Haru No Yurei - Volumen 4: Capítulo 31. La herencia
Capítulo 31: La Herencia.
La sala de la casa estaba vacía y limpia cuando salí de la habitación. Se escucharon algunas risas dentro, y yo no les presté demasiada atención. Busqué el baño para al menos mojarme la cara. ¿Por qué sentía tanta desconfianza sobre esto? No lo sé.
No era mi yo de siempre, eso puedo decirlo. Tal vez el hecho de saber lo que habían apostado me hizo dudar un poco. Me mojé la cara y salí del baño. Todo era increíblemente silencioso. Caminé de vuelta sin haber visto a la señora. Incluso pensé que había subido al pent–house del edificio o como se llame.
“No me contestes entonces. No lo necesito…”
BAM!
El sonido de algo cayendo al suelo, siendo arrojado contra el suelo, mejor dicho. Asi que estaba en la cocina.
Asomé mi rostro por la cocina para encontrar con que Reika–san, la madre de Mizumi, había estrellado su teléfono al suelo. Estaba mirando los pedazos mientras respiraba pesadamente.
–No la quiere, Reika–san. –
Dije. Reika saltó y se llevó la mano al pecho.
–No deberías asustarme asi. ¿Qué quieres? –
Preguntó ella, a la defensiva. Supongo que a ninguna mujer le gusta ser interrumpida mientras lagrimea.
–No es que quiera algo, solo vine a decirle eso. No sé por qué, pero es la verdad. –
Le dije.
–Metete en tus asuntos. Deberías estar dentro con mi hija. –
Dijo, reincorporándose.
–Con Mizumi… creo que no debería entrar allí por el momento… –
Respondí, tranquilo, no me acerqué más, estaba a una distancia considerable, pero lo suficientemente cerca para que me escuchara. La señora se dio la vuelta.
–¿No deberías? Eres su novio ¿No es cierto? –
Preguntó ella. Yo sonreí. Mejor le decía la verdad.
–Las cosas son un poco más complicadas que eso. Digamos simplemente que los roles están algo invertidos en esto. Por otro lado, creo que usted es más importante ahora mismo. –
Le dije.
–¿Mas importante? No me hagas reír. Solo ve allá ¿Quieres? Y déjame sola… –
Tragó al decir eso. Estaba de espaldas a mí. Pude escuchar un ligero lamento en medio de esas palabras.
–Usted esperaba que algo pasara ¿No es cierto? –
Pregunté.
–No sé de qué estás hablando. –
Dijo ella, sin voltear.
–Con su novio, antes. Por eso estaba tan apresurada en arreglarse. Usted quería estar a solas con él. –
Insistí.
–Yo no he dicho nada como eso ¿Quién te crees? –
Preguntó ella, ofendida.
–No me creo nadie, solo alguien que ve. Usted nota que la ropa de oficina es naturalmente delgada ¿cierto? Lo suficientemente delgada para que su ropa interior se marque por encima de su falda. Puedo notar que llevaba ropa interior con encajes. Una mujer no usa esa clase de ropa a no ser que espere que pase algo especial. –
La señora se cubrió alarmada el trasero con las manos y se dio la vuelta.
– ¿Qué clase de pervertido eres tú? –
Preguntó. Pude ver que el maquillaje estaba corrido por las lágrimas. Encogí de hombros. Dentro, los gemidos de Mizumi se hicieron más altos.
Miré la puerta del cuarto. Y voltee a verla a ella. Reika–san tiene que haberlos escuchado, porque me miró confundida.
–Un pervertido que ahora sobra en esa habitación, como sin duda entiende. –
Le dije.
–¿Qué es lo que está pasando allí dentro? –
Se quejó, mirando hacia la habitación, estuvo a punto de ir a tocar la puerta, y hubiera ido, de no ser porque yo estaba frente a ella. Reika–san comenzaba a comprender que algo no encajaba aquí.
–Tú… no eres el novio de mi hija. ¿Verdad? –
Preguntó ella. Encogí de hombros.
–No, no lo soy. Ella es su novia. –
Dije, mirando a la puerta.
–¿Y qué estás haciendo tu aquí, entonces? –
–Lo mismo que todos al parecer, escondiendo la verdad. Interpretando un acto. Pero creo que el acto salió mal y el escenario se cayó. –
Expliqué, encogiendo de hombros. Ella entrecerró los ojos.
–¿Te presentas como un mentiroso? –
Preguntó ella. No sé cómo, pero supe que estaba evaluándome.
–Al menos mi mentira no le hizo daño a nadie. La de él sin embargo… –
Y miré el teléfono hecho pedazos.
–No sabes nada, niño. Apenas lo viste unos momentos…–
Se quejó ella, dándose la vuelta.
–Y fue muy obvio que usted puso todo de su parte para que funcionara, él sólo se fue. –
Insistí. Reika–san me miró con coraje y angustia.
–Tal vez estaba cansado. –
Se quejó.
–Lo trajo en automóvil. Cansado de ¿Qué, exactamente? –
Respondí.
–Pues tal vez lo hicimos en el automóvil. ¿Cómo sabes que no es asi? –
Se quejó ella. Su frustración estaba al máximo, y no creo que fuera solo de carácter sexual.
–No. Usted quería hacerlo en el auto. No estaba atorada en el tráfico. Él se negó. Por eso es que no tardaron lo que usted dijo que tardarían… –
Lagrimas aparecieron en su rostro.
–Tal vez sólo no soy atractiva… –
Dijo ella. Ahora tratando de no llorar con toda la entereza que le quedaba, aunque obviamente después de tantos y tantos rechazos, en un solo dia, no era mucha.
–No estoy de acuerdo con eso. –
Le dije, simple, serio. Como si fuera algo que no se tiene que pensar demasiado. Ella se limpió las lágrimas.
–Necesitaba eso. Necesitaba que alguien me lo dijera a la cara. Nunca volveré a ser amada. No sé para qué me esfuerzo. –
Dijo, fingiendo que limpiaba la barra de la cocina, que estaba impecable.
–Eres un niño listo. Te concedo eso. Ahora déjame sola. –
Dijo. ¿Qué edad tendría? Era mayor que Ayasara Sensei, eso sin duda, pero yo no diría que era mayor que la madre de Mizore, por ejemplo.
–No creo que eso sea una buena idea ahora mismo. No por usted, pero… –
Y voltee a ver la puerta del cuarto. Era muy obvio que Akane y Mizumi se estaban divirtiendo. La señora encogió de hombros y dejó el trapo.
–Puede hacer lo mismo que estaba haciendo antes, prometo quedarme callado. Puede pensar en mí como un mueble o un fantasma. No molestaré. –
Ofrecí. Ella me ignoró por unos momentos, pero supongo que su curiosidad pudo más.
–Y… ¿Qué relación tienes entonces con Mizumi? –
Preguntó ella.
–Pues, digamos que mi esposa es la que está adentro con Mizumi–san en este momento, si eso es una relación con su hija o no lo es, no estoy seguro. –
Respondí, rascándome la cabeza.
–¿Casado? Déjame adivinar. Embarazaste a la chica. –
Comentó ella, con un dejo de desprecio.
–No, aun no, al menos. Pero es mi esposa. –
Comenté. Ella arqueó una ceja, supongo que encontraba mi situación extraña y divertida.
–Y ella es… ¿Con Mizumi? –
Preguntó la señora. No sé, no parecía molestarle, más bien tenía curiosidad, pero supongo que eso debería averiguarlo preguntándole a su hija.
–Su relación es especial. –
Le dije. La señora se llevó una mano a la frente. Yo volví al tema que me importaba.
–Pero eso no es importante ahora. Lo que realmente quiero decir es ¿Quiere… subir? Podemos charlar un rato. –
Usé sus mismas palabras aposta.
– ¿Esa es una invitación? –
Preguntó ella, con evidente desconfianza, casi con desdén.
–Es una petición. –
Respondí. Ella se pasó la mano por el cabello, dudando por unos momentos.
–Si Reika–san no quiere está bien. Yo solo pensaba que todos esos preparativos serían en vano, y Reika–san es una mujer hermosa. –
–Estás jugando conmigo. –
Se quejó ella. Hora de la verdad.
–No, me está malentendiendo. Lo que estoy pidiéndole es que vayamos arriba a jugar los dos. –
La señora soltó una risa de vergüenza y bochorno.
–Eres un niño idiota. ¿De dónde sacas esas porquerías? –
Preguntó ella.
–De las películas para adultos, por supuesto. –
Esta vez ella se rio a carcajadas. Tuvo que limpiarse las lágrimas después.
–Bueno, al menos saber cómo hacer reír a una mujer. Eso te hace mejor que muchos. Créeme. –
Me dijo. Yo sonreí. Era un progreso al menos. Me miró y suspiró.
–Asi pues… estás diciendo que me encuentras atractiva. –
Reika parecía querer confirmar. Yo asentí, y ella se acomodó el cabello.
–Y estas invitándome a un sitio a solas, para hacerlo conmigo. –
Sonreí.
–Pues… si… es eso… –
–¿No dijiste que era tu esposa? –
Preguntó ella, mirando a la puerta del cuarto.
–Pues… no creo que a ella le importe mucho… –
Respondí. La señora miró a la puerta de nuevo por unos momentos. Luego me miró a mí. Sin más ni más, se quitó la blusa allí donde estaba, y retiró el sostén para mostrarme sus pechos. Eran pequeños, lo admito, probablemente eran más pequeños que los de su hija.
–Cómo puedes ver, no soy atractiva. No es como que vaya a ser muy divertido para ti. Pero si aun asi es lo que quieres, acepto. –
Dijo, luego bajó la cabeza.
–No puede ser peor que esto, de cualquier modo. –
Dijo ella. Me daba un poco de vergüenza que tuviera una opinión tan pobre de mí, pero no podía hacerse nada. Solo restaba esperar, no quiero ser engreído con esto, pero siento que tengo una buena capacidad y sé hacer algunas cosas. Espero que eso pueda complacerla.
La tomé de la mano y la saqué de la cocina. Ella miró al cuarto de su hija por un segundo. Suspiró.
–Si lo que quieren es que no las moleste, sólo tienen que decirlo. –
Dijo ella. Creo que pensó que la estaba distrayendo. Yo encogí de hombros.
–Siendo honesto, se supone que debería estar allí dentro. Yo sólo… quería salir. –
Expliqué.
–¿De qué hablas? ¿Se supone que estuvieras allí dentro? ¿Aún asi? –
Preguntó la señora, escandalizándose un poco, cosa sin importancia porque abrió la puerta del departamento. Yo la seguí.
–Sí. Aún asi. –
Respondí, cerrando la puerta detrás de mí. La señora se llevó una palma a la frente.
–Estos jóvenes de ahora… –
Dijo ella. Yo sonreí. Ella llamó al elevador.
–Bueno. Si eres capaz de eso, entonces significa que sabes de qué va esto. Te advierto que puedo decir cosas muy sucias en esto. No esperes que me avergüence. –
Me advirtió.
–Está bien. Reika–san no tiene que fingir nada. A decir verdad, me gusta más cuando dejan salir a su yo interno y se olvidan de tonterías. –
El elevador llegó y ella presionó el botón de PH que estaba al final. Me miró, y sonrió.
–Un chico que no quiere jugar a la casita… eso es nuevo. Retiro lo que dije antes, puede ser que termine disfrutando esto, después de todo. –
Admitió.
Llegamos y ella salió apresurada, puso distancia entre nosotros y se quedó mirando la piscina. Estaba nerviosa, después de todo.
–¿Y bien? ¿Cómo vas a empezar? Todavía eres el hombre aquí. Aunque no seas más que un niño para mí. –
Suspiré y me acerque a ella, el sitio era bonito, incluso había una pequeña piscina a la luz del sol, pero no le presté demasiada atención. Parecía que ella quería tener autoridad moral en caso de que esto saliera mal.
–¿Qué tal si empezamos quitándole la ropa a Reika–san? –
Pregunté, ella giró la mirada. Estábamos solos. Ahora que lo pensaba, aquí había montones de vecinos. Seguro que esto se tiene que reservar de alguna forma.
–Bien entonces niño… desnúdame, anda… –
Respondió, me acerqué a ella y tomé el primer botón de su blusa. Ella volteó a verme a los ojos y le di un beso en los labios. Eso la hizo saltar, luego se retiró y puso su mano en mi cara.
–Dijiste que ibas a quitarme la ropa primero. –
Se quejó ella.
–Lo siento. Se me salió. –
Respondí mientras desabotonaba su blusa. Reika–san no pudo evitar una sonrisa. Sirvió para aligerar un poco el ambiente. Le quité la blusa para dejar ver su sostén. Ella escondió la mirada.
Eran pequeños, lo admito. No puedo decir que fuera plana, pero si eran más pequeños de lo que esperarías de una mujer adulta. Yo no hice ningún hincapié en ello. Ya los había visto de todos modos. Le quité el sostén y sentí como tembló.
–No soy atractiva ¿cierto? –
Preguntó ella. La mayoría de las veces, te preguntan porque quieren que les digas lo contrario. Pero en este caso en particular creo que ella realmente lo creía. Si era asi, no bastaría solo con decir “no es verdad” porque ella habrá escuchado eso muchas veces, y a la hora de la verdad, no funciona.
Hay que hacer una demostración más… apropiada, yo diría.
–Reika–san es bonita. Hay muchas cosas que son atractivas de ti. –
Expliqué, ella no me creyó, como dije, no bastaría.
–Pero mi pecho… –
Se quejó ella.
Pasé una mano por su espalda mientras acariciaba sus pezones levemente. Estaban duros, eso ni que decir tenía.
–Los pechos no lo son todo. Tu color de piel es bonito, tu manera de caminar es sexy… tus piernas son bellas y tu cara es linda. Hay muchas cosas atractivas de ti… –
Le dije, besando su cuello.
–Te… ¿Te puedo tocar? –
Preguntó ella.
–Puedes hacer todo lo que quieras. Para eso estamos aquí ¿Recuerdas? –
Pregunté, ella pasó su mano por encima de mi pantalón, tentativamente, luego, cuando se cercioró de que no me molestaba, metió su mano dentro de mi pantalón.
–Tienes algo bueno aquí, niño… ¿lo pondrás dentro de mí? ¿O me vas a tener esperando? –
Preguntó ella, creo que estaba tratando de olvidar el tema de los pechos, y concentrarse en lo que si tenía.
–Primero muéstrame tu ropa interior. –
Respondí, ella sacó su mano y comenzó a reír, se separó de mí.
–De acuerdo, niño listo, me atrapaste… si era para eso… eres un… –
No quiso terminar. En lugar de eso, se alejó levemente de mí, y se quitó la falda, tenía puestas unas pantis de encajes color negro, con una abertura debajo unida por un listón rojo. Como para que uno note que está allí.
Se dio la vuelta, luciéndola y luciendo su trasero con ella. Balanceándolo alegremente para mí.
–¿Qué opinas? ¿Es bonita? Es atrevida ¿cierto? –
Preguntó, mordiéndose el labio.
–Es muy sexy. Creo que te queda, Reika–san. –
Ella se llevó la mano a la cara riendo, orgullosa.
–Claro que si… y dime… ¿Quieres quitarla? O prefieres… abrirla… –
Dijo, sosteniendo la punta del listón en sus dedos, mostrándomela. Era una evaluación ¿No es cierto? Ella quería saber si soy lo suficientemente delicado para respetar el esfuerzo que ella puso consiguiendo la prenda, poniéndosela, haciendo todo eso. Yo me acerqué a ella y tomé la punta del listón de sus manos, y luego me hinqué. Reika–san se hizo aire con las manos.
–Vaya, parece que sabes lo que complace a una mujer. Tu esposa debe ser una mujer muy feliz ¿eh? –
Preguntó. Yo puse el listón en mi boca y comencé a jalarlo. Reika san se sentó en el suelo con las piernas separadas, y me extendió sus manos en cuanto su ropa interior estuvo abierta.
–Ya, no me tengas esperando. –
Por lo visto, es de las mujeres que van directo a la acción, o quizá ella estaba lista desde el principio. Desabroché mi pantalón mientras me acercaba a ella, me sostuve sobre ella colocando mis brazos al lado de su cabeza. Reika–san me sonrió.
–Hazlo ya… deja de fingir que no quieres. –
Dijo ella. No sé si estaba tratando de ganar confianza o mi gesto con lo del listón de sus pantis la hizo creerme, sea como fuera, coloqué mi pene en la entrada de su vagina y empujé con fuerza. Estaba muy apretada.
Para mi sorpresa, Reika–san gritó. Contrajo su cuerpo con fuerza y clavó sus uñas en mi espalda. Se cubrió la boca después.
–Duele… duele mucho… –
Se quejó. Admito que no lo pensé demasiado. Todo aquel jugueteo me hizo tener confianza para no ser cuidadoso, aunque viéndolo bien, su cuerpo era más bien esbelto, del tipo delicado.
–Lo siento, me deje llevar y… –
Reika–san cerró los ojos, sus piernas se relajaron en el suelo.
–Te… dejaste llevar… eres un… –
Se quejó. Qué raro. No estaba seca, eso lo puedo asegurar.
–¿Estas bien? No pensé que… –
Reika–san se enfadó.
–¿No pensaste qué? ¿Qué iba a dolerme? ¡No había entrado algo asi en años! –
Se quejó ella.
–Si quiere puedo salir. No es que quiera lastimar a Reika–san. –
Ofrecí, y ya estaba quitándome de encima. Ella negó con la cabeza.
–¡No! Si sales me enfadaré. ¿Entendiste? Solo… déjame acostumbrarme… –
Dijo y echó su cabeza atrás. Siguió quejándose, eso sí.
–Oh cielos… parecía más pequeño cuando lo toqué… –
Sacó sus uñas de mi espalda y puso ambos brazos en el suelo, tratando de respirar. Estaba temblando, y yo diría que su rostro palideció. Pero si le digo seguro que se enfurece porque la estoy avergonzando. El ego de las mujeres es algo a que tenerle miedo…
–¿Esta bien, Reika–san? –
Pregunté. Ella se rio levemente, mirando hacia arriba.
–Claro que estoy bien… es solo… escucha niño, no había tenido uno tan grande desde que estaba en la universidad… es mi culpa de todos modos… –
Explicó.
–Emm… ¿Gracias? No sé si sea lo que se considera “grande” pero… –
Reika–san me miró a los ojos y sonrió.
–No seas modesto. No te queda. –
Me advirtió ella. Nunca he presumido sobre mi tamaño. Para mi es más bien lo normal. Supongo que lo que ellas consideran “grande” varía de mujer a mujer. Tal vez no funciona si no tienen con qué comparar… eso también es cierto.
Su vagina lentamente comenzó a amoldarse, y con eso, el rubor en las mejillas de Reika–san comenzó a notarse. Ella empezaba a sentirse bien.
–Vaya… estoy… en el cielo… niño… –
Tomé eso como una señal de que podía comenzar, ella sintió el movimiento y abrió los ojos de pronto, alzó su cabeza también.
–¡Espera! No. No te muevas… –
Se quejó.
–¿Hay algo malo? –
Ella me tomó por el cuello y me acercó a ella para mirarla a los ojos.
–Si te mueves me voy a venir. Te lo aseguro, asi que… –
Se quejó. ¿Venirse de una sola? Eso tengo que verlo.
–Ah, es eso… –
Y empujé. Fue como si hubiera reventado un globo dentro de ella, y todos sus jugos de amor comenzaron a salir. Ella ahogó un suspiro y se llevó las manos a la boca, y en cuanto terminó de venirse, se puso a llorar.
No era el llanto que uno llamaría común en el sexo, era bastante más parecido a un llanto normal de lo que a mí me gustaría. Creo que toda la frustración que tenía acumulada comenzó a salir de ella todo al mismo tiempo.
–¡Te dije que no! ¡Te dije que no! –
Se quejaba ella, era extraño verla llorar mientras su cuerpo seguía teniendo los espasmos por el orgasmo. No quise pedirle perdón, en lugar de eso, esperé a que hubiera un espacio en su llanto, y sin avisar, le di un beso en los labios.
Comencé a usar mi lengua mientras ella parecía tener problemas para entender lo que estaba pasando. Para cuando me separé de ella, ella me tomó por el cabello con una mano y abrazó mi cintura con sus piernas.
–¿Qué esperas? Sigue… aprovecha… –
Se quejó ella. Yo comencé a empujar poco a poco, pero eso a ella no le gustó.
–Déjate de tonterías…Hazlo como un hombre. Como si quisieras partirme en dos. –
Bien. Ella lo pidió. Vamos a hacerlo en serio entonces. Me sostuve de sus hombros para continuar, y aumenté el ritmo. Ahora llevaba yo el control del acto y Reika–san comenzó a gemir con fuerza.
–Si… si… hazlo fuerte… se siente bien… se siente genial… –
Dijo mientras se sostenía de mis hombros para balancear los empujes, que ya no eran lentos ni suaves.
–Estoy en el cielo… estoy en el cielo… sigue… por favor sigue… –
Yo seguí empujando exactamente igual, sin cambiar nada. Podía sentir como su vagina se contraía y se expandía con cada movimiento. Reika–san perdió totalmente el control de sus movimientos, incluso manoteaba el piso cada vez que uno de mis empujes tocaba algún punto especial dentro de sus paredes.
–Se siente… genial… que buen… instrumento… tenías guardado. –
Dijo, arqueando su espalda para cambiar un poco el ángulo de empuje, mi pene reaccionó como se esperaba, pulsando dentro de ella. Reika–san aumento el volumen de sus gemidos.
–No te detengas niño… no te detengas… lo haces muy bien… muy bien… esto es grandioso… –
Siguió diciendo esa clase de cosas mientras gemía. Yo traté de no prestar demasiada atención a los halagos o me avergonzaría. Después de unos momentos la tomé de los muslos con fuerza para continuar, tratando de no perder el ritmo.
–Sigue… me vas a hacer venir… me voy a venir de nuevo… –
Y se vino de nuevo. Como su trasero estaba ligeramente levantado y sobre mis rodillas, sus jugos de amor escurrieron por mis piernas también. Ella se dejó caer por completo, cerrando los ojos. Podía ver su vientre plano palpitar mientras ella recuperaba las fuerzas, sus piernas volvieron al suelo. Permanecimos en silencio durante un momento, hasta que ella pudo hablar de nuevo.
–Estoy tan feliz de estar viva… –
Fue lo primero que dijo. Se movió un poco y salí de ella. Hizo un sonido extraño, como de un adhesivo. Sonreí.
–Me alegra que sea como lo esperabas… –
Respondí. Ella abrió los ojos y se rio. No sé explicarlo, era una risa diferente, cristalina y suave. Era como si su estrés hubiera desaparecido casi por completo, y ahora solo había una mujer con muchas ganas de divertirse.
–¿Lo que esperaba? Esa cosa es esplendida… eso es un pene de verdad. –
Respondió finalmente.
–Oh cielos… tu esposa es una mujer taaaan afortunada… –
Me dijo. Yo asentí.
–Supongo que ella lo sabe. –
Respondí. Reika–san mostró una sonrisa lujuriosa.
–Pero ahora mismo es todo para mí. –
Dijo. Yo me acerqué para empezar de nuevo y ella me detuvo, esta vez por una razón diferente.
–Espera… estoy incómoda. –
Se quejó. Se puso de pie luego y se tambaleó al levantarse. Se sostuvo de uno de los sillones que había allí.
–La cabeza me da vueltas… –
Dijo y volvió a reír. Luego volteó a verme, yo me había quedado donde estaba, mirándola.
–¿Puedes hacerlo desde atrás? –
Preguntó ella. Me incorporé mientras ella fijaba su vista en mí, como midiendo mi reacción. No sé qué es lo que había que medir. Su trasero era pequeño pero redondo y firme, para mi estaba genial. El color negro de su ropa interior hacía resaltar su tono de piel.
–Es mi posición preferida. –
Dijo, mirándome mientras se recargaba contra la barda, colocando sus manos para sostenerse.
–También me gusta mucho. –
Respondí, acercándome a ella y colocando una mano en su espalda.
–¿Quieres que quite mis pantis? ¿No te estorban? –
Preguntó ella, yo solo las acomodé para que la abertura quedara donde debía, aprovechando claro para tocar su vagina. Ella dio un respingo.
–Woah… no seas malo con “esta”. Esta sensible porque hacía mucho que no se sentía tan bien… –
Asi lo dijo.
–Qué extraño, yo diría que todavía puede soportar mucho más… –
Dije mientras comenzaba a meterla. Reika–san soltó un quejido que se convirtió en un gemido al final. Creo que si resultaba un poco demasiado grande para lo que ella sentía. No es que me halague pero es que nunca me había pasado. Por supuesto que Sanae o Mizore o Akane habían dicho que era grande, pero era la primera vez que realmente era un factor al momento de hacerlo.
–Sostenme… –
Pidió ella. Sus rodillas temblaban. Yo hice lo que me pidió, colocando mis manos en su cintura.
–Bien ensartada… asi es como se hace… asi es como… es… –
Dijo ella, jalando aire.
–Voy a comenzar. –
Le dije, ella volteó a verme, puso sus manos firmes en la pared, y asintió con la cabeza. Comencé a empujar con la misma fuerza que antes. Reika–san fue directo a los gemidos esta vez, yo solo me concentré en empujar. Después de unos momentos, estaba recorriendo su trasero con las manos, metiendo mis dedos por dentro de la ropa interior de encajes que tenía.
–No pares, no pares… eres maravilloso… lo digo… en serio… –
Chilló ella. Tiene que haberse dado cuenta de que yo no necesitaba poner demasiado esfuerzo, lo digo porque estaba tocándola y aun podía tener cuidado de no maltratar el elástico sus pantis.
–Asi… asi niño… no pares… estoy tan feliz… estoy tan… feliz de ser mujer… –
Declaró. Al poco tiempo, Reika–san tenía los codos en la pared.
–Reika–san solo tiene que concentrarse en disfrutarlo. Pasarla bien. –
Respondí, sin perder el ritmo para nada.
–Pero… dime si te gusta… ¿Te gusta mi vagina? No está muy arrugada ¿Cierto?… sé honesto… –
Respondió ella. ¿Su edad la acomplejaba? Me pregunté en ese momento. No había hecho mención del tema asi que no lo pensé. Por otro lado, no es como que sea un factor determinante para mí, la edad, quiero decir.
–Claro que me gusta, está tan suave y mojada… –
Respondí.
–Si… muy mojada… hacía tanto que… no se sentía asi… esto es… delicioso…–
Aseguró ella. Apreté su cintura con mis dedos para empujar un poco mas fuerte.
–Yo creo que todavía puede sentirse mejor. –
Respondí. La respiración comenzó a faltarle.
–Espera… espera… estas siendo… muy rudo… –
Se quejó, tratando de tomar aire.
–Lo siento, me gusta escuchar cómo suena el trasero de Reika–san cuando empujo… –
Respondí. Ella soltó su cuerpo un poco.
–Asi… hazlo sonar… hazlo que suene. –
Seguí empujando con fuerza. Su vagina se sentía contraer por dentro, y tuve que hacer un esfuerzo para no venirme en ese momento.
–Siento tus bolas… golpeando mis labios… me está volviendo loca… –
Se quejó ella, aumentando el volumen de su voz. Un segundo… jamás me había pasado algo asi por la cabeza, pero, bueno… es que tiene sentido. El movimiento las haría moverse y golpear contra lo que sea que esté enfrente… ¿Cómo es que yo no lo notaba? Ninguna mujer antes me dijo algo como eso, pero bien pensado eso pasa. Vaya. Sonó un poco extraño que me lo dijeran asi.
Por estar pensando en eso perdí el ritmo.
–No… no te detengas… estaba disfrutándolo… –
Se quejó ella, mitad enojada mitad triste. Diablos. Pensé en un modo de repararlo, asi que tomé una de sus piernas y la levanté. Ella dio algunos saltitos.
–Espera… me caeré… –
Se quejó.
–Nada de eso. No te vas a caer. Ven aquí. –
Le dije, aprisionando su pierna al abrazarla contra mí pecho, completamente levantada. Empujé de nuevo, un poco más despacio, solo para que ella aceptara la nueva posición.
–Se siente… diferente… –
Anunció ella.
–¿Te gusta? –
Pregunté, ella asintió con la cabeza, mientras gemía. A este punto yo estaba llegando a mi límite.
–Lo siento palpitar… puedes venirte dentro… no me importa… –
Anunció ella. Yo no sentí que fuera una buena idea.
–¿Estas segura? –
Pregunté. Me sentí un poco extraño por preguntar algo como eso, pero por otro lado, es que apenas nos conocíamos. De hecho, no deberíamos estarlo haciendo en primer lugar.
–Claro que estoy segura. ¿Por quién me tomas? Estoy cuidándome… –
Se quejó ella. Lo sabía, se lo tomó a mal.
–Bien, tú lo pediste… –
Ya fuera por lo estrecha que Reika–san era en realidad, ya fuera porque llevábamos un buen rato haciéndolo, cuando me vine dentro de ella, mi semen no pudo quedarse adentro y comenzó a escurrir fuera de su vagina. Nos detuvimos en ese momento.
Reika–san bajó su pierna entonces. Salí de ella después, mientras ella continuaba sosteniéndose, recargándose en la pared.
–Mis piernas están hormigueando… creo que me excedí con esto… –
Dijo ella, en ese momento se dio cuenta de que sus pantis estaban hechas un desastre.
–Me ensuciaste… –
Comentó, y sonrió. Se acercó a mí y se dejó caer sobre mi pecho, todavía tratando de caminar.
–Tú sí que eres un manojo de misterios, niño. Por tu apariencia, nadie hubiera podido decir que eres asi. –
Comentó ella. Yo sonreí.
–¿Asi? –
Pregunté.
–Bueno… admito que te veías más dócil allá abajo. Aquí haz hecho de mi lo que se te antoja. Las piernas me tiemblan, y estoy sonriendo como una niña de instituto. Tienes talento, lo admito… –
Me dijo y se separó de mí.
–¿Quieres ir a la piscina? –
Preguntó ella.
–¿Asi? –
Pregunté, mirándome.
–¿Qué con eso? la limpian todos los días. ¿Sabes? Además no es como que nadie haya entrado hoy. Nunca habías venido a un sitio como este. ¿Cierto? –
Preguntó ella. Había unas máquinas expendedoras cerca de las esquinas. Ella apretó un botón y dos latas de té helado salieron. Al parecer, no necesitabas dinero. Supongo que todo esto es parte del servicio de este lugar.
–No… a decir verdad no. –
Respondí. Ella sonrió, extendiéndome una lata, su piel brilló con la luz del sol. Yo tomé la lata mirándola como un tonto.
–Entonces ven conmigo. Complacer bajos impulsos de una solterona tiene que tener algún beneficio. ¿No es cierto? –
Me dijo, halándome de la mano. Entramos al agua por unas pequeñas escaleras que había en la piscina.
–Bueno, yo diría que me he estado complaciendo a mí mismo, en realidad. –
Respondí. Reika–san me miró y sonrió.
–¿Sabes qué? Voy a ser honesta contigo. Me encantas. –
Confesó.
–¿Eh? –
No parecía algo que dijeras a cualquier persona, menos aún a alguien que acabas de conocer, pero tampoco es como que ella se avergonzara como lo haría alguien que está haciendo una declaración de amor. Fue raro.
–Lo que dije. O me irás a decir que no era tu intención y saldrás corriendo de aquí. –
Bromeó ella, sonriendo. Colocó su lata en el borde de la piscina y se sumergió por un momento. Salió de la piscina con la gracia de una estrella de cine.
–No es eso… es que… no entiendo por qué. Es decir… –
–No es el sexo. Si es lo que estás pensando. –
Respondió ella, entrecerrando los ojos.
–Pero si es lo único que ha pasado. –
Respondí, batiendo la cabeza. Ella se acercó a mí y me dio el dedo en la frente.
–Hasta tu estupidez juega a tu favor, niño listo. ¿Asi es como consigues mujeres? ¿Fingiendo que no sabes hacerlas felices? Porque está claro para mí, que tú esposa no es la única. Un hombre que nunca ha engañado a su esposa hubiera dudado. –
Me dijo ella. Supongo que tenía razón. Es decir… yo estaba demasiado acostumbrado. Akane está demasiado acostumbrada a que me vaya con otras mujeres. Es solo como funciona nuestra relación.
Reika–san se acercó a mí, y se recargó sobre mí, dejando que nuestros cuerpos hicieran contacto, incluso pasó su pierna por detrás de la mía.
Puso un dedo sobre mi pecho y comenzó a juguetear con él.
–Si de verdad no sabes que es… te lo puedo decir… tendrías que besarme. –
Ofreció Reika–san. Sin pensarlo demasiado, le di un beso en los labios. Ella devolvió el beso y tomando mi mano nos besamos por un rato. Esta vez, quien uso la lengua fue ella. Nos separamos después y ella me sonrió.
–Has estado pendiente de mí todo el rato. –
Explicó. Bueno, es que no había nadie más aquí. Ella tiene que haberse dado cuenta de lo que yo estaba pensando, porque se explicó después.
–No solo ahora mismo. Desde que llegué. No has parado de mirarme, de buscarme. Apuesto a que ahora mismo no hay nadie más en tu mente. ¿O sí? –
Preguntó ella. Yo negué con la cabeza.
–¿Lo ves? Eso es precisamente lo que me gusta de ti. Es muy simple, parece muy poca cosa, pero como sin duda te habrás dado cuenta, es muy difícil que alguien haga eso por una. Si quieres saber ¿Por qué acepté? Es eso. Nunca nos habíamos visto, no teníamos nada que ver. Tu esposa estaba allí. Y sin embargo, no despegabas tus ojos de mí. Es halagador. –
Dijo ella.
–Bueno, admito que tienes razón en el hecho de que me interesé desde que entraste a tu apartamento. Pero encuentro un poco extraño que esa sea la razón. No es que dude de Reika–san… es solo… yo creí que eso le pasaba todo el tiempo. –
Expliqué. Ella recargó su rostro sobre mi pecho y se restregó contra él. Estaba siendo bastante más demostrativa y cálida que antes.
–Incluso esos cumplidos idiotas son encantadores… –
Y me dio un beso rápido.
–¿Qué dices playboy? ¿Te quedas un poco más? –
Preguntó ella, tomando mi pene en sus manos. Se relamió.
–Creo que eso responde mi pregunta. –
Comenzamos a besarnos y ella lentamente me jaló hasta el borde de la piscina. Se detuvo por un momento, y me apartó con la mano, los ojos completamente perdidos.
–Dilo… quiero escucharlo de ti… di que quieres. –
Ordenó Reika–san. Yo no tenía problemas con eso.
–Quiero hacerlo contigo. –
Ella sonrió.
–Más específico, no tienes que ser tan cuidadoso… ¿Qué tengo que hacer? –
Insistió Reika, moviendo el agua frente a ella, hasta el movimiento de su mano resultaba sugestivo.
–Separa tus piernas. –
Respondí. Reika–san se sostuvo de las escaleras de la piscina con ambas manos, y levantó ligeramente su cintura, separando sus piernas.
–¿Asi está bien? –
Preguntó ella, balanceándose, dejándose flotar con el agua. Yo solo tuve que sostener su trasero desde abajo con una mano, y comencé a hacérselo dentro de la piscina. El agua le daba a uno una sensación diferente. Hacía resistencia al empujar, ahora ella trataba de mantener su voz baja. ¿Le avergonzaba el ruido? Me pregunta en ese momento.
Tener la oportunidad de observar su rostro compensó toda la resistencia que el agua pudiera poner. Al poco tiempo, ella estaba haciendo ruido como antes, y… estaba usando sus manos para sostenerse, no podía taparse la boca o algo. Quiso besarme y me aparté.
–Lo siento… no es esa clase de sexo ¿Cierto? –
Se disculpó porque me aparte. Yo sonreí.
–Si lo es. Pero ahora mismo, quiero escuchar los ruidos que haces… –
Respondí. Reika san sonrió, pero se quejó de todos modos.
–Pervertido. Quieres escucharme siendo vulgar ¿No es cierto? –
Preguntó ella. Yo asentí con la cabeza.
–Si pudieras concederme ese deseo, te lo agradecería. –
Respondí.
–Pervertido. Lo sabía… tú… estabas mirándome… apuesto a que… lo pensabas… allá abajo… ¿Cómo se ve con las piernas abiertas?… ¿Qué cosas sucias le gustarán?… ¿Cómo se siente su vagina por dentro? –
Gimoteó ella mientras empujaba. Yo sonreí mientras ella se aferraba a mis hombros, siguiendo el ritmo.
–¿Qué mirabas? Dímelo… dímelo… –
Pidió ella.
–Tu trasero mientras te movías… la marca de tu ropa interior… –
Respondí.
–¿Te gustan mis pantis? ¿Son bonitas? –
Preguntó.
–Pues… son bonitas, pero me gustaron porque te quedan. Son sexys, después de todo. –
Respondí. Sentí como su vagina se contraía. Era una sensación diferente por el agua, pero era placentera. Lo siento por los que tuvieran que limpiar, aunque probablemente estarían acostumbrados.
–¿Y mis pechos? ¿No te molesta? ¿No sientes que lo estás haciendo con una niña de la escuela elemental? –
Preguntó ella. Yo suspiré. No era la primera vez que decía esta clase de cosas, y no es la primera vez tampoco que me enfrento a esta situación. Los seres humanos somos… raros.
–Tal vez no me molesta hacerlo con una niña de la escuela elemental. Ella abrió las piernas de todos modos ¿No es cierto? –
Pregunté, ella volteó a verme, con la cara roja y los ojos llenos de lágrimas. Pude sentir como eso envió un escalofrío en su espina dorsal.
–Si… es cierto… me lo merezco… por… ofrecida… me vengo… me vengo… –
Comencé a empujar con más fuerza mientras ella ya se había venido. Eso la hizo tambalearse un poco, pero se sostuvo de mí para no caer directamente dentro del agua. Básicamente estaba cargándola a este punto.
Como yo también estaba a punto de terminar, no me detuve.
–Pues vas a esperar a que yo termine. –
Respondí.
–Dentro… por favor… dentro… –
Insistió. No tarde mucho más en venirme después de eso. Y como aun estábamos en la piscina y además ella lo había pedido, me vine dentro de ella. Reika se sostuvo del borde de la piscina para respirar.
–Eres excepcional, niño… yo no recordaba que mi vagina pudiera soportar tanto… –
Me dijo.
–Es bueno que esto sirva para recordar… –
Respondí. Ella me dio un beso, usando su lengua, luego se dio la vuelta y comenzó a caminar. Podía sentir como balanceaba sus caderas a través del agua, invitándome. Mi pene seguía firme, por supuesto, y la siguió, y yo con él.
–No lo había hecho cinco veces desde que me embaracé de Mizumi. –
Insistió.
–¿Su esposo dejó de hacerlo con usted por el embarazo? –
Pregunté. Reika–san se rio a carcajadas.
–Mizumi no es hija de Daisuke… –
Confesó después. Supongo que “Daisuke” es el nombre de su ex–esposo.
–¿Ah, no? –
Pregunté.
–Claro que no. Ese imbécil no podía sostener una erección por cinco minutos. Por eso nos divorciamos… Mizumi es hija de… un novio que solía tener… –
Me dijo, el sol comenzaba a ocultarse y la luz del sol en la piscina hacía juego con el color de su cabello.
–¿Ella lo sabe? –
Pregunté. Reika negó con la cabeza.
–Déjala que siga pensando que es hija de ese idiota. No le hace ningún mal. Tampoco es como que su verdadero padre vaya a aparecer un dia. –
¿Se casó con él por el dinero? Imposible saberlo, y no se lo iba a preguntar.
–Además nunca me hizo feliz… no tiene lo que hace falta… –
Me dijo.
–Lo que tenía su novio, me imagino… –
Respondí, acaricie su espalda, sentí como ella se estremeció. Encogió de hombros y se giró.
–Y lo que tienes tú… –
Aseguró ella, puso su mano sobre mi pecho.
–Eso es interesante. –
–Si sigues… te cuento más… –
Respondió ella sonriendo. Volví a entrar en ella con fuerza, sosteniéndome de las barras de la escalera de la piscina.
–¿Quién es él? –
Pregunté, empujando con fuerza. Ella ahogó un grito y me echó los brazos al cuello.
–Era… era un hombre de verdad, justo como tú, niño… con el pene… duro como fierro y la fuerza… de un toro… –
Me dijo, tratando de contener su respiración.
–Suena a que se divirtió bastante… –
Comenté. Reika apretó sus piernas para sentir mi pene dentro de ella.
–Mucho… mucho… era el mejor… –
Empuje con fuerza mientras ella se aferraba a mí, en realidad su vagina se adaptó a mi con mucha más facilidad de la que podría esperarse. Supongo que llevaba mucho tiempo deseando algo asi. Yo apenas la conocía y ya la deseaba, era un sentimiento extraño.
–Me vengo… me vengo… oh diablos… Sigue… ¡sigue! –
Nos separamos después de eso, el agua estaba comenzando a ser un problema porque, como dije, el sol estaba ocultándose.
–Espera… tengo que descansar, por favor… ya no soy una jovencita… –
Pidió. Yo salí de la piscina después de ella, y lo primero que hizo fue mirar mi pene. Seguía firme, porque en realidad solo había empujado unas cuantas veces. Se rio halagada.
–¿Es en serio?… no sé cómo es que… –
Y miró a las sillas. Luego me miró a mí, se quitó el cabello mojado de la cara.
–Imagino que aún no tengo que vestirme ¿Cierto? –
–No. –
Respondí. Ella se rio y batiendo la cabeza fue a donde las sillas. Se secó después. Era extraño, se sentía bien verla secarse, era una imagen agradable a mis ojos. Su figura, su tono de piel, sus movimientos.
–Creo que Reika–san debería seguirme diciendo acerca de esta persona… –
Pregunté. Ella me miró acusadoramente por un momento.
–No te compares con él, por favor. Arruinarás el momento… –
Se quejó.
–No es por eso. Es solo que pensaba que me faltan cosas por aprender… –
Respondí. Ella batió la cabeza.
–No sé de qué estás hablando. Pero bien. Ya que quieres escuchar las vulgaridades que una mujer tiene que decir, te las diré. –
Yo sonreí.
–También es que a mí me gusta escucharle siendo vulgar Reika–san. –
Ella se rio.
–Me convirtió en su perra. Eso es lo que hizo. Es el único hombre que ha podido convertirme en su perra, hacerme todo lo que se le antojaba y yo aceptar encantada… Incansable, siempre pensando en sexo… era como un animal. –
Explicó.
–Suena como la clase de sujeto en la que quiero convertirme. –
Respondí. Ella sonrió.
–Considerando que estoy al tanto de que estas esperando para tener más de mí, yo diría que vas por buen camino. –
Me dijo ella, con una sonrisa que irradiaba felicidad.
–¿Qué tiene de malo querer más de Reika–san? –
Pregunté. Ella puso su mano sobre mí, y comenzó a bajarla lentamente.
–Acabas de conocerme, y ya actúas como si quisieras más siempre. ¿Sabes? Justo asi es como me gustan los hombres. Así conocí a Sempai. Reika, trece años, la niña idiota en primer año de colegio. Que quiere ver como son los hombres y se mete al baño de los hombres… ¿Y que vio Reika? –
Preguntó, tomando mi pene con la mano, apretándolo levemente.
–Un Sempai de tercer año, con una cosa de este tamaño en sus manos… moviéndola… –
Y comenzó a estimularme con las manos, sonriendo.
–Y en lugar de cubrirse o algo, Sempai me dijo ¿Qué esperas? Quítate las pantis… –
Dijo ella, y se subió sobre mí, colocando mi pene en la entrada de su vagina.
–¿Sabes lo que hizo Reika? –
Preguntó ella. tiene que haber sido un recuerdo muy dulce porque ella estaba terriblemente excitada, ahora estaba refiriéndose a sí misma de una forma un tanto extraña, aunque con lo que dijo, tuvo sentido.
–¿Obedeció? –
Pregunté. Ella se dejó caer sobre mi pene con fuerza. Poniendo sus manos sobre mis hombros.
–Obedeció… se dejó hacer de todo… y Reika era la niña más feliz del mundo… Sempai la hizo sentir de todo… justo como ahora… ¿sabes? después de eso, Reika seguía a Sempai a donde fuera, a donde él quisiera ir… –
Comenzó a moverse mientras me decía, una parte de mi quiso pensar que la comparación era un halago y lo dejé pasar, por otro lado, sus movimientos eran excepcionales.
–A Sempai no le importaba. No le importaba que los pechos de Reika fueran pequeños… no le importaba… él solo me guiaba a donde quisiera y como quisiera… y él decía que Reika era linda. El decía… me hacía maullar… decía “maúlla, gatita” y Reika maullaba… ¿quieres… escuchar? ¿Quieres oír como maúlla Reika? –
Preguntó mientras aceleraba el ritmo.
–Sí, quiero escucharlo… –
Respondí, pero algo en todo esto desencajó y ella siguió en silencio. Ah, entiendo. Ella me dio la indicación de cómo debo pedírselo.
–Maúlla, gatita… –
Le dije. Ella me miró con una sonrisa, y en verdad comenzó a maullar.
–Nya! Nyaaa! Nyaaa! –
Ya entendí, por eso es que se refería a si misma de ese modo. De algún modo, esto había terminado por darme más ánimos, comenzamos a hacerlo con fuerza allí donde estábamos, admito que su figura era algo que ver, sus piernas no eran especialmente largas, pero lo delgado las hacia parecer más estilizadas. Su vientre plano y su ombligo perfecto, hombros pequeños y delicados, manos blancas y delgadas.
–Me gustan tus maullidos. –
Le dije, sonriendo, tratando de deleitarme con lo que estaba viendo y en cierto modo, de no pensar en que a mí no me agrada esta posición.
–Di que puedo… –
Dijo ella.
–¿Qué? –
Pregunté. Ella tenía la cara enrojecida y me miraba insistente. Estaba conteniendo su orgasmo.
–Di que puedo… por favor… a Sempai le gustaba, pero no lo he hecho desde entonces… di que puedo… –
Se quejó. Hablaba de venirse mientras estaba sobre mí. ¿No es cierto?
–Bien, si puedes… anda… –
Lo hizo. Comenzó a dar pequeños saltitos, como empujando sus jugos de amor fuera mientras se venía. Acabó sobre mí, con la respiración acelerada. Puse una mano en su hombro por un momento. Ella se movió.
–No me veas… –
Dijo ella. Luego le vino una racha de arrepentimiento.
–Oh cielos… ¿Qué hice? –
–¿Qué hiciste? Pues… terminaste sobre mí. Preguntaste si podías, dije que sí. –
Respondí.
–Si pero… vas a sentir asco… –
Se quejó ella. Yo me lleve una palma a la cara, literalmente.
¿Soy anormal? Me preguntaba. ¿Es anormal lo que hago o lo que digo? ¿Por qué es que a cada lugar que voy, con cada mujer que me encuentro, siempre son las mismas cosas? Siempre es raro, está mal, da asco ¿Quién les mete esas ideas en la cabeza? Es decir. Lo entiendo de una jovencita como Minase. Está descubriendo todo esto, pero una mujer hecha y derecha ¿Qué pasa con los demás hombres?
–Pienso que está bien. No siento asco, ni nada parecido. Eres una mujer muy bonita, Reika–san. –
Le dije. Ella se rio levemente.
–Eso es lo que él decía… –
Y me miró.
–Perdón por las continuas comparaciones, es solo que… has estado recordándomelo todo el rato. Es eso nada más. Espero que no te molestes… –
–A mí me parece que usted está enamorada de él. –
Le comenté.
–Puede ser, puede ser que ha sido el único que me ha deseado de verdad en toda mi vida… hasta el dia de hoy, al parecer… –
Dijo, mirando mi pene que seguía erecto.
–¿No hay forma de encontrarlo? –
Pregunté, ese comentario no le gustó.
–¿Tan pronto quieres perderte? –
Preguntó, mitad en broma, pero solo mitad en broma.
–Reika–san fue feliz con él. No es acerca de lo que yo quiera. –
Respondí. Ella sonrió, desde el fondo del corazón.
–Eres más amable y cálido de lo que aparentas. Te diré. Él falleció hace mucho tiempo ya. Era casado, cosa que a mí y a él no nos importaba en absoluto, pero un dia, él y su esposa fallecieron ambos, en un accidente de tránsito. –
Me quedé callado. No podía ser ¿O sí?…
¿O sí?
–Triste, lo sé… –
Me dijo Reika–san, al ver que yo guardaba silencio. Creo… que nunca le dije mi nombre a Reika–san.
–¿Cómo se llamaba él? –
Pregunté, sintiendo que el corazón se me iba a la garganta.
–Tokiburo. Otagane Tokiburo. –
Respondió ella. Tokiburo era el nombre de mi padre. Me lleve las manos a la frente.
–¿Estas bien? ¿Te sobre–esforzaste tratando de impresionar a una solterona? –
Preguntó ella, un tanto burlona. Vamos a ver si te burlas de esto, gatita.
–Creo que es un poco tarde, pero aun asi, bueno, ya que estamos haciendo esto y que no planeo detenerme…Me llamo Toshikane. Otagane Toshikane es mi nombre. –
Ella se llevó las manos a la cabeza, y me miró.
–¿Eres el bebé? –
Preguntó ella, sin poder creerlo.
–Pues ahora mismo no soy un bebé. Como Reika–san sin duda está feliz de poder comprobar. –
Respondí. Reika–san parecía no poder hilar lo que estaba pasando. Siendo honestos yo también tenía problemas para creerlo. Dicho esto, el modo en que todo esto se presentó, no era como que alguno de los dos lo hubiera planeado.
Tampoco es que yo pretendiera mantenerlo en secretos. Su cabeza tiene que haber dado muchas vueltas, de una forma un tanto diferente a la forma normal.
Finalmente, ella me miró.
–Es decir… eres… su hijo… y yo… oh cielos… –
Se retiró por un momento. Un trasvasijo tuvo en ese momento, el cual me hizo sonreír. Al parecer, tenía problemas para sostenerse.
–Y yo aquí… sintiéndome mal por compararte con él… por supuesto que es parecido… –
Dijo, con algo intermedio entre vergüenza, ilusión y sorpresa. Cuando uno quiere escuchar acerca de sus padres, lo que menos piensas es esta clase de historias. Ahora que tratándose de la situación, creo que me hacía un poco feliz saber que estas cosas las había sacado de mi padre.
Me acerqué por la espalda y la atraje contra mí. Ella tiene que haber sentido mi pene contra su trasero. Dio un respingo.
–Nada te detiene… ¿cierto? –
Preguntó ella, arqueando la espalda y echando la cabeza atrás para poder mirarme. Podía sentir su respiración en mi pecho.
–¿No te desagrada? –
Preguntó ella, pregunta en vano porque era muy visible que no me desagradaba, mis manos se movieron por enfrente de ella, acariciando sus muslos, y sus caderas.
–Al contrario. Me halaga pensar que estoy… –
Metí mi mano en medio de sus piernas. Reika–san dejó escapar un suspiro.
–Siguiendo sus pasos… literalmente… –
Le dije. Reika aprisionó mi mano con sus muslos, balanceando sus caderas de un lado a otro para no perder el contacto.
–Eres un pervertido… justo como él. –
Respondió ella. Introduje un dedo en su vagina y comencé a moverlo lentamente, Reika–san estaba inundada y no soportó demasiado. Se quitó después de unos momentos.
–Métela si la vas a meter. No me tengas asi… –
Se quejó. Y se subió a una de las sillas de plástico que había cerca de la piscina, miró intensamente mi pene, separando las piernas ligeramente. Podía notar que su vagina estaba palpitando ligeramente.
–Hagamos algo, seguimos haciéndolo, y me dices cómo era él… –
Comenté. No era solo curiosidad, en cierta parte, quería que lo recordara. No se trataba de lo que fuera para mí, se trataba de lo que fue para ella. Ella giró la cara.
–Solo me acuerdo de las porquerías que me hacía… –
Respondió ella.
–Eso es lo que quiero saber… –
Respondí, entrando en ella de un solo golpe. Fue mucho más fácil ahora. Estaba muy mojada de todos modos. Pero arqueó su espalda cuando entré, parecía que no podía evitarlo.
–Eres un pervertido… –
Se quejó ella mientras comenzaba a empujar.
–¿No me lo dirás? –
Pregunté.
–De acuerdo… de acuerdo… bien… yo… preparaba el desayuno para él a veces… y… el muy maldito… me hacía chupársela mientras comía… me hacía tragarlos… “Es tu desayuno” decía… –
Wow. Mi padre era en verdad algo. La sostuve de los hombros para seguir empujando. Sus gemidos se hicieron audibles.
–Asi que… desayunabas semen. –
Le dije. Reika cerró los ojos cuando dije esa palabra.
–Si… era mi favorito… –
Admitió con un suspiro, su vagina estaba lubricando en abundancia mientras ella ponía sus manos en el sillón para poder levantar sus caderas.
–¿Qué más? –
Pregunté. Ella batió ligeramente la cabeza. Hizo lo que pudo para poder hablar, su respiración estaba acelerada de nuevo.
–Después… después de clases… él… me acorralaba contra las escaleras… o en los pasillos… Y… Po–Ponía mi cara contra la pared… “calladita” decía… y metía su mano bajo mi falda… diciéndome vulgaridades al oído… –
Explicó Reika–san.
–¿Y tú lo permitías? ¿Aun en la escuela? –
Pregunté. Ella volteó a verme.
–¡¿Y qué opción tenía?! Él hacia… lo que quería… él… era mi todo… decía que no porque… sentía vergüenza… pero… –
Dijo.
–Pero… –
Insistí, deteniéndome.
–No podía… no podía decir que no… amaba eso… amaba ser eso… que solo podía ser con él… era lo único… lo juro… –
Comenzó a venirse después de eso.
–¿Qué más? –
Pregunté, dándole una nalgada.
–Auh… pues… un dia… él vino a mi casa… y Okaa–sama cocinaba… y él tocaba mi… vagina… y… Okaa–sama nos encontró… –
Le gustaban las emociones fuertes.
–Sempai lo hizo con ella… me hizo mirar mientras… lo hacía… y cuando terminaron… dio a Okaa–sama una nalgada… y luego… me miró y dijo… tú sigues… –
Si… eso suena como alguien que volvería loca a una mujer como Reika.
–Adivinaré. Te gustó porque te miró todo el rato mientras lo hacía con tu madre… –
Le dije. Ella volteó a verme.
–Él decía… que yo era… especial… –
Respondió ella. Yo aumenté el ritmo. Reika–san se adaptó inmediatamente, supongo que era de esperarse de todos modos.
–Bueno… en eso tenía razón. ¿No es cierto? –
Pregunté.
–No sé… no sé… –
Respondió ella. Comenzó a venirse, pero yo no me detuve. Decidí que estaba bien si iba un poco más allá en todo esto.
–¿Dudas de él, Reika? –
Use su nombre a secas. Su vagina se contrajo, ella se acomodó un poco para mirarme.
–No… pero… es que nadie más… –
Se quejó ella. Halé su cabello, que no era muy largo. Ella no se esperaba eso y su trasero dio un respingo. Le di una nalgada con fuerza, mientras halaba su cabello. Reika–san soltó un chillido.
–Eso es… –
Dije, y una nalgada de nuevo, en su otra nalga.
–Porque sigues… –
Otra nalgada
–Saliendo con… ¡Hombres tontos! –
Otra más. Alternando mis golpes, mis empujes y mis palabras.
Si algo he aprendido en la vida, es que los oídos, son de las partes más sensibles durante el sexo, les encanta escuchar cosas. A todas las mujeres, es mucho más fácil volverlas locas con palabras que con caricias.
Reika no pudo contenerse. Comenzó a venirse expulsando jugos de amor con fuerza, completamente abandonada al placer de lo que estaba pasando. Yo continué empujando, y cuando ella se dejó caer, la sostuve del cabello y la levanté de nuevo.
–¿No es cierto? –
Pregunté.
–Si… –
Respondió ella, jalando aire.
–¿Y? ¿No sientes que estas abusando? ¿Qué crees que va a pensar él? Su preciosa Reika sale con cualquiera… le abre las piernas a cualquiera… –
Todos saben cuáles fueron las partes importantes de eso ¿cierto? Ella se vino otra vez… de hecho, creo que ahora sus orgasmos eran uno detrás del otro.
–Perdón… perdón Sempai… me sentía sola… –
Le di una nalgada nuevamente, pero no es que ella la sintiera a este punto. Solo seguí empujando mientras ella pedía perdón, lloraba, y se venía. Luego de unos momentos de eso, yo también estaba a punto de venirme, se lo dije.
–Dentro… por favor… te lo imploro… –
Suplicó.
–¿Dentro? ¿Y porque iba a hacer eso? –
Pregunté, deteniendo mi eyaculación.
–Por favor… Sempai me perdonará… él me personará si me embarazo… de su hijo… –
Respondió… no supe cómo funcionaba esa lógica pero no importa.
–Y luego vas y le abres las piernas a otro. ¿No? ¿Cómo es que él va a estar seguro de que es su nieto? –
Respondí. Es que… en este caso, si tiene que parar. Puede que mi subconsciente solo estuviera siendo posesivo con Reika.
–No… no lo haré… no iré con nadie… lo prometo… lo prometo… –
Me detuve, y solté su cabello. Lentamente puse mi semen dentro de ella. Reika estaba temblando tanto que no podía sostenerse. Sus rodillas estaban cediendo. Asi que la sostuve para evitar que se cayera. Aun asi, puse mi semen dentro.
–Dentro, muy bien, Reika… no desperdicies nada ¿entendiste? –
Ella solo mustió:
–Mmhm… –
Y se dejó caer. Yo contemple su imagen un momento, ella seguía temblando un poco. Por un momento, tuve miedo de que ella se quedara dormida allí donde estaba, pero después de un rato, ella comenzó a reincorporarse. Me miró por unos momentos, luego bajó la cara.
–No voy a poder volver… Y no lo digo solo por el sexo… No tienes una idea de lo que me has hecho, niño… –
Dijo ella, mirando sus rodillas. Estaban rojas.
–Toshikane. Y no es que haya hecho mucho. Solo me ocupo de la herencia que me dejó mi padre. –
–Es decir… planeas… tú… –
Y por primera vez, ella enrojeció, sin tenerme dentro de ella, quiero decir.
–Si Reika–san está de acuerdo… –
–Gatita… dime gatita… por favor…–
Pidió ella.
–De acuerdo, Gatita. –
Esa mujer llegó con todas sus defensas arriba. Ella ni siquiera estaba interesada en mí, y ahora me abrazó y se pegó a mí, acariciando su cara contra mis hombros.
–No sé qué hacer… me siento rara… –
Se quejó ella, estaba llorando.
–Puedes solo hacer eso, no me molesta… –
Respondí. Ella se abrazó más a mí, era obvio que muchas cosas pasaban por su cabeza en este momento. Pero en lugar de decir cualquier cosa, ella levantó la cara y me beso en los labios. La besé todo el tiempo que ella quiso, hasta que finalmente se separó de mi.
–Me siento como en un cuento de hadas… –
Me dijo ella.
–Pues, es un cuento bastante pervertido, pero creo que asi son mejores, y yo creo que mi padre lo pensaba también. –
Respondí, ella se rio con algo de vergüenza. Se puso de pie como pudo después.
–Puede que lo haya pintado en mala imagen. Es cierto que era pervertido y que me hacía hacer cosas pervertidas, pero no era todo lo que era. Él estaba encantado conmigo, para que lo sepas. Me decía cosas lindas todo el tiempo. Yo le gustaba, y se aseguró de que lo supiera siempre. –
Explicó ella, sacudiéndose las rodillas. Yo me levanté también.
–No esperaba lo contrario. Es decir, por supuesto que era un gran tipo. Además, una mujer como tú no se enamoraría sólo de las cosas pervertidas. –
Le dije. Ella me miró extrañada.
–¿Ah? ¿Cómo es que estas tan seguro? Es decir… no es mentira pero… –
Yo suspiré. Algo me había enseñado todo este embrollo en que se convirtió mi vida, acerca de las mujeres y de su modo de ver las cosas.
–Las mujeres no se enamoran de un hombre por las cosas sucias. Es una mentira que solamente los chicos se creen. Se enamoran de un hombre porque las respeta y las admira. Realmente no les importa si el hombre es bueno o malo, o si coinciden con él o no. Tal vez por eso es que a muchas realmente no les importa pelear con él. Una mujer como Reika–san no recodaría a un amante que no supiera como hacerla sentir admirada y consentida. Es eso. –
Reika–san miró a otro lado.
–Eres excepcional, niño… lo digo en serio. –
Apuntó ella.
–Toshikane. Me llamo Toshikane. –
Respondí. Ella se rio levemente, luego volvió a ser seria.
–Tenemos que irnos, Toshikane. Pronto van a venir a limpiar la piscina, y no podemos quedarnos aquí. –
Dijo, tomando su ropa. Me habló mientras se acomodaba el sostén.
–Es la primera vez que… en realidad alguien llega a este punto… no es como que haya invitado a muchos en primer lugar… menos aun los que realmente llegaban hasta aquí. Es extraño ¿No es cierto? –
Preguntó ella, volteando a verme mientras ponía un prendedor en su cabello.
–¿Es en serio? –
Pregunté. Yo no había visto nada de malo. De todos modos, la primera que actuaba acomplejada es siempre Reika–san. No hay forma de que los otros no lo notaran. Si tienes una mancha en la camisa y le dices a todos que la tienes, lo único que todos van a ver, va a ser la mancha. Y eso es lo que Reika–san ha estado haciendo con lo de sus pechos.
–Si… es decir… siempre acababan más o menos… como tú ya viste… –
Pero… el sujeto estaba aquí por Mizumi, no por ella. ¿Había estado ella usando a su hija como señuelo? ¿O las cosas se habían dado asi? Me preguntaba. Algo que había que notar es que ese tal Setsuma era bastante más joven que ella, probablemente la mitad de la edad. En cierto modo, tenía sentido que él hubiera estado interesado en Mizumi y no en su madre. (Al menos todo el sentido que puede tener rechazar a una mujer como esta) eso también puede ser.
–¿Siempre son más jóvenes? –
Pregunté. Reika–san me miró, como deseando que no hubiera hecho esa pregunta, pero yo sentía que eso era parte de porque siempre acababa de este modo.
–Un poco… –
Dijo ella.
–Créeme, los hombres mayores son aún peores. Te toman aún menos en serio porque los que son serios están casados. Aparte siempre asumen que eres divorciada por tu propia culpa. –
Se quejó. He escuchado de eso. Algunos son bastante… prejuiciosos con ese tema.
Reika–san volteó a verme, yo sonreí y ella se giró, poniéndose la blusa. Yo comencé a tomar mi ropa, estaba mirándola vestirse cuando ella tomó su falda, pero no se la puso, se quedó mirándola. Me acerqué a ella, pensando que tal vez la falda tenía algo malo.
Reika–san estaba murmurando algo, que no alcancé a entender.
–¿Está todo bien? –
–¡Waaa! –
Ella saltó de nuevo, me miró enfadada.
–¡No hagas eso! –
Se quejó.
–Lo siento, no era mi intención asustarte, es solo que te quedaste mirando y… –
Reika–san me interrumpió.
–Estaba pensando… Ya que… bueno, dices que te agrada, y que te gusta mi trasero y eso. Pensaba que… no tienes que irte ahora… y podríamos… tú sabes… seguir haciéndolo en mi cuarto… solo si tú quieres… –
El contraste entre su vergüenza y sus palabras era encantador a su manera. Ella no tenía ningún problema diciendo cosas sucias, pero se avergonzaba de decir lo que pensaba.
–Eso sería un honor. –
Respondí, sonriéndole. Ella se relajó, luego me miró con una sonrisa extraña en el rostro.
–Hay algunas cosas que quiero mostrarte. Son cosas que… planeaba usar en alguna ocasión especial. Las he ido consiguiendo poco a poco y… –
Se quedó callada. Creo que sé de lo que habla, en cierto modo, varias cosas sugerían algo asi.
–Me siento extraña. No había estado desnuda tanto tiempo desde hace años… me siento culpable por ser feliz… es complejo. –
Me dijo. No entendí muy bien porque es que estaba soltando eso ahora, pero encogí de hombros.
–Bueno, el corazón de una dama es complejo. ¿No es cierto? –
Pregunté. Reika–san sonrió.
–Y tú te has rendido a entenderlo. ¿Cuándo decidiste que te volverías bueno con las mujeres? ¿Eh? –
Preguntó ella.
–Yo no lo decidí. –
Respondí, pero ella desechó mi respuesta.
–Claro que sí. Alguien como tú no aparece por casualidad. No sale de la nada. –
Se quejó ella.
–Bueno, me alegra que su opinión de mi sea tan alta, pero la simple realidad es que me gustan las mujeres, no hay más que eso. –
Reika soltó una risita.
–Tienes alma de playboy. Eso es lo que estas tratando de decirme. –
Insistió ella, riéndose.
–Hagamos esto, iremos como Reika–san dice y pasaremos más tiempo juntos. A cambio… Reika–san no se pone esa falda… va asi hasta su habitación. –
Ella volteó a verme, haciéndose la ofendida.
–¿Y cómo porque voy a hacer eso? –
Preguntó ella.
–Porque es divertido. –
Respondí.
–Es vergonzoso… esto es por lo que dije antes ¿No es cierto? –
Preguntó ella, yo encogí de hombros.
–Tal vez… ¿Es un trato? –
Pregunté. Ella miró la falda y luego me miró a mí. El listón de su ropa interior estaba todavía abierto y por mucho que quisiera ocultarlo, se notaba que estaba abierto.
–Ay ¡te odio! –
Dijo ella, arrojando su falda al suelo. Sonaba como una chica de instituto. Yo la recogí mientras ella caminaba, justo antes de abrir la puerta de cristal, lo pensó por una segunda vez. Me miró.
–El pasillo es largo, si alguien abre la puerta… –
Se quejó ella.
–Pues tendrán una maravillosa vista de las partes privadas de Reika–san, en vivo y a todo color. –
Respondí. Ella me tomó de la mano. Cosa que no había hecho en todo este tiempo.
–Tú… vas a llevarme ¿cierto? No… no dejes que me vean… –
Pidió.
–Por supuesto, ven conmigo. –
Respondí, y halé de ella levemente, acercándola a mí. Asi fue como caminamos el pasillo que llevaba al elevador. Ella miraba a todos lados, temerosa de que alguna de las puertas se abriera. Llegamos al elevador.
–Rápido… por favor… –
Se quejó ella. Pasó unos buenos tres minutos nerviosa y apresurando al elevador hasta que se abrió la puerta de metal y entramos. Una vez dentro ella me reclamó:
–¿Y bien? ¿Estas feliz? Todavía tenemos que hacer el camino de la puerta del elevador hasta mi departamento… –
Anunció. La puerta del elevador se abrió de súbito. Todavía no era nuestro destino. Ella se escondió inmediatamente detrás de mí, una anciana entro en el elevador. Era tan mayor que usaba apoyo para caminar.
No se percató de que estábamos allí hasta que el elevador cerró la puerta.
–Oh… Hola, Habara–san. Muy buenas tardes. No te había visto allí. –
Dijo la anciana. Reika respondió nerviosa, parada detrás de mí de modo que la señora no pudiera ver que no llevaba falda. Cualquiera hubiera podido darse cuenta de que el elevador tiene espejos por todos lados, pero no esta señora. Hablaba y se movía lento, y no parecía muy afecta a mirar detalles. Quizá es que no veía muy bien.
–Orhu–san… bu… buenas tardes… –
–Me alegra mucho verla que está bien, Habara–san. Ya tenía algo de tiempo que no nos encontrábamos. –
Hablaba lentamente, justo como esperarías de una mujer que no tiene ninguna preocupación en el mundo.
–Si… ¿verdad? Es el trabajo… es eso… –
Las rápidas respuestas de Reika–san contrastaban con el estilo tranquilo de hablar de la señora.
–Siempre trabajando. Tiene que cuidarse. Oh, mil disculpas. ¿Quién es esta persona? –
–Es… bueno… es mi novio… –
Explicó ella, con evidentes trabajos para decirlo. La anciana sonrió amablemente y asintió con la cabeza.
–¿Su novio? Muy bien. Excelente, espero que duren mucho tiempo. Es un placer señor, gracias por cuidar de Habara–san por nosotros. –
–Orhu–san, ya nos tenemos que bajar… mu–muchas gracias. –
–Oh, pero claro… tengan un buen dia. –
Y salimos del elevador. Reika–san me miró con la cara roja y los ojos encendidos en coraje.
–Por poco nos descubren. –
Ella dijo “nos” cosa que me hizo feliz. Yo sonreí, había al menos 10 puertas antes de la de su departamento.
–Si quieres puedo comenzar a tocar las puertas. Tal vez alguno salga. –
Comenté.
–Tu no harías eso… tú me quieres para ti… tu no dejarías… que alguien me viera… –
Respondió ella, juntando sus dedos, como si ella tratara de creerlo.
–Tal vez, tal vez no… por que no vas delante y me demuestras por qué es que debería mantenerte solo para mí… –
Reika–san asintió con la cabeza y los ojos llenos de lágrimas. Se paró delante de mí, y comenzó a balancear su trasero frente a mí. Después de unos cuantos pasos, ella volteó.
–¿Lo ves? Si alguien lo ve… tal vez lo quieran… por eso… no dejes que me vean… –
Me dijo. Yo la detuve del hombro. Luego me agaché y bajé sus pantis hasta las rodillas. Pude escuchar como ella tragó saliva y su respiración se aceleró.
–Ahora es seguro que lo quieren… –
Respondí. La empujé levemente luego.
–Camina, gatita… –
Le ordené, ella comenzó a caminar, en silencio. Incluso se tapó la boca hasta que llegamos a su departamento, ella comenzó desesperada a buscar sus llaves. Yo la detuve
–No tenemos prisa. –
Le dije. Ella me miró enojada. Quiso apartarme y le di un beso en los labios. Reika se acomodó para no ser vista incluso en caso de que alguien mirara de este lado.
–Por favor… me volveré loca… por favor… –
Suplicó susurrando y apresurada.
–De acuerdo, busca tu llave. –
Respondí, apartándome. Ella encontró la llave y abrió la puerta. Entró, y luego me miró, como no muy segura de qué debería hacer.
–Muy bien. Quiero que encuentres las cosas que dijiste que buscarías. Iré allí en un momento. –
Le dije. Ella suspiró, y sonrió. Se dio la vuelta luego. Se quitó las pantis y las arrojó lejos. Luego caminó hasta su habitación.
Me ha hecho gracia que cuando está reafirmándola sobre que es bonita por el complejo con los pechos al final más o menos acaba reafirmando su pobre opinión sobre los pechos ya que le dice literalmente que «no lo son todo» y pasa a alabar el resto de ella, jajajaja.
Ya podría haberla dicho que el tamaño no lo es todo, también cuenta la reacción que obtiene de ellos, los pezones, etc… No todo es tenerlos grandes. xD
Joder, ¿dos años sin hacerlo? A ver, estaba obvio que el idiota iba detrás de la hija, pero al menos creía que cuando no estaba la hija presente haría «sus deberes»… manda huevos que le aguante sin ni siquiera lo hace con ella en cuando están solos…
También en vez de quedarse sólo esperando dentro como un pasmarote podría jugar con su cuerpo, con sus pezones por ejemplo, que la mujer tiene más zonas erógenas… en serio, parece un niño vírgen e inexperto.
Joder, joder, joder, joder y más joder. No me esperaba lo del padre EN ABSOLUTO. Me has dejado estupefacto. O.o
Gran desayuno. Chaval, pilla el bloc y anota ideas. Puedes decir en casa que se vayan turnando, cada día que desayune una. XDDD
Jajaja, hasta hacerlo con las madres lo ha heredado del padre, qué genes más fuertes, jajajajajaja.
Pd: no me extraña que insinúe que quiere continuar con esta «relación» más allá de ese día, y no es por el padre, es que también está loca como las demás de su harém, jajajajajajajaja.
Pd2: aunque su locura es encantadora. Yo la hacía «cenar» y que maullase después agradeciéndole la comida. ^^
Pd3: Capitulazo inesperado. Creí que sería el sexo y poco más, pero me ha encantado todo, con la revelación del padre como premio extra. Aunque pobre madre, no pensaron en ella ni en su cornamenta en ningún momento. XD