Haru No Yurei - Volumen 2: 10. Intenciones
De todas las veces que imaginé estar con una chica, ninguna era tan inconveniente como esta. La verdad es que creí que estas situaciones eran cosa de las películas para adultos.
Aproveché el anuncio de la estación para disculparme.
–Lo siento mucho, no es mi intención… –
Le dije, ella negó con la cabeza.
–No… no es tu culpa. –
Respondió y el tren continuó avanzando, quería decirle que podía ver sus pantis ahora, pero no creía que fuera una buena idea, además, alguien podía escucharnos. Me acerqué a ella para poder hablarle en voz baja, me pareció que un hombre nos miraba, pero no nos puso atención y siguió en los suyo. Puse una mano en su hombro.
–Tus pantis… –
La chica asintió con la cabeza, pero no se movió. En un principio pensé que no podía moverse, pero lo siguiente que sentí, es como ella separó ligeramente sus piernas, para restregar su cuerpo contra mí. Pude sentir algo mojado en mi pierna mientras ella se acomodaba. No dije nada, ni hice nada, el tren volvió a cerrar la puerta.
Fue evidente que ella estaba esperando esto. En retrospectiva ¿Por qué se acercó a mí en primer lugar? Había varios pasos de distancia cuando nos encontramos. Ella estaba en una situación similar la primera vez que la vi. ¿Estaba buscando esto?
Me sostuvo sorpresivamente de la mano que yo tenía en su hombro.
–No… no diré nada… –
Fue lo que dijo. Es decir, que quería que yo… ah, ¿Qué diablos? No negaré que tenía un buen cuerpo y… posiblemente esta era una fantasía que ella tenía. ¿Quién era yo para juzgar? La atraje levemente por que como dije, estaba poniendo una mano en su hombro, su trasero tembló levemente cuando la recargué contra mí, rodeándola con el otro brazo a través de su cintura.
Su cuerpo se estremeció e hizo un pequeño esfuerzo para liberarse, pero no lo intentó demasiado. Suspiré, en algún momento me pasó por la cabeza que lo que estaba haciendo era peligroso, pero ya había hecho muchas cosas peligrosas en realidad, así que debería acostumbrarme.
La chica se dio cuenta de que me había detenido, y me tomó de la mano, llevándola luego hacia su entrepierna, por encima de la ropa interior. Comencé a acariciarla suavemente mientras el tren se detenía. Más gente bajó de la que subió.
Me acerqué a ella y soplé su oreja. De acuerdo, eso era solo para molestar, pero la chica ahogó un chillido y relajó su cuerpo.
Aproveché el sonido de la puerta cerrándose para hacer un movimiento más brusco, quitando su ropa interior del camino, comencé a acariciarla directamente, usando mis dedos para hacer círculos. Pude sentir como su vagina comenzó a palpitar con bastante más placer del que debería estar sintiendo solo por el contacto con mis dedos. También dejó escapar pequeños gemidos que de no haber estado tan cerca de ella no habría escuchado.
Estaba a punto de aumentar la intensidad de esto cuando el movimiento del tren avanzado hizo que ella se tambaleara su falda se levantó demasiado para ocultarlo y yo me alejé de ella.
De inmediato, la chica recuperó la compostura y se acomodó la falda. Se había terminado.
–Me bajo aquí. –
Dijo ella y comenzó a abrirse paso entre la gente. El tren abrió las puertas y ella salió corriendo sin mirar atrás. Vaya una chica. Fue lo que pensé en ese momento. Me llevé los dedos a la boca. Sabía bien.
A veces pasan cosas así, no es que no hubiera deseado que hubiera más que eso, pero en ese momento, sentí que había hecho un buen trabajo tocándola un poco. Quizá si nos volviéramos a encontrar podría hablar con ella y averiguar de qué se trataba todo aquello.
No lo pensé más en ese momento, y dos estaciones después, bajé yo y caminé tranquilamente a mi trabajo. Cuando llegué allí me encontré con que mi jefe no estaba, en lugar de él, estaba su hija, la mayor, y tenía compañía.
Yo saludé como si nada pasara.
–¿Dónde está el jefe? –
Pregunté casualmente. Ella encogió de hombros, prestándome atención por un momento.
–Hoy no viene, tiene que ir a firmar algunos papeles al ministerio, cosas de los impuestos, me dijo. Pero ya tienes una lista con lo que hay que hacer… –
Me explicó. Junto a ella, y evidentemente acompañándola, estaba un hombre de apariencia joven, bien parecido y al parecer, bastante adinerado. Lo digo porque la ropa que usaba, sus zapatos, sus anteojos, todo en él decía “soy una persona importante.” Asentí con la cabeza y me puse el mandil.
–Y él es mi novio. –
Comentó Sanae después de unos momentos.
El hombre dio un paso al frente y se presentó educadamente.
–Kenichi Saito, espero que podamos llevarnos bien. –
Fue lo que dijo. Evidentemente, él no esperaba ser presentado a un empleado del padre de su novia, pero ya que Sanae se había adelantado, no tuvo más opción.
– Otagane Toshikane, es un placer conocerle. –
Fue mi respuesta, hice una reverencia y luego me di la vuelta y entré. Me puse a trabajar y ellos continuaron hablando de no sé qué cosas durante un largo rato. Tuve la impresión de que Sanae hizo eso para poner distancia de mí. A decir verdad no presté demasiada atención, tenía muchas otras cosas en la cabeza.
Luego de eso entré a los hornos y comencé a lavar algunos trastes que iba a utilizar. Últimamente tengo la impresión de que lo hago mejor que de costumbre, puede ser que me esté acostumbrado. Estaba tan concentrado en lo que estaba haciendo que no me di cuenta y por poco se quema el pan.
–Maldición. –
Me regañé a mí mismo en voz alta, eso hizo que Sanae entrara corriendo.
–¿Qué ocurre? –
Preguntó ella, alarmada.
–No… no es nada, no estaba prestando atención al tiempo. –
–¿Pero no ha pasado nada? –
Preguntó ella, llevándose la mano al pecho en señal de alivio.
–No… nada importante, perdona los problemas. –
Finalmente Sanae suspiró.
–Bueno… entonces regreso afuera… si necesitas algo estaré allá… con él… –
Dijo y salió.
Puedo estar malinterpretándolo, pero hizo hincapié en eso ultimo de que estaría con su novio. Quizá quería tiempo a solas. En fin, no lo pensé mucho, seguí trabajando y recibí un mensaje de Akane.
“Quiero pedirte permiso para algo. Dos de mis amigas quieren venir a buscarme mañana. ¿Se puede? Quizá deba preguntarte una vez que estés aquí, hablando de eso, prepararé Gyozas esta noche, esfuérzate mucho ¿De acuerdo? Ten cuidado al volver, te echo de menos.”
Era lo que decía el mensaje, no respondí en ese momento, pero lo cierto es que se sintió bien saber que ella estaba esperando por mí. Guardé mi celular y apresuré un poco el trabajo para ver si podía hacer un poco más de pan antes de salir.
Después de un rato de eso, estaba poniendo mantequilla en unos moldes cuando Sanae entró de nuevo, mirando a todos lados, lentamente.
–Vaya, veo que si eres capaz de encargarte de esto tu solo. –
Comentó ella, yo voltee a verla.
–Bueno, es que tengo un tiempo haciendo esto. –
Respondí, amablemente, ella permaneció en la entrada, no entró, pero no se fue.
–Bien… entonces no tengo nada de qué preocuparme. –
Dijo ella, no se fue, yo traté de continuar en lo que estaba haciendo, pero Sanae no se fue.
–¿Sanae? –
Pregunté, ella pareció reaccionar.
–¿Eh? Ah… bien… ¿Qué piensas de Saito? –
Preguntó ella.
–Pensé que estarías con él… –
Respondí, encogiendo de hombros.
–No… es decir… ya se fue… tuvo que irse, es eso. Pero ¿Qué opinas? –
–¿Qué opino? –
Pregunté. ¿Tenía que tener una opinión acerca de él?
–Si… –
Respondió ella, mirándome expectante. Yo encogí de hombros.
–Parece amable. –
Respondí, encogiendo de hombros, finalmente Sanae se decidió a pasar.
–Lo es, me invitó a una cita hace un momento. –
Explicó ella. ¿Quería contarme su vida amorosa? Me preguntaba.
–Pero… ¿No pensaste nada más? –
Preguntó luego, insistiendo. Fue en ese momento cuando algo se encendió en mi cerebro, no parecía ser una plática casual, me refiero a que Sanae realmente estaba esperando que le dijera algo, no creo que sería tan insistente si no fuera así.
–¿Hay algo que deba pensar de él? –
–Bueno… no exactamente, yo solo quería… verificar que te llevaras bien con él… lo vas a ver más seguido mientras trabajes aquí, yo pienso y… pensé que quizá tu no querías eso. –
–¿Que yo no quería eso? –
Pregunté, tal vez empezando a entender por dónde iba su plática, me acerqué un poco a ella, Sanae cruzó los brazos, mirando nerviosamente a otro lado.
–Si… pero es una idea tonta ¿No? –
Fingió una risa y miró hacia otro lado.
–No es tan tonta… dices que te invitó a una cita ¿Qué le dijiste? –
Pregunté, ella me miró fugazmente, me acerqué un paso, ella retrocedió.
–Que lo voy a pensar… ¡Pero le diré que sí! –
Explicó apresuradamente.
–¿Por qué? –
Pregunté, avancé más hacia ella, se recargó en la pared.
–¿Por qué? Bueno… es mi novio… tengo que decirle que si… –
Respondió ella. Mirando nerviosamente a todos lados ahora. Fue entonces que me di cuenta de que la panadería estaba cerrada.
–¿Cerramos temprano hoy? –
Pregunté. Yo ni siquiera había apagado los hornos. También había que guardar el pan.
–Si… papá me dio permiso, dijo que podía irme con mi novio luego de esto… –
–Pero él tuvo que irse… –
Respondí, suspirando y tomando las charolas para guardar el pan. No queríamos que se endureciera. Sanae me siguió y se paró frente a mí.
–A cambio de eso, me invitó a una cita. –
Explicó ella, resuelta a continuar con la conversación.
–Creo que le gusto mucho. –
–¿Han hecho…. Algo? –
Pregunté. Pude notar su cara de triunfo cuando hice esa pregunta, me acerqué a ella y ella se recargó en la pared, mirando al lado.
–¿Eso te hace enojar? –
Preguntó. Era eso, ella quería saber si estaba yo celoso, o más bien, que estuviera celoso por su nuevo novio. Tenía ahora la impresión de que él no tuvo que irse, ella lo echó en cuanto le dieron permiso de cerrar.
–Bastante. –
Le dije, haciéndome parecer enfadado. Ella atacó de nuevo.
–Pues no hay nada que puedas hacer, es mi novio. –
Me aseguró ella.
–¿Nada? –
Pregunté, acercando mi rostro al de ella, Sanae puso sus manos frente a ella para poner distancia, pero las aparte casi sin resistencia.
–Bueno… –
La interrumpí besándola en los labios, usando mi lengua con fuerza para ejercer dominancia, ella se sometió inmediatamente, sin resistirse.
–¿Qué hicieron? –
Pregunté, interrumpiendo el beso, ella evidentemente no quería interrumpirlo.
–Nada… no hicimos nada. –
–Mentira. –
–Lo digo en serio… bueno… nos tomamos de las manos… es todo, lo juro… –
Respondió Sanae suplicante, y como de costumbre, haciendo voz de niña pequeña. Ese tono de voz siempre levantaba una tienda de campaña en el pantalón. Me di la vuelta para que no lo notara y para hacer más énfasis en mi coraje.
–Seguro que estuviste aquí ofreciéndote como una cualquiera, luego vienes a echármelo en cara… –
Sanae se abrazó de mi por la espalda, algo que en verdad nunca creí que vería, o que sentiría, lo digo porque sus pechos estaban pegados a mi espalda. Ella comenzó a lloriquear.
–No es cierto… no me digas esas cosas… yo… no hice nada con él. Ni siquiera me gusta… –
Aseguró. Decidí que estaba bien si lo disfrutaba un momento. Tener a una chica tan mimada y normalmente tan creída suplicando mientras me abrazaba no era algo que pudiera disfrutar siempre, eso también es cierto.
–¿Eh? No te gusta dices… ¿Entonces es porque eres fácil? –
Ella me soltó y volvió a recargarse en la pared.
–No… tú no puedes decir esas cosas… yo no soy así… voy a llorar. –
–No tienes que llorar, pudiste haberte ido con él de una vez. –
Le dije, sin marcharme, porque no estaba realmente enojado con ella, por más que ella se lo estaba tomando muy en serio.
–Pero no quiero… te quiero a ti. –
Se quejó ella, llorando.
–Si eso fuera cierto, no harías cosas con él. –
Respondí, molestándola nuevamente, ella se limpió las lágrimas apresuradamente.
–Pero no lo hice… tienes que creerme… no hicimos nada… nos tomamos de las manos, y… miraba mi pecho, pero no lo tocó… te lo juro –
Aseguró Sanae
–Y no lo hará. –
Respondí, y llevé mi mano a uno de sus pechos, Sanae dio un pequeño salto.
–No hagas eso –
Suplicó ella.
–¿Por qué? –
Pregunté, masajeando con cuidado su pecho, haciendo círculos, ella solo lo permitió.
–No puedo decirte… –
Respondió ella, juntando sus manos tímidamente.
–¿No puedes decirme? Qué clase de respuesta es esa ¿Es porque ahora tienes novio? ¿No te parece que te estas creyendo mucho? Eso solo prueba que estas mintiéndome. –
Pregunté, aumentando la fuerza de mi masaje, puse una mano en su rodilla, algo digno de mención porque ella llevaba una falda esta vez, cosa que casi nunca hacía.
–¡Solo no puedo! No miento… –
Lloriqueo, sus piernas estaban temblando y su cara estaba roja. Decidí empujar un poco más con aquello de los celos.
–Es muy obvio que estas deseando abrir las piernas ahora, seguro que estás pensando en tu nuevo novio. –
Sanae se alarmó de nuevo, tomó mi mano entre las suyas y me miró con los ojos llorosos.
–¡No! Tu… tu no debes pensar eso… no soy una cualquiera, tampoco me gusta él… yo… quería quedarme sola contigo, no con él. Eres el único que me hace sentir así… –
Y al decir eso, tomó mi mano y la puso bajo su falda, estaba muy mojada. Aproveché que ya estaba allí y comencé a acariciarla, primer por debajo de la ropa, ella comenzó a perder el control, su respiración se aceleró.
–En tal caso… le dirás a tu novio que no puedes ir a la cita. –
Indiqué, ella asintió con la cabeza, porque no parecía poder hablar. Me detuve.
–De acuerdo… –
Apresuró ella, separando nuevamente sus piernas, comenzó a resbalar por la pared, hasta quedar sentada contra ella.
–A cambio, me aseguraré de darle a este lascivo cuerpo tuyo toda la atención que necesita. –
Ofrecí, Sanae asintió con la cabeza, yo me hinqué para quedar frente a ella y volví a colocar mi mano entre sus piernas, esta vez haciendo a un lado su ropa interior.
–Tienes algo muy indecente hoy… ¿Es por tu novio? –
Pregunté, ella se sostuvo de mi hombro y me miró.
–No… no es por él… –
Dejé de tocarla y me aparté un poco, Sanae me miraba con desconcierto.
–Entonces ¿Para quién son? –
Pregunté, sonriendo.
–Para ti… –
Respondió ella, girando la cara con vergüenza.
–Oh ¿En verdad? Qué alivio… bien, muéstramelas entonces. –
–Pero… ya estás mirándolas… –
Se quejó Sanae, nuevamente haciendo voz infantil. Yo negué con la cabeza.
–Así no puedo verlas bien… levanta tu falda… –
Sanae levantó su falda mientras evitaba mirarme todo lo que podía, sus pantis eran blancas, con encajes y un diminuto moño rosado. Estaban mojadas y se transparentaban. Pocas cosas podían compararse con lo lascivo de esta escena.
–Qué vergüenza… –
Se quejó ella.
–Son lindas… me alegra que me las hayas mostrado. –
–¿Qué me vas a hacer? –
Preguntó ella, yo sonreí y me di la vuelta. Hay que notar que mi pantalón estaba punto de reventar y ella lo sabía.
–No lo sé… no sé qué debería hacer… –
–¡Abusa de mí! –
Gimoteó ella.
–Tal vez si me mostraras tus pechos. –
Sugerí, recordando que yo solo los había visto una vez y a medias, pero esta vez, Sanae estaba tan desesperada que no tuvo tiempo de sentir vergüenza, solo se desabotonó nerviosamente la blusa y se quitó el sostén después.
–Míralos… ¿Qué… qué opinas?… tu… ¿te gustan? –
–Son muy lascivos… –
Respondí, Sanae reaccionó por unos momentos, y se cubrió a medias.
–¿No son desagradables? –
Preguntó ella.
–Claro que no… son muy excitantes. –
Aseguré, y acercándome a ella puse una mano sobre ellos, más concretamente sobre sus pezones.
–No digas esas cosas… –
Se quejó ella, no hice caso, me hinque frente a ella para quedar a la misma altura, y comencé a acariciar sus pechos con fuerza.
–¿Duele? –
Pregunté, ella negó con la cabeza, conteniendo su voz para no hacer ruido. Le di un beso en los labios y ella bajó sus manos. Colocándolas en el suelo. Después de unos momentos comencé a meter mi lengua en su boca, Sanae puso una mano sobre las mías, supongo yo que por reacción. Seguí besándola y acariciando sus pechos durante un rato, sintiendo como se iba acelerando su respiración.
Cuando dejé de besarla, ella me miró sin decir nada por unos momentos, acaricié su cara, sonriéndole, ella me sonrió también.
–Me gustas… –
Me dijo ella, yo sonreí.
–Lo sé. –
Le dije, y volví a besarla, ella se dejó besar sin decir más, moví mi mano a sus piernas y comencé a subirla al tiempo que ella las iba separando
–¿No te molesta? ¿Esto? –
Preguntó ella.
–¿Qué debería molestarme? –
Aquello fue algo que no entendí. Tampoco es que estuviera pensándolo con mucha claridad, eso es cierto. Sanae giró la cara.
–Que… tenga novio y eso… –
Explicó. Yo suspiré.
–Pero puedo tenerte igual ¿No es cierto? –
–Sí pero… –
Comencé a besar su cuello y ella dejó de hablar por unos momentos, también estaba tocándola sobre las piernas, sin acercarme todavía a su entrepierna, dándome un poco de tiempo para que ella estuviera menos consiente.
Negó con la cabeza después. Y se separó de mí.
–No quiero… con él… –
Explicó. Creo que no podía dejar de pensar en ello, supongo que tenía razón, de todos modos. Es decir, si iba a salir con él, lo más probable es que estas cosas pasaran.
–No quieres ¿Qué? –
Pregunté, metiendo mi mano en medio de sus piernas, y sin previo aviso, quitando sus pantis del camino, estaba empapada, ella se sobresaltó y me miró con los ojos llenos de lágrimas.
–Hacer cosas sucias… –
Respondió ella, bajando la cara. Yo la sostuve de la cara y me puse de pie, ayudándola a ponerse de pie también.
–Eres una chica muy buena. –
Respondí, volvía besarla, metiendo mi lengua en su boca y mis dedos dentro de ella, Sanae comenzó a gemir.
–No lo vas a hacer con él… –
Le dije, empujándola un poco para recargarla contra la pared de nuevo.
–No… –
–Tampoco vas a ir a la cita. –
Aseguré, ella negó con la cabeza, usando una mano nerviosamente para no hacer más ruido del que ya estaba haciendo. Quité la mano de su cara, y coloqué mi pene en su entrada, Sanae suspiró.
–No… –
Respondió ella.
–Muy bien, en tal caso, creo que te mereces una recompensa. –
Le respondí, Sanae ya no estaba pensando con claridad, lo único que buscaba en ese momento, era una forma de separar sus piernas de modo que yo pudiera entrar en ella.
–Recompensa… recompensa… –
Comenzó a repetir, con la cabeza entrecortada, la mejor opción que teníamos en ese momento era colocarla contra la pared, y eso fue lo que hice, ella misma levantó su falda, sin darse cuenta, yo creo.
–Eres una buena chica. –
Le dije, y bajé su ropa interior al tiempo que presionaba para que sus pechos se apretaran contra la pared. Sanae volteó a verme, suplicante.
–¿Te gusto así? –
Preguntó ella.
–Así estas bien. –
Respondí, acomodándome y sosteniendo sus caderas con las manos, su trasero apuntó más hacia mí, buscando el contacto.
–Eres solo mía. –
Le dije, pero ella ya no pudo responder. Comenzó a venirse en cuanto entré en ella.