Haru No Yurei - Volumen 4: 9. El lugar de un Esposo.
Capítulo 9: El lugar de un Esposo.
Cuando me levanté, lo primero que hice fue lavarme la cara como todos los días, me lavé los dientes y salí del baño. Kurimo aun parecía estar dormida. Akane salió del cuarto llevando su pijama de pollos y me miró.
– ¿Qué? Ya habías visto mi pijama antes. –
Tenía razón, he visto esa pijama muchas veces, aun asi, se veía encantadora.
–Eres linda. –
Akane se enfadó.
–Ya sé que eso lo estás diciendo por decir, estoy despeinada, en pijama y a medio dormir. ¿Eso te parece lindo? –
–Sí. –
Dije, sin dudarlo ni un momento y asintiendo con la cabeza. Ella se acercó a mí, sonriendo con una sonrisa falsa, y una vez que me tuvo a su alcance, en lugar de darme un beso o algo, me pellizcó la mejilla con fuerza.
–Eres un manipulador. –
Pensé que se había levantado de mal humor, pero ella me soltó luego y su sonrisa falsa cambió por una de vergüenza.
–Pero te quiero asi. –
Dijo, y entró al baño luego. Bajé las escaleras para encontrarme con otra sorpresa.
Mizore hablaba con Sanae. Ambas hacían quehaceres, ni siquiera notaron que estaba yo allí. Pero… Sanae era diferente.
Estaba vestida con una falda súper corta y calcetas largas, y con una blusa completamente diferente a lo que ella normalmente usaría. Hablo de que su cuello y sus brazos estaban al descubierto. Peinada elegantemente con el cabello a un lado sujeto con prendedores.
Era como ver a una chica completamente diferente, radiante, segura, feliz. ¿Esa es Sanae? Me preguntaba. Sonreí, y entonces fue cuando ella se dio cuenta de que estaba allí, volteó a verme y Mizore también volteó a verme.
– ¿Qué? –
Preguntó ella, con el tono más chillante y consentido que ella jamás hubiera usado.
–No es nada. –
Respondí, todavía aturdido por la imagen tan diferente que ella proyectaba. Sanae me miró feo, y me mostró su lengua. Luego giró la cara con un ¡Jum! Y siguió en lo suyo.
–Recordaré eso, Sanae… –
Le dije. Ella negó con la cabeza.
–No es cierto. Se te va a olvidar. –
Respondió, feliz de llevarme la contraria en una especie de competencia. Lo juro, hubiera ido tras de ella en el momento en que ella entró a la cocina, si no hubiera quedado tan impresionado por su cambio de actitud y si no hubiera escuchado la risa de Mizore.
Además, había prometido el dia a Akane.
Bajó después de unos momentos, arreglada de forma más o menos sencilla. Con una blusa linda y su falda blanca.
Akane se acercó y me tomó del brazo.
–Muy bien, lo primero que hay que hacer es ir de compras. Necesitamos varias cosas. ¿Quieres venir? –
Preguntó ella. Aquella era una invitación envenenada. Ella sabe que no me gusta ir de compras. Pero lo que ella quería saber, es si quería realmente pasar el dia con ella.
Como yo no tenía nada que hacer, asentí con la cabeza. Ella puso la marca más alta.
–Al centro comercial de Ishibuya. –
Al otro lado del barrio. Akane quería que yo me quejara.
–De acuerdo. –
Asentí. Casi sin dudarlo.
–Bien entonces, voy por mi monedero… –
Akane no quería ir. Pero ella no puede decir eso porque entonces eso la hace una mala esposa. A ella no le gusta hacer nada cuando su esposo está cerca. No hace de cenar, no lava ni va de compras.
Pero… tengo que ser yo el que la convenza.
Estoy dispuesto a darle esa victoria.
Fui detrás de ella. Kurimo salió en ese momento de su habitación, ya arreglada, y me sonrió.
–Buenos días. –
Dijo con una risita.
–Buenos días Kurimo. Te ves muy linda. –
Le dije, ella asintió.
–Yo no creo que sea asi, pero es lo que mi novio dice, entonces lo acepto. –
Esta vez, ella no salió corriendo al menos. Tampoco creo que ella realmente no supiera que se veía linda. Estaba siendo cortes.
–Sé que planeaste pasar el dia con tu esposa. No voy a interrumpir para nada. Ella fue amable conmigo antes… –
¿Lo acordaron con anticipación? Porque… Akane no apareció para nada anoche.
–Me alegra que se lleven bien. ¿Crees que pueda encargarte las compras de hoy? Solo para que ella pueda relajarse un poco. –
Kurimo soltó una risita. Esas risitas avergonzadas se estaban convirtiendo en algo muy propio de ella. Era linda, lo admito.
–De acuerdo. De todos modos ¿quieres que vayamos juntas? ¿Akiyama–san y Hanagima–san? De ese modo tendrías… –
Y se rio.
–Tiempo a solas… –
Completó ella. Se había vuelto bastante menos tímida últimamente.
–Te lo agradecería mucho. –
Le di dinero a Kurimo para que hiciera las compras. Era más que obvio que tenían que tardarse bastante tiempo. Akane se estaba tomando su tiempo buscando su monedero. O haciendo parecer que lo buscaba.
Entre a nuestro cuarto después de eso. Akane se dio cuenta de que entré, pero no hizo nada ni dijo algo al respecto, simplemente continuó revolviendo uno de los cajones.
Akane nunca antes ha puesto su monedero en ese cajón.
–Ya envié a Kurimo por las compras. –
Le dije, ella volteó a verme.
– ¿Qué? No puedes hacer eso… –
Dijo, adelantándose, la tomé del brazo.
–Claro que sí. Todo el tiempo te la pasas de un lado a otro a diario. Tienes que relajarte. –
Le dije.
–Pero… mis obligaciones… –
Se quejó.
–Déjalas… por otro lado, eso nos daría un poco de tiempo. –
Comenté. Akane me miró, hizo como que se enfadaba.
–Toshikane, son las nueve de la mañana… –
Respondió ella, acalorada.
– ¿Y? ¿Hay un horario acaso? –
Pregunté, ella retrocedió un paso.
–No pero… –
Se quejó, sin quejarse realmente. Le di un beso sorpresa. Ella se dejó besar, pero se apartó aturdida.
– ¿Pero? –
Insistí, avanzando un paso, ella retrocedió dos.
– ¿Qué vas a pensar de mí? Tenemos todo el dia… y… aun asi… –
– ¿Aun asi?… –
Ella bajó la cabeza.
–Aun asi… desde temprano en la mañana… –
La interrumpí para que no tuviera que decirlo.
–Pensaré que mi dulce esposa necesita algo de tiempo, sin presionarse por los quehaceres, eso es todo lo que voy a pensar… –
Respondí.
–Bueno, es que ayer dijiste que… estabas feliz de que hiciera mis quehaceres y… –
Comenzó a decir. No, no quiero que lo malinterprete. Aunque debí saber que ella iba a usar eso.
–No es eso lo que dije, dije que te agradecía lo que haces. No es igual. No quiero verte todo el tiempo apresurada y cansada. –
Respondí. Ella se llevó una mano a la cintura.
– ¿Entonces? ¿Qué es lo que quieres que haga? –
Preguntó ella, acalorada porque yo todavía no había hecho ningún movimiento, pero estaba allí, frente a ella.
–Puedes empezar por recostarte un momento… –
Respondí, sonriendo. A Akane no le gustó eso.
–Pero acabo de tender la cama… cama a la que no llegaste anoche… –
Me lo echó en cara. Creo que no pudo contenerlo.
– ¿Dónde es el lugar de una esposa? –
Pregunté. Eso la dejó sin excusas. Ella levantó los brazos, derrotada.
–¡Muy bien! Como tú digas… será tu culpa si me vuelvo perezosa… –
Se quejó ella, pero se recostó. Tensa, con las piernas cerradas y cara de enojada, sin dejar de mirarme.
–Ahora cierra los ojos… –
Respondí.
–En serio, Toshikane, tu eres… –
Cerró los ojos. La interrumpí poniendo un beso en sus labios, suavemente. Eso la hizo relajarse, yo aún no me acostaba ni nada, solo la besé.
– ¿Hay algo que quiera mi dulce esposa? –
Pregunté. Ella giró la cara.
–A mi marido… abrazándome… –
Respondió ella.
–Tú me forzaste… yo tenía cosas que hacer… –
Se quejó ella cuando me acosté, todavía no la abrazaba.
–Está bien… puedes dejarlas por ahora… –
Le dije, pasando mi mano sobre ella.
–No llegaste a dormir… –
Se quejó Akane.
–Lo sé. Y lo siento… –
Ella se dio la vuelta para mirarme.
–Nunca puedo reclamar nada. Siempre soy la que entiende, la que olvida, la que tiene que ser la parte madura en la relación… –
–Lo siento… –
Respondí, sin dejar de mirarla, le di un beso, ella se dejó besar. Pero volvió a reclamar después.
–¡Quiero a mi esposo conmigo! –
Gritó. Yo sabía que ella se había estado guardando esto. Es que… no he tenido tiempo para ella como debería. Hemos estado… separados constantemente. Fue demasiado.
–Lo siento… no sé qué me pasó… yo… –
Lo he dicho antes. El sexo no basta.
Tuvimos relaciones hace un par de días, pero de nada va a servir si, como ayer, yo no llego con ella otra vez.
Estaba con Kurimo anoche. ¿Era importante? Si, lo era. ¿Podía evitarlo? Tal vez no.
Pero Akane es una mujer, y necesita atención. Sin excusas.
Y es cierto que he estado tomando su atención y entregándola a otras.
–Está bien. Entiendo que estés enojada conmigo por eso. Tienes razón en ello. –
Le dije, ella intentó retractarse.
–No estoy enojada… –
Dijo ella, como si tratara ella misma de creérselo. Sin decir nada, tomé su mano y la acaricié con delicadeza. Akane hizo la pregunta que le ha estado dando vueltas en la cabeza desde que se vio a si misma aparte mientras Sanae y Kurimo comenzaban a reclamar más y más atención.
– ¿Aun estás enamorado de mí? –
Ella preguntó eso mientras se acomodaba el cabello para quitárselo de la cara.
–Aún estoy enamorado de ti, Akane. –
Respondí, mirándola a los ojos.
– ¿Cómo el primer dia? –
Insistió ella.
–Más que el primer dia… –
– ¿Es por todo lo que hago? ¿Es porque soy buena esposa? –
Hubiera podido halagar sus cualidades como esposa, y ella hubiera dicho algo como “te amo” y… y la herida hubiera sido irreparable.
–No me importa que seas buena esposa. –
Respondí. E inmediatamente después, jalé su brazo para ponerme sobre ella. Akane me miró a los ojos, su ritmo de respiración se aceleró.
–Te amo porque eres mi mujer. Me gusta que seas mía, eso es lo que me tiene contigo. –
Aseguré.
–No dijiste nada como eso… antes… –
Respondió Akane, me tomó de las manos, sin dejar de mirarme.
–No iba a decirte algo como eso al teléfono, Akane. –
Respondí.
– ¿Por qué no? –
–Porque estaban mirándome. –
Eso la confundió un poco.
– ¿Estaban mirándote? Y tú… me dijiste esas cosas… ¿Quién miraba? –
Preguntó ella.
–Amatsune… –
Eso le gustó. Lo que es más… le encantó.
–Dijiste que soy hermosa al teléfono. Que no podrían resistirse… –
Se quejó alarmada. Eso no evitó que enrojeciera un poco.
–Lo hice. Quería que ella lo supiera… –
Respondí.
– ¿Estabas presumiéndome? –
Preguntó ella.
–Bueno, si… pero no podía agradecer por todo… solo lo menos importante. –
Expliqué. Akane suspiró, el halago sirve, pero no me va a comprar su perdón. No es asi como ella piensa.
– ¿Y qué es lo más importante? Toshikane… ¿Qué soy para ti? –
Respondió Akane, hizo un pequeño intento por liberarse, porque estaba sosteniéndole de las muñecas.
–Eres la mujer de la que me enamoré, Akane. La mujer que me volvió loco. Y antes de que fueras mi esposa, y antes de que cocinaras o que hicieras deberes o lo que fuera, ya estaba loco por ti… –
Respondí, en parte era verdad, pero el punto no era ese. Yo estoy enamorado de Akane, de su belleza, de su cuerpo, de su cariño, de su sabor… no de las cosas que hace.
Ella volvió a llorar.
–Pero… eso no lo dijiste… no dijiste nada como eso… –
Reclamó.
–No iba a decirlo, ella no lo hubiera entendido de cualquier modo. Ya te dije que estaba presumiendo. Puedes enojarte conmigo por fanfarronear frente a otros, si quieres. –
–Yo no sabía que estaba escuchando… ¿Por qué ibas a decirle cosas dulces a tu mujer si esa mujerzuela está escuchando? –
Me ocupé de omitir la parte de “esposa” con Akane por el momento.
–Pues porque no necesito a esa mujerzuela. Tengo a una mujer en casa. –
Respondí, como si aquello fuera demasiado obvio, y lo era, pero Akane no lo vio asi.
–Una mujer que hace quehaceres. –
Me chilló.
–Los quehaceres son lo que sobra. –
Respondí. Le di un beso en los labios. Ella se limpió las lágrimas.
– ¿Lo que sobra? ¿No es lo principal? –
Preguntó sollozando.
–Claro que no, es solo lo que mi mujer se ve obligada a hacer porque su esposo no está… por eso lo dije al teléfono. Si estuviera en casa no tendría que decirlo al teléfono, y tú no tendrías que hacer quehaceres… –
Respondí, esta vez, fue ella quien alzó un poco su cabeza para besarme en los labios.
–Pero mi marido está en casa… y no quiere que haga quehaceres… ¿Qué es lo que hace una mujer entonces? –
Preguntó Akane.
–Pues solo tiene que separar las piernas, y esperar a que le hagan las cosas que a ella le gustan… porque es hermosa y no hay forma de que su marido no quiera complacerla. –
Respondí, besándola y tocando sus pechos. Akane separó las piernas.
– ¿Desde temprano? ¿Todo el dia? –
Preguntó, mimosa.
–Todo el dia… es más, ni siquiera tenías que ponerte ropa, Akane. No la necesitas… –
Metí mi mano dentro de su blusa. Podía sentir sus pezones duros por encima de su sostén. Ella giró la cara, complacida.
–Perdón… es la rutina… estaba tan harta… –
Se quejó ella, pero ya no parecía una queja seria. Más bien quería una recompensa por soportarlo.
–Lo sé, pero no tienes que seguir haciéndolo ahora mismo… solo ocúpate de relajarte. Es todo lo que tienes que hacer ahora… –
Me erguí frente a ella, sin dejar de mirar a su pecho, y desde donde estaba, saqué su ropa interior. Akane se dejó hacer, mientras se acomodaba en la cama, también soltó el botón de la falda que tenía.
– ¿Pero le dijiste que me amas? ¿Le quedó claro? –
Preguntó.
–Pues, por la forma en que hablé de ti, yo espero que le haya quedado claro… –
Respondí. Akane recordaba muy bien esa sensación, tiene que haber sido la misma que ella tuvo cuando le dije que aquella Sakyomi era mi novia.
Eso hizo a Akane enloquecer de rabia… y ella supone que Amatsune debe haber enloquecido también.
–Tenías que hacer una foto de su rostro. –
Se quejó Akane, casi haciendo una pataleta, yo comencé a subir mi mano por sus muslos, ella recogió su falda y se quitó la blusa, exhibiendo su cuerpo.
–No voy a llenar el poco espacio que tengo en el teléfono con esa mujerzuela… romperá mi cámara. –
Repliqué. Akane sonrió.
–Qué cosas tan bonitas dices… –
Yo separé sus rodillas con las manos. Sonreí porque ella estaba alegre de que yo estuviera mirando su cuerpo con deseo. Me disculpé después.
–Pero estoy hablando demasiado, lo siento… me callaré ahora. –
Y eso hice, guardé silencio metiendo mi cara entre sus piernas, para hacerle a Akane lo que a ella más le gustaba.
Ella inmediatamente puso una mano en mi cabeza, empujándome levemente hacia ella.
–Toshikane… amo eso… lo amo de verdad… eres el mejor… –
Comenzó a decir, no le presté demasiada atención mientras me dedicaba a lamer cada centímetro de ella, hurgando lentamente con la lengua dentro de su vagina. Los gemidos de Akane pronto llenaron la habitación.
–Mas… me voy a venir… acabas de comenzar y… yo… –
No pudo detenerse y tuvo su primer orgasmo.
Néctar de amor escurrió lentamente, haciendo una mancha en la cama.
Yo solo lo ignoré. Tampoco es que creyera que ella iba a estar satisfecha solo con eso. Por otro lado, sabía bien, yo no mentía cuando se lo dije. Me gusta lamerla.
–Amo cuando continuas… me hace sentir especial… me haces pensar… que te hago falta… –
Dijo ella, tratando de sobreponerse al primer orgasmo, aumenté la intensidad de las lamidas lentamente, a cada una de ellas, podía sentir la reacción involuntaria de su cuerpo, estremeciéndose.
– ¿Tanto la querías? ¿Tanto te gusta? Toshikane… lámeme más… házmelo con tu lengua… –
Hice exactamente como ella me pidió, metiendo mi lengua dentro de su vagina y sacándola para acariciar sus paredes interiores con ella.
Volvió a venirse, esta vez un poco más intenso, su néctar de amor desbordaba alrededor de su vagina.
Cuando seguí por tercera vez, Akane se puso a llorar.
–Toshikane… yo… lo extrañaba… lo extrañaba… ¡Dijiste cada noche! –
Se quejó mientras lloraba. Aprisionó mi cabeza entre sus muslos, y empujó mi cabeza hacia ella con fuerza.
Tantas veces de hacerlo con ella habían hecho para mí un poco más fácil llevarla al orgasmo, conocía el orden y la intensidad con la que tenía que tocarla si quería que ella terminara.
Pero también sentaron una expectativa. Me concentré en lamerla un poco más, esta vez usando mis dedos también, al tiempo que acariciaba su clítoris con la lengua.
–Toshikane… te amo… eres el mejor… más… mas… –
Comenzó a gemir con fuerza, como no había pasado desde hacía bastante tiempo. Es decir, siempre era ruidosa pero… es que después de un rato de sexo oral Akane no podía contenerse. Otra cosa es que realmente no había tenido tiempo para una larga sesión de esto, como ahora.
Me di todo el tiempo para complacerla en esto, tanto, que el sol ya estaba entrando por la ventana cuando me detuve. Akane estuvo llorando y gimiendo todo ese rato, diciendo a veces cosas estrafalarias y a veces cayendo en el simple berrinche.
De todos modos, ella parecía exhausta, y su cuerpo ya no estaba respondiendo muy bien cuando me detuve.
No escuchamos nada de ninguna en todo ese rato. Akane volteó a verme, pero no dijo nada, y siguió recostada en la cama, que por cierto, estaba muy mojada.
–Eres el mejor… –
Dijo ella, yo tomé su mano.
–Lo siento… no pude parar… –
Respondí, ella sonrió complacida. Luego me hizo mirarla.
– ¿Aun es tu favorita? –
Preguntó ella, sonriendo.
–Claro que sí. Me desperté pensando en ello… –
Respondí.
–Oh… tú y tú forma de decir las cosas… apuesto a que… –
Y me di cuenta de que comenzaba a estar algo incómoda en la cama. Es que quedó muy mojada.
– ¿Quieres… salir? Vamos a la sala, tal vez… –
Comenté, con la intención de no separarme de ella. Akane asintió y se levantó, tomó su ropa interior. Detuve su mano.
–No. –
Le dije. Ella me miró perpleja.
–No hablabas en serio… –
Dijo.
–No quiero tener que estártela quitando a cada rato durante todo el dia… –
Me quejé. Ella enrojeció.
–Pues ¿Cuántas veces planeas hacerlo? –
Preguntó ella acalorada.
– ¿Quieres probar? –
Pregunté, mirando directamente a sus pechos.
Akane soltó su ropa interior.
– ¡Ya está bien! Yo… andaré desnuda por la casa… si es lo que mi esposo quiere… ya había olvidado lo difícil que es realmente satisfacerte en esto… –
Dijo ella, y se quitó el sostén. Sonaba a que estaba esperando por ello.
–Claro… a esto te quedaste… es normal que quieras a tu mujer… disponible… –
Dijo ella, dándose la vuelta. Miré el reloj. Las once y media de la mañana. Salió de la habitación y yo salí detrás de ella.
––––––––––
Me quedé mirándola caminar al cerrar la puerta. No había caminado diez pasos fuera del cuarto cuando me dije a mi mismo “¿por qué no ahora mismo?” y la alcancé antes de bajar las escaleras.
La coloqué de frente contra la valla de las escaleras de la casa, para poder mirar su rostro y le di un beso. Luego separé sus piernas y metí mi pene dentro de ella.
Akane apretó mis manos con fuerza mientras entraba, ahogando un grito.
–Toshi–ka–ne. –
Fue todo lo que dijo, entre el beso y la penetración.
– ¿Qué pasa? –
Pregunté. Empujando con fuerza, Akane reprimió un chillido.
–Nada… no pasa nada… –
Respondió ella, mordiéndose los labios mientras yo comenzaba a empujar dentro de ella. Su vagina se separó para dejarme pasar, sin ningún problema.
– ¿Segura? –
Pregunté.
–Bueno… tu pene… está dentro de mí… pero eso es normal… –
Respondió Akane, adaptándose al ritmo como solo alguien que tiene experiencia en el ritmo del otro lo haría.
Nuestros cuerpos se acoplaban excepcionalmente bien ahora.
–Lo siento… estabas desnuda y… solo pasó… –
Respondí.
–No me vengas… con que solo pasó… tú me dijiste… me ordenaste… que me desnudara… –
–Es cierto… –
Respondí, aumentando el ritmo. No estaba siendo delicado aquí, es que a Akane le gusta asi, y honestamente, a mí también.
–Cuando menos… pudiste avisarme… –
Respondió ella.
– ¿Por qué? ¿Por qué tengo que avisarte? –
Había un montón de cosas implícitas allí. ¿Por qué tengo que avisarte si puedo tomarte a la fuerza? ¿Por qué tengo que avisarte si es más que obvio que quiero hacerlo contigo? ¿Por qué tengo que resistirme y avisarte y no hacerlo cuando me viene en gana? ¿Por qué tengo que avisarte si tú misma me diste el permiso de tomarte? ¿Por qué tengo que avisarte si estas desnuda y es muy obvio que es lo que esperas que haga?
–Por nada… por nada… “cariño”… oh, cielos… ideas tontas… ideas tontas mías nada más. –
Ella usó “Danna–sama” en ese momento para referirse a mí. No lo había hecho desde hacía mucho, y nunca durante el sexo. La última vez que dijo esa palabra fue durante el festival en su escuela.
Me vine dentro de ella después de eso.
Es que pasé una hora y media lamiéndola.
No pude detenerlo mucho. Por otro lado, ella pareció complacida.
–Tu semen… amo cuando sale… –
Dijo ella.
–Uno… –
Le dije, separándome de ella.
– ¿Las vas a contar? –
Preguntó ella, volteando a verme, porque me había separado de ella. No terminó en ese momento, y no importaba, planeaba hacérselo muchas veces el dia de hoy, tantas como tuviera ganas…
Y los hombres pensamos en eso, muchas veces al dia.
–Si bueno… tú preguntaste… –
Respondí. Ella bajó la cabeza y sonrió.
–Oh–oh… –
Fue lo que dijo, y luego de eso me apartó y bajó las escaleras casi corriendo.
La alcancé en la sala.
–Siéntate un momento ¿Si? –
Preguntó ella, como tratando de convencerme de dejarla en paz por el momento.
–De acuerdo. –
Respondí, y me senté junto a ella. Me calmé en ese momento, y encendimos el televisor.
––––––––––
Las doce. Estaba haciéndoselo sobre el sillón.
Empezamos porque ella se rio con algo de la TV, yo voltee a verla, ella me miró a mí y tomando mi cabeza, se quejó.
–Yo no, la TV… mira a la TV. –
Lo siguiente que supo es que estaba acostada en el sillón con el trasero apuntando a la TV y yo la sostuve allí mientras metía mi pene dentro de ella.
También jalé uno de sus brazos para llegar más dentro de ella, empujando con todo lo que tenía. Casi rompemos el sofá también.
–Pero… estábamos… viendo… Televisión… –
Se quejó ella. Una queja vacía, porque se notaba que estaba disfrutando esto.
–Una vez que esté satisfecho de ti, podrás ver televisión todo lo que quieras. –
Le dije. Eso le encantó. Volteo a verme con los ojos llenos de lágrimas.
–Si cariño, si cariño… como tú digas… soy tu mujer después de todo… me vengo… me vengo… –
Sostuvo ambas rodillas juntas contra mis rodillas mientras se lo hacía.
Néctar de amor ahora manchaba la alfombra de la sala, haciendo un camino del sofá a la TV.
Se levantó del sofá con las rodillas temblorosas.
–Voy por agua. –
Dijo ella. Suspiró.
– ¿Quieres algo? –
Preguntó después.
–A ti… –
Respondí. Eso hizo que ella sonriera.
– ¡De la cocina! –
Se quejó de todos modos, sonriendo.
–Ah no, nada… –
Respondí, ella se dio la vuelta. Me quedé como un tonto mirando su trasero.
–Ahora vuelvo… –
–––––––
Las doce y veinticinco, se le ocurrió la grandiosa idea de mirar por la ventana para ver si Kurimo volvía con las compras.
Por supuesto que no. Es decir… no iban a aparecer en todo el dia.
Su trasero quedó expuesto hacia mí…
–Oye… es la ventana… –
Se quejó Akane cuando sintió que me acercaba. La tomé de la mano, acercándome desde atrás.
–Eso veo… –
Respondí, a esto ella hizo muestras de resistirse. La tomé de la muñeca y poniendo su brazo detrás de ella la empujé, sus pechos se aplastaron contra la ventana. Una vez allí, separé sus piernas por fuerza y metí mi pene dentro de ella.
–Me van a ver… Toshikane… –
Se quejó Akane.
–Ah vamos, lo hemos hecho en el jardín… –
Respondí.
–Si pero… no estaba desnuda… –
Ya estaba haciéndoselo por detrás, y su vagina, a este punto, había “comprendido” de algún modo estos ataques esporádicos, por lo que en el momento en que Akane reaccionaba a lo que estaba pasando, o a lo que iba a pasar, su vagina ya estaba húmeda.
No la tomé seca ni una sola vez.
– ¿Te excita?… ¿Qué vean mis pechos?… ¿Qué vean lo que me haces? –
Preguntó ella.
No, no particularmente, pero eso no es el punto aquí. Nadie va a verla en realidad. Es… difícil mirar hacia adentro. Lo he intentado.
Ella piensa que sí, y ese es el punto.
–Quiero que todos vean, lo hermosa que es mi mujer… lo pervertida que es… quiero presumirte… –
Respondí. Eso hizo que Akane gimiera con fuerza. Es que estábamos hablando de su orgullo aquí. Ella es hermosa.
–Cariño… me voy a venir… me voy a venir… estamos ensuciando todo… toda la casa… –
Se quejó Akane, empujé con fuerza. Los golpes en su trasero podían haber pasado por nalgadas a este punto.
–No me importa la casa… –
Respondí.
–Pero a mi… –
A mí sí, iba a decir, pero la tomé del hombro para interrumpirla, y le di un beso. Ella se quedó callada.
–La casa no importa… –
Le repetí, mientras vaciaba mi semen dentro de ella.
–Como digas cariño… como digas… –
Respondió Akane, mientras salía de ella, y ella dejaba caer la mezcla de néctar de amor y semen justo allí, donde estaba, mientras se sostenía de la ventana, tratando de recuperar el aliento.
–Tres… –
Dije y fui a la cocina por agua.
–––––––
Las doce y cuarenta, doce cincuenta, la una, la una y diez, una y veinticinco, una y cincuenta, las dos y cinco…
El baño, la cocina, los sillones de nuevo, el comedor, la escalera, su cuarto de nuevo, el cuarto de Sanae, la sala otra vez…
Akane estaba exhausta.
– ¿Por qué no vienen? –
Preguntó Akane, un tanto desesperada. Quizá pensando que si Kurimo o Sanae estuvieran aquí yo me detendría. Hay que ver que ya habían sido varias veces.
–No lo sé. Tal vez tuvieron algo que hacer… –
Respondí.
–Las enviaste fuera… –
Se quejó Akane.
–Sí, lo hice, pero si quieres, podemos seguir frente a ellas… –
Respondí, Akane me miró… había allí una mirada de “ten piedad” mezclada con “te amo” y algo de “estás loco”.
La casa estaba hecha un desastre. Akane miró a todos lados.
–Separa las piernas. –
Le dije. Seguíamos en la sala.
–No… basta… por favor… me duele… –
Pidió Akane. Yo sonreí, acaricié su cara, y luego separé sus piernas por la fuerza, y la penetré. Y cuando trato de detenerme, tomé sus manos para usarlas de palanca.
–Esta posición… no lo hacías asi hace mucho… –
Se quejó Akane cuando se dio cuenta de que su mente la había traicionado. Es que a ella le gusta asi… salvaje.
Otra cosa es que está cansada.
–Pero quiero más. –
Respondí.
–Si cariño… hazlo más… no te preocupes por mi… hazlo más… asi… asi… –
Se notaba que comenzaba a dolerle. Aguantó más que ninguna, eso ni que decir tiene, Kurimo, o Mizore, o incluso Sanae, se habrían desmayado a este punto.
También me había venido varias veces ya.
Pero solo mirar el cuerpo de Akane, cualquier cosa, cualquier gesto, incluso un pequeño rayo de luz que pasara sobre él, y yo ya estaba dentro de ella de nuevo.
– ¿Duele? –
Pregunté. Akane prefirió ser sincera.
–Si… un poco… pero se siente bien… me gusta… –
Explicó.
– ¿Cómo la primera vez? –
Pregunté. Ella negó con la cabeza con fuerza, tratando de contener su orgasmo porque sabía que si se venía, el placer sería mucho más intenso mientras yo siguiera.
No pudo contenerlo mucho. Como he dicho, la conocía ahora lo bastante para saber dónde y cómo. Pero no seguí, en lugar de eso, la solté.
–Qué pena. Bueno, aún quedan muchas horas. –
Le dije, ella respiraba pesadamente, su cara, sus brazos, sus piernas y lo que había entre ellas, todo estaba tomando un color rojizo.
Akane se incorporó como pudo, sentándose en el suelo de la sala.
– ¿Quieres que me duela como la primera vez? –
Preguntó ella.
–Sí, ya que lo mencionas, si… quiero que duela igual… –
Respondí.
– ¿Por qué? –
Preguntó ella mirándome, tal vez con algo de miedo.
–Porque no me puedo creer, que hayas olvidado asi de fácil, lo loco que me volviste ese dia… y de lo loco que estoy por ti… –
–No lo olvidé… –
Respondió Akane alarmada.
–Pero estabas segura de que te quiero solo para el quehacer… hasta el punto de insinuar que me casé contigo por eso… –
Le dije, Akane se alarmó.
–No es cierto… te juro que no es cierto… –
Respondió ella, y se acercó, arrastrándose hasta mí y poniéndose de pie después para mirarme a los ojos.
–Yo solo extrañaba esto, extrañaba que enloquecieras por mí, no debí chillarte si ya lo habías prometido, solo, quería esto, quería verte asi, que me persiguieras. En realidad no me disgusta hacer quehaceres, y me queda claro que… te importo más yo, nunca lo dudé en realidad. –
Me echó los brazos al cuello después de eso.
–Solo… quería que estuvieras conmigo… El lugar de un marido es dentro de su esposa… –
–Lo es, mientras no tenga que trabajar supongo. –
Respondí. Ahora sonaba a que yo estaba haciendo parecer sus quejas por la mañana irracionales, pero no era mi intención.
Akane bajó la cara.
–Solo quería un poco de atención… Eso no es tan grave ¿O lo es? –
Preguntó Akane, con lágrimas en los ojos que yo no podría decir si era chantaje, si eran de felicidad o si estaba preocupada de que yo creyera esas cosas.
–Sabes que estoy dispuesto a perdonarte cualquier cosa, Akane. –
Respondí, tocando su trasero. Akane pareció recuperar las energías. No era grave, pero incluso si lo fuera, yo la perdonaría porque ella es hermosa.
–Sí, porque no puedes resistirte, tú lo dijiste… no hay forma de que no quieras tenerme, me encanta que me persigas, que me tomes cuando quieres… soy una esposa calenturienta después de todo… asi me educaron… –
Le di un beso en los labios. Tampoco es como que estuviera castigándola ni nada. Solo… planeaba demostrarle que, incluso si la casa se cae a pedazos, incluso si no hace absolutamente nada, incluso si hay más gente o no hay nadie, yo no puedo resistirme a su encanto femenino.
Estoy loco por ella.
Esa es la principal razón por la que me casé con ella.
Me gusta.
A Akane eso le hace feliz. Que vivas para admirarla.
Se casó conmigo porque fue muy obvio que no pude resistirme a su belleza. Esa es la verdadera razón.
– ¿Y bien? ¿Qué más? ¿Separo mis piernas? ¿Las dejo cerradas? ¿De frente? ¿De espaldas? ¿Qué parte de su mujer se quiere comer mi esposo esta vez? –
Preguntó Akane.
Iba a responder, cuando… tocaron el timbre.
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