Diario de un Buscador - 2. La cueva
*RIIIIIIIING* *RIIIIIIIIIING*
Un sonido estridente me devolvió a la realidad, era mi teléfono, que estaba sonando. Al sacarlo de mi bolsillo, la vibración se traspasó a mis manos, dándome por fin ese último empujón que me ayudó a darme cuenta de donde y cuando estaba.
“Estoy en la puerta de la universidad, acabo de entregar mi último trabajo…” Pensé.
Eché la vista hacia la pantalla del móvil y vi reflejado el contacto de mi madre, descolgué a toda prisa. “Se pone de muy mal humor cuando no le contesto”.
-Dime mama, acabo de salir.
-Hola hijo, recuerda que tu padre y yo estamos a punto de salir de aquí, cuando aterricemos, espéranos en el aeropuerto y saldremos a cenar.
-Vale, le diré a Silvia que me lleve luego, se me olvido la tarjeta del bus en casa.
-…Si es que no tienes remedio, dile a Silvia que nos acompañe si quiere, tengo que agradecerle todo lo que ha hecho por ti.
-Se lo diré mama, nos vemos luego, tengo una última cosa que hacer antes de irme.
-¿No acabas de decir que habías terminado?
-Me acabo de acordar mama, hablamos luego.
Colgué el teléfono y lo devolví a mi bolsillo, para luego empezar a caminar a un ritmo constante hacia la fuente de aquel extraño poder…
“¿Que puede transmitir una sensación tan extraña?”
Mi cabeza iba dando vueltas al asunto mientras mis piernas avanzaban, un poder tan fuerte no puede ser notado solamente por mi ¿Verdad?, a medida que me acercaba mas y mas, la sensación se hacía mas fuerte y mi corazón latía mas rápido. Los edificios empezaron a quedar atrás y ya solo se veían pequeñas casas y comercios menores, los cuales también desaparecieron eventualmente para dejar paso a una extensión de campo que solo podía pertenecer a aquellas enormes empresas de cereales. Un inmenso campo de trigo se interponía entre mi objetivo y yo.
Me adentré asegurándome de que nadie me viera y seguí el rastro que quedó marcado en mi cabeza, estaba cerca. Crucé todo el campo hasta encontrar una zona mas árida y sin plantar, seguramente estarían preparándola aún. El rastro terminaba aquí, pero no había signos de ninguna anomalía además de los pequeños montículos de tierra que sobresalían del plano suelo, o eso pensé, ya que al poner un solo pie en uno de esos montículos, mi cuerpo descendió hacia las profundidades de la tierra como si estuviera en un tobogán de agua.
Casi un minuto de caída después, toqué suelo.
“Cualquier persona normal no habría sobrevivido”
Miré a mi alrededor esperando encontrar una gruta húmeda y oscura, pero para mi sorpresa, era todo lo contrario, la cueva mas deslumbrante y hermosa que pudiera imaginar se abría paso delante de mis narices.
Pequeños destellos de luz que salían de las paredes alumbraban la estancia y la cubrían de un color azul celeste, podía sentir el poder emanando de todo el lugar y un solo camino abría delante mía, moví mi cuerpo sin salir del asombro de aquel descubrimiento para unos cuantos pasos mas adelante, encontrar una gran apertura con el tamaño de un campo de fútbol, el techo era tan alto que casi no podía verse y justo en el centro de toda la sala, un pedestal. Nada más posar mi vista en el, toda la confusión y el miedo restantes en mi cuerpo desaparecieron como si nunca hubieran existido, me acerqué confiadamente y mire en el extraño objeto posado en la piedra.
Mi vida entera se reflejó en su cristalina corteza, mi alma misma quedó atrapada en su brillo y mi oscura mente, encontró al fin claridad en su profundo color, un color tan azul como el mas profundo de los mares y tan brillante como la mas ardiente estrella. Un cristal en forma de lágrima, del tamaño de un puño contenía mas fuerza que un universo entero, y yo, estaba alargando mi mano para cogerlo sin ningún tipo de pudor.
Las yemas de mis dedos hicieron contacto con aquel extraño objeto y todo se volvió blanco, mi consciencia voló hacia otro lado…
Me levanté un poco aturdido e intenté levantarme a duras penas, una habitación blanca ocupaba toda mi vista, no parecía tener fin.
-Eres… humano. -Una voz sin origen alguno habló.
-¿Quién eres? ¿Dónde estás? -Respondí con otra pregunta por el nerviosismo.
-Soy… ¿Quién soy? Hace mucho que no hablo con nadie. -Un poco de angustia y desconcierto se notaban en su tono.
-¿No recuerdas quien eres? -“¡El cristal!” Mi mente hizo que mis ojos se precipitaran hacia mi mano derecha, y en ella se encontraba el, tan puro como antes, pero ahora, el poder no residía en el, sino en mi.
-¡Eso! Soy la anterior dueña de eso. -La emoción era perceptible en ella. -Hace ya tanto tiempo que no conversaba… Escucha chico, te diré el error que has cometido…
Una larga explicación que duró horas se llevo a cabo en esa habitación de blanco y luego, fui expulsado al mundo real de nuevo.
“Todo este conocimiento, todo este poder… ahora, me pertenecen”
-Tengo que prepararme.
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