Egao de Maryoku Charge Mugen no Maryoku de Isekai Saisei - 161. Diosa de las elfas oscuras
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Doce Esclavas.
Esa frase flotó en mi mente mientras miraba a las chicas frente a mí, pero no era tan pegadiza, así que la olvidé poco después.
Dentro del Castillo del Rey Demonio, la sala del trono.
A diferencia de la Residencia Palacio que habíamos construido antes, este era completamente un castillo.
Por esa razón la Sala del Trono era mucho más espaciosa y formal.
Yo estaba sentado en el trono con mis doce esclavas reunidas a los lados.
A la izquierda estaban alineadas Risha, Mira, Yuria, Lilia, Raisa y Svetlana.
A la derecha estaban Chasri, Irina, Vuela, Arisa, Bella y Olga. (TN: He ajustado un poco los nombres).
Estaban frente a mí en el orden en que se convirtieron en mis esclavas.
Estaban a ambos lados de la alfombra roja que se extendía hasta el final de la habitación.
La visión me pareció correcta. Me pregunté si no habría alguna palabra para lo que estaba pasando aquí….
Bueno, olvídalo.
—¡Felicidades Maestro! Ahora no debería haber más enemigos que puedan suponer una amenaza para ti en este mundo.
Risha, mi primera esclava y la que más tiempo llevaba conociéndome comentó.
—Así es como hablaría un villano desuno…No es apropiado para Onii-chan.
Mi cuarta esclava Lilia comentó. Verdaderamente era una forma bastante villana de decirlo.
—¿Por qué no? Ahora que no tenemos enemigos fuertes es verdad.
—La falta de preparación es el mayor enemigo. Todavía hay enemigos entre los humanos.
Mi segunda esclava Mira siguió con una nota positiva mientras que mi tercera esclava Yuria nos devolvió a la realidad.
Y así, las doce esclavas frente a mí comenzaron a hablar.
Recordé un dicho: ‘3 mujeres juntas hacen ruido’ (vaya). Ahora que tenía 4 veces esa cantidad era ciertamente bullicioso. No era algo apropiado para el área formal en la que estábamos.
Sin embargo, no me sentí mal.
Mis adorables esclavas estaban hablando de tantas cosas por mi bien que era imposible que me sintiera mal.
Simplemente me senté en el trono y les observé.
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El Castillo del Rey Demonio estaba conectado por puertas mágicas. Puertas que sólo me permitían pasar a mí y a mis Esclavas.
Había enviado a mis esclavas para que hicieran el resto pero había detenido a Svetlana.
—¿Tienes alguna orden?
Mi sexta esclava Svetlana.
Era una dama galante y guerrera.
Una vez había sido miembro de la raza conocida como Regrets.
Los Regrets eran Esclavas Eternas que no encontraban a su Maestro antes de cierta edad. Esclavas que querían servir a un Maestro pero no lo encontraban.
En cierto sentido, eran una raza triste.
Gracias a encuentros afortunados pudo volver a su forma de Esclava Eterna y convertirse en la mía.
—En lugar de una orden tengo algo que me gustaría escuchar de ti.
—¿Qué es?
—El país de los Regrets. Dime dónde está.
—–
A Svetlana se le cortó la respiración.
—¿Por qué…….
—…….Creo que hemos perdido el método para convertirlos de nuevo en Esclavas Eternas.
El que los había creado era el Dios Maligno.
Los muertos por los métodos del Dios Maligno se convertían en Bestias Esclavas y si yo mataba a esas bestias esclavas se volverían a convertir en Esclavas Eternas.
Se lo dije a Svetlana.
Sin embargo, el poder del Dios Maligno ahora estaba sellado. En otras palabras esto eliminaría este método de convertirlos de nuevo en Esclavas Eternas.
Cuando me di cuenta de eso me sentí mitad culpable y mitad derrochador.
—Me gustaría al menos permitir que los Regrets vivan con comodidad.
—…….Gracias.
Svetlana se emocionó hasta las lágrimas.
-La magia se ha cobrado 100.000-
Sin embargo, seguía sonriendo.
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Svetlana me enseñó dónde vivían los Regrets.
Hacía tiempo que no actuaba de forma independiente.
El país de los Regrets contenía un poder que rechazaba a las Esclavas Eternas.
Ninguno de ellos podía venir ni entrometerse en el país.
Comprendí esto y partí por mi cuenta.
Estaba bastante cerca del Castillo del Rey Demonio, así que decidí partir de aquí.
Dejé el castillo y descendí de mi colina hecha por mí mismo.
Allí vi a la Diosa del Mal.
Estaba apoyando la espalda contra un árbol y parecía estar esperándome.
—¿Qué pasa?
—Iré contigo.
—¿Conmigo?
—¿Vas al lugar de los Regrets verdad? Seré útil.
—¿Por qué? ¿Por qué serías útil ahora que tu poder está sellado?
—Niño Extraño… ¿aún no te has dado cuenta?
—¿Hm?
—Rushaya te dio las Esclavas Eternas. Si así como así… fui yo quien te llamó aquí entonces….?
—Rushaya……? ¿Te refieres a la Diosa?
La Diosa del Mal asintió.
Está bien… ¿pero qué quiere decir?
…………………
¡–!
¡No puede ser!
—¿Te arrepientes?
—Chico listo
Dijo el Dios del Mal con una sonrisa sugerente.
—Yo soy quien dio a luz a los Regrets, su Dios.