Haru No Yurei - Volumen 2: 8. Un asunto pendiente
Luego de que terminó mi extraña reconciliación con Mizore, volví a mi casa. La verdad es que tenía cierta prisa por volver, sobre todo porque tenía hambre. Akane estaba enfadada, pero no demasiado, así que supuse que no habría ningún problema con eso.
No le dije nada de que había visto a Mizore.
–Te has tardado, quiero hacer la cena, y no puedo porque no me has traído las cosas a tiempo. –
Se quejó ella.
–Perdona, me surgió algo. –
Respondí.
–¿Qué? –
Me preguntó ella, cucharon en la mano y delantal puesto. Hay que ver que le quedaba el papel de recién casada. Tal vez por su belleza, tal vez por su carácter.
–No era nada importante. –
Comenté para salir al paso, ella me miró sospechando.
–Seguro fuiste a ver a alguna de tus mujeres. –
Respondió ella, dándose la vuelta. ¿Intuición? Pues qué buena es, pero tuve que mentir.
–Por supuesto que no. –
Repliqué. Ella hizo una seña de tedio.
–Como sea, ve a ver qué haces, tengo que preparar la cena. Ve a tomar un baño o algo. –
Respondió Akane, todavía un poco molesta, hay que ver que no era fácil darse cuenta de que ella estaba enfadada, pero estaba siendo muy sincera conmigo últimamente, supuse que eso era buena señal.
Decidí que, mientras estaba en mi habitación, era una buena idea mandarle un mensaje a Sakyomi. No había sabido nada de ella en varios días, desde lo del accidente de auto, pero tampoco tenía forma de contarle lo que había pasado de una.
Solo envié un salido.
“Espero que te encuentres bien, si quieres puedes responder a este mensaje, solo quería saber si estabas viva todavía.”
Y una carita feliz. No hubo respuesta en ese momento, supuse que estaría ocupada. Me metí a bañar, recordando que tenía que ir a donde la profesora. Esta noche si era posible. Suspiré. Ser un fantasma y estar casado nos e compaginaban en nada.
Por suerte, Akane no parecía estar de humor y no lo estuvo. Ella aparecer todavía tenía que pensar. Imagino que por lo que le había dicho su madre. Hubiera querido intervenir, decirle algo, pero se supone que yo no sabía nada todavía. Así que no podía abordar el tema.
Sea como fuera, me dediqué a ser buen esposo, al menos la parte que sabía acerca del tema.
–Tu comida es deliciosa. –
Comenté, mientras comíamos, ella me miró y sonrojándose un poco, sonrió.
–Le puse cariño. –
Respondió y se dio la vuelta para que no la mirara. Vimos televisión y Akane se fue a dormir temprano.
Hora de actuar.
Lo primero que hice fue ir a mi habitación y cambiarme de ropa, escuché como Akane se levantaba, bajaba a la cocina, y volvía a su habitación. Imagino que por un vaso de agua o algo así, pero no presté atención.
Tenía que hacer esto más temprano de lo normal, pero el que la gente viera a un sujeto con una máscara llamaría la atención así que aunque la llevé, no la tenía puesta.
Y si la maestra se daba cuenta de que el famoso fantasma era uno de sus alumnos, estaría metido en un lio muy grande. Podía ser que incluso me expulsara, o que encontrara la forma de expulsarme, pues sentiría que se habían burlado de ella.
Suspiré para mi mientras esperaba detrás de un farol de la calle, a unas cuantas casas de la casa de la maestra, a que la calle estuviera vacía
Estaba a punto de oscurecer cuando aproveché la pequeña oportunidad que tuve y entré en la propiedad de la maestra, ya con la máscara puesta, buscando la forma de entrar. Al parecer no había nadie en casa, y yo no podía decir si eso era algo bueno o algo malo.
Escalé como pude hasta uno de los balcones, que al parecer era el de una habitación vacía y entré, todo esto con el menor ruido posible. Era una habitación que imagino sobraba en la casa de la maestra. Quizá los dioses por fin se habían apiadado de mi al hacerme las cosas más fáciles.
O quizá de quien se habían apiadado era de Ayasara Sensei. Tenía más sentido para mí, ya que ella había sido buena y diligente todo este tiempo.
Creo que en realidad me gustaba la maestra.
Abrieron la puerta de la habitación justo después de que me escondiera en la parte de atrás de la puerta.
–¿Ho… Hola? –
¿Por qué me estaba escondiendo? Me preguntaba en ese momento. Pero no podía salir solo así, tenía que parecer que había aparecido. La ventana seguía abierta, pude ver a la maestra entrar a la habitación, mirar hacia el balcón, y cerrar la puerta al salir.
Todo esto sin que ella me viera.
¿Cómo debería decirle que estaba aquí?
Me preguntaba en ese momento. Cabe resaltar que acababa de oscurecer en realidad, y que ella todavía no iba a estar dormida a estas horas.
Después de que la escuché bajar las escaleras, salí de aquel cuarto y fui directo a su habitación, todo esto intentando no hacer nada de ruido. Estando allí pude escucharla de nuevo, ella estaba cenando. Si aparecería de la nada, solo así, lo más probable es que ella estuviera tan confundida que gritara.
Eso sin contar que las cosas no habían resultado muy bien la última vez. Mientras pensaba en esas cosas, buscaba en su habitación. Alguna cosa que pudiera mover de allí que le diera la impresión de que algo le había movido al propósito, y que además, estuviera relacionado con el fantasma.
Y lo encontré.
En uno de los cajones de la cama. Eran las pantis que ella se había puesto la última vez que estuve aquí, no creo que ella las usara con frecuencia, así que las saqué y las puse sobre la cama para que ella se diera cuenta, luego salí de la habitación y me escondí en una de las habitaciones que estaban al fondo, que tenía la apariencia de una oficina.
¿Era este el sitio donde la maestra calificaba los exámenes cuando no estaba en la escuela? Eso parecía, de hecho había una pila de documentos que parecían ser cosas escolares. Ella era muy dedicada a su trabajo. Escuché como subía las escaleras y me asomé un poco por el pequeño agujero de la llave de la puerta. La vi subir y entrar a su habitación. No salió.
Abrí la puerta sin hacer nada de ruido y cuidando mucho mis pasos, me acerqué lentamente, de nuevo, a la puerta de su habitación. Estaba semi abierta, y la maestra estaba parada allí, con esa ropa interior en las manos. la escuché sollozar.
En ese momento di un paso y la maestra se dio la vuelta asustada, me miró por unos momentos y puso las manos atrás.
–¿Quién eres? ¿Qué haces aquí? ¿Qué quieres? –
Ella hizo esas preguntas nerviosamente mientras se limpiaba las lágrimas nerviosamente. Avancé un paso y ella retrocedió, pero como estaba junto a su cama no fue mucho lo que pudo retroceder.
–¿Quién eres? Exijo una explicación. –
Encogí de hombros, y continué caminando hacia donde estaba, ella tomó algo, un marco con una fotografía y amenazó con arrojármelo, yo me detuve.
–¿Eres el fantasma? –
Preguntó ella… aun temblando, yo asentí con la cabeza.
–Dime algo, habla. –
Negué con la cabeza y ella se desesperó.
–No puedes venir aquí y hacer lo que te dé la gana. –
Me chilló. Yo me acerqué a ella y tomé la fotografía que ella todavía tenía en la mano y la coloqué en el mueble de la mesa.
Derramó más lágrimas, sollozando.
–Al menos dime qué hice mal la última vez… –
No dije nada, solo alcancé su cara con la mano y limpie sus lágrimas, ella lo permitió, luego se movió a un lado.
–No estoy lista de todos modos, no me he bañado… –
Se llevó las manos al pecho y se apartó de mi un paso. Yo quería hacerle saber que no me importaba y me acerqué de nuevo a ella.
–¿Qué? No, no está bien… una mujer debe estar… lista para esas cosas… no puedo estas solo disponible así nada más y… –
Volteó a verme, observándome detenidamente. No se me ocurrió pensar que podía estar enfadada por lo que pasó la última vez, aunque creo que ese era el caso. Como fuera, le demostraría que no tenía sentido enojarse con un fantasma, eso debería estar bien.
Hice una breve reverencia.
–¿Cuentas conmigo? Yo… también… yo también cuento contigo pero… –
Sin darle tiempo a decir más me acerqué a ella y acaricié su cara, Ayasara–Sensei tuvo un sobresalto.
–Tus manos… son cálidas… como las de un chico de verdad… –
Es porque era un chico de verdad, pero eso no se lo iba a decir, ella restregó su mejilla contra mi mano, al parecer, estaba deseándolo mucho. Puse mi otra mano en su cadera y la acerqué a mi como si fuera a abrazarla, ella lo permitió aunque temblaba.
–No… no le vas a decir a nadie ¿cierto? Nadie se va a enterar de esto… –
Titubeó, yo negué con la cabeza y Ayasara suspiró.
–¿No vas a hablarme? Puedes confiar en mi… no voy a decirle a nadie… –
Tentadora oferta, pero no, no podía darme ese lujo, me concentré únicamente en lo que estaba haciendo, acariciando sus piernas y su trasero con toda mi habilidad, mientras mi otra mano seguía en su cara, pude sentir como su cuerpo se movía al ritmo de mis manos.
–Estoy calentándome… –
Levanté su falda mientras ella decía eso, tuvo un sobresalto, pero tomé uno de sus pechos para evitar que escapara por el miedo y la tensión. Comencé a acariciarlo con algo de fuerza, apretándolo en mi mano a través de su blusa. Ayasara Sensei por fin sonrió.
Se desabotonó ella misma la blusa, dejando ver un par de pechos firmes y duros que temblaron dentro de su sostén.
–No sé qué está pasando… yo no soy así de atrevida… –
¿Por qué estaba pensando en esas cosas? Si parte de la razón de hacer esto así, era para que ella se liberara un poco, incluso si ella tuviera un novio o algo, tenía una imagen que mantener. Le saqué el sostén en ese momento, llevando mi mano por su espalda para poder desabrocharlo.
La atraje hacia mí con fuerza, asegurándome de dejarla sentir mi pene que ya luchaba por salir del pantalón, ella me atrajo hacia ella con fuerza también, tratando de que el bulto se acomodara en su entrepierna, continuaba masajeando sus pechos mientras la tomaba por la cintura.
–Puedo sentirlo junto a mi… esta tan desesperado… –
Comentó ella, a media voz. La empuje un poco para recostarla sobre el suelo, su cabeza se recargó a un lado de su cama. Me bajé el cierre mientras ella me abrazaba con fuerza, aspiró cuando escuchó el sonido de mi cremallera y pudo notar que mi pene estaba suelto y desesperado por encontrar la entrada.
–Yo… no sabía… que los fantasmas olían tan bien… podría quedar prendida de ti si continuas… –
No dije nada, ya no estaba hablando coherentemente y su respiración estaba muy acelerada. Así que solo me abrí paso completo por en medio de sus piernas, para tomarla allí mismo donde estaba, bajé mi mano siguiendo la humedad que estaba llamándome.
–Nunca habían sido tan violentos conmigo… ¿Tanto te gusta mi cuerpo? ¿No quieres ir a la cama? Puedo… quitarme las pantis primero… nunca lo he hecho con ropa… esto es… –
Metí mi mano dentro de sus pantis, estaba mucho más húmeda y mucho más caliente de lo que creí, parecía que se estaba derritiendo, voltee a mirar su rostro, estaba roja de la cara y respiraba con dificultad, aunque ahora más que asustada, parecía sorprendida.
Sonreí, era una lástima no poder chupar esos pequeños pezones, de hecho una gran parte de las cosas que sabía hacer, no podía hacerlas si tenía la cara cubierta, pero traté de concentrarme en lo que si podía hacer, y sin decirle nada más ni esperar nada más, allí donde estaba, quité sus pantis del camino, haciéndolas a un lado y hundí mi pene en ese cuerpo tan suave y generoso.
–Oh…. –
Ella dejó escapar ese sonido mientras echaba la cabeza hacia atrás, y en un gesto desesperado, me abrazó con fuerza mientras comenzaba a convulsionarse.
–Me vengo… –
Gimoteó, aferrándose a mi mientras sus piernas se separaban todo lo que podían, dejando que su vagina succionara y se adaptara a la forma de mi miembro dentro de ella.
Continuó con su orgasmo solitario mientras trataba de mover sus caderas hacia un lado y hacia el otro, intentando rozar todos los puntos que pudiera a la vez, quizá con la intención de prolongarlo.
–Perdón… yo no debí hacerlo sola pero… no pude evitarlo, lo siento… –
Se disculpó luego, sin dejar de abrazarme, respirando para poder olfatearme y con la respiración acelerada, yo puse una mano sobre uno de sus pechos, y acomodándome un poco, comencé a empujar suavemente.
–Se está moviendo… dentro de mi… es… grande… –
La tomé de la mano y continué empujando en su interior, restregando su cuerpo con mis movimientos y empujándola contra la cama en la que estaba recargada, ella solo separó sus piernas y las levantó para permitirme hacer, continué perforando aquel cuerpo tan delicioso mientras la escuchaba gemir y lloriquear, hablando sin sentidos.
–Está besando mi interior… tan profundo. –
Aquello era de locos, incluso para mí, tuve que concentrarme para no terminar en ese momento, al menos ella no estaba concentrándose, hablo de que ella si terminó. La imagen de una maestra con las medias en las rodillas, las piernas abiertas y sin la blusa es sin duda una de las cosas más eróticas que he visto en mi vida.
Sus pantis removidas mientras las tenía puestas y empapadas en sus jugos de amor ya no tenían ninguna utilidad. Ayasara Sensei me miró mientras respiraba pesadamente, tratando de incorporarse. Creo que quiso ponerse de pie, pero sus piernas todavía no respondían con normalidad.
Abrió su boca y me mostró su lengua.
–Puedo… terminarlo así… si quieres… –
Ofreció ella, no tuvo que decirlo dos veces, me acerqué a la maestra colocando mi pene sobre su lengua, que comenzó a hacer círculos mientras ella empezaba a succionar, no diré que era buena, pero ponía empeño en ello. Poco a poco se notó que la maestra fue recuperando la respiración, porque comenzó a hacerlo con más fuerza y más rápido.
Hasta que bueno, no pude evitarlo y lo arroje sobre ella, lo saqué justo a tiempo. Ayasara–Sensei quedó cubierta de ello mientras se reía.
–Podías haberlos puesto en mi garganta si quieres… no me hubiera molestado… en realidad, nada de lo que hicieras ahora me molestaría. –
Esa era una buena respuesta, la tomé de la mano e hice que se levantara, ella me miró todavía expectante y la coloque sobre la cama de espaldas, con las rodillas en el suelo.
–¿Esta posición? Pero… es un poco… –
Me hinqué frente a su trasero y retiré la máscara un poco, no es que quisiera hacerlo así, más bien pensé que era la única forma de hacer esto sin que ella pudiera ver de quien se trataba, aunque tenía la impresión de que en ese momento no hubiera importado.
De todos modos no me arriesgue.
Tampoco es como que ella estuviera desesperada tratando de saber quién era, se estaba dejando llevar. Comencé por lamer a conciencia todo el exterior, tomando algo de tiempo para quitar sus pantis del camino, ella se sobresaltó al darse cuenta de que estaban lamiéndola.
–Espera… estoy sensible ahora… –
Pidió, pero yo no le hice caso, solo seguí con lo que estaba haciendo, acariciando sus piernas y su trasero mientras tanto, aumenté mi ritmo en medio de las quejas de Ayasara–Sensei, que me pedía que me detuviera, pero como no lo hice, sucedió lo inevitable.
Quiero decir que volvió a terminar. No fue tan espectacular como el primero, pero asumo que fue porque ella ya estaba cansada.
Eso es a lo que yo llamo un trabajo bien hecho. Volvía ponerme la máscara luego de eso, ella estaba todavía medio perdida en ese último orgasmo. Yo me planteaba la posibilidad de continuar, pero algo así podía habernos hecho llegar tarde a los dos al trabajo al día siguiente, así que sin decir palabra, desaparecí mientras ella estaba todavía distraída.
Literalmente, volví a desaparecer, sin hacer ruido, sin decir nada, solo me fui de allí.