Haru No Yurei - Volumen 4: 24. Los que los hombres hacen.
Capítulo 24: Los que los hombres hacen.
– ¿Sobre nosotros? –
Preguntó Mizore, mirándome. Me detuve a medio camino.
–Si bien, verás. Hay algunas cosas que han estado dándome vueltas en la cabeza últimamente. –
Le dije.
–Pero ¿Preguntar? No hay nada. Te he dicho siempre la verdad. –
Se quejó Mizore.
–No estoy acusándote de nada. –
Le dije, comenzando a caminar de nuevo. Mizore me miró feo.
–Entonces dime qué es, antes de que me impaciente. –
Me reclamó.
–Bueno, en realidad comenzamos a salir casi en cuanto te conocí. ¿No es cierto? Es decir… –
Comenté, y me quedé callado.
–Sí. ¿De eso hablabas con mi prima? ¿Qué fue lo que te dijo? –
Preguntó Mizore, parecía un poco alarmada.
–No es que me haya dicho algo. Al menos no al respecto de eso. Y yo siempre soy muy feliz de que salgamos juntos, incluso si a veces no nos entendemos o si soy… como soy. –
Respondí.
–Entonces no es que quieras dejarme… –
Insistió Mizore. Yo voltee a verla, ultrajado.
– ¿Quién ha dicho algo como eso? Por supuesto que no. –
Respondí. Ella suspiró, aliviada, yo diría.
–Bueno, es que sonaba a… –
Dijo ella, juntando sus dedos.
–Por supuesto que no. No tiene nada que ver en realidad. –
Respondí.
–Entonces dime qué es. –
Insistió Mizore, incluso me pellizcó el brazo. No preste atención a eso mientras miraba hacia arriba. Ah, diablos, esto era difícil de decir.
Entramos al supermercado.
–Bueno. Es que nunca me dijiste… ¿Por qué yo? –
Pregunté finalmente. Mizore me miró como si hubiera dicho algo malo.
–¿Eh? ¿De qué hablas? Tú… ya sabes por qué. Es decir, tu sabes cómo soy y… –
Empezó a decir Mizore, mirando a todos lados para saber si alguien estaba escuchando. Ahora que lo pienso, Mizore no es de las que hablan de estas cosas con claridad, me refiero a su lado sentimental.
–No, no. No eso. Quiero decir. Eso lo sabes ahora. ¿Cómo es que decidiste eso en primer lugar? –
Pregunté.
–Yo no lo decidí. Tú dijiste que saliéramos. Tú te declaraste. –
Insistió Mizore. Tuve la impresión de que ella estaba evadiendo el tema.
–Si bien. No voy a negar eso. El caso es que, si mal no recuerdo, un dia, Kamine de la nada me dijo “¡Hey! Quiero que conozcas a mi prima. Ella quiere conocerte” y nunca nadie dio una razón. No es que la necesitara en ese momento. En realidad lo único que me importaba en ese momento era dejarte una buena impresión. –
Expliqué.
–Esto se está poniendo muy vergonzoso… –
Se quejó Mizore.
–Salgamos del supermercado entonces. ¿Está bien? –
Pregunté. Ella asintió, con la cabeza fija en el suelo.
Lo sabía. Kamine estaba en lo correcto. Había una razón.
Hicimos las compras del supermercado luego de eso. No hablamos para nada. Mizore se limitó a seguirme de cerca, en ocasiones, tomaba mi mano en silencio. Luego de eso salimos de allí, con algunas bolsas.
Fue ella quien retomó la conversación.
–Quieres saber por qué le pedí a mi prima que nos presentara. ¿No es cierto? –
Fue directo al grano. Creo que ella estuvo evadiendo la pregunta antes, preguntándose si debería o no decirlo. Parece que se decidió.
Yo asentí con la cabeza. Mizore suspiró y miró hacia arriba.
–Es una historia larga… –
Comentó ella. yo encogí de hombros.
–No importa. –
Le dije. Mizore suspiró. Era vergonzoso, yo creo.
–Cuando estaba en el colegio, me gustaba un chico llamado Masamune Kiniro. –
Explicó. Yo sólo la dejé continuar. Incluso comenzamos a caminar más lento.
–Me arrepiento ahora. No solo porque estas tu aquí, sino… es que ese chico era un completo desastre ¿Sabes? Además le gustaba otra chica. No supe nunca su nombre, pero… bueno, ella iba en tercer grado. Yo… quería saber cómo era esta chica. Tal vez si intentaba parecerme a ella, Masamune–kun se fijaría en mí. Incluso soñaba despierta con que él me invitaba a una cita y cosas por el estilo. –
Explicó.
–Pero, Masamune no tenía ojos para mí. No diré que fue malo conmigo, ni siquiera que me rechazó, porque nunca me declaré. Y yo era la clase de chica que se escondía cuando él pasaba… todavía sería esa clase de chica contigo si no fuera por la ayuda de mi prima… –
Explicó, y se rio levemente.
–Creo que agradezco que Kamine haya intervenido entonces… –
Mizore se rio levemente, pero luego miró al suelo.
–¿Sabes? Yo tengo un mal hábito. Y bueno, lo he tenido desde hace mucho. –
Y se acercó a mi oído.
–Me gusta espiar… –
Me susurró. No puedo decir que no lo supiera, pero entonces Mizore explicó por qué eso era importante.
–Asi que seguí a la chica, solo para averiguar qué clase de persona le gustaba a este Masamune, solo para saber si yo tenía una oportunidad ¿Sabes? yo… no estaba intentando espiar ni nada. Ni siquiera sabía que hubiera “algo” que espiar… pero lo había… aun en el colegio. –
Explicó, como asombrada todavía por el hecho de tener que reconocer que pasaban cosas en los colegios.
–Sí, bien, algunos comienzan desde el colegio… No puede evitarse. –
Respondí.
–Asi que, seguí a esta chica, al baño de mujeres… y la encontré. Ella estaba con un chico ¿sabes? el chico estaba en el suelo, y ella estaba sobre él. Ni siquiera estaba siendo discreta. Me sorprendió mucho que se atrevieran a hacerlo allí. ¿Qué si los encontraban? Pero admito que lo encontraba emocionante. Yo creo que llegué tarde, porque al parecer, estaban a punto de terminar. –
Me dijo. Es decir… Imposible…
–Espera Mizore… –
Iba a decir, pero ella no me lo permitió.
–La chica dijo algo y se puso de pie, se fue luego. Pasó de mí como si nada pasara. Ni siquiera creo que me haya notado. ¿Sabes? pero… bueno… el chico se puso a llorar… –
Explicó, y me miró. Me quedé sin palabras por unos momentos. Traté de recomponerme, en vano.
–Yo… Solo conozco a una persona, que se pondría a llorar luego de eso… –
Le dije. Ella asintió.
–Yo también lo conozco. En realidad, he estado obsesionada con ese chico desde entonces. –
Respondió Mizore y me miró a los ojos, sonriendo.
–¿Cuántas… Cuantas veces lo viste? –
Pregunté, tartamudeando. Me cayó como balde de agua fría.
–Algunas… pero siempre terminaba igual. Poco a poco, me di cuenta de que la chica no prestaba atención realmente. No le importaba este chico. Ni ningún otro en realidad. Pasé de estar celosa a estar enojada con esa chica. Yo podía hacerlo mejor. Al menos yo lo querría. Y si me aceptara, entonces podría… –
Y se interrumpió.
–Pero pensé que eran sueños. Yo soñaba con ser la chica que estaba sobre él. Soñaba con decirle cosas lindas. Soñaba con quitar esas lágrimas de su rostro… hasta que un dia me enteré de que mi prima era la vecina de ese chico. Asi que fui allí y le supliqué que me presentara. Ella parecía pensar que no era mi tipo, pero yo le dije que eso no importaba. Y ella dijo “Te van a lastimar” y yo seguí ignorándolo y diciendo que quería conocerlo, no importaba qué. Al final aceptó, y bueno, pude conocerlo… el resto ya lo sabes. –
Explicó Mizore, esta vez fue ella quien oprimió mi mano. Me quedé allí parado donde estaba.
–¿Por qué? ¿Por qué no mencionaste nada? Quiero decir… –
Hice esa estúpida pregunta a Mizore quien de inmediato se rio de mí.
–Ah, claro, te vi hacerlo en el baño de mujeres y quiero que salgas conmigo… ¿Qué eso no da una idea equivocada? –
Preguntó Mizore, sonriendo maliciosamente.
–Bueno… de acuerdo. Es cierto. Era una mala idea. Pero espera. Tú… conociste a Amatsune… –
Le dije. Todavía estaba tratando de comprender lo que había pasado, porque para mí no tenía ningún sentido.
–Ah… ella es la famosa Amatsune entonces… sí. La vi. No me agradó mucho. Aparte de haberla visto ahí contigo, también era una mala persona en general. Trataba a los demás como basura. –
Me dijo. Yo voltee a verla.
–Bueno, es que yo te trato mal a veces… –
Respondí, bajando la cabeza.
–¿Tú crees? –
Preguntó Mizore, yo asentí con la cabeza y ella suspiró.
–Cuando… tu y yo… pues tenemos tiempo a solas, ¿Por qué dices esas cosas? –
Preguntó Mizore.
–Bueno, es que… –
Me quedé callado. La realidad es que le he tomado algo de gusto. Y creo que me siento un poco culpable ahora por ello.
–Admito que ha terminado por agradarme. –
Reconocí. Mizore sonrió.
–Sí, se nota que te gusta. Pero… tú no lo piensas de verdad ¿O sí? Cuando dices todas esas cosas feas… ¿Es porque lo piensas? –
Preguntó ella, aunque ya sabía la respuesta. Yo solo lo admití.
–No. Por supuesto que no… –
–¿Lo ves? Es divertido porque ambos sabemos… que es un juego. Y creo que si… yo no estuviera de acuerdo, terminaría llorando… Esa es la razón por la que llorabas ¿No es cierto? –
Preguntó. Yo miré hacia otro lado.
–Bueno, es que… –
Y me quedé callado. Ahora entendía por qué es que ella nunca quiso traer el tema.
–Yo, admito que quería saber ¿Por qué es que un chico aceptaba esa clase de cosas? ¿Por qué no solo… se liberaba? Era diferente de los demás, no importaba como lo miraras. Ninguno de los otros lloraba por ella de ese modo. –
Rayos. Eso me golpeó el orgullo.
–Yo ya no soy asi, Mizore… –
Le dije, escondiendo mi mirada.
–No tienes que fingir ser genial. Ya sé la respuesta. A Masamune no le importaba esa chica tampoco. Por eso no sentía nada cuando ella iba por allí como si nada. Admito que perdí interés en él por ese motivo. Tú no eras asi. –
Explicó ella.
–Entonces asi es como me conociste. –
Comenté. Ella asintió, colocando sus manos atrás.
–Muchas cosas pasaron después y todo se puso muy raro. Además, mi “Idea” de cómo hacer esas cosas se metió en medio. Pero bueno… hice lo que quería hacer. Y si cierro los ojos, todavía puedo ver a ese chico lindo, sonriéndome a mí. –
Explicó. Estábamos a punto de llegar.
–No estoy muy seguro de qué debería responder a eso, Mizore. –
Le comenté.
–Lamento que sea tan vergonzoso. En realidad iba a guardármelo para mí. –
Explicó.
–Ahora me arrepiento de muchas cosas. Si hubiera sido más serio contigo… –
Comenté. Ella negó con la cabeza.
–No, no es una buena idea. Estabas empezando a obsesionarte. No me gusta. –
Respondió ella, me miró luego.
–Ese dia, que fuiste a buscarme antes de la escuela, el dia en que rompí mi celular… Yo… había pensado en romper contigo. –
Confesó, puso sus manos atrás mientras me miraba.
–¿En verdad? ¿Por qué? –
Pregunté, alarmado.
–Creo que pensé algo como ¿Qué le sucede a este sujeto? No está obsesionándose ¿O sí?, ah, qué miedo… –
–Lo siento, no lo pensé. En realidad ese dia yo… –
Mizore encogió de hombros y soltó una risita.
–Lo sé, me estaba precipitando. Por eso es que no dije nada. Tal vez solo habías tenido un mal dia… y creo que eso era en realidad. Pero no me agrada la idea y no me gustaría que alguien se obsesionara conmigo en realidad. No lo sé. Lo encuentro desagradable. Pienso que si alguien va a obsesionarse en esta relación entonces esa seré yo. Perdón por tomar el lugar seguro sin avisar. –
Respondió ella, y miró al suelo.
–¿El lugar seguro? –
Pregunté. Era la primera vez que ella lo mencionaba de ese modo. Mizore se explicó.
–No creo que sería capaz de manejar tu admiración de todos modos. Tendría que fingir que soy mucho mejor de lo que soy. Más confiable, más estable, más atenta… no soy buena con esas cosas. Yo soy la obsesionada aquí. Tú estás bien siendo malo. Me agrada más la idea de que nunca llorarías por mí. Es más seguro. Yo soy la que te ama. Deja que sea yo quien se obsesiona y llora y esas cosas… tú quiéreme, en silencio, como un hombre. –
Repuso Mizore. Yo la miré, sonriendo. Creo que entendía un poco como se sentía ella.
–Vaya, tienes estándares altos. –
Respondí, sonriendo.
–Puede ser el hecho de que el único hombre en el mundo que ha buscado mi aprobación es Itto. Y no quiero que te veas como él. Él está bien siguiéndome a todos lados como un pollito. Soy mayor que él… Pero no creo que se vería bien si fueras tú. Soy yo quien va detrás de ti, buscando aprobación. –
–Como un pollito… –
Repetí, sonriendo. Ella asintió, cerrando los puños con ilusión en sus ojos. Luego suspiró.
–Ya sé que parece que no pretendo hacerme cargo de tus sentimientos, no es eso. Te lo juro. Es que… Me aterra pensar que podría hacerte daño, por ser tonta. Y lo soy. No quiero verte llorar de nuevo. Es eso. –
Explicó ella, y entramos a la casa. Una vez que cerramos la puerta, ella agregó.
–Lamento haber mirado ese dia… –
Dijo ella. Su mirada me decía que estaba acordándose.
–Ya no tiene importancia. –
Respondí. Ella me miró y sonrió.
–Admito que presté mucha atención. –
Comentó ella. Voltee a mirarla.
–Estaba grande… –
Dijo ella. Yo no pude menos que sonreír. Pero antes de que pudiera decir cualquier cosa, Akane salió de no sé dónde.
–¿Qué están haciendo? Oh, no importa. Trae las bolsas acá, Toshikane. –
Pidió Akane, parecía apresurada.
–Sí, sí, en un segundo. –
Respondí. Mizore huyó.
–Ya me voy. –
Dijo y subió corriendo. Akane se acercó y puso su mano en la cintura.
–Creo que no quiero saber de qué estaban conversando. –
Se quejó Akane. Yo me reí.
–Ella trajo el tema de la nada. –
Me quejé. Ella agitó la mano, como restándole importancia.
–Si quieres pasar tiempo con ella no te detendré. –
Comentó Akane. Yo la miré. Es que ya lo habíamos mencionado.
–Bueno, tú me dejaste hacer cosas con Mizuki ¿No es cierto? –
Se explicó Akane, bajando la cabeza y juntando sus dedos.
–Y tú quieres devolver el favor… –
Comenté. Akane asintió y se dio la vuelta.
–Solo una cosa, tienen que bajar a cenar. ¿Está bien? –
Preguntó Akane. Yo asentí, Akane me sonrió y se dio la vuelta.
–Cuida que no muera. –
Dijo ella, y salió al patio.
–––––––––
Había algo más que quería hablar con Mizore. Sobre todo el asunto del fantasma. Fui y toqué la puerta.
–No estoy… –
Respondió Mizore desde dentro.
–¿Qué quieres decir con que no estás? –
Pregunté. Mizore abrió la puerta, riéndose.
–No sé. Sonaba gracioso en mi cabeza. No me hagas caso. –
Dijo ella.
–Además, para ti estoy siempre… –
Dijo ella, sonriendo. Estaba coqueteando conmigo abiertamente. Se dio la vuelta y se balanceo de camino a su cama. La espátula estaba en el mueble a un lado de la cabecera. Fue muy obvio.
–¿Te decidiste con respecto a la cita? –
Pregunté. Ella giró la cara.
–No sé. –
Dijo, y luego me miró, expectante.
–Mizore, si quieres tener la cita sólo di que sí… igual vamos a hacerlo… –
Respondí. No sé, me pareció que ella estaba usándolo como rehén para que me acostara con ella. Mizore enrojeció.
–¿Disculpa? ¿Vamos? Yo no he dicho nada sobre el tema… –
La interrumpí poniendo un beso en sus labios.
–¿Y no quieres? –
Pregunté en voz baja. Ella me echó los brazos al cuello.
–Claro que si… claro que si… –
Dijo mientras nos besábamos, ella comenzó a hacerse hacia atrás, y entonces fue cuando me detuve y me separé de ella.
Mizore se quedó perpleja y se levantó de un salto.
–¡Detesto cuando haces eso! –
Se quejó ella.
–Si bueno, nadie dijo que fuera a ser justo ahora… –
Respondí, alejándome levemente. Estaba molestándola un poco, lo admito. Mizore fue hasta donde yo estaba.
–¿Qué es lo que quieres? ¿Quieres que te ruegue? ¿Es eso? –
Preguntó Mizore, e intentó volver a besarme. Volví a separarme de ella.
–Nada de eso. Palabras primero, premio después. –
–Ya te dije todo… –
Se quejó Mizore, a punto del llanto. Creo que realmente estaba haciéndola enojar.
–No eso. Hay otra cosa que quiero saber… –
–¿Y no puede esperar? –
Se quejó Mizore. Decidí detenerme con eso y decirle lo que pasaba en realidad. Me acerqué a ella y la abracé. Pude sentir como eso la hizo estremecerse.
–Si espero olvidaré todo. Ya sabes que en esos momentos solo puedo pensar en tener más de ti. –
Le dije, y me separé de ella. Mizore suspiró.
–Bien, solo por qué estas siendo lindo conmigo. –
Dijo, luego lo pensó un momento, y se corrigió.
–Ay, no es cierto. ¿A quién engaño? Es porque me traes loca. Ahora ¡Habla! –
Me dijo. Yo sonreí. Eso siempre me ha gustado de ella.
Me encanta el carácter de Mizore, por si alguien no lo ha notado. Ella no disfraza las cosas, a veces puede parecer muy fría, si no la conoces, pero es una chica súper linda, a su propia manera.
–Es sobre la máscara. –
Le dije. Mizore me miró y se llevó una palma a la frente.
–Jamás debí enterarme de eso… –
Se quejó ella, luego me miró de mala manera.
–¿Sabes? cuando te hice la pregunta de con cuantas mujeres estabas durmiendo, realmente no me imagine que fueran tantas. Ahora sé que no hay una mujer en toda mi familia que no conozcas… muy detenidamente. –
Dijo, y se sentó sobre la cama, colocando sus manos al lado de sus rodillas.
–¿Y tú estás bien con eso? –
Mizore me miró feo.
–No. No estoy bien con ello. –
Dijo ella, y mirando sus rodillas, suspiró.
–Tú sabes que nunca me ha gustado eso de que tengas a muchas mujeres. Me gustó mucho menos cuando Kamine me dijo para qué era esa mascara. Pero… aprendes a vivir con eso. Aprendes que no es tan malo. Me encantaría ser la única en tu vida, sería genial… –
Y me miró.
–Pero eso no va a pasar. No es algo que puedas cambiar. Y estoy al tanto de que no es que no lo hayas intentado. Yo creo que podría conseguir un novio si lo intento. Alguien que sea solo para mí, pero estoy segura, de que va a tener cosas malas, como todos. Y puede que eso me guste aún menos. Cualquier chico diría que si en el calor del momento, pero ¿Qué tal que no le gusto en realidad? ¿Qué tal si no es lo que yo quiero? Habría arruinado todo por nada. No. –
Y se puso de pie. explicó su verdadera razón después.
–Además, te quiero. –
Dijo, mirándome a los ojos. Yo me quedé perplejo, incluso trague saliva porque ella no era emocional a menudo. Sonrió después.
–¿Lo ves? No sé qué haría si no reaccionaras así a mis sentimientos. ¿Qué si estuviste con algunas ancianas por allí? –
Preguntó ella. El modo en que lo hizo sonar me hizo girar la mirada.
–Oye… ancianas es un poco… –
Mizore se rio.
–¿Qué? ¿Te avergüenza? ¿Tienes pesadillas recordando las cosas que hiciste con ellas? –
Preguntó ella, burlándose abiertamente. Mizore se burla de mi cuando quiere seducirme. Me acerqué a ella y la tomé de la muñeca sin avisar. Mizore perdió el aliento, me miró por unos momentos, y luego…
–Woof. –
Me dijo. Yo me fui sobre de ella, colocándola bocabajo sobre la cama, y aprisionándola con mi brazo sobre su cintura. Mizore chilló.
–Duele… –
–Eres una desesperada… –
Le reclamé. Ella se giró para mirarme.
–Pues… no lo has hecho conmigo… he estado aquí todas las vacaciones… –
Se quejó.
Si mal no recuerdo, ella me echó hace un par de días.
–Pero dijiste que dolía… –
Respondí, acariciando su trasero. Mizore reprimió sus gemidos.
–Ya sé lo que dije… pero… –
Apreté su trasero con fuerza.
–Pero. –
Insistí.
–Pero tengo que irme y… –
Dijo ella, estaba llorando.
No pensé en esto. Ahora que lo recordaba, las palabras de sus padres fueron, que ella regresaría a casa de su madre cuando las vacaciones terminaran. Y estaban por terminar.
Le di la vuelta con fuerza, mirándola, ella solo mantuvo sus manos fuera, mirándome con lágrimas en los ojos.
–No quiero que te vayas. –
Le dije, estaba sobre ella, prácticamente sentado sobre sus rodillas.
–Tengo que irme, tonto… –
Y cerró los ojos.
–Bésame y deja que me vaya… –
No lo sé. Para mi sonó muy duro de aceptar. Ella cerró los ojos. No estaba feliz con el resultado, no estaba para nada satisfecha con lo poco que se movió nuestra relación en este tiempo.
Y aparte de lo que yo pudiera sentir, le partiría el corazón si la dejaba ir asi como asi. Puedo entender eso de ella.
Le di una bofetada.
Mizore se quedó allí durante unos segundos, luego suspiró.
–Dije que no. –
Podía mirar su pecho inflarse con su respiración.
–Me… me pega… porque me quiere… –
Dijo para sí misma, luego volvió a mirarme.
–Me van a venir a buscar… –
Se quejó, llorando. Le di de nuevo, esta vez con un poco más de fuerza.
–En la cara no… por favor… –
Gimoteó.
–¿Dónde entonces? –
Pregunté. Ella suspiró, y se desabotonó su blusa, dejando ver un sostén color negro.
–En… mis senos… está bien. –
Golpee uno de sus pechos, Mizore gritó.
–No quiero que te vayas. –
Insistí.
–Persuádeme… –
Respondió Mizore, volviendo a mirarme. Golpee el otro seno y ella cerró los ojos, reprimiendo un grito.
–¿Persuadirte? –
Pregunté, extendiendo mi mano y apretando uno de sus pechos. Mizore extendió sus piernas detrás de mí, pero no intentó separarse.
–Si… persuádeme… para que no te deje… –
Respondió Mizore.
–¿Persuadirte? ¡Eres mía! ¿Ya lo olvidaste? –
El grito le gustó, ella sostuvo mi mano con la suya.
–Si pero… ya no eres un niño… eres un hombre… que toma todo lo que quiere… solo un hombre asi, puede persuadirme… –
Dijo ella. Volví a golpearla, un poco más fuerte, en uno de sus senos. Mizore reprimió un grito de nuevo.
–Soy un hombre… ¿Y qué más? –
Pregunté, sosteniendo su cara con violencia.
–En la cara no… –
–¡Responde! –
Le grité.
–Y… mi dueño… –
La golpee en los pechos de nuevo. Mizore trató de cubrir sus senos con uno de sus brazos, que inmediatamente sostuve y lo coloqué por encima de ella.
–No tengo que persuadirte de nada. No vas a ir a ningún sitio ¿Entiendes? –
Pregunté. Mizore asintió muchas veces.
–Quiero escucharlo… –
Insistí. Mizore comenzó a llorar.
–Pero… tú… no quiero ser una carga y… –
Apreté su pecho con fuerza, eso hizo que ella se retorciera de dolor.
–No puedo escucharte, Mizore –
Insistí.
–No quiero… ser una carga… tú no tienes que pagar… por mis caprichos… es eso… –
La solté. Ella estaba respirando con dificultad. Creo que ella estaba hablando de que, en realidad, ella llegó a vivir conmigo porque ella asi lo quería. Hora de ser honestos con Mizore también, pero… bueno, ella dijo que no quería que fuera sentimental. No puedo parecer obsesionado con ella.
Tomé la espátula que estaba en la mesita, sin bajarme de encima, por cierto. Mizore me miró y abrió los ojos todo lo que pudo.
–En… en el rostro no… –
Le di con fuerza en uno de sus pechos, más concretamente en la parte de arriba, golpeé que se marcó enseguida.
–Claro que no vas a ser una carga. ¿Lo sabes? –
–Pero… –
Quiso replicar Mizore, le di de nuevo, con un poco de fuerza, en un costado.
–Desvístete. –
Ordené.
Ella se sacó la blusa como pudo, apresurada y llorando.
–No vas a ser una carga. A partir de ahora, dormirás en un trapo sobre el suelo ¿Entendido? –
Pregunté. Mizore asintió con la cara llena de lágrimas.
Le di de nuevo. Esta vez al otro lado, justo por debajo del brazo, el sonido del golpe se mezcló con el sonido de su grito.
–Duele… duele… –
Se quejó.
–Claro que duele. De eso se trata. De que recuerdes que me perteneces… –
Respondí, le golpee con la espátula otra vez, Mizore pataleó mientras una marca roja se dibujaba sobre su ombligo.
–Si… si… perdón… –
Respondió Mizore, llorando.
–¿Perdón? No quiero tus disculpas, Mizore. Y si piensas que me vas a convencer con tus lágrimas, entonces no me conoces para nada. –
Respondí, alcé la espátula de nuevo para pegarle, Mizore puso sus manos frente a ella.
–No… perdón… yo… lo siento… dije cosas tontas…. –
Se quejó Mizore. A este punto ella tenía que estar bien consiente de que tenía una erección de los mil diablos, que estaba presionando sobre su vientre.
–¿Y qué más? –
Pregunté.
–No… no iré a ningún sitio… porque… mi dueño… no me dio permiso… –
Aseguró Mizore.
–quita las manos… –
Le ordené. Y en cuanto las quitó, le di de nuevo en uno de sus senos. Mizore gritó y se revolvió sobre la cama.
–No… perdón… lo siento… –
–¡¿Qué más?! –
Pregunté.
–No me voy a ir… lo juro… te lo juro… Mizore… es una perra fiel… –
Aseguro ella, puse la espátula en su mejilla. Por supuesto que no iba a marcarle el rostro, pero eso hizo que ella me pusiera atención.
–Y como es una perra fiel, se va a quedar en donde le digan. ¿Cierto? –
Pregunté. Mizore tuvo problemas para ocultar su sonrisa. Me pregunto ahora si su padre le dijo a su madre cosas parecidas. Porque, ella lo vio todo.
–Mizore hace lo que le digan… es obediente… –
Respondió ella, tomando aire.
–No sé si te creo… Dijiste que tenías que irte, después de todo… –
Repuse, golpeándola de nuevo en uno de sus pechos, Mizore lo sostuvo, moviéndose de un lado a otro.
–Perdóname por favor… no lo dije en serio… no era en serio… –
Se quejó ella.
–¿Qué más no era en serio? ¿Era verdad cuando dijiste que no te gusta que me acueste con más mujeres? –
Estaba molestándola, lo admito, pero ella vio mis intenciones. Suspiró después de unos segundos y trató de recomponerse.
–No me gusta… pero… Tú no tienes que escuchar a una perra… es eso… –
Explicó ella. Sonreí y le di muy ligeramente con la espátula en el hombro, que era lo que mas cerca tenía.
–Eso quiere decir que puedo acostarme con tu prima de nuevo… ¿No es cierto? –
Le dije. Ella asintió.
–Y con su madre… y con la mía… no importa… si me quejo… puedes pegarme otra vez… y otra vez… hasta que me calle… –
Respondió Mizore. Creo que entendí eso. ¿A ella le excita que sea infiel?
–¿Quieres que lo haga? –
Pregunté. Ella negó con la cabeza, llorando.
–No… pero me vuelve loca… eres… un hombre… y si reclamo… me pega… me pega porque me quiere… –
Respondió ella. Le di un nuevo golpe, esta vez en el otro costado. Mizore gritó.
–¿Por qué no mejor admites que lo que quieres, es que te pegue? –
Pregunté.
–Lo admito… lo admito… por favor… pégame… márcame… usa… mi cuerpo… –
Reclamó. Es que ella llevaba consiente de mi erección todo este tiempo.
–¿Eh? ¿Es asi como se debe pedir? –
Pregunté, molestándola. Mizore negó con la cabeza.
–No… perdón… por favor… usa a tu perra… te lo imploro… –
Mizore llevaba con ganas desde el dia de la cita, pero sintió miedo y prefirió dejarlo.
–No lo sé. En realidad solo vine a pegarte. No pensé en eso para nada. –
Dije, quitándome de encima de ella. En ese momento, Mizore se puso de pie como un relámpago y se paró en la puerta, para que yo no saliera.
–Por favor… te necesito… haré lo que sea… lo que sea… –
Dijo, extendiendo sus manos.
–¿Eh? pero eras tú la que iba a irse. –
Me quejé, alejándome de ella un paso. Mizore se desesperó.
–¡No es eso! te lo juro… no es eso. Yo… quería que lo dijeras. ¡Dilo! –
Se quejó, con lágrimas en los ojos.
–No te vayas… –
–¡Eso no! ¡Lo otro! Lo que me volvió loca por ti… –
Se quejó.
–Eres mi perra. –
Respondí. Pude ver como Mizore se derritió por eso.
–Si… eso… –
Dijo ella, suspirando.
–Eres mi perra, sucia, mentirosa y pervertida, que no puede mantener las piernas cerradas. –
Mizore se limpió las lágrimas.
–Ordéname que me quede. –
Pidió después. Esas palabras no tienen mucho sentido, pero qué más da. Lo que sea que la haga feliz.
–Te vas a quedar aquí, Mizore. –
Le aseguré, ella sonrió.
–¿por qué? ¿Por qué quieres que me quede? Dímelo. –
Preguntó ella.
–Porque te amo. –
Le respondí. Mizore se quedó mirándome por unos momentos, luego sonrió, y se quitó las lagrimas de la cara con los brazos.
–Te amo, Toshikane… –
Dijo ella, y se levantó para darme un beso en los labios, me aparté un poco mientras ella terminaba de desvestirse, todo esto sin dejar de besarnos. Cuando terminó, se colocó de espaldas y me mostró el trasero.
–¿Qué haces, Mizore? –
Pregunté. Ella suspiró, sosteniéndose de la cama con las manos, apretándola con fuerza, y volteó a verme, se quitó el cabello de la cara, y suspiró.
–Onii–chan… pégale a tu perra mala… marca su cuerpo… –
Me acerqué a ella y estiré el elástico de sus pantis, Mizore tembló.
–¿Quieres que las quite? –
Preguntó ella.
–No te preocupes. Asi está bien. –
Respondí, luego comencé a acariciar su trasero, con firmeza. Mizore se movió al ritmo de mi mano, respirando pesadamente.
–¿Qué es esto? –
Pregunté. Ella me miró.
–Es… el trasero de tu perra… –
Le di con la espátula en el trasero, sin dejar de acariciarlo con la otra mano. Mizore dio un saltito y soltó un chillido.
–¿Para qué sirve? –
Pregunté.
–Para… que mi dueño… me marque… –
Respondió ella. Le pegué de nuevo. Mizore soltó un gemido complacido al tiempo que exponía aún más su cuerpo.
–¿Y eso te agrada? –
Pregunté, Mizore volteó a verme y asintió.
–Quiero que las cuentes. –
Le dije. Era algo que había hecho con Sanae antes, pero con Mizore había que ser un poco más brusco. Y lo fui.
–Una… dos… tres… –
Comencé a golpear su trasero a conciencia, que aunque tenía sus pantis puestas yo podía ver las marcas en su piel, y la mancha en sus pantis.
–Siete… ocho… –
Pellizqué su trasero un poco, ella saltó, pero hizo lo que pudo para mantenerse de pie.
–Doce… –
Se quejó con un suspiro.
–Sigue contando. –
Ordené.
–Veinticinco… oh cielos… –
Nunca le había pegado tanto, tantas veces, quiero decir, miré su trasero levantando un poco el elástico y lo solté. Mizore ahogó un grito. Estaba rojo. Ya no podía seguir por mucho.
–Creo que ya estás marcada… –
Le dije.
–Sí, ya estoy… Mizore… es de su dueño… –
Fue lo que dijo, con la respiración acelerada.
–
Y coloqué mi pene en su entrada, moviendo sus pantis a un lado. Mizore tembló.
–Sí, me gusta… que me pegues… y que me digas qué hacer… es lo que los hombres hacen… para que seamos felices… –
Explicó Mizore, comencé a entrar en ella, pude sentir como eso envió escalofríos a través de su espalda, batió la cabeza para recomponerse.
–Yo quiero que seas feliz… –
Insistí, pegándole de nuevo con la espátula en el trasero. Mizore gimió.
–Si… hazme feliz… hazme sentir que soy tuya… dime qué piensas de mi –
Respondió ella, le pegué de nuevo.
–Eres linda, pero que no se te suba a la cabeza… –
Mizore comenzó a venirse en ese momento, ni siquiera estaba siendo rudo con ella. Se puso a llorar después.
–Tú… casi nunca… dices esas cosas… –
Me dijo ella. No estaba seguro de cómo interpretarlo, a ella no le gusta que parezca obsesionado con ella. Por eso se lo dije asi, porque es lo que ella había escuchado a sus padres decir.
–Te amo… te amo… –
Comenzó a decir Mizore, sus pantis estaban empapadas a este punto, pero no se las quité, en lugar de eso, extendí mi mano y la tomé del cabello, usando todas las fuerzas que tenía para empujar dentro de ella. Pude sentir como sus piernas temblaron y ella comenzó a gritar.
–Más fuerte, no puedo escucharte. –
Insistí. Mizore contuvo sus gritos mientras comenzaba a venirse.
–¡Te amo! Toshikane… ¡Te amo! –
Su néctar de amor básicamente explotó sobre mi, luego de eso ella se dejó caer, abrazando la almohada. Permaneció en silencio por unos momentos, sus pantis, ahora completamente húmedas, se acomodaron solas mientras ella respiraba.
Se rio dulcemente luego de eso.
–Lo hice con mi amo de nuevo… –
Dijo, y después de eso, se quedó dormida allí donde estaba. No creía haberme excedido, pero no tuve corazón para despertarla y decirle que tenía que bajar a cenar. Asi que solo la acomodé en su cama, y salí del cuarto.
––––––––––
Una vez que me senté en la mesa, Kurimo estaba allí junto con Nowaki. Parecían estarla pasando bien. La mesa estaba servida.
–¿Hasta cuándo tenemos que esperar? –
Preguntó Nowaki.
–Hasta que Toshikane se siente a comer… –
Respondió Kurimo. Yo me senté, sintiéndome un poco culpable por lo que había pasado. Nowaki me miró feo.
–No tienen que esperar por mí… –
Dije. Kurimo volteó a verme y luego miró a Nowaki.
–Sí, si tenemos. –
Le dijo. Creo que había algo entre ellas de lo que yo no estaba enterado. Mizore no bajó, y eso hizo que Nowaki comenzara a decirle algo a Kurimo en secreto. Cuando Akane salió de la cocina, las regañó.
–Nada de secretos en la mesa. –
Se quejó.
–Pues, estábamos esperando a que el señor, terminara con su asunto arriba para que pudiéramos comer. –
Se quejó Nowaki. Kurimo soltó una risita. Tal vez lo encontraba gracioso. De algún modo, me alegré de no haber dicho realmente mucho. No quería que Nowaki se traumatizara… más.
Cuando Akane se dio cuenta de que Mizore no estaba allí, puso una mano en la cintura.
–Te dije que no demasiado, Toshikane. –
Se quejó Akane.
–Pero… –
–Te excediste. ¿Qué se supone que hare ahora? –
Preguntó, mirando el plato de Mizore.
–No es eso, no es que me excediera… –
–Bueno, no puedo decir que no lo viera venir. –
Respondió Akane, y se sentó a mi lado.
–¿Qué quieres decir? –
Pregunté, pero Akane me miró y negó con la cabeza, sonriendo.
–Nada, cosas de mujeres. Nada que importe a los hombres… especialmente a aquellos que hacen lo que les viene en gana. Ahora come. –
Respondió Akane. No sé si era algo de lo que Mizore había gritado, o si era algo que Mizore le dijo a ella en privado, o solo el reclamo por que me tomé mi tiempo en bajar. No quise averiguarlo por el momento.
Ya había averiguado demasiado. Además, no quería que hubiera demasiadas preguntas. Ya todos saben por qué.
–¿No me debes algo? –
Preguntó Nowaki de pronto. Yo voltee a verla.
–¿Algo? –
Pregunté. Ella encogió de hombros.
–Sí. Algo… por hacerme esperar… –
Se quejó. Kurimo lo tradujo para mí.
–Ella quiere un beso. –
Nowaki la miró alarmada y avergonzada.
–¡No se lo digas! –
Se quejó. Kurimo me miró por unos segundos. Luego a Nowaki y suspiró, dijo algo que nunca pensé que escucharía a Kurimo decir.
“Tienes que ser más abierta”
Dijo.