Kasei to Kinboshi Rikonshita - 2 Acto segundo: Los chicos que no respetaban a las chicas.
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- 2 Acto segundo: Los chicos que no respetaban a las chicas.
Para que estas cosas lleguen a ese grado, hace falta un elemento importante: Falta de empatía
Es precisamente el desinterés lo que lleva a eso. La imposibilidad de ver al otro como a un ser humano, con errores, problemas, sentimientos… es lo que ayuda a que estas cosas se propaguen con facilidad. La idea de que, no merece la pena ponerse en los zapatos del otro.
Incluso peor. La idea de que, está bien hacerle daño.
De eso, todos fuimos culpables.
–––––––––
El rumor de lo que había pasado con Kaampi corrió como el fuego entre las chicas. La mayoría fueron inteligentes y olvidaron el tema.
Pero si alguna chica tenía algo contra un chico, del motivo que fuera, ahora todo lo que tenía que hacer, es hacer sonidos de ardilla cuando pasaba cerca de él.
Eso provocó problemas durante un buen tiempo. Nos golpeaba en un punto en que dolía. Y digo nos, porque cuando volví a encontrarme con la chica de aquella ocasión, ella hizo ese sonido.
Era su maldita culpa.
Pero lo cierto es que ellas tenían a su mascota, y Kaampi se había ido para siempre.
Dos semanas habían pasado y aquello se estaba volviendo demasiado difícil de soportar. Algunos profesores incluso tomaron represalias contra algunas chicas, pero eso no las detuvo. No eran todas las chicas, varias de ellas, en ese momento, encontraron el acto de mal gusto, áspero y cruel.
Eran chicas después de todo, pero todo lo que bastaba en aquel momento es que una sola hiciera ese sonido en un salón, para violentar a todos los chicos de aquel salón.
Supongo que eso fue lo que propició que algunos comenzaran a pensar en vengarse.
Los Sempais, los más experimentados de todos, decidieron que lo mejor, era dirigir todos aquellos sentimientos, hacia algo más…positivo.
Y vinieron a todos nosotros con una idea un poco extraña.
La orden de Kaampi.
Era una especie de club social, destinado, más que nada, a tener algún sitio a donde conducir nuestra tristeza… y nuestro coraje. Para algunos, suena a una especie de comedia. A algo que da risa, pero para todos nosotros, tenía un significado especial.
Tal vez podíamos hacer algunos buenos recuerdos en medio de todo este desastre, para apaciguar un poco nuestra tristeza.
Desde el principio, todos tomamos el asunto con una solemne serenidad. Incluso los que no quisieron saber nada en un principio, se mostraron serios en cuanto al tema. Poco a poco, la orden de Kaampi abarcó a todos los miembros masculinos de la escuela.
Reclutó miembros con una rapidez relámpago.
En un principio, usábamos el corbatín azul para distinguirnos, pero cuando todo el alumnado masculino estuvo envuelto, no hubo necesidad de distinguir a nadie. Por supuesto, los profesores siempre vigilantes, cuestionaron a muchos de nosotros acerca de las actividades de dicho “club” que en realidad, no era ningún club.
Les dijimos que era para honrar a nuestra ardilla. Kaampi era su nombre, así que lo creyeron. Y como además no requeríamos fondos de ningún tipo, dijeron que estaba bien. Lo único que pedimos, fue la posibilidad de salir del edificio de cuando en cuando, a dejar ofrendas a Kaampi.
Nos concedieron eso.
Lo cierto, es que ahora había algo mucho más grande cocinándose de lo que cualquier hubiera podido pensar, porqué esa orden, se convirtió en nuestro escape, de todo lo malo que pasaba en la vida escolar.
Algunas chicas, trataron de ganar la simpatía del chico que les gustaba, intentando unirse a la orden. Pero en todo momento, se trató de dejar fuera a las chicas, solo por ser chicas.
–¿Qué saben ellas? –
Preguntó uno de los chicos al respecto.
Nada. Nada sabían de lo que nos ocurría. Ni les importaba saber.
Fue la orden de Kaampi, la que ideó la primer contramedida contra aquella situación del sonido de ardilla que hacían las chicas cuando estaban enojadas.
Un sábado por la tarde, en el dormitorio, encontramos un papel pegado en la puerta del dormitorio de los chicos, por dentro.
Estaba firmado por los cuatro fundadores de la orden, todos chicos de tercer grado. Segaki–Sempai entre ellos.
La orden comenzó a operar, si es que se le puede llamar así, por medio de votaciones. Aquella fue la primera. La pregunta era muy simple.
“Todos los miembros de la orden de Kaampi, deben ponerse de pie cuando una chica haga el sonido de la ardilla. ¿Estás de acuerdo con eso?”
Teníamos un mes soportando aquello. Un mes desde que Kaampi había sido cruelmente asesinada por un zorro.
La respuesta fue unánime.
SI.
Se contaron seiscientos treinta y cuatro votos de todos los alumnos hombres de la escuela. Nadie dijo que no.
La primera vez que se puso en práctica, yo estaba presente.
Era miércoles, y estábamos en el salón de química y una chica, de la que yo no sabía su nombre, hizo ese sonido cuando un compañero se negó a prestarle no sé qué cosa.
Todos nos pusimos de pie, lentamente.
La profesora de Química, miró contrariada como todos los chicos de la clase, se ponían de pie sin decir una palabra. Normalmente, ella hubiera sacado del salón a cualquiera que se pusiera de pie sin avisar.
Pero ahora había dieciocho chicos de pie. No podía sacarlos a todos.
Solamente entonces, preguntó:
–¿Ocurre algo? Jóvenes. –
Preguntó ella, acomodándose los lentes de forma seria.
Fui yo quien respondió en ese momento.
–Ella hizo ese sonido, profesora… creemos que eso provoca problemas del grupo. No sentimos que esté bien. –
La profesora nos miró y todos asentimos.
–¿Cuál sonido? –
Preguntó la chica que había hecho el sonido de la ardilla. Apreté los puños.
Estaba jugando a la tonta. Para su desgracia, algunas chicas estaban hartas del tema.
–El sonido de la ardilla… profesora, pienso que eso ha ido demasiado lejos. –
Fue todo lo que dijo. Así conocí a Fumizuki–chan. Ella se pasó la mano por el cabello, como he dicho, estaba harta.
–Si alguien vuelve a hacer ese sonido en mi clase, está fuera, y reprobada. –
Respondió la profesora. Se volvió hacia nosotros luego.
–Chicos, quiero continuar con mi clase, si no les molesta. –
Y todos asentimos, y nos sentamos. La chica que había hecho el sonido, de la que no recuerdo su nombre, nos miraba enojada. Pero no volvió a hacerlo.
Una vez que estuvimos sentados, la profesora dio su opinión acerca del tema.
–Si me lo preguntan, no me parece correcto burlarse de la desgracia de otros. Ahora voy a continuar, por favor, presten atención. –
De haber sido solo un chico, ella ni siquiera se habría tomado la molestia de dar su opinión. Pero con todos haciendo lo mismo, fue muy claro que nada iba a permanecer como estaba.
Así fue como aprendimos todos, que organizados, podíamos hacer cualquier cosa.
Nuestra confianza en “La orden de Kaampi” creció también debido a ello.
Mientras estuviéramos dentro de la orden, estábamos seguros. Daba resultado.
Los profesores habían intentado zanjar el tema, pero lo hicieron con tanto desinterés que nunca dio resultado. En cambio, la orden, por si misma, había ideado una forma de terminar con aquello, al menos mientras estuviéramos en clases.
El resultado fue inmediato.
Así es como una autoridad pierde la confianza de la gente. Así fue como dejamos de confiar en los profesores.
Eventualmente, las chicas también dejarían de confiar en ellos.
Eso… Es un pase directo a la tragedia.
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Como he dicho, no todas las chicas hacían esa clase de broma, algunas porque les parecía desagradable, algunas más porque les gustaba algún chico y no iban a querer ponerlo en contra de ellas antes de declararse o algo así.
Y a los chicos todavía les gustaban las chicas… solo…estábamos tristes por nuestra mascota y enojados por la falta de compresión por parte de las chicas, en algo que, nosotros sentíamos, era una tragedia.
Algunos dejaron que ese coraje fuera muy lejos también. Algunos realmente se enfadaron con las chicas por ello.
Azumo entre ellos.
Recuerdo la última confesión, antes de las vacaciones de invierno.
Las vacaciones de invierno, eran un momento delicado, porque era el único momento, en el que todos, teníamos que volver a casa.
Una chica de segundo debe haber pensado que sería triste pasar la navidad sin novio, y escogió aquel momento, para confesarse.
Mientras estuviéramos en los salones, estábamos de algún modo a salvo de todo aquello del sonido de la ardilla. Pero cuando estábamos fuera, quedo comprobado que ponerse de pie no era suficiente.
No diré que seguíamos tristes por todo aquello. Esas cosas pasan con el tiempo, las heridas comienzan a cerrar. Pero el sonido que hacían ellas, se convirtió en un símbolo de burla. Un símbolo de algo que no queríamos tener que tolerar.
La muerte de Kaampi ya no tenía nada que ver a estas alturas, y aun así, de cuando en cuando, ellas seguían haciendo ese sonido.
Hubo compañeras de clases que se pelearon por esas razones también.
En un salón de primer año, había un estudiante llamado Takahiro, que era extremadamente apuesto. Está mal que yo lo diga, pero es la verdad. Era tan apuesto, que los chicos lo llamábamos “Leonardo.” Pero su nombre era Takahiro.
Pese a su apariencia, “Leonardo” era tímido, y no estaba muy conforme con la atención que recibía de las chicas, sobre todo, porque era MUY visible. De todos, fue de los últimos en entrar a la orden de Kaampi, pero también uno de los que atendía con más entusiasmo las celebraciones de funeral, que se realizaban todas las semanas.
El miércoles, después de clases.
Puede que la principal razón de eso, es que las chicas no iban a buscarlo allí.
Habían pasado cuatro meses desde que Kaampi ya no estaba con nosotros, y la celebración funeraria poco a poco cambió por un evento un poco más alegre. Comíamos fuera, hacíamos día de campo y disfrutábamos el rato.
El día en que íbamos a tener dicha celebración, estábamos en la cafetería, comiendo en el descanso. Era miércoles. Día de empanadas en la cafetería. Yo amaba ese día.
Me percaté de que Takahiro estaba allí con su grupo de amigos de primer año. Fue en ese momento, cuando una chica de segundo año se acercó a él.
Eso llamó demasiado la atención en una escuela en la que los chicos y las chicas casi no se hablan y el número de parejas podía contarse con los dedos de la mano.
Takahiro tiene que haberse puesto nervioso. Yo me limité a observar.
–Takahiro–kun… –
Como él estaba rodeado de chicos, la chica de segundo año tiene que haberse puesto nerviosa. Al instante un par de chicas se acercaron, con la intención, yo creí, de apoyar moralmente a la chica.
¿Quién era esta chica? Suzukase Mikan, de segundo año. Del salón 2–C. considerada por muchos y muchas como la más linda de la escuela, de cabellos claros y ojos verdes. Notas impecables. Buena figura. La envidia de muchas otras, dicen. Y ahí el problema.
Había venido con la intención de llevar a Takahiro a un sitio apartado donde poder confesarse. Takahiro se negó a irse.
–Si tienes algo que decir, dilo rápido… –
Se quejó él.
Tenía hambre, supongo, o es solo que estaba avergonzado de haber sido tomado en la cafetería frente a todo el mundo. No lo sé.
Suzukase Mikan, sin acobardarse, lanzó su mejor sonrisa a Takahiro.
–Por favor, me gustas desde hace tiempo, sé mi novio. –
Sus amigos miraron a Takahiro. Y fue allí, que su propia compañera, le clavó la puñalada en la espalda.
¿Envidia? ¿Celos? No lo sé, no lo sabía nadie y tal vez nunca lo sabremos. Pero hizo el sonido de la ardilla.
Allí, en medio de la confesión.
La que se suponía que estaba allí para apoyarla, dio a Mikan la puñalada final.
Porque lo único que hizo Takahiro, fue ponerse de pie, como estábamos acostumbrados. Sus compañeros hicieron lo mismo. Suzukase Mikan pensó que él ignoraría la grosería, pero Takahiro solo se inclinó, profundamente.
–Lo siento mucho. –
Y se dio la vuelta y se fue, sin sentirlo ni un poco.
¿Habría rechazado Takahiro a Mikan si nadie hubiera hecho ese sonido? No lo sé. Lo único que sé, y que Mikan también sabía, es que Takahiro cambió su expresión cuando escuchó ese sonido.
Hasta allí llegó el corazón de Suzukase Mikan. Hasta allí llegaron los sentimientos. Ese día, en el nombre de todos, Takahiro–kun dijo: Lo siento mucho. Y les dio la espalda. Y todos con él.
Le dimos la espalda al amor.
Esa tarde, celebrábamos aquello como si se tratara del día de nuestra liberación. La orden de Kaampi aclamó a Takahiro como un héroe, y mientras una chica lloraba por el rechazo del chico que le gustaba y la traición de sus compañeras, nosotros nos reímos de ella.
Nos burlamos de su corazón roto como ellas se habían burlado del nuestro.
Y aunque sabíamos que estaba mal reírse de la desgracia de Suzukase–chan, porque en realidad ella no fue quien insultó a los chicos, a ninguno le importó.
Fue a raíz de eso, que los chicos comenzaron a devolver la burla. Varias chicas, en venganza, comenzaron a hacer el sonido de la ardilla cada que nos veían pasar. Pero ahora los chicos solo se inclinaban, diciendo: lo siento mucho.
Las chicas acudieron entonces con los profesores, en busca de una solución. Ahora ya no era tan divertido.
Por desgracia, los maestros llevaban varias semanas escuchando quejas acerca del sonido de la ardilla, y ninguno de ellos estuvo realmente dispuesto a escucharlas.
Nadie hizo nada. Fue esa la razón de que los profesores no vieran venir lo que ocurrió después.
Y es que las chicas también perdieron la confianza en los profesores. Y lentamente, todo comenzó a ir a mal. Si dejamos de reportar las cosas que estaban pasando, no fue porque creyéramos que hacíamos lo correcto, sino por asumir, que la autoridad no haría nada al respecto. ¿Para qué molestarse?
No necesitamos que supieran lo que pasaba.
Necesitábamos una solución.
––––––––––
Faltando tres días para que comenzaran las vacaciones de invierno, hubo un incidente.
Ya para aquella época, ni siquiera los Sempais más razonables se tomaron la molestia de intentar detenernos. Esto no quiere decir que alguno se hubiera propuesto la idea de usar la violencia, al menos no abiertamente.
Todavía no.
No había pasado mucho tiempo desde que “Leonardo” hiciera su hazaña y muchos de nosotros usábamos las “disculpas” frecuentemente como método de lidiar con las chicas y sus constantes reclamos e insultos.
La mayoría de nosotros nos habíamos hecho ya a la idea, de que no íbamos a conseguir novia mientras estuviéramos allí, y poco a poco, perdimos interés en las chicas, y, lo que era más importante, en lo que ellas pensaban de nosotros.
Una pareja terminó por esas cosas justo por aquellos días.
En aquellos días, la escuela se inundó de un odio tan frio como la nieve que le cubría.
No era la clase de odio que nace de malos entendidos. Ya no, al menos.
Era uno diferente. Nacido de la desconfianza, el rencor, y problemas sin resolver entre unos y otros. La clase de odio que es más propio de una pareja que lleva 20 años de casada y ya no se soportan en absoluto.
Las chicas llevaban esos días soportando las bromas pesadas de los chicos, quienes no fueron muy amables en su intento por devolver esa lenta en incesante campaña de hostigamiento de la que fuimos objetivo los meses anteriores.
El problema es que los chicos… juegan rudo. Y sin los maestros para poner un alto, todo comenzó a escalar muy rápidamente.
De los empujones y groserías, a las cosas vulgares.
El primer incidente importante ocurrió en el baño de las chicas.
A eso me refiero.
Un chico, Nokuro–kun, que siempre había sido sospechoso, porque no tenía club, fue atrapado por un par de chicas.
Las chicas dijeron que lo encontraron espiando.
Nokuro–kun, dijo que solo pasaba por allí.
Si lo hizo o no lo hizo, no tiene importancia.
Llegó la delegada mayor del comité de disciplina, una chica llamada Naoko. Y Segaki Sempai fue a hablar por los chicos. Todo esto, sin el menor intento de decir a los profesores que algo había ocurrido.
A partir de ese día, los profesores permanecieron al margen, en todo momento. Excepto una vez, para empeorar las cosas.
Segaki–Sempai era tenido por alguien razonable, en aquellos días, y Naoko Sempai nunca había aprehendido a alguien injustamente antes.
Los compadezco.
Porque sé que Segaki–Sempai realmente creía que Nokuro–kun había espiado. Y por tonto que pudiera parecer, Naoko Sempai realmente pensaba que él no había espiado.
Sin duda ella podría haber dicho mucho de las compañeras que estaban haciendo la acusación en realidad, pero como dije, eso no era importante.
Ella misma confesó después, que no pudo decir las cosas que realmente pensaba.
No estaban allí para hacer justicia, estaban allí para defender al suyo. Los chicos y las chicas estábamos detrás de cada uno de los Sempais, mostrando nuestro apoyo. No comprendo cómo es que no apareció un maestro, pero no lo hizo.
–Primero que nada, no puedes aprehender a un estudiante así. Naoko–san. –
Se quejó Segaki–Sempai. Ella miró a Nokuro con desdén.
–No lo aprehendí porque si, es un mirón. Segaki–kun. –
Se defendió ella, una defensa débil, porque ya he dicho que ella no lo creía en realidad
–No puedes comprobarlo ¿cierto? ¿Por qué iba a creerte solo así? ¿Por qué iba alguien a creerte solo así? –
Preguntó Segaki–Sempai. Nuevamente, él creía que Nokuro había espiado, y dijo después que lo encontraba de mal gusto… después, cuando ya no sirvió de nada.
–Soy la delegada del comité de disciplina. Me debes respeto. No puedes venir a insultarme así. –
Se quejó ella, mostrando orgullosamente su banda.
–¿Según quién? –
Preguntó Segaki Sempai, inteligentemente.
En el comité de disciplina había tanto chicos como chicas. Era uno de los pocos lugares donde todavía se podían encontrar esa clase de mezcla.
Ella volteó a ver a los chicos, varones, del comité, para que le apoyaran, pero resultó que todos ellos eran miembros de la orden de Kaampi. No iban a contradecir a Segaki–Sempai, uno de los fundadores, por nada del mundo. Ahora confiaban mucho más en la orden que en las autoridades escolares.
¿De dónde venía la autoridad del comité de disciplina?
De los alumnos, por supuesto.
Los alumnos son quienes le dan poder para actuar, sin ellos, no es más que solamente unos chicos con una banda graciosa en el uniforme.
Y cuando los chicos depositaron su confianza en algo tan ajeno a la escuela como lo era la orden, las autoridades escolares dejaron de valer. Eso era un problema, porque ahora había dos poderes que no se compatibilizaban entre sí.
Naoko–Sempai se quedó sin palabras cuando los chicos se dieron la vuelta. Segaki–Sempai suspiró entonces y encogió los hombros.
–Danos a nuestro estudiante, Naoko. –
Respondió Segaki–Sempai.
Creo, que ella cedió, porque creía que Nokuro era inocente. Ella bien podría habérselo llevado en ese momento, y los maestros hubieran tenido que intervenir. Irónicamente, allí hubiera terminado. Pero ella no quiso aprehender a alguien inocente solo porque dos de sus compañeras querían que así fuera.
Dije que la compadezco, porque se vio obligada a escoger entre la presión social y sus propios valores, sabiendo lo que aquello iba a costarle. Fue valiente.
Las chicas no estaban contentas. Inventaron rumores sobre Naoko después de eso, diciendo que tenía una especie de acuerdo con Segaki e incluso la novia de éste le acusó de acostarse con él. Naoko lo soportó todo.
Compadezco también a Segaki–Sempai, porque lo que hizo, sentó un precedente.
A partir de ese día, los chicos podían espiar en el baño de mujeres, y ninguno de los chicos iba a hacer nada para detenerlos. Contarían con el apoyo entero de todos los alumnos varones. Parece poca cosa, pero no lo es. Son todos. Harán lo que sea necesario para defenderte si estas en problemas, serán testigos de tu inocencia en caso de que te atrapen, y sin pruebas, la balanza se inclinará del lado que tenga más testigos. Y tú, que has espiado, tienes a seiscientos testigos que afirman lo contrario.
No puedo imaginar un solo sitio en donde no haya algunos que abusen de esas cosas.
Ese precedente fue culpa de Segaki–Sempai. La idea de que, estaba bien faltarles al respeto. La idea de que estaba bien hostigarlas, la idea de que nada ocurriría si lo hacías.
No lo estaba.
El acoso escolar se disparó después de aquello. Pronto se volvió común ver a chicos tratando de mirar bajo las faldas de las chicas, acercándose al baño, y toda una campaña de molestias y vulgaridades como nunca creímos que seríamos capaces.
¿Y qué pasó con los que tenían novia?
Bueno. Si eras una chica, y tenías novio en esa situación tenías dos opciones, o romper con él, o soportar que todas tus compañeras en clase y en los clubes y en los dormitorios te trataran como basura.
La mayoría optó por la primera.
Y no las culpo.
Ellas también tenían sus propias presiones a las cuales atender, también tenían que ir con el grupo. Y todo estaba tan polarizado ahora, que ir con el grupo significaba, por definición, mirar al otro como enemigo.
Chicos y chicas contribuyeron a eso por igual. Así fue como todo comenzó a rodar fuera de control.
La mayoría de las chicas pensaban en los chicos como animales ahora. Como bestias de las que había que cuidarse, como algo parecido a los animales salvajes que había afuera de la escuela. “Bestias” llamaron a los chicos luego de eso, sin distinción. Suena muy gracioso, e incluso justificable.
No lo es. No lo era entonces, pero nadie le prestó la debida atención.
Bestias, es decir, no humanos.
Y poco a poco, esa definición implícita se va grabando en la mente.
Deshumanización.
De ambos lados, claro.
Los chicos lo hicieron casi enseguida.
El día de la última reunión antes de las vacaciones de invierno, Azumo se paró frente a todos nosotros. Muchos hablaban en esas reuniones. Servía para decir cosas geniales acerca de Kaampi, servía para agradecer a todo el mundo por asistir.
Ese día, Azumo dijo algo importante:
Siempre nos han tratado como animales ¿Qué más da si lo somos? No me importa si no les agradamos, pero que no se metan con nosotros. Nosotros no les pedimos nada, no les debemos nada, solo tienen que dejarnos en paz. El pobre Nokuro fue acusado injustamente. Eso no puede seguir pasando. Desde ahora, cada vez que nos acusen, tendrán razón.
¿Alguien puede imaginar a un montón de chicos aplaudiendo espontáneamente a eso?
Es decir, literalmente estaba diciendo “Hay que acosarlas” y todos aplaudieron.
“Leonardo” se puso de pie y aplaudió. Y otro siguió a ese, y otro más… y otro… Fue horrible.
Eso fue lo último que ocurrió antes de las vacaciones de invierno.