Haru No Yurei - Volumen 4: 22. Disneylandia.
Capítulo 22: Disneylandia.
La chica, Nanawa–san discutía con Minase cuando bajamos.
–Yo no sabía que Hatami–chan hacía esas cosas. –
Se quejó ella. Yo venía bajando y Kurimo bajó detrás de mí.
–Claro que sí, es decir, es su novio ¡Por algo! –
Respondió Minase. Akane me dirigió una mirada fría y entró a la cocina sin decir nada.
–Pero esas cosas deben esperar a que seamos adultos. –
Replicó la chica. Un pensamiento bastante normal si tomamos en cuenta su edad. Pero Minase solo se burló de ella.
–Lo olvidaba. Hatami–chan es un adulto ahora. Sorpresa. –
Dijo Minase, riéndose.
–No soy un adulto… –
Se quejó Kurimo. Habíamos hablado de esas cosas no hace mucho. Nanawa volteó a ver a Kurimo y palideció.
–Lo siento… yo no sabía… que tu… lo siento… –
Creo que estaba disculpándose por interrumpir, o intentando hacerlo, pero Kurimo negó con la cabeza.
–Tienes que tocar la puerta, Nana–chan. –
Minase intervino.
–Claro que si eres un adulto. Acéptalo. –
–Si no eres un adulto entonces… ¿Cómo es que puedes hacer eso? –
Se quejó Nanawa.
–Me gusta mi novio. –
Respondió Kurimo, encogiendo de hombros. Minase asintió.
–Ustedes están locos… –
Se quejó Nanawa, un poco demasiado horrorizada. Kurimo suspiró y miró a su amiga con una mezcla de lastima y desconcierto. Cambió el tema, de todos modos.
–Solo tienes que pedirle a Saito–kun que lo haga contigo. –
Comentó Minase. Nanawa se llevó las manos al pecho, horrorizada.
–Ni estando loca. –
Declaró. Minase se rio.
–Oh vamos, puedes ocultarlo de él. Es tonto. Como todos los chicos, pero ¿De nosotras? –
Preguntó Minase, mitad en burla, mitad reclamo. Kurimo se acercó a ellas.
–Puedes decirnos. Somos tus amigas. –
Le dijo. Eso puso a la chica, Nanawa, en problemas. Tomó un mechón de su cabello y comenzó a jugar con él nerviosamente.
–Bueno. Tal vez si él fuera mayor… y tuviera mucho dinero. –
Dijo. Kurimo batió la cabeza con pena. Minase soltó una carcajada.
–¿Qué no hay una palabra para las chicas que hacen esas cosas a cambio de dinero? –
Preguntó Minase escandalosamente. Nanawa, dándose cuenta de que lo que dijo tenía esa implicación, se retractó.
–No es por eso. Es que… yo soy una chica con clase. –
Explicó. Minase siguió burlándose de ella.
–¿Perdón? Yo soy una chica con clase. Y jamás haría algo asi por dinero. –
Insistió.
–No es eso lo que quise decir. –
Kurimo le puso una mano en el hombro.
–Nana–chan. Tú ya vives en una casa enorme. ¿Para qué quieres tú el dinero? –
Preguntó.
–No es eso… es que… –
Minase seguía riendo, pero Kurimo suspiró.
–Los novios no son para darte dinero. No es asi como funciona. Si los hombres pudieran solucionar todos sus problemas con dinero, no necesitarían a las chicas. No seríamos necesarias en sus vidas. –
Minase hizo segunda.
–Que fácil. Te pagan y ya está. Vete al diablo… ¡Ha! Nunca. –
Dijo ella, haciendo una señal de desprecio con la mano. ¿Se lo propusieron? Me preguntaba en ese momento.
–Tal vez Saito–kun está pensando en Nana–chan, tal vez está deseando acortar distancias. Todo lo que hace falta, es que se lo permitas. –
Insistió Kurimo.
–Pero ¿Qué es lo que quiere? –
Preguntó Nanawa, desesperándose. Minase respondió con tedio.
–Tu atención… llevamos semanas diciéndotelo. ¿Estas escuchando siquiera? –
Kurimo asintió, pero ella no estaba tan convencida. O más bien pienso que no quería creerlo. Nanawa bajó la cabeza.
–Ustedes dicen eso. Él nunca ha dicho nada como eso. Y hemos hablado varias veces. –
Se quejó Nanawa. Minase soltó una risita.
–¿Esperabas que fuera honesto? –
Preguntó, burlándose. Kurimo asintió.
–Cuesta mucho hacer que ellos sean honestos. No lo va a decir a la primera. –
Estas dos estaban aleccionando a esta chica con todo el conocimiento que poseían acerca del tema.
–¿Y cómo sé qué es lo que quiere? Si no entiendo sus reacciones, tampoco lo va a decir con palabras. Nunca hace mención del tema siquiera. –
Se quejó ella. Ahora haciendo una pataleta. Al parecer, algo de lo que decían estas dos chicas locas hizo resonar su interior. Yo solo permanecí en silencio, más que nada porque yo no sabría qué decirle.
Minase y Kurimo encogieron de hombros.
–Eso es fácil. –
Dijeron las dos al unísono.
–Cuando a un chico que vale la pena le gusta una chica, está asustado. –
Explicó Minase.
–Incluso si no sabe lo que hace, intentará hacerte feliz. Los chicos tienen miedo de lastimar a la chica que les gusta. –
Agregó Kurimo. No estaba equivocada, yo creo.
Demonios, creo que si fui muy obvio cuando nos conocimos.
–Por eso es que se la pasan molestando con cosas como ¿Estas bien? ¿Te agrada esto? ¿No estas cansada? ¿Quieres esto? ¿Quieres lo otro? –
Minase lo hizo sonar como si esas cosas fueran una molestia para ellas. Nanawa suspiró.
–De acuerdo. –
Dijo ella. No estoy seguro de que “convencer” a alguien para que salga con otra persona sea lo más adecuado, pero puede que eso solo aplique para los hombres.
Tal vez ella tiene demasiados complejos en la cabeza.
Minase se dio la vuelta y Nanawa con ella.
–Creo que lo voy a llamar ahora. –
Comentó Nanawa en voz baja. Kurimo respondió:
–Que seas muy feliz… –
Le dijo. Eso hizo a Nanawa ruborizarse y se alejó junto con Minase. Antes de que cualquier cosa pasara, llamé la atención de Kurimo presionando su mano. Ella volteó y sonrió.
En ese momento Akane volvió a bajar y llamó la atención de todos.
–Es hora de partir el pastel, diría yo. –
Comentó ella, terminando con aquella extraña conversación, al menos por el momento. Detrás de Akane apareció Kaminari, quien al parecer, estaba tomando un baño. Me miró por unos segundos, pero no dijo nada.
Kurimo hizo las presentaciones que faltaban mientras Mizore y Sanae ponían platos listos y yo desenvolvía la caja del enorme pastel.
Una vez que todo estuvo listo, Sanae sirvió soda en copas de vidrio y Kurimo se puso de pie. Lo pensó por un momento, mirándonos.
–No soy buena con estas cosas. Veamos… creo que no falta nadie. –
Al parecer, tenía algunos problemas para acomodar sus ideas. Mizore volteó a verme, y sonrió.
–Por una familia feliz. –
Fue lo único que dijo Kurimo.
–¡Por una familia feliz! –
Brindamos. Pude sentir la mirada de Nowaki en ese momento. Pero giró la cara en cuanto voltee a verla.
Comimos pastel luego de eso. Se hizo el alboroto mientras todo el mundo iba y venía con platos con trozos de pastel. Kurimo y Nowaki comían juntas. Mizore conversaba con Akane y con Habara. La amiga de Kurimo estaba hablando de algo con Minase, quien en cuanto volteó a verme, le dijo algo y se acercó a mí. Nana–chan venía detrás de ella.
–Onee–chan no quiso pastel. Subió en cuanto comenzaron a repartir los platos. A ella le encanta el pastel. ¿Se enfadó por algo? –
Preguntó.
–No. Al menos no que yo sepa. –
Respondí.
–¿Por qué es que él tiene que hacerse cargo de eso? –
Preguntó Nanawa.
–Porque es el novio de Onee–chan. –
Respondió Minase.
–Pero… –
–Mira. Él dijo que las haría felices a todas. Y ahora tiene que cumplir, es simple. –
Replicó Minase. Suspiré y encogí de hombros.
–Dame un plato con un trozo de pastel. Yo lo subiré. –
Nanawa se rio levemente.
–Ya ni siquiera se molesta en replicar. Es gracioso. Lo admito. –
Dijo ella.
Las chicas de colegio tienen todas una idea rara de lo que es algo “gracioso” Siempre lo he dicho.
No presté demasiada atención a eso, Akane me alcanzó un trozo de pastel en un plato y luego subí las escaleras. Encontré a Sanae, como era de esperarse, mirándose al espejo.
Creo que sé por dónde iba la situación en este caso.
–Sanae. Traje tu pastel. –
Le dije, cerrando la puerta detrás de mí. Sanae saltó en cuanto escuchó mi voz.
–No me asustes así… yo no quiero pastel… –
Dijo ella. Pero no sonaba a que no lo quisiera.
–¿Vas a rechazarlo? ¿Incluso cuando lo subí hasta aquí? –
Pregunté. Había un montón de cosas en esa pregunta que Sanae captó al instante. ¿Vas a rechazarme a mí? ¿Vas a rechazar el pastel que yo te traje? ¿Incluso si te lo he traído yo? ¿Hasta tu alcoba?
–No… No es que quiera rechazarlo… es que… no es eso. ¿Ves? Yo… no puedo comer pastel… –
Sanae comenzó a trabarse mientras intentaba contestar, porque no había forma, de que pudiera responder sin alguna posibilidad de que su respuesta resultara en problemas. Lo admito, era una pregunta envenenada. Por eso es que escogí mis palabras, pero hay una buena razón.
– ¿No puedes? No es tan difícil. –
Respondí, y tomando una cuchara, tomé un trozo de pastel y lo acerqué a ella.
–Ahhhh. –
Indiqué, ella iba a negarse, pero… es que no puede negarse a esto.
–¡Sé cómo se hace! –
Se quejó. Puse el pastel dentro de su boca.
– ¿Lo ves? Es fácil… –
Le dije. Y tomé otro poco. Sanae puso una mano frente a si misma para detenerme.
–No es eso. No puedo. ¿Ves? No es que… –
Y puse otro pedazo dentro de su boca. Ella lo disfrutaba bastante.
–Espera… deja de hacer eso… –
Se quejó ella.
– ¿Qué? ¿No es así como se consciente a una niña linda? –
Pregunté.
–Si pero… –
Nuevo trozo de pastel. Sanae se alejó de mi después de eso, cuando fue claro que no planeaba detenerme.
–No estás escuchándome. –
Se quejó.
–No… –
Respondí simplemente, como si fuera algo obvio.
–Pues escúchame. ¡Estoy a dieta! –
Se quejó Sanae, porque simplemente continué dándole pastel en la boca. Ella no dejó de comer, por cierto.
–Ah, es eso. Bueno. Es solo un poco de pastel. –
Respondí, Sanae cruzó los brazos.
–Tú no entiendes. Estoy tratando de controlar mi peso. Y tú no estás ayudando en nada. ¿Quieres que me ponga fea? No. ¿Cierto? –
Se quejó ella. Yo solo puse más pastel en la cuchara, y se lo di.
–Sanae, no podrías ponerte fea aunque te comieras cien pasteles tú sola. –
Respondí. Sanae, por toda respuesta, me apartó y se arrojó sobre la cama bocabajo, abrazando su almohada, y reprimió contra ella un grito de un enorme berrinche.
Luego levantó la cara y me miró.
–Minase tenía razón. Me tienes completamente dominada. –
Era… ¿Una queja? Porque enojada no parecía.
–Sanae. Tú sabes que esa no es mi intención… –
–¡Ya sé que no es tu intención! –
Me gritó, luego se acostó sobre su almohada. Con la expresión típica de la chica que no está contenta sin importar cuanto la consientan.
–Pero es la verdad. Y me haces sentir pequeña. –
Respondió Sanae, y suspiró. Yo me senté en la cama a su lado y puse una mano en su hombro. No, aún no tenía una idea clara de qué estaba pasando. Pero de todos modos, estoy allí con ella.
–¿Estás enfadada por eso? –
Pregunté. Ella negó con la cabeza. Se puso sería un momento.
–No me hace enfadar. Me hace feliz. Tú siempre tienes esa costumbre de hacerme feliz incluso si yo no quiero. Y… todavía hay una parte de mí, diciéndome que no lo merezco. Es eso… –
Explicó ella, y sin que yo tuviera que hacer nada, ella tomó mi mano.
–No te vayas a enojar conmigo. –
Me dijo.
–No voy a enfadarme contigo Sanae, mucho menos por algo así. –
Le dije, acariciando su mano con la mía. Ella se sentó a mi lado, acomodándose, sin soltar mi mano. Creo que es la parte del problema que no podía solo arreglarse con sexo y atenciones. Nada que un poco de paciencia no pueda acomodar, diría yo.
–Empecé la dieta hace unos días, porque pensaba que… bueno… a ti te gustaría más. Y bueno, quiero que estés feliz conmigo. Quiero que pienses que soy más bonita y eso. Y me propuse a mí misma no romperla por nada del mundo, para poder ser la chica que tú te mereces… y tú decidiste aparecerte frente a mí, con pastel. –
Se quejó Sanae, jugando nerviosamente con mi mano entrelazada con la suya.
–Sanae, tú ya eres bonita… –
Le dije.
–Pero más. –
Replicó. Yo suspiré.
–Sanae, esto lo haces constantemente, creo que desde que nos conocemos. Si piensas que no me he dado cuenta es que no me conoces. –
–Pero nunca sale bien. –
Replicó ella.
–Claro que sale bien. El problema es que no me agrada. Tú dices que quieres que yo esté feliz contigo. Aprecio mucho el sentimiento, pero no quiero verte auto–castigarte para ello. Es duro para mí. Huiste de toda la celebración por miedo a romper tu dieta. Y por más que piense que tener determinación es algo bueno, tienes que ser más flexible contigo misma. –
Le dije, Sanae se puso a llorar.
–Me estás regañando. –
Se quejó. Yo la acerqué a mí y ella puso su cabeza sobre mi hombro.
–Un poco. Estás siendo demasiado dura contigo misma, y ya sabes que no me agrada eso. Quiero que estés feliz. –
Respondí. Es que… esa determinación que ella siente por la dieta puede transformarse en otra cosa. No tengo nada especial en contra de las dietas pero especialmente en el caso de Sanae, es algo a qué tenerle cuidado, porque ella no va a ver el límite con tal de conseguir lo que ella piensa que te mereces de ella. Poco importa lo que tenga que sacrificar. Ahora es una fiesta… después será su salud.
–Pero… tal vez… si me esfuerzo… –
Comenzó a decir, pero yo sólo acaricie su cabeza.
–Sanae es perfecta así como es. Está bien si quiere comer pastel hoy. Está bien si quiere ser consentida. No tiene que hacer nada especial, Sólo ser Sanae ¿Comprendes? –
Sanae asintió con la cabeza.
–¿Puedo… terminar el pastel? –
Preguntó ella.
–Claro que si… –
Respondí, acercándome el plato. Pero ella escondió sus manos.
–Tú dame… –
Pidió.
–Bueno, no queda demasiado, pero por supuesto que sí. –
Respondí, y le di las dos cucharadas que quedaban. Cuando terminó, parecía feliz.
–Anda. Puedes bajar por un poco más si quieres. Te están esperando. –
Le dije, Sanae se paró frente a mí, con sus manos atrás.
–Pero tú me diste permiso. –
Insistió. Creo que ella quería acallar esa voz en su mente. Tiene sentido para mi. Su conciencia no le recriminará si ella tiene una excusa. Funcionaba con el sexo, puede que funcione con esto también.
–Claro que sí. Ahora ve. ¿De acuerdo? –
Sanae asintió, se dio la vuelta alegremente, y bajó las escaleras apresurada.
Cuando salí de allí, me encontré a Kaminari recargada en la pared, con los brazos cruzados.
–Vaya, eres alguien con una boca. –
Comentó. Fue entonces que me di cuenta de que ella estaba allí. Había mantenido un bajo perfil todo este tiempo, tratando de no darse a notar.
–¿Porque estás aquí arriba? –
Pregunté. Ella encogió de hombros.
–Quería verte… es justo como pensé que sería. –
Respondió ella, tenía los brazos cruzados y una expresión aburrida en el rostro.
–No comprendo. –
Respondí. Ella suspiró con tedio.
–Digamos que quería mirar cómo eres en realidad cuando nadie más está mirando. Es justo como pensé. Posesivo, envidioso, manipulador. Ella tuvo que romper su dieta para tenerte contento, y aun así salió sonriendo. –
Se quejó Kaminari. No había forma de explicarle todo lo que había detrás de toda esa idea de la dieta.
–Solo quería que estuviera feliz. –
Respondí. Kaminari soltó una risa incrédula.
–Eres un monstruo. Eso es lo que eres. Tú… no tienes una idea de lo que acaba de pasar ¿O sí? –
Me dijo ella. Parecía un reclamo de algo, pero yo no podía identificar qué era.
–Explícame. –
Respondí, encogiendo de hombros.
–Cambió de idea porque tú le dijiste que eso es lo que quieres de ella. ¿Tienes una idea de lo que cuesta hacer dieta? Para que ese chico genial llegue y diga “Tú estás bien, no hagas dieta” y puff… adiós todo. Porque ese chico dijo que está bien. Manipulaste todo, porque tú quieres que ella coma pastel. Y haces lo mismo con todas. ¿O no? Hiciste lo mismo con tu esposa, y con Ha–chan antes. Las manipulaste, para que yo pudiera quedarme. –
Dijo Nowaki, y bajó los brazos, luego se paró frente a mí.
–Creo que estás malentendiendo el significado de manipular. –
Respondí, pero era yo el que lo estaba malentendiendo.
–¿Eh? ¿Cómo es eso? Haces que hagan lo que tú quieres que hagan, cuando tú quieres y por razones que no le revelas a nadie. Y las recompensas con palabras bonitas, atenciones, cariño y halagos hasta que lo olvidan. ¿Cómo se le llama a eso? –
–Lo único que quiero es que sean felices. Es todo. –
Respondí.
–Por supuesto. Yo no he dicho que las haces miserables. Todo lo contrario en realidad. Las haces olvidar que la miseria existe siquiera. Nada de eso existe en esta… fortaleza de sueños que has creado. Es como vivir en Disneylandia. Aquí todo son halagos, mimos, atenciones. Pueden vivir la fantasía que ellas quieran, todo el tiempo que quieran. Todo lo que tienen que hacer es portarse bien y hacer lo que tú quieres que hagan. –
Me dijo ella, miró hacia arriba un momento, su expresión me decía que ella lo encontraba divertido.
–Es casi… diabólico. –
Dijo ella, y me miró, sonriendo.
–Pero yo no he engañado a nadie. –
Repliqué. Ella me miró con una sonrisa extraña.
–Lo sé. Y ellas lo saben también. ¿Sabes por qué no se quejan? Porque no importa. No importa porque tú dices que no es importante. Y todas tus dudas y tus miedos desaparecen porque no son importantes tampoco, y todo lo que te hacía infeliz es cosa del pasado ahora. Y todo está bien, porque su majestad “el príncipe” decreta que todo está bien y al parecer, es todo lo que hace falta. ¿No es cierto? –
Preguntó. ¿Por eso me puso ese apodo? Me preguntaba. Lo dijo con un tono diferente esta vez, eso ni hablar, aunque también creo que ella quería recordarme que me había puesto así por una razón muy específica.
Ella continuó:
–Ah, Lo olvidaba, si alguien toca a tus preciosas muñecas, lo lamentarán. Serán castigadas y humilladas hasta el cansancio. –
Se quejó. Estaba hablando de Habara, y de la madre de Kurimo.
–No me gusta que les hagan daño, es todo. –
Respondí.
–No. Lo que no te gusta, es que sea alguien que no eres tú. Ha–chan me contó lo que pasó cuando rompió contigo. La torturaste, saliste con otra chica, dijiste cosas horribles. Hasta que hizo lo que tu querías que hiciera. Si eso no es ser posesivo, entonces no sé lo que es. Dime… ¿Fue lo mismo con las demás? –
Preguntó.
A ver… abusé de Akane y por eso acabó viviendo aquí… pero golpee a su padre porque vino aquí a golpearla. No fue mi intención, pero pasó. Ignoré a Sanae, durante años. Yo no de daba cuenta, pero pasó. Hasta que por fin hizo lo que yo quería que hiciera. Mizore vino aquí a disculparse por algo que yo había hecho. No fue cosa mía, pero pasó.
Diablos, sí me veía como una especie de psicópata.
–¿A qué quieres llegar? –
Pregunté, en cierto modo estaba asustado. Ella tenía razón.
–Quiero… que lo admitas. –
Respondió.
–¿Por qué? –
–Admítelo. –
Se quejó ella.
–Bien, lo admito. –
Repuse, derrotado. Luego Kaminari se explicó.
–Bien. Escucha. Ayer mientras hablábamos, tú dijiste algo de que, tal vez, yo me iría con otro chico o algo así. No sé. Fue idiota de tu parte, pero me hizo pensarlo. Tú… no vas a dejarme ir así como así. Lo haces parecer voluntario, pero no es voluntario. Usarás todo lo que tengas para detenerme. ¿Me equivoco? –
Preguntó ella. Esta chica era extremadamente inteligente.
–Bueno… yo no quiero que te vayas. Pero no haré nada que no quieras, ya te lo dije. –
Respondí, encogiendo de hombros. Nowaki sonrió sórdidamente.
–No. Claro que no. Lo que harás, es que quiera quedarme. Si un chico lindo viniera ahora mismo, y quisiera que me fuera con él. Tú… harías todo lo que sabes hacer, para que yo cambie de opinión. Justo como hiciste con ella y su dieta. –
Explicó Nowaki.
–No es que quiera ser posesivo. –
Respondí.
–Pero lo harías. –
Insistió Nowaki.
–¿Qué es lo que quieres que diga? –
Pregunté, exasperándome un poco. Ella resopló.
–Que lo harías. Que no me dejarías ir. Que nunca ha sido tu intención dejarme ir. Que pertenezco a este sitio ahora. Nunca nadie ha sido posesivo conmigo. Soy un estorbo a donde quiera que voy. Y desde que me conoces, todo lo que has hecho… es repetir que voy a irme con alguien más. Es todo lo que has dicho sobre mí… –
Se quejó. Ahora estaba llorando. ¿Herí sus sentimientos anoche? Me preguntaba.
–De acuerdo. Me descubriste. ¿Sabes? Es cierto… yo no tengo ninguna intención de dejar que te vayas. Suena feo si lo digo en voz alta, pero si ya lo sabes, entonces no hay nada que ocultar… yo creo. –
Le dije. Kaminari se dio la vuelta y puso sus manos detrás.
–Ayer te hice una pregunta. Y no has sido lo suficientemente caballeroso para responderla. –
Insistió. Creo que Kaminari nunca olvida una cosa como esta. Ya me voy dando cuenta de que si ella pide algo, presionará hasta que obtenga una respuesta.
–¿Quieres la respuesta ahora? –
Pregunté, pero ella encogió de hombros.
–Antes que eso, primero quiero saber realmente… ¿Que fue? ¿Qué fue lo que te llevó a traerme aquí? ¿Mi cara? ¿Mi cuerpo? –
Preguntó. Aun sin voltear, y balanceándose sobre sus pies.
–Bueno… es que… –
–No me vengas con esa tontería de la responsabilidad. Sé que eso es una excusa. –
Me advirtió.
–Cuando nos encontramos en el estacionamiento en el trabajo. Dejaste una impresión. Tengo que admitirlo. –
Ella volteó a mirarme por unos segundos. Seguía llorando, tratando de aparentar tranquilidad, volvió a darme la espalda para no mirarme después.
–Te ofrecí mi cuerpo. –
Se quejó.
–Estabas fanfarroneando. Y tú sola te delataste. Tu boca puede decir muchas cosas y tus manos pueden hacer lo que les ordenas que hagan, pero no tus ojos. Por eso es que no estas mirándome ahora. –
Ella se giró, parecía estar tratando de contener su llanto, inútilmente.
–Dime qué fue. –
Se quejó.
–Era ese acto. Porque cuando te pedí que lo dejaras, dijiste la verdad. Que es el único que te sabes. No es que quieras ser así. –
Expliqué.
– ¿Y cómo soy entonces? –
Preguntó ella, retándome, a medias. Yo sonreí. Su padre me dijo que ella es dulce, y yo pienso que tenía razón.
–Pues, si es un acto, que tanto esfuerzo cuesta mantener, entonces quiere decir, que eres todo lo contrario. ¿No es cierto? –
Pregunté. Ella giró la cara.
–Tal vez… –
Es lo que decía Kurimo cuando no se atrevía a decir “si” abiertamente. Sonreí levemente.
–No voy a mentir. Me gustas. Eres bonita, después de todo. Y eres bastante inteligente, si averiguaste tanto sobre mí en un par de días, honestamente nunca habían leído tanto de esto. –
Le dije. Ella se limpió las lágrimas.
–No me digas que soy bonita… no es lindo. No quiero ser bonita. Quiero ser normal. –
Se quejó ella. Para mí lo normal es que una chica sea bonita, pero ya que.
–Está bien, trataré de decirlo menos, si es lo que quieres. –
Respondí ella encogió de hombros.
–No me importa si tú lo dices. –
Entonces ¿Quiere que se lo diga o no? Me preguntaba, pero decidí no entrar demasiado en esa discusión en particular.
–Como sea, no es la razón. Hay cosas más importantes que eso. –
Le dije, esperando no sonar como un idiota, especialmente frente a ella, pero en lugar de burlarse, ella se acercó a mí.
–Entonces… ¿Es la caja? –
Preguntó. Yo suspiré.
–Son tus sentimientos. –
Es que no me agradaba la comparación, pero eso la hizo enrojecer.
–No hay nada bueno allí. –
Dijo ella.
– ¿Vas a empezar a mentir tan pronto? Creí que estábamos siendo honestos aquí. –
Ella me acercó aún más a mí. Un dato curioso, ella es más pequeña que yo. Es apenas más alta que Kurimo. Así que, su frente estaba cerca de mi nariz.
–Bueno… tienes razón… si hay. Es solo que yo creí que a nadie le importaba. –
Explicó.
–Ya te he dicho que eso no es verdad. Vas a tener que creerme eso hasta que haya tiempo de demostrártelo apropiadamente. –
Expliqué. Nowaki me miró a los ojos.
–Te creo. Tú no eres como los otros chicos. Es muy obvio. Lo que no creía es que te fijarías en mí realmente. Pero Mi–chan y Ha–chan dicen que es normal que te fijes en mí. Y si eso es cierto, entonces eso quiero. –
¿Quién es Mi–chan? ah… Mizore…
No la interrumpí, de todos modos.
–Quiero que seas muy, muy posesivo conmigo. Quiero que te enojes mucho si hago algo tonto. Y que te importe si a mí me ocurre algo. Esa es la clase de fantasía que quiero vivir. Tú… ¿Serías mi novio? –
Finalmente regresó a su pregunta. Tomé su mano, como para recordarle un poco dónde estaba mi atención. Ella miró mi mano tomar la suya y volteó a verme a la cara otra vez. Soltó una risita avergonzada.
–De acuerdo. Claro que te los doy. Son para ti. –
Explicó ella. Puse un beso en sus labios, sin decir nada. Nowaki se dejó besar, incluso puso una mano en mi hombro. Luego se separó de mí.
–Jamás vuelvas a decir que me iré con alguien más. Eso me dolió. –
Se quejó ella.
–Fue un error de mi parte. Realmente lo lamento. No fue con la intención de hacerte daño. Perdón. –
Ella miró a todos lados, como por reflejo.
–Te perdono lo que quieras… –
Aseguró, luego se dio la vuelta.
–¿Y bien? ¿Lo vas a dejar asi?… –
Preguntó, eso me tomó un tanto por sorpresa.
–¿De qué hablas? –
Pregunté. Nowaki suspiró pesadamente, puso ambas manos en su cintura, y volteó a mirarme. Era la cara de una mujer que está comenzando a enfadarse.
–Oye, es en serio. Tienes que dejar de hacer el tonto. No te queda, y si lo fueras realmente, yo no estaría aquí. –
Explicó.
–Lo lamento. –
Respondí, batiendo la cabeza. Ella soltó una risita.
–Tu… realmente no entiendes cómo me siento ¿cierto? –
Preguntó. Yo negué con la cabeza.
–Evidentemente no. Soy malo para estas cosas, en cierto modo. –
Ella asintió con la cabeza.
–Sí, Ha–chan me dijo eso también. No eres muy bueno entendiendo sentimientos, pero yo sí entiendo cómo te sientes. Y sé que quieres besarme. –
Explicó ella, sonriendo, muy satisfecha de si misma. Esa clase de comportamiento en Sanae o incluso en Akane hubiera despertado mi instinto de molestarlas, pero en ella era algo diferente. Se sentía algo cálido por dentro.
–Bueno, eso es cierto. –
Respondí, sonriéndole. Ella asintió, muy animada.
–Entonces está bien. Hazlo… ven… –
Puso sus manos en mis hombros, suavemente, y se acercó a mi, aunque tuve que ser yo el que pusiera mis labios sobre los suyos. Ella se dejó besar por unos momentos, incluso cuando iba a separarme, ella lo evitó.
No se aferró a mí ni nada por el estilo, solo puso sus manos en mi cara y continuamos besandonos por un momento, hasta que lentamente ella se recargó en la pared, seguía tocando mi cara cuando terminó el beso.
–Mi príncipe… –
Exclamó ella con un suspiro, ahora completamente roja de la cara. Yo permanecí allí hasta que ella recuperó la compostura, luego miró al suelo.
–Yo… No sé todavía como demostrar muchas cosas. Es la primera vez en mi vida en que mi seguridad no es lo más importante. Yo realmente pensé que algo malo podía pasarme. Pensé que todo era una mentira. Y si no fuera por ellas, ahora mismo estaría tan aterrada que no podría ni hablar. Creo que, dentro de mí, estaba esperando que realmente te lanzaras sobre mi. Pero acabo de entender que no vas a hacer eso. Sé que quieres. –
Y me miró por unos momentos.
–Y yo nunca había visto a un hombre contenerse. No creí que esas cosas pasaran. Pensé que solo se lanzaban sobre una como si nada importara. Pensé que era lo normal. –
Explicó.
–¿Es por el hermano de Kurimo? –
Pregunté. ella me miró con un dejo de melancolía.
–Más o menos. Él era asi pero, nunca lo permití. Yo era mas fuerte. Por otro lado… él… bueno… –
Y se dio la vuelta para no mirarme.
–No tienes que acordarte si no quieres. –
–La primera vez me arrinconó en el baño. –
Explicó. Ella quería contarlo. Supuse que era mi deber escuchar lo que ella tuviera que decir.
–Me empujó con fuerza cuando quise salir. Me sujetó la cara con fuerza, y cuando quise forcejear, o huir, él solo se burló de mí. Luego mi madre apareció, y yo me arrinconé en la pared. Ellos comenzaron a discutir sobre sus problemas. Ni siquiera prestaron atención a la chica agazapada y llorando que estaba en medio… después, lo intentó mientras dormía. Mi madre estaba inconsciente por la bebida, y el bajó mi pijama, quise gritar pero él cubrió mi boca. Hice lo que pude para evitarlo, él comenzó a tocar mi trasero cuando le piqué los ojos. Y luego lo patee con fuerza…allí abajo, y salí de ahí. Y cuando volví a casa, él no estaba allí. Y en verdad me daba mucho miedo que volviera. Asi que tomé mis cosas, y algo de dinero, y me fui. Quise entrar a ver a mi padre, pero no me dejaron pasar… asi que esperé por ti… si tu no aparecías, tendría que volver allí, y rezar porque esa noche no se apareciera… –
Vaya, eso es a lo que yo le llamo a un paso del infierno. Por otro lado, esta es una chica que sabe cuidarse sola. Lo aprendió a la mala, supongo.
–Entonces realmente estuvo muy cerca. Debieron haberte dejado entrar de inmediato, en realidad. –
Expliqué. Ella estaba llorando de nuevo.
–A mi padre no le importa. Lo único que le interesa es mantener su imagen. No le importo a nadie. Y claro que sabía que te causaría problemas, pero… solo pensar en volver me daba mucho miedo. Perdón por ser tan insistente antes. Estaba asustada. –
Supongo que por eso quería saber si le detendría. Imagino que se sentía mejor pensando que no podía irse a pensar que estaba aquí por la sola razón de que no podía ir a otro sitio. Eso fue insensible de mi parte.
Si yo no la dejo ir, eso pone un poco de paz en su mente. Ella no podría irse de todos modos, porque yo no iba a dejarla ir. No es que esté siendo una molestia. Etc…
Supongo que eso también explica por qué su trasero le obsesiona tanto. Es que esa fue la parte que el individuo alcanzó a tocar. Asumo que aún se siente mal por eso.
–No tienes que preocuparte por eso, en realidad todo se trataba de que vinieras aquí. Tenías razón, me descubriste… –
Le dije, ella sonrió, creo… que Nowaki sabía que lo estaba diciendo para que ella se sintiera mejor. Batió la cabeza luego.
–En verdad que eres un príncipe… –
Dijo ella, dándose la vuelta y girando su cabello con energía, como para dármelo a notar.
–Voy a bajar con Ha–chan, y tú te vas a quedar aquí solo. Por tonto… –
Dijo, y comenzó a caminar.
Fue un poco demasiado obvio para mí lo que ella esperaba que pasara. La alcancé por la espalda, y puse una mano en su hombro, con algo de miedo, a decir verdad. Nowaki se detuvo en seco.
–Pero… iba a ir con Ha–chan… –
Se quejó ella.
–¿En verdad? ¿No puedes esperar? –
Insistí, ella se detuvo y suspiró.
–Ya te había dicho lo que quiero. –
Insistió Nowaki.
–Quieres que te quieran. Me lo dijiste antes. –
Respondí, ella volteó a verme, con lágrimas en los ojos. Pude ver la ilusión crecer en ellos a medida que se daba cuenta de que no estaba acobardándome.
Nowaki decidió que era una buena idea atacar.
–¡Me harás creerlo! Y si no es cierto te juro que… te apuñalaré… ¡es en serio! –
Se quejó.
Yo encogí de hombros.
–Si fuera capaz de engañar a una chica como tú en esto, creo que me lo tendría bien merecido. Aun asi, no lo haré. –
Respondí. Ella, por toda respuesta, se acercó a mí y me abrazó con fuerza.
–Seré pegajosa, te lo advierto. –
Me dijo ella, asentí con la cabeza y le abracé lentamente, pude sentir como eso la hizo estremecerse.
–Eso estaría bien. –
Respondí. No era mi intención que ella se limitara para nada. Suspiré, el aroma de su cabello entraba por mis fosas nasales, aun asi me contuve, aunque a este punto, debería ser obvio para ella que tengo una erección.
–Pues, Ha–chan dijo que podíamos usar su cuarto. Además nadie va a subir ahora… –
Anunció ella.
–¿Lo saben? –
Pregunté, porque me parecía un poco… extraño que ella estuviera al tanto de que lo supieran y no le incomodara. Aunque si es de ellas de quien hablamos, “saber” es muy poco. Estoy seguro de que ellas insistieron. Nowaki encogió de hombros.
–No sé. Pero Ha–chan dijo que estaba bien. –
Respondió Nowaki, encogiendo de hombros y balanceándose levemente. Luego me tomó de la mano y entramos al cuarto de Kurimo
–––––––––
Una vez dentro, ella cerró la puerta tras de sí, y miró a todos lados, nerviosa.
–Bueno… hazlo entonces… –
Me dijo. Yo la miré, un poco confundido.
–¿Solo asi? –
Pregunté. Ella miró a otro lado.
–Yo qué voy a saber… solo… –
Y enrojeció, se dio la vuelta.
–¿Sabes qué? Ya no quiero… –
Dijo, e intentó salir de la habitación. Empezaba a cansarme de este juego, por más que comprendiera cómo se sentía. Por otro lado, parece que esa negativa en especial, es falsa.
–¿Ya no quieres? Espera un segundo. ¿Qué está pasando? –
Le dije y la tomé del hombro, ella se dio la vuelta y me miró, estaba asustada.
–No pasa nada. Quítate… no fuiste tan insistente con el helado… –
Se quejó ella. Claro que lo recordaba.
–Aun asi me trajiste hasta aquí… –
Repliqué. No me moví. Sé que ella quiere que yo le insista, pero no sé hasta qué punto su resistencia es real. Ella pareció desesperarse.
–Si pero… tengo miedo ¿Ya? ¿Es eso lo que quieres saber? ¿Disfrutas asustando a las chicas? –
–¿De qué tienes miedo, Nowaki? –
Pregunté. Ella tuvo un sobresalto, pero tampoco salió de la habitación. Arqueó una ceja, como si fuera algo que yo debiera saber
–A que me duela… ¿Por qué tienes que preguntar lo que es obvio? –
Se quejó.
–Bueno, no puedo prometer que no dolerá. Es algo natural las primeras veces… todo lo que puedo decir es que te trataré con cuidado. –
Eso le hizo bajar la cabeza.
–¿Es una promesa? –
Preguntó, juntando sus dedos.
–Lo es. –
–Bien entonces… –
Me dijo y se acercó a mí, lentamente. Puso una mano en mi hombro, y antes de acercarse, volvió a separarse de mí.
–Pero me tienes que querer. –
Advirtió.
–Nowaki. Eso no lo tienes que pedir. Como dije, no voy a mentir en esto. No tiene ningún sentido. No voy a dejarte ir de todos modos. –
Respondí. Finalmente ella fue quien me abrazó. Supuse que eso era una aceptación de todo este estira y afloja. Algo que creo es que ese estira y afloja era el mismo que ella sentía en su interior.
Por eso es que no me molesté.
Si, estaba siendo demasiado condescendiente.
–Eres alguien con una boca… –
Repitió ella, poniendo su cara sobre mi hombro. Estaba temblando, pero creo que ella no quería que su miedo le dijera qué hacer.
–Tal vez. Eso no lo hace menos sincero. –
Respondí, atrayéndola hacia mí.
–Espera. Espera… tiene que comenzar con un beso. –
Se quejó ella, me miró con lágrimas en los ojos.
–De acuerdo, de acuerdo. No pensé que tendrías un orden para esto. Lo siento. –
–Pues disculpa si estoy nerviosa. No todos los días te metes a un cuarto con el chico de tus sueños… –
Y se quedó callada. Quiso apartar la mirada y antes de que pudiera mirar a otro lado, le di un beso en los labios. Nowaki poco a poco dejó de temblar a medida que comenzaba a besarla, acarició mi cara y mi cabello, hasta que se detuvo. Sonrió levemente y me miró.
–Eso estuvo bien. ¿Te gustó a ti? –
Preguntó ella tímidamente. Yo la tomé de la mano de nuevo, halándola hacia mí, ella se pegó a mi pecho, y yo llevé mi boca a su cuello. Intentó separarse por unos segundos.
–Espera… yo… eso…. –
Comenzó a decir, yo solo aparte su cabello y comencé a besar su cuello.
–¿Qué pasa? ¿Te desagrada? –
Pregunté. Ella negó con la cabeza.
–No… bueno… yo… se siente extraño… –
Se quejó ella. Admito que tenía mucho tiempo que no estaba con una chica sin nada de experiencia en esto. Era un tanto reconfortante, en cierto modo. Decidí ir un poco mas lejos.
–¿Me dejarás tocarte? –
Pregunté. Ella asintió varias veces con la cabeza.
–No puedo escucharte… –
Insistí.
–Si… si tú quieres… –
Respondió. Comencé a bajar mi mano por su espalda, pude sentir como Nowaki se estremeció mientras mi mano bajaba, hasta que toqué su trasero.
Nowaki tuvo un sobresalto.
–Mi trasero… no es… obsceno ¿cierto? –
Preguntó ella, suspirando a media voz. Alguna alarma se encendió en mi cabeza. Es que ella insistió especialmente con esto.
–Bueno, no lo es. Es lindo… –
Creo que voy a tener que cuidarme mucho de mis palabras con ella.
Mientras la tocaba, pude sentir como sus manos se aferraron a mi ropa. Al parecer lo estaba disfrutando, pero tuve la impresión de que, la mejor manera de arruinarlo, es decir alguna idiotez. Creo que Nowaki es, al menos por ahora, la clase de chica que se ofendería si le dices algo demasiado obsceno.
Continué besando su cuello, con un poco más de intensidad.
–Quita tu cabello… –
Le pedí. Hasta que no sepa cómo hablarle, tengo que decir las cosas claras y simples como me sea posible. Ella se desesperó un poco, quitando su cabello con violencia, pero se relajó en cuanto continué. Mi mano no estaba siendo discreta en su trasero y su respiración estaba acelerada.
De todos modos, ella no parecía molesta, incluso movía su cabeza un poco para dejarme hacer, tampoco retiró mi mano ni quiso apartarse.
Después de unos momentos, ella comenzó a impacientarse.
–Estás obsesionado con mi cuello… y está empezando a hacer calor aquí… –
Me dijo. Ella estaba usando pantalones cortos de mezclilla y unas calcetas largas. No era mucho lo que podía sentir de su piel. Al menos no en su trasero.
–¿Quieres que me detenga? –
Pregunté. Nowaki negó con la cabeza.
–No pero… es que yo no sé… –
Se quejó ella.
–Solo tienes que pensar en lo que está pasando. Solo eso. No te ocupes de nada más por ahora. –
Respondí.
–Pero no me lo digas al oído… –
Respondió con un quejido.
–Perdón. Tenías razón. Estoy obsesionado con tu cuello. Tendrás que perdonarme eso. –
Volví a susurrarle al oído. Pude sentir como eso la hizo estremecerse. Nowaki trató de recomponerse.
–Te perdono… te perdono lo que quieras… –
Respondió, poco a poco su conciencia la iba abandonando.
–Eres linda Nowaki… –
Le dije. Pude sentir que eso le cortó la respiración un poco, pero protestó.
–No me digas linda… no me digas linda. Te dicen linda cuando no les importas… –
Eso explicaba muchas cosas.
Imagino que un centenar de hombres le han dicho que es linda antes. Y ella está aquí ahora. Veamos. ¿Qué cumplido haría un príncipe?
Ah… ya recuerdo. ¿Por qué pensaba en esto en este momento? No lo sé. Pero valía la pena intentarlo.
–Eres tan dulce… –
Le susurré, pude sentir como eso la hizo estremecerse.
–Ya no… digas… esas cosas… –
Se quejó, abrazándose con fuerza mientras yo continuaba besándola. Mi mano no se había detenido en su trasero, y ella me tomó la mano que tenía libre con la suya.
–Eso… no puede… ser cierto… –
Se quejó, pero me apretó más.
–¿Eso piensas? Tal vez… tengo que probarte mejor. ¿No es cierto? –
Pregunté. Ella volvió a estremecerse, y su respiración estaba muy acelerada. Aun asi, ella no parecía estarse conteniendo. Tal vez no sabía qué hacer, pero estaba siendo muy demostrativa. Pegaba su cuerpo al mío todo lo que podía. Fue entonces que su ropa comenzó a estorbarme.
Pasé mis besos lentamente hacia enfrente. Ella se dio cuenta de inmediato de que la ropa era un problema, pero no dijo nada, solo trató de halar su blusa para exponer su piel un poco.
–Vas a tener que quitártela. –
Le dije. Eso la hizo paralizarse.
–Pero… nunca… yo… –
Se quejó. Había lágrimas en sus ojos. Normal si nunca antes había llegado tan lejos, yo pienso.
–Lo sé. Pero aun asi, quiero seguir besando tu piel… –
Respondí. Lento. Tranquilo, claro. Es una petición. Ella puede negarse si quiere. No quiso.
–De acuerdo. Pero… estoy muy nerviosa. No te vayas a burlar… –
Dijo, y con las manos temblorosas, comenzó a desabotonar su blusa. Reveló un sostén color rosado que, al parecer, la tenía difícil para sostener sus pechos. Eran más grandes de lo que parecían.
–¿Te gustan? –
Preguntó, cubriéndose a medias con los brazos una vez que su blusa cayó al suelo.
–Sí. –
Respondí simplemente. Ella mostró una sonrisa muy pequeña.
Había una marca en su piel. La marca de alguien que ha pasado mucho tiempo bajo el sol últimamente. No. Ella no usaba escotes abiertos con regularidad. Su piel era normalmente pálida, pero se notaba un poco quemada del cuello y los hombros.
La atraje hacia mí de nuevo y comencé a besarla, esta vez siguiendo el camino por sus hombros. Y Nowaki, ya un poco más satisfecha con mi reacción, comenzó a acariciar mi cabello. Lentamente, comencé a bajar a sus pechos, ella tembló en cuanto sintió mis labios sobre la piel de sus senos.
–Me siento… extraña… –
Fue lo que dijo, con la respiración entrecortada.
–¿Es agradable? –
Pregunté, teniendo mucho cuidado de que mis besos no fueran demasiado intensos. Pude sentir como su cuerpo se relajó.
–Un poco… creo… es muy vergonzoso… –
Se quejó ella.
–Perdón por eso. No tienes que sentir vergüenza de esto. Es solo normal que quiera besarte ¿No es cierto? Somos novios, después de todo… –
–Bien… solo si tú lo dices… –
Respondió ella. Comencé a empujarla ligeramente, poco a poco, ella fue retrocediendo, sin dejar de abrazarme. Después de unos momentos, ella se recargó en la pared. Se acomodó su cabello y me miró, expectante.
–Asi no… me puedes tocar bien… –
Dijo ella, porque quité mi mano de su trasero. Puse esa mano en su estómago, apuntando hacia abajo. Eso la sorprendió.
–¿Eh?… –
Fue todo lo que dijo, porque bajándola, metí mi mano debajo de su short, y debo de su ropa interior. Ella tuvo un sobresalto, y puso su mano en mi hombro, alarmada.
–Espera… allí es… –
Pero no pudo pensarlo demasiado porque inmediatamente me abrí camino dentro de su ropa y pasé mis dedos por la entrada de su vagina. Nowaki se alarmó.
–Espera… mi príncipe… allí no… por favor… –
Comencé a acariciarla lentamente. Su ropa era un poco problemática, pero podía con esto. Por otro lado, eso calentó los ánimos para ella muy rápido.
–¿No te gusta? –
Pregunté, ella hizo lo que pudo para responder.
–Si… me gusta… pero… es que… –
Y, en ese momento, Nowaki dejó salir su primer gemido. Imagino que en toda su vida, porque inmediatamente después se tapó la boca.
–¿Yo hice eso? –
Preguntó.
–Lo hiciste… –
Respondí, acariciándola nuevamente. Nowaki se inclinó por el estímulo súbito y comenzó a gemir. Luego se quejó.
–No sé qué me pasa… están saliendo… ruidos raros de mi boca… no lo controlo yo… –
Se quejó. Su vagina estaba extremadamente caliente, también estaba escurriendo mucho.
–Si te gusta, entonces está bien… –
Respondí, y le di un beso en los labios. Ni siquiera eso pude hacer bien. Lo digo porque ella se apartó de mí y recargó su cara en mi pecho. Comenzó a gemir sin poder evitarlo.
–Me encanta… pero… no sé… que me pasa… –
Replicó ella,
–Si desabrochas el botón se sentirá mejor…–
De acuerdo, había una pequeña trampa allí. Quería que ella lo desatara. No sé, todavía sentía un poco de miedo con esta situación. ¿Qué si esto no es lo que realmente quiere?
–¿De… desatarlo? Esta… está bien… –
Respondió, con la respiración entrecortada. A prisa, nerviosa y temblando, desabrochó el botón. Mi mano podía moverse mejor ahora y eso fue lo que hice. Suavemente, comencé a acariciarla. Ahora que estaba más libre podía hacerlo mejor, y ella lo notó en seguida.
Puso sus manos atrás y se recargó en la pared, dejándose hacer. Sus gemidos se hicieron más altos. No era demasiado ruidosa pero era perfectamente audible.
–¿Se siente mejor? –
Pregunté. Ella asintió con la cabeza.
–No sé. Creo que si… ¿Está mal? –
Preguntó, mirándome con la cara roja.
–Claro que no. Se supone que se sienta bien. –
Respondí. Ella me chilló, a todo volumen esta vez.
–Se siente muy bien… ahí abajo… ¡Abrázame! –
Fue más una orden que una petición, pero como estaba recargada en la pared, no podía abrazarla bien, asi que la atraje hacia mí. Sus piernas parecían no poder sostenerse, asi que ella se colgó de mí.
–No me vayas a soltar… no me vayas a soltar… –
Se quejó, cosa que no tenía mucho sentido porque quien estaba apretándome era ella a mí.
–Claro que no te soltaré. –
Respondí. Nowaki a este punto, comenzó a mover sus caderas hacia adelante y hacia atrás, en cierto modo como tratando de subirse sobre mis dedos.
–Se siente bien. Se siente bien… –
Poco a poco, su ritmo y sus gemidos se fueron haciendo más intensos. Pensé en molestarla un poco.
–Si quieres que continúe tienes que decirlo. –
Le anuncié. Nowaki clavó sus uñas en mi espalda.
–Sigue. Por favor… sigue. No te vayas a detener… –
Respondió Nowaki inmediatamente. Creo que no le quedaba demasiada presencia mental.
–¿Tanto te agrada? –
Pregunté. Pasando mis dedos lentamente sobre su clítoris. Comencé a sentir su cuerpo contraerse.
–Me encanta… no sé qué es… mi príncipe… ¡Papá! –
Y mientras gritaba eso, toda mi mano se llenó de su néctar de amor. Me quedé allí parado sin mover mi mano para nada, ella permaneció en silencio por un momento, recargada sobre mí, luego suspiró.
–Nunca antes… sentí algo asi… –
Aseguró, tratando de recuperar el aliento. Yo no había sacado mi mano de sus pantis y ella permaneció recargada sobre mí, sin mirarme. Aun asi, su respiración se calmó poco a poco.
–No te vayas a burlar de mi… creo que… tuve un accidente… –
Confesó.
Quise retirarme y ella no me lo permitió.
–Déjame ser acaramelada ahora. No me sueltes. Dijiste que no me soltarías. No tengo como mirarte a la cara. –
Explicó ella.
–En realidad es bastante normal… –
Respondí. Ella cambió el tema, o más bien, reveló la verdadera razón de estar asi.
–¿Incluso lo que dije? –
Preguntó ella, sin separarse de mí.
–Hablas de… –
Me llamó “Papá” en medio de su orgasmo. Sé que hay un montón de chicas que lo hacen. Pero no creo que ella esté al tanto de que en realidad, es normal también.
–Eso… no lo repitas… –
Dijo ella, y recargó su cara en mi hombro, evitando que la mirara.
–No me molesta. –
Respondí. Finalmente, Nowaki se apartó de mí. Miró hacia otro lado de todos modos.
–No me mientas… –
Se quejó. Suspiré. Algo se podía hacer si aligeraba el ambiente un poco.
–Si quieres, puedo decirte hija… –
Repliqué. Ella soltó una risita.
–Eso es aún más enfermo… –
“Enfermo” fue como lo definió. ¿Era esa la opinión que tenía sobre sí misma? Me preguntaba.
–Y ni siquiera estaba pensando en él. Te lo juro… yo… no quería… arruinarlo… –
Y se puso a llorar. No había forma de que permaneciera tranquila por más tiempo. Ella es buena aparentando serenidad, pero todo tiene un límite. Y es una chica de colegio. No más que eso.
Miró su ropa interior.
–Me mojé como si fuera una chiquilla. Y dije eso mientras lo hacía… –
Se quejó, llorando, halando su cabello con desesperación, luego buscó su blusa.
–Soy una vergüenza… –
Dijo, poniéndose la blusa a medias,
–Nowaki. Basta. Estás haciendo un problema enorme de algo que debería ser simple. Lo que salió de allí no es lo que tú crees, y lo que dijiste no es tan extraño como piensas. –
Le anuncié.
No me acerqué porque no quería que me malinterpretara. No me molesta si detenemos todo ahora, pero por las razones correctas.
Ella lo tomó como le vino en gana.
–¿Estas manipulándome? –
Preguntó ella, sollozando.
–Sí. –
Respondí, encogiendo de hombros.
–¿Por qué? –
Preguntó, no estaba molesta. Se limpió las lágrimas. Al menos estaba escuchándome.
–Porque quiero que te sientas mejor… –
Repliqué.
– ¿De qué está manchada mi ropa entonces? Señor sabelotodo. –
Miré hacia arriba. Bien. Si eso va a hacer que me creas, entonces está bien. Cielos, tenía mucho tiempo que no me avergonzaban tanto.
–Pues es difícil decirlo. Aquí le llamamos néctar de amor. –
Nunca había dicho esa palabra a una chica de colegio.
–¿Y por qué sale? ¿A ti también te sale? –
Diablos. Supongo que mi vergüenza es poca cosa comparada con la que ella sentía. Por eso respondí honestamente.
Metí mi mano dentro de mi propia ropa interior, y moje mis dedos con algo de líquido pre–seminal. Luego se los mostré.
–No es igual, pero se parece. Nuestros cuerpos están preparándose para algo. –
Expliqué. Ella acercó su rostro a mis manos con curiosidad. Luego metió su mano dentro de su propia ropa interior, y haciendo lo mismo, la sacó y los comparó.
–¿Es para que no duela? –
Preguntó ella. Yo suspiré.
–Más o menos… –
Respondí. Porque, eso no va a quitarle el dolor de la primera vez… pero creo que de todos modos ella lo entendía mejor asi.
–Nadie se tomó la molestia de explicarme eso… –
Replicó ella.
–Puede ser. No es tu culpa. Solo no quiero que te sientas mal por algo que no es verdad. –
Respondí.
–¿Y lo que dije? –
Preguntó ella, cruzó sus brazos, a la defensiva.
–Está bien… –
Repuse, ella me miró sospechosamente.
–Estás manipulándome. –
Insistió.
–Es cierto. Eso no hace lo que dije menos verdadero. Es normal. Las personas tienden a decir cosas por el estilo… –
Respondí. Ella no se dejó convencer tan fácil.
–¿Tú las dices? –
Preguntó. Era más bien como un reto. Me rasqué detrás de la cabeza.
–Sí, bien… a veces… –
Le dije, un tanto avergonzado de lo que estaba diciéndole. Finalmente ella suspiró.
–Bueno. Yo no pensaría nada malo si las dijeras… –
Aseguró, dándose la vuelta. Yo sonreí. Supongo que eso daba por un hecho que yo tampoco pensaría cosas malas de ella.
–¿Y tenemos que seguir? –
Preguntó ella. Dijo “tenemos”
No está obligada a nada.
–No precisamente. Si quieres parar justo ahora está bien. –
Respondí. Ella se acercó.
–No. Espera… es decir… –
Bajó sus brazos frente a mí, mostrándose.
–Lo que hiciste… yo jamás sentí algo parecido antes. Y bien… si no te da mucho asco ¿Puedes hacerlo de nuevo? –
Preguntó.
–Puedo hacer que se sienta aún mejor. Si me dejas hacerlo. –
Respondí. Ella se ruborizó y se giró. Respondió con su carácter habitual después.
–Ay claro… ¡Estas fanfarroneando!… solo di que no quieres y ya… –
¿Cuántos complejos tiene en la cabeza?
Me acerqué a ella y le tomé la mano.
–Nowaki. Tienes que aprender a tomar mis palabras por lo que son. –
Le dije, ella solo me miró a los ojos.
–No voy a lastimarte. No voy a insultarte o a burlarme de ti. No estoy buscando una forma de rechazarte ni de escapar. Si es lo que estás pensando, puedes dejar de hacerlo… –
Nowaki suspiro y extendió sus brazos hacia mí. Yo solo respondí abrazándola.
–¿Serás siempre mi príncipe? ¿Sin importar nada? –
Preguntó. Vaya una chica tan dulce que tenemos aquí. Daban ganas de apretarla más que de tocarla.
–Sí. –
Respondí, ella talló su cara sobre mi pecho, como un gato, por unos segundos.
–Mira en lo que me has convertido. Ahora solo quiero estar de pegajosa. –
Me advirtió. Yo no pude menos que sonreír. Estaba un poco avergonzado cuando me di cuenta de que estaba pensando en mí mismo. Antes. En el tiempo en que estaba en el colegio.
Estaba pensando, en que esto es lo que hubiera querido que me pasara a mí.
“Quiero que me quieran”
Esas palabras se quedaron en mi cabeza mucho más de lo que me atreví a pensar al principio.
–Nowaki. –
Ella alzo la mirada, y en un instante, le di un beso rápido en los labios. Bajó la cara, riendo avergonzada.
–Me diste un beso sorpresa. –
Dijo riendo.
Tal vez ese es el problema. Tal vez por eso es que esto había sido un “estira y afloja” desde que comenzó. Porque su cuerpo y su corazón están buscando cosas diferentes. Su cuerpo quiere sentirse bien, su corazón está buscando cariño.
Tiene más sentido si tomamos en cuenta su situación.
En esencia es el caso opuesto al de Kurimo.
–Está bien si eres pegajosa. No me molesta para nada. –
Le anuncié, Nowaki me miró perpleja.
–¿Es en serio? ¿No te molesta? Es decir… –
Y comenzó a tartamudear.
–Tienes que calmarte. Estás pensándolo demasiado. –
Comenté.
–Es tu culpa. No puedo pensar con claridad. Mi cabeza está hecha nudos… estoy mareada… –
Dijo eso, pero no me soltó. Mejor evito que siga tratando de racionalizar todo… del modo que ya sabemos.
Metí mi mano dentro de su ropa interior de nuevo. Ella ahogó un grito.
–Espera… allí… –
Se quejó, pero no hice caso. Al menos me sentía un poco más seguro con respecto a estoy al parecer, ella también. Lo digo porque Nowaki no contuvo sus gemidos para nada esta vez.
–No… me vas a volver loca… espera… –
Se quejó, apenas podía mantenerse de pie. Ahora que ella estaba sosteniéndose de mí, use la mano que tenía libre para acariciar uno de sus senos también.
–Oh no… oh no… espera… aquí viene de nuevo… –
Se quejó, pero no le presté demasiada atención. Continué estimulándola y al igual que antes, ella comenzó a mover sus caderas hacia adelante y hacia atrás, tallándose contra mi mano cómo podía.
–No puedo respirar… ¿Qué me va a ocurrir?… ¿Qué hago? –
Preguntó, ahora frenética.
–Disfrútalo… –
Le dije, y ella me interrumpió con un beso. Y mientras nos besábamos, ella comenzó contraer sus piernas, apretando mi mano entre ellas. Se vino después de eso.
Caímos al suelo mientras yo aún tenía mi mano en su entrepierna.
–¿Estas bien? –
Pregunté, ella estaba acostada sobre mí, con las piernas cerradas aprisionando mi mano y respirando pesadamente.
–Estoy tan feliz de estar viva… –
Dijo mientras intentaba recuperar el aliento. Luego se alzó para mirarme y puso su mano en mi cara.
–Mi príncipe… No sé qué es lo que le estás haciendo a mi cuerpo, pero me encanta… –
Me dijo. Por toda respuesta, puse una mano en su pecho. Ella soltó una risita avergonzada.
–¿Mis pechos… te gustan? Siempre los estás mirando… ¿Esto es lo que querías?… –
Preguntó, cerrando los ojos, colocando su mano sobre la mía.
–Por supuesto. Son tuyos, después de todo –
Respondí, ella sonrió halagada.
–Te daré lo que quieras… lo que sea que mi príncipe deseé. –
Dijo, y apartó el cabello de su cara, dándome un beso después. Puse mi otra mano sobre su trasero y la atraje hacia mí. Por como estábamos, su entrepierna hizo contacto con mi erección y eso la hizo estremecerse.
–Creo que sé lo que sigue… pero me da miedo… –
Dijo ella. A mí no me parecía muy asustada, pero no quise contradecirla ahora.
–Bueno… –
Le dije, y la tomé por los hombros. Dimos la vuelta y ella quedó debajo de mi, sin darle tiempo de pensarlo demasiado.
–No queda mas que ser amable. ¿No es cierto? –
Pregunté, ella me miró por unos momentos, con la cara roja, luego una leve sonrisa se dibujó en su rostro mientras ella comenzaba a separar sus piernas.
Haló mi camisa levemente después.
–¿Puedo… verte? –
Preguntó.
Nunca me habían hecho esa pregunta. De hecho, ahora que lo pienso, la mayoría de las veces, lo hago con la ropa puesta o a medio quitar. Akane era la excepción, supongo.
Por otro lado, sentí que no sería solo justo que o me negara. Es decir, ella se desvistió cuando se lo pedí. Con algo de temblor en las manos, desabroché los botones de mi camisa, y el de mi pantalón. Nowaki sonrió abiertamente ahora.
–Ha–chan tenía razón… estas más nervioso que yo… –
Dijo ella. no estoy seguro de si estaba conmovida o solo estaba burlándose de mi. Pero molestarla ahora era una mala idea.
–No son nervios. Estoy ansioso… –
Respondí. Eso la hizo ahogar un grito, sorprendida y halagada.
–Entonces hazlo… usa mi cuerpo… hazme mujer… –
Levantó sus rodillas en el aire, tratando de juntar su entrepierna con la mía, pero como ahora mi pene estaba libre, ella pudo sentirlo tocando su entrada.
Cambió el apodo inmediatamente.
–Papi… –
Cubrió su cara con las manos. Decidí continuar antes de avergonzarla mas. Necesito que piense en sus palabras como algo más normal.
Coloqué mi pene en su entrada y comencé a empujar lentamente en su interior. A pesar de todo, sus paredes comenzaron a separarse para dejarme entrar. Pude sentir como lubricaba a marchas forzadas para permitirme la entrada.
Hasta que me topé con resistencia. Su himen estaba allí… y era duro.
Nowaki quitó sus manos de su cara pero no por eso abrió los ojos, pude mirar su pecho inflarse con su respiración. Era cuestión de un solo empujón. Eso hice.
Nowaki abrió los ojos y se sostuvo de mis manos con fuerza. Comenzó a llorar después.
–Duele… Duele… –
No me moví, porque estaba seguro de que si intentaba sacarlo, empeoraría. No sé qué es lo que ella está sintiendo, pero si esto tiene algo de lógica, tiene que ser mucho más de lo que le dolió a Kurimo, por ejemplo.
Es que si había resistencia. De todas formas, le pregunté:
–¿Quieres parar? –
Nowaki negó con la cabeza, sin abrir los ojos.
–No… no… abrázame… por favor… –
Hice lo que me pidió, y me recargué sobre ella ligeramente, para abrazarla. En cuanto me tuvo al alcance, ella me abrazó con todas las fuerzas que tenía, comenzó a llorar.
Me quedé asi hasta que ella pudo controlarse.
–¿Estás bien? –
Pregunté. Ella asintió con la cabeza.
–Yo ya sabía que duele. Pero quería ser tuya. Soñé con esto muchas veces… justo asi. Abrazándome, preocupándote por mi… –
Me dijo.
–Claro que iba a preocuparme por ti. Esto es importante… –
Respondí.
–¿Lo ves? Eso te hace especial… se siente bien ahora. Siento cálido… y me hace feliz… ¿Te sientes tú igual? –
Preguntó.
–Bueno si… se siente bien. Quiero empezar a moverme, de todos modos… –
Respondí. Nowaki me miró.
–¿Moverte? –
Por toda respuesta, empujé un poco dentro de ella. Nowaki se estremeció y sus mejillas volvieron a enrojecer.
–¿Se siente bien? –
Pregunté. Nowaki me miró con una sonrisa que no podía detener.
–Siento cosquillas allí abajo… es gracioso… –
Me incorporé un poco y empujé un poco más, saliendo un poco y empujando de nuevo. Ella se llevó una mano a la boca al reprimir un gemido.
– ¡Oye! Espera… estás… allí y… se siente raro… –
Respondió ella, riéndose. Parece que hasta ahora va comprendiendo por donde va la cosa. Salí un poco, y empujé otra vez.
Esta vez, Nowaki se quedó en silencio, mirándome a los ojos, puso una mano en su pecho, conteniendo un poco su respiración. Y empujé de nuevo.
–Espera… espera… ¿Qué es esto? –
Preguntó ella, asombrada y complacida al mismo tiempo.
–Esto es… bien, sexo… Se siente bien ¿No? –
Pregunté, empujando otra vez. Ella negó con la cabeza.
–No sé… quiero reír… y quiero llorar… y quiero besarte… –
Empujé de nuevo.
–Oh no… No sé que es… duele mucho… y es genial… –
Dijo ella, y sostuvo sus rodillas con sus manos.
–Me voy a romper… es en serio… –
Se quejó. Puse mi mano sobre su pecho mientras ella se encargaba de mantener sus piernas fuera del camino, y asi pude normalizar un poco mi ritmo. Nowaki no fue nada discreta despues de eso.
–Está dentro… lo siento dentro de mi… mi cabeza da vueltas… –
Nowaki se vino en ese momento.
Acabó completamente acostada en el suelo, respiorando pesadamente y con la cara roja y el cabello revuelto por tallarlo contra el suelo.
–¿Estás bien? –
Pregunté.
–No sé… –
Respondió Nowaki, renuente. Pero no se separó, ni intentó apartarme, y como yo no había terminado, me decidí a seguir empujando.
Eso la hizo gritar y taparse la boca para evitarlo, luego se quejó.
–Espera… te lo imploro… no soy una chica mala… me portaré bien… lo prometo… –
Aseguró, cubriéndose la cara con las manos y tapando su boca cuando podía. Eso no la hizo menos ruidosa, de todos modos.
–Eres una chica muy dulce, Nowaki. –
Respondí. Cualquier tipo de aceptación que esté buscando ahorita, es bueno dársela. Por otro lado, no estaba mintiéndole. Pude sentir como se estremeció cuando escuchó eso.
–Es porque eres tú… yo… soy tu consentida ¿cierto?… tu… princesita… –
Algo hizo click en mi cabeza. En ese momento lo entendí todo. Lo del apodo de príncipe, y lo del apodo de “Papá”… lo que pasó con su anterior noviazgo, su opinión con respecto al sexo, todo tuvo sentido en ese momento.
Me acerqué a ella y le di un beso para tener su atención. Ella me miró, con un poco me miedo, supongo.
–Claro que lo eres, eres mi princesita. –
Respondí, sonriéndole, eso hizo que Nowaki se quedara callada por un momento, y poniendo sus manos en mis hombros, me atrajo hacia ella. Confesó todo después.
–¿Eso soy? ¿No me vas a abandonar? ¿Lo prometes? Incluso… si doy problemas… –
Nowaki preguntó esas cosas desesperada mientras buscaba mi cuerpo con sus manos.
–Lo prometo. Me quedaré contigo, Nowaki. –
–Di que me quieres… dilo… di que soy especial para ti… –
Pidió, esta vez hablándome al oído. Estaba completamente sobre ella ahora, pero eso no pareció molestarle.
–Te quiero. –
Respondí, aumentando mi ritmo un poco. Nowaki tuvo que concentrarse para poder seguir pidiendo cosas.
–Y tú… me vas a… cuidar… ¿cierto? –
Le hablé al oído.
–No voy a dejar que nada malo te pase. –
Respondí. No es que quisiera ser cursi ni nada. Creo que ella tiene una razón real para pedir eso. Por otro lado, es que ella quería escuchar esas cosas.
–Estoy sintiendo eso otra vez… no puedo detenerlo… perdón… –
Se quejó ella, creo que estaba a punto de venirse.
–No lo detengas. –
Respondí.
–Pero… –
Antes de que pudiera decir cualquier cosa, la interrumpí con un beso, luego le pedí:
–Hazlo por mi ¿está bien? –
Pregunté. Levantándome un poco, ella dejó de contenerse en ese momento, y comenzó a venirse. La dejé ser después de eso, incluso salí de ella en ese momento. Yo no había terminado pero es que no duró tanto tiempo.
Por otro lado, supongo que no puedo pedir demasiado si es su primera vez.
Nowaki permaneció en el suelo, con los ojos cerrados y respirando pesadamente.
Yo solo permanecí allí hasta que ella se incorporó. Había una mancha en el suelo de lo que había salido de ella, sangre incluida. Le tomó bastante tiempo tomar conciencia de sí misma.
Cuando pudo incorporarse, lo primero que hizo fue girar la mirada, miró hacia el suelo, y puso una mano sobre la mancha que había, como examinándola.
–Esto es ridículo… –
Se quejó ella, incorporándose. Con la cabeza mirando firmemente al suelo.
–¿Estas molesta? –
Pregunté. Ella me miró con coraje.
–Nadie me dijo que se sentiría asi… –
Se quejó.
–Bueno, no creo que haya una forma de describirlo… tal vez es eso. –
Respondí.
–Dije más cosas estúpidas… –
Se quejó luego.
No la voy a convencer por ahora de que es normal, yo creo. Decidí un acercamiento diferente.
–¿De verdad? Honestamente, no recuerdo… –
Fue lo que le dije, tomando su mano. Ella la retiró.
–Estas mintiendo. –
–Es en serio. No tengo idea de qué estás hablando. –
Nowaki me miró, y una leve sonrisa se dibujó en su rostro. Vio a través de mí como si fuera un cristal, lo que no evitó que se pusiera feliz. Me abrazó luego.
–Cállate. Hablas demasiado… blah–blah–blah… –
Dijo. Nos quedamos asi un momento. Luego ella tiene que haber comenzado a sentir frio, porque se separó, buscando su ropa.
–Tengo que ver a Ha–chan. –
Anunció, tomando su ropa, nerviosa.
–De acuerdo. –
Respondí, pero ella negó con la cabeza, empujándome.
–Nada de “de acuerdo”… vete. –
Se quejó ella.
–¿Qué? –
Pregunté, porque no me esperaba eso. Ella resopló, lentamente volviendo a su humor habitual.
–Vete. Necesito pensar. Y no estas ayudando. Me distraes… –
Comenzó a empujarme levemente, abriendo la puerta del cuarto, puso mi camisa arrugada sobre mis manos, y cerró la puerta en mi nariz.
Luego volvió a abrir, me dio un beso rápido en los labios, y volvió a cerrar la puerta.
“No es como que pueda volver a usar esto, de todos modos.” Fue lo que pensé, encogí de hombros, y fui al cuarto de Akane por algo diferente que ponerme.
Cuando entré al cuarto de Akane, lo único que hice fue abrir el closet (Que ahora por supuesto que estaba bien organizado) y tomar una playera para ponerme. Había en el bote de basura una caja de anticonceptivos vacía.
¿Tanto tiempo llevamos juntos? Pensé por unos momentos. No sé con qué regularidad hay que tomar esas pastillas, pero no se supone que se acaben pronto. El tiempo ahora pasa volando.
Salí del cuarto de Akane para darme cuenta de que Mizore estaba allí. Abrió la puerta del baño, me miró, sonrió, arrojó un beso al aire en mi dirección, y entró.
Esto… Es como vivir en Disneylandia.