Kasei to Kinboshi Rikonshita - Interludio: Por las buenas o por las malas.
La señorita Akiyama me miraba perpleja. Sonrió amargamente y se puso de pie.
–¿Quieren algo de té? –
Preguntó.
Seguro que mi madre estaba allá afuera, esperando.
Fumizuki–chan se limpió las lágrimas. Uno de los policías le preguntó si podía corroborar lo que yo había dicho, aunque era obvio que no lo dudaban.
–La chica que golpeó a Kimetsuo… es Usami–chan. –
Explicó.
Yo voltee a verla, no esperaba una respuesta como esa.
Karma, sin duda. Hablo de que, Usami–chan estaba en el hospital porque le habían golpeado en la cabeza.
–¿Cómo sabes? –
Pregunté. Fumizuki no era del club de jardinería.
–Es amiga mía… Ella fue corriendo a la cafetería luego de eso. –
Explicó Fumizuki, sollozando.
–Ella dijo: “No pensé que le saldría sangre” –
La señorita Akiyama anotaba de nuevo. Aquello era importante.
–Yo le respondí: “¿Qué pensaste que pasaría?” ella se puso a llorar y dijo que tenía miedo.–
Explicó, luego batió la cabeza con pena.
–Y todo lo que la buscamos… ahora tiene más sentido. –
Comenté, con una sonrisa de pena.
Uno de los oficiales volteó a verme, imagino que estaba enojado, aunque yo no podía sentir vergüenza en ese momento, ni nada que no fuera pena por lo que había pasado. Fumizuki suspiró.
–No iban a encontrarla, la encerraron en su dormitorio, y le tenían prohibido salir. Luego de todas las veces que la presidenta había fallado en resolver los problemas de acoso y demás, lo único que no quería era darles a los chicos una victoria como esa. –
–¿La presidenta? –
Preguntó la fiscal, pero todavía no le explicábamos, por qué eso era importante.
–Oh… fue ella la que se hizo cargo de todo luego de que el comité de disciplina se disolvió. No era presidenta de nada, pero como los chicos con su orden de la ardilla, ella tomó el control en una especie de gobierno. –
Explicó Fumizuki–chan, batiendo la cabeza con pena.
–Karahara. –
Asentí. Fumizuki me miró y asintió.
–¿Quién es esta Karahara? –
Preguntó la fiscal Akiyama, mirándome también.
–Era… Karahara Sempai era aquella a quienes las chicas llamaron “presidenta.” Según supimos, la escogieron precisamente para que acabara con el problema que representaba… bueno… nuestra existencia. –
Expliqué. Fumizuki asintió con la cabeza.
–Bonita, decidida, inteligente y con notas impecables. Era la candidata perfecta. Solo tenía un problema. Odiaba a los chicos. Ella de verdad, de verdad los odiaba. No solo a los de la escuela. A todos los hombres. “Animales” les decía.–
Explicó Fumizuki.
–Aun así, ¿La escogieron? –
Preguntó uno de los oficiales de policía, un poco asombrado.
–Cuando nos dijeron que íbamos a votar, realmente no sabíamos ¿para que estábamos votando? ¿Por qué solo las chicas? Pero como todas estaban haciéndolo… no querías quedarte atrás. En ese tiempo, yo pensaba también que, burlarse de la muerte de su mascota estaba mal pero ¿acoso sexual? Eso era… un poco bajo de parte de los chicos. Ella prometió que lo detendría “por las buenas o por las malas” dijo. –
Fumizuki–chan miró a la ventana por unos momentos, como recordando algo. Luego se volvió a la fiscal.
–Pero nosotras no creímos que hablara en serio… creo que… esperábamos que los chicos se detuvieran y se disculparan… –
Y bajó la cabeza.
–Eso es, esperábamos que si les amenazábamos, ellos se detendrían y se disculparían… y entonces podríamos hacer como que esto nunca había pasado. –
Explicó Fumizuki, yo me llevé una palma a la cabeza.
–Eso era lo que teníamos que haber hecho. –
Le dije. Fumizuki–san asintió con la cabeza, me miró con una sonrisa amarga.
–Dijiste que los chicos tuvieron la culpa… yo no lo creo. Podrán decir que estoy siendo condescendiente pero las chicas iniciaron. Nosotras comenzamos la violencia. No lo sé, creo que no se nos ocurrió nunca que los chicos realmente responderían. Los chicos no pegan a las chicas. No sabíamos tampoco lo que era la violencia en realidad. No sabíamos nada, solo queríamos que pararan. Como dijo Usami–chan después… Teníamos miedo. ¿Porque no estaban siendo amables? ¿Por qué estaban respondiendo? ¿Se daban cuenta de que éramos chicas? Eso era lo que todas pensaban en realidad. –
–¿Fue así que comenzó la violencia? –
Preguntó Akiyama, la fiscal que estaría a cargo de dar el reporte completo a los superiores, a los medios, y a los padres de familia.
–No, no, lo primero que hizo fue… sacar a los chicos de la cafetería. –
Explicó Fumizuki. Tenía razón.