Haru No Yurei - Volumen 4: 27. Amor Secreto
Y por eso fue me arreglé el cabello como pude y me dirigí a casa de Ayasara. Incluso envié un mensaje avisando que ya había salido, pero no hubo respuesta.
Si todo era como lo estoy pensando, tenía que dejar una buena impresión en la señora. Comencé a ponerme nervioso a medida que caminaba, ya no estaba acostumbrado a esta clase de cosas y las pocas veces que lo intenté salió… extraño.
Me acordaba ahora del dia en que conocí a la madre de Mizore. No creo que esto se parezca en nada pero aun asi.
Un momento. ¿No se vería extraño que fuera yo un joven de dieciséis años? Es decir… exactamente ¿Qué debería responder cuando preguntara dónde nos conocimos o algo asi? No recordaba cuando fue la última vez que me sentí tan nervioso, pero hasta yo tuve que reconocer, que mi relación con Ayasara era algo poco común.
Lo poco que yo sabía sobre la señora lo supe por una llamada telefónica. La señora parecía estricta. De la clase de mujer que no se conforma con un explicación a medias. Si mis cálculos son correctos, la señora tiene que tener algo asi como cincuenta o sesenta años. Es una señora mayor, en toda la extensión de la palabra.
Me acerqué a la casa con un solo pensamiento en la cabeza.
“Solo espero que no piense que esto es una burla o algo asi”
Toqué el timbre luego de eso. Alguien abrió la puerta casi inmediatamente. Unos ojos grises, que posiblemente eran color miel hace años, ahora marcados con arrugas, me miraron con algo de desconcierto.
–¿Necesitas un sello? No veo el paquete, de todos modos… –
Preguntó esta persona, que era, inconfundiblemente, la madre de Mizuki.
–Buenas tardes. Venía a buscar a Mizuki. –
Fue lo que dije. La mujer frunció el ceño. Era más bajita que yo, pero no había forma de mirarle hacia abajo, si saben a qué me refiero.
Ayasara Sensei tiene que haber escuchado mi voz, porque se acercó a la puerta.
–No… no le digas cosas raras, Okaa–sama. Es mi novio. Te dije que vendría antes. ¿No te lo dije? –
Esa es Mizuki para ustedes, tratando de actuar natural. Creo que ella estaba también muy nerviosa.
–¿Tu novio? –
Preguntó la anciana, me miró por unos momentos. Hasta yo pude entender la pregunta en su cabeza, pero no la hizo, en lugar de eso, se movió un paso para dejarme pasar.
–Un gusto señora. Lamento mucho la intromisión. –
Comencé a saludar, entrando. La señora miró a Mizuki un momento, luego a mí de nuevo.
–Asi que tú eres el famoso Toshikane. Es todo un placer. Pasa ahora. Estaba esperando poder conocerte. Ya que hacen que una anciana venga desde tan lejos… –
Ahí había un reclamo que yo no comprendí.
La señora caminó de vuelta a la sala, donde había un banco pequeño que la señora usó para sentarse, ignorando los sillones.
–Acércate, no voy a golpearte. Mi hija, esta dulce mujer de aquí, ha dicho un montón de cosas buenas sobre ti. Eso me intriga. –
Dijo la señora sonriendo. Y me miró por unos momentos. De algún modo, me sentí como si fuera mercancía siendo evaluada para ser vendida. Es difícil de explicar. La señora sonrió.
–Eres del tipo tímido. No importa, los hombres tímidos son generalmente mejores, mientras no sean del tipo que son excéntricos. Un hombre sin demasiados amigos no pierde el tiempo con amigos fuera de casa. –
Dijo la señora.
–Me dijeron que tenías que salir del trabajo, y por lo que veo, tenían razón. Dime ¿Dónde trabajas? Toshikane–san. –
Preguntó.
–Bueno, conseguí un empleo en Tekanoshi, no hace mucho. Me va bien, a decir verdad. –
La señora me miró como si estuviera hablando sin sentidos. Por supuesto que fue hace “No mucho” ¿En qué rayos estaba pensando? Si “Hace mucho” no podía trabajar. Fue como si ella pudiera leerlo en mi mirada todo este tiempo, pero escogió ignorarlo.
–Okaa–sama yo… –
Comenzó a decir Mizuki, pero su madre la acalló con un movimiento de mano y un gesto.
–¿Y que estas esperando? Sírvele de comer. ¿Qué no ves que ha llegado cansado? En serio… –
No creo que a la señora le importe un comino que yo haya estado cansado o no. Lo que ella quería era deshacerse de su hija. Fue muy obvio que iba a ser interrogado.
En cuanto se fue, la mirada de la señora cambió por una mirada helada. Me sostuve con fuerza del sillón, tratando de no demostrarle que sí, estaba temblando. La señora parecía enojada.
–Si esto es un juego… no es gracioso. –
Me dijo la señora. Su tono de voz era áspero y seco como el de un cactus.
–No es un juego. –
Respondí, con una voz que hasta yo sentí que era chillante. Ella me miró a los ojos, miró a la cocina un momento, luego volvió a mirarme a mí.
–Sabes que esa tonta no había cocinado para nadie en su vida. –
Comentó la señora, mirándome.
–No lo sabía. –
Respondí, honestamente, aunque de algún modo no era una sorpresa para mí. Ella se dio cuenta y sonrió diabólicamente.
–Entonces entiendes lo que te estoy diciendo. –
–Sí. –
Resolví que ser honesto era lo mejor que podía hacer. No tenía cara ni fuerzas para mentirle. Era como si pudiera leerme perfectamente.
–Aun asi… –
Quise decir, pero ella me acalló con otra pregunta.
–¿En qué año estas? –
Preguntó. Creo que ella se dio cuenta inmediatamente de todo lo que pasaba. No sé si había cuestionado a Mizuki antes, pero no había forma de ocultárselo. Es decir, era muy obvio, que Ayasara era mi profesora.
–Apenas entraré a tercer año de instituto. –
Respondí. Ella miró a la cocina de nuevo, luego a mí. Me ahorcó con la mirada por unos momentos, luego me soltó, y asintió con la cabeza para sí misma.
–Vine aquí pensando en tomármelo seriamente. ¿Debería tomármelo con seriedad? –
Me dijo. La edad. Lo sabía. Ella no está conforme, no está para nada conforme.
Mizuki entró en la sala en ese momento, bastante nerviosa, pero de algún modo luciendo su delantal frente a mí. La señora la miró y le sonrió, luego pareció enfadarse.
–¿Y qué es lo que tiene que hacer una pobre anciana para conseguir un café en esta casa? –
Preguntó. Mizuki la miró por unos segundos, luego suspiró.
–No tienes que ser mala conmigo. Te prepararé tu café, Okaa–sama. –
Y se fue. La señora se puso de pie. Me miró por unos momentos.
–Bueno. Sobre eso, no voy a cambiar de opinión. Puede tomarse eso con seriedad, si gusta. –
Fue lo que le dije. No trataba de ser grosero, y ella se dio cuenta de ello, aunque por si acaso, me dio un ligero golpe en la cabeza con su bastón.
–Anda, la mesa está servida, vamos. –
Me indicó. Yo solo la seguí. Mizuki puso la tasa de café frente a su madre, quien lo probó y sonrió para sí misma.
–Y bien. Todavía no me dicen ¿Cuándo es la boda? –
Dijo la señora. Mizuki me miró a mí por unos segundos, pero antes de que yo pudiera decir cualquier cosa, ella respondió.
–Bien, no estábamos pensando en eso ahora mismo, Okaa–sama. Ya te dije que hay muchas cosas que arreglar y… –
Evidentemente, Mizuki se estaba guardando una enorme parte de verdad en todo esto. Me sorprendió hasta cierto punto que la señora no la hubiera interrogado antes y le sacara todo lo que sabía.
La señora no parecía muy contenta con la respuesta.
–No están pensando en eso ahora mismo. ¿En que están pensando entonces? –
Preguntó. Mizuki trató de explicar.
–Bueno, el trabajo y… –
Eso hizo enfadar a la señora. Parecía que le molestaba escuchar esas cosas.
–Oh. Tú siempre con tus ocupaciones. No has cambiado nada. –
Pude ver como algo se rompió dentro de Mizuki con eso. Tal vez la señora no quería que su hija fuera profesora. He sabido de gente asi.
–En primer lugar, tengo que terminar la universidad, yo creo. –
Fue lo que dije, mientras comenzaba a comer. La señora me miró feo. Creo que fui muy obvio al intervenir para salvar a Mizuki. Ella no tuvo piedad.
–Créeme, si se lo dejas a ella, estoy segura de que después de eso habrá algo más. Y algo más. Siempre hay algo más con ella. A este paso me voy a morir y no podré conocer a mis nietos. –
–No digas cosas como esa, Okaa–sama. –
Se quejó Mizuki, alarmada. No pude decir si era por la vergüenza acerca de los nietos, o miedo por lo de morirse. La señora hizo un gesto despectivo.
–Bueno, al menos tiene una buena complexión. Eso ayuda mucho. –
Me miró de nuevo. Esta vez fue extraño. Era como si tratara de medir algo en mí. Me miraba como a una especie de prospecto, como cuando vas a buscarle pareja a uno de tus animales de granja.
Honestamente, un escalofrío recorrió mi espalda. Hice lo que pude para seguir comiendo.
–Bueno, soy solo un chico saludable, es todo. –
Le dije, con la mirada pegada en el plato.
–Un chico saludable. –
Repitió la señora, como corroborando que estábamos hablando de lo mismo aquí. ¿Tan pronto llegamos a eso? La señora se volvió a Mizuki.
–¿Qué tan saludable dirías que es? –
Preguntó la señora a su hija, quien se quedó callada por un momento, como si tratara de entender de qué iba la pregunta. Supe que lo entendió porque ella enrojeció hasta las orejas y se dio la vuelta, cubriéndose la cara.
A la señora no le conmovió en lo más mínimo.
–Muy saludable entonces. –
Fue lo que dijo. Mizuki se quejó.
–Okaa–sama. Por favor… no esta conversación. Te lo suplico. –
Pidió. La señora encogió de hombros.
–¿Qué tiene esta conversación? En realidad va retrasada por años, todos los años que te dedicaste a rechazar cada propuesta… Has dejado que la vida se te pase por años y me dices que no quieres tener esta conversación. ¿Cuándo vas a tenerla entonces? ¿Cuándo seas una anciana? –
–Ya te lo dije antes. ¡Eran aburridos! –
Se quejó Mizuki, haciendo una pataleta.
–Y ahora que has encontrado al que no es aburrido, no tienes idea de qué hacer. –
Se quejó la señora. Sé que había un mensaje implícito en esas palabras, pero no quise intervenir. Solo seguí comiendo.
–Estamos bien. Si sucede… a veces. –
Explicó Mizuki, la señora entrecerró los ojos.
–Pues a veces no es suficiente, déjame decirte. Está en esa edad. Lo piensan todo el tiempo. Y si fueras más lista sabrías que no deberías retrasarlo. –
Se quejó la señora.
–Pero si acaba de llegar. ¿Qué insinúas? ¿Debería actuar toda pegajosa mientras está ocupado? Claro que no. Además, no es eso a lo que vino. –
Respondió ella, ahora volteando a verme. Yo me concentré en comer.
–¿En serio? Porque te mira muy interesado desde que entró… –
Insistió la señora.
–Eso no… ¿Qué cosas estas diciendo, Okaa–sama? –
Trató de responder Mizuki. La señora se enfadó.
–La escuela no te quitó lo tonta. ¿Qué estoy diciendo? Lo que veo es lo que estoy diciendo. ¿Crees que no he visto esa mirada antes? La mirada de tu novio, es la mirada de un perro hambriento. ¿Desde hace cuánto que no le atiendes? –
Preguntó la señora. Mizuki enrojeció hasta un grado que resultaba cómico.
–¿Yo? Es decir… es que no… –
Ni siquiera podía articular palabra. La señora comenzó a desesperarse.
–Atenderlo. Atenderlo como una mujer. Es un hombre. ¿Qué esperabas? A los hombres hay que atenderlos para que no se vayan. –
–Si bien… es que… justo ahora… –
Comenzó a decir Mizuki, su madre le repitió como quien repite a un niño pequeño.
–Todos los días, cariño. Todos los días. Hasta que se harten. Hasta que no quieran ver un par de pechos más en su vida. –
Un dia en que yo no quiera ver más pechos.
–Va a ser un poco difícil. –
Comenté. Se me salió. Lo juro. Creí que lo estaba pensando. La señora suspiró, victoriosa.
–¿Lo ves? –
Preguntó Mizuki me miró feo pero no dijo nada.
–Menos miradas y más acción, niña. Tu padre a este punto ya me tenía sobre la mesa… ese era su favorito… –
La señora parecía en serio estarlo recordando.
Ayasara volteó a verla, un tanto enojada de tener que enterarse de cuál era el favorito de su padre, supongo. Ella encogió de hombros.
–¿Qué? ¿No lo sabías? Les voy a decir algo, jovencitos. Ustedes no “Inventaron” los embarazos ni el método de conseguirlos. Yo estuve allí, tu padre también, y era bueno… muy bueno en realidad. Y en veinticinco años de matrimonio tomaba su “descanso” todos los días. –
La señora parecía orgullosa de eso. Mizuki no pudo más.
–¡No quiero saber esas cosas! –
Se quejó ella. La señora me miró por unos segundos, luego bebió de su sorbo de café.
–No me veas de ese modo. Supongo que la época en la que una podía fingir que es un accidente ha pasado ya de moda. Las mujeres ahora lo intentan activamente. Todas excepto esta hija mía que tiene otras ocupaciones. –
Pude ver que eso hizo enfadar a Mizuki.
–Bueno, su trabajo la ha mantenido ocupada. –
Comenté, con la intención de hacerle notar a Mizuki que al menos yo estaba al tanto de eso, aunque fue muy obvio para todos, que para la señora, eso no contaba para nada.
–Pues espero que al menos eso pueda hacerlo sin salir huyendo, y sin reventar las paredes en uno de sus berrinches. Aunque asumo que si estás aquí, estas al tanto de esas cosas también. –
Me dijo la señora, sin mirar a su hija, quien por cierto estaba a punto de las lágrimas.
–Nada que un poco de paciencia no pueda sostener. –
Respondí.
La señora sonrió para sí misma esta vez.
–Muy bien. Haré la vista gorda si quieren ir al cuarto ahora. Si la señorita ocupada no tiene otras cosas más importantes que atender, por supuesto. –
–Okaa–sama eso no… –
Comenzó a decir Mizuki, pero la señora la miró fríamente.
–¿No qué? No me irás a decir ahora que le has mentido a esta anciana una vez más ¿O sí? –
Preguntó. Mizuki se quedó callada.
La señora quería comprobar que realmente era yo su novio. ¿No es cierto?
Suspiré y me puse de pie y la tomé de la mano. Creo que si era lo mejor si teníamos un momento en privado, fuera como fuera. Después de eso, sin decir nada, subimos las escaleras y entramos a su habitación.
Una vez que entramos y cerramos la puerta, ella me soltó con desánimo y se sentó en la cama. Se llevó las manos a la cara.
–Lamento eso. –
Comentó ella. Yo sonreí y me acerqué. Ella me miró con coraje.
–Bien, al parecer, le agradas a mi madre. Más que solo eso, diría que ella está muy contenta con el prospecto de que seas tú… bien hecho… –
No era un halago, ella se estaba quejando.
–La que no parece tan contenta eres tú… –
Respondí. Ella suspiró.
–A mi madre nunca le ha agradado lo que hago. Ella quería que me casara y tuviera hijos pronto. Y a veces simplemente pienso que ella tenía razón… –
Se puso a llorar.
–No estoy tan seguro… –
Ya habíamos hablado sobre esto antes, pero creo que ya entendía de donde había sacado ella varias cosas que salieron antes.
–Pues tomaste inmediatamente su invitación… –
Se quejó ella, y volvió a llorar.
–Y déjame advertirte algo, no voy a hacer nada como eso si ella está en la casa, eso es solo desagradable y me parece horrible de tu parte que no lo veas… –
Se quejó.
–No vine aquí a complacer a tu madre. –
Respondí, encogiendo de hombros. Ella me miró. A ella no le gusta que la rechace.
–¿Entonces porque me trajiste aquí de todos modos? –
Preguntó ella, llorando.
–Pues… necesitaba verte… –
Respondí, es que era muy obvio, pero ella no lo ve asi.
–Eso no es cierto… tú solo piensas en sexo. Le diste la razón a mi madre allí abajo. –
Se quejó.
–Mizuki. Tu madre no me quiere. Te hizo creer que le agrado pero no es verdad. Y honestamente no me importa. Si pienso en esas cosas o no, no tiene importancia. No voy a acostarme contigo porque alguien más quiere que asi sea. –
Al menos no otra vez, pero eso no se lo dije.
–¿Entonces porque viniste? –
Preguntó ella.
–Porque quería verte. No tiene que haber otra razón. Estabas bastante alterada cuando me llamaste. Solo… quería saber si estabas bien. –
Expliqué. Ella se puso a llorar a lágrima viva.
–No… –
Dijo ella, me acerqué y tomé su mano, ella ni siquiera hizo el esfuerzo por retirarme. Lentamente me acerqué y me senté a su lado.
–Mi madre vino de la nada, y dijo cosas como esas… yo le dije que lo hago bien por mí misma y que tengo un novio… y ella no me creía… –
Bueno. Le está pidiendo a un huérfano que entienda por qué la opinión de su madre es tan importante. No creo que mis padres habrían aprobado mi forma de vivir de todos modos. Aun asi, aquí estoy.
–Tal vez ella piensa que estas tratando de convencerla de algo… –
Respondí.
–¿Eso qué quiere decir? –
Preguntó ella, molesta.
–Es que, cuando tienes algo, no tienes que convencer a nadie de que lo tienes. Ayasara Sensei no tiene que estar convenciendo a nadie de que es una profesora, le basta con ser una profesora. No hace nada excepto lo que hace una profesora, y ya está. –
–Pero eso y esto son cosas diferentes. –
Replicó ella. Yo me senté a su lado y suspiré.
–Tienes razón, eso no implica que no esté diciendo la verdad. Lo que digo es que dejes de aparentar que tienes un novio, y seas solo mi novia. Saldrá bien. –
Respondí, ella al menos dejo de llorar.
–Pues yo no sé cómo hacer eso. ¿Qué es lo que se supone que tengo que hacer? –
Se quejó ella.
–Bueno, ya que estamos solos en tu habitación, comencemos por hacer cosas que hacen las parejas cuando están solas. –
Respondí. Ella se enfadó de nuevo.
–Lo sabía, quieres eso… –
–Yo no he dicho nada sobre ello, y aunque si quiero, puede esperar. ¿Y si por ahora solo nos tomamos de las manos? –
Pregunté. Ella suspiró, todavía enfadada, pero asintió con la cabeza.
–Bueno… eso estaría bien… –
Dijo ella. No me moví, esperé a que ella fuera quien me tomara de la mano, lentamente sentí su mano acercarse a la mía mientras ella miraba hacia el otro lado.
–¿Y bien? ¿Te sientes más como una novia? –
Pregunté, ella apretó mi mano por unos momentos.
– ¡No! Me siento tonta… y me siento triste… –
Reclamó, pero no me soltó, y no la solté, ni dije palabra. Ella comenzó a llorar de nuevo.
–Y me siento sola… –
Se quejó. Yo solo la dejé recargar su cabeza en mi hombro.
–Me siento sola cuando te vas, y no sé cómo manejar nada de eso. Me encanta lo que tenemos tú y yo, y me hace tan feliz… pero no sé cómo se hace. No sé si lo estoy haciendo bien o no. Todavía siento que estoy fingiendo ser tu novia para no sentirme mal… Y tengo miedo de hacer o decir algo incorrecto… Y no quiero herirte pero, siendo honesta… no sirvo para esto. No sé cómo ser una novia. No sé cómo ser una mujer normal. –
Creo que, su principal problema, es que ella está viendo esto de noviazgo como algo que no es. No es una materia escolar. Es algo diferente, como un árbol, se da porque se tiene que dar, y si lo estuviera haciendo tan mal, ya no estaría saliendo conmigo.
–¿Esperabas una calificación? –
Pregunté, sonriendo, y a decir verdad, burlándome un poco de ella. Ella se dio cuenta y pude ver que una vena saltó en su frente. Se puso de pie.
–¿De qué estás hablando? ¿Te parece gracioso? –
Preguntó, enfadada.
–No estás en la escuela, niña lista. –
Respondí. Ella se enfadó más y apretó los puños.
–Eso no… –
Quiso contestar, pero la interrumpí casi de inmediato.
–No tienes que preocuparte tanto por esto. Si funciona entonces bien, si no funciona se va a notar. Y si estás aquí, es porque funciona. Es solo eso… –
–Pero yo no sé… –
Respondió ella, a punto del llanto de nuevo.
–Solo tienes que hacer lo que siempre haces. –
–Lo que siempre hago… lo que siempre hago es acostarme contigo. –
Se quejó ella, haciendo un puchero y cruzando de brazos.
–Bueno, aparte de eso… –
Repliqué, ella enjugó sus lágrimas.
–Enojarme, regañarte, llorar… ¿Lo ves? Soy una pésima novia. –
Se quejó ella, incluso saltó un poco. Yo sonreí. Si, estaba dispuesto a tolerarle todo. Tiene demasiada presión sobre sus hombros, no es que ella quiera hacer berrinches, es que ya no puede más.
Ayasara es alguien que ha vivido estresada toda su vida, por cumplir con las demandas que ella misma piensa que son lo normal. Y ha sido tan dura consigo misma, durante tanto tiempo, que no creo que nunca antes haya hecho una pataleta semejante a nadie.
–No, no. Así es como se porta una novia en realidad… –
Respondí, poniéndome yo de pie.
–Claro que no. Estas mintiendo. Solo lo dices por decir. ¡Soy una mujer problemática que no le gusta a nadie! –
Me chilló. Yo me acerqué a ella y le abracé. Mizuki forcejeó por unos momentos, luego se dejó abrazar. Estaba llorando.
–Ayasara, tú no sabes lo que es una mujer problemática. Es cierto que te dejas llevar por tu enojo con facilidad, pero eso no es lo que hace una mala persona. Y lo estas intentando, me doy cuenta del esfuerzo que pones en esto. Estas cosas están condenadas a salir mal un par de veces, pero eso no quiere decir que sea imposible. –
Expliqué. Ella sollozó.
–Ahora el profesor pareces tú… –
Replicó ella.
–No es eso. Pero tengo la suficiente experiencia para decir una cosa. Nunca va a ser perfecto, y eso está bien. A mí me gusta como es. –
Expliqué.
–¿Te gusta de verdad? ¿Te gusta ser mi novio? –
Preguntó ella, estaba temblando levemente.
–Sí, me gusta ser tu novio. Me hace feliz estar cerca de ti. –
Expliqué, ella dejó de llorar.
–¿Y te gustó la comida? –
Insistió.
–Fue muy buena, a decir verdad, me gustaría venir a comer aquí más seguido… –
Respondí, ella hizo ademán de limpiarse las lágrimas, pero no se soltó. Supongo yo que era vergonzoso mirarme mientras preguntaba estas cosas.
–¿Y te gustó mi delantal? –
Preguntó ella. El ambiente cambió repentinamente, asi que la atraje un poco más hacia mí, podía sentirla respirar en mi oído.
–Me agradó, aunque me hubiera gustado estar menos vigilado… ya sabes… fue difícil…–
Ayasara soltó una risita.
–A mi madre le agradas. De verdad le agradas. Ella no es amable con todo el mundo… –
Explicó. A mí no me pareció demasiado amable, pero por otro lado, nos dejó solos aposta. Supongo que esa era su definición de amabilidad, porque ahora mismo, Ayasara no parecía tan disgustada con la idea.
Moví mi mano y apreté su trasero, ella saltó.
–Okaa–sama tenía razón… tú solo piensas en eso… –
Respondió ella, endulzando su voz.
–¿Eso es un problema? –
Pregunté, ella soltó una risita complacida.
–No lo sé… Yo he pensado mucho en ti… Y tú no paras de mirarme… –
Se quejó ella, asegurándose de que mi mano tocara todo su trasero. Lentamente comencé a levantar su falda, estaba concentrado en eso cuando abrieron la puerta.
–Ah, vaya, asi que es del tipo sensible… esto está bien también. Supongo que es necesario de cuando en cuando. –
Fue lo que dijo la señora, ignorando por completo el hecho de que mis manos estaban en el trasero de Miyuki, que se quedó estática mirando a su madre. La señora encogió de hombros, como si no importara, como si la hubiera encontrado cocinando o lavando la ropa.
–Tengo que irme. Esta clase de cosas no son lo mío. Nunca me han gustado los doramas de la TV. –
Fue lo que dijo la señora. Mizuki se enfadó.
–Okaa–sama… ¿Cómo es que voy a darte nietos si continuas interrumpiéndome? –
Preguntó Mizuki, separándose, con la cara roja y los puños apretados.
–Ah, asi que eso es lo que estas intentando. Esfuérzate entonces… –
Le dijo y se fue, cerró la puerta detrás de ella. Mizuki gritó.
–¡Eso hago! –
Pero no hubo respuesta. Después de unos segundos, Mizuki volteó a verme, aún estaba roja de la cara.
–Yo… no quería decir eso… es decir… –
Y se quedó callada. Por toda respuesta, la tomé de las manos, mirándola. Ayasara comenzó a enrojecer mientras la miraba, hasta que comenzó a quejarse.
–Deja de mirarme… –
Se quejó.
–No puedo. –
Respondí, sonriéndole. Ella giró la cara para que no pudiera verla, pero no me soltó las manos, ni siquiera lo intentó.
–Estás volviéndome loca… mis manos me hormiguean… deja de verme… –
Se quejó, tratando de cubrirse con los brazos, sin soltarme. Iba a darle un beso, pero no encontré el modo cuando ella habló de nuevo.
–Tú no entiendes, yo no quise decir eso… no es que… bueno… –
Y se quedó callada.
–No es que te estés esforzando ¿Es eso? –
Pregunté. Ella me miró con lágrimas en los ojos.
–No… bueno… es decir… verás… –
La solté de las manos y ella se quedó callada. Hasta yo pude ver que eso la hizo sentir miserable. Lagrimas resbalaron por sus mejillas.
–No… espera… ––
Se quejó, parecía a punto de gritarme, pero antes de que volviera a tomarla de las manos, ella avanzó un paso hacia mí y me miró a los ojos.
–Te amo… –
Fue lo que dijo, asi, sin más. Me quedé callado y ella continuó.
–En realidad, yo ni siquiera sé por qué te hice venir, sólo… quería verte. Es todo. Quería estar contigo un momento. Quería escuchar tu voz. Por favor no te vayas. Me voy a morir si te vas… no me dejes… por favor. –
Esto es lo que ella dijo ese dia en la llamada telefónica. En ese momento, Ayasara puso su mano en mi cara, suavemente.
– No sé qué me ocurre… yo nunca antes me sentí asi. Me da pánico de pronto, y nunca puedo ser honesta contigo, y después Okaa–sama vino y dijo cosas como esas… no te enfades conmigo. Sentí que si te veía estaría bien. Por eso dije esas cosas… –
Y puso su cabeza sobre mis hombros. Fue en ese momento que me enteré, de que Mizuki había ganado. Ayasara Sensei ya no estaba allí.
–¿Y estas bien? –
Pregunté, comencé a acariciar su cabello.
–Solo si no estás enfadado conmigo… –
Respondió ella, yo continué abrazándola suavemente.
–¿Cómo es que voy a estar enfadado contigo? –
Repliqué, pude escuchar como eso la hizo suspirar.
–Sé que lo dices por decir… Pero está bien. Siempre eres asi… –
Me dijo, luego, apartándose de mí, se dio la vuelta cruzando los brazos.
–¿Quién lo diría? No sé qué fue lo que dijiste, pero le agradas a Okaa–sama. Espero que estés feliz. ¡Hmph! Para ser un maleante… –
Dijo ella. Está provocándome abiertamente. Ella nunca hace cosas como esa, asi que me preguntaba cuál era el fondo de todo esto. No creo que ella estuviera realmente enfadada por ello. Pero van varias veces que me lo da a notar.
–¿Solo le agrado a ella? –
Pregunté, acercándome, ella no volteó.
–Sí, sólo a ella. Y eso es solo porque no sabe cómo eres en realidad… –
Se quejó.
–Pero tú si sabes cómo soy… –
Respondí, ella se apartó de mí, poniendo entre nosotros un pequeño sillón que había en su cuarto.
–Eres un pervertido. Siempre me miras de forma sucia. –
Respondió. Con toda la paciencia del mundo, me acerqué al sillón, ella miró a la puerta, luego a su cama, luego a mí.
–¿Solo te miro? –
Pregunté, sonriendo. Ayasara se puso nerviosa.
–Bueno… no solo eso… también me haces cosas… –
Dijo ella. Sin darle más tiempo a pensar la alcancé y la tomé del brazo. En unos segundos la mano que no la sostenía estaba sobre su pecho y mi boca estaba en su cuello.
–¿Cómo que cosas? –
Pregunté, y ya estaba lamiéndola y tocándola. Ella ya no se resistió, pero siguió quejándose.
–No sé qué cosas… –
Respondió. Yo puse mi mano sobre uno de sus pechos, y apreté. Mi otra mano estaba tomándola del brazo. Ayasara chilló.
–Eso… es contra las reglas… –
Se quejó.
–No es verdad, tu madre dijo que estaba bien. Lo dijo justo antes… –
Respondí. Ella volteó a verme.
–Oye… dijiste que… dijiste que no te importaba… –
Se quejó. Le di un beso en los labios.
–Tienes razón. No me importa… –
–Entonces es contra las reglas. –
Insisitó.
–Tampoco me importan las reglas… –
Metí mi mano bajo su blusa, alcanzando sus pechos y masajeándolos. Ayasara trató de jalarme hacia la cama mientras desabotonaba su blusa con algo de desesperación.
–No tienes remedio. No sé por qué tienes que perder el tiempo conmigo. –
La jalé de vuelta hacia mí. Eso la desconcertó, pero como estaba tocándole los pechos y besándola, no pareció importarle mucho. Comencé a poner presión en ella hasta que quedó contra uno de sus muebles. Me miró.
–¿Qué? No. Espera… esto no es… aquí no… –
La aparté del camino y quité las cosas del mueble, tirando todo al suelo. Ella solo se quedó mirando, no dijo absolutamente nada. en ese momento, me volví hacia ella y le di un beso en los labios.
–Sube… –
Volví a pedir. Ella se sentó sobre el mueble, sin decir una palabra. Una vez que estuvo sentada sobre el mueble, metí ambas manos sobre su falda, y saqué sus pantis, sin miradas extrañas o comentarios. Como si fuera lo más natural, como si fuera algo que siempre hacemos, ni siquiera la miré.
Mizuki miró en silencio como sus pantis salían de sus tobillos. Me paré en medio de sus piernas, y podía sentir el calor y la humedad saliendo de su entrepierna.
–Aquí no… –
Se quejó. Me di la vuelta.
–Entonces no quiero… –
Le dije. Ella puso una mano en mi hombro.
–No… no te vayas… lo haré… lo haré… –
–Pensé que no te gustaba… –
Repliqué. Ella me hizo mirarla.
–Pero… dijeron que lo hicieras… dijeron que… tuviera hijos… –
Explicó. En su cabeza, pesaban mucho las palabras de su madre. Como dije, es la clase de persona que resultaría en criar a una mujer como Mizuki. Se notaba de donde venía todo.
Me di la vuelta de nuevo para mirarla.
–¿Y le vas a hacer caso? –
Pregunté, finalmente, Ayasara me miró y sonrió abiertamente. Era una sonrisa agradable, se acomodó su cabello.
–Yo… estoy enamorada de ti… y Okaa–sama dijo que está bien… –
Explicó. Yo negué con la cabeza.
–¿Y tú? –
Pregunté. Ella quiso cerrar las piernas, pero mi cuerpo se interpuso.
–Yo no sé nada… Yo quiero que tú estés feliz. Y que no te vayas. Haría cualquier cosa para que no me dejes. Cualquier cosa. –
Me dijo.
–Súbete a tu cama. –
Le dije. Estaba dispuesto a darle eso. Deberían haber visto lo bello de su sonrisa mientras ella se reía levemente.
Se dio la vuelta y subió alegremente a su cama, se sentó y subió los pies, luego me miró, pasándose la mano por el cabello, sonriendo.
–Ya estoy en mi cama… –
Dijo ella, con una voz cantarina. Me acerqué a la cama sin subirme, ella se quedó mirando mi pantalón. Yo bajé mi cierre para que mi pene pudiera respirar. Mizuki tragó saliva.
–¿Qué… quieres que haga? –
Preguntó ella, mirándome.
–Quiero que lo metas en tu boca. –
Respondí.
–Pero eso es… –
–Apresúrate. –
Insistí, tomándola de la cabeza y empujándola levemente hacia mí. Ayasara accedió.
–Está bien, está bien… no sé muy bien cómo se hace. –
Se quejó.
Ayasara lo metió en su boca, primero intentó meterlo por completo, no pudo. Cuando desistió, comenzó a lamerlo y a besarlo, se acomodó el cabello detrás de la oreja, y volvió a intentar meterlo dentro de su boca, esta vez con más precaución.
Por como estábamos, porque yo estaba parado a un costado de la cama, y ella estaba sobre la cama, podía mirar toda su espalda mientras ella se movía. Era una bella vista.
–Di algo. ¿Cómo voy a saber si te gusta esto? –
Se quejó ella, porque me había quedado en silencio mirándola contornearse.
–Perdón, eres demasiado bonita. –
Respondí. Mizuki se detuvo.
–No, eso no… es decir… ¿Bonita? –
Preguntó.
–Lo eres… –
Repliqué.
–Es decir… si pero… no… yo no… –
Comenzó a quedarse sin palabras. Para evitar que ella tuviera que explicar o decir cosas vergonzosas, metí mi pene en su boca de nuevo, sin avisar. Mizuki quiso quitarse pero se lo impedí sosteniendo su cabeza.
Ella comenzó a moverse para hacerlo, de cuando en cuando, me miraba, imagino que para verificar que me gustaba.
–Se siente bien, Mizuki. –
Fue lo que le dije. Ella trató de decir algo, pero como tenía la boca ocupada, no pudo decir nada y mejor continuó. Mis palabras le dieron ánimos, eso ni qué decir tenía.
Después de unos momentos saqué mi pene de su boca. No quería venirme prematuramente y admito que ella estaba haciendo un buen trabajo.
–Bien, ahora creo que vamos a complacer a tu madre. –
Comenté. Ayasara se rio levemente.
–No tienes que decirlo asi. –
Dijo ella, la tomé de la mano y hale levemente, subiendome a la cama con ella.
–Es la verdad. –
Respondí, sonriendo. Cuando nos acostamos, ella quedó debajo de mi, separó las piernas levemente.
–No seas brusco… –
Advirtió.
–¿Eh? ¿Por qué no? –
Pregunté, sonriéndole, ella se llevó un dedo a la boca y lo mordió.
–Me da miedo. –
Respondió ella, yo coloqué mi pene en su entrada, que comenzó a separarse mientras ella me miraba, sonriendo.
–¿Te da miedo esto? –
Pregunté mientras entraba en ella, mas por seguir la conversación que porque fuera una pregunta literal.
–Si… tienes que ser bueno… tu eres bueno… yo lo sé… –
Tuve una corazonada. Creo que en ese momento entendí porque ella tenía esa idea del maleante escolar.
–Si soy bueno es porque tu me haces serlo. –
Le dije. Ayasara me miró por unos momentos en silencio, luego paso sus brazos alrededor de mi cuello.
–Eso no es cierto. –
Eso fue lo que dijo, pero su cuerpo dijo todo lo contrario. Quiero decir, que la idea le gustaba.
–Entonces ¿Porqué es que estoy aquí ahora? –
Pregunté, empujando dentro de ella con suavidad. Mizuki soltó un suspiro.
–No lo sé… –
Respondió ella, arqueando su espalda.
–Claro que lo sabes. –
Respondí, ella me miró y puso su mano sobre mi cara.
–Estás aquí… porque… Okaa–sama dijo… que me embarazaras… –
Respondió Mizuki.
–¿Y tú que dices? –
Pregunté, empujando profundamente dentro de ella.
–¿Y tú que dices? –
Pregunté. Ella me miró y lágrimas acudieron a sus ojos.
–Lo quiero… –
Respondió Mizuki llorando.
–Entonces sigamos. –
Respondí. Ella me abrazó con los brazos y con las piernas mientras empujaba. Sus gemidos se hicieron mas altos.
Finalmente, Mizuki se atrevió a pedirlo por si misma.
–Hazme madre… pon un bebé en mi vientre… –
Me dijo.
–¿Eh? ¿De verdad quieres eso? –
Pregunté. Mizuki me dio un beso en los labios.
–Si… eso… eso es lo que quiero… y… que te hagas responsable despues…–
–Es un trato. –
Respondí, sin dejar de empujar.
Comenzó a venirse segundos despues de eso. Pero como yo no había terminado, continue empujando.
–Aun no… –
Le anuncié, ella separó sus piernas todo lo que podía.
–Toshikane… –
Llamó ella y cuando la miré, lo dijo:
–Te amo. –
Y me vine.
–––––
Mizuki se levantó y se puso la blusa en silencio. Yo solo la miraba vestirse, acostado sobre la cama deleitandome con la imagen de su espalda.
–No es que realmente espere que te hagas responsable. –
Dijo ella. Había recuperado su tono de voz autoritario que siempre tenía.
–¿Estabas mintiendo? –
Pregunté. Ayasara se quedó en silencio por un momento, estática.
–¿No te molesta? –
Preguntó ella, se dio la vuelta, su blusa aun estaba desabotonada. Ella me miró con lagrimas en los ojos.
–¿Molestarme? –
Pregunté. Ayasara suspiró.
–Seguro que… nunca antes habías estado con alguien asi… tan mayor… –
Respondió ella. No estaba llorando o haciendo un puchero. Pero pude ver que estaba temblando. Ella siempre se acompleja por esto.
¿Cómo se lo quito? Me preguntaba.
–Yo no diría eso. –
Respondí. Pero ella lo tomó como amabilidad y sonrió.
–Mentiroso. –
Respondió ella, poniendo una sonrisa falsa en el rostro que luchaba por contener las lagrimas.
–Sé que lo dices solo por cortesía. Pero quiero una respuesta honesta. –
Se quejó ella.
–¿No me creerás no importa qué? –
Pregunté. ella se puso a llorar.
–Es que, soy muy mayor y… si realmente quedo embarazada… ni siquiera tendrías que admitir que es tuyo si no quieres y… –
Ella siempre pensaba las peores cosas cuando se trataba de sus sentimientos.
–No eres la mas grande. Y no veo por qué eso sería motivo de vergüenza. –
Le dije, sentandome en la cama.
–Seguro que si… solo lo dices para hacerme creerte… –
Suspiré.
–¿Sabes? hasta no hace mucho, solía hacer toda clase de cosas con mujeres mayrores que yo. Incluso mayores que tu. Y a decir verdad, estaba muy orgulloso. Luego las cosas cambiaron pero no es como que piense que la edad es tan importante. –
Ayasara me miró.
–¿Cómo es eso? –
Preguntó, limpiándose las lágrimas.
–¿Cómo es que? ¿Lo de la edad? –
Pregunté. Ella se acercó y me miró.
–Y lo de las mujeres. Pensé que los chicos solo hacían esto con las chicas de su edad. ¿Hay algun secreto? –
Preguntó. De pronto parecía muy interesada en el tema. Suspiré.
–¿Recuerdas que me dijiste que me guardarías un secreto si te lo contaba? –
Pregunté. Ayasara asintió.
Creo que una parte de mi quería sacarlo.
–Soy el fantasma de primavera. –
Más bien «eras», porque me da etapa está más que muerta. Una lástima porque una cosa es las relaciones con su poligamia y otra el sexo sin compromiso ayudando a esas señoras solitarias. XD
Joder con la madre. Ha pasado de estar flipando con la edad de su «yerno» a casi ponerles la cama directamente, sin reposar la comida ni siquiera, jajajajaja.
Sobre embarazara la profe… Veremos cómo se lo toman las mujeres de la casa. 🫣 Al menos sabe que tienen una habitación más allá. 🤭
Era, en eso tienes toda la razon. Eran situaciones completamente diferentes, pero creo que se ha ido acomodando.
La madre solo quiere que su hija sea feliz. Por supuesto que no esta contenta con la edad de Toshikane, pero su hija se ha hecho la fama de arruinar cada oportunidad que tiene con los hombres, asi que esta asustada de que se quede solterona.
No va a gustarla a Akane y a las demas. Eso tenlo por seguro.