Haru No Yurei - Volumen 4: 17. Problemas.
Capítulo 17: Problemas.
Calculé mal. Calculé todo mal.
Otra vez.
¿Por qué tuviste que intervenir Toshikane? ¿Cuándo vas a aprender a dejar las cosas como están?
Maldita sea.
–Entonces… –
Traté de recomponerme, ella miró a otro lado por unos segundos.
–Era mentira cuando dije que no me habían tocado. Fueron solo unos segundos… y bien… fue por sorpresa… realmente no quiero hablar de eso. Aun soy… pura, si es algo que importe… no quiero que eso cuente… –
Asi, de la nada, Kaminari estaba diciéndome allí, a media calle, que el novio de su madre la había tocado.
Ni siquiera tuve el corazón para corroborarlo.
Esto es cosa seria. No más juegos.
–No cuenta. No deberías preocuparte por ello. –
Respondí. ¿Qué otra cosa le decía? Ella se puso en modo alerta.
– ¿No cuenta porque tú lo dices? –
Preguntó ella.
–No cuenta porque tú no estabas de acuerdo. ¿Lo estabas? –
– ¡Claro que no! Es decir… hablemos de algo diferente ¿Quieres? Realmente no es algo que quiera conversar… –
–Realmente deberíamos llamar a la policía… –
Respondí.
–¡Mi madre me echaría a la calle! ¿Qué se supone que haría? Sola… sin dinero… ni amigos. Y ahora en la calle… sin un sitio a donde ir. ¿Qué haría entonces?… No eres muy inteligente. –
Me reclamó ella, cruzando los brazos.
Normalmente la escuela y vagar con los amigos sirven en estos casos. Pero en vacaciones… puedo entender por qué ella pasaba todo ese tiempo con su novio incluso si no le importaba en absoluto. Kurimo se quejaba de eso antes.
–Sigo pensando que yo no soy el más indicado. Pero honestamente, no creo que simplemente vaya a aparecer algo mejor justo ahora. ¿Por qué no vienes un rato? ¿Ya comiste? –
Nowaki me miró, carente de expresión.
–Estoy a dieta. –
Dijo ella. No necesitaba ninguna dieta. Era muy obvio que no quiso decir que no.
–Que mal, porque no me agradan las dietas. Ven conmigo. Te invito a comer, al menos algo más que solo helado. –
Ella soltó una risita con melancolía.
–Solo sirvo para dar problemas. –
Dijo ella. Yo voltee a verla.
–Pues vas a tener que encontrar más cosas para las que sirvas, porque es un poco demasiado pronto para rendirse. –
Respondí. Ella infló las mejillas.
–No me digas que es demasiado pronto. Tengo catorce, y seis meses. Ya no soy una chiquilla. –
Se quejó.
–Wow. Tú sí que eres grande. Tan grande que te estás haciendo anciana. ¿Has pensado en retirarte? –
Pregunté. Ella me miró feo.
–¿Enamoraste a Hatami-san siendo tan frio? Puedes halagarme un poco. ¿Por qué siempre eres tan indiferente? –
Preguntó ella. Algo tendría que haber escuchado. Kurimo nunca fue especialmente discreta con el tema.
–Puedes preguntarle en un momento. La verás cuando lleguemos allá. –
Respondí. Ella volteó a verme, un tanto asustada.
–¿Y está ella bien con eso? Porque yo no recuerdo haberle agradado mucho. –
Respondió, alarmada. Yo encogí de hombros.
–Ya le preguntaré cuando llegue, aunque siendo honestos, realmente no importa. No le estoy preguntando. –
Respondí. Encogiendo de hombros. Supongo que desde su punto de vista eso no sonaba a buenas noticias para nada.
–¿No te importan sus sentimientos? ¿Qué clase de novio eres tú? ¿Quién te crees? ¿Eh? –
Reclamos serios, a medias, podría decirse.
–Pues por lo visto, alguien a quien le encanta tener problemas. –
Respondí. En parte por lo que iba a pasar en cuanto abriera esa puerta, en parte, si, estaba coqueteando con ella abiertamente.
Y funcionó, porque ella perdió el aliento.
–Ah… vaya… Somos… compatibles entonces… –
Comentó ella, y enrojeció. Vaya, asi que ella también puede hacer esa expresión en el rostro. Se veía linda.
–No pensemos en eso ahora. Un problema a la vez. –
Respondí, mientras seguía caminando. Ella solo asintió, y me siguió, recuperando su compostura y sus ánimos de siempre.
–No me respondiste. ¿Por qué eres tan frio siempre? ¿Y cómo es que de todos modos consigues que las chicas te quieran? No eres para nada como en las películas… –
Se quejó ella.
Los hombres deberíamos dejar de ver pornografía. Las mujeres deberían dejar de ver películas románticas.
–Las cosas no son como en las películas, Kaminari–san. –
Respondí, mientras entrabamos al tren.
––––––––––
Una vez que el tren comenzó a avanzar, tuve la oportunidad de pensarlo por segunda vez. ¿Cuáles son las posibilidades reales de que esto salga bien? Probablemente muy pocas. De todos modos lo voy a hacer, como todas las otras veces.
Fue allí que me di cuenta de que, Nowaki no tiene idea de lo que está haciendo. Actúa muy segura y todo, pero no sabe qué debería hacer. Una chica que tiene experiencia, alguien que ha tenido novio y eso, aprovecharía la aparente estabilidad del tren y lo lleno que se pone para acercarse. A Nowaki la aplastaron contra la puerta como si fuera una sardina.
Se acercó a mí con coraje.
–¿Qué le ocurre a todo el mundo? –
Preguntó ella, molesta.
–Quieren llegar a sus casas. ¿No habías viajado en tren antes? –
Pregunté. Ella asintió.
–Claro que sí, pero no estaba tan lleno. ¿De dónde sale toda esta gente de todos modos? –
Preguntó ella, tratando de recuperar la imagen antes de parecer patética por haber sido aplastada por un montón de hombres cansados y sudados que ni siquiera notaron que ella es una chica.
–Bueno, es que es la hora en la que las personas salen de sus trabajos. Siempre se pone asi a esta hora del dia. –
También es la hora en que los estudiantes salen de sus casas, pero creo que ella no usaba el tren para eso. Bajamos del tren luego de un par de estaciones.
–Creí que me iba a sofocar… –
Dijo ella, tomando aire en cuando la gente que bajaba se dispersó un poco. Luego me miró.
–¿Soportas esto todos los días? –
Preguntó ella luego de unos momentos.
–Bueno… es que cuando eres hombre no es tan molesto. Entiendo que te sientas así, pero a veces uno no lo ve de la misma forma. –
Respondí.
–Pues que asqueroso… al menos deberían poner ventilación… –
Se quejó ella. Supongo que quería sentirse algo consentida. Ella quería que yo estuviera de acuerdo con ella en sus quejas.
–Había ventilación… –
Respondí, pude ver como eso la hizo sentir escalofríos.
–Los hombres son asquerosos… –
Dijo ella, y comenzó a caminar, yo encogí de hombros.
–Bueno. ¿Qué puedo decir? –
En eso tenía razón. En más de un sentido, pero como era un tema sensible en este momento, no quise meterme más a fondo.
–––––––––
Los problemas comenzaron apenas abrí la puerta de la casa, pero no exactamente como lo esperaba. Adentro, en el cuarto de Akane, escuché gritos.
…¿Cómo es que eso no va a ser un problema? Se enojó conmigo…
Akane estaba gritando, bastante alterada, diría yo. También parecía estar llorando. Una voz intentó calmarla.
…Fumishi–chan, no es tan grave, solo has de disculparte y ya está. No es como que se vaya a ir a buscar a otra solo por eso…
Era Mizumi, la “amiga” de Akane. Al parecer, estaba en el cuarto con ella.
…No lo entiendes. No se trata de eso. Es que lo rechacé. Ayer por la noche una vez y hoy por la mañana de nuevo… ¿Por qué hice eso?…
¿Akane había estado asi desde que me fui? Cuando hablé con Mizore no me dijo nada acerca de un problema.
…Bueno, no puede evitarse. Seguro que él sabe cómo te sientes, solo tienes que hablarlo con él. No te pongas asi…
Mizumi trataba en vano, de calmarla. No puede, porque solo hay una forma de que Akane se calme. Suspiré.
Nowaki me miró como esperando mi reacción.
–¿Más problemas? –
Preguntó ella.
–Mejor subo a arreglarlo. Espera en el sofá si quieres ¿De acuerdo? –
Respondí. Luego, dejando mis zapatos, subí al cuarto y abrí la puerta. Encontré a Akane sentada en la cama, hecho un mar de lágrimas, con Mizumi tratando de alentarla de algún modo. Se notaba que estaba empezando a perder la paciencia también.
–Ah, aquí está. ¿Lo ves? No es nada grave. –
Anunció Habara, luego me miró con cara de “Haz algo” y se apartó ligeramente. Akane alzó la mirada, y me miró con los ojos hinchados en llanto y una expresión melancólica como si le hubiera dicho que nos íbamos a separar.
–¿Akane? –
Ella enjugó las lágrimas, pero no dijo nada.
–Ya volví… –
Repuse. Luego miré a Habara.
–Déjanos solos un momento. –
Le pedí a Habara, quien asintió y salió. Supongo que ella estaba esperando por esto tal vez mas que Akane, quien no dijo nada, solo me miraba.
–Ya volví… –
Repetí. Akane se puso de pie y bajó la cabeza.
–Bienvenido a casa… –
Dijo. Yo suspiré.
–¿Y? –
–El baño está listo… –
Respondió ella, con una voz apenas audible.
–¿Y? –
Akane temblaba. Creo que llevaba llorando un buen rato ahora.
–Y la cena… –
Y se puso a llorar, esta vez en silencio.
–Pero yo no… –
Mustió, llorando. Tenía mucho tiempo que ella no se ponía asi. Ahora que lo pensaba, ella no había hecho una escena parecida en mucho tiempo. Cuando llegó aquí fue la única vez.
–¿Y? creo que ya habíamos hablado al respecto de esta clase de cosas, Akane. Y creo que te había dicho que si no estás cómoda, lo mejor es que esperemos. ¿No fui claro entonces? –
Ella asintió.
–Si pero… te enojaste… –
Mustió ella, tratando de contener sus lágrimas.
–No estoy enfadado… –
Respondí. Pero era mentira y Akane sabía eso perfectamente bien.
–¡Si te enojaste! Te vi… hiciste esa cara… te enojaste conmigo por el rechazo… –
Sí. Es muy frustrante ser rechazado. Es una reacción que no puedo evitar. Si me enfadé un poco, lo admito. Lo entendí inmediatamente, pero ella vio mi enojo.
–Si, tal vez. Nada que un abrazo no pueda solucionar, Akane. –
Ella se acercó lentamente y extendió sus brazos alrededor mío. La atraje suavemente hacia mí y presioné su cara contra mi pecho.
–¿Entonces no estas enfadado? ¿Me sigues amando? –
Preguntó ella.
–Akane, deja de pretender que no me conoces ¿Quieres? Sabes bien que te perdonaría cualquier cosa. Simplemente porque estoy loco por ti. Y te lo dije antes y lo digo ahora también. Eso no ha cambiado en absoluto. –
Akane me abrazó y me apretó con fuerza. No digo que hubiera deseo en ese abrazo, pero le agradó saber que de todos modos, provocó la reacción acostumbrada. Incluso se acomodó para no estorbar mi erección, y paseó su mano por el área.
–Bienvenido a casa… el resto tendrá que esperar, pero prometo que valdrá la pena ¿Esta bien? No te impacientes. –
Y por fin se rio.
–Esperaré. Lo prometo. Además… bueno, tenemos vi… Oh demonios. –
Me separé de Akane y le puse una mano en el hombro.
–No creo que se estén llevando bien… –
Solté eso a una Akane confundida. Hablaba de que, Habara y Nowaki son primas, y no parecen la clase de personas que sean muy cercanas, considerando la situación. Miré a Akane.
–Akane, tenemos un problema. Necesito aquí a la señora de la casa ¿Si? –
Pregunté. Akane asintió con la cabeza.
–Has vuelto a hacer de las tuyas ¿No es cierto? –
Preguntó Akane enojándose.
–Te enojas conmigo luego ¿Si? Ahora mismo… mejor bajamos… –
Salí de la habitación después. Akane parecía necesitar unos momentos para acomodarse el maquillaje, porque había estado llorando.
Justo como se esperaba, Mizumi estaba frente a Nowaki, en esa postura que adoptan las chicas cuando están molestando a alguien. Por si eso fuera poco, Kurimo estaba allí también. Imagino que descendieron sobre ella sin piedad alguna.
Aun así, prefirió soportarlo que solo irse.
–¿Qué está ocurriendo? –
Pregunté. Kaminari me miró y poniéndose de pie, se puso detrás de mí.
–Eso es lo que yo quiero saber. En cuanto bajé las escaleras, estaba esta… indeseable sentada justo allí, de la nada. Ya le pregunté a tu otra esposa y ella dice que ella no la trajo… –
Indeseable. Ni siquiera sé por dónde empezar. Suspiré.
–Perdón por dar problemas. –
Susurró Nowaki detrás de mí.
–Dejaré que Akane se encargue de ti… –
Le dije, luego miré a Kurimo.
–¿Y bien? –
Pregunté, Kurimo infló el pecho, orgullosa.
–Es una perra. –
Afirmó. Yo solo arquee una ceja.
–Ella tiene razón, nadie quiere que ella esté aquí. ¿Por qué no mejor te suicidas? –
Insistió Mizumi. Akane bajó las escaleras, ya más recompuesta.
–Nadie aquí va a suicidarse. ¿Qué es lo que está ocurriendo aquí? –
Mizumi cambió su tono de voz cuando habló con Akane.
–Verás, Fumishi–chan. Esta… cosa de aquí, es una indeseable que desde que nació solo ha provocado problemas. Seguro que ahora está ideando alguna cosa para intentar quitarte a tu esposo. Es una perra, te lo aseguro… –
Kurimo miró a Mizumi, luego me miró a mí.
–Parece ser que ser la novia de Onii–san no le bastó, y ahora vienes a por mi novio. Eso es solo jugar sucio. –
Se quejó Kurimo.
–A alguien le importaría explicarme ¿Qué está ocurriendo aquí? –
Preguntó Akane. Yo encogí de hombros.
–La explicación tendrá que esperar. Solo sirvan la cena. –
Kurimo encogió de hombros.
–Puedo servirte de cenar si quieres, pero no le voy a servir a “esta” –
Anunció.
–Entonces sírveme doble. –
Respondí. Encogiendo de hombros.
–Akane, encárgate por el momento de Mizumi–san ¿Quieres? Necesito que se mantenga alejada de la visita ya que al parecer, no sabe cómo debe tratarse a una visita. –
Akane se llevó las manos a la cintura, mirando a Habara, quien me miró feo.
–Yo solo exponía lo que es obvio… –
Se quejó Habara. Voltee a ver a Akane. Ella asintió con la cabeza.
–¿Por qué no solo vienes conmigo? –
Se llevaron a Mizumi. Me senté en la mesa e hice que Nowaki se sentara conmigo. Kurimo iba y venía con los platos, nerviosa y molesta.
–Aquí tienes. Ahora si me disculpan… –
Se despidió. La detuve del brazo antes de que se fuera.
–¿A dónde se supone que vas? Quiero hablar contigo. –
Le anuncié. La solté luego y ella hizo un gesto.
–No me voy a sentar donde ella está sentada. –
Se quejó.
–No te lo pregunté. Ahora siéntate. –
Kurimo entendió que me haría enfadar en serio si continuaba y se sentó, pero no tocó la comida. Nowaki tampoco comía, solo jugaba con su tenedor.
–¿Lo ves? No quiere comer. No sé por qué tenías que traerla entonces. –
Se quejó Kurimo.
–¿Terminaste? –
Pregunté. Ella giró la cara.
–Solo me distraje un momento y ya te puso en mi contra. –
Se quejó. Nowaki tiene que haberse sentido protegida, porque decidió que era una buena idea molestar a Kurimo en ese momento.
–Bueno, no pudo resistirse. –
Dijo ella, riendo como si aquello le hiciera mucha gracia. Kurimo se levantó violentamente.
–Listo ¡Es todo! –
La detuve del brazo de nuevo.
–Siéntate. –
Ordené. Luego me giré a Nowaki.
–Tú deja de mentir. –
Kurimo se puso a llorar.
–Te tiene en sus garras. Estás en mi contra… –
Se quejó ella, lloriqueando.
–Kurimo, acabo de salir del trabajo. No ha pasado nada entre Kaminari–san y yo. Salí. Me encontré con ella. Vine a casa. Es todo. Estas armando un enorme berrinche por una tontería. –
Respondí.
–Y de todos modos viniste hasta aquí a frotármela en la cara… –
Me chilló.
No va a entenderlo ¿cierto? Me puse de pie, me acerqué a ella, y le di un beso en la mejilla. Allí mismo. Kurimo se quedó en silencio por unos momentos, luego me miró, atónita, mientras el rubor comenzaba a subir por sus mejillas.
–¿Ya? Nadie está en tu contra, no te voy a dejar, no estamos hablando de eso. –
Le dije. Kurimo negó con la cabeza.
–No… tú no intentes co… convencerme. ¿Qué no te das cuenta de que la odio? –
Tuvo problemas para hablar, supongo que la impresión fue algo grande, pero al menos la idea de que de algún modo Nowaki me puso en su contra se fue de su mente.
–Después de todos los problemas que causaste… –
Dijo Kurimo, apretando los puños.
–Bueno, lo siento… –
Respondió Nowaki, encogiendo de hombros, pero no lo sentía para nada, y fue muy obvia.
-Onii-san no… –
Se quejó Kurimo, pero Nowaki encogió de hombros.
–Son tal para cual. El otro tampoco sabe hablar de otra cosa que no sea su hermana pequeña. Tampoco es que fuera muy inteligente con las chicas. –
Se excusó, mirándome. Creo que ella quería decir que Misato solo sabía hablar sobre Kurimo. Tiene sentido si tomamos en cuenta la clase de relación que había entre ellos.
–No hablo de eso. ¿Tienes una idea de todo lo que está mal por tu culpa? –
Se quejó Kurimo.
–Oye. Eso me ofende bastante. –
Repliqué. ¿Qué es lo que estaba mal? Me preguntaba en ese momento. Kurimo se corrigió.
–No… no hablaba de eso. Todo lo que tuve que pasar solo porque esta… estúpida no quiso cumplir con lo que le corresponde. –
Se quejó Kurimo. No pude menos que sonreír. Sonreí porque fue muy obvio que iba a decir la palabra “Indeseable” y se detuvo. ¿Por qué se detuvo? Porque se dio cuenta de que eso sería excederse. Algo tiene que haber sentido cuando escuchó a esa Habara decir “suicídate” como si no fuera nada. Que su coraje personal no lo dejara demostrarlo es otra cosa.
–¿De qué se supone que me estás hablando? –
Preguntó Kaminari… yo voltee a verla. Creo que realmente no tenía idea. Supongo que no es la clase de cosa que Misato le diría de todos modos.
–Tu… negativa a dormir con tu ex novio provocó varios problemas. Serios problemas. –
Respondí. Ella se llevó una mano al pecho. Estaba roja de la cara, y no parecía ser solo vergüenza.
–¿Disculpa? Lo que yo haga con mi vida no es asunto de nadie. ¿No tengo derecho de decidir con quién quiero dormir? ¿Es eso lo que me están diciendo? Es mi cuerpo de lo que están hablando. ¿No tengo decisión en eso? –
Eso contradecía lo que yo le había dicho antes. Y eso la puso del peor de los humores. Creo que en lo que respecta a ella en especial, es un tema delicado.
–¿De qué derecho me estás hablando? Tú te declaraste ¿No es cierto? Entregaste ese derecho cuando le pediste que fuera tu novio. Era muy obvio que tenía que pasar. El hecho de que lo retrases es solo horrible de tu parte. Hay muchas como tú en la escuela. Dicen que son y pueden y cuando llega el momento huyen a esconderse tras las faldas de sus madres. Te paseabas frente a él ofreciéndote y cuando llegaba el momento de hacerse responsable, escapabas. Lo vi muchas veces. –
Si bueno. Kaminari es en parte la causa por la que ella acabó viviendo aquí. Seguro que eso le recuerda cosas muy malas a Kurimo.
– ¿Ahora soy la mala de la historia? Pues disculpa si no estaba lista. No todas estamos tan… predispuestas a esas cosas sin alguna seguridad. Algunas preferimos esperar para saber si es el indicado. –
Se quejó ella.
–Siempre has sido la mala de la historia. Te declaras cuando ya sabes si es el indicado. Primero matas el atún, luego lo cocinas. No a la inversa. Onii–san te quería. –
Kurimo me comparó con un atún.
–Pues qué pena. Pero no voy a entregarme a alguien que dice quererme, solo para salir embarazada y que todo ese cariño salga volando por la ventana. –
Replicó Nowaki, alzando la voz. Kurimo hizo una señal con la mano, desinteresada.
–Había escuchado esas tonterías antes. ¿Por qué le tienes tanto miedo al embarazo? Eres mujer, se supone que tengas hijos. Asi es como funciona. –
Reclamó Kurimo. Para ella era tan simple como sumar uno mas uno.
–Pues disculpa si una tiene sus reservas. ¿Por qué le tengo miedo? Porque soy eso. ¿Sabes? Ese es el problema, ese es todo el maldito problema. Yo no tenía que haber nacido. Mi madre se embarazó por accidente. ¡Yo fui un accidente! –
Empujó su plato con comida, que no había tocado para nada.
–Sabía que esto era una mala idea. Ni siquiera sé por qué decidí venir. Quédate con tu novio perfecto… yo me voy de aquí. –
Kurimo se quedó allí parada mientras ella abría la puerta, poniéndose los zapatos. Una vez que Nowaki cerró la puerta tras de ella, Kurimo me miró.
–¿Por qué la llaman “indeseable”? –
Mire a la puerta, y luego a Kurimo, sin decir nada.
–Tú ya sabías esas cosas ¿No es cierto? –
Preguntó después. Yo asentí con la cabeza. Finalmente, y a solas, Kurimo admitió lo que realmente pensaba.
–Onii–san habría escapado. Lo conozco. No es responsable para nada. Habría escapado tal cual escapé yo. Y creo que habría ido a Hokkaido con mis abuelos. Habría nacido otro “indeseable”… supongo que eso es lo que ella no quiere. –
Dijo, mirando a la mesa. ¿Había incluso un plan de escape?
–¿Por qué esta aquí? No vino a comer ¿O sí? Es decir… –
Ah, se ofendió porque Nowaki no tocó el plato. Kurimo hizo la cena esta vez.
–Pues, la realidad es que necesitaba matar el tiempo en algún sitio. Le ofrecí venir y pensé que podía invitarla a cenar. Realmente no estaba pensando en nada más. ¿Tú qué opinas? –
Pregunté. Kurimo me miró y sonrió maliciosamente.
–Que le has gustado desde el dia en que te conoció. Y no la culpo. Puede que te haya presumido un poco demasiado antes… tal vez… eso influyó un poco… –
Respondió ella, juntando sus dedos.
–¿Por eso me llamó “perfecto”? –
Pregunté. Kurimo asintió con la cabeza.
–Cuando tú y yo nos conocimos, Onii–san recién salía con ella. A él no le agradó que yo tuviera novio, pero nadie dijo nada de que él tuviera novia. Supongo que él fue a quejarse con Kaminari–san acerca de lo que yo decía… puedo ver cómo va esa situación. –
Explicó Kurimo.
–Asi que de todos modos, sigue siendo tu culpa de algún modo. –
Respondí, poniendo un dedo en su mejilla.
–A ti te gusta… la quieres para ti ¿Cierto? –
Dijo y me miró.
–Algo asi… –
Admití. Kurimo suspiró.
–Bueno, ahora sé exactamente cómo se sintió tu esposa. Y puedo ver qué es lo que ella tiene que te atrae. Una chica rota más, una oveja negra más para tu rebaño. –
Me dijo, haciendo un ademan con la mano.
–Pensé que eran conejos… –
Respondí. Eso la hizo enrojecer y soltó una risita avergonzada como las que solía tener.
–Y… ¿van a hacer el ritual? –
Preguntó ella, mirándome con excitación y curiosidad. Yo encogí de hombros.
–Pues, a decir verdad, creo que ese conejo aún no sabe cómo invitar. Pensé que podía pedir consejo a quien sí sabe… sobre cómo se hace… –
Kurimo lo pensó por un momento.
–Eres tan sucio… –
Se quejó ella, pero no parecía una queja para nada. Parecía emocionada con la idea.
–¿Eso es un sí? –
Pregunté. Ella asintió con la cabeza.
–Deberías ir por ella. Solía quedarse afuera de la casa durante bastante tiempo antes de marcharse. Supongo que estará haciendo lo mismo aquí. –
Explicó Kurimo.
–Sí, lo recuerdo… iré a ver. ¿Está bien? –
Hablo de que, el dia en que la conocí, ella esperó afuera sin tener nada que esperar también. Ahora lo entendía. Ella esperaba a que fuera seguro volver.
–––––––––––
Evidentemente cuando salí, ella estaba allí. Recargada contra la pared de la casa, con los brazos cruzados. Estaba mirando hacia arriba.
–Ah, cielos… cinco minutos, es todo lo que necesitaba. Me marcharé, lo prometo. –
Esta chica está acostumbrada a que la echen.
–Sobre lo que hablábamos ayer… ¿Recuerdas? –
Comencé, ella negó con la cabeza.
–Escucha. Yo… retiro lo que dije. Ni siquiera sabía que esa Habara estaría aquí. Es demasiado para mí. Creo que me quedó claro, que yo no encajo aquí… –
Dijo. Una lágrima resbaló por su rostro.
–No encajo en ningún sitio… no iba a ser diferente ¿verdad que no?… –
Admitió, pero luego batió la cabeza.
–No… no. Ya no más de eso. Que molestia. –
Se golpeó las mejillas ligeramente, como tratando de recomponerse, dándose ánimos ella sola.
–¿Y porque de pronto todo se trata sobre el sexo? ¿Están obsesionados con ello? –
Volvió a su humor natural luego de eso. Lanzaba pensamientos aleatorios con tal de no deprimirse.
–¿Y si soy yo quien te lo pide? –
Pregunté. Ella volteó a verme, incrédula.
–¿Tanto amas los problemas? ¿Qué ocurre? ¿No tienes suficiente con todas esas chicas lindas? ¿O es que de verdad necesitas emociones fuertes en tu vida? Que patético te ves ¿sabías? –
Me dijo, supongo que quería tener la mejor parte en la conversación. Porque… no se negó.
–Sí, me gusta tener problemas. Pero sé reconocer cuando hay algo especial. Y estoy seguro de que, si lo intento, puedo sacar más que solo problemas de ti. –
Ella se giró para mirarme, y sonrió, honestamente halagada. Luego su sonrisa cambió por una melancólica.
–Aprecio lo que dices. Pero sé que lo estás diciendo solo por decir. Ni siquiera mi madre me quiere con ella. Solo sirvo para dar problemas. Yo soy solo eso, un problema, un error. –
Respondió Nowaki. Se hizo de noche y las luces se encendieron.
–Tal vez tienes razón, y necesito emociones fuertes. ¿De verdad vas a hacer un ofrecimiento como ese y retractarte? Creí que querías salir de allí… –
Kaminari bajó la cabeza.
–Sí pero… –
Comenzó a decir.
–Si es por Habara, ella se va a ir, solo está de visita. –
Aseguré.
–No… es que… –
–Y Kurimo tiene algo que decir al respecto también, vas a dormir con ella, después de todo. –
Respondí. Ella se enfadó.
–¡No decidas eso por tu cuenta! –
Se quejó, apretando los puños.
–¿Ya te diste cuenta de que ni siquiera tengo una bolsa? No traigo nada. Y además de eso ¿Qué hay de mi vida? ¿Qué de mis amigos? La escuela… No sabes nada. No puedes solo decir “Cambia de vida” y ya está. –
Se quejó ella. Encogí de hombros.
–Pensé que era lo que querías… –
Respondí.
–Si… y no… es decir, yo no creí que realmente aceptarías ¿Sabes? Es eso. Yo… ni siquiera sé porque lo dije. No estaba mintiendo, te juro que no estaba mintiéndote. –
Paso de reclamos a justificaciones en un abrir y cerrar de ojos. Ahora estaba llorando.
–Necesito pensar… –
Dijo ella, girándose para no mirarme, y luego girándose de nuevo para mirarme otra vez.
–Estás diciéndome que aceptas el trato… ¿Sólo así? es decir, todo lo que dijiste antes de que no nos conocemos. Todavía no me conoces muy bien… ¿Aun así? –
Repitió ella, como tratando de asegurarse.
–Sí. –
–Bien… verás… ya no quiero. –
Dijo ella, incluso respiraba con dificultad. Usó la misma respuesta que antes, con lo del helado.
–Es que… yo no tengo idea de qué hacer, y sé que lo que estás haciendo es muy grande, pero… bueno… yo ni siquiera sé si te gusto ¿Sabes? Y bien… no… no me gusta la idea, de… pues… vender mi cuerpo. –
Ella hablaba de que ofreció su cuerpo al que la sacara de donde estaba. Ahora la idea le parece desagradable.
–Voy a sonar como una boba ilusa por esto… pero lo voy a decir de todos modos. Quiero a alguien que me quiera. –
Dijo ella, y se sentó contra la pared, abrazando sus rodillas. Me acerqué lentamente y me paré al lado de ella.
–Bueno, al menos ahora tienes estándares. Eso es bueno. –
Le dije.
–¿Estándares? –
Preguntó ella, mirándome.
–Bueno, es que antes de esto no pedías nada como eso. Al menos es bueno saber que puedes ser ambiciosa. Querer más. –
–¿Eso es bueno? –
Preguntó ella, algo confundida.
–Sí, mientras sepas controlarlo, todo debería estar bien. Es bueno que quieras más de solo lo absolutamente necesario. –
Expliqué.
–Por eso… pues… no puedo hacerlo. No puedo dormir contigo solo asi. Es eso… –
Explicó. Yo encogí de hombros.
–No estoy haciendo nada de esto por acostarme contigo. –
Ella se puso de pie como un relámpago.
–Entonces ¿Por qué?… –
Se quejó.
–Bueno. Es mi culpa que terminaras con tu novio. ¿Recuerdas? Y siempre tomo responsabilidad por lo que hago, no importa lo que sea. Esa relación era tu medio seguro. Ahora ya no está. Te ofrezco uno nuevo. Permanente incluso. –
Expliqué. Ella me miró incrédula.
–¿Responsabilidad? ¿Estás dispuesto a llegar tan lejos? –
Preguntó ella, estaba llorando.
–Bueno, solo si aceptas… todavía puedes decir que no. También está bien si quieres pensarlo un poco. No importa realmente. –
Ella se sentó de nuevo, abrazando sus rodillas. ¿Era típico de ella? me preguntaba en ese momento. Se veía linda, aunque algo miserable para mi gusto.
–Dime… ¿Es asi como conseguiste a tantas mujeres? ¿Fingiendo responsabilidad? –
Preguntó ella. Suspiré y me senté al lado de ella.
–¿Desconfías de mí? –
Pregunté. Ella asintió con la cabeza.
–Más o menos. No pueden solo venir hasta ti y abrir la puerta a una nueva vida de la nada. La gente no actúa asi por nada. Y honestamente, yo no tengo realmente nada que dar a cambio… aparte de… bueno, a mí misma. Y tú dices que no quieres, y te creo. Pero ¿Qué me va a pasar entonces? –
Explicó ella, dejando de llorar y limpiándose las lágrimas.
–Como dije, puede esperar. No tienes que decidir ahora. –
Respondí. Ella negó con la cabeza.
–Sí, tiene que ser ahora. De haber sabido que llegaría tan lejos no lo habría dicho. Pero si digo que “no” ahora, no tendré cara para mirarte otra vez. Viviré con el arrepentimiento de haber dicho que no a la única proposición seria que me han hecho en la vida. Pero si digo que sí, entonces viviré aterrada de que te arrepientas un dia. –
Explicó.
–¿Por qué no lo intentas? Aceptar, quiero decir. Cuando quemas todos los puentes, el único camino es hacia adelante. Tal vez tienes razón, tal vez es demasiado repentino. Pero siendo sincero, asi ha sido siempre para mí. De un dia para otro tenía una esposa, y luego dos… y más. No tuve tiempo de pensármelo mucho. Tal vez por eso es que lo ofrezco tan fácil que parece irreal. –
Expliqué. Ella me miró atentamente y suspiró.
–Incluso… –
Comenzó a decir ella. Volteó a la puerta, yo sabía sobre quién estaba preguntando.
–Bueno, ya que lo mencionas. Sí. Un día ella estaba en el hospital, fui a verla, acordamos que vendría a vivir aquí, y al día siguiente, ella vivía aquí. No hubo nada que pensar. –
Nowaki bajó la cabeza, como comprendiendo un poco más de cómo habían pasado las cosas.
–Fue culpa mía ¿No es cierto? A eso te referías con problemas serios… –
Admitió Nowaki.
–Bueno, un poco. Creo que sería mejor que tuvieras la pintura completa antes de hacer un juicio, pero te sugiero, que si te sientes culpable, entonces no vuelvas a rechazar su cocina. Kurimo se esforzó en esa cena. –
Expliqué. Finalmente ella se puso de pie.
–Será tu culpa si te arrepientes después. Estas al tanto de que realmente no sirvo. Te advierto que soy perezosa y tonta y una inútil que solo sirve para dar problemas. Así ha sido desde que nací… Aun así quieres poner una carga más sobre tus hombros. Por mi está bien. –
Dijo ella. Supongo que estaba algo confundida, pero fue muy obvio que, lo que ella trataba de hacer, era que no tuviera altas expectativas. Si mis expectativas no eran muy altas, no podría arrepentirme después.
Puedo entender eso de ella.
–Así como es está bien. –
Respondí.
No quise replicarle, pero no existe nadie en el mundo que realmente no sirva para nada. Todos somos unos completos inútiles en algún momento, pero por algo se empieza. Me puse de pie, ella miraba hacia el cielo.
–Apenas me creo que realmente voy a hacer esto. No me dirás que dormiré en un trapo sobre el suelo ¿cierto? –
Preguntó ella, parecía que estaba tratando de bromear para aligerar el ambiente.
–Por el momento, creo que deberías quedarte con Kurimo. Ya te lo había dicho. –
–De todas las personas que conozco, nunca imagine que ella sería mi primera noche de chicas. –
Respondió ella.
–Ya arreglaré un lugar para que tengas tu propio sitio después. ¿Está bien? –
Expliqué. Ella me miró de reojo.
–¿Y si no lo está? ¿Qué entonces? ¿Tengo opinión acaso? Ya me voy dando cuenta de la clase de persona que eres, eres la clase de sujeto que hace lo que le viene en gana. –
Se quejó ella y cruzó los brazos.
–Me descubriste. –
Respondí, sonriendo y encogiendo de hombros.
–Oye. Nosotros ya hicimos planes. ¿No hay nada extraño en esto? Es decir… ¿Y tus padres? ¿Qué van a decir? ¿No se enfadan porque haces lo que quieres? –
Preguntó ella, mirando a todos lados. Yo encogí de hombros.
–Supongo que se enfadarían mucho… si vivieran. –
Respondí. Por primera vez desde que la conocía, Nowaki se quedó seria un momento, bajó la cabeza. No se esperaba algo así, yo creo.
–Vaya… es decir… lo siento… –
Me dijo ella, batió la cabeza.
–Y hace un momento yo estaba sintiéndome la persona más desdichada sobre la tierra… Me siento como una estúpida ahora… –
–Fue hace casi diez años ya. –
Respondí. Ella me miró aún más devastada…
–¿Se supone que eso lo haga menos triste? Hace diez años yo tenía cuatro, ¿Cuántos tenías tú? ¿Siete? –
Pregunto, un poco escandalizada. Es que es una chica.
–Más o menos. Como dije, ya no es importante. Pienso que lo hago bien por mí mismo, y ya no duele como al principio. –
Ella batió la cabeza.
–Bueno, eso lo pone en perspectiva. Ahora entiendo porque mis problemas no parecen tan grandes para ti. –
Respondió ella.
–Yo no he dicho nada como eso. En realidad es algo bastante serio. –
Respondí. Ella sonrió amargamente.
–¿Te parece? Porque… no tardaste mucho en solucionarlo… –
Respondió ella, tomando su teléfono, lo miró por un momento, y lo soltó en el suelo. Lo pisó después.
–Como sea, pienso que cometes un error. Pero ¿Qué voy a saber yo? Yo solo soy una chica que lo único que hace es dar problemas. –
Tengo la impresión de que ese concepto va a ser un dolor en el trasero. Por otro lado, ella se deshizo de su teléfono allí mismo. Creo que era su forma de decirse a sí misma que no habría vuelta atrás.
Volvimos a entrar a la casa. Kurimo estaba allí, con uno de los platos en la mano.
–Esta es la tercera vez que tengo que re–calentar tu comida. –
Se quejó, mirándome. Porque yo en realidad tampoco terminé de comer. Había también allí un reclamo implícito para Nowaki, quien solo me siguió hasta que me senté. Kurimo la miró.
–¿Y bien? –
Preguntó Kurimo. Nowaki la miró.
–Perdón por… rechazar tu comida. –
Dijo ella. Kurimo suspiró y puso su mano en la cintura.
–Tu y yo… no nos hemos llevado muy bien antes. Eso no quiere decir que tu nacimiento sea un error o algo asi, nadie debería ser culpado por nacer. –
Esas fueron sus palabras exactas. Miré a Kurimo y sonreí. Eso es instinto maternal puro. Todavía no está muy consciente de ello, y todavía es pequeño y difuso, pero ella no está viendo más a Kaminari como una rival. Podríamos decir que su historia conmovió a Kurimo por la parte de “Ser un accidente”
–No te disculpes. Tú nunca me has llamado asi, al menos. –
Era muy obvio que Kaminari no sabía cómo responder a la situación. Kurimo tomó la iniciativa y se sentó al lado de ella.
–Puedes quedarte aquí. Es un sitio seguro. Te mostraré como se hacen las cosas aquí. A veces vamos de compras, nos turnamos las tareas. Una vez por semana tenemos reuniones. Espera a que conozcas a las demás. –
Ofreció ella, Kaminari seguía jugando con el plato de comida.
–¿Es esto alguna clase de refugio? –
Preguntó Kaminari, extrañada por la explicación de Kurimo. Ella ladeó la cabeza.
–¿Algo asi? Es que todas llegamos aquí cuando había problemas. Nadie quiere irse después. –
Explicó Kurimo, con un cierto tono extraño, conteniendo la risa.
–Problemas que yo causé. –
Respondió Kaminari. Kurimo se acomodó el cabello, mirando a Nowaki.
–No eres la causa de todos los males de este mundo. Es cierto que me hizo enojar que te negaras a quererlo, pero admito que él tampoco inspiraba mucha confianza en primer lugar. Ha cambiado, si quieres saberlo. Tiene una novia ahora, y es feliz. Eso ya no es importante. Sobre las causas de que yo llegara aquí, hay un montón de tangentes. Mi madre, él… y yo, principalmente, por no poder decir las cosas claramente. Pero ahora estoy aquí, y soy feliz. Creo que puedes serlo también. –
Kaminari por fin tomó un trozo del pescado y lo comió. Luego miró a Kurimo.
–Lo intentaré. –
Dijo ella, miró alrededor después.
–¿Qué no se supone que había más gente aquí? –
Preguntó, poniéndose ansiosa.
–Normalmente una es la que sirve la cena, alguien más prepara el baño, y bueno… conforme se den las cosas… eso lo decide él… –
Me señaló. Nowaki la miró por unos momentos, y enrojeció hasta las orejas.
–¿Eso qué quiere decir? –
Preguntó ella, un tanto demasiado alarmada.
–No te asustes. En realidad es la mejor parte. –
Respondió Kurimo “susurrándole” yo solo bajé la cabeza. Ella me miró, como enojada.
–Pero, pero… ¿Esta eso bien? Es decir… solo un chico… con tantas chicas… ¿Qué no es lo que llaman engañar y eso? –
Preguntó. Kurimo encogió de hombros.
–No voy a negarte que es un poco extraño al principio… pero es que ninguna quiere abandonar, y por otro lado, creo que ya es un poco demasiado tarde para pensar mal a estas alturas. Su esposa dijo que para bien o para mal, estamos en esto todas juntas. Yo creo que es verdad. –
–No tienes que hacerlo si no quieres. –
Comenté, encogiendo de hombros.
–¡Claro que no! Es decir… no somos novios. Dijiste que estabas bien sin eso. –
–Y lo sostengo. –
Respondí, comiendo una croqueta de las que Kurimo había puesto. Kaminari tomó otra. En medio de la conversación ella finalmente había comenzado a comer.
–Además tienes una esposa. –
Se quejó Nowaki. Kurimo sonrió, luego puso una mano en su hombro.
–Ella llegó primero que nadie. Es algo largo de contar, pero la regla es que solo puede dormir junto a ella. Aparte de eso, creo que es lo único que ella se reserva para ella sola. –
Explicó Kurimo. Hay más cosas que Akane quiere para ella sola, pero eso no se los podía decir.
–No veo cómo es que eso es un problema. –
Se quejó Nowaki, acalorada.
–Hablando de eso. Tengo que hablar con ella. No va a gustarle todo este asunto. –
Dije, poniéndome de pie.
–No veo por qué tendría que gustarle en primer lugar, pero ya que te agrada tanto tener problemas, pues ahí los tienes. Hmph. –
Me dijo, y cruzó los brazos. Yo suspiré y miré a Kurimo.
–¿Puedes encargarte del resto? Solo por el dia de hoy… –
Pedí. Kurimo asintió.
–Déjamelo a mí. –
Dijo ella. Recordaría recompensar a Kurimo por esto. Por el momento, tenía que hablar con Akane.
Cuando entré al cuarto, encontré a Akane parada mirando a la ventana, y a Habara mirándola a ella, sentada en el banquillo que estaba al lado del pequeño mueble de Akane.
–No necesitas explicar nada. Ya escuché. –
Dijo Akane, al parecer, estaba enfadada.
–No vine aquí a dar ninguna explicación, Akane. –
Respondí. Ella volteó, cruzada de brazos.
–Ah, entonces no me merezco una explicación. ¿Es eso? ¿Qué se supone que significa, Toshikane? Dijiste que era una visita. –
Se quejó Akane. No sé hasta qué punto su… estado actual estaba influyendo en su comportamiento.
–Significa lo que crees que significa. –
Respondí. Mejor decirlo de una vez.
– ¿Estas vengándote de mí por el rechazo? ¿Es eso? –
Preguntó Akane, poniéndose a llorar. Habara me miró feo, pero no dijo nada.
– ¿De qué estás hablando? Claro que no Akane. Creí que había dejado eso claro. –
Ella frunció el ceño. Ah, tenía tiempo que no veía esa expresión en ella.
– ¿Qué es entonces? ¿Qué es esta vez? ¿Qué se te metió en la cabeza esta vez? –
Preguntó Akane.
–Más consecuencias, es todo. –
–Pues que consecuencias tan convenientes. Aquí tienes una más. ¡Dormirás fuera! –
Gritó. Yo suspiré.
–De acuerdo, si eso es lo que quieres. –
Respondí.
–Entonces no te importa. Dime ¿Estas harto? Porque yo estoy harta ¿Sabías? Estoy harta de esto. Estoy harta de que sigas haciendo que todo se derrumbe. Y que los cielos me perdonen, estoy harta de tu maldita responsabilidad que de algún modo, siempre juega a tu favor. –
Se quejó ella. Habara parecía asustada con cómo se estaba desarrollando la situación.
–Simplemente tenía que hacerlo. –
Respondí, ella perdió los estribos.
–¿Qué era lo que tenías que hacer? Traer a una mujerzuela a la casa, eso es lo que hiciste. No pensaste en mí de nuevo. ¿Sabes qué? Realmente no me importa, puedes hacer lo que te venga en gana, pero no te me acerques. En serio. No quiero verte. –
Ya me esperaba algo como eso. Pero lo cierto es que era tarde, yo tenía que dormir, y en su estado actual era mucho menos racional que de costumbre. No podía arreglar las cosas asi. Ni siquiera me dejó explicar que… no habíamos hecho nada, y que, en realidad, no hay planes para algo asi.
Cuando bajé las escaleras, me encontré con que Kurimo conversaba más o menos animadamente con Nowaki. No diré que se estaban llevando como… por ejemplo, con Minase, pero era algo.
Sin embargo, Nowaki volvió su vista a mí, y sonrió maliciosamente.
–¿Qué? ¿Te enviaron a dormir en el sillón? Eso es lo que te sacas por tratar de ser un súper héroe. –
De todas las personas, ella debería ser la más preocupada con la reacción de Akane. ¿Por qué se estaba burlando?
–Te lo advertí. Esto es un error. Mi vida entera es un error. Y tú estás siendo un testarudo. Te mereces dormir fuera. –
Agregó. Habían terminado de comer. Kurimo intervino.
–Kaminari–chan, deberíamos tomar un baño ahora. Ellos pueden solucionar sus problemas. –
Dijo Kurimo.
–Es verdad. Llevo afuera todo el dia, mi cabello se siente pegajoso… –
Dijo ella, levantándose, ¿Porqué llevaba afuera todo el día? ¿Cuanto tiempo esperó? No hubo tiempo de preguntar eso. Iba a irse cuando Kurimo le puso una mano en el hombro.
–Tus platos, al fregadero… –
Le dijo. Kaminari se rascó la cabeza.
–Ups, lo siento. –
Dijo, y tomando sus platos, entró en la cocina. Kurimo me miró.
–Es un conejo salvaje. Hay que enseñarle todo desde el principio… –
Explicó Kurimo. Yo acaricié su cabeza.
–Lamento hacerte cargar con cosas que no te corresponden. –
Expliqué. Ella negó con la cabeza.
–Para nada. Es una buena persona, solo que nunca ha tenido oportunidad de demostrarlo. Siente que si se burla de las cosas no tiene que lidiar con ellas. –
Explicó Kurimo. Eso explicaba su actitud de hace unos momentos.
–Me preocupa más tu esposa. Ella no está para nada de acuerdo con esto. –
Comentó.
–Fue peor cuando ustedes llegaron, pero… si está muy enfadada. Tengo que contentarla de algún modo, ya me las arreglaré. –
Expliqué, Kurimo sonrió, y Nowaki interrumpió todo.
–Qué lindo. Pero Hatami–chan y yo íbamos a tomar un baño ahora. Si nos disculpas… –
Y tomando a Kurimo del brazo, haló de ella.
–¡Nada de mirar! –
Se quejó mientras subía las escaleras, Kurimo iba detrás de ella.
Imagina que recoges a un gato, y a pesar de que le estas dando de comer y un refugio, el gato aun prefiere pasar el tiempo con tu novia. Eso sentí.
Ni que hacerle, ya después se compondría esto, supongo. Salí de la casa un momento. No pasó mucho antes de que viera salir a Habara de la casa, supuse que tenía que irse. Me acerqué a ella.
–No debo hablar contigo. Fumishi–chan está muy enojada esta vez. –
Apuesto a que la mitad de ese coraje es su culpa, pero no creo que decir eso ahora sea conveniente.
–No es eso. Necesito un favor. Y tú me debes un favor. –
Respondí.
–No puedo hacer nada por ti. –
Dijo ella, dando un paso atrás.
–Lo único que quiero, es que no le digas a nadie que has visto a Kaminari. –
Expliqué. Ella me miró feo.
–¿Por qué iba a ayudarte a engañar a Fumishi–chan? –
Preguntó ella, frunciendo el ceño.
–No voy a engañarla, y arreglaré las cosas con Akane después. Ahora mismo es un asunto delicado, seguro que entiendes qué tan delicado es. –
–Esa… cosa es una busca problemas. Y tú la has metido a tu casa, a la casa de Fumishi–chan. Deberías echarla fuera a palos. Pero… bueno. No voy a negar que nos hayas ayudado. No tengo que traicionar a Fumishi–chan, solo tengo que fingir que no la he visto… ¿correcto? –
–Correcto. –
Respondí. Ella alzó la mano.
–Muy bien. Es un trato y estamos a mano. Mizumi jamás falta a su palabra. –
Después de eso, ella se fue. Yo entré a la casa de nuevo. Tenía que dormir. Ni siquiera había visto a Mizore, quien a esta hora debería ya estar dormida. Sanae no parecía estar trabajando tampoco. Ni que hacerle, me quedaré en la sala.
Tenía que ir por una manta o algo a mi cuarto.
Toqué la puerta. Akane abrió casi inmediatamente, me miró con rencor.
–¡¿Qué quieres?! ¿No fui lo suficientemente clara? Lárgate Toshikane. –
Gritó Akane. Yo suspiré.
–Akane, solo vine por una manta. –
Respondí. Ella tomó la primera que tenía a la mano y arrugándola, la arrojó fuera del cuarto.
–¿Ya? ¿Algo más? ¿Tu mamila? –
Akane no estaba llorando, solo parecía enojada. Otra cosa es que estaba comenzando a ser bastante humillante.
–No, no. Es todo. Gracias. –
– ¡Nada de gracias! Largo de mi vida. –
Y cerró la puerta con fuerza. Yo suspiré. Decidí no tomar esas palabras demasiado en cuenta, fue un poco demasiado obvio que ella estaba dejándose llevar por su coraje. Asi que solo bajé a la sala y me acosté, esperando poder hablar con ella a la mañana siguiente.
––––––––––
Las tres y cinco de la mañana. Me despertaron un par de ojos mirándome fijamente en la oscuridad. Por si no fuera suficiente, afuera estaba lloviendo.
–¿Qué haces durmiendo aquí? –
Preguntó Akane, sin moverse de donde estaba.
–Akane… solo vuelve a dormir ¿Quieres? –
Pregunté. Ella se acercó un poco.
–No tenías que hacer esto. Podías haber ido a dormir con alguna de ellas… –
Respondió ella. Me incorporé como pude, no era mucho lo que podía ver.
–¿Qué ocurre Akane? Deberías estar durmiendo. –
Respondí.
–Tienes que prometer, que será la última. No habrá más. Ya he cedido mucho… –
Se quejó ella, al parecer estaba llorando. Y digo al parecer, porque lo único que podía ver, era el brillo de sus ojos.
–Akane, no es… –
–Promételo. Si me amas, promételo… –
Iba a levantarme, y ella me puso una mano en el pecho.
–Promételo… por favor… –
Mustió. Yo puse mi mano sobre la suya.
–Lo prometo, Akane. –
Le dije. Ella se acercó a mí, y sin decir nada, se subió al sillón, y se metió bajo la manta. Fue entonces que me di cuenta de que ella no tenía nada puesto.
–Estás desnuda… –
Le dije. Ella giró la cara.
–¿Y qué? ¿Qué hay con eso? ¿No has dicho hace un momento que me amas? –
Preguntó ella, con la voz quebradiza por el llanto.
–Si pero… bueno… no pensé que… –
Que querría hacerlo en ese estado. Akane se vuelve impredecible cuando estas cosas pasan por lo que veo.
–¿No pensaste que haría un desastre? Puedo limpiar después… ¿No es suficiente? En verdad quiero… –
Admito que extrañaba ese tono de voz dulce y mimada que ella hace. No era infantil, pero si era lindo.
–Por supuesto que si… –
Respondí, moviendo mi mano hacia su pecho. Mi pene se incorporó más pronto que yo. Akane comenzó a mover sus caderas sobre él, asi fue como me di cuenta de que pantis si tenía. Supongo que para evitar hacer un desastre en primer lugar.
–Estorbos… –
Fue lo único que dije. Ella me dio un beso en los labios.
–Desesperado… –
Dijo ella, y movió una de sus manos hacia adentro de la manta, donde acomodó sus pantis fuera del camino, solo lo suficiente para que mi pene pudiera entrar en ella.
Comenzó a moverse sobre mí, lentamente. Es cierto, se siente diferente. Es más pegajoso que de costumbre, pero yo no diría que es feo. Otra cosa es que ella se aseguró de acomodarse de tal manera que no pudiera verse nada.
Supongo que si le da bastante vergüenza.
Akane continuó así durante unos momentos, como he dicho antes, a mí no me gusta mucho esta posición, pero Akane es especial, así que decidí dejarla ser. Ella se llevó una mano a la boca para acallar cualquier ruido que saliera de su boca.
–Me hacía falta… –
Le dije a Akane, ella se acercó a mí, y me dio un beso.
–Ya estoy aquí… No tienes que esperar más…–
Que cambio tan drástico, diría yo. Akane continuó moviéndose.
–No era en serio que te quiero fuera de mi vida… no pienses eso. –
Dijo ella. Mi vista se fue acostumbrando a la oscuridad. Por eso me di cuenta de que Akane estaba llorando. Me incorporé un poco y le di un beso en los labios. Akane se dejó besar mientras yo ponía mis manos en su cintura, para acomodarnos mejor.
–Está bien, no lo pensé en realidad… –
Respondí. Ella juntó mi nariz con la suya.
–Te lo dije antes, quiero a mi esposo conmigo… –
Pero me envió a dormir fuera. Bueno, seguro que ella quería dar marcha atrás en ese detalle. Akane comenzó a hacer círculos con su cintura, lentamente.
–Sé que no se siente bien para ti… perdón… no quería hacer esto pero… no pude contenerme… –
Me dijo ella, parecía estar disfrutándolo, pero estaba conteniéndose. Mucho.
–No decidas esas cosas. Es genial. –
Respondí. La posición era un poco incómoda para mí, porque el sillón es más pequeño de lo que lo soy yo, pero no me dejó siquiera reacomodarme.
–Mentiroso… es aberrante, y sucio… soy una pésima esposa. –
Aumenté el ritmo un poco, Akane tuvo problemas para contenerse. No entiendo por qué es que ella estaba conteniéndose en primer lugar, pero algunos ruidos escaparon de su boca.
–Tú sabes que eso no es verdad Akane. Eres la mujer más capaz y competente que conozco. –
Akane se detuvo, se tumbó sobre mí, y se puso a llorar. Vaya que ha llorado el dia de hoy. Yo soy un pésimo esposo, no ella.
–No entiendes. No soy competente, soy vanidosa… solo lo hago por impresionarte. Para que pienses en mí. Para que me halagues… siempre he sido así. Si nadie me admira, entonces nada en mi vida tiene sentido. –
Tenía razón. Antes de conocerme, su padre hacía ese papel, supongo. Y como lo que su padre quería era una damita pura y buena, eso fue lo que Akane se hizo a sí misma. Ahora está casada y su esposo quiere a una mujer competente y enérgica. Eso es lo que hace.
–Ya no quiero compartir más atención… ya no quiero… –
Me dijo llorando y apretando mis hombros ligeramente.
–Akane, no importa lo que suceda. Siempre estoy pensando en ti, aunque sea un poco. Si hay problemas a veces, es por las estupideces que cometo. Que nada tienen que ver con el hecho de que te quiera. Nunca voy a poder demostrarlo correctamente, tú te merecías a una mejor persona y estoy al tanto. –
Akane comenzó a emberrincharse.
–¡No! Quiero a mi esposo. No quiero a otra persona. No quiero que duermas fuera. Quiero a mi esposo conmigo. En mi cama. Junto a mí. Olfateando mí cabello y metiendo sus manos por donde pueda para tocarme… Quiero cerrar los ojos preguntándome si mi esposo me va a dejar dormir esa noche. Quiero que mires mi trasero mientras estoy vistiéndome y enviarte a trabajar con un beso, deseando que regreses. –
Se quejó ella, todo eso mientras lloraba, acaricié su cabeza levemente. Akane me besó el cuello, y eso bastó para que mi erección, que estaba a punto de desaparecer, regresara. Yo no había salido de ella. Akane lo sintió, pero aún estaba desanimada.
–No tienes que forzarte. –
Me dijo ella. Yo abracé su cintura con ambos brazos, ahora no tenía escapatoria.
–¿Eh? pero viniste hasta aquí, después de todo… –
Respondí. Ella negó con la cabeza, tratando de zafarse a medias.
–Si pero… podemos esperar y… –
Se quejó ella. Eso es lo mismo que yo le había dicho antes. No sé, sentí que era lo que debería decir, la realidad es que yo no quería esperar para nada.
–No quiero esperar. –
Respondí, empujando con fuerza dentro de ella. Akane trató de erguirse.
–Espera, espera, no tan fuerte… –
Se quejó ella.
–Si no lo hago fuerte no se siente bien. –
Respondí. Akane negó con la cabeza.
–Si pero… te voy a manchar. –
Un aroma extraño comenzó a inundar el lugar. Akane tiene que haberse dado cuenta, porque trató de zafarse con más fuerza.
–Basta… Toshikane. Estás siendo muy brusco… –
Suspiré, y sosteniéndola como estaba, le di la vuelta para que ella quedara debajo de mí, sobre la manta, con las piernas abiertas.
–¿No te parece que estas siendo muy engreída? Te hago caso un par de veces y ya sientes que tienes el derecho de decirme cómo debo hacérselo a mi esposa. –
Respondí, empujando con fuerza, ella trató de poner las manos y las sostuve de las muñecas, por encima de se cabeza, inmovilizandola.
–No es eso… no es eso… –
–¿Es el desastre? No me importa… igual la que va a limpiar todo eres tú. –
Respondí, empujando con todas las fuerzas que tenía. Ahora ya no estaba siendo silenciosa.
–Pero ¡Te estoy manchando a ti! –
Se quejó ella.
–Como dije. La que va a limpiar todo, eres tú. –
Akane subió sus piernas a mis hombros.
–Si cariño… lo que tú digas… lo que tú digas… ¡Eres el mejor! –
Respondió ella.
–Más te vale, porque no me gusta que me rechacen simplemente porque la niña no quiere limpiar. –
Esencialmente esa fue la razón. Yo sé que se avergonzaba, pero si lo mirabas solo desde mi punto de vista, ella me rechazó por no tener que limpiar un desastre.
–No quise hacerlo… no quise hacerlo… quería esto… quería a mi esposo dentro de mi… –
Respondió ella con un lloriqueo. Ya lo he dicho antes, me gusta más su llanto asi.
–Que esposa tan desesperada tengo… ¿Estas feliz ahora? ¿Puedes sentirlo dentro? –
Pregunté, acercándome a ella. Akane asintió con la cabeza muchas veces, ahora no podía cubrirse la boca, y no podía dejar de hacer ruidos.
–Si, estoy feliz. Amo esto de ti. Amo que… nada te importa lo bastante como para no querer hacerlo conmigo… –
Confesó Akane. Parecía que había terminado. Era difícil decirlo en este momento. Pero como yo no había terminado, solo seguí empujando. Akane se soltó una mano y jaló mi cuello para besarme. Terminé dentro de ella mientras la besaba.
Salí de ella y me quedé allí donde estaba. Akane se incorporó levemente.
–Ve al cuarto, y quédate allí… –
Pidió Akane, respirando pesadamente todavía.
–¿Pasa algo? –
Pregunté, ella negó con la cabeza.
–No prendas la luz. Por favor. Solo… ve al cuarto ahora. Te lo imploro. –
Respondió ella. Ah. Ya entiendo. Decidí molestarla un poco.
–No lo sé. No puedo ver bien. –
Respondí.
–Asi está bien. Por favor. Ya es muy vergonzoso… no quiero arrepentirme. Solo… déjame limpiar. Nos bañaremos luego ¿Si? Pero… no veas. Por favor. –
–De acuerdo. Haré como tú dices. –
Respondí, poniéndome de pie. Ella se incorporó.
–Gracias. –
Fue lo único que dijo mientras subía las escaleras, tocando la pared para no caerme.
Jamás volví a ver esa manta. Akane limpió todo en menos de diez minutos. Estaba exagerando. Aparte de que mi pene estaba ligeramente rojo, no hubo ninguna otra señal. Como sea, a ella le resultaba vergonzoso. Una vez que Akane volvió al cuarto (sospecho que con otras pantis) me miró y puso su mano en la cintura.
–¿Qué estas esperando? Vamos… –
No le dije a Akane que estaba exagerando.
Una vez que estuvimos en el baño, ella comenzó a enjabonarme, y enjabonarse. Tomó mi brazo y pasó la esponja sobre él con delicadeza.
–Sobre lo que dije antes. Es en serio. No más. –
Dijo ella.
–Lo he prometido. También lo decía en serio, Akane. –
Respondí.
–No lo hiciste con ella ¿Cierto? –
Comentó Akane, no parecía un reclamo, parecía confundida.
–No. –
Respondí, simplemente, ella soltó mi brazo y fue a por el otro brazo.
–¿Por qué no? –
Preguntó Akane, yo la miré. Decidí ser honesto con ella.
–Pues porque no la traje para eso. Necesitaba un sitio, y pronto. Además, no está lista. –
Expliqué.
–¿No esta lista? Pero Mizumi–chan dijo que es una mujerzuela. –
Respondió Akane.
–Eso fue lo que más te afectó. Pero nada más lejos de la realidad. Es virgen. –
Respondí. Akane se negó a creerlo.
–Bueno, puede mentir. ¿Ella te dijo eso? –
Preguntó Akane.
–Bueno, por supuesto que puede mentir. Seguro que miente si se lo preguntas directamente. Pero no es eso. Mientras hablábamos antes, ella ha preguntado ¿Por qué las mujeres hacen ruidos mientras lo hacen? –
Expliqué. Ese fue el primer indicativo. Akane se rio levemente.
–Pues. ¿Porque se siente bien? –
–¿Te parece que una mujerzuela no sabría eso? –
Pregunté, Akane suspiró. No quiso darme la razón en ese momento.
–Yo solo digo que no puedes traer a cada persona que está en problemas, incluso si es una chica linda. –
Se quejó Akane. Yo asentí con la cabeza.
–Te hice una promesa, Akane. No se me va a olvidar. –
Parecía mucho más tranquila ahora. Comenzó a arrojarme agua caliente sobre la espalda y la cabeza.
–Muy bien, confío en ti. Ahora ve a la tina. –
Respondió ella, yo me levanté.
–¿No vienes? –
Akane me miró feo.
–¿Asi? Es en serio tú eres… –
Y se interrumpió. Confesó luego:
–Me siento como una mujer a medias cuando estoy así. No es contigo, Toshikane, en verdad esto me pone muy mal. –
Dijo Akane, enjabonándose. Yo me quedé mirando como pasaba la esponja por sus pechos.
–¿Hay algo que pueda hacer para que te sientas mejor? –
Pregunté. Akane volteó a verme, y sonrió.
–Si sigues mirándome como un tonto, estaré bien. –
Respondió Akane.
Salimos del baño luego de eso, y Akane se puso por fin una de sus pijamas. Yo solo me quedé mirándola vestirse y secarse el cabello.
–Akane… –
Llamé. Ella volteó a verme sin decir nada.
–Yo… a mí me hubiera gustado que nada de esto fuera asi ¿Sabías? Me hubiera gustado ser como tú te merecías. Un hombre que solo fuera para ti. Y que tú no tuvieras que callarte con estas cosas. Solo quiero que sepas, que nunca fue mi intención. –
Expliqué. Ella se puso de pie y fue hasta donde yo estaba.
–Eres un grandísimo idiota. –
Me dijo Akane.
–Te lo dije desde el primer dia de casados. No necesitas ser perfecto, en realidad no quiero que lo seas. Me volvería loca. Y hasta donde yo lo veo, lo único que falta es que seas fiel. Además, ser la favorita tiene más mérito que ser la única. Eres la única porque no hay más. Eres la favorita porque te prefiere. –
Dijo ella, sonriendo.
–¿Asi es cómo funciona? –
Pregunté. Ella asintió con la cabeza, luego se explicó.
–No lo he olvidado Toshikane. Te hiciste responsable de mí antes de que llegara cualquiera de ellas. Antes de todo, abandonaste tu vida, y dijiste “me casaré contigo” incluso contra tu voluntad. Todo lo que sé sobre ello, apunta a que realmente trataste de dejarlas. A todas. Por mí. –
–¿Lo sabías? –
Pregunté, sonriendo y bajando la cabeza.
–Pues, he tenido la oportunidad de indagar un poco, ahora que viven aquí. –
Respondió ella, acomodándose el cabello para dormir, me dio un beso rápido en los labios y se sentó al lado de mí.
–Bueno, es que… no funcionó de todos modos. –
Akane encogió de hombros.
–Las cosas te salieron diferente. Pero siempre cumpliste tus promesas. Prometiste que me amarías. Prometiste que me aceptarías tal cual soy. Prometiste que darías todo de ti. Nunca dijiste nada sobre ser fiel. Y está bien asi. –
Dijo y se acostó, básicamente arrojándose contra la cama.
–¿Estas bien con eso en verdad? –
Pregunté. Que yo recuerde, a Akane realmente nunca le ha molestado la infidelidad. El que vengan a vivir aquí es otra historia. Pero de todas formas, creo que quería comprobarlo. Akane me acarició la espalda desde donde estaba.
–Me casé contigo porque eres una bestia salvaje. Los lobos no se domestican. No los encierras con una cerca esperando que solo sean para ti… y son geniales. –
Respondió Akane, me jaló hasta ella luego de eso.
–Y si va a dormir contigo, es porque este es su sitio favorito, no porque le has atado para que no se mueva. –
Explicó, pasando su mano por mi cabello. Luego, sin decir nada, sostuvo mi cabeza y la pegó a sus pechos.
–¿Y bien? ¿Quieres dormir aquí? –
Preguntó ella.
–Me quedaré aquí. –
Respondí, pude ver como eso la hizo suspirar.
–Te amo tanto, Toshikane. –
Fue lo último que escuché, porque ella apagó la luz, y permaneció abrazándome hasta que me quedé dormido.
––––
Al dia siguiente, lo primero que me encontré al salir de la habitación, fueron problemas. Aunque esta vez fueron de una índole completamente diferente.
Bajé las escaleras para darme cuenta de que Kurimo y Kaminari–san discutían… más o menos.
–¿Por qué es que me siento como una sirvienta ahora? –
Se quejó Kaminari. Kurimo puso sus manos en la cintura.
–No es ser una sirvienta. Las sirvientas son elegantes. Nosotras no. Por otro lado, esto se llama cooperar con los deberes. Todas lo hacemos. –
Akane bajó detrás de mí, todavía colocándose el listón en el cabello.
–¿Pasa algo? –
Preguntó Akane. No parecía molesta, pero tengo la impresión de que Kurimo y Kaminari escucharon toda la discusión con Akane. Fue Kurimo quien respondió.
–No es nada, estaba explicándole que para estar aquí, hay que cooperar con los deberes, como la limpieza y eso. –
Respondí Kurimo. Kaminari suspiró.
–Bueno, al menos agradezco entonces que haya más gente aquí. Al menos no tengo que hacerlo todo yo sola. –
Respondió Kaminari, eso atrajo la atención de Akane.
–Espera tu… –
Y se quedó callada.
–Kaminari Nowaki… es… un placer. –
Se presentó, porque no hubo presentación formal el dia de ayer.
–Eso. Kaminari–chan. Tú… ya sabías que aquí hay más chicas ¿No es cierto? –
Nowaki asintió varias veces.
–Y aun asi, decidiste venir a vivir con él… –
Insistió Akane. Nowaki ladeó la cabeza.
–¿Aun así? Claro… es decir, no esperaban que viniera a este sitio esperando vivir sola con un hombre ¿O sí? –
Eso a Akane le tomó por sorpresa. Kaminari se explicó.
–Pues, es que la única razón por la que pensé que podía hacerlo es porque hay más chicas aquí. No iba a estar a solas con un chico. ¡Qué miedo! –
Respondió ella.
–Espera. Espera allí… Es decir. ¿Te dan miedo los chicos? –
Preguntó Akane, llevándose una palma a la frente. Nowaki volteó a verme, y se disculpó.
–Bueno, no es por él… no pienses mal. Él no me da tanto miedo, pero aun así, bueno… si usted dice que no es posible, pues… puedo marcharme… –
Kaminari malentendió el gesto de Akane, pero ella negó con la cabeza.
–No. No… solo… sigan en lo que estaban haciendo. –
Dijo Akane, y entró a la cocina. Kaminari habló a Kurimo en voz baja:
–Deberíamos decirle que… –
Kurimo negó con la cabeza.
–No ahora… –
Dijo, y ambas voltearon a verme, luego subieron las escaleras. Yo entré a la cocina, con algo de miedo, lo admito, de que Akane estuviera molesta por algo.
Estaba recargada en la barra de la cocina, con sus manos en la cara.
–Soy una horrible persona. –
Se quejó ella.
–No lo eres… –
Respondí, acercándome, ella volteó a verme y puse un beso en sus labios.
–Claro que si… te dije cosas feas anoche, te eché de tu propia cama. Yo solo, me dejé llevar por los celos, y el coraje, y el miedo, y la necesidad. –
Se quejó Akane, separándose un poco.
–Lo entiendo. –
Respondí. Akane giró la cara para no besarme.
–No. No lo entiendas… regáñame. –
Se quejó. Pero es que yo no iba a pelear por esto de nuevo. La abracé de nuevo, por la espalda, justo como el dia de ayer. Akane se pegó a mi todo lo que pudo.
–No voy a perder el tiempo regañándote, Akane. –
Le dije, besándole el cuello con delicadeza.
–Toshikane… no tienes remedio. –
Se quejó Akane, pero al menos no me dijo que me separara.
–Pues… perdón por amar a mi esposa. –
Respondí, volviendo a besar su cuello, y pasando mis manos sobre todo su cuerpo. Akane giró la cara para besarme.
En ese momento, abrieron la puerta de la cocina. Akane y yo dejamos de besarnos, pero no hubo tiempo de soltarla antes de que volvieran a cerrar.
Desde atrás de la puerta, escuché la voz de Nowaki.
…Creo que vi algo que no debí…
Y Kurimo respondiendo.
…Ellos siempre son asi…
Akane suspiró y me miró.
–Parece que… realmente no sabe absolutamente nada. –
Comentó Akane en voz baja.
Bueno, es que se supone que esa fuera la reacción normal. ¿O no lo era?
–Más bien creo que nosotros sabemos demasiado, Akane. –
Respondí, poniendo una mano en su trasero, pero esta vez, Akane si me apartó.
–Fuera ahora. Tengo que preparar tu desayuno. Sé un buen esposo y espera afuera de la cocina, y yo seré una buena esposa y esperaré en casa hasta que regreses. –
Me dijo ella.
–No me molestaría que interrumpieras en mi trabajo. Incluso podría presumirte. –
Aseguré, pero de todos modos la solté. Akane se rio levemente.
–¿De verdad? ¿Les dirías a todos que soy tu mujer? ¿Qué no puedes vivir sin mí? –
Preguntó Akane, halagada. Yo asentí.
–Les diré que he tenido que llevarte porque no quiero que algún vecino listo aproveche que no estoy. –
Respondí. Akane se sonrojó completa.
–Eres un tonto. Lárgate de mi cocina. –
Dijo riéndose.
De todos modos me mandaron fuera, pero esta vez no pude menos que sonreír. Realmente no me molesta que me rechacen. No tanto como pudiera parecer, pero sí creo que es mejor si es un rechazo feliz.
–Definitivamente eres un pervertido desviado. –
Fue lo primero que escuché de Nowaki al salir. Kurimo intervino inmediatamente.
–No hagas eso. –
Le advirtió Kurimo.
–¿Qué? –
Preguntó ella, sin entender. Pero…
–Insultarlo. No lo hagas. –
Respondió Kurimo, mortalmente seria. Aquí vamos de nuevo. Iba a decir algo, y Kurimo me dirigió una mirada rápida que me hizo callar.
–Es solo de juego… –
Se excusó Kaminari, pero Kurimo fue implacable.
–No es un juego. Cuando estás aquí es fácil olvidar la razón por la que viniste en primer lugar. No lo hagas. Es por él que estas aquí. Es por él que puedes tener un techo y comida caliente. Es por él que puedes dormir tranquila por la noche. –
Esa última parte parecía muy particularmente dirigida a Nowaki. ¿Kurimo se había enterado del resto de la historia? Digo, Kurimo llegó aquí huyendo de una situación similar en su momento pero, de algún modo sentí que Kurimo estaba hablando de ese asunto en particular.
Kaminari giró los ojos, sin embargo.
–Perdoooon. Soy una horrible persona. –
Respondí ella, con voz mecánica cruzó los brazos, a la defensiva.
–Nadie ha dicho nada como eso. Y tampoco es muy lindo que te digas horrible a ti misma. –
Respondió Kurimo.
–De todos modos sigo haciendo todo mal. ¿Por qué todo tiene que ser tan serio? –
Respondió Kaminari, y se dio la vuelta. Subió las escaleras después de eso. Kurimo suspiró.
–¿Difícil? –
Pregunté. De algún modo, sentí que no era justo lo que le estaba pidiendo a Kurimo, pero pensé que si alguien podía llevarse bien con ella era alguien de su edad. Y que entendiera por qué estaba aquí.
Dicho esto, sus caracteres no se compaginaban en nada.
Akane se paró a un lado de mí.
–Tal vez… ¿Debería intervenir? –
Preguntó ella. Al parecer tenía una idea.
–Si por favor. –
Respondió Kurimo.
–Muy bien. Pero antes de hacer cualquier cosa, entiendan algo. Ella es así. Siempre va a ser así. No va a cambiar de personalidad solo porque somos amables con ella. –
Asentí con la cabeza. Kurimo también.
–Lo sé. Es solo que… se culpa por todo. Es difícil explicarle cosas cuando ella asume que nada tiene remedio. –
Explicó Kurimo. Akane sonrió.
–Creo que sé lo que hay que hacer. Puedes estar tranquila por ahora. Déjame esta ocasión a mí. ¿Está bien? –
Dijo Akane, y me dio un beso en la mejilla. Luego subió las escaleras. Kurimo me miró con melancolía.
–Ya sé que soy decepcionante. –
Me dijo ella.
–¿De qué hablas? Desde el principio te estoy pidiendo imposibles, Kurimo. En realidad debería ser yo quien hiciera esas cosas. No dejárselo a alguien. –
Expliqué.
–Si pero… –
Comenzó a decir ella, y se quedó callada.
–Pero tú quieres redimirte. –
Kurimo asintió.
–Akane también. Déjala que lo haga esta vez, y luego seguirás justo donde estabas. –
Respondí. Kurimo batió la cabeza levemente.
–Pero te estoy deteniendo. Tienes que irte… –
Dijo ella, porque estaba tomando mi caja de obento de la barra. Me acerqué a Kurimo y puse mis labios sobre los suyos. Eso no se lo esperaba. Me miró sorprendida por unos momentos, luego sonrió.
–Te veo después. ¿Está bien? –
Kurimo se sonrojó pero asintió varias veces con la cabeza. Luego soltó una risita.
–Eso compensa los problemas. –
Me dijo. Salí de mi casa después, pensando que, tenía razón.