Deus Complex - 02 - El país (encadenado) entre las nubes
Cuando los niños crecen, se dan cuenta de que Arick es una especie de leyenda urbana. Esta surgió a raíz de una larga serie de asesinatos ocurridos durante casi dos siglos, perpetrados en diferentes lugares del mundo; pero adjudicados a un solo culpable, debido al insólito estado de sus víctimas. Fue así como con el tiempo se expandió el rumor de un ser horrible e inhumano que convertía a desdichados en pedazos de cal y carbón.
Tras caminar durante algunos minutos, por fin los amigos pudieron llegar al restaurante. El sonido del estómago de Celina relajó un poco los ánimos exaltados por el tema del asesinato y su posible perpetrador. Una vez dentro, el silencio del exterior se veía opacado por los sonidos de la cocina y el bullicio de los comensales.
Una bella y amable joven de cabello corto les dio la bienvenida, a la vez que los invitaba a pasar adelante. Era Cheryl, una mujer que vivía con su esposo cerca de la casa de Lawrence. Ninguno de ellos solía verla muy a menudo y no tenían muchos gustos en común, pero era una chica muy simpática y amable.
Era un restaurante acogedor y reservado; no tan lujoso, aunque lo suficientemente ordenado y frecuentado para provocar algo de celos incluso a los grandes negocios de la capital. El fino piso de madera lustrada había conocido tiempos mejores, sin embargo, aún conservaba bastante de su antiguo esplendor y prestigio. Exhalaba refinamiento y buen gusto por todas partes; las cortinas de las ventanas tejidas a mano, los manteles con llamativos diseños y colores que intentaban imitar lugares más lujosos. A pesar de ello, esto no afectaba en nada a su exquisita atmósfera.
—Bienvenidos —les dijo la encargada del restaurante— ¿qué se les ofrece?
—Buenas tardes —le respondió Jano, mientras sus compañeros le daban un vistazo al cartel del menú.
Tras leerlo un momento y pensarlo entre todos, pidieron un combo familiar; el cual poseía un precio bastante cómodo y ofrecía variadas opciones.
—De acuerdo —les dijo la recepcionista— su comida estará lista en un momento.
Tomaron una mesa y se dispusieron a perder el tiempo haciendo lo que todos los amigos; hablar de esto y de aquello; intentar relajarse y reírse de sí mismos. De repente, y para sorpresa de todos, Zoe se quitó su prótesis y comenzó a beber refresco de ella, como si fuera lo más normal del mundo. Al juzgar por la naturalidad con la que lo hizo, de seguro hasta había estado practicando su actuación triunfal. Para fortuna de todos, la comida llegó antes de lo esperado, en especial de Celina; quien tomó un trozo de pastel de pollo y comenzó a devorarlo con gran apetito.
—¡Vaya! —exclamó Zoe— de veras tenías hambre, Celina.
Ella no podía responder por obvias razones, así que estaba indefensa.
—Veo que aprendiste algo de la capacidad de los vehículos Taurios; sin duda ahí cabe más de lo que parece a simple vista —le dijo Jano entre risas.
—¡Hey! —le respondió ella, molesta y hablando con la boca llena— ¡eso no es gracioso!
Lawrence, que estaba muy tranquilo con su refresco de cola y su porción de lasaña, intentó no reírse por todos los medios posibles; pero no pudo evitar terminar lanzando el líquido por la nariz.
—Oh mierda —exclamó con dificultad— ¡mi ropa!… lo siento, disculpen. En momentos así no deberían hacerme perder la compostura; miren, ¡todos nos están viendo!
Como apenas se le entendía lo que decía, el sermón solo resultó en más carcajadas.
—Toma, ¡limpia eso campeón! —le dijo Jano entre risas, mientras le pasaba un pañuelo.
—¡Karma, karma! —exclamó Celina, sin poder contenerse.
Estaban haciendo tanto escándalo, que por un momento pensaron que los sacarían del restaurante. Pero, en cambio, una de las dependientes encendió un viejo tocadiscos, inundando toda la sala con esa agradable música de décadas pasadas; la cual llenaba sus corazones de una extraña nostalgia por una época que nunca vivieron.
—En fin —les comentó Lawrence, mientras terminaba de limpiarse— disfruten la comida.
—Había algo sobre lo que querías hablarnos, ¿cierto? —le preguntó Zoe a Lawrence, con interés.
La cara del rubio cambió de tono en un momento. Ya no parecía el mismo de hace unos instantes. Era como si tuviera un interruptor en la espalda, y se lo hubieran activado.
—Es cierto —le respondió con entusiasmo— es respecto a algunas investigaciones que he llevado a cabo en los últimos días.
—Adelante —le dijo Jano— queremos saber más.
—Te has estado metiendo en problemas de nuevo, ¿cierto? —le interrogo Zoe, preocupada.
—¿Qué clase de investigaciones? —preguntó Celina, con suma curiosidad—. He estado fuera de juego por mucho tiempo. Aún no me has puesto al corriente de todo lo que ha pasado últimamente.
—No me hagan hablar con la boca llena —intentó balbucear Lawrence— además, este no es un lugar apropiado.
—Tienes razón —le contestó Jano— comamos, que todo esto se nos va a enfriar.
Podían escuchar a algunas personas hablando sobre el asesinato ocurrido en el pueblo. No era nada nuevo que el gobierno redujera los muertos al máximo posible. En especial tratándose de Arick, considerado ya una calamidad inevitable, casi como si fuera un desastre natural. Sin duda alguna, sería terrible para la estabilidad de toda Taured si esa información se hiciera pública de repente.
El grupo terminó de comer y salió del restaurante sin prisa. El sol estaba en su máximo esplendor, pero no tardaría en comenzar su descenso hacia el ocaso. Por suerte, el fuerte viento no permitía reinar al calor, ni mantenía quietas las secas hojas de otoñales.
—Presiento que Lawrence trama algo —dijo Zoe en voz baja, con una expresión risueña y adorable.
—¡Pues claro! —le respondió— los llevaré a un lugar que descubrí hace unos días.
—Suena muy interesante —agregó Celina.
—Me pregunto dónde iremos —pensaba Jano, mientras caminaba mirando al cielo.
Avanzaron un rato, hasta llegar a la única fábrica que poseía Lourde en su centro urbano. Los policías de la mañana ya se habían marchado, dejando solo algunas cintas de precaución pegadas por ahí. Estaba cerrada, y parecía estar desocupada. Todos volvieron a ver a Lawrence con caras de jugador de póker.
¿Es en serio? —le preguntó Zoe—.¿Estás seguro de que esto sea legal?
—No entraremos a la fábrica como tal. Además, vamos en términos investigativos; así que es permitido.
—¿En serio? —le preguntó Jano, extrañado.
—¡No! —le respondió Lawrence, con una mueca burlona, mientras empujaba un gran basurero hacia el muro de un costado de la propiedad— pero vamos, no sucederá nada. Esperaremos a que no pase nadie por aquí, y usaremos esto para poder subir la valla.
Lawrence logró convencerlos, aunque en realidad nunca dudó de que terminarían aceptando; los conocía muy bien para saber qué pasaría al final. Antes de darse cuenta, los cuatro estaban dentro de la propiedad. Algo los llamaba, pero esta vez era tan solo su curiosidad.
Al contrario de lo que pensaban, Lawrence no los guio dentro de la fábrica, sino que los invitó a adentrarse en el sistema de alcantarillado. Si, esos antiguos y malolientes conductos olvidados por todos. Importantes solo cuando se construyeron hace más de 60 años para reemplazar las viejas tuberías y soportar el uso de los habitantes de Xento, o cuando se atascaban en invierno y el gobierno tenía que mandar operarios para limpiarlos a fondo.
Al llegar a cierto punto del alcantarillado, siguieron descendiendo por unos pequeños conductos; gracias a unas escalerillas que les permitieron bajar hasta el fondo.
—Estas las he puesto yo —les dijo Lawrence con orgullo— a partir de aquí todo se pondrá interesante.
—Hasta el momento, lo más relevante que he visto es la cantidad de bichos que estoy coleccionando en mis suelas —le dijo Zoe con poca emoción, a la vez que trataba de limpiarse los zapatos contra una pequeña grada.
Mientras tanto, Celina miraba con asombro todos los insectos que se encontraba. Era un interés genuino, como si nunca hubiera visto uno en su vida.
—¿No te dan asco? —le preguntó Jano, con algo de disgusto en su cara.
—¿Por qué deberían?
—Porque son escurridizos, viven en la oscuridad… y la sensación que te dejan al tocarlos es horrible. Recuerdo que de pequeña te daban miedo las cucarachas.
—Supongo que me he acostumbrado a ellas —le respondió con una sonrisa— y al hacerlo, me han terminado gustando otros bichos.
—Después de todo, aprendiste a sobrellevar muchas más cosas que eso —le respondió él con cariño, mientras le daba unas palmadas en la cabeza.
Lawrence se encontraba probando las escaleras, y revisando que estuvieran bien amarradas al soporte.
—Todo está en orden —les avisó con alivio— tenemos que descender de uno en uno, así que yo iré primero para iluminar un poco el lugar. Es peor bajar sin poder ver a qué distancia se encuentra el suelo.
Lawrence se colocó el arnés de seguridad, y empezó a descender durante varios minutos mientras los demás esperaban su aviso. Poco después, les gritó para que comenzaran ellos. Cuando todos por fin llegaron al fondo, caminaron varios metros casi en total oscuridad. La potente luz de la linterna de Lawrence no permitía percibir el ambiente, pero lo poco que veían y el eco metálico de sus pisadas estaban comenzando a llamarles la atención.
De repente, el sonido de un interruptor que Lawrence activó dio paso a una potente luz; la cual iluminó lo que parecía ser una gran bodega. El piso era metálico, no de concreto; y un enorme y macizo armazón de acero se alzaba sobre sus cabezas. Más que una especie de almacén, aquello parecía un búnker de guerra. A pesar de la poca información que podía brindar un sitio tan vacío, la cantidad de polvo que había en el lugar y el óxido visible en algunas partes de la estructura podían confirmar al menos varias décadas de antigüedad. Había, además, algunos estantes desocupados y sillas que usaron para descansar un momento y pasar el asombro.
—Bienvenidos a mi improvisada sala de reuniones subterránea —les dijo Lawrence, a la vez que tomaba asiento—. Antes que nada, aprovechen este momento para observar sus alrededores.
—¡Esto no es posible! —dijo Jano—. ¿De dónde han salido estas estructuras?
—¡Mira todo ese espacio! —exclamo Zoe, sorprendida—. No puedo creer que no supiéramos que esto estaba bajo nuestros pies.
—Es impresionante —agregó Celina, mientras caminaba más allá del alcance de la luz de la lámpara.
A pesar de que el espacio iluminado por esta era enorme, aún no alcanzaban a ver los otros extremos de la cámara. Lawrence comenzó a alumbrar las otras paredes con la linterna, mientras hablaba con los demás.
—Mi teoría es que este lugar puede ser uno de los refugios usados para salvar artículos de la supuesta llamarada solar de 1834. Pero este sitio nos ha dejado más que su armazón como recuerdo; observen esto.
Lawrence sacó una computadora portátil de su bolso y la puso sobre la mesa, mientras todos la miraban con asombro. Apenas la encendió, esta comenzó a emitir unos fuertes pitidos, como si fuera una alarma.
—¿De dónde has sacado eso? —le preguntó Jano con asombro.
—¡Increíble! —exclamó Zoe— es una computadora portátil, de las antiguas.
—Así es —le respondió Lawrence— dejaron de fabricarse abruptamente debido a la gran llamarada. Cuando el internet desapareció y dio paso a las redes nacionalizadas, ya estas no servían de mucho en comparación con las nuevas terminales; y fueron quedando en el olvido.
Zoe estaba pensativa, y lucía preocupada. Le costaba mucho esconder sus emociones, y cuando lo intentaba era aún más obvio.
—Por lo que veo, imagino que debes estar relacionado de alguna forma con las cosas raras que han estado sucediendo —le dijo, preocupada.
—Es probable que sí, pero no de una mala manera —le respondió Lawrence, con algo de pena—.
—¡Lo sabía! —exclamó ella, molesta.
—Solo escúchenme, esta computadora no es como cualquier otra antigüedad. Parece haber pertenecido a algún científico importante. Tengo el presentimiento de que puede contener información muy valiosa sobre la historia de Taured. Nunca había visto una computadora antigua con tanta seguridad, y que para colmo funcione sin baterías.
Todos le observaban en silencio, con suma curiosidad. Bien era cierto que la energía inalámbrica que se usaba en Taured había sido implementada apenas unos años atrás.
—¿Cómo un aparato tan viejo utiliza una tecnología tan reciente? ¿Será que esta máquina posee información que su antiguo dueño se negaba a perder o a transferir, y por ello la modificó? ¿O acaso esa tecnología existe desde mucho antes de ser anunciada al público? Sea lo que sea, es fascinante y digno de ser investigado.
Lawrence acariciaba la computadora con una sonrisa en el rostro; como si esta fuera una mascota huraña que comenzaba a volverse obediente.
—Sería muy desafortunado para su antiguo dueño que alguien pudiera forzar su sistema con un poco de paciencia; puro ensayo y error.
—No suena muy divertido que digamos —le respondió Celina— pero me parece asombroso que puedas hacerlo.
—Solo soy un aspirante a detective. No es nada que alguien más con mi vocación no haría, o al menos intentaría.
Zoe seguía preocupada, pero trató de dar una sonrisa de aceptación.
—No deberías meterte demasiado en algunos asuntos —le dijo a Lawrence— podría ser peligroso. No nos gustaría que Arick te dejara como una pasa, o que la policía tomara medidas en tu contra. No sabemos de qué pueden ser capaces; no quisiera que te vieras involucrado en algo peligroso.
—Estaré bien —le respondió él— siempre he tenido ese toque de suerte que necesita mi trabajo… bueno, la mayoría de veces.
Jano sabía muy bien que el espíritu de Lawrence difícilmente sería doblegado por la preocupación de Zoe. Él ya podría ser un “muerto viviente”, y no le importaría lo absoluto; de esos que un día están vivos, y al otro día desaparecen del mapa por haber visto o dicho algo indebido.
—Por cierto, Lawrence —preguntó Jano— ¿a qué se deben los sonidos de la máquina?
—Es una cuenta regresiva. Por el momento desconozco qué trata de calcular, o su finalidad. Pero espero poder cambiar eso dentro de unos días.
—Para ser primos somos bastante diferentes, ¿eh? —le dijo Celina, con una amplia sonrisa, mientras le daba un golpecito en el hombro— eres increíble, ¿lo sabes?
—Gracias —le respondió Lawrence, algo avergonzado.
A pesar de no agradarle demasiado los cumplidos, de verdad es alguien sobresaliente. Cuando sus padres tuvieron que mudarse al norte para poder mantener sus trabajos, él se las arregló solo estudiando en el colegio Maxton; el mejor que ellos fueron capaces de costearle.
De haber podido pagar un instituto de mayor calidad, él los hubiera acompañado. Pero Xento parecía tenerlo encadenado. Para él las cosas estaban mejor de esa manera, aquel pueblo era su zona de confort.
—¿Qué más piensas hacer con ella? —le preguntó Jano.
—Voy a tratar de desvelar todos sus secretos —le respondió Lawrence, mientras bajaba la pantalla de la computadora— debe de haber muchos más de dónde vino esa cuenta regresiva.
—Hey Lawrence —le preguntó Zoe— ¿qué dice el temporizador?
—Ahora mismo está marcando treinta horas y veinte minutos para llegar a cero.
—¿Crees que algo malo vaya a pasar? —le preguntó, con un rostro lleno de incertidumbre.
Zoe es de las personas que se toman las cosas en serio, hasta el punto de llegar a ser alarmistas. Cuando un asunto le preocupa, quienes la conocen no suelen prestarle tanta atención hasta no comprobarlo por sí mismos. Pero esta vez era algo que si debía indagarse más a fondo.
—En lo absoluto —le respondió— no es más que un interesante pedazo de chatarra encontrado bajo tierra. Lo más probable es que se trate de alguna clase de temporizador o un sistema de seguridad de compuertas remotas. De cualquier forma, cuando el contador esté cerca de llegar a cero la dejaré en un lugar apartado, solo por precaución. No quisiera llevarme una sorpresa “explosiva”.
Lawrence tomó su linterna, e iluminó con esta el extremo de la enorme sala que estaba frente a ellos.
—Eso me recuerda, que voy a necesitar su ayuda para intentar mover un gran bloque de chatarra que hay por allá. Al parecer no está anclado al suelo, pero aun así no es trabajo para una persona.
—No puede ser tan difícil, si lo hacemos juntos —le respondió Jano, mientras sonreía y tronaba sus nudillos.
El grupo caminó hacia el punto que Lawrence había descubierto, llegando hasta el bloque que les impedía pasar. Era una pared falsa; y el hecho de no estar bien colocada la había delatado. Celina se puso de espaldas a esta, a la vez que la empujaba con todas sus fuerzas.
—Ya ves que no sirve —le comento Zoe, con una sonrisa— espera a que nos coloquemos los cuatro.
—Albert se moriría de risa si te viera intentarlo sola —le dijo Jano.
—¿Quién? —le preguntó Celina.
—Es un colega del trabajo, y un excelente amigo. Me recuerda un poco a Lawrence… ambos son igual de testarudos.
—Estoy escuchando —le dijo él, con mal genio— y mira nada más quien habla de tercos ja, ja.
Todos se colocaron de manera equitativa a lo largo de la pared, en la posición que mejor les permitiera empujar. Tras algunos intentos coordinados, el bloque terminó por ceder. Al final, pudieron observar multitud de pasadizos sumidos en la más completa oscuridad.
***
Mientras aquello sucedía, Shein revelaba algunas fotografías. En una de estas —una bastante borrosa y mal tomada— aparecían tres personas cerca de una silueta blanca. Esa era la señal que tanto había estado esperando. Sus pupilas se dilataron de emoción, como un gato al detectar a su presa; a la vez que en su rostro se dibujaba una extraña sonrisa.
—¡Eureka! —exclamó, dando un salto.
Salió del cuarto de revelado silbando, mientras recogía su chaleco de un perchero. Su cacería estaba a punto de comenzar.
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