo, sin inmutarse.
Tuve la impresión de que cada una de esas líneas llevaba un montón de mierda entre ellas, pero yo no era capaz de distinguirlas. Sanae acudió al rescate de su hermana pequeña, la pobre Nanawa se acercó a ella, solo para sentirse más segura, supongo.
La señora volteó a verme. Kurimo se colocó enfrente de mí como un rayo.
–No te dirijas a él. Él no ha hecho nada. –
Anunció Kurimo, sin cambiar de tono de voz para nada. Sanae tomó a su hermana pequeña de la mano.
–Sabes lo que tienes que hacer, Kurimo. –
Se quejó la señora. Kurimo negó con la cabeza.
–Lo que tengo que hacer, y lo que quieres que haga son cosas diferentes. –
Respondió ella. Nanawa intervino, supongo que se sintió en medio del fuego cruzado.
–Hatami–chan, no deberías… –
Kurimo volteó y la calló.
–Nana–chan. Guarda silencio. –
Dijo, y se volvió a su madre.
–Esto no está bien. –
Replicó la señora. Yo sentí que el corazón se me iba a la garganta.
–Nunca estuvo bien para mí. Tú ya sabías eso, Okaa–san. –
Necesitaba un traductor, pero creo que entendí eso. La señora no estaba contenta con mi forma de vivir, eso era lo que ella quería decir. Kurimo respondió diciendo que en casa de su madre la cosa estaba peor, por lo de su hermano.
Hay que recordar que se enojó con la llamada durante la cita.
–No lo comprendo… –
Dijo la señora. Kurimo encogió de hombros.
–Tampoco yo, los hombres son difíciles de entender, pero no tienes que hacerlo para que sean felices. Puedes confiar en que sé cómo hacer eso. –
Respondió Kurimo. La señora se llevó una mano a la frente.
–Si pudiera confiar en ti, no estarían todas estas personas aquí. –
Se quejó la señora.
–No pelearé con él por esto. –
Respondió Kurimo.
La señora hizo una mueca de disgusto. Lo importante fue lo que Kurimo no dijo: Que estaba dispuesta a pelear con ella a cambio, y a llevarlo hasta las últimas consecuencias en caso de tener que hacerlo.
Akane sirvió la comida. Me pesa decir que algunos de nosotros tuvimos que comer sentados en los sillones de la sala y eso, porque no había una mesa lo suficientemente grande.
Eso fue un poco desafortunado.
Lo digo porque Nanawa y Minase querían que Kurimo se sentara con ellas. Kurimo, por ser su cumpleaños tuvo que comer en la mesa… y sobraban allí dos lugares cuando más. Esos tuvieron que ser para el padre de Akane, y la madre de Kurimo.
–Bueno, al menos me alegro de que estés comiendo bien… –
Comentó la señora Hatami. Yo me llevé una palma a la cabeza, temiendo otro enfrentamiento como el anterior, pero Kurimo solo respondió a media voz, sin alterarse.
–No deberías angustiarte más por ello. Tienes cosas de qué preocuparte ahora. Okaa–san, estaré bien. –
Allí había un reclamo hecho y derecho.
Creo que, la señora había sido un poco negligente con sus hijos desde que se enteró de que estaba embarazada. No puedes culparla, por supuesto que no puedes, pero tampoco creo que Kurimo estuviera equivocada en lo que hizo.
La vida es así. A veces sólo no puedes tener a más personas en tu vida. A veces tienes que escoger. Y odio decir esto, pero Kurimo fue desechada en cuanto la señora se enteró de que habría un nuevo bebé.
Eso fue lo que realmente ocurrió aquí.
–Y me imagino que tu novio* también tiene más cosas de que preocuparse, y yo no debería preocuparme por ello tampoco. –
Ella usó una palabra despectiva para referirse a “novio” como si fuera algo de lo que Kurimo tuviera que avergonzarse.
–Nos presta… suficiente atención. Y no puedo volver, Onii–sama ha dicho algunas cosas antes. Si voy a cuidar a un bebé, quiero que sea mío. –
Ya he dicho que Kurimo y su madre son extremadamente parecidas. Bueno, creo que el problema es que ninguna de las dos sabe cuándo abandonar. Lo digo porque la señora parecía empeñada en hacer que Kurimo se enfadara. ¿Qué no la conocía?
–Pues espero que realmente puedas. Porque no es algo sencillo de hacer, ni para ti, ni para él. –
Respondió la señora. No entendí muy bien por qué me incluyó, pero Kurimo si lo entendió, al parecer.
–Como he dicho, no necesitas ocuparte con cosas que no deberías. Tiene un buen empleo, y se esfuerza mucho. –
En resumen: ¿Qué te importa?
Cielos. Me daba miedo entender esto. La señora sonrió. Parecía que esperaba esto.
–Pues… eso no fue lo que escuché. –
Comentó. Akane pidió dinero a su padre antes. La señora Hatami lo sabía.
Kurimo me miró brevemente.
–Me alegra haberte visto, Okaa–san. Lamento que hayas tenido que hacer todo el viaje hasta aquí. Espero que nos veamos pronto. –
Le dijo, volvió a mirarme. La señora Hatami también me miró. Kaminari, que estaba tratando de mantener un bajo perfil, y luego el padre de Akane y Akane.
Y finalmente, todo el mundo.
Ah, entiendo.
Bien. Que sea lo que tenga que ser.
–Que así sea. Señora Hatami. Me alegra que haya podido ver a su hija, pero como puede ver, en este momento, ella no está muy dispuesta a conversar. Le pido nos disculpe. –
Fue lo que dije. La señora se quedó congelada. Hizo un esfuerzo para recuperar la compostura.
–Bien. Es tu vida, tú sabes lo que haces con ella. Me alegra que estés bien, hija. –
Respondió la señora y se fue, así sin más. Yo suspiré. Ni siquiera había comido ahora. El señor Fumishi miró a su hija.
–Ya sabes cómo es esto, Otou–san. –
Dijo Akane con una sonrisa rara. Hablaba de que una vez, ella también echó a su padre de la casa.
–Sí, lo sé. Tengo que irme ahora. –
Respondió el hombre.
–No importa, hablaremos después ¿te parece? –
Preguntó Akane, sonriéndole a su padre. Ella ya no estaba enojada con él. Kurimo por el contrario… bueno. Ella no estaba muy feliz.
En cuanto cerraron la puerta, Akane se dirigió a Kurimo.
–Lo siento. –
Dijo. Es que Akane le pidió el dinero a su padre, eso fue lo que la señora reclamó. Pero Kurimo negó con la cabeza.
–Mi madre siempre ha sido así. No es culpa de nadie. –
Respondió. Supongo que desde un principio esto fue una mala idea. Lo entendí cuando la señora me miró feo afuera de la casa.
– ¿Siempre es así? –
Preguntó Minase. Creo que ella no conocía demasiado a la señora, o no se llevaban muy bien. Supongo que ella también había tenido algún altercado antes con ella.
–Si sólo va a venir a pelear, no debió venir. –
Comentó Kaminari.
Kurimo asintió.
–Cuando era niña me llevaba bien con mi madre. Pero conforme fui creciendo nos hemos ido distanciando. Pensé que era por mis malas notas, pensé que era porque tenía novio, por lo que pasó con Onii–san o por su embarazo. No es ninguna de esas cosas. Es que no me soporta, y tiene razón, lo sé porque yo tampoco puedo soportarla. –
Respondió Kurimo, resoplando, como si intentara liberarse del coraje.
–No deberías pensar así de ello. Tal vez tu madre solo necesita tiempo de entenderlo. –
Comentó Minase. Sanae y Akane asintieron.
–Mi madre no es capaz de entender. No es que no pueda. Nunca ha querido hacerlo. –
Explicó Kurimo, luego se volvió a mí.
–Te he dicho antes que mi madre ha estado siempre conmigo. Bueno, es cierto, pero eso solo tiene razón de ser cuando hago exactamente lo que ella quiere que haga. –
Yo acaricié su cabeza.
–Creo que tu madre está algo celosa, Kurimo. –
Eso la hizo reír un poco.
–Mi madre también tiene un novio. –
–No es eso. Es que antes ponías mucha atención en complacer los deseos de tu madre. –
Kurimo me miró feo.
–Eres tonto. Pero te quiero. –
Dijo Kurimo después, ignorando mi estupidez. Luego simplemente batió la cabeza y suspiró.
–Tengo que ir arriba. –
Dijo ella. Y se dio la vuelta. Luego subió las escaleras. Kaminari solo se dio la vuelta y comenzó a jugar con su cabello, sentada en uno de los sillones de la sala. Minase se adelantó hasta nosotros, Sanae suspiró también.
–Toshikane debería ir a consolar a Hatami–chan. Creo que no deberíamos dejar nuestros planes por esto. –
Comentó ella. Akane asintió.
Asentí con la cabeza y me di la vuelta, subiendo las escaleras mientras me preguntaba ¿Qué es lo que debería decirle?
Podía decirle que no debió pelear con su madre. Podía decirle también que su madre tenía su parte de razón. Eso seguro que la hace enfadar, pero es cierto. Podía decirle que estaba feliz de que ella hubiera tomado su decisión, que me alegraba que estuviera conmigo. Pero eso podía dar un falso mensaje.
Y por más que lo intentara, ni siquiera estaba seguro de lo que ella pensaba al respecto de todo esto. Es que ella nunca me dijo las cosas claras.
Tal vez debería empezar por allí.
En eso pensaba cuando abrí la puerta de su cuarto. Ella se cepillaba el cabello, como tratando de tranquilizarse.
Volteó a verme con una expresión carente de emociones en el rostro.
–Lamento hacerte cargar con estas cosas. No quería que esto pasara. Nadie me dijo que mi madre vendría. –
Comentó Kurimo. Empezar disculpándose es tan propio de ella.
Me acerqué a ella y extendí mi mano, sin decirle nada. Ella entendió y me dio el cepillo. Estaba usando el que le regalé, era más que obvio.
–Siempre eres tan impredecible… –
Comentó Kurimo, y me volteó a ver, con una expresión sarcástica.
–Y dices que no me puedes entender a mí. Yo pensé que estarías enfadado. –
Explicó ella. Yo encogí de hombros.
–No estoy enfadado, al menos no como pensabas. Pero tienes que admitir, que hablaste mal a tu madre. –
Respondí.
– ¿Vas a regañarme? Está bien. Me lo merezco. Ya sé que soy una mala hija. –
Respondió Kurimo, parecía resignada.
–No me importa si eres una mala hija. No eres mi hija, y no voy a regañarte. –
Respondí. Kurimo me miró por un momento, sin decir nada.
–Creo que tenía que haberte dicho que tu madre vendría. No creí que actuaría de ese modo luego de lo que pasó. Pero bueno… tiene razón. –
Respondí. Kurimo suspiró.
–Puedes saltarte esa parte de la conversación. Ya sabes cómo termina. –
Respondió Kurimo, con algo de tedio.
Hablo de que a ella no le gusta que le digan que estar conmigo no es bueno. Y no escucha razones. Yo ya sabía eso. Asentí con la cabeza después.
–Ya sé cómo termina, y no lo voy a intentar de todos modos. No es mi intención. Al contrario, creo que cada vez que traigo el tema contigo, lo único que termina pasando es que me doy cuenta de que te necesito. –
Respondí mientras la cepillaba. Ella no se movió, pero si me miró en su espejo.
–Tengo la impresión de que no estás hablando solo de las cosas pervertidas. –
Comentó ella, mitad en broma, para aligerar un poco el ambiente. Pero luego se puso seria otra vez.
–Es broma… no lo digo en serio. Tengo que dejar de decir eso. –
Dijo después, batiendo levemente la cabeza para que yo pudiera seguir peinándola.
–No te preocupes. Ya sabes también en qué acaba esa conversación. Pero como dije antes, no vengo aquí a regañarte ni a decirte lo que debes hacer. Lo único que quiero, es bueno, preguntarte. Porque viendo que tu madre tiene razón, porque la tiene. –
Kurimo me miró feo pero no dijo nada.
–Y viendo lo firme que eres al respecto, porque lo eres. –
Agregué. Kurimo siempre ha sido obstinada. Luego seguí.
–Me puse a pensar que yo nunca te di a ti la oportunidad de escoger. Y eso estuvo mal. ¿Tú estás bien así como esta? –
Pregunté. Ella pareció voltearme a ver en su espejo, batió la cabeza levemente. Al cabo de pensarlo unos segundos, Kurimo había entendido lo que yo realmente estaba preguntándole. Fue honesta después de eso:
–Claro que estoy celosa. Me siento mal cuando no me pones atención. Y me daba mucha rabia verlas tratarte mal para que tú les pusieras una cara linda de todos modos. Pero no estoy aquí por eso. Estoy aquí por ti. Para perseguir mi propio sentimiento, mi propio corazón. Y admito que ha ido mejor con el tiempo, me pones más atención, he conocido más cosas sobre ti. Soy tan feliz de que hayas venido solo a cepillarme y hablar conmigo, por ejemplo. Nada podría ser mejor para mí. –
Explicó ella. Estaba hablando con una seriedad increíble, y no parecía avergonzada, más bien creo que estaba pensándolo con mucho detenimiento. Tal vez demasiado.
–Tal vez con un poco de pudin. –
Comenté, sonriendo, y eso le dio la razón.
– ¿Ves a lo que me refiero? Es eso… tú no hacías eso antes. –
Explicó ella. Es que le encanta el pudin. Yo no ponía tanta atención a ella antes. Kurimo suspiró.
–Vaya mi futuro novio. Eras tan cruel y frio. ¿Cómo podría una pobre chica llegar a ser especial para alguien como él? Y Ahora estoy aquí, y el hombre más lindo y atractivo del mundo me está cepillando el cabello. –
Aquello me sorprendió, bastante. No fue lo que dijo, fue la manera en que lo explicó. Lo hizo sonar extremadamente pervertido. Reprimí una risa.
– ¿Cómo? –
Pregunté, pero Kurimo solo asintió con la cabeza. Creo que ella estaba pensando muy detenidamente sus palabras. No se retractó, de todos modos.
Kurimo es así. Ella casi nunca se retracta, incluso de lo que nunca dice.
–Ya me escuchaste. Y sabes muy bien como soy. Sabes que solo tienes que decirlo. –
“Desnúdate” es lo que yo tenía que decir, y ella lo haría. Es lo que estaba diciéndome. Pero aun quería disculparme con ella. Negué con la cabeza y me expliqué.
–Lo que estoy tratando de decir, es que te traté mal, incluso quise apartarte varias veces, y con honestidad, lo lamento. –
Respondí. Kurimo encogió de hombros.
–No importa ahora. Hace mucho que te perdoné, y te lo dije antes. No voy a rendirme. –
Explicó ella.
– ¿Puedo preguntar por qué? Es decir… –
Kurimo se rio levemente, como si encontrara mi duda graciosa. Y como siempre que eso pasaba, ladeó la cabeza.
–Tú ya sabes lo que siento. Y mis sentimientos no son menores que los de cualquiera de ellas, no perderé contra ellas, no importa lo que pase. Esa es la verdadera razón de por qué insistí en esto. Incluso si no lo entendía del todo en un principio, no voy a perder. –
Explicó Kurimo, luego me miró a los ojos, y me dijo algo que encendió la luz en mi cabeza, porque en ese momento, todo lo que Kurimo hizo tuvo sentido para mí.
–La ganadora no ha ganado nada, si la perdedora no acepta que es perdedora. –
Respondió ella, y volteó a verme. Kurimo jamás aceptó mis negativas. Ahora entendía por qué. Porque sabía que si ella no lo aceptaba, podía seguirlo intentando. Obstinación y perseverancia son dos caras de la misma moneda.
–Dime la verdad ¿Todavía piensas que debería rendirme? –
Preguntó después, mirándome a los ojos, negué con la cabeza.
–No. A decir verdad, creo que lo único que quiero decir al respecto de eso, es…No te vayas Kurimo. Esta vez soy yo quien te lo pide. Sé que hice cosas malas antes, sé que no fui la mejor clase de novio, pero me gustabas entonces y me gustas ahora. –
Respondí. Ella se puso de pie y tomando el cepillo de mis manos, lo puso en el mueble junto al espejo, luego caminó un par de pasos.
–Hay mejores formas de demostrarme eso. No eres bueno diciendo lo que sientes. Lo sé. –
Respondió Kurimo, sonriéndome. Entendí perfectamente lo que ella quería decir. Miré la puerta por un momento, Kurimo lo entendió y sonrió.
–Sé recibir tu amor en silencio. Me quedaré callada. –
Insistió Kurimo con una sonrisa lasciva. No es como que pudiera rechazarla de todos modos. Mucho menos el día de hoy.
Así que me acerqué a ella.
–Tenemos poco tiempo. –
Advertí, ella asintió. Adivinó lo que yo estaba pensando también.
–No tengas miedo. Me gustas. Y entiendo ahora que mis reclamos de antes eran un poco injustos. No volveré a enfadarme porque busques mi cuerpo. Se supone que sea así. Soy tuya. Y me gusta ser tuya. –
Explicó Kurimo. ¿Es por la discusión con Kaminari? Me preguntaba en ese momento.
La abracé de la cintura, atrayéndola hacia mí. Kurimo sonrió, y nos besamos. Comencé a acariciar su espalda mientras la besaba, Kurimo se dejó hacer mientras sus manos medían poco a poco mis brazos, como reconociéndolos.
– ¿Quieres ver algo gracioso? –
Preguntó Kurimo, ella tenía una idea un tanto inusual de lo que era “algo gracioso” pero la dejé ser. Ella se separó de mí y levantó su falda un poco, mostrándome sus pantis. Eran las mismas que ella tenía puestas cuando lo hicimos la primera vez.
Sonreí, y eso la hizo sonreír también.
–Lo recordaste. –
Me dijo ella.
–No las olvidaría ni en un millón de años… –
Respondí, colocando mis dedos sobre la mancha en su ropa interior y moviéndolos un poco, Kurimo sostuvo mi brazo mientras lo hacía, soltando pequeños suspiros.
–Me encantó eso de ti… tan suave y dulce… y tan pervertido… –
Ella dijo que iba a estarse callada. Pero lo ignoré mientras ella me sostenía el brazo con ambas manos y giraba la cara.
–Estás siendo muy valiente con tus palabras, y aun así no quieres mirarme. –
Le dije, acariciando un poco más de fuerza, Kurimo tembló ligeramente.
–Es que… no quiero que veas mi cara… es la cara de una ramera… –
Respondió ella, yo la obligue a mirarme con la mano que tenía libre. Como ella estaba usando sus dos manos, no pudo hacer nada sino cerrar los ojos.
–Eso no tiene nada de cierto, Kurimo. Tú no eres así. –
Respondí, ella abrió sus ojos, que estaban llenos de lágrimas.
– ¿Me crees que nunca antes me sentí así por nadie? –
Preguntó ella. Supongo que le daba miedo que yo pensara que ella era demasiado pervertida.
–Por supuesto que lo creo. Es muy obvio. –
Respondí, ella sonrió ligeramente.
–Te seré fiel, por siempre… solo pensaré en ti… –
– ¿Es una promesa? –
Pregunté, sin dejar de mover mis manos. Kurimo estaba a punto de venirse, por lo que podía ver, me sostuvo con más fuerza.
–Lo es… lo es… es una promesa. –
Respondió ella, Kurimo me dio un beso rápido.
– ¿Puedo… ser sucia? –
Preguntó ella. Yo arquee una ceja. Quería verla intentándolo.
–Bien. Adelante. –
Dije, tratando de que no sonara como una orden. Ella se apartó de mí, cosa que nunca hacía.
–Mételo… –
Pidió ella. Bueno, era un comienzo, pero como no dije ni hice nada, ella insistió.
–No voy a mentir en esto… me las puse para que las vieras. Pero ahora quiero que las quites. –
Explicó ella. Me acerqué a ella y puse mi mano en sus pechos. Ella me besó en los labios y me echó los brazos al cuello. Tomé el elástico de su ropa interior y comencé a bajarlo lentamente. Kurimo movió sus caderas para acelerar el movimiento.
La dejé ser mientras nos besábamos.
Una vez que no pude hacer nada más por sus pantis, me refiero a que ya no podía bajarlas más desde donde estaba, metí mi mano en medio de sus piernas de nuevo.
Ella dejó de besarme.
–Tu siempre… estas tocándome… allí… –
– ¿Te desagrada? –
Pregunté, Kurimo negó con la cabeza y me abrazó con fuerza, pegando su cuerpo al mío.
–Siempre eres… dulce y cuidadoso cuando haces eso… me hace sentir especial… tú estás cuidando de mi… –
Respondió mientras mi mano comenzaba a hacer círculos alrededor de su clítoris, ella comenzó a aferrarse a mí con fuerza, pero aún no se había venido. El calor de su entrepierna era incitante y mi erección comenzaba a doler.
–Por favor… no lo soporto… dentro… dentro… –
Insistió ella, hablándome al oído. En ese momento tuve una idea. No había probado esto en realidad, pero sentí que, ya que Kurimo era relativamente ligera, podía intentar… levantarla.
Me separé de ella un momento para terminar de bajar sus pantis, aunque una vez que estuvieron en sus rodillas, ella misma se las quitó. Cayeron al suelo luego de eso, Kurimo se irguió orgullosa frente a mí, como esperando mi respuesta a ello.
–Eres bastante pervertida ¿No es cierto? Estabas esperando por esto. –
Pregunté, desabrochando mi cinturón, ella sonrió e hizo lo que normalmente no haría, quiero decir que, me lo devolvió.
– ¿Para qué otra cosa vendrías a mi nido de amor? –
Preguntó ella.
Yo le dije eso a Kurimo una vez. Ella me devolvió mis palabras con elegancia. Fue perfecto, tanto que por poco quien baja la cabeza por la vergüenza soy yo. Ahora estaba allí, parada frente a mí, tan creída de sí misma.
–¿No te parece que te estás creyendo mucho? –
Pregunté, avanzando, Kurimo no retrocedió esta vez.
–Claro que no. Solo estoy feliz de que mi novio quiera pasar tiempo a solas conmigo… es todo. –
Respondió ella, no estaba siendo inocente.
–Te hace feliz que te persiga, después de todo. –
Repliqué, tomándola de la mano y acercándola a mí con delicadeza, Kurimo asintió.
–Me gusta cuando eres así. Y cuando teniendo a todas esas mujeres vienes aquí, a buscarme. Me hace feliz. –
Explicó ella. Yo me acerqué más, y Kurimo retrocedió, como esperando a que la hiciera inclinarse o acostarse. Pero la atraje a mí otra vez. Ella me miró confundida por un momento.
– ¿Cómo? –
Preguntó ella, aturdida.
–Sostente fuerte. –
Le anuncié, y sosteniéndola de la cintura, la levanté contra mi sin avisar. Pesaba, pero no tanto como para encontrarlo insoportable. Kurimo se aferró a mí, asustada y sorprendida.
–Esto no… –
Y entonces puse mi pene en su entrada y lentamente la dejé caer, Kurimo se aferró a mí con todas las fuerzas que tenía, supongo que un poco asustada de que la dejara caer, pero no lo hice. Poco a poco mi pene fue entrando en ella hasta que estuvo completamente dentro de ella.
Kurimo temblaba.
– ¿Estas bien? –
Pregunté, levantando mi cara para mirarla. Kurimo abrió la boca para decir algo, pero no dijo nada, solo asintió con la cabeza. Comencé a moverme lentamente, en parte para no lastimarla o algo, en parte para no agotarme, porque es difícil.
Nunca antes lo intenté con nadie. En las películas lo hacen parecer muy fácil, pero hasta mi respiración tenía que controlar para poder continuar.
Kurimo parece haberse dado cuenta de que estaba esforzándome.
– ¿Soy… pesada? –
Preguntó ella. Negué con la cabeza.
–Bueno, eres una persona, pero puedo con esto. No pasa nada. ¿Está bien para ti? –
Pregunté. Ya que estaba hablando, quería que me dijera lo que pensaba. Kurimo acercó su rostro a mi oído.
–Lo está… está tocando… cada punto… mi interior… –
Respondió Kurimo. Supongo que era porque de este modo, su vagina resultaba mucho mas corta que de costumbre, así que comenzó a lubricar a marchas forzadas.
–Me haré pudin… me estoy derritiendo… –
Respondió Kurimo susurrándome al oído. Sus palabras se mezclaron con sus ligeros gemidos, que supongo que solo nosotros podíamos escuchar, por lo cerca que estaba de ella.
No podía tocar nada más, así que me concentré en lo que estaba haciendo, no cambié el ritmo para nada, solo seguí.
–Hasta en esto… soy difícil… lo siento… lo siento… –
El peso de su cuerpo y la posición que estábamos usando jugaba a su favor, porque la obligaban a recibir mi pene por completo, presionando sus puntos más profundos sin ninguna necesidad de esfuerzo por parte de ella.
–No hay de que disculparse, eres bonita, y es tu cumpleaños. Quería que fuera especial. –
Respondí. Kurimo estaba viniéndose a este punto, incluso su orgasmo fue silencioso esta vez. Pero lo sentí, es decir, podía sentir su néctar de amor prácticamente cayendo sobre mí.
–Lo es… lo es… es maravilloso… no me sueltes… mi cabeza… está en blanco…–
Aseguró.
Le di un beso mientras ella usaba sus piernas y sus brazos para aferrarse a mí.
– ¿Te… gusta a ti? ¿Te gusta… mi cuerpo? –
Preguntó ella. El sonido de mi pene entrando y saliendo de ella se mezclaba con su voz.
–Es grandioso, Kurimo. –
Respondí, siguiendo el mismo ritmo. Para poder continuar, pasé mis manos por detrás, para sostener su trasero, Kurimo respondió acomodándose, y acarició mi cabello con dulzura.
–Me gusta… que lo uses… y me gustas… y lo que dices… –
Susurró en mi oído.
–¿Por qué no mejor admites, que lo que te gusta, es esto? –
Pregunté, empujando, Kurimo separó sus piernas todo lo que la posición lo permitió.
–Tu… ya sabes… lo que siento… –
Respondió Kurimo. Empujé ligeramente hacia arriba. Kurimo soltó un chillido controlado, sosteniéndose con fuerza.
–Quiero escucharte decirlo… –
Respondí. Kurimo se desesperó un poco.
–Me gusta esto… me gusta… el sexo. –
Kurimo había dicho esa palabra enojada antes, pero no en estas circunstancias.
–Pervertida. –
Respondí en voz baja. Kurimo se desesperó un poco.
–Ya sé que soy… pervertida… es mi culpa… todo es mi culpa… cada vez que te veo… estoy loca por ti… –
Se quejó ella, con pequeños susurros acompañados de gemidos muy leves, al tiempo que se aferraba a mí con todo lo que podía.
–Entonces estamos a mano. ¿No crees? –
Pregunté, ella pegó sus pechos a mi rostro.
– ¿No es por lastima? …¿Me deseas de verdad?… ¿Te gusta hacer bebés conmigo? –
Preguntó ella, haciendo una pausa cada vez que entraba en ella.
–Claro que me gusta Kurimo. Tu cuerpo es maravilloso. –
Respondí, sosteniéndola con toda la fuerza que la posición me lo permitía, cuidando mucho de no caer. Kurimo pareció perder el control por un momento.
–Dime ¿Qué te gusta? Puedes… ser sucio… si quieres… –
–¿Puedo serlo? –
Pregunté, mirandola. Kurimo cerró los ojos mientras continuaba y asintió con la cabeza.
–Me gusta… lo roja que se pone tu cara cuando lo haces. Y me gusta… como muestras tu cuello, cuando estas pensando en cosas sucias… –
Expliqué. Kurimo negó con la cabeza.
–Eso no es… –
Se quejó, pero continué.
–Me gusta como sonries cuando te das cuenta de que miro tus pechos. –
–Eso no… tiene nada que ver… con mi cuerpo… –
Se quejó Kurimo. Es que eso no fue lo que ella me preguntó, pero si esto la halagaba, entonces estaba bien.
–Pero admites que son verdad… –
Repliqué. Kurimo escondió su cara.
–Lo son… tú… tenías razon… soy una pervertida… lo siento… lo siento. –
Respondió Kurimo, abrazandome con fuerza.
–No pareces muy arrapentida ahora… –
Repliqué, empujando solo un poco mas fuerte. Kurimo comenzó a venirse de nuevo mientras se aferraba a mi espalda, tratando de controlar sus contracciones.
–Estoy babeando… quedaré tonta… quedaré tonta… –
Advirtió.
–Que pena… –
Respondí, acomodandome para llegar lo mas profundo que se pudiera. Su interior estaba increiblemente caliente. Por poco me olvido de ser cuidadoso.
Kurimo pareció perder el control por un momento. Se acercó a mi oído.
–Di… Di que soy tu conejita… dilo… por favor… –
Se quejó Kurimo.
–Eres mi conejita. –
Dije lo que ella quería, pude sentir como esas palabras enviaron pulsos a través de su espina dorsal.
–Me gusta… ser tu conejita… esto es… tan sucio… dime más… cosas –
Preguntó Kurimo, hablándome al oído. Era difícil hablar mientras lo hacía con ella en esta posición, pero no puedo decepcionarla ahora.
–¿Más cosas? ¿Te gusta que te avergüencen? ¿Es eso? –
Pregunté.
–Tal vez… perdón por ser sucia… –
Respondió ella, aunque no parecía muy arrepentida. Lo digo porque estaba siguiendo el movimiento muy animadamente.
–Deja de pedir perdón. Tú no lo sientes para nada. Las conejitas como tú nacieron con un solo propósito en el mundo. –
Kurimo se vino de nuevo mientras empujaba. Escondió su cara en mi cuello para cubrir sus gemidos, que de hecho eran bastante altos, mientras se aferraba con todas las fuerzas que le quedaban a mi cuello para no caer. Pude sentir como su entrepierna comenzaba a mojarme a marchas forzadas. Espero que eso fuera suficiente para que no nos escucharan abajo.
–Nací para ti… nací para… hacer bebés contigo… –
Kurimo lamió mi oreja, un poco desesperada. Respiraba pesadamente, y sus brazos comenzaban a negarse a sostenerla.
–Eres una conejita pervertida… –
Insistí, Kurimo hizo lo que pudo para mirarme a los ojos, estaba llorando y su cara estaba roja.
–¿Te gusta tu conejita? ¿Te gusta aparearte con ella? ¿Aun si es sucia? –
Preguntó Kurimo, parecía una pregunta seria. Yo aproveché que podía para darle un beso.
–Me vuelve loco. –
Respondí, ella me habló al oído.
–Mi vientre… está hirviendo por dentro… me voy a derretir… –
Kurimo trataba de aferrarse mientras las fuerzas en sus brazos comenzaban a faltarle. Yo solo seguí empunando mientras ella hacía ruiditos prácticamente en mi oído cada vez que llegaba a su punto más profundo. No puedo decir que era la clase de sexo a la que yo estaba acostumbrado, pero era genial de todos modos.
Por otro lado, después de un momento, estaba a punto de venirme.
– ¿Dónde? –
Pregunté. Kurimo, que parecía perdida en el placer que estaba dándole, batió levemente la cabeza para reaccionar.
– ¿Tu… semilla? Dentro… dentro… por favor… –
No me importa lo que todos digan sobre el tema. Hay veces en las que esto es así.
Supongo que es parte de la naturaleza querer venirte dentro de la chica. Y si eso es cierto, entonces también debe haber algo en la mente de ellas pidiendo lo mismo.
Entiendo que ella se sienta usada cuando eso no pasa, es que yo también me sentí igual.
–Muy bien, entonces recíbela ¿Entiendes? –
Respondí, porque estaba a punto de venirme. Kurimo me apretó con fuerza.
–Te amo… te amo… –
Y arrojé mi semen dentro de ella, solo dejándolo que saliera. Kurimo tiene que haberse dado cuenta, porque intentó cerrar las piernas y eso hizo que sus paredes se cerraran sobre mí también. Más néctar de amor salió de ella entonces.
–Está caliente… te amo… –
Me dijo ella al oído.
Yo permanecí sosteniéndola mientras salía de ella.
–Bájame… bájame… se va a salir… bájame… –
Se quejó.
–Si se sale, tendré que poner más dentro de ti. –
Respondí, pero hice como ella me pidió. Kurimo puso sus pies en el suelo, y se sostuvo de mí para no caer. Una mancha de semen cayó sobre la alfombra, sus rodillas temblaban. Me miró después de un momento.
–No pude… –
Se quejó Kurimo, mirando la mancha en el suelo y luego volteando a mí de nuevo. Sonreía.
–Creo que, realmente tendré que poner más dentro de ti. –
Respondí, sonriendo. Ella me abrazó, aun tratando de recuperar su conciencia por completo.
–Ha sido genial… ha sido genial. Lo más bonito que he sentido nunca. –
Me hizo feliz que me halagara, lo admito. Fue un poco difícil y bastante cansado para lo poco que duró, pero no teníamos más tiempo. Por otro lado, ser brusco con ella en ese momento podía haberla lastimado, por la naturaleza de la posición. No quería eso, quería que fuera especial para ella, aunque en teoría no fuera tan satisfactorio para mí. Digamos que fue tan tranquilo que su cabello quedó exactamente igual que cuando comenzamos.
Por otro lado, ella es buena leyendo mis emociones. Está perfectamente consciente de esas cosas también.
Acaricié su cabeza un momento.
– ¿No estás cansado? Si quieres yo… –
Comenzó a decir. A eso me refiero.
–Te amo. –
Respondí, sin soltarla. Ella tuvo un sobresalto, todavía no se acostumbraba a escuchar eso tan llanamente.
–Si pero… –
–No tienes que preocuparte por ello. –
Insistí, era una forma de hacer que su mente se callara y ella disfrutara el momento. No me gusta que constantemente se auto–castiga con miedo y ansiedad.
En ese momento abrieron la puerta del cuarto.
Era Minase y su amiga. Kurimo volteó a la puerta.
–Hatami–chan ¿estas listas? Nosotras… –
Minase se quedó mirando la escena, supongo que entendió en seguida de qué se trataba, porque cerró la puerta con una disculpa.
–Perdón por interrumpir. –
Dijo ella y cerraron la puerta. Kurimo soltó una risita.
– ¿Crees que se hayan dado cuenta? ¿De lo que pasó? –
Preguntó ella.
–Probablemente. –
Respondí, mirando la puerta.
Al menos Minase tiene que haberse dado cuenta de que las pantis de Kurimo estaban en el suelo y el semen estaba escurriendo en sus muslos.
–No te molesta ¿Cierto? Que ellas sepan… que te gusto. –
Preguntó Kurimo. No entendí muy bien de donde venía esa pregunta, o por qué debería molestarme siquiera, pero de todas formas negué con la cabeza.
–Si tú no te sientes incómoda… –
Respondí, ella me miró y batió la cabeza, sonriendo.
–A mí, me hace sentir bien… que sepan. Eso no es malo ¿O sí? –
Preguntó. Yo solo negué con la cabeza y Kurimo me dio un beso. Luego se separó de mí, y tomó sus pantis para volvérselas a poner. Se las puso, y tomó un pañuelo para limpiar sus piernas. Yo me acomodé el pantalón también.
–Siento… un poco de lástima de Minase–chan y Nana–chan. Pero no les digas. –
Explicó después. Yo arqueé una ceja.
Sentía que todo eso se conectaba en alguna parte, pero no logré averiguar cuál. Kurimo poco a poco volvió a ser la misma chica callada de siempre, y cuando salimos, no había evidencia en ella de ninguno de los comportamientos que tuvo cuando lo hicimos.
Incluso soltó una risita como las que ahora acostumbraba cuando abrió la puerta.
–Creo que deberíamos lavarnos… antes de bajar, quiero decir. –
Comentó ella, interrumpiéndose, mirándome con esa culpabilidad dulce que tiene cuando ha hecho algo malo, y lo ha disfrutado. Yo asentí.
Hicimos eso, y luego bajamos las escaleras.
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Hola a todo el mundo.
Lamento usar esto para hacer esta pequeña nota.
El pasado 16 de Oct mi Facebook fue hackeado. No me gusta usar ese término, pero en este caso no tengo uno mejor. Alguien en alguna parte logro entrar y cambiar los correos de acceso a mi Facebook, por ello, perdí por completo el acceso a la cuenta. Afortunadamente, la cuenta de Facebook estaba separada de todo el resto de mis cuentas. Pero todo lo que hizo falta fue unir algunos puntos y el ataque llego hasta mi cuenta de Microsoft. Sigo teniendo ataques constantes en esa cuenta hasta el dia de hoy.
Por esa razón, he decidido que no puedo volver a Facebook. No puedo exponer más de mis cuentas a ser comprometidas de ese modo. Especialmente las cuentas de google y Microsoft que de hecho, contienen el acceso a todos mis dispositivos, como sin duda ustedes se imaginan.
Por ahora no he perdido nada de valor, y la seguridad de Google y Microsoft es mucho más robusta que la de Facebook, y por otro lado, tengo activados todos los pasos de seguridad. Pero no tengo ojos ni oídos en Facebook y me temo que de ahora en adelante, tendrá que ser asi. No puedo esperar hasta las notas del autor para poner esto, asi que lo pongo aquí… lamento interrumpirles con esto. No estoy demasiado interesado en averiguar de quien se trata, al final, esto sirvió para revelarme el riesgo real en que estaba. Pero si alguna vez miran un comentario en Facebook en mi nombre, pueden estar seguros de que no soy yo. Lamento las molestias que esto les ocasiona, tanto a mis lectores como a mi editor, en este caso, pero el único medio que me conecta ahora es el Discord. No hay planes de que eso cambie.
Sin más que agregar, agradezco a todo el mundo haber leído esta nota y seguirme prestando su tiempo de cuando en cuando.
Yo por mi parte, tengo que regresar a la Rikura.
Ahí los leo.
Mitaka Kotsuka.