Kasei to Kinboshi Rikonshita - 5 Acto Quinto. El miedo que abre el camino de la catástrofe.
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- 5 Acto Quinto. El miedo que abre el camino de la catástrofe.
Voy a añadir un par de cosas a la receta que solamente tienen sentido aquí.
La primera, es la paranoia.
Paranoia del peor tipo posible, La paranoia colectiva.
La idea de que alguien, en alguna parte, quiere hacerte daño. Aquí ya no podemos hablar de culpables, pero es cierto que todos la sentíamos ahora. En parte por la forma en que los líderes hablaban el uno del otro, la inutilidad de los profesores, y por supuesto, la imposibilidad, ahora física, de mirar al otro lado.
Cerrar los clubes hizo que todos se enclaustraran en los dormitorios, y eso evitó que pudiéramos ver lo que ellas hacían y que ellas pudieran ver lo que nosotros hacíamos durante el tiempo que no estábamos en clases.
¿Qué tal si… quieren hacernos daño?
Se convierte en una pregunta de sentido común.
Y bueno, basta con mirar atrás, para cualquiera, para justificar esa pregunta.
Los profesores cerraron los clubes. Así que ahora ninguno de los clubes tenía actividades, y los salones que tenían el material estaban cerrados.
Aquí es donde todo se puso extraño, porque dos días después de aquella reunión, desapareció material de uno de estos salones. Se llevaron las palas del club de jardinería y se llevaron también una pequeña sierra de mano que se usaba más que nada para cortar las pequeñas ramas de los arbustos.
Y, pues era de esperarse, que inmediatamente, chicos y chicas comenzaron a culparse los unos a los otros. Los maestros hicieron su investigación con ambos bandos lanzándose acusaciones los unos a los otros, tanto, que entorpecieron la investigación hasta el punto en que los profesores se rindieron.
No sé qué era lo que planeaban hacer con ese material desaparecido, pero sí sé lo que Azumo pensó que harían.
“Esas chicas están tramando algo”
Fue lo que dijo.
Seis meses atrás, hubiéramos tachado de fantasioso a cualquiera que se atreviera a insinuar que alguien había robado material de uno de los clubes para hacerle daño a alguien, pero ahora parecía creíble. Eso es lo que todos dijeron.
Eso fue lo que pensamos.
El único problema, es que las chicas no fueron, al menos no por orden de Karahara. Y los chicos no fuimos, al menos no por la orden de Azumo. Es decir, ambos líderes pensaron firmemente que se trataba del otro bando, encontrando la forma de hacerles daño.
Azumo prometió que no iba a permitir que lastimaran a los chicos, y no dudo que Karahara temiera una venganza por parte de estos todavía.
Y por bien que hubiera ido la negociación, todavía no se había acordado nada.
Cuatro días faltaban para una nueva reunión, una que nos hubiera quitado a todos este horrible sentimiento del pecho, cuando descubrieron a dos chicas espiando en el dormitorio de los chicos.
Aquello nos llenó de consternación, hubo quien se rio. Es decir ¿Cómo?
Así como suena, dos chicas, de segundo año, espiando en el dormitorio de los chicos. Por un momento pensamos que estaban algo locas. Hasta que cayeron en manos de Azumo.
Las interrogamos… en la buena forma. Preguntamos ¿Qué rayos estaban haciendo aquí? ¿Qué no se daban cuenta de que era peligroso? No solamente por los chicos, las propias chicas las iban a tratar muy mal si se enteraban.
Asustadas por la cantidad de barbaridades que habían escuchado, porque a ninguna le había pasado nada todavía, ellas confesaron aterradas que habían sido enviadas por Karahara para averiguar dónde habíamos escondido nosotros el material del club robado.
De hecho, según me enteré, el haberlas enviado aquí, formaba parte de una especie de castigo.
Ahora estábamos en un dilema.
¿Qué hacíamos con ellas?
En el más estricto sentido de la palabra, no teníamos derecho a hacer nada con ellas. No estaban haciendo nada malo. Pero lo que Azumo temía, es qué ellas dijeran algo como que éramos débiles, y que por ello, Karahara pensara que podía hacer lo que quisiera.
Las dejamos ir, con tal de que prometieran decir, que vieron a muchos chicos fuertes preparándose para la recuperar la cafetería… ¿Cómo es que nadie vio qué esa idea era aún peor?
Lo cierto es que nadie creyó que las chicas realmente quisieran responder con violencia. Pensábamos, que si las asustábamos lo suficiente ellas bajarían las manos y las cosas se calmarían. Las chicas no pegan a nadie, son chicas. Se supone que sean débiles para que podamos protegerlas.
Pésimo momento, si alguien lo pregunta, para el fin de semana.
Como la reunión tuvo lugar un día lunes, se esperaba qué, pasando este fin de semana, el día lunes, se diera a cabo la segunda reunión, y las cosas se calmarían.
Pero lo cierto, es que muchos habíamos comenzado a pensar, que esto no tenía arreglo. Ya he dicho que la nieve enfría los corazones. Y el estar aislados nos quitó la confianza. Lo que los chicos se preguntaban es:
Supongamos que todo sale bien… ¿Qué pasa entonces? ¿Ellas realmente fingirán qué no pasó nada? ¿Volverán con sus novios, por ejemplo? ¿En verdad, un papel firmado es todo lo que basta? ¿Qué si están esperando a que bajemos la guardia? ¿Va a detenerlas un papel?
Hubo quienes dijeron abiertamente que, ellas no mantendrían la paz aunque se firmara.
Es que solo es un papel.
Hay quienes dicen que la paz es su propia recompensa, pero ¿Por qué teníamos que “firmar” paz en todo caso? ¿Por qué no podía permanecer todo así? Si de hecho, ya no nos molestaban. Cada quien se metía en sus asuntos, y ahora, había tanto miedo en el aire que ninguna se atrevería a hacer absolutamente nada que pudiera resultar en violencia.
Y no muchos estaban dispuestos a creer que ellas actuarían de buena fe. Algunos de verdad pensaban que las chicas habían lastimado a Kimetsuo y a Tobe aposta.
Es de suponer que del lado de ellas las cosas se veían igual. ¿Cómo iban a confiar en nosotros ahora?
Si así era, sentíamos que lo mejor, era que tuvieran tanto miedo que nunca se atrevieran a levantar las manos.
Quizá si los dioses no hubieran decidido abandonarnos en ese momento. Quizá si nuestra suerte no fuera tan mala, o nuestro karma. Porque el destino decidió que estaba bien joder más las cosas.
Era una de esas cosas que pasan porque sí. Una de esas cosas que, de no estar en una situación de vida o muerte, ni siquiera se mencionaría. Pero que pavimenta el camino para que la catástrofe se haga más rápida.
Amizura–Sempai no apareció en la escuela al día siguiente. No estaba en su salón, dijeron.
Aquello era malo. Muy malo.
Dijeron que estaba enferma.
Era cierto, según supe después, pero no lo sabíamos entonces.
No podíamos haberlo sabido porque las chicas no nos hablaban para nada.
Podían haber pasado muchas cosas. Y no confiábamos en las chicas como para asegurar que ella dirían la verdad. Y ellas sabían que estábamos escuchando atentamente. Sin Amizura las cosas se complicaban hasta el punto del desastre.
Sin Amizura no teníamos voz ni voto en lo que ocurriera del lado de las chicas. No teníamos ojos ni oídos dentro del “Comité de defensa femenina.”
Ella era la única que podía hacer algo por nosotros. Algunos pensaron que ella había sido encerrada o algo peor. Después de todo, Karahara nos odiaba. ¿Qué si decidió que ella no quería paz?
¿Qué hacíamos ahora? ¿Qué tan válido era negociar con ellas ahora?
Era la noche del viernes y en la sala de los dormitorios de los chicos, se discutían todas esas cosas. Se habían dado vueltas al asunto varias veces, hacía frio, estábamos alterados, y no se había resuelto nada.
Finalmente, llegaron a la parte en donde se preguntaban qué hacer frente a una agresión que todavía no recibían.
–Un golpe preventivo es lo que hace falta. No tiene que ser grave, solo lo suficientemente duro para que ellas entiendan que estamos dispuestos a usar cualquier medio y que no nos hemos debilitado. –
Comentó uno de los chicos.
Era un joven de segundo año, llamado Masato. Más dispuesto a lanzar todo por la borda que los de tercero. También estaba en el club de atletismo cuando existía.
–Si hacemos eso, creerán que queremos engañarlas desde el principio. De nada servirá disculparnos después, o prometer que no les haremos daño. –
Fue la respuesta de Pontaru–Sempai. Azumo se puso de pie y miró por la ventana. Podíamos ver desde aquí que las luces del dormitorio de las chicas estaban encendidas.
Ellas también hablaban.
–Enviaron espías ¿No es cierto? –
Preguntó Azumo, sin dejar de mirar por la ventana.
–Seguro que es un malentendido. –
Fue la respuesta de Pontaru.
–Que conveniente… siempre usan los malentendidos para ocultar sus crímenes ¿No es cierto? Dijeron lo mismo de Tobe, un malentendido… me pregunto ¿Cuándo ocurrirá el malentendido siguiente? Los guardias dijeron que una de ellas te apuntó con un palo con punta. ¿Malentendido? –
–Solo… deja que termine la negociación, todo se va a aclarar pronto –
Se quejó Pontaru. Azumo asintió.
–No voy a detener nada de la negociación, yo también quiero tranquilidad, todos la queremos, pero no podemos asegurar que ellas pretenden seguir negociando ¿No es cierto? En cuyo caso tenemos que mirar por nuestra propia seguridad. … tenemos que estar listos también para lo que ellas quieren. –
Explicó. Pontaru suspiró, derrotado
–Apenas me puedo creer que están insinuando en verdad lo que creo que están insinuando. –
Se quejó Pontaru.
–Enviaron espías para buscar nuestros puntos débiles. Si ellas quisieran paz, dejarían de cargar palos y gas a donde quiera que van. –
Respondió Azumo. Otro de los chicos asintió.
–Si las dejamos actuar, perderemos el elemento sorpresa. –
Dijo, todos asintieron. Era cierto, si esperábamos, existía la posibilidad de que ellas decidieran que no querían esto y nos atacaran. Azumo cargaba ahora con la responsabilidad.
Era la noche del viernes, sería fin de semana pronto, y no habría clubes. ¿Qué íbamos a hacer? Al no haber clubes, los maestros se irían por supuesto. Quedarían cinco o seis cuando más.
¿Ellos iban a detener a las chicas? ¿O bajarían la cabeza como cuando Karahara les amenazó?
Y así, fue como Azumo tomó la única opción razonable si quería mantener su promesa.
Razonable, desde su punto de vista, con todas esas sospechas y con todas esas señales tan claras de que seríamos atacados; es decir, las amenazas cuando la eligieron, los palos puntiagudos que cargaban a todos lados ahora, el material robado, las chicas que mandaron a espiar, las luces en sus dormitorios.
Y por supuesto, el más aterrador de todos: el silencio.
Se veía lógica con la información tan limitada que tenía. No habíamos establecido comunicación en días, no sabíamos qué estaban pensando.
Lo mejor para nosotros era suponer lo peor. Y actuar bajo la suposición más razonable que tuviéramos.
Y la suposición más razonable, era que ellas llevaban todo este tiempo, preparándose para dar el golpe que acabaría con nuestra libertad para negociar.
Si lograban darlo bien, no habría negociación siquiera, solo rendición.
Había que entender la promesa de Azumo para entender por qué era tan importante. Si ellas lastimaban a otro chico mientras Azumo todavía estaba indeciso, habría fallado. Lo culparían y posiblemente habría revueltas. Incluso podría pasar que la orden de Kaampi se disolviera, los chicos estaríamos demasiado ocupados y demasiado divididos con eso como para presentar cualquier forma de resistencia.
Estar organizados nos puso en la delantera, cuando ellas hicieron lo mismo, perdimos esa ventaja. Si nos encontraban desorganizados y atemorizados, aceptaríamos lo que sea que ellas dijeran.
Podían obligarnos a dejar la escuela, si quisieran.
Si queríamos salir de esto sanos y salvos, teníamos que mantenernos unidos, y solamente mientras Azumo mantuviera su promesa podía ser así.
Bien pensado, para Karahara, golpearnos ahora era su mejor opción también. De hecho sería la mejor oportunidad que tendría nunca. Golpear ahora.
¿Quería hacerlo? Bueno… nadie lo sabía.
Como dije, no habíamos hablado con ellas en días. ¿Qué si habían cambiado de parecer? ¿Qué si Amizura no estaba allí siquiera? Podía estar, como Segaki, presa y nosotros aun teníamos nuestras esperanzas puestas en ella.
Solo podíamos suponer, y… ella dijo que acabaría con nosotros. Lo dijo frente a todas las chicas.
“Usaremos la violencia si es este el único lenguaje que esos animales entienden”
Si era cierto… ¿Qué mejor oportunidad que ahora que teníamos la guardia baja?
Todas estas cosas consideradas dieron solamente una única respuesta.
Azumo se dio la vuelta y nos miró.
–Que la orden se prepare. No voy a quedarme con los brazos cruzados mientras ellas esperan a que nos descuidemos. No más. Si van a lastimar a otro de nosotros, tendrán que vérselas con todos nosotros. –
–¿No se te ocurrió que ellas podrían pensar que estamos amenazándolas? –
Preguntó uno de los Sempais.
–Claro que estamos amenazándolas. ¿Es eso lo que quieres saber? Sí, es una amenaza. Si intentan algo, responderemos. No más chicos buenos. –
Antes, cuando la orden estaba recién formada, Azumo dijo que nos convertiríamos en animales. Tenía razón. Cuando un animal se siente amenazado, responde agresivamente.
También es cierto que ellas hicieron lo mismo.
¿De quién era la culpa?
No sé. Nunca supe.
Dejó de importar. ¿A quién le importa quién tiene la culpa cuando te apuntan con un palo puntiagudo al estómago? Te defiendes porque quieres vivir.
Ahora pienso también, que del lado de las chicas, tiene por fuerza que haberse visto igual. Estaban en la misma situación que nosotros.
Incluso pienso que, puede que alguna de ellas haya estado mirando la ventana ese mismo día, tal vez, preguntándose si los chicos estaban tramando algo con las luces encendidas a las doce de la noche.