Haru No Yurei - Volumen 1: 28. La venganza nunca es buena
No sé qué ocurrió dentro de mí, pero ni siquiera pude dormir bien. En todo el tiempo que llevaba saliendo con ella, estas cosas nunca pasaban. Tampoco es como que hubiera bloqueado mi número, ni que hubiera hecho nada para molestarla. Vamos, ni siquiera era tan tarde.
No pasaban de las diez de la noche. Intenté dormir, tuve pesadillas. Bajé a la cocina por un vaso de agua y para intentar calmarme un poco, pero cuando quise volver a dormir, la pesadillas volvieron.
Tuve una pésima noche, es todo lo que puedo decir. Pero todas esas cosas me metieron en la cabeza la idea de que tenía que ver a Mizore, si la veía y sabía que estaba bien, podría descansar.
Sé que suena extraño, y en realidad en retrospectiva fue incluso infantil de mi parte, pero no pude convencerme de ninguna otra forma de tener paz. Salí de mi casa, no había dormido nada, incluso tomé un baño para despertarme, luego de eso salí de mi casa.
Si podía ver a Mizore todo estaría bien, incluso pensé que se llevaría una agradable sorpresa. Y yo podría descansar. Tuve que salir bastante más temprano porque de otro modo, no podría verla hasta que saliera de clases. Cuando llegué a los condominios donde ella vivía, me pregunté por un largo rato si estaría bien tocar el timbre o no lo estaría.
Pero la idea de que algo malo podía haberle ocurrido me convenció. Me respondió su madre, diciendo que ella bajaría en seguida. Así que estaba bien… yo suspiré.
Mizore salió apenas cinco minutos después de que toqué el timbre, ya tenía puesto el uniforme de la escuela, y parecía que le había tomado mientras se arreglaba el cabello.
–Hola. –
Dijo ella, sonriendo, yo le sonreí, y supongo que ella se dio cuenta de que no había dormido.
–¿Qué ocurre? –
Preguntó ella, preocupándose inmediatamente.
–Lo siento… tenía que verte… es solo que no contestabas el celular… y tú siempre contestas el celular y… estoy actuando como un idiota ¿No es cierto? –
Mizore bajó la cabeza y suspiró.
–Verás… rompí mi celular ayer… más bien se cayó mientras trataba de enviarte un mensaje, no quiera preocuparte, pero ya no encendió.–
Explicó, yo suspiré aliviado, no sé porque si ella estaba allí frente a mí.
–Bueno, me alegra que eso haya sido todo. –
Comenté, batiendo la cabeza para librarme del sueño.
–Yo… debí decírtelo, es solo que pensé que… no debí hacer que te preocuparas. –
Explicó ella.
–No es tu culpa, es mía, es solo que no contestabas, y luego tuve un mal sueño… son cosas que no debieron afectarme, lamento los problemas… –
Le dije, dándome la vuelta, lo que menos quería es que ella pensara que soy raro. Ella me alcanzó por la espalda y me dio un beso en la mejilla, abrazándome.
–Te preocupaste por mí, y aunque no me agrada que te preocupes, te agradezco mucho que pienses en mí. –
Dijo ella susurrándome, y luego me soltó. Yo ya llevaba el uniforme de la escuela también, y si me quedaba aquí, sería tarde para mí.
–Tengo que ir a la escuela, yo solo necesitaba saber que estabas bien. –
–De acuerdo, no puedo pedirte que te quedes a desayunar ¿cierto? Pero quizá en otra ocasión, me has alegrado el día, de todos modos. –
Me alegré de haberla visto, es cierto, pero eso no me quitó el cansancio que ahora sentía, solo quería llegar a la escuela, quizá me dormiría en clase, pero estaba bien…
Si la profesora Ayasara me veía dormido no pensaría que soy el fantasma de primavera…
Tenía que volver allí…
En estas cosas iba pensando cuando al dar la vuelta por una calle que no era habitual para mí, miré a todos lados, estaba perdido ahora.
Maldición.
¿Y ahora qué hago?
Me preguntaba, podría ir a los negocios que ya habían abierto y pedir ayuda con las direcciones, pero en lugar de eso, como todos los hombres, primero caminé sin rumbo, acelerando el paso a medida que daba la vuelta en sitios que no conocía y en donde no debería estar.
Ya ni siquiera sabía en donde di la vuelta mal. Recuerdo haber mirado el reloj en el teléfono. Las 7:20 de la mañana, tenía que apresurarme antes de ganarme un reporte. Y por ir apurado dejé de prestar atención a las calles, Todo se puso borroso en ese momento, recuerdo el sonido de los autos, y un dolor intenso en un brazo y el pecho.
Estaba en el suelo, traté de moverme, pero el dolor en el pecho me impidió hacer cualquier cosa. Había mucha gente… un hombre en un automóvil color blanco se acercó a mí. Me habló, pero no pude comprender lo que decía.
El destino me había jugado una mala pasada. Mis oídos zumbaban y podía escuchar mi corazón latir.
Todo lo que le entendí al hombre fue “Lo lamento.”
Bastardo.
Así que me había golpeado con el auto. Incluso alcancé a ver una pequeña mochila dentro de la ventanilla del auto. Había alguien como de preescolar en el auto que me había golpeado. Fue todo. Luego todo se puso negro.
Cuando desperté, lo primero que vi fue un techo desconocido.
Estaba en una cama que no conocía y cuando voltee hacia un lado en la ventana parecía estar anocheciendo. Al otro lado de la ventana estaba Fumishi Akane. Con mi teléfono celular…
Esto tiene que ser un sueño…
Una estúpida pesadilla.
Traté de moverme, el pecho me dolía un poco, pero me levanté.
No, no era una pesadilla.
–Oye… –
Akane me miró con cara de asco.
–Vaya, despertaste… –
Dijo ella, sin quitar su expresión, traté de ponerme de pie.
–No, no… ni te molestes, no hay nada que ocultar a estas alturas. –
Dijo ella, arrojando mi celular sobre de mí, a mis piernas.
–¿Qué haces aquí?–
Pregunté.
–Es mi casa, arrollado–por–el–auto–de–papá–kun. –
Ese apodo estúpido explicaba muchas cosas. El hombre en el automóvil blanco ¿Era su padre?
–Si tu padre me arrolló, supongo que me deben una explicación. –
Le dije.
–¡Cállate! Mi padre se siente muy mal ¿Sabes? Yo nunca lo había visto tan perturbado. –
–Si bueno… arrolló a alguien. –
–Nunca pensé que acabaría aquí, suplicando porque despertaras… ¿Qué si hubieras muerto? ¿Eres idiota? Y ¿Por qué tú de todos los idiotas en el mundo? –
–No entiendo que está pasando, y no se me va a olvidar el hecho de que estabas hurgando en mi celular. Puede que me hallan arrollado, pero no quedé idiota. –
–Pues entonces lo has sido desde siempre. –
Respondió ella, cruzando los brazos. Si algo me agradó de todo esto, es que ella no estaba sonriendo al menos. Luego ella se llevó las manos a la cabeza.
–Y no fue agradable, si te lo preguntas, nunca pensé que fueras…. Agghh… van a pasar meses antes de que me olvide de toda la porquería que vi allí dentro. ¡Esto es inaceptable! –
Me dijo ella, batiendo la cabeza.
–¿Cuánto viste? –
–Todo… no te me acerques. –
La fotos de Sakyomi, los mensajes de Mizore, los de Kamine. Dios… sí que había visto mucho.
–No debiste hurgar en primer lugar. –
Respondí, mirando la ventana. Akane, por primera vez desde que yo la conocía, hizo una pataleta.
–¡Papá me dijo! ¿Ya? Se supone que buscara el teléfono de algún familiar, algo… lo que sea… ¡No hay nada allí! Solo… esas cosas obscenas y horribles… –
–Estoy solo ¿Ya? ¿Qué con eso? –
Akane derramó una lagrima que se apresuró a limpiarse con coraje.
–En verdad eres como un animal… Siento lastima de ti. –
En ese momento alguien entró, Akane se giró y vi entrar al hombre, tal y como había dicho ella, se veía perturbado.
–¡Ah! Estas despierto… –
Dijo, suspirando, pude sentir la tensión desvanecerse en el pobre hombre que estaba frente a mí, seguro que se asustó. No pienso que temiera por mi vida en realidad, pero hay que ver la que se hubiera armado si muero.
–Sí, señor… disculpe, no tengo intenciones de hacerle pasar por esto… –
Le dije, tratando de sonreírle. Lo cierto es que aunque me había golpeado, fui yo quien tuvo la culpa… aunque la ley no iba a mirar en esas cosas si me hubiera matado, eso también era cierto. De igual forma, aquí estaba, y estaba vivo, y yo todavía pensaba que el señor no tenía por qué pagar por mis problemas con Akane.
–¿Por qué no me dijiste que despertó, Akane? –
Preguntó el señor, bastante serio, Akane se dio la vuelta y puso esa estúpida sonrisa en su rostro.
–Perdona Otou–Sama, la verdad es que yo también estaba tan aliviada que no pude decírtelo, iba a correr a informarte, pero él comenzó a hacer preguntas, y nosotros… le debíamos una explicación… –
–¿Y has terminado? –
Preguntó el señor, no estaba para nada contento con Akane.
–Sí, Otou–sama. –
El señor se volvió hacia mi después.
–Escucha… yo soy médico… y puedo decir que tuviste mucha suerte… ambos tuvimos mucha suerte. Ahora… intentamos comunicarnos con alguien de tu familia, pero no supimos a quién llamar. Mi consejo como médico es que esperes hasta el día de mañana para saber si es bueno que te marches. –
Asentí con la cabeza. Creo que yo sabía que el padre de Akane era medico desde antes. En alguna ocasión, mientras averiguaba cosas sobre ella, me lo dijeron. Por eso confié en él.
–Tu madre ha terminado de preparar la comida, nos está esperando abajo… –
Le dijo el señor a su hija, para que saliera. Akane hizo una amplia reverencia, mostrando una sonrisa en su rostro, y salió de la habitación.
–Joven… puede usted estar seguro de que tomaré plena responsabilidad por lo que ha ocurrido, no tiene nada que temer, le aseguro que, de una u otra forma, está usted en las mejores manos. Por supuesto que no le cobraré un centavo. –
Yo sonreí frente a la cruel ironía. Podía haberle dicho que Akane acababa de llamarme “animal” y que había hurgado en donde no debería. Seguro que su padre le daba una tunda de aquellas… Buscando a mis familiares ¡Mis cojones! Ella quería buscar cosas sobre Sakyomi, ya que según ella, era mi novia. Pero… preferí mantener al señor fuera de esto.
Era mi problema.
Y por supuesto que iba a resolverlo.
–No se preocupe, no estoy molesto, como dije antes, fue toda mi culpa, y no tengo intenciones de ser un estorbo para ustedes, me aseguraré de volver a mi casa tan pronto el doctor me diga que puedo irme sin problemas. –
Le respondí, el señor asintió.
–Le pediré a mi esposa que suba su cena hasta aquí, aunque pienso que puede caminar sin dolor, lo mejor sería que descansara por ahora. –
Me dijo, luego se dio la vuelta y se fue. Maldición. Lo único que me faltaba, a veces el mundo da muchas vueltas, pero entendí algo estando aquí. Akane era una niña de papá. Y el señor, por lo que veía, era todo rectitud, por supuesto que la hija tendría esas opiniones. Ahora entendía tantas cosas. Ella no me rechazó porque no quisiera salir conmigo, o porque fuera a transferirse, me rechazó porque aceptar habría hecho enfadar a su padre. Era una lástima que su mujer fuera como era.
Pensando en ello… ¿Akane no había sacado nada de su madre? ¿Nada?
Quizá su madre era buena molestando a los demás, lo digo porque Akane entró después, con una charola con comida.
–Mi madre ha preparado sopa, gachas de avena, y algo de patatas dulces, y mi padre dijo que te trajera un poco. –
Dijo y lo colocó sobre mi cama.
–Y en vista de que estas tan lastimado pensé que estaba bien si te lo daba en la boca. –
Comentó ella, sonriendo.
–No voy a disfrutarlo ¿cierto? –
Pregunté, mirándola entrecerrando los ojos. De algún modo lo sospechaba. Ella pudo wazabi en las gachas y me miró sonriendo.
–No, no creo. –
Dijo, y metió la cuchara con gacha en mi boca. ¡Maldita bruja! Yo no soy aficionado al wazabi, pero no iba a escucharme gritar o quejarme, eso nunca. Ella siguió “alimentándome” con su mezcla mortal hasta que no quedó nada.
–Vaya, tenías hambre. –
Me dijo ella, sonriendo, yo hice un esfuerzo por no toser.
–Estaba bueno. –
Le dije, incluso estaba sudando por el picante.
–Eso es por el susto que hiciste pasar a Papá. –
Se quejó ella, pero no quitó su sonrisa.
–No metas a tu padre en esto, tu padre es un buen hombre, eres tú la que me odia. –
Le aseguré. Ella se llevó un dedo a los labios, como divertida.
–¿Te diste cuenta? –
Preguntó.
–Tú me lo dijiste. –
–No es verdad, no fue eso lo que dije. –
Respondió ella. Bueno, es que ella dijo que amaba a todo el mundo excepto a mí. Esas fueron sus palabras.
–Y… no te odio. –
Me dijo ella.
–Es cierto que te odié cuando vi llegar a Papá después de lo que ocurrió esta mañana, pero como dije antes, siento lastima de ti. No es tu culpa ser así, estas sólo, sin nadie que te diga lo que está bien y lo que está mal, no es tu culpa haberte desviado de esa forma. Sé que es algo inaceptable, pero aun así…Todo lo que puedo pensar de ti es algo como “Pobrecillo.” –
Aquí vamos de nuevo, con esa imagen que implica que ella es superior en algún modo. Aunque ahora no lo estaba implicando, lo estaba diciendo claramente.
–No necesito tu compasión. –
Respondí, bastante molesto a decir verdad, ella continuó dándome de comer. Ahora ya no puso nada en la comida.
–No importa, de todos modos, no te odio ¿Cómo podría? Como dije, no es tu culpa y lo entiendo, pienso en ti como un perrito descuidado. Sin nadie… ahora entiendo… por qué querías tanto salir conmigo. Aunque, yo soy una damita, y tú eres un salvaje, no tenemos nada que hacer el uno cerca del otro.–
De acuerdo eso si me hizo enojar, si algo me impidió tomar los platos y arrojarlos al suelo, fue que no estaba en mi propia casa, era un invitado, al fin de cuentas.
–Deja eso… –
Akane me miró, sin entender a qué me estaba refiriendo.
–Te gusta mucho esto ¿No es cierto? Vas de aquí para allá con tus aires de superioridad, y eres linda, lo admito, pero déjame decirte algo, Akane–san, por lo visto, no sabes distinguir entre un perro y un lobo. Deberías tener cuidado con esa lengua. –
Akane se quedó perpleja, mirándome con desconcierto porque nunca antes me había escuchado hablar de esa forma. También la llamé por su nombre, pero no creo que eso importara tanto como la comparación que hice. Porque los lobos son salvajes y comen carne, y ella lo entendió perfectamente cuando retrocedió dos pasos.
–Es cierto… tienes los ojos de un lobo… –
Dijo ella, y se dio la vuelta, abriendo la puerta.
–No debo sentir lastima por ti. –
Dijo saliendo después, yo suspiré y me acosté después de eso, ni siquiera terminé de comer.
No vi más a Akane en toda la noche, incluso cuando su madre vino por los platos y sus dos hijos más pequeños vinieron con ella. El pequeño de ellos pareció haberme reconocido, pero o no lo recordó, o no pensó que fuera importante decirlo.
Ambos niños preguntaron como estaba, si me había caído, si su padre era buen doctor, a todas dije que sí. La señora me explicó.
–Mi marido le dijo a Miyashi que te habías caído, no queríamos que la pequeña se preocupara de más porque le hemos dicho cosas muy malas de los autos… entenderás que es demasiado pequeña. –
Explicó la señora, yo asentí.
–¿Cómo te sientes? –
Preguntó.
–Creo que estaré de pie mañana. –
Respondí, encogiendo los hombros, me dolió un poco, pero nada que no pudiera manejar, al parecer todos los golpes habían sido superficiales, me preocupaba un poco el golpe en la cabeza, pero la verdad es que quería irme pronto.
–De acuerdo, Y por cierto… estas pastillas te las mandó mi marido, dijo que te ayudarían con el dolor… –
Y miró la caja.
–Tienes que tomar dos de ellas… cada doce horas… creo, no entiendo las indicaciones… –
Yo tomé la caja y la miré, ya saben, un doctor, con nombres de medicinas…
–Si necesitas algo más, no dudes en decirnos… –
Aseguró la señora Fumishi. Luego se volvió a los pequeños dos que ahora estaban jugando en la alfombra.
–Vamos ahora, tenemos que dejarlo descansar. –
Y ya que la señora estaba siendo tan amable de llevarse a los pequeños, supuse que lo mejor era hacerle caso y me acosté a dormir. Ni siquiera sé cuándo me quedé dormido.
Desperté al día siguiente bastante tarde, al parecer mi cuerpo se había tomado el tiempo para recuperarse. Miré el reloj… ¡¡Las cinco de la tarde.!!
¿Cómo rayos me quedé dormido tanto tiempo? Me puse de pie de un salto, sintiendo que había perdido una parte importante de mi vida… aunque bien pensado, pude haberla perdido toda. Abrí la puerta del cuarto, la casa del señor era esplendida, aun así, parecía no haber nadie. Suspiré.
Ni que hacerle, esperaría a cualquiera de ellos para que me dieran permiso y pudiera marcharme de aquí. Tenía hambre. Miré la caja de las pastillas. Las contraindicaciones decían que producían sueño. Eso explicaba por qué había dormido catorce horas de un tirón. Ahora me sentía mal conmigo mismo. Seguro que estaba preocupando a todo el mundo. ¿Por qué nadie se tomó la molestia de despertarme? Me preguntaba.
Bueno, quizá pensaron que sería desconsiderado.
Por más que trate de buscarle algo extraño a la situación, no lo encontré, bueno… Más extraño de lo que ya era. En ese momento escuché que abrieron la puerta de la casa y me asomé… Akane. Ella subió directamente las escaleras hasta la habitación donde yo estaba, imagino que reservada para huéspedes o algo así.
–Pues duermes mucho, Lobo–san. –
Me dijo ella, mirándome con desagrado.
–¿En verdad nadie se tomaría la molestia de decirme que hora es? Pude haber despertado hace horas… –
–Pues ¿Qué no eras salvaje? Los salvajes no tienen una hora a la cual despertar ¿No es verdad? Duermen el tiempo que quieren, comen cuando quieren y como quieren… Y duermen mucho, por lo que veo. –
Se quejó ella, yo voltee a mirarla. Al parecer había recuperado valor, luego de lo que le había dicho.
–¿Quieres molestarme? –
Pregunté, algo extrañado a decir verdad.
–No… claro que no ¿Por qué iba a hacer eso? Lo único que me queda claro ahora es que estoy en peligro. No sabes lo mucho que me alegra haberte rechazado… –
Nuevamente golpeando allí, esta vez no pude contenerme. ¿Me quería enfadado? Bien, ahora estaba enfadado. Avancé hacia ella, Akane trató de salir y yo cerré la puerta antes de que pudiera hacerlo. Finalmente, su gesto de desagrado cambió por una cara de miedo, al tiempo que se hacía el silencio.
–De–Déjame salir… –
–No… no lo creo… –
Respondí, avancé un paso, ella retrocedió dos.
–Aléjate de mí… Estas dándome miedo… –
Su respiración se aceleró al tiempo que ella se arrinconaba en una esquina.
–Pero si estabas tan segura hace un momento… tan sonriente y orgullosa… no has parado de burlarte de mí en todo este tiempo… –
–No me he burlado… –
–Hacías alarde de que me rechazaste… ¿Te gustó hacerlo? –
Aquí estaba, el momento de mi venganza, y cielos ¡Como iba a disfrutarlo! Quería que supiera por qué iba a hacer esto.
–No… pero… Papá dice que está mal…–
Se excusó ella.
–Una pena que sea un lobo salvaje… que no sabe diferenciar el bien del mal ¿No crees? –
Akane comenzó a llorar.
–No eres un lobo… eres una persona… tienes conciencia… –
Se quejó ella.
–Estabas segura de que soy un animal… estabas en lo correcto… ¿Ahora soy persona? ¿Solo porque te conviene? No me la creo. –
Avancé hacia ella de nuevo. Akane se cubrió tontamente con sus manos, y pude ver perfectamente como las piernas le temblaban. La tomé de la mano y la jalé hacia mí, ella se resistió un poco, respiraba pesadamente y no dejaba de llorar.
Siempre he tenido mi moral, siempre he sido de los que hacen las cosas correctamente, pero llevaba tanto tiempo aguantando sus insultos que simplemente no pude más… otra cosa es que pienso que estaba tan acostumbrado a su sonrisa que el verla llorar ahora me produjo una sensación completamente distinta. Me excitaba verla llorar.
Quizá me hizo daño el masoquismo de Mizore, o quizá, solo quizá Akane misma no estaba tan en desacuerdo. Por algo había venido a molestarme. Pero nada de eso importaba ahora.
Olfatee su brazo desnudo… algo entró por mi nariz que no puedo explicar, lo siguiente que supe es que yo tenía una erección titánica en el pantalón.
–No me olfatees… –
Chilló Akane yo continué, incluso levanté su brazo y acerqué mi nariz a su axila, ella chilló más.
–No… no me he dado un baño… no hagas eso… déjame ir… –
Me alejé un poco de ella, suspirando, y desabroché mi pantalón.
–No te has dado un baño… ahora entiendo porque hueles tan bien. –
Mi pantalón cayó al suelo, ella miró mi entrepierna, aterrada.
–La cena está servida. –
Le dije, ella se arrinconó todo lo que pudo contra la pared… pero no trató de escapar. Es decir, la había soltado, podía haber escapado. No pude entender si el miedo le impidió actuar, o si ella tenía la esperanza de que me detuviera en el último segundo, o si ella quería esto. No sé, ni me importa.
Me acerqué de nuevo mientras ella miraba directamente a mi entrepierna con cara de horror.
–No por favor… por favor… soy virgen… no lo hagas… –
Quité ambas manos del camino sosteniéndola por las muñecas y comencé a lamer su cuello, Akane se resistió un poco, pero no lo suficiente para apartarme, hay que decir que no estaba usando poca fuerza.
–Por favor… lobo–san…. No me coma por favor… –
Entre más se quejaba, con más fuerza la besaba, incluso la mordí ligeramente, ella hizo ¡Kya! Pero fue todo, tampoco era mi intención ponerme a morderla, así que no seguí, en lugar de eso, aproveché la posición en la que estaba para colocar una mano bajo su falda.
–No… ahí no… por favor… –
Bajé sus pantis un poco, a la altura de las rodillas, mientras desabrochaba su blusa con la boca, luego la coloqué de espaldas contra la pared, o por mejor decir, contra la puerta, y una vez que estaba en esa posición, tomándola por la cintura, coloqué mi pene en su entrada.
–No me coma… señor lobo… por favor… se lo imploro… –
–No querías que esto pasara, aun así viniste hasta aquí… –
Le dije, mientras comenzaba a empujar, no estaba seca, pero tampoco puedo decir que estaba mojada. Húmeda sería la expresión correcta, húmeda y muy caliente, como solo una que nunca ha sido usada lo estaría.
–No… no… haré lo que quieras… todo menos… –
Y no pudo seguir hablando, porque había entrado, y para evitar que gritara, me pegué a ella y le tape la boca. Muy a tiempo diría yo, porque en ese momento ella quiso gritar y si no la hubiera silenciado, seguro que nos escuchan todos los vecinos.
–Esto es por el problema que me has hecho pasar a la hora de la cena… –
Le dije al oído, ella negó con la cabeza, le solté la boca, ella todavía llorando, volteó hacia mí.
–No metas… la cena en esto… tu querías hacer esto… desde el día en que me conociste… –
Me dijo, llorando y respirando con dificultad, sus piernas temblaban, y de no hacer sido porque estaba sosteniéndola, ella había caído al piso, aunque de no estar sosteniéndola quizá ella habría escapado.
–Es cierto… quería comerte… soy un lobo, después de todo… un animal… –
Comencé a empujar.
–Duele… duele… detente… señor lobo… por favor… no más… me duele… –
Akane comenzó a llorar y a berrear mientras empujaba dentro de ella, la verdad es que yo no estaba siendo amable, sentí en ese momento no se trataba de que ella se sintiera bien, así que fui bastante brusco, ella golpeaba la puerta.
Como tal vez era la única oportunidad que tendría en mi vida, simplemente me decidí a hacerlo todo lo que se pudiera, Akane siguió quejándose de forma parecida durante un rato. Yo no hacía más que empujar con todas mis fuerzas, intentando llegar a su útero. Después de unos momentos sentí que me venía y lo dejé ir dentro de ella.
–¿Qué es esto? Se siente… caliente… ¿Qué me hiciste? –
Preguntó ella, llorando. Yo no saqué mi pene de ella de todas formas.
–Cállate… maldición… –
Le dije, ella irrumpió en llanto.
–No puedo… me duele… mucho… –
Dijo, llorando y evidentemente tratando de convencerme con las lágrimas.
–Si no guardas silencio lo haré aún más doloroso… –
Respondí, empujando, tratando de concentrarme para no perder el momento. Continué después de eso, mientras mis manos la mantenían contra la puerta y yo tocaba todo lo que quisiera de ella.
–Siento… algo extraño… ¿Qué ocurre? Yo… tengo miedo… –
Al parecer, lo quisiera ella o no, su cuerpo estaba reaccionando y se acercaba a su primer orgasmo. Es decir, en realidad si estaba disfrutándolo o cuando menos quería hacerlo.
En ese momento tocaron la puerta, fue algo extraño, pero sentí perfectamente como su cuerpo se endureció y sus paredes se cerraron ante la perspectiva de ser encontrada. La situación cambió de una violación a una chica que estaba preocupada de que su familia se diera cuenta de lo que estaba pasando ¿Por qué no pidió auxilio? Fue un giro extraño.
–Onee–chan… ¿Estás bien? –
Preguntaron desde el otro lado de la puerta. Era el hermana menor. Akane me miró nerviosa y luego se volvió a la puerta.
–Si… estoy… bien… Miyashi… no ocurre nada… –
Explicó Akane. Al parecer, la pequeña acababa de regresar de la escuela elemental o algo así. ¿Sus padres estaban allí fuera? ¿Cuándo llegaron? Me preguntaba, Akane suspiró y acercó su cara a la puerta para hablar.
–Onee–chan está ocupada… vete ahora ¿de acuerdo? –
Solo por si las dudas, volví a empujar, ella volteó a verme enojada. Así que es cierto, estaba excitada frente a la perspectiva de que nos encontraran.
–¿Segura? ¿Quién es el señor lobo? –
Preguntó la pequeña desde el otro lado de la puerta, yo volví a empujar. Akane tuvo una contracción, y tuvo que reprimir su voz para no gritar mientras se venía, así como lo estoy diciendo, con todo ese dolor, y mientras su hermanita estaba a una pared de distancia, ella todavía se estaba viniendo.
Eso era inaceptable. Akane tomó unos momentos para recuperar el aliento, ahogando sus gemidos en silencio. Luego respondió.
–Ah… es un amigo de Onee–chan… te lo presentaré luego… –
Akane volteó a verme, todavía agachada y de algún modo, con el trasero expuesto bajo la falta y me reclamó.
–Eres un maldito, no solo quieres herirme a mí, ¡Además quieres exponer a mis hermanos a esto! ¿No tienes corazón? –
–No soy un amigo, Akane… jamás vuelvas a llamarme “Un amigo” –
Empujé de nuevo. Los ojos de Akane se llenaron de lágrimas, entendiendo tal vez donde se había torcido todo.
–¿Fue eso? ¿Eso fue lo que te molestó? –
Iba a responder cuando ella simplemente se liberó, volteó y me miró con los ojos todavía llenos de lágrimas y la cara roja. No le importó en absoluto el estado en que estábamos.
–¡Podías habérmelo dicho! –
Se quejó Akane, llorando.
–No podía decírtelo, nunca estabas sola. –
Respondí, y antes de que cualquier cosa pudiera pasar, se escuchó el toque en la puerta, el corazón se me subió a la garganta cuando escuché la voz del señor.
–Akane, abre la puerta ¡Ahora! –
–¡Nos atraparon! –
Gimoteó, nerviosa. Espera ¿Ella dijo “nos”?
Lugo Akane volteo a todos lados como buscando una salida, y me miró, finalmente comprendiendo. ¿Dónde había visto ella una escena parecida? Y por si no lo entendía, yo se lo expliqué.
–¿Qué? ¿Primera vez? –
Pregunté, refiriéndome claro al día en que ella me había encontrado dentro del súper en horas fuera de horario. Akane lo comprendió en seguida y enfureciendo en ese momento, se acercó a mí y me dio una bofetada. Luego de ello, abrió la puerta detrás de ella.